Tras su ruptura con el mago del suspense, Bernard Herrmann
iniciará una nueva colaboración con otro mago, en este caso el mago del
stop-motion Ray Harryhausen, cuyo cine fantástico el compositor neoyorquino
nunca llegó a apreciar pese a realizar composiciones tan geniales como las de “El
séptimo viaje de Simbad” (1958) o “Jasón y los Argonautas” (1963). Más tarde Herrmann será
reclamado por el discípulo aventajado de Hitchcock, Brian de Palma, para quién
realizará entre otras una de las obras más definitivas de su carrera musical:
“Fascinación” (1976). El canto del cisne en la trayectoria de Bernard Herrmann será
“Taxi Driver” (1976), primera, única y genial incursión del compositor en el
terreno del jazz para el film de Martin Scorsese, y por el que obtendrá una
nominación al Oscar a título póstumo en 1976, conjuntamente con “Fascinación”.
El premio se lo arrebatará ni más ni menos que Jerry Goldsmith por “La
profecía”.
Pero los años 60 van a ser la década en la que se va a
popularizar la música de cine, y eso va a ser gracias a las aportaciones de un
músico en las antípodas de las composiciones intensas y oscuras de Herrmann:
el californiano Henry Mancini. La música de Mancini es mayormente alegre, ligera, y muy a
menudo se le ha acusado injustamente de componer ‘música para ascensor’. Pero
Mancini es un genio de la música diegética (la música que en un film aparece
contextualizada, es decir: la que sale de una radio de un coche, se escucha un tocadiscos o
interpreta una orquesta que aparece en la trama de la película), y su
inspiración melódica es innegable. Es asombrosa la facilidad con la que Mancini
compone un mambo, un bolero, un madison o un cha-cha-chá y lo integra de manera
perfecta en la trama. Claro que Henry Mancini, colaborador habitual del
director Blake Edwards, ha desarrollado el grueso de su tarea en el terreno de
la comedia, y tratándose además de Blake Edwards, director que siempre cuela
alguna fiesta o guateque en todas sus películas, es fácil percatarse que
Mancini tenía allí el terreno abonado para hacer lo que mejor sabe. Sus melodías
son tremendamente pegadizas y se han hecho enormemente populares, en parte
debido a la capacidad de Mancini para componer temas de fácil retentiva, pero
sobretodo porque Mancini busca su principalmente fuente de inspiración en la
música popular. ¿Quién no recuera el tema de “La pantera rosa” (1963), el madison del
bebé elefante de “Hatari!” (1962), los temas del inspector Clouseau o “Peter
Gunn” (1959), o la música de los créditos iniciales de “Charada” (1963) o
“Arabesco” (1966), ilustrados además por el diseñador Maurice Binder? Mancini además
consideraba que la música tal como la escuchamos en un film no tiene por qué
sonar exactamente igual a como la escuchamos en un disco, de ahí que casi desde el
inicio de su carrera promovió siempre la re-grabación de sus bandas sonoras con
fines estrictamente comerciales y de cara a facilitar su audición doméstica.
Henry Mancini con frecuencia incluía canciones en casi todas sus bandas sonoras
y sin duda alguna la más genial y famosa de todas es el “Moon river” de
“Desayuno con diamantes” (1961. Sin embargo yo prefiero quedarme con uno de los
temas más hermosos y emotivos de toda la carrera de Henry Manicini, el de “Dos
en la carretera” (1967).
Aunque Henry Mancini es principalmente conocido por sus
melodías pegadizas y sus aportes al género de la comedia, es justo recordar sus
incursiones en el melodrama y la música sinfónica, como son los casos de “Los
girasoles” (1970), “Odio en las entrañas” (1970) o “Amanecer blanco” (1979).
Y si antes hablábamos de la forma abrupta en como terminó la
relación entre Alfred Hitchcock y el compositor Bernard Herrmann, algo similar le ocurrió a Mancini. Hitchcock, después de una fructífera y exitosa carrera en el cine americano,
decidió volver a su Inglaterra natal para rodar “Frenesí” en 1972. En esa
ocasión el maestro del suspense decide contratar los servicios de Henry Mancini
en previsión de que el músico le entregaría una composición claramente comercial
y de reminiscencias genuinamente pop. Manici en cambio, excitado ante la
posibilidad de trabajar con uno de los más geniales directores de la historia
del cine, opta por componer una banda sonora oscura, siniestra, que bien podría haberse convertido en uno de los mejores títulos de su carrera y cuyo genial
tema para los títulos de crédito remite a la fugas de Bach. Hitchcock, al
escucharlo, lo rechazó de pleno argumentando que ‘si hubiese querido una banda
sonora a lo Bernard Herrmann hubiese contratado a Bernard Herrmann’. El encargo
de componer la partitura de “Frenesí” recayó finalmente en el británico Ron
Goodwin, que realizó un buen trabajo pero que nos dejó con las ganas de conocer
cómo hubiese quedado el film de haber contado con la partitura íntegra
compuesta por Mancini. Al menos no nos quedaremos con las ganas de escuchar el
tema principal compuesto por él:
Mancini sin duda es uno de los compositores que más han contribuido a incorporar los estilos y los ritmos de la música popular a la música de cine durante los años 50 y 60, pero una de las grandes innovaciones que se van a producir en el mundo de la banda sonora en esa época será la incorporación del jazz a la misma. Y lo hará con carta de nobleza gracias al trabajo de dos de los más grandes genios de la música de cine: Alex North y su mítica partitura para "Un tranvía llamado Deseo" (1951) y Elmer Bernstein con "El hombre del brazo de oro" (1955):
El jazz parecía la música más adecuada para subrayar todo el drama, la sordidez y el sexo soterrado que se esconden tras el texto de Tennessee Williams ambientado en la húmeda y calurosa Nueva Orleans. Y el impacto fué tal en el momento de su estreno que muchos espectadores consideraron la música de Alex North escandalosa e incluso inmoral. La música de jazz se incorporaría así a la banda sonora para convertirse en la melodía más adiente para ilustrar historias ambientadas en el mundo criminal o donde el sexo era un elemento predominante de la trama, y el propio Bernstein recurriría de nuevo a él en títulos como "Chantaje en Broadway" (1957), "La gata negra" (1962) o "Los timadores" (1990).
Sin embargo la mayor influencia en la música de Elmer Bernstein es sin duda el compositor americano Aaron Coppland y el estilo que tradicionalmente se llama 'americana', inspirado en el folklore popular del 'salvaje oeste'. Esa influencia se hace particularmente perceptible en todas las partituras que Bernstein compuso para los numerosos westerns en los que participó, pero si hay una película que sentaría las bases de lo que a partir de entonces iba a ser la música de las películas del oeste (al menos hasta la llegada el spaguetti western y Ennio Morricone), esa es sin duda "Los 7 magníficos" (1960):
En su dilatada carrera Elmer Bernstein ha tenido la oportunidad de tocar muchos temas y géneros y de realizar partituras tan magistrales como "La gran evasión" (1963), "Hawai" (1966), "Heavy metal" (1981) o "La edad de la inocencia" (1993), pero sin duda alguna uno de los grandes hitos de su carrera es "Matar a un ruiseñor" (1962). Merece la pena volver a escuchar el bellísimo tema principal como acompañamiento de los preciosos creditos iniciales del film:
(continuará...)
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