miércoles, 4 de marzo de 2015

VICIOS MAYORES


El termino inglés 'inherent vice' hace referencia al término legal conforme al cual se designa al vicio o defecto oculto que adolece una cosa de tal modo que provoca su deterioro, y que en español se conoce como 'vicio redhibitorio': se trata pues de los defectos que puede tener una cosa que es objeto de compraventa y que no son reconocibles en el examen de la cosa en el momento de la entrega, de modo que facultaría al comprador para ejercer una serie de acciones legales contra el vendedor.

Posiblemente 'vicio redhibitorio' no sea un buen título para un film o una novela, pero la traducción española que han usado para el último film de Paul Thomas Anderson, basado en la novela homónima de Thomas Pynchon, no es ni mucho menos acertada.

A Thomas Pynchon se le considera actualmente como una de las voces más importantes del posmodernismo literario americano. Su novela más aclamada, 'El arco iris de gravedad', fue rechazada por el jurado del Premio Pulitzer por considerarla obscena, aunque acabó ganando el National Book Award. Se le considera uno de los más grandes novelistas americanos de su tiempo junto a Don DeLillo (cuya novela "Cosmópolis" fué llevada al cine por David Cronenberg), Philip Roth (que escribió el libro en el que se inspiró el film "Elegy" de Isabel Coixet) y Cormac McCarthy (que disfruta de dos adaptaciones cinematográficas importantes: "No es pais para viejos", dirigida por los hermanos Coen, y "La carretera", ganadora del Pulitzer en 2007 y adaptada al cine por John Hillcoat con Vigo Mortensen de protagonista).

Thomas Pynchon es también un escritor de culto, misterioso y esquivo, muy celoso de su vida privada y reacio a aparecer públicamente o conceder entrevistas. El rasgo más distintivo de sus novelas radica es su extrema dificultad y complejidad estilística y estructural, en las cuales hace mención a temas recurrentes como son la entropía, la paranoia, el signo apocalíptico y decadente de la historia reciente, la desintegración del lenguaje, la ruptura de los sistemas en que vive encerrado el individuo, el poder de los Estados y el control de las libertades, la manipulación de la tecnología o la ausencia de significado que preside nuestras vidas, inmersas en el caos (todo esto según la wikipedia). Confieso que no he leído ninguna novela de Thomas Pynchon, pero cuando se hace referencia a escritores de 'lectura dificil' de inmediato me vienen a la cabeza Paul Auster o Haruki Murakami, por mencionar dos ejemplos recientes que, al menos a mí personalmente, me resultan 'arduos'.

La película "Puro vicio" se centra en la 'vida y milagros' de Doc Sportello, un excéntrico detective privado en la ciudad de Los Ángeles de finales de los años 60, al que su seductora ex-exposa contrata para encontrar a su desaparecido nuevo amante, un magnate inmobiliario aficionado al consumo de ácido. Sportello se ve enredado entonces en una enrevesada intriga de crímenes, tráfico de drogas, secuestros, tranpicheos inmobiliarios, agentes dobles, femmes fatales y policías corruptos propia de novela negra clásica.

En esta ocasión Paul Thomas Anderson vuelve a contar con algunos de sus colaboradores habituales, como son Johnny Greenwood en la banda sonora, guitarrista de Radiohead que ya había puesto música a los anteriores films de Anderson, "Pozos de ambición" y "The Master", y el director de fotografía Robert Elswitt, que ya deslumbró con su trabajo en los citados films de Anderson así como en "Boogie Nights" y "Magnolia", o en la reciente e interesantísima "Nightcrawler" de Dan Gilroy.

Al director californiando a veces se le cita como el Stanley Kubrick de nuestros dias, y lo cierto es que comparte con el director inglés un perfeccionismo para la puesta en escena que raya en lo obsesivo. Anderson encuadra siempre con un gusto esquisito y se caracteriza con frecuencia por utilizar pocos cortes durante la filmación, prefiriendo el uso de largos travellings y tendiendo con frecuencia a sostener el plano más de lo que suele ser habitual. Hay una cierta solemnidad en su manera de filmar, una cadencia pausada y controlada, lo cual no quiere decir que su cine carezca de ritmo. Al contrario, pero lejos del ritmo frenetico y endiablado de compañeros generacionales como Quentin Tarantino, o del preciosismo formal de, por ejemplo, David Fincher, Anderson exige más paciencia al espectador y le obliga a prestar mayor atención ante lo que muestra la pantalla. Todo lo que acontece dentro de la misma es importante, y aunque aparentemente sus encuadres puedan parecer caprichosos, en el caso de Anderson obedecen siempre a una muy clara intencionalidad. Anderson siempre sabe qué quiere contar y cómo quiero contarlo.

