lunes, 2 de marzo de 2015

AL SERVICIO DE SU MAJESTAD



Qué duda cabe que el escocés Mark Millar es uno de los guionistas más influyentes del actual panorama del cómic americano. Pero aunque es incuestionable su talento para 'hacerse notar', sus cualidades como escritor y su imaginación como creador de historias están muy por debajo de la genialidad de otros autores como Alan Moore, Neal Gaiman o Grant Morrison. Es cierto que la irreverencia y el humor negro con que Millar jalona prácticamente todos sus trabajos hacen que estos sean francamente disfrutables, pero no es menos cierto que el abuso de determinadas constantes narrativas y temáticas a la larga acaban creando una cierta sensación de cansancio.

El primer trabajo de Millar que llamó la atención fue "The Authority", sustituyendo a Warren Ellis en los guiones, serie que situaba a los superhéroes en un mundo regido principalmente por conflictos internacionales de índole política y en el que los gobernantes intentan utilizar a estos héroes superdotados como arma arrojadiza. En medio de ese panorama los superhéroes tratan de defender su independencia política y erigirse como salvaguardas del orden mundial. Miller optó por dejar a un lado la contención de la que hizo gala Ellis en sus primeros guiones, para ofrecer una lectura más sardónica de los personajes y al mismo hacer más explícitos los contenidos de sexo y violencia del cómic. El resultado fue una obra un tanto incómoda que obligó a los editores a poner freno a las ideas de Millar y evitar que a éste se le fuese la mano a la hora de mostrar determinadas imágenes polémicas.

Esa misma irreverencia en el tratamiento de los superhéroes es la que le granjea una considerable fama entre los lectores, de ahí que grandes editoriales como Marvel le ofrezcan más o menos cierta 'carta blanca' para desarrollar sus historias. Así pues, ya trabajando para Mavel, Mark Millar desarrollará primero "Civil War", comic en que asistiremos al violento enfrentamiento entre dos facciones encontradas de los superhéroes Marvel de toda la vida: aquellos que aceptan y defienden la existencia de un acta de registro público de superhéroes, y aquellos que se oponen y por lo tanto incurren en rebeldía y sedición política. Pese al interés de la premisa inicial, las lecturas políticas de la misma acaban diluyéndose en favor de los enfrentamientos (muchas veces violentos) entre los personajes.

En las páginas de "Lobezno" Millar llevará las cotas de violencia del personaje a niveles nunca alcanzados hasta la fecha, y particularmente obvios resultarán en "Old Man Logan", con la que Millar pretendía escribir la historia definitiva del mutante canadiense, contando con la complicidad del dibujante Steve McNiven (Inciso: "Old Man Logan" es entretenida y vistosa, pero no alcanza ni la excelencia ni el carácter definitorio de obras previas sobre el personaje de Lobezno  como "Lobezno: Honor" de Chris Claremont y Frank Miller, o "Arma-X" de Barry Windsor Smith).

Paralelamente para la línea Ultimate de Marvel desarrollará "The Ultimantes", donde nos ofrecerá una versión alternativa, más cruda, oscura y realista, de Los Vengadores creados pon Stan Lee y Jack Kirby. Un cómic que le abrió las puertas del éxito gracias en buena medida a la excelente labor gráfica llevada a cabo por el dibujante Bryan Hitch.

Pero si otra cosa caracteriza a Mark Millar además de su humor irreverente es un enorme ego, que le ha llevado a tratar de crear un universo superheroico propio, en el que poder dar rienda suelta a sus propias inquietudes y veleidades creadoras sin necesidad de rendir cuentas a otros editores propietarios de los personajes. Un universo que ya ha sido bautizado como 'Millarworld' y del que su creador está sacando un nada desdeñable provecho económico. De nuevo en ese 'Millarworld' nos encontramos muchas de las constantes presentes en toda la obra previa del autor: mucho humor negro, tono irreverente, falta de sutileza, descripción arquetípica de sus personajes, tratamiento explícito del sexo y (sobretodo) la violencia... Y también nos encontraremos una alarmante falta de originalidad, pues en el fondo todas sus obras, aunque realizadas desde perspectivas distintas, giran siempre en torno a la misma idea de ofrecer una visión más sardónica que irónica del mundo de los superhéroes.

El primer ejemplo lo tendríamos con "Wanted", que nos presenta una realidad en la que los supervillanos han eliminado a todos los superhéroes del planeta y se han hecho con el control. La obra sería llevada al cine en el 2008, dirigida por el ruso Timur Bekmambetov, y protagonizada en sus papeles principales por James McAvoy, Angelina Jolie y Morgan Freeman. La verdad es que la película apenas toma el título, los nombres de algunos personajes y alguna que otra idea del cómic original, pero aun así Millar se mostró bastante satisfecho con el resultado final... supongo que gracias al sustancioso cheque que se embolsó con la venta de los derechos cinematográficos.

Después vendría "Kick-Ass", irónica revisión del universo superheroico en la que un nerd adolescente se propone convertirse en un superhéroe y actuar como tal protegiendo y defendiendo a su vecindario de los delincuentes locales. También esta obra contó con una versión cinematográfica dirigida por Matthew Vaughn en 2010, y que supondría el debut en la pantalla grande de Aaron Johnson  y Chloë Grace Moretz, además de contar con Nicolas Cage en otro de los papeles principales. En esta ocasión el film se benefició del nervió de Vaughn para la puesta en escena, más agradecido que el cargante efectismo de Bekmanbetov en "Wanted", pero aun así el resultado no deja de ser una versión muy suavizada y desprovista del gancho de la obra original, sobre todo por prescindir (lamentablemente) de la hilarante y muy irónica lectura del personaje de Bid Daddy. Conviene señalar que los derechos cinematográficos de esta obra se vendieron antes de que el comic saliese a la venta, lo que pone de manifiesto la pragmática visión comercial con la que Mark Millar concibe sus obras.

