Clint Eastwood es sin lugar a dudas uno de los directores
americanos más respetados por la industria. Además de su indudable calidad como
realizador Eastwood tiene fama de cumplidor. Como director siempre ha destacado
por su eficiente forma de dirigir y su habilidad para reducir la duración de
los rodajes y mantener el presupuesto bajo control. Además es un excelente
director de actores y usualmente logra una excelente química con los
interpretes con los que trabaja (nadie ha logrado sacar mejores registros
interpretativos de actrices como Hilary Swank o Angelina Jolie), que se
transmite, según dicen, en una sensación general de ‘buenrollismo’ durante las
sesiones de rodaje. A ello contribuye también el hecho de que normalmente no
deja que los actores ensayen y busca
siempre que todas las escenas se completen en la primera toma.
Clint Eastwood debutó en las labores de realización en el
año 1971 con el film “Escalofrío en la noche”, y es considerado por muchos como
el último clásico del cine americano actual. Buena prueba de ello es el
comedimiento y el clasicismo formal del que hace gala en su puesta en escena,
siempre sobria, sin arrebatos esteticistas ni florituras de ningún tipo, sin
hacer uso de movimientos de cámara superfluos o encuadres excéntricos.
Por todas esas razones Clint Eastwood es un director muy
apreciado tanto por la industria como por la crítica y buena parte del fandom,
que se mantiene siempre fiel al director californiano, que debutó en 1955 como
actor y con el tiempo se ganó la confianza de directores como Sergio Leone y
Don Siegel, que acabaron convirtiéndose en sus mayores influencias cuando comenzó
a destacar en la labores de realización.
La suya es una carrera casi modelíca, que tras su debut a
principios de los años 70 fue labrándose sin prisa pero sin pausa, hasta llegar
a mediados de los 80 y llamar la atención de la crítica especializada primero
con “El jinete pálido” (1985), pero sobre todo con “Bird” (1988). La
consagración definitiva le llegaría con “Sin perdón” (1992), obra maestra
indiscutible y para mí la mejor película de toda su filmografía, a la que
seguirían títulos tan estimables como “Los puentes de Madison” (1995), “Million
Dollar Baby” (2004) o “Cartas desde Iwo
Jima” (2006).”Gran Torino” (2008) será el último film en el que Eastwood
simultaneará las labores de actor y director, y quizás sea su última gran
película, tras la cual su carrera entrará en un declive creativo jalonado con
films irregulares cuando no claramente insatisfactorios como “Invictus” (2009),
“Más allá de la vida” (2010), “J. Edgar” (2011) o “The Jersey Boys” (2014).
En el terreno personal Eastwood no ha ocultado nunca sus
filias políticas, apoyando mayormente al partido republicano y siendo bastante
crítico con la administración Obama. Y aun así le director nacido en San
Francisco puede considerarse una rara avis entre los republicanos, pues ha
apoyado abiertamente y sin tapujos posiciones tan controvertidas como el
derecho al aborto, el matrimonio homosexual, la igualdad entre hombres y mujeres
o el control de las armas de fuego. En cualquier caso él mismo se ha considera
un libertario, “demasiado individualista para considerarse de derechas o de
izquierdas, un liberalista social y un conservador fiscal” (sic), declaraciones
que me recuerdan un poco a las que hizo en su día Alfred Hitchcock cuando le
preguntaron por sus afiliaciones políticas, a lo que él respondió que se consideraba liberal en lo que
concernía a su postura social, pero conservador en lo concerniente a su
bolsillo.
Sacar a colación el posicionamiento político de Clint
Eastwood viene a cuento pues su último film estrenado entre nosotros, “El
francotirador”, es quizás el más abiertamente político de su carrera y sin duda
el más controvertido. Conviene puntualizar que el título inglés del film es
“American Sniper”, con con lo cual se enfatiza su supuesto caracter patriotero, y que se ha convertido en uno de los mayores éxitos de
taquilla de la filmografía de su director.
“El francotirador” adapta un libro autobiográfico de Chris
Kyle, miembro de los Navy SEAL estadounidenses (uno de los cuerpos de élite del
ejército americano) y considerado el más mortífero francotirador de la historia
del ejército americano, autor de más de 160 muertes reconocidas. Kyle se
convirtió en una auténtica leyenda entre sus compañeros gracias a su letal
puntería, y es considerado un auténtico héroe nacional en su país,
especialmente en el estado de Texas del que era oriundo, y los estados que
conforman el llamado cinturón católico, los más conservadores de los Estados
Unidos. El film nos muestra las diversas incursiones que Chris Kyle llevó a
cabo en terreo irakí, antes de volver a casa y ser asesinado con un marine al
que trataba de ayudar y que sufría de esquizofrenia.
