No voy a negar que soy mayormente consumidor de cine
americano. El cine que se hace en
estados unidos es (en mi opinión) capaz de lo mejor y de lo peor, y hay determinadas
historias que nunca podrían llevarse a la pantalla de no contar con los
presupuestos que manejan los grandes estudios. Pero el cine independiente
americano también es mucha veces capaz de sorprender precisamente por no seguir
los dictados (Estéticos, narrativos, argumentales...) que dicta la industria.
Supongo que, como muchos, si consumo más cine americano es
simplemente porque hay más y nos llegan más productos del otro lado del
Atlántico. Pero todo eso no quiere decir que no sea capaz de apreciar películas
procedentes de otras filmografías, y precisamente resulta a veces muy
refrescante comprobar la forma en cómo se ve y se hace cine en otras
latitudes. Después de la americana y
(obviamente) la española, quizás sea la cinematografía francesa la que más
difusión ha tenido en nuestro país, pero al margen de las producciones que nos
han llegado (y afortunadamente continúan llegándonos) de Italia, Alemania,
Rusia o los países nórdicos, también hay un particular afecto en España hacia
las producciones que nos llegan del lejano oriente, y no podemos obviar que
China y muy especialmente Japón nos han ofrecido una cinematografía
particularmente prolífica.
No voy a extenderme aquí a hablar genéricamente de otras cinematografías,
cosa que resultaría extremadamente vago, sino que voy a hablar de una película
en concreto. Una producción sueca que acaba de estrenarse, dirigida por Ruben Östlund, y que lleva por
título "Fuerza Mayor".
La premisa de partida resulta, cuanto menos, curiosa. Una
familia aparentemente idílica (un matrimonio con dos hijos pequeños) van a
pasar unos días de descanso vacacional en una estación de esquí. Un día, mientras
están comiendo en una terraza de la estación, contemplan una avalancha en la
lejanía. Cuando se hace evidente que la avalancha amenaza con engullir toda la
estación, el matrimonio reacción de manera distinta ante la catástrofe: ella se
queda para proteger a los niños, el sale corriendo dejándolos atrás. Finalmente
la supuesta catástrofe no queda más que en un susto y nadie resulta herido. Sin
embargo a partir de ese momento se creará una situación incómoda y tensa en el
seno de la familia.
Lo más interesante de este film reside
precisamente en el hecho de analizar desde un punto de vista crítico los roles
de ambos sexos en el contexto familiar y poner en entredicho el rol de la
masculinidad. Frente a la aparente catástrofe él y ella reaccionan movidos por
un instinto primario, pero que es distinto en ambos casos: el de él es el de la
mera supervivencia, mientras que el de ella es proteger el núcleo familiar y en
partículas a su descendencia. La tensión se acrecenta en el momento en que ella trata de comprender el porqué de la reacción de su marido, y éste no solo es incapaz de explicarse, sino que su visión de los hechos es otra y, consumido por la vergüenza, se niega a reconocer lo que podría ser considerado como un acto de cobardía o puro egoismo. El asco que el progenitor masculino dice sentir por si mismo en un momento del film, contrasta por un lado con la actitud de sus dos hijos, que tratan por todos los medios de mantener la unidad familiar y se revelan contra lo que ellos intuyen pueda ser una posible ruptura conyugal. Pero al mismo tiempo se contrapone a la actitud de su mujer: él quiere ocultar su vergüenza, y por ello niega la verdad de los hechos en un intento vano de mantener firme e inalterado el status que, por imperativo social, se le supone al progenitor masculino en el papel de patriarca y macho alfa (es bastante ilustrativa una escena extraña y aparentemente inconexa en un momento del film en que asistimos a una suerte de festejo catartico-liberador de 'machos alfa'); ella, por el contrario, se mantiene en un frágil equilibrio entre su necesidad de comprender las motivaciones de su pareja y al mismo tiempo su deseo de castigarle. El final del film (que no desvelaré) está sujeto a interpretaciones, o quizás debería decir los finales. El primero de ellos busca una resolución al conflicto familiar y situa al personaje de la esposa en una posición que bien podría interpretarse como de superioridad (al erigirse en presunta salvadora de la unidad familiar) o bien de compresión/falsa sumisión (al regalar a su esposo las 'herramientas' para que pueda recuperar su estatus y al mismo tiempo asumir el rol -más o menos fingido- de salvador patriarcal). Sin embargo un segundo final, que algunos quizás considerarán innecesario, deja la puerta abierta a una interpretación más ambigua, al abrir los límites de ese nucleo familiar cerrado que veníamos observando a lo largo del film, a una pequeña comunidad humana improvisada que (muy probablmente) deberá revisar los roles que se presuponen a cada sexo. Presumo que el hecho de desarrollar la historia en el marco de una estación de esquí es algo intencionado. El paisaje frío, árido, desolador y al mismo tiempo terriblemente hermoso de las montañas nevada, ejerce en cierta forma como potenciador de un drama que se desarrolla en en el interior de la psique de los protagonistas, y que tan solo aflora al exterior en breves estallidos de frustación o protesta.
La historia que nos presenta este film lúcido e inteligente no puede ser en apariencia más simple (no así las múltiples ecturas que se derivan de la misma), y por eso mismo su director ha optado por una puesta en escena igualmente sencilla, directa, desprovista de artificios. Abundan los planos fijos, en los cuales los personajes se mueven por la escena mientras la cámara se mantiene en un discreto segundo plano ejerciendo de mera observadora, de voyeur si se prefiere. En cierta forma, y marcando naturalmente las distancias, esa manera de filmar me recordó la de algunos films de Yasuhiro Ozu como "Viaje a Tokyo". Con esa sencillez formal lo que consigue Ruben Östlund es precisamente marcar una distancia moral con la historia, ejerciendo pues de mero narrador de los hechos. Pero al marcar distancia lo que consigue, de manera muy inteligente, es provocar la implicación del espectador en la historia, obligándole a interpretar los hechos y por lo tanto a ejercer de juez, condenando o absolviendo a los protagonistas.

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