lunes, 13 de enero de 2014

DOS DE GOLPE



AGOSTO

Cuando en el 2011 (si no recuerdo mal) salí de ver la representación de “Agosto” que se estrenó en el TNC, salí entusiasmado. El texto de Tracy Letts es potentísimo, y a la intensidad del mismo contribuyeron la inspirada dirección de Sergi Belbel y un ajustado trabajo interpretativo  en el que destacaban dos auténticos monstruos escénicos como son la llorada Ana Lizarrán y Emma Vilarasau, que ya habían coincido en escena en ocasiones anteriores (yo recuerdo particularmente la innegable química que desprendían ambas en “Un matrimonio de Boston”, sobre el texto de David Mamet). “Agosto” es por encima de todo una tragicomedia. Aunque los sucesos que narra son esencialmente dramáticos, el tratamiento que le da Tracy Letts a través de unos acerados diálogos tiene un punto innegablemente humorístico. Humor negro, por supuesto, pero humor al fin y al cabo.

Tracy Letts ganó el Pulitzer en el 2008 por esta obra, y ahora el mismo autor se ha encargado de adaptarla en forma de guion cinematográfico, y en el trabajo de adaptación lo que  ha hecho ha sido aligerar y reducir la extensión de la obra original. Pese a todo el texto conserva toda la fuerza y la intensidad de la versión teatral, y al igual que ocurría con aquella, a reforzar la intensidad del mismo contribuyen un espléndido plantel de actores.

Sin duda alguna la parte del león en esta película se la llevan Meryl Streep y Julia Roberts, en los papeles de madre e hija que en el TNC interpretaron la Lizarrán y Emma Vilarasau respectivamente. Y en ese duelo interpretativo quizás quién salga mejor parada es curiosamente Julia Roberts, pues a la Streep se le va un poco la mano y realiza un trabajo a ratos decididamente histriónico. Es cierto que su papel, el de una matriarca drogadicta, consumida por un cáncer de boca, y cabeza visible de una familia donde todos sus miembros esconden sus miserias, es un papel abocado al exceso. Pero a la Streep le falta en esta ocasión ese punto de contención que evita que un personaje acabe resultando ridículo por grotesco. No obstante también hay que reconocerle sus méritos, y hay comentos en la película, precisamente aquellos en que su interpretación está más controlada, en que demuestra su talante de gran actriz, como aquel en que narra a sus hijas el día en que su propia madre le regaló una botas por Navidad. Conmovedor y sobrecogedor.

Julia Roberts por el contrario realiza un gran papel sin necesidad de recurrir a mohines o aspavientos exagerados, aunque en mi opinión es una actriz poco conocida (de momento), Julianne Nicholson (quienes sigan “Masters of sex” la habrán reconocido), quién realiza la mejor interpretación del film, llena de calidez, de verosimilitud, de convicción. A la altura también está el siempre espléndido Chris Cooper, que saca un enorme rendimiento a los escasos minutos que aparece en pantalla.

Sin embargo, si bien el trabajo actoral es en líneas generales espléndido hasta el punto de convertirse en la razón de ser del film, la puesta en escena del director John Wells es por el contrario plana, insulsa y poco imaginativa. Precisamente algunos de los momentos más dramáticos, como el de la confesión de la hermana al personaje que interpreta Julia Roberts, carecen de la intensidad necesaria porque el director no sabe sacar partido de ellos.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El texto escrito por Letts, intenso, dramático, potente, cómico. ¿Lo peor? La frialdad de la puesta en escena.

THE GRANDMASTER

Muchos conocimos a Wong Kar Wai en el año 2000, a partir de un film que ha acabado convirtiéndose en todo un clásico moderno: “Deseando amar”. Un film precisamente en el que se hablaba de sentimientos reprimidos y de emociones contenidas, un film estilizadísimo y hermoso en el que Wong Kar Wai hacía gala de una elegancia y una sutileza en la puesta en escena que rozaban el preciosismo formal pero sin resultar nunca ni empalagoso ni efectista. Precisamente la estilización y la contención de la que hacía gala Wong Kai Wai, que utilizaba muchas elipsis narrativas, planos sesgados, diálogos con los personajes fuera de plano, etc., estaban en perfecta consonancia con lo que se nos mostraba y explicaba en el film.

Poco después sorprendió a propios y extraños con un film de ciencia-ficción aún más estilizado pero también más críptico, “2046”, que alguno quiso ver como una suerte de secuela apócrifa de “Desando amar”.

Conociendo un poco la trayectoria de Wong Kar Wai puede sorprender que su último proyecto sea un film de artes marciales, una especie de biopic de Ip Man, el que fuera maestro de Bruce Lee. Pero viendo el film hay que reconocer que tampoco desentona en la filmografía de su director, pues aunque hay no pocas escenas de luchas marciales, en “The Grandmaster”  también hay emociones contenidas que no llegan nunca a aflorar. “The Grandmaster” habla de artes marciales, sí, pero también habla de honor, de responsabilidad, de la voluntad de perpetuar un legado que no es solo marcial, sino también ideológico. Y Wong Kar Wai sitúa su reflexión en medio de un marco histórico concreto, ya que la trayectoria vital de Ip Man, que en el film está mostrado más como un filósofo que como un maestro de la lucha, es narrada a través de los acontecimientos históricos que marcaron la convulsa historia de China desde los años 30, cuando aún pervivía el imperio, pasando por la posterior invasión japonesa, hasta la revolución cultural de Mao. Y en medio de todos esos cambios políticos y sociales, el gran maestro Ip Man trata de mantener viva la tradición y el bagaje ideológico del kun fu. Cada golpe, capa patada, cada movimiento de kun fu tiene un significado, lleva una carga filosófica, y su director Wong Kar Wai trata a través de las imágenes y los diálogos de transmitir ese legado al espectador.

Como era de esperar la película es un auténtico festín para la vista. Wong Kar Wai ya nos había maravillado en “Deseando amar” con su precisión para el encuadre, pero en “The Grandmaster” lleva a los extremos su preciosismo formal. Pero al igual que ocurría en aquella su virtuosismo estético no es nunca gratuito y está puesto al servicio de la historia. Hay imágenes que le dejan a uno sin habla, como los planos detalle en el momento en que se entrena Gong Er en la nieve (en los que resalta además la belleza de la actriz Zhang Ziyi), o la escena del funeral del padre de ésta, bellísimamente filmada. “The Grandmaster” lleva más lejos si cabe los logros de Zhang Yimou en films como “Hero” o “La casa de las dagas voladoras”, pues si la estilización y preciosismo de aquellas buscaban principalmente epatar al espectador con bellas imágenes, especialmente en “Hero” que no es sino un relato especular un poco al estilo del “Rashomon” de Kurosawa, Wong Kar Wai evita construir un mero cuento o un relato moral, y trata de transmitirnos la esencia cultural y filosófica que encierra un arte, el del kun fu, que a los occidentales puede parecernos muy prosaico.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Evidentemente la puesta en escena de la que hace gala Wong Kar Wai, estilizada y elegante por un lado, dinámica y potente por otro, hasta el punto de lograr un inusual preciosismo formal en escenas particularmente violentas, como las que protagoniza el personaje apodado “el  navaja”. ¿Lo peor? La película es un auténtico festival visual… pero no sonoro; es una lástima que tan bellas imágenes estén acompañadas por una partitura musical que en muchas ocasiones resulta excesivamente enfática y escasamente inspirada.

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