Analizada desde un punto de vista estrictamente
cinematográfico la película es modélica y sigue las pautas habituales en la
filmografía de Eastwood: la contención narrativa, la eficacia en la exposición
argumental, la matizada descripción de los protagonistas… Eastwood se muestra
francamente resolutivo en la filmación de las escenas de acción, que están
filmadas sin ningún tipo de excesos, y consigue de Bradley Cooper la que quizás
sea su mejor interpretación de su carrera (valedora de una nominación en los
Oscars del presente año), quién tubo que transformarse físicamente (engordó 18
kilos de puro músculo) para parecerse lo más posible al verdadero Kyle. Pero
también es justo mencionar el gran trabajo de Sienna Miller dando vida a la
esposa de Kyle.
Sin embargo si analizamos el film desde otro punto nos vamos
a encontrar terreno abonado para la polémica. El posicionamiento de Eastwood en
este film es francamente ambiguo y nada claro. Buena parte de la crítica y los
fans han defendido la visión del director alegando que encierra un alegato
antibelicista, pero yo no estoy de acuerdo. La mirada de Eastwood en este caso
es distante y objetiva, sin tomar partido y limitándose a narrar los hechos. En
cierta forma estaría con consonáncia, pues, con la postura que defendió
en su día el escritor Robert A. Heinlein a propósito de acusaciones vertidas
contra él sobre su aparente glorificación de la guerra: Heinlein venía afirmar
algo así como que la guerra es un ‘mal innecesario pero soportable’, es decir,
que aunque la guerra es algo deplorable, a veces es inevitable, y es entonces
cuando uno debe tomar partido y defender los ideales del bando en el que se
posiciona, y por lo tanto ser consecuente y defender el heroísmo de aquellos
que luchan con/por nosotros. “El francotirador” no es un film que glorifique la
querra, pero tampoco puede considerarse una película antibelicista, pues no hay
en el mismo un posicionamiento a favor o en contra. O al menos no un
posicionamiento claro. Más bien se podría argumentar que hay una defensa sin fisuras de las acciones bélicas llevadas a cabo por los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo. Nadie (salvo los fanáticos que lo perpetran) osaría negar que el terrorismo es un lacra que hay que erradicar, pero lo fácil es asumir una posición de fuerza que da la superioridad militar y en base a ella erigirse en 'salvador del planeta' y 'valedor de los derechos internacionales'. Lo verdaderamente complejo, lo que requiere un mayor esfuerzo, es tratar de comprender el porqué de las acciones terroristas, el verdadero origen y motivación de dichas acciones, y llegar a la conclusión de que el terrorismo tiene su origen en muchos actos llevados a cabo por el mundo occidental, cuya legalidad o incluso moralidad está en entredicho. No existe esa mirada autocrítica en esta película.
Tampoco está clara la mirada que Eastwood arroja sobre el
personaje de Chris Kyle, pues el director no lo cuestiona en ningún momento y
se limita a tratar de ofrecer una mirada lo más objetiva posible, manteniendo
la distancia ideológica y permitiendo que sea el espectador quién lo juzgue. En
el film Chris Kyle es presentado como un soldado entregado y eficaz, cuyo
patriotismo raya en lo obsesivo y le impide contemplar a sus enemigos desde una perspectiva más comprensiva o a su propio pais con una mirada más crítica. En este sentido el film no puede ser más maniqueo, pues al
mismo tiempo que presenta a Kyle como un personaje de una sola pieza, al menos
en su actuación como militar, la visión que ofrece de los iraquíes no puede ser
más negativa. Ni el personaje de Kyle ni el director del film llegan a cuestionarse
en ningún momento la legalidad, moralidad o conveniencia de la actuación
militar estadounidense en terreno iraquí, del mismo modo que no hacen esfuerzo
por tratar de comprender qué es lo que ha llevado al pueblo iraquí a participar
en esta guerra. En este sentido no puede ser más deplorable la imagen que
ofrece de un personaje como “El carnicero”, personaje ficticio creado para la
película y cuyo apodo lo dice todo; como cuestionable e innecesaria es la imagen que
en un momento del film se ofrece de las torturas sangrientas llevadas a cabo
por dicho personaje. Si el director ha tratado de mantener cierta objetividad
al retratar el personaje de Kyle o el papel del ejército americano, ¿Por qué no
ha mantenido la misma objetividad al ofrecer su visión sobre el pueblo iraquí
al que tacha inequívocamente de sanguinario y fanático? Esa falta de visión
crítica es comprensible en Kyle, pues actúa como un soldado que se limita a
cumplir órdenes sin cuestionarlas en ningún momento, pero quizás cabría esperar un posicionamiento más claro por
parte de Eastwood.
