martes, 7 de enero de 2014

VIDA Y MUERTE DE... (4ª parte)

Algunas de las muertes que he mencionado en entradas anteriores de este artículo por partes tenían un compenente digamos épico (la de Fénix o la Supergirl, por ejemplo), por aquello de que la muerte del personaje era el resultado de un acto de sacrificio que buscaba un bién mayor. En otros casos la muerte se producía de forma accidental (la de Gwen Stacy o la de Guardián). Pero en algunos casos la muerte de alguién está producida por un acto de villanía, o para decirlo de forma más clara: es el resultado de un asesinato. Es el caso de Elektra... y también el de Robin.

Para hablar de la muerte de Robin convendría hacer una pausa, pues ha habido hasta la fecha 4 personajes que han vestido el uniforme del sidekick por antonomasia; 5 si contamos a la Carrie Kelley de "The Dark Knight Returns". Pero los 4 Robins oficiales dentro de la continuidad del personaje de Batman han sido por orden cronológico: Dick Grayson, Jason Todd, Tim Drake y Damian Wayne. Curiosamente el primero y el tercero (números impares) se independizaron, mientras que segundo y cuarto (pares) acabaron muertos. Pero es de la muerte de Jason Todd de la que voy a hablar ahora.

Al igual que Elektra, Jason Todd, el Robin de aquel entonces, murió en manos de un asesino, la archinémesis de Batman: el Joker. El impacto de la muerte de Elektra, sin pretender minimizarlo, se derivaba sobretodo de la soberbia composición gráfica que hizo Frank Miller en el cómic (algo en lo que era y sigue siendo un maestro), pero hay un hecho que no podemos obviar: Elektra era también una asesina. Por mucho que lamentásemos su muerte, en cierta manera podríamos pensar que se la merecía por haber tonteado con el diablo, por haber vendido su alma y haber renunciado a lo único que podía salvarla: el amor. El caso de Robin es muy distinto. Jason Todd era un crio, un adolescente. Indisciplinado, si, temerario, también. Pero inocente. Fué Jim Starlin (recordémoslo, apodado 'Mr. Muerte') quién concibió el arco argumental de "Una muerte en la familia" en el cual fallecería Jason Todd apaleado brutalmente por el Joker, y fué el siempre eficaz Jim Aparo quien lo ilustraría. Aparo no se andó por sutilezas y, al contrarío que Frank Miller, no buscaba encuandres bonitos. Él dibujó la muerte de Robin de una forma seca, directa, brutal. Mostrándola, eso sí, de forma sesgada (nunca vemos a Robin recibir los golpes, sino al Joker propinándolos), con lo que se incrementa así el impacto de dichos golpes en la mente del lector, que se imaginará el cuerpo roto, maltratado, grotescamente retorcido de la víctima.


No solo por su brutalidad, sino porque los lectores siempre tendemos a pensar que los malos nunca ganan, la muerte de Robin en manos del Joker es posiblemente una de las últimas y que mayor impacto porvocarían en los lectores de cómic a finales de los 80. Y ese dramatismo Jim Aparo supo plasmarlo muy bien en otra de esas portadas que quedan grabadas en la retina del lector para siempre.


Lamentablemente, movido únicamente por el afan de notoriedad y por aquello de provocar algún tipo de impacto (totalmente gratuito) en los lectores, a cierto guionista poco escrupuloso (Jeph Loeb) y con la aprovación de algún editor que solo se fijaba en las posibles cifras de ventas, se le ocurrió devolver a Jason Todd a la vida, y lo hizo de la forma más vulgar y artera posible (hay que leer "Silencio" para saber a qué me refiero). Desde entonces el bueno de Jason ha ido pasando por las manos de diversos guionistas que lo han vuelto malvado, luego bueno de nuevo, luego malvado otra vez y por último no se sabe muy bien qué, trivializando así el acto de su muerte y corrompiendo la esencia del personaje. Para eso mejor que nunca se hubiese levantado de la tumba.

Gwen Stacy, Fénix, Capitán Marvel, Elektra, Supergirl, Robin... En mi opinición son las muertes mejor relatadas que yo he leído en un comic de superhéroes. Y las que mayor impacto me han provocado en el momento de su lectura. Pero con las resurrecciones innecesrias de Fénix primero, y Elektra y Robin después, lo que ha ocurrido es que se ha abierto la veda para matar a cualquier pesonaje a las primeras de cambio, sabedores que dicha muerte no tendrá consecuencias y luego podrán traer de vuelta al personaje sin ningún tipo de problema. Con ello lo que han conseguido es que cada vez que muere alguien en las páginas de un cómic de superhéroes, en vez de generar rábia o tristeza, lo que generan en desconfianza. En vez de impacto dramático lo que logran es hastío. Porque en el fondo cualquier muerte en la actualidad no obecece a ninguna evolución coherente de trama alguna, sino que sucede de improviso cuando las cifras de un cómic no son buenas. Es decir: lo que se busca es atraer de nuevo a lectores aburridos con un argumento tramposo. Y poco más o menos ocurre lo mismo con las resurrecciones. Un guionista 'mata' un personaje porque no sabe que hacer con él; la colección cambia de guionista y el nuevo escritor decide devolver dicho personaje a la vida simplemente porque le caía simpático. Y por si fuera poco ya ni siquiera nadie se molesta en buscar escusas más o menos originales para traer de vuelta a un personaje: clones, viajes temporales o realidades alternativas han acabado por convertirse en las soluciones más socorridas.

