AGOSTO
Cuando en el 2011 (si no recuerdo mal) salí de ver la
representación de “Agosto” que se estrenó en el TNC, salí entusiasmado. El
texto de Tracy Letts es potentísimo, y a la intensidad del mismo contribuyeron la
inspirada dirección de Sergi Belbel y un ajustado trabajo interpretativo en el que destacaban dos auténticos monstruos
escénicos como son la llorada Ana Lizarrán y Emma Vilarasau, que ya habían
coincido en escena en ocasiones anteriores (yo recuerdo particularmente la
innegable química que desprendían ambas en “Un matrimonio de Boston”, sobre el
texto de David Mamet). “Agosto” es por encima de todo una tragicomedia. Aunque
los sucesos que narra son esencialmente dramáticos, el tratamiento que le da
Tracy Letts a través de unos acerados diálogos tiene un punto innegablemente humorístico.
Humor negro, por supuesto, pero humor al fin y al cabo.
Tracy Letts ganó el Pulitzer en el 2008 por esta obra, y
ahora el mismo autor se ha encargado de adaptarla en forma de guion
cinematográfico, y en el trabajo de adaptación lo que ha hecho ha sido aligerar y reducir la
extensión de la obra original. Pese a todo el texto conserva toda la fuerza y
la intensidad de la versión teatral, y al igual que ocurría con aquella, a reforzar
la intensidad del mismo contribuyen un espléndido plantel de actores.
Sin duda alguna la parte del león en esta película se la
llevan Meryl Streep y Julia Roberts, en los papeles de madre e hija que en el
TNC interpretaron la Lizarrán y Emma Vilarasau respectivamente. Y en ese duelo
interpretativo quizás quién salga mejor parada es curiosamente Julia Roberts,
pues a la Streep se le va un poco la mano y realiza un trabajo a ratos decididamente
histriónico. Es cierto que su papel, el de una matriarca drogadicta, consumida
por un cáncer de boca, y cabeza visible de una familia donde todos sus miembros
esconden sus miserias, es un papel abocado al exceso. Pero a la Streep le falta
en esta ocasión ese punto de contención que evita que un personaje acabe
resultando ridículo por grotesco. No obstante también hay que reconocerle sus
méritos, y hay comentos en la película, precisamente aquellos en que su
interpretación está más controlada, en que demuestra su talante de gran actriz,
como aquel en que narra a sus hijas el día en que su propia madre le regaló una
botas por Navidad. Conmovedor y sobrecogedor.
Julia Roberts por el contrario realiza un gran papel sin
necesidad de recurrir a mohines o aspavientos exagerados, aunque en mi opinión
es una actriz poco conocida (de momento), Julianne Nicholson (quienes sigan “Masters
of sex” la habrán reconocido), quién realiza la mejor interpretación del film,
llena de calidez, de verosimilitud, de convicción. A la altura también está el
siempre espléndido Chris Cooper, que saca un enorme rendimiento a los escasos
minutos que aparece en pantalla.
Sin embargo, si bien el trabajo actoral es en líneas generales
espléndido hasta el punto de convertirse en la razón de ser del film, la puesta
en escena del director John Wells es por el contrario plana, insulsa y poco
imaginativa. Precisamente algunos de los momentos más dramáticos, como el de la
confesión de la hermana al personaje que interpreta Julia Roberts, carecen de
la intensidad necesaria porque el director no sabe sacar partido de ellos.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El texto escrito por Letts,
intenso, dramático, potente, cómico. ¿Lo peor? La frialdad de la puesta en
escena.
THE GRANDMASTER
Muchos conocimos a Wong Kar Wai en el año 2000, a partir de
un film que ha acabado convirtiéndose en todo un clásico moderno: “Deseando
amar”. Un film precisamente en el que se hablaba de sentimientos reprimidos y
de emociones contenidas, un film estilizadísimo y hermoso en el que Wong Kar
Wai hacía gala de una elegancia y una sutileza en la puesta en escena que
rozaban el preciosismo formal pero sin resultar nunca ni empalagoso ni
efectista. Precisamente la estilización y la contención de la que hacía gala
Wong Kai Wai, que utilizaba muchas elipsis narrativas, planos sesgados,
diálogos con los personajes fuera de plano, etc., estaban en perfecta
consonancia con lo que se nos mostraba y explicaba en el film.
Poco después sorprendió a propios y extraños con un film de
ciencia-ficción aún más estilizado pero también más críptico, “2046”, que
alguno quiso ver como una suerte de secuela apócrifa de “Desando amar”.
Conociendo un poco la trayectoria de Wong Kar Wai puede
sorprender que su último proyecto sea un film de artes marciales, una especie
de biopic de Ip Man, el que fuera
maestro de Bruce Lee. Pero viendo el film hay que reconocer que tampoco
desentona en la filmografía de su director, pues aunque hay no pocas escenas de
luchas marciales, en “The Grandmaster” también hay emociones contenidas que no llegan
nunca a aflorar. “The Grandmaster” habla de artes marciales, sí, pero también
habla de honor, de responsabilidad, de la voluntad de perpetuar un legado que
no es solo marcial, sino también ideológico. Y Wong Kar Wai sitúa su reflexión
en medio de un marco histórico concreto, ya que la trayectoria vital de Ip Man,
que en el film está mostrado más como un filósofo que como un maestro de la
lucha, es narrada a través de los acontecimientos históricos que marcaron la
convulsa historia de China desde los años 30, cuando aún pervivía el imperio,
pasando por la posterior invasión japonesa, hasta la revolución cultural de
Mao. Y en medio de todos esos cambios políticos y sociales, el gran maestro Ip
Man trata de mantener viva la tradición y el bagaje ideológico del kun fu. Cada
golpe, capa patada, cada movimiento de kun fu tiene un significado, lleva una
carga filosófica, y su director Wong Kar Wai trata a través de las imágenes y
los diálogos de transmitir ese legado al espectador.
Como era de esperar la película es un auténtico festín para
la vista. Wong Kar Wai ya nos había maravillado en “Deseando amar” con su
precisión para el encuadre, pero en “The Grandmaster” lleva a los extremos su
preciosismo formal. Pero al igual que ocurría en aquella su virtuosismo
estético no es nunca gratuito y está puesto al servicio de la historia. Hay
imágenes que le dejan a uno sin habla, como los planos detalle en el momento en
que se entrena Gong Er en la nieve (en los que resalta además la belleza de la
actriz Zhang Ziyi), o la escena del funeral del padre de ésta, bellísimamente
filmada. “The Grandmaster” lleva más lejos si cabe los logros de Zhang Yimou en
films como “Hero” o “La casa de las dagas voladoras”, pues si la estilización y
preciosismo de aquellas buscaban principalmente epatar al espectador con bellas
imágenes, especialmente en “Hero” que no es sino un relato especular un poco al
estilo del “Rashomon” de Kurosawa, Wong Kar Wai evita construir un mero cuento
o un relato moral, y trata de transmitirnos la esencia cultural y filosófica
que encierra un arte, el del kun fu, que a los occidentales puede parecernos
muy prosaico.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Evidentemente la puesta en
escena de la que hace gala Wong Kar Wai, estilizada y elegante por un lado,
dinámica y potente por otro, hasta el punto de lograr un inusual preciosismo
formal en escenas particularmente violentas, como las que protagoniza el
personaje apodado “el navaja”. ¿Lo peor?
La película es un auténtico festival visual… pero no sonoro; es una lástima que
tan bellas imágenes estén acompañadas por una partitura musical que en muchas
ocasiones resulta excesivamente enfática y escasamente inspirada.

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