jueves, 19 de marzo de 2015

ALMA DE METAL


Cuando en el año 2009 se estrenó “District 9”, el primer largometraje del director sudafricano Neill Blomkamp producido por Peter Jackson, dio la impresión de que nos encontrábamos ante un nuevo talento al que debíamos seguirle la pista. Por una lado el film nos presentaba una interesante premisa argumental sobre la que su director iba a elaborar una parábola futurista y distópica acerca del apartheid, que no solo exponía una crítica hacia la xenofobia, sino que además encerraba una declaración sobre los peligros que conlleva la externalización por parte de los gobiernos de sus fuerzas de orden público y sus organismos burocráticos. El otro aspecto novedoso de la película es el inteligente uso que hacía de un ajustado presupuesto, sirviéndose para ello de técnicas documentales próximas al found footage (subgénero de falso documental en que los personajes involucrados actúan tanto ‘delante’ como ‘detrás’ de la cámara para incrementar la sensación de realismo). No se trata de un found footage en estado puro, como sí lo serían el “REC” (2007) de Jaume Balagueró o el “Monstruoso” (2008) de Matt Reeves, pero eso precisamente le permite a Blomkamp explotar más la posibilidades del relato, integrando la acción propia del mismo con insertos procedentes de noticiarios o programas televisivos.

Si “District 9” supuso un soplo de aire fresco en el género de la ciencia-ficción en el momento de su estreno, el siguiente film de Blomkamp, “Elysium”, estrenado en el año 2013, lejos de confirmarnos el talento de su director, podrían en evidencia sus limitaciones creativas y su apego a ciertas constantes: estética feísta, fijación por los escenarios y personajes marginales, montaje cinematográfico apresurado, obsesión por las distopías futuristas, el gusto por la estética militarista... Con “Elysium” teníamos una sensación de dejá vu, pues tanto su argumento como su puesta en escena tenían muchos puntos en común con el anterior film de Blomkamp, con el añadido que la premisa argumental que nos proponía en esta ocasión el director sudafricano, la existencia de una distopía en la que una minoría rica y favorecida goza de todos los privilegios que le son negados a una mayoría empobrecida, ya ha sido explotada en numerosas ocasiones tanto en el cine como en la literatura de género.

“Elysium” gozó de un mayor presupuesto que “District 9”, pero tanto sus resultados en taquilla como su recepción crítica fuero más bien tibios. Así pues Blomkamp tenía la necesidad de reencontrarse de nuevo con el favor del público, y ha tratado de hacerlo con un film que de forma más o menos intencionada remite a un popular clásico de los años 80: “Cortocircuito” (John Badham, 1986). Nunca he sentido demasiada simpatía por el film de Badham, que siempre me ha parecido una copia barata del “E.T.” de Spielberg, solo que sustituyendo el extraterrestre por un robot cuyo sentido del humor siempre me pareció excesivamente infantil, pero al lado de “Chappie”, el último largometraje de Neill Blomkamp, el de Badham es una obra maestra.

En su último largometraje Neill Blomkamp incide de nuevo en algunas de las constantes que parecen ser su marca de fábrica y que ya comienzan a ser una alarmante seña de falta de originalidad más que un ejercicio de pretendido estilo personal. Es decir, de nuevo Blomkamp se fija en los aspectos más feístas de los elementos partícipes del relato: escenarios, personajes, vestuario…, incluso el propio diseño del robot protagonista es feo), entendiendo (de una manera equivocada desde mi punto de vista) que cuanto más ‘feo’ más ‘realista’. Y de nuevo Blomkamp introduce elementos de distopías futuristas, con la diferencia de que el discurso socio-político presente en “District 9” y en menor medida en “Elysium”, aquí está ausente por completo o sepultado bajo una trama banal, infantil e incluso ridícula. Y el mayor problema de este “Chappie” es precisamente que parte de un guion simplemente mal construido, con un esquemático retrato de personaje y un desarrollo precipitado de la historia.