Podrían establecerse ciertas diferencias en la forma en como Marvel y DC han finiquitado a sus personajes, ya que si matas a Spiderman, a quién en realidad están mantando es a Peter Parker. Si te cargas al Capitán América te estás quitando de en medio a Steve Rogers. Estamos hablando de seres humanos con una vida, una historia, con parientes, novias, compañeros de trabajo... personajes con los que en mayor o menor grado un lector puede llegar a identificarse. En cambio cuando hablamos de Superman o Batman, los respectivos alter-egos de Clark Kent o Bruce Wayne no son más fachadas de apariencia humana con la que dichos personajes pretenden dar una apariencia de normalidad. El personaje 'real' es el que viste la máscara, el que lleva el disfraz. Así pués si matas a dicho personaje siempre puedes poner a otro detrás de esa misma máscara. Algo que en su día hizo la DC (yo añadiría que muy inteligentemente) al hacer que Wally West vistiese el disfraz de Flash tras la muerte de Barry Allen durante "Crisis en tierras infinitas". Por eso mismo la resurección de Barry Allen fué totalmente innecesaria, más cuando West aún seguía en activo. Cuando durante los acontecimientos de "Final Crisis" Batman moría (aparentemente), Dick Grayson, su primer sidekick, asumiría a continuación el legado de Batman y se convería en su continuador natural. Era una idea inteligente y sobretodo coherente. De ahí que no entiendo porqué Grant Morrison, el mismo que 'mató' a Bruce Wayne e hizo vestir a Grayson el disfraz de Batman, traería de nuevo a la vida a Wayne en una acto que yo solo puedo definir como in-volutivo. ¿Falta de imaginación? ¿Incapacidad de llevar su propuesta hasta sus últimas consecuencias? ¿O simplemente manipulación de los lectores para buscar incrementar las cifras de ventas? Quizás los motivos reales sean un poco de todo eso.

Con tales argumentos no hay ningún problema en matar al personajes cabecera de una colección multiventas, llámese Spiderman, Superman, Batman o Capitán América (sí, todos estos han muerto... y alguno en más de una ocasión). Hay alguna excepción honrosa (pocas), como es el caso de la primera 'muerte' de Spiderman en "La última caceria de Kraven", escrita por J. M. de Matteis y una de las mejores historias (en mi opinión) que nunca se hayan escrito del trepamuros. En dicha historia uno de los tradicionales enemigos de Spidey, y no precisamente uno de los más peligrosos o 'brillantes', Kraven, eliminará y enterrará a Spiderman para luego vestir su traje y asumir su nombre y ejercer de esta manera como justiciero, pero haciendo uso de métodos mucho más brutales y cuestionables que los de sus predecesor. Durante 3 episodios los lectores asumimos que Peter Parker, Spiderman, había muerto (sí, vale, nos olíamos algún truco... pero no intuíamos cual). En el 4º número de la saga asistimos con sorpresa a la 'resurección' del trepamuros desde la tumba (Spidey había sido drogado y enterrado vivo en una apariencia de muerte). La idea era atrevida y brillante, y de Matteis la plasmó de forma magistral con la ayuda de un inspirado Mike Zeck a los lápices


La de Spiderman sería la primera de esas 'muertes en falso' que luego darían pié precisamente a las muertes de Superman, Batman o el Capitán América. De hecho la muerte de Superman se convertiría en noticia en periódicos e incluso programas televisados de noticias en prácticamente todo el mundo, demostrando así que una muerte siempre genera publicidad y que la publicidad siempre es buena para incrementar las ventas.

Podría hablar de las muertes de esos personajes y de las de muchos otros... pero no lo haré. Al empezar a escribir este artículo no pretendía hacer un repaso de todas las muertes de personajes de cómics más o menos relevantes, sino tan solo las que a mí me causaron algún tipo de impacto emocional. Todas las que han venido después lo único que me han producido es aburrimiento. Hay veces que la muerte de un personaje está narrada y escrita con eficacia y sentimiento, e incluso alguna aún es capaz de arrancarme alguna lagrimita (la de Kitty Pride al final de la etapa de los "Astonishing X-Men" de Joss Whedon, por ejemplo), pero por norma general cada vez que matan a Rondador Nocturno o Blue Bettle el primer pensamiento que me viene a la cabeza es "¿cuándo lo resucitarán?". El segundo es "¡me importa un bledo!"

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