En el 2010 Millar publica "Nemesis", de nuevo un intento de ofrecer otra vuelta de tuerca en torno a la temática superheroica, convirtiendo a un supervillano que actúa como superhéroe (y que es un émulo descarado del Batman de la DC) en el protagonista de la historia. También los derechos cinematográficos de esta obra han sido vendidos, así que cualquier día de estos nos anunciarán su adaptación a la pantalla grande.

La última propuesta de Millar en calidad de guionista y también en forma de largometraje nos llega ahora con el título de "Kingsman. Servicio secreto", y si bien en esta ocasión el guionista escocés ha tratado de vendernos una revisión jocosa y juguetona de los films de espías, también es cierto que su enfoque tiene muchos elementos que conectan con el universo de los comics de superhéroes. Así pues no tenemos a meros espías, sino superespías que ejecutan acciones y se mueven como lo haría cualquier Spiderman o Batman al uso. Y tenemos también un supervillano egocéntrico, megalomaníaco y desquiciado en la mejor tradición de un Lex Luthor o un Doctor Muerte.

Esta última obra ha sido dirigida en su versión fílmica por (de nuevo) Matthew Vaughn, y qué duda cabe que éste ha sabido captar a la perfección las intenciones del escritor, pues ambos, director y escritor, tienen muy claro cuál es el modelo de referencia a la hora de confeccionar esta historia de espías un tanto pasada de rosca: James Bond, of course, pero no cualquier James Bond, sino el James Bond de Roger Moore, que protagonizó las aventuras más fantasiosas (cuando no ridículas) del agente 007. Así pues no estamos ante Jason Bourne o la revisión del clave realista del Bond interpretado por Daniel Graig, sino que nos enfrentamos a un hibrido entre comic y película de espías ochentera. Nada que objetar si nos lo tomamos como puro entrenamiento, si nos dejamos llevar por las exageraciones de su argumento, por su desparpajo y desinhibición, por su total ausencia del sentido del ridículo y por su (de nuevo) tono irreverente. Pero no busquemos profundidad ni en la descripción de los personajes (totalmente arquetípicos como suelen ser todos los personajes de Mark Millar) ni en la trama, pues ya sabemos que las intenciones de Millar no son nunca invitar a la reflexión, sino simplemente divertir haciendo uso de su peculiar sentido del humor. Es curioso como muchas de las ideas presentes en la obra de Millar podrían invitar a una reflexión en clave sociopolítica del concepto superheroico, pero el escritor rápidamente desecha cualquier segunda lectura en beneficio de la simpleza y la inmediatez de la historia. ¿La desecha por desidia? ¿Por desinterés? ¿Por incapacidad para llevar sus comics a un más alto nivel de complejidad? Lo decía más arriba: Millar carece de la sofisticación, la sutileza, la profundidad y el bagaje cultural de Moore, Gaiman, Morrison, Delano, Mills o tantos otros escritores que protagonizaron el 'desembarco británico' en el comic USA allá por finales de los 80. Lo suyo es la cultura pop de fast food, videojuegos y consumo rápido.

"Kingsman" es lo que es y no vamos a pedirle peras al olmo. Lo que es incuestionable es que Matthew Vaugh ha disfrutado rodándola y particularmente brillantes son las escenas de acción, en las que el director saca a relucir nervio y músculo para componer algunas set pieces que a pesar de su exageración (o quizás precisamente por ello) resultan brillantes. ¿Qué podemos destacar del resto? No mucho, la verdad. Su diseño de producción es francamente efectivo, y el nivel de los efectos especiales es correcto, pero la construcción de su guion es un tanto atropellada, pues la película dedica quizás carga demasiado las tintas en el personaje de 'Eggsy'  (interpretado por el debutante Taron Egerton), y otorga menos protagonismo del deseado a los (a priori más interesantes) integrantes  de los 'Kingsman' y la organización de la que forman parte. También se le podría achacar un desarrollo un tanto irregular de la trama al consumir demasiado tiempo en la presentación de 'Eggsy', pasando muy por encima en algunos aspectos de dicho personaje (¿Como ha desarrollado sus habilidades gimnásticas? ¿O su puntería infalible?), para ventilar demasiado rápido los momentos más interesantes de su formación en la 'academia Kingsman' (que en mi opinión requerían de más detalles en su desarrollo) o llegar a una conclusión final un tanto precipitada.

¿Y qué podemos decir respecto al reparto? Pues que la mayoría del elenco actoral deambula por pantalla con escaso convencimiento. Mark Strong tira de profesionalidad para cumplir con su papel, a Michael Caine se le ve un tanto desubicado,  Samuel L. Jackson hace de Samuel L. Jackson, y el debutante Taron Egerton aprovecha cada minuto en pantalla para tratar de erigirse en nuevo reclamo del cine adolescente. Pero Colin Firth es harina de otro costal. El actor inglés derrocha clase y savoir faire paseándose por pantalla siempre impecablemente vestido, dando una lección de elegancia escénica. Él mismo había declarado que no se veía en un film de acción y que tenía miedo a resultar ridículo. Pero no solo sale airoso de la prueba, sino que resulta perfectamente creíble en las escenas de acción (supongo que los dobles de acción ayudaron lo suyo) sin perder en ningún momento su toque de gentleman inglés.

Quizás al film se le podría reprochar el que se recree en exceso en la imaginería violenta de algunas escenas, pero ésta está mostrada con tal sentido del humor (macabro), que se le perdona.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El nervio que exhibe Mathew Vaugh en las secuencias de acción. ¿Lo peor? Entretiene, sin más, pero acaba resultando intrascendente.

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