lunes, 2 de febrero de 2015

VISIONES NOCTURNAS



Reconozco que hay un tipo de cine que a mí particularmente me atrae bastante. Es el que yo denomino ‘cine de bajos fondos’, que no es necesariamente cine negro (que suele responder c unas constantes argumentales y estéticas muy definidas) y mucho menos trhiller (que suele tener más acción), pero que podríamos decir que es el tipo de cine que se mueve dentro de parámetros no específicamente criminales pero sí al margen de la legalidad, un cine que prefiere los ambientes nocturnos y que con frecuencia refleja las partes más sórdidas y oscuras de la sociedad. ¿Por qué me gusta este tipo de cine? Buena pregunta… y no fácil de responder. Quizás porque tiene a mostrar aspectos insólitos de la conducta humana, pero mayormente porque si está bien hecho y bien escrito es un tipo de cine que explica historias interesantes y presenta a personajes muchas veces atractivos incluso en sus aspectos más cuestionables... o quizás precisamente debido a ellos.

El último film del guionista Dan Gilroy, “Nightcrawler”, se podría adscribir dentro de esa tendencia cinematográfica. La película nos cuenta la historia de un pequeño delincuente de poca monta, Louis Bloom, que se dedica a robar elementos del mobiliario público (trozos de vallas, etc.) o hacer pequeños hurtos para revenderlos y sacar algo de dinero, y que un buen día ve la oportunidad de trabajar como el ‘merodeador nocturno’ del título, tipos que cámara en manos se dedican a buscar y filmar imágenes escabrosas de accidentes, robos u otro tipo de actos criminales para luego venderlas a noticiarios ávidos de imágenes impactantes con las cuales incrementar su audiencia. El protagonista, Louis Bloom, es un tipo frío y taciturno, de mirada inquietante, del que rápidamente percibimos que posee un cerebro brillante así como una total ausencia de escrúpulos o empatía hacia el género humano, un perfecto sociópata en toda regla cuyas cualidades le convierten precisamente en el candidato perfecto a ‘nightcrawler’.

Lo primero que llama la atención de este film es la interpretación, absolutamente brillante, de Jake Gyllenhaal en el papel de Louis Bloom, sin lugar a duda uno de los grandes ausentes de las nominaciones al Oscar a la mejor interpretación masculina de este año. Con una interpretación absolutamente controlada, intencionadamente fría y comedida, pero en ningún modo hierática (Gyllenhaal pone muy especialmente el énfasis en la mirada en su trabajo interpretativo), el actor compone un personaje absolutamente memorable, tan repulsivo como fascinante, un tipo moralmente despreciable, que exhibe en todo momento una absoluta carencia de sentimientos que roza el autismo social, que incluso en cierto momento del film llega a afirma que ‘quizás no le gusten las personas en absoluto’. Pero al mismo tiempo es un tipo con un cerebro privilegiado, cuyos nada desdeñables conocimientos los ha extraído de internet, y con una personalidad arrolladora, en absoluto apocado, capaz de razonar con total control y seguridad frente a cualquier persona presumiblemente superior a él en el terreno intelectual. En este sentido los enfrentamientos verbales que mantiene con la directora del noticiario al que vende sus imágenes son memorables y muestran muy claramente la fuerza de carácter de Bloom. Gyllenhaal no se ha limitado a crear un personaje a partir de su trabajo interpretativo sino que además se ha sometido a una escalofriante transformación física llegando a perder casi 10 en el proceso. La pérdida de peso, con el consecuente reflejo en su expresión, acentuando los pómulos, hundiendo los ojos, ayudó al actor a meterse aún más en la piel del personaje, pero además sirve para explicitar de una manera gráfica la decadencia moral y psíquica de dicho personaje. Contribuye a deshumanizarlo aún más, impidiendo cualquier tipo de simpatía por parte del espectador hacia él. Resulta igualmente de agradecer que Gyllenhaal haya rehuido cualquier tipo de histrionismos en su composición, con ello no solo evita caer en la caricatura y el esperpento, sino que logra hacer a su personaje más creíble y al mismo tiempo más inquietante.