Poco encuentro de defendible en esta película, máxime cuando se me hace harto difícil no ya sentir un mínimo de simpatía por cualquiera de sus personajes, si no ya tratar de entender la forma en cómo actúan. La pandilla de rateros que acogen a Chappie en su banda, por ejemplo, son a veces presentados como delincuentes peligrosos y despiadados, y en otros momentos se intenta despertar su simpatía entre el público sacando a la luz una poco creíble ternura (en particular en el personaje de Yo-landi); el villano arquetípico al que da vida Hugh Jackman se mueve por motivaciones infantiles y caprichosas, restando entidad al personaje; el comportamiento del científico que interpreta Dev Patel no es mucho más maduro, pese a que cabría esperar algo más de lucidez de lo que se supone es una mente brillante. El guion de Blomkamp ni siquiera se molesta en dotar de un mínimo de coherencia interna al relato: no resulta lógico que la pandilla de rateros dejen marcharse impune al científico creador de Chappie después de haberle robado el robot; no resulta lógico que el mismo científico no denuncie el hecho o no tome medidas y después entre y salga de la guarida de dichos rateros como Pedro por su casa; no resulta lógico que a los 5 minutos de declararse una fallida general en el cuerpo de robots policías, los delincuentes ya hayan prácticamente tomado la ciudad.

 Pero lo peor de todo es el tratamiento que se le da al propio personaje del robot Chappie, al que se infantiliza hasta tal punto que resulta ridículo e irritante. Cualquier aficionado a la ciencia-ficción, aun haciendo uso de la necesaria suspensión de la credibilidad que exige siempre la inmersión en el género, es consciente que programar una inteligencia artificial no es ni fácil ni rápido, y que un organismo artificial necesita tiempo para evolucionar y aprender pautas de comportamiento. La excesiva humanización a la que se ha sometido al personaje de Chappie en este film, le resta credibilidad y al mismo tiempo le impide conectar con el público. Despertaba mucha más empatía y lograba emocionar mucho más el personaje de David interpretado por Haley Joel Osmet en “A.I.” (Steven Spielberg, 2001), a pesar de que su comportamiento era más ‘robótico’ que el de Chappie. Si bien el trabajo de captura de movimiento y creación digital llevado a cabo con el personaje es espléndido, el tratamiento del mismo en el film, que a veces cae en el ridículo más sonrojante, lo convierten en un protagonista indigesto y estomagante, casi a la altura del inefable Jar Jar Binks de “La amenaza fantasma” (George Lucas, 1999). Habrá a quién le haga gracia, pero ver a Chappie caminando y gesticulando como un rapero,  soltando improperios como un vulgar macarra, y haciendo gala de un muy discutible e infantil sentido del humor, a mí provoca cierta urticaria.

Hay aspectos de la historia en los que se intuye el germen de lo que podría haber sido un film interesante, lamentablemente en esta ocasión Blomkamp ha optado por ignorar cualquier interpretación socio-política de su relato, desaprovechando por completo muchas de las posibilidades que éste ofrecía. “Chappie” podría haber dado lugar a un interesante discurso en que se analizase las posibilidades de la I.A. versus la mente humana, o una análisis en clave teológica o filosófica en torno al creador y su creación, pero su director ha preferido hacer una película que además no tiene claro a qué público quiere ir dirigida. En algunos momentos opta por un enfoque propio de una película para todos los públicos, haciendo un retrato ciertamente curioso de una familia disfuncional (Chappie y su ‘mami’ y su ‘papi’), retrato que no carece de sorna pero que Blomkamp dibuja de una manera superficial, y si bien los momentos en que vemos a Chappie interactuar con su ‘familia’ nos podrían remitir al Spìelberg más edulcorado (pero sin su talento ni su capacidad para provocar la emoción en el espectador), en otros momentos el film da un giro estilístico y nos presenta escenas de violencia cruenta y un tanto gratuita (el ataque final del ‘Buey’). Blomkamp nos reserva sus mayores dosis de sacarina para el final, ridículo, torpe y enojoso por su exceso de sentimentalismo barato, y por esa insistencia en tratar de convencernos de que las máquinas tienen alma. Si esa máquina se llamase Wall.e o E.V.E. quizás estaría dispuesto a creerlo, pero con este Chappie, no compro.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El trabajo de captura de movimiento del robot… por reconocerle algún mérito al film. ¿Lo peor? Todo lo demás: un guion repleto de inconsistencias, una historia banal, infantil y carente de interés, unos actores faltos de convicción, unos personajes de encefalograma plano, un protagonista irritante hasta decir basta (y además feo), una partitura musical anodina, una puesta en escena que no pasa de correcta, un diseño de producción feísta… ¿sigo?

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