Un blackhat, en términos profanos, es un hacker informático
que viola la seguridad de los equipos para su beneficio personal. También se
denomina black hat al uso de técnicas fraudulentas para conseguir posicionar
mejor una página web en los buscadores. En caso es que internet es algo que ha
entrado de lleno en nuestras vidas, y con todas las ventajas y posibilidades de
crecimiento y enriquecimiento tecnológico que ello conlleva, también se ha
instalado en nuestras vidas una serie de temores por el hecho de buena parte de
nuestra existencia discurre de forma virtual en la red: miedo al control, miedo
a la perdida de privacidad, miedo al ostracismo social por no estar presente en
la red… En los últimos tiempos hemos visto como esos miedos no son ni mucho
menos infundados, y hemos sido testigos de ataques por parte de piratas
informáticos que deja al descubierto la vulnerabilidad de sistemas en los que
confiamos plenamente. El más reciente el ataque perpetrado conta las bases de
datos de Sony.
Lo cierto es que es un tema que puede ser analizado desde
muchos puntos de vista y puede dar mucho de sí. También desde un punto de vista
cinematográfico. Ejemplos hay muchos y el más reciente es “Blacktat: Amenaza en
la red”, el último film de Michael Mann.
Después de mostrar su solvencia en la serie de televisión
“Corrupción en Miami” (de la que el propio Mann haría una versión
cinematográfica en 2006), Mann da el salto a la realización de largometrajes
con “Manhunter” (1986), primera de las adaptaciones de las novelas de Thomas
Harris sobre el personaje de Hannibal Lecter. Después vendrán “El último
mohicano” (1992), “Heat” (1995), “El dilema” (1999) y muy especialmente
“Colateral” (2006), en mi opinión su mejor film hasta la fecha y el que le
granjeará el aplauso unánime de crítica y público.
Es fácil entender lo que atrajo a Mann para filmar este film
sobre piratas informáticos y conspiraciones en la red. Su estructura de
thriller es vibrante y en su argumento podemos encontrar algunas de las
constantes presentes en su cinematografía: sin resultar nunca misógino sí se
puede destacar en su filmografía una defensa de la masculinidad y del
individualismo. En la mayoría de sus películas los protagonistas son hombres
que aunque a veces operan fuera del marco de la legalidad, sí que son
poseedores de unos valores morales muy definidos y un sentido del honor que a
veces los sitúa por encima de los convencionalismos de la justicia desde un
punto de vista legal. Esa descripción bien podría aplicarse al Nick Hataway, el
protagonista de “Blackhat”.
Si hay algo que no da lugar a discusión sobre este film es
la absoluta maestría que exhibe Michael Mann para la puesta en escena. El
director de Chicago no solo es un auténtico esteta, sino que es de los pocos
directores actuales que no solo hacen gala de una amplia gala de recursos
escénicos, sino que además sabe cuándo utilizar cada uno de ellos sin abusar de
ellos o resultar gratuito. Mann abre el plano cuando tiene que abrirlo, y lo
cierra para mostrar el detalle cuando lo necesita. Utiliza la steady-cam cuando
lo cree conveniente y fija el plano cuando le ofrece el mejor resultado. En
ningún momento Mann hace uso de su sabiduría para la puesta en escena para
sorprender al espectador con cualquier tipo de filigrana estética, sino que
pone toda esa sabiduría al servicio del film y de la imagen. El propio Mann
siempre ha renegado un poco del ‘estilo’ afirmando que el siempre encuadra y
filma en función de las necesidades del relato y de lo que quiere mostrar en
pantalla, y en este sentido siempre atiende a los requisitos de cada película
de forma individual sin necesidad de verse coartado por las servidumbres de un
supuesto estilo autoral. El resultado es que al margen de los aspectos risibles
del relato (la construcción poco creible del personaje de Hataway, la historia
de amor demasiado forzada, las concesiones formales a un film de acción en
detrimento de la más interesante trama conspirativa…) “Blackhat” es un film
vibrante, filmado con una elegancia encomiable y un ritmo endiablado, al que
quizás le sobre algunos minutos de metraje, pero que indudablemente atrapa
gracias a la solvencia de su director y su capacidad para atrapar al
espectador, no tanto gracias a una trama que juega con la credibilidad del
espectador merced al uso de una jerga técnica a veces un tanto incomprensible,
como por la eficacia en como Mann encuadra, filma y monta cualquier escena.
Como es habitual en él Mann pone una especial atención en la
creación de atmosferas en sus films. Al igual que ocurría con Los Angeles en
“Colateral” o Miami en “Miami Vice”, Hong Kong
o Jakarta se convierten en protagonistas adicionales en este film.
Michel Mann pone siempre un especial cuidado en describir ambientes urbanos,
dándoles casi siempre un aspecto orgánico y dotándoles de una personalidad
propia. Esa sensación de personaje vivo busca conseguirla siempre a través de
las sensaciones, y para él el aspecto sonoro es tan importante como el visual,
de ahí que trabaje siempre codo con codo con el director de fotografía (en este
caso Stuart Dryburgh) y el compositor de la banda sonora (aquí Harry
Gregson-Williams). En el aspecto musical Mann casi siempre rehúye de las bandas
sonoras melódicas donde el leiv motiv se convierte en elemento conductor, de
ahí que predominen las músicas ambientales donde la sensación sonora toma
protagonismo por encima de la melodía.
Para mí el aspecto más cuestionable del film es la elección
de Chris Hemsworth como protagonista. Es evidente que el actor de origen
australiano tiene presencia (física) y cumple sobradamente en las escenas de
acción, pero no resulta creíble como genio informático. En este sentido el
haber dado el papel protagonista a un beefcake de la talla (considerable) de
Hemsworth obliga al director y guionistas a planificar muchas secuencias para
su lucimiento personal. La pelea que tiene con unos matones en un bar al que
acude para conseguir información resulta totalmente innecesaria y gratuita y
solo sirve para que el actor luzca músculo. Ese énfasis que a veces pone el
film en destacarlo como héroe de acción al mismo tiempo resta credibilidad a su
personaje. De acuerdo que muchas veces se abusa de la imagen nerd que con
frecuencia atribuimos a este tipo de individuos vinculados al mundo de la
informática, y es de agradecer que la película busque rehuir ese tipo de
tópicos, pero la imagen musculosa de Hemsworth sirve para encargar
perfectamente al dios del trueno, pero en mi opinión no da el pego como hacker
informático. Ese énfasis que se pone en el film en hacerlo destacar como héroe
de acción proporciona los momentos más risibles del film, errores argumentales
que, todo hay que decirlo, quedan compensados por la eficacia de Michael Mann
en la puesta en escena.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La poderosa, impecable e
hipnótica puesta en escena de Michael Mann. ¿Lo peor? Las concesiones que hace
el guion a la historia, buscando convertir a su protagonista en héroe de acción
a cualquier precio.
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