Sin duda alguna el trabajo actoral de Gyllenhaal es uno de los platos fuertes de este “Nightcrawler’, pero es justo reconocer también la gran interpretación que lleva a cabo René Russo como la directora del noticiario. Superados los 50, René Russo son solo continúa manteniéndose como una mujer atractiva y fascinante, sino que logra que su Nina, la directora del noticiario, sea un personaje no menos memorable que Bloom. Aunque la suya no es una psique enferma como la de Bloom, Nina conecta con él en su falta de escrúpulos y su ética cuestionable. La relación profesional entre ambos deviene personal en el momento en que ella se deja fagocitar, conscientemente, por el carácter parasitario de él, pues sabe que beneficia sus intereses personales. Si Bloom es capaz de filma un moribundo sin prestarle ayuda de ningún tipo, o incluso alterar el escenario de un accidente o un crimen, para lograr un mejor plano, no menos repulsivas resultan las reacciones casi orgásmicas cuando Nina observa las imágenes escabrosas por Bloom. En medio de tan desolador panorama humano, donde todos se mueven por intereses personales sin miedo a utilizar o pisotear a sus congéneres, el único individuo que muestra algo de decencia es Rick, el ayudante de Bloom interpretado por Riz Ahmed, ingenuo, inocente y naive. Paradójicamente será el que peor parado saldrá.

Con Gyllenhaal y Russo a la cabeza todo el reparto del film realiza un ajustado trabajo interpretativo, pero ello también hay que agradecerlos a los brillantes diálogos de un guion modélico y a un cuidado trabajo de dirección actoral. El guionista Dan Gilroy debuta en el largometraje con un film que tiene modos de trhiller pero que atesora una sátira despiadada a los medios de comunicación. Gilroy no oculta ni muchos menos sus referentes: el Michael Mann de “Colateral” o el Nicholas Winding Refn de “Drive” en su lacónica puesta en escena y su fascinación por los ambientes más sórdidos de la ciudad de Los Ángles, por mucho que Gilroy carece de la estilización del ambos; el Billy Wilder de “El gran carnaval” y el Sidney Lumet de “Network” en su crítica despiadada y sangrante el mundo periodístico (la Nina interpretada por René Russo tiene muchos puntos en común con el personaje que interpretaba Faye Dunavay en el film de Lumet); el Martin Scorsese de “Taxi Driver” en su complejo y matizado retrato de un sociópata, por mucho que Louis Bloom es un tipo embaucador que puede a veces resultar encantador como una cobra, mientras que el Travis Bickle del film de Scorsese es un pobre individuo constantemente a borde del estallido de furia; el primero trata siempre de utilizar a sus congéneres y hace un viaje a los infiernos de una forma más o menos consciente, el segundo busca desesperadamente redimirse y escapar de su infierno personal realizando un acto de justicia, por mucho que sus métodos y motivaciones sean equivocados.

Otro elemento que ponen de manifiesto los referentes que Gilroy a buscado en el cine de Mann o Winding Refn es la forma en como montaje, fotografía y música se unen en una perfecta simbiosis buscando un determinado choque sensorial en el espectador. En este sentido Gilroy todavía está muy lejos de la elegancia y maestría de Michael Mann o no asume los riesgos estilísticos de los que es capaz el director de “Drive”, pero buenas maneras no le faltan, y su contenida puesta en escena es sobradamente efectiva. En este aspecto contribuyen notablemente el compositor James-Newton Howard, cuya música refleja perfectamente el laconismo de sus imágenes, y el director de fotografía Robert Elswit, que sabe extraer belleza de la fealdad, logrando que una ciudad tan inhóspita como Los Angeles luzca fascinante en pantalla sin necesidad de ocultar su sordidez o su fealdad.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La inquietante y sobresaliente interpretación de Jake Gyllenhaal, el incisivo guion de Gilroy y sus acerados diálogos. ¿Lo peor? Nada. Algunos quizás querrán achacarle su falta de verosimilitud, pero para realismo ya tenemos los noticiarios… o no.

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