Tras un film magistral como "The Master", inspirado vagamente en la biografía de Ron Hubbard, fundador de la cienciología, en el que Anderson mostraba su cara más 'kubrickiana' (amplio uso del escope, largos primeros planos sostenidos, profusión de planos medios con encuadres cuidados, mesurados movimientos de cámara...), para acercarse al personal universo de Thomas Pynchon ha tirado de referentes tan inusuales (según confesión propia) como son las comedias al estilo slapstick de Zucker y Abrahams, en la línea de "Aterriza como puedas" o "Top Secret!", todo ello con la intención de mantenerse lo más fiel posible al sentido del absurdo y la exentricidad de la trama, de la cual cambió significativamente el final de la novela, si bien trató de incluir la mayor cantidad de chistes groseros presentes en el libro. El caso es que la historia que nos narra es compleja, caótica y desafía cualquier intento de sinopsis. Desconozco la obra original, pero tras ver el film presumo que Anderson a rehuído cualquier intento de simplificarla o hacerla más comprensible al espectador. Más que a las comedias de Zucker y Abrahams, este "Puro Vicio" me recuerda más a "El largo adiós" adaptado al cine por Robert Altman a partir de la novela de Raymond Chandler, en parte por su caracter rupturista respecto a los modos y formas propias de la novela negra, y en parte porque Altman también ambientó la historia en Los Angeles de principios de los 70, tomandose así una pequeña licencia con respecto al original literario. "Puro Vicio" también podría emparentarse con otra novela de Chandler, el sueño eterno, llevada al cine por Howard Hawks en 1946, no por la similitud de sus tramas sino por el caracter complejo y enrevesado de sus historias. Debo confesar que nunca he sabido explicar muy bien de qué iba "El sueño eterno", del mismo modo que ahora no sería capaz de resumir claramente de qué va "Puro Vicio".

Este último film de Paul Thomas Andersos posiblemente resultará frustrante para aquellos espectadores que demandan una coherencia absoluta en un argumento de película. Y no es que la trama contenga demasiado giros imprevistos, pero sí que nos presenta a un considerable conjunto de personajes que entran y salen de la historia de forma a veces un tanto caprichosa, creándo asi una sensación de caos permanente. Si a ello le añadimos que las reacciones y actitudes de muchos de ellos resultan excéntricas, incompresibles a veces, el resultado es que el espectador no solo no llega a empatizar nunca con esos personajes, sino que incluso se ve obligado a mantener la distancia debido a su incapacidad para entenderlos. Por si fuera poco la cantidad de personajes que son en muy modo u otro relevantes en la historia es considerable, y no ayuda nada a seguir la trama el hecho de que el escritor haya utilizado nombre tan rimbombantes como extraños para identificarlos: 'Doc' Sportello, 'Bigfoot' Bjornsen, Shasta Fey Hepworth, Sauncho Smilax, Adrian Prussia, Japonica Fenway, Coy Harlingen...

De lo dicho hasta ahora quizás pueda dar la impresión de que el film no me ha gustado lo más mínimo... pero es justamente todo lo contrario. No estoy seguro de haber entendido casi nada, pero a pesar de ello o quizás por eso mismo, el último film de Paul Thomas Anderson ejerce una extraña capacidad de fascinación. Todo ello gracias a una cuidada, elegante e hipnótica puesta en escena por parte de su director, a unos diálogos incompresibles pero que recitados por un ajustadísimo reparto adquieren credibilidad y carta de solemnidad, a un trabajo de iluminación absolutamente brillante por parte del siempre genial Robert Elswitt, capaz de dotar de un poso melancólico y decadente a las tonalidades que extrae del intenso sol de Los Angeles, y naturalmente gracias también a un elenco actoral que se somete y acopla perfectamente a las excentricidades de los personajes creados por Thomas Pynchon, reparto en el que unas guapísimas Katherine Waterson y Serena Scott Thomas aportan la nota sexy y al tiempo maliciosa de una femme fatale comme il faut, pero en el que indiscutiblemente sobresalen el siempre eficaz Josh Brolin y un entregadísimo Joaquim Phoenix que demuestra una vez más que puede con todo lo que le echen.

"Puro Vicio" recupera ese enfoque de cine coral de los primeros films de Anderson, pero está más emparentada con las anteriores "Pozos de ambición" y "The Master" en una suerte de trilogía cinematográfica que ofrece un retrato desencantado, cínico y melancólico del sueño americano. Paul Thomas Anderson es posiblemente uno de los más lúcidos analistas de la historia americana reciente con los que cuenta el cine americano actual.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La siempre fascinante, elegante y meticulosa puesta en escena de Anderson. ¿Lo peor? El complejidad de la trama, que convierte el film en un plato no apto para todos los paladares. "Puro Vicio" es de esas películas que necesitan de un segundo e incluso tercer visionado para captar todas sus virtudes.

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