domingo, 12 de enero de 2014

DE AMOR, ROSAS Y DESEO


Confieso que no puedo ser muy objetivo si tengo que valorar una pieza de Tennessee Williams: me gusta todo lo que he visto de su obra. También tengo que confesar que conozco la mayoría a partir de las adaptaciones cinematográficas que se han realizado de sus obras teatrales, y tampoco pretendo ni mucho menos dar a entender que soy un gran conocedor de su obra. Pero también es cierto que la fama del autor suñero le viene precisamente de esas adaptaciones, algunas de las cuales se han convertido en míticas y figuran por derecho propio entre las grandes películas de todos los tiempos. Afortunadamente la mayoría de esas obras se han engrandecido gracias al buen hacer de guionistas, directores y sobretodo actores que han sabido captar toda la esencia trágica, toda la pulsión sexual y toda la pasión vital que laten en las obras de Tennessee Williams.

Si hacemos un repaso de las obras más populares (y posiblemente las mejores) de su carrera no podemos dejar de mencionar las siguentes:

"El zoo de cristal", estrenada en 1944 y adaptada por primera vez al cine 1950 por Irving Rapper, aunque la adaptación más conocida sea la dirigida por Paul Newman en 1987;
"Propiedad condenada", escrita en 1946 y adaptada al cine en 1966 por Sideny Pollack, con guión de Francis For Coppola y con Natalie Wood y Robert Redford en los papeles principales;
"Un tranvia llamado Deseo", su obra más famosa, escrita 1947 y adaptada en 1951 por Elia Kazan, con Marlon Brando y Vivien Leigh (en el mítico papel de Blanche Dubois) en los papeles principales; sin duda una de las mejores películas basadas en sus obras;
"Verano y humo", escrita en 1948 y adaptada en 1961 por Peter Glenville;
"La rosa tatuada" en 1951 y adpatada 1955 por Daniel Mann con Anna Magnani (en el papel de Serafina Delle Rose, escrito expresamente para ella) y Burt Lancaster en los papeles principales;
"La gata sobre el tejado de zinc", otra de sus obras más míticas,  escrita en1955 y adaptada en 1958 por Richard Brooks, con Elizabeth Taylor (como Maggie 'la gata' Pollitt) y Paul Newman, una de las parejas cinematográficas más hermosas y con mayor química se hayan visto nunca en una pantalla de cine;
"Baby Doll", basada en un cuento breve escrito en 1956 y adaptada en 1956 por Elia Kazan, con Karl Malden y Carol Baker de protagonistas;
"De repente el último verano", escrita en 1958 y adaptada en 1959 por Joseph L. Mankiewicz, con Elizabeth Taylor, Montgomery Clift y Katherine Hepburn (en la piel de Mrs. Violet Venable) en los papeles principales;
"Dulce pájaro de juventud", escrita en 1959 y adaptada en 1962 por Richard Brooks, con Paul Newman y Geraldine Page (mítica Alexandra Del Lago) de protagonistas;
"La noche de la iguana", escrita en 1961 y adaptada en 1964 por John Huston, con Richard Burton, Ava Gadner (en el papel de Maxine Faulk) y Deborah Kerr;
"La primavera romana de la señora Stone", novela escrita en 1950 y adaptada para el cine en 1961 por José Quintero, con Vivien Leigh dando vida a la Karen Stone del título.

Hay una serie de constantes en toda la obra de Tennessee Williams y la principal de ellas quizás sea su fijación por los personajes inadaptados, los marginados, los perdedores, los desamparados, a los cuales siempre observa con una mezcla de cariño e interés clínico. Precisamente Williams, por su condición de homosexual en una época en que dicha opción no era ni aceptada ni bien vista, y mucho menos en el profundo sur donde había nacido y se había criado, se siente identificado con ese tipo de personajes y es a través de ellos, que normalmente dembulan en una suerte de estado onírico que mezcla realidad y fantasía (algo que puede observarse en personajes como Blanche Dubois o Serafina Delle Rose), que Williams analiza una de las constantes de su vida: la soledad.

En su obra encontramos tambien la plasmación de la oposición entre individuo y sociedad, de ahí que Williams recurra con frecuencia a personajes casi arquetípicos: el aristócrata en decadencia, la mujer víctima del macho dominante, el joven sensible y con aspiraciones artísticas... De esa oposición entre el individuo y la sociedad surge además la observación  entre aquellos que se integran y por lo tanto aceptan la hipocresía, y aquellos que se rebelan y rechazan el compromiso, por lo que acaban convirtiéndose en marginados. Hay también en su obra una profunda observación de su própio entorno familiar y personal, de ahí que haya muchos trazos autobiográficos en muchos de los personajes de sus obras, particularmente en los femeninos, que son un reflejo de las mujeres que le han acompañado en su vida, pero también en los masculinos, a través de algunos de los cuales hablaba y se expresaba el propio Tennessee Williams.

Y por último, aunque Williams ha escrito grandes papeles masculinos (Stanley Kowalzky, Brick Pollit, Chance Wayne...), es sin duda en la descripción de grandes personajes femeninos donde Williams ha dado lo mejor de si mismo como autor teatral. Mujeres fuertes, pasionales, trágicas, itensas, con una capacidad para amar y sentir más fuerte que la vida misma; mujeres como la pasional Serafine Delle Rose, la frágil Blanche Dubois, la sexual Maggie Pollit, la divina y decadente Alexandra del Lago, la terrenal Maxine Faulk o la mezquinamente malvada señora Violet Venable.

He tenido la oportunidad de ver algunas de estas obras en el teatro. He visto dos representaciones de "Un tranvia llamado Deseo", la primera con Emma Vilarasau en el papel de Blanche Dubois y Marc Martincez como Stanley Kowalzky; la segunda con Vicky Peña y Roberto Álamo. Esta segunda representación fué extraordinaria, pero que quedo con la primera, quizás porque fué la primera obra de Williams que vi en el teatro, aunque debo decir que tanto la Vilarasau como la Peña estaban extraordinarias.

Recientemente he ido al teatro a ver otra obra de Williams: "La rosa tatuada" con una portentosa Clara Segura en el papel de Serafina. Aunque en la obra de Williams hay casi siempre un poso trágico, "La rosa tatuada" es una de las raras excepciones, ya que pese a que hay un transfondo sórdido en algunos de los personajes (concretamente en el marido ausente), la obra encierra en última instancia un canto a la vida y al amor. Serafina es una mujer que ha amado demasiado, pero que ha amado un mito, una fantasia, una mentira. El haber amado un mito es lo que le lleva a aferrarse a ese amor incluso después de la muerte de su marido, negándose inconscientemente a vivir el presente, la realidad, y por lo tanto el amor verdadero. Cuando Serafina se da cuenta de la mentira que ha estado viviendo durante tanto tiempo, lejos de hundirse y recrearse en su sufrimiento, rechazará el pasado para abrise de nuevo al amor y a la vida, y por lo tanto al futuro. Un final hermoso para una obra extraordinaria.

El montaje estrenado estos dias en el TNC y dirigido por Carlota Subirós es espléndido, pero es sin duda Clara Segura en una interpretación portentosa, poderosa, la que que sostiene todo el peso de este montaje que nadie debería perderse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario