Qué duda cabe que el escocés Mark Millar es uno de los
guionistas más influyentes del actual panorama del cómic americano. Pero aunque
es incuestionable su talento para 'hacerse notar', sus cualidades como escritor
y su imaginación como creador de historias están muy por debajo de la
genialidad de otros autores como Alan Moore, Neal Gaiman o Grant Morrison. Es
cierto que la irreverencia y el humor negro con que Millar jalona prácticamente
todos sus trabajos hacen que estos sean francamente disfrutables, pero no es
menos cierto que el abuso de determinadas constantes narrativas y temáticas a
la larga acaban creando una cierta sensación de cansancio.
El primer trabajo de Millar que llamó la atención fue
"The Authority", sustituyendo a Warren Ellis en los guiones, serie
que situaba a los superhéroes en un mundo regido principalmente por conflictos
internacionales de índole política y en el que los gobernantes intentan
utilizar a estos héroes superdotados como arma arrojadiza. En medio de ese
panorama los superhéroes tratan de defender su independencia política y
erigirse como salvaguardas del orden mundial. Miller optó por dejar a un lado
la contención de la que hizo gala Ellis en sus primeros guiones, para ofrecer
una lectura más sardónica de los personajes y al mismo hacer más explícitos los
contenidos de sexo y violencia del cómic. El resultado fue una obra un tanto
incómoda que obligó a los editores a poner freno a las ideas de Millar y evitar
que a éste se le fuese la mano a la hora de mostrar determinadas imágenes
polémicas.
Esa misma irreverencia en el tratamiento de los superhéroes
es la que le granjea una considerable fama entre los lectores, de ahí que
grandes editoriales como Marvel le ofrezcan más o menos cierta 'carta blanca'
para desarrollar sus historias. Así pues, ya trabajando para Mavel, Mark Millar
desarrollará primero "Civil War", comic en que asistiremos al
violento enfrentamiento entre dos facciones encontradas de los superhéroes
Marvel de toda la vida: aquellos que aceptan y defienden la existencia de un
acta de registro público de superhéroes, y aquellos que se oponen y por lo
tanto incurren en rebeldía y sedición política. Pese al interés de la premisa
inicial, las lecturas políticas de la misma acaban diluyéndose en favor de los
enfrentamientos (muchas veces violentos) entre los personajes.
En las páginas de "Lobezno" Millar llevará las
cotas de violencia del personaje a niveles nunca alcanzados hasta la fecha, y
particularmente obvios resultarán en "Old Man Logan", con la que
Millar pretendía escribir la historia definitiva del mutante canadiense,
contando con la complicidad del dibujante Steve McNiven (Inciso: "Old Man
Logan" es entretenida y vistosa, pero no alcanza ni la excelencia ni el carácter
definitorio de obras previas sobre el personaje de Lobezno como "Lobezno: Honor" de Chris
Claremont y Frank Miller, o "Arma-X" de Barry Windsor Smith).
Paralelamente para la línea Ultimate de Marvel desarrollará
"The Ultimantes", donde nos ofrecerá una versión alternativa, más
cruda, oscura y realista, de Los Vengadores creados pon Stan Lee y Jack Kirby.
Un cómic que le abrió las puertas del éxito gracias en buena medida a la
excelente labor gráfica llevada a cabo por el dibujante Bryan Hitch.
Pero si otra cosa caracteriza a Mark Millar además de su
humor irreverente es un enorme ego, que le ha llevado a tratar de crear un
universo superheroico propio, en el que poder dar rienda suelta a sus propias
inquietudes y veleidades creadoras sin necesidad de rendir cuentas a otros
editores propietarios de los personajes. Un universo que ya ha sido bautizado
como 'Millarworld' y del que su creador está sacando un nada desdeñable
provecho económico. De nuevo en ese 'Millarworld' nos encontramos muchas de las
constantes presentes en toda la obra previa del autor: mucho humor negro, tono
irreverente, falta de sutileza, descripción arquetípica de sus personajes, tratamiento
explícito del sexo y (sobretodo) la violencia... Y también nos encontraremos
una alarmante falta de originalidad, pues en el fondo todas sus obras, aunque
realizadas desde perspectivas distintas, giran siempre en torno a la misma idea
de ofrecer una visión más sardónica que irónica del mundo de los superhéroes.
El primer ejemplo lo tendríamos con "Wanted", que
nos presenta una realidad en la que los supervillanos han eliminado a todos los
superhéroes del planeta y se han hecho con el control. La obra sería llevada al
cine en el 2008, dirigida por el ruso Timur Bekmambetov, y protagonizada en sus
papeles principales por James McAvoy, Angelina Jolie y Morgan Freeman. La
verdad es que la película apenas toma el título, los nombres de algunos
personajes y alguna que otra idea del cómic original, pero aun así Millar se
mostró bastante satisfecho con el resultado final... supongo que gracias al
sustancioso cheque que se embolsó con la venta de los derechos
cinematográficos.
Después vendría "Kick-Ass", irónica revisión del
universo superheroico en la que un nerd adolescente se propone convertirse en
un superhéroe y actuar como tal protegiendo y defendiendo a su vecindario de
los delincuentes locales. También esta obra contó con una versión
cinematográfica dirigida por Matthew Vaughn en 2010, y que supondría el debut
en la pantalla grande de Aaron Johnson y
Chloë Grace Moretz, además de contar con Nicolas Cage en otro de los papeles
principales. En esta ocasión el film se benefició del nervió de Vaughn para la
puesta en escena, más agradecido que el cargante efectismo de Bekmanbetov en
"Wanted", pero aun así el resultado no deja de ser una versión muy
suavizada y desprovista del gancho de la obra original, sobre todo por
prescindir (lamentablemente) de la hilarante y muy irónica lectura del
personaje de Bid Daddy. Conviene señalar que los derechos cinematográficos de
esta obra se vendieron antes de que el comic saliese a la venta, lo que pone de
manifiesto la pragmática visión comercial con la que Mark Millar concibe sus
obras.
En el 2010 Millar publica "Nemesis", de nuevo un
intento de ofrecer otra vuelta de tuerca en torno a la temática superheroica, convirtiendo
a un supervillano que actúa como superhéroe (y que es un émulo descarado del
Batman de la DC) en el protagonista de la historia. También los derechos
cinematográficos de esta obra han sido vendidos, así que cualquier día de estos
nos anunciarán su adaptación a la pantalla grande.
La última propuesta de Millar en calidad de guionista y
también en forma de largometraje nos llega ahora con el título de
"Kingsman. Servicio secreto", y si bien en esta ocasión el guionista
escocés ha tratado de vendernos una revisión jocosa y juguetona de los films de
espías, también es cierto que su enfoque tiene muchos elementos que conectan
con el universo de los comics de superhéroes. Así pues no tenemos a meros espías,
sino superespías que ejecutan acciones y se mueven como lo haría cualquier
Spiderman o Batman al uso. Y tenemos también un supervillano egocéntrico,
megalomaníaco y desquiciado en la mejor tradición de un Lex Luthor o un Doctor
Muerte.
Esta última obra ha sido dirigida en su versión fílmica por
(de nuevo) Matthew Vaughn, y qué duda cabe que éste ha sabido captar a la
perfección las intenciones del escritor, pues ambos, director y escritor,
tienen muy claro cuál es el modelo de referencia a la hora de confeccionar esta
historia de espías un tanto pasada de rosca: James Bond, of course, pero no cualquier James Bond, sino el James Bond de
Roger Moore, que protagonizó las aventuras más fantasiosas (cuando no
ridículas) del agente 007. Así pues no estamos ante Jason Bourne o la revisión
del clave realista del Bond interpretado por Daniel Graig, sino que nos enfrentamos
a un hibrido entre comic y película de espías ochentera. Nada que objetar si
nos lo tomamos como puro entrenamiento, si nos dejamos llevar por las
exageraciones de su argumento, por su desparpajo y desinhibición, por su total ausencia
del sentido del ridículo y por su (de nuevo) tono irreverente. Pero no
busquemos profundidad ni en la descripción de los personajes (totalmente
arquetípicos como suelen ser todos los personajes de Mark Millar) ni en la
trama, pues ya sabemos que las intenciones de Millar no son nunca invitar a la
reflexión, sino simplemente divertir haciendo uso de su peculiar sentido del
humor. Es curioso como muchas de las ideas presentes en la obra de Millar
podrían invitar a una reflexión en clave sociopolítica del concepto
superheroico, pero el escritor rápidamente desecha cualquier segunda lectura en
beneficio de la simpleza y la inmediatez de la historia. ¿La desecha por
desidia? ¿Por desinterés? ¿Por incapacidad para llevar sus comics a un más alto
nivel de complejidad? Lo decía más arriba: Millar carece de la sofisticación,
la sutileza, la profundidad y el bagaje cultural de Moore, Gaiman, Morrison,
Delano, Mills o tantos otros escritores que protagonizaron el 'desembarco
británico' en el comic USA allá por finales de los 80. Lo suyo es la cultura
pop de fast food, videojuegos y
consumo rápido.
"Kingsman" es lo que es y no vamos a pedirle peras
al olmo. Lo que es incuestionable es que Matthew Vaugh ha disfrutado rodándola y
particularmente brillantes son las escenas de acción, en las que el director
saca a relucir nervio y músculo para componer algunas set pieces que a pesar de su exageración (o quizás precisamente por
ello) resultan brillantes. ¿Qué podemos destacar del resto? No mucho, la
verdad. Su diseño de producción es francamente efectivo, y el nivel de los
efectos especiales es correcto, pero la construcción de su guion es un tanto
atropellada, pues la película dedica quizás carga demasiado las tintas en el
personaje de 'Eggsy' (interpretado por
el debutante Taron Egerton), y otorga menos protagonismo del deseado a los
(a priori más interesantes) integrantes de los 'Kingsman' y la
organización de la que forman parte. También se le podría achacar un desarrollo un tanto irregular de la trama al consumir demasiado tiempo en la presentación de 'Eggsy', pasando muy por encima en algunos aspectos de dicho personaje (¿Como ha desarrollado sus habilidades gimnásticas? ¿O su puntería infalible?), para ventilar demasiado rápido los momentos más interesantes de su formación en la 'academia Kingsman' (que en mi opinión requerían de más detalles en su desarrollo) o llegar a una conclusión final un tanto precipitada.
¿Y qué podemos decir respecto al reparto? Pues que la
mayoría del elenco actoral deambula por pantalla con escaso convencimiento.
Mark Strong tira de profesionalidad para cumplir con su papel, a Michael Caine
se le ve un tanto desubicado, Samuel L.
Jackson hace de Samuel L. Jackson, y el debutante Taron Egerton aprovecha cada
minuto en pantalla para tratar de erigirse en nuevo reclamo del cine
adolescente. Pero Colin Firth es harina de otro costal. El actor inglés
derrocha clase y savoir faire
paseándose por pantalla siempre impecablemente vestido, dando una lección de
elegancia escénica. Él mismo había declarado que no se veía en un film de
acción y que tenía miedo a resultar ridículo. Pero no solo sale airoso de la
prueba, sino que resulta perfectamente creíble en las escenas de acción
(supongo que los dobles de acción ayudaron lo suyo) sin perder en ningún
momento su toque de gentleman inglés.
Quizás al film se le podría reprochar el que se recree en
exceso en la imaginería violenta de algunas escenas, pero ésta está mostrada
con tal sentido del humor (macabro), que se le perdona.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El nervio que exhibe Mathew
Vaugh en las secuencias de acción. ¿Lo peor? Entretiene, sin más, pero acaba
resultando intrascendente.
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