sábado, 4 de enero de 2014

SOÑAR O NO SOÑAR...


"La vida secreta de Walter Mitty" nació como un cuerto corto escrito por James Thurber allá por el 1939 y narraba las 'aventuras y desventuras' de un tipo con una existencia contidiana que se pasa la vida soñando despierto y viviendo en sus sueños las más extravagantes aventuras. En 1947 sería adaptado al cine en clave de comedia musical a mayor gloría del cómico Danny Kaye. El film, visto hoy en día, no carece de cierto encanto naive, pero al parecer respetaba bien poco el texto original (comprensible si atendemos al humor siempre blanco e inócuo que se gastaba Danny Kaye), lo que produjo un enfado mayúsculo por parte del escritor, que siempre renegó de aquella versión cinematográfica.

Después de pasar por las manos de varios guionistas y directores (Steven Spielberg incluso consideró la posibilidad de dirigir un remake), el texto y los derechos de adaptación del mismo han caído en las manos del también cómico y director Ben Stiller. Stiller gasta un humor bastante más ácido que Kaye (ahí están "Zoolander" o "Tropic Thunder" para demostrarlo), y de ahí que cabría esperar más dosis de vitriolo en su plasmación de la historia de un tipo gris y anodino que solo es capaz de escapar a su mediocridad soñando despierto. En cambio Stiller opta esta vez por ofrecernos el retrato más amable del personaje y de la historia, y solo muy ocasionalmente saca a relucir su vena socarrona (en la parodia de "Benjamin Button" por ejemplo, o en la pelea que mantiene el protagonista con su despreciable jefe en un momento del film, quizás uno de los mejores de la película). El resultado es una película cargada de buenas intenciones que nos muestra el viaje espiritual del Walter Mitty para reencontrarse con la mejor versión de si mismo, librándose de las ataduras de la cotidioneidad y enfrentandose a la incertidumbre del futuro con espíritu aventurero.

Pero la película tiene un serio problema: su primera parte, cuando vemos a Mitty en su día a día trabajando en la revista Life, es la que mejor funciona, pues es en la que su director, Stiller, saca mayor partido del juego entre realidad y ficción que se extrae de las ensoñaciones de su protagonista. Sin embargo cuando éste emprende su viaje primero a Groelandia, luego a Islandia y más tarde a Afganistan en busca de la fotografía que debe ilustrar el último número impreso de la revista Life, es cuando la película navega por aguas turbulentas y pone a prueba la credibilidad del espectador. Ya que aunque se nos pretende hacer creer que ese es un viaje 'real' y no 'imaginario', dicho viaje está tan plagado de incoherencias y extravagancias (¿Mitty lanzándose desde un helicoptero a las aguas heladas del Atlántico? ¿enfrentándose a un tiburón con un portafolios?? ¿recorriendo Islandia en monopatín??? ¿escapándo de un volcán en un turismo????) que constantemente hace que pongamos en duda si estamos asistiendo a una más de las ensoñaciones del protagonista. El problema es que Ben Stiller no quiere (o no sabe) jugar aquí con la ambigüedad ficción-realidad como hace en la primera parte del film, de manera que cuando la película llega a su final, un final tan bonito como inverosimil, no sabemos hasta que punto guionista o director nos han estado tomando el pelo. Si uno acepta el viaje de Walter Mitty no como un viaje real sino como un viaje metafórico hacia su superación, entonces la irritación disminuye considerablemente. Pero, claro, es espectador tiene que estar dispuesto a entrar en dicho juego.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Las escenas oníricas del film, la más imaginativas, humorísticas y mejor resueltas desde un punto de vista visual. ¿Lo peor? Los agujeros de guión e inconsistencias que jalonan la segunda parte del film, durante el viaje de Mitty en busca de la fotografía perdida.

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