Hay en la filmografía de Martin Scorsese una serie de constantes temáticas fruto de la ferrea educación católica recibida en su infancia, y cuando al inicio de su carrera como director se alió con el guionista Paul Schrader, que también había recibido una marcada educación religiosa de tendencia luterana, encontraron el uno en el otro el aliado perfecto para hablar de todos esos temas que a ambos les habían marcado siendo adolescentes: el pecado, la culpa, la busqueda del perdón, la redención... Temas que fructificaron en 3 films emblemáticos como "Taxi Driver", "Toro Salvaje" y "La última tentación de Cristo". Pero el tema de la culpa y la redención está presente en casi toda la obra de Scorsese de manera más o menos evidente, y si bien Scorsese ha encontrado en los modos propios del genéro negro o el trhiller la vía más adecuada para expresarlos (ahí están "Uno de los nuestros", "Casino", "El cabo del miedo" o "Infiltrados"), siendo como és un director inquieto, ha sido capaz de desmarcarse del 'cine de gangsters' para ofrecernos obras igualmente intensas donde la violencia no se expresa a través de los puños sino de los sentimientos contenidos y la palabras envenedadas, como es el caso de "La edad de la inocencia".
Otra de las constantes en el cine de Scorsese desde hace unos años es Leonardo Di Caprio, con quien coincidió por primera vez en "Gangsters de Nueva York", y con quien ha repetido en "El aviador", "Infiltrados", "Shuter Island" y en ahora en su último film: "El lobo de Wall Street". Cabe decir que Scorsese ha brindado a Di Caprio grandes papeles, pero también que Di Caprio ha sabido interpretarlos con intensidad y contrastada solvencia. Y si Scorsese ha sustituido a su otrora actor fetiche, Robert De Niro, por otro actor de ascendencia italo-americana, Di Caprio, y si también hay que acusarle de no haber sabido serle siempre fiel a colaboradores musicales como Elmer Bernstein (con quien tuvo más de un desacuerdo en "Gangs of New YorK", cuya música fue eliminada por completo del montaje final) o Howard Shore, hay que reconocerle también que siempre ha mantenido la más extrecha de las colaboraciones con su fiel Telma Schoomaker, montadora habitual de todos sus films.
En "El lobo de Wall Street", que narra la ascensión, auge y caída de un personaje real, Jordan Belfort, un broker de Wall Street carente de escrúpulos y obsesionado con el sexo, las drogas y el dinero fáciles, volvemos a encontrarnos de nuevo con el tema de la culpa, el castigo y la redención; volvemos a encontrarnos con un de esos personajes antipáticos pero repletos de carisma tan caros a Scorsese; volvemos a encontranos con una realización ágil y una planificación portentosas por parte de su director, potenciadas aún más si cabe por el trabajo siempre excelente de Schoonmaker; volvemos a encontrarnos con un tratamiento de la violencia estilizada; y volvemos a encontrarnos con un Di Caprio en estado de gracia, que realiza un interpretación testosterónica, cargada de energía. La novedad en este caso vendría por el tono general del film, más de farsa, de comedia grotesca, algo que permite a Scorsese jugar con el exceso cómico como no lo había hecho hasta ahora (particualmente ilustrativa en este sentido es la escena de que el personaje de Jordan Belfort tiene un 'percance' con unas drogas supuestamente caducadas). Así pues lo que nos encontramos es una satira no tanto sobre el mundo de las finanzas como de esa perniciosa tendencias de la sociedad actual a querer ganar dinero de manera rápida y facil sin pensar nunca en la cultura del esfuerzo, satira que se ve realzada en algunos momentos gracias a unos afiladísimos y muy procaces diálogos (como la conversación que mantienen Di Caprio y Matthew McConaughey.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La entrega absoluta de Di Caprio a un papel que roza el exceso y que él sabe hacer atractivo para el público... a pesar de todo. ¿Lo peor? La sensación de que Scorsese podría haber ido un poco más lejos aún en su retrato satírico; al parecer él mismo se autocensuró aligerando el voltaje de las secuancias de mayor contenido sexual para evitar la temida clasificación R en Estados Unidos.

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