Spike Jonze pertenece a esa categoría de directores que,
como Michel Gondry o Wes Anderson, no solo tienen una visión única y muy
personal del mundo que les rodea, sino que además saben plasmarla en imágenes
maravillosas. Títulos como “Olvídate de mí”,”Moonrise kingdom”, “Adaptation” o
“Donde viven los monstruos” dan buena fe de ello.
Cuando hace poco vi el trailer del último film de Spike
Jonze, “Her”, quedé absolutamente
cautivado. En parte por lo que intuía era una historia interesante, en parte
por lo que se perfilaba iba a ser un gran trabajo interpretativo de Joaquim
Phoenix, su protagonista principal, y en parte también por la música utilizada
para envolver las imágenes de ese tráiler, música de Arcade Fire, uno de mis
grupos favoritos. Después de ver el film no solo puedo decir que ha cumplido
mis expectativas, sino que las ha superado con creces. “Her” es simplemente uno
de los films más hermosos que he visto en los últimos años.
La idea de hacer el film le vio a Jonze a raiz de observar a
la gente en el metro y por la calle, y darse cuenta como éstos estaban
permanentemente conectados a sus móviles o tablets o internet, y como a veces
caminaban abstraídos completamente de su entorno, manteniendo conversaciones
aparentemente con el aire. “Her” podría interpretarse fácilmente como un film
de ciencia-ficción, pues está situado en un futuro más o menos cercano y un
entorno urbano más o menos indeterminado. Pero al contrario de la
ciencia-ficción al uso, esta película no busca respuestas al origen de la
humanidad o nos advierte de los peligros del futuro. “Her” habla de
sentimientos y además desde la más absoluta sinceridad, y por eso es un film de
género completamente atípico. Y es también un film menos inocente de lo que
puede parecer, porque en el fondo encierra un discurso no exento de cierta
acidez que nos habla de la fascinación que la tecnología ejerce sobre los seres
humanos, y de cómo esa fascinación nos lleva a crearnos necesidades totalmente
ficticias que en última instancias nos incitan a una dependencia cada vez mayor
de esa misma tecnología. La era de la internet ha ampliado el horizonte del
conocimiento para la humanidad, nos permite acceder a más información que
nunca, nos permite comunicarnos de maneras que hasta hace poco eran
impensables, y nos da la oportunidad de viajar a lugares donde nunca tendríamos
la posibilidad de llegar… de manera virtual, por supuesto. Tendemos a creer que
internet y la tecnología nos acerca más a nuestros semejantes, especialmente
cuando la distancia o los cambios horarios no nos permiten un mayor contacto.
Pero ese acercamiento, ¿es real? ¿Las casi infinitas posibilidades que nos
ofrece internet nos ayudan a crecer como personas o en vedad nos alejan de
nuestra propia humanidad? Esa es parte de la reflexión que encierra “Her”, y lo
hace ofreciéndonos una de las historias de amor más bellas que hemos visto
últimamente en una pantalla de cine.
Hay diálogos maravillosos en “Her”, frases que uno querría
grabar y escuchar repetidamente una y otra vez. Hay una historia original,
hermosa y potente, hay un guion sólido, bien escrito, que mezcla humor,
romanticismo y melodrama en las dosis justas, y puesto en escena con elegancia,
con sutileza, sin ningún tipo de histrionismos visuales que por otro lado la
historia, por muy ci-fi que sea, no necesita. Y hay también un reparto en
estado de gracia: Amy Adams, Rooney Mara e incluso Olivia Wilde en su breve
papel están todas espléndidas, y Spike Jonze sabe sacar de todas ellas
registros interpretativos insospechados. Pero por encima de todo el reparto
está un Joaquim Phoenix sencillamente INMENSO. Phoenix lleva tiempo demostrando
que es uno de los mejores actores de la actualidad, un actor que interpreta con
su cuerpo, con su voz, con su actitud, que compone caracteres complejos y ricos
partiendo de premisas a veces muy básicas. Si en “The Master”, el último film
de Paul Thomas Anderson, ya nos regaló una interpretación antológica, en “Her”
nos ofrece un cambio de registro brutal, creando un personaje tierno, a ratos
patético, pero al mismo tiempo entrañable. Con cada gesto, cada entonación,
cada pose y cada mirada de su interpretación, Joaquim Phoenix nos regala un
mundo de emociones en la que es sin duda una de las mejores interpretaciones
del año. Hay una enorme ironía en que el personaje que interpreta, Theodore,
sea capaz de escribir para otros y por encargo las más hermosas y sensibles
cartas (de amor, de disculpa, de añoranza…), y al mismo tiempo sea incapaz de
manejar su propia emotividad, lo que le lleva a enamorarse de un ser virtual,
que carece de cuerpo y que simplemente intelecto. Una propuesta a priori tan
poco verosímil Joaquim Phoenix logra gracias a su trabajo actoral no solo que
sea perfectamente creíble, sino que además nosotros como espectadores lleguemos
a empatizar por completo con su postura.
Pero tampoco podemos olvidarnos de Scarlett Johanson, que
presta su voz a Samantha, la inteligencia virtual de la que se enamora
Theodore. Hay que reconocer los méritos de la actriz, que utiliza sabiamente
todos los registros de su voz ronca para crear un personaje de la nada, un
personaje al que nunca vemos y solo oímos, un personaje que es sexy, divertido,
complejo, emotivo… Viendo el film es imposible no enamorarse de Samantha, y ese
mérito hay que atribuirlo tanto al trabajo de la actriz como al hábil e
intuitivo guion de Spike Jonze, repleto de diálogos ágiles e inteligentes.
Al principio del film, mientras lo veía, me daba cuenta de
que lo estaba haciendo con una sonrisa permanente en los labios. Por momentos
esa sonrisa se transformaba en lágrimas de emoción imposibles de reprimir.
Porque precisamente una de las mayores virtudes de esta película es la de ser
capaz de despertar un muy amplio rango de emociones en el espectador sin
necesidad de manipularlo. Es sencillamente un film bellamente escrito,
bellamente interpretado y bellamente filmado. Y reconozco que a incrementar
parte de esa belleza contribuye sin duda la partitura musical compuesta por el
grupo indie Arcade Fire.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Absolutamente TODO. ¿Lo
peor? Definitivamente NADA.