Curiosamente es en el terreno doméstico y no en el militar
dónde el personaje de Kyle presenta más aristas, pues es en su hogar, en
compañía de su mujer y sus hijos, donde se muestra más limitado e incómodo, y se
ve impelido por una cierta necesidad de volver al campo de batalla, de manera
similar al protagonista de “En tierra hostil”,
aunque a diferencia de aquél, que mostraba una clara e insana adicción
al riesgo, a Chris Kyle lo que le impulsa a volver a Irak es un desmesurado
sentido del deber que por momentos podría confundirse con sed de venganza. Es
quizás en la dualidad entre el Kyle marido y el Kyle soldado donde aparecen los apuntes más interesantes
de este film, si bien Eastwood ha optado por limar cualquier aspereza en torno
al personaje. La película evita mostrar ciertos aspectos del mismo que podrían
dar lugar a una lectura más controvertida del soldado Chris Kyle, pues a su
regreso de las misiones en Irak, Kyle no solo escribió una biografía en la que se vanagloriaba de sus ‘hazañas’ bélicas, en contra de las recomendaciones de sus
superiores que demandaban más discreción, sino que además concedió numerosas
entrevistas y se paseó por los platós de televisión haciendo alarde
de su desempeño militar en acciones bélicas, y contribuyendo así a crear un
personaje aupado por una fama creciente, posiblemente movido más por un deseo
de notoriedad que no por un sentimiento del deber. Todo ello es obviado en la película.
Su deambular por las televisiones estadounidenses contribuyó
a aumentar la leyenda del Chris Kyle, convirtiéndolo a ojos del pueblo en un
auténtico héroe americano. En este sentido son muchos los que han atacado a
aquellos que se han atrevido a criticar la película de Clint Eastwood. Tanto al
actor Seth Rogen como la cineasta Michael Moore les han llovido varapalos por
posicionarse en contra del film y se han visto obligados a matizar sus comentarios. En el caso concreto de Michael Moore éste reprobó la película por considerar que glorificaba la
figura de un francotirador, profesionales que según Moore son cobardes que
disparan por la espalda. A él y ha cuantos han manifestado una posición más réproba con el film les han caído encima un aluvión de críticas,
entre ellas la de la ex-gobernadora de Alaska Sara Palin, que tachó poco menos
que de anti-americanos a todos aquellos que muestran una opinión contraria al último film de Clint Eastwood.
Cuando ya se había convertido en un personaje famoso que
ayudaba a otros veteranos de guerra en su recuperación, Kyle fue asesinado por
uno de esos veteranos a los que trataba de ayudar, veterano que conviene
señalar sufría de esquizofrenia. No deja de resultar un tanto injusto e incluso inhumano
se haya sentenciado a cadena perpetua a la persona que le mató, desoyendo el
hecho de que se trataba de un enfermo.
“El francotirador” se cierra con imágenes de archivo que
muestran los funerales de Chris Kyle y que no son otra cosa que un abusivo desfile
de banderas americanas. Se me escapa la intención de Eastwood con esas
imágenes. ¿Ironía o patriotismo incuestionable? Yo apostaría por lo último. Muchos analistas han tachado el último film de Clint Eastwood de mera propaganda republicana, y precisamente estas últimas imágenes contribuyen a alimentar dicha opinión.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El ritmo que un veterano
como Clint Eastwood aún es capaz de imprimir a las secuencias bélicas, capaz de
poner en evidencia a directores mucho más jóvenes y con más ganas de epatar al
espectador que de contar bien una historia. ¿Lo peor? La ambigüedad moral
del film y su falta de sentido de la autocrítica en lo que a evaluar la
política militar americana se refiere; su evidente maniqueismo acaba por resultar irritante.
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