Aunque quede mal decirlo no hay guerra más cinematográfica
que la II Guerra Mundial. El mayor y más sangrante conflicto bélico del siglo
XX ha sido abordado por la industria cinematográfica desde las más diversas
ópticas. La extensión temporal pero sobretodo geográfica del conflicto ha
permitido que el mismo haya sido abordado desde perspectivas muy diferenciadas
y a través de géneros tan dispares como la comedia, el bélico, el drama o
incluso el fantástico (ahí está, por ejemplo, “Capitán América. El primer
vengador”). En un anterior comentario a propósito de “La ladrona de libros”
(leerlo aquí) ya hice un repaso bastante somero de cómo el cine había abordado
el tema. De hecho pienso que la II Guerra Mundial casi podría constituirse en un subgénero propio dentro del llamado cine bélico.
Visto está que el conflicto aún tiene cuerda para rato
(cinematográficamente hablando) y ahora nos llegan las nuevas propuestas de
Angelina Jolie en su papel de directora, “Unbroken”, y el “Fury” dirigido por
David Ayer, films ambos que llegarán a nuestras pantallas a principios del
2015.
He tenido ocasión de ver ya el film de Ayer con Brad Pitt de
protagonista y secundado por Logan Lerman, Shia LaBoeuf, Michael Peña y John
Bernthal. “Fury” bien se podría adscribir a la corriente cinematográfica que
explora el conflicto desde una óptica más cruda y realista, y que tiene algunos
de sus mejores ejemplos en “Salvar al Soldado Ryan” de Steven Spielberg o en
producciones televisivas como “Band of Brothers” o “The Pacific”, ambas al
amparo de la HBO. ¿Qué de novedoso nos puede aportar Davis Ayer a un sub-género
que ya durante las décadas de los 50 y los 60 produjo la mayor y posiblemente
mejor colección de films estadounidenses dedicados al conflicto? Es evidente que la producción cinematográfica
dedicada a glosar los diversos aspectos de dicha guerra dista mucho de
desaparecer, por lo que hacer un repaso de los diferentes títulos que la industria
cinematográfica nos ha ofrecido dedicados a la II Guerra Mundial sería una tarea
que excede con mucho mi capacidad de análisis y la extensión de este artículo. Por nombrar
solo unos pocos ejemplos indiscutiblemente representativos y dirigidos además
por un ilustre grupo de directores baste citar por ejemplo:
“Los mejores años de nuestra vida” (1946, William Wyler)
“De aquí a la eternidad” (1951, Fred Zinnemann)
“Traidor en el infierno” (1953, Billy Wilder)
“El motín del Caine” (1954, Edward Dmytrik)
“El puente sobre el rio Kwai” (1957, David Lean)
“Vencedores o vencidos” (1961, Stanley Kramer)
“Los cañones de Navarone” (1961, J. Lee Thompson)
“Los 4 jinetes del Apocalipsis” (1962, Vicente Minelli)
“La gran evasión” (1963, John Sturges)
“El tren” (1964, John Frankenheimer)
“¿Arde Paris?” (1966, René Clément)
“Qué hiciste en la guerra, papi?” (1966, Blake Edwards)
“12 del patíbulo” (1967, Robert Aldrich)
“La caída de los dioses” (1969, Luchino Visconti)
“Patton” (1970, Franklin J. Schaffner)
“Tora! Tora! Tora!” (1970, Richard Fleischer)
“La cruz de hierro” (1977, Sam Peckinpah)
“Un puente muy lejano” (1977, Richard Attemborough)
“La lista de Schindler” (1993, Steven Spielberg)
“El pianista” (2002, Roman Polanski)
“El hundimiento” (2004, Olivier Hirschbiegel)
“Cartas desde Iwo Jima” (2006, Clint Eastwood)
Analizar un conflicto que se extendió durante 7 años es algo
que de nuevo excede mi capacidad y además quedaría por completo fuera del
ámbito de lo que pretende ser un simple análisis cinematográfico. Por dar
algunas cifras diré tan solo que se inició en 1939 con la invasión de Polonia
por parte de las tropas alemanas del 3er. Reich y que terminó en 1945 con la
derrota del imperio japonés tras las bombas de Hiroshima-Nagasaki, que movilizó
a casi 100 millones de militares y que en esta guerra murieron entre 50 y 70 millones de
personas.
Comentaba antes que la película de Ayer opta por un enfoque
realista en la línea de “Salvar al soldado Ryan”, y que no se corta a la hora
de mostrar imágenes de la guerra en toda su crudeza: algunas escenas de piernas cercenadas,
cabeza volando por los aires o rostros arrancados casi rozan el gore. Por otro
lado Ayer opta por mostrar el conflicto desde una óptica casi intimista, no
observándolo en su totalidad, sino centrándose en un pequeño grupo de 5 hombres,
comandados por el sargento que interpreta Brad Pitt, que conducen un tanque Sherman y que tienen
que cumplir una peligrosa misión de rescate tras las líneas enemigas. El
pequeño grupo no solo se verá superado en número por el enemigo, sino que tendrá
que hacer frente a la mejor preparación técnica de los alemanes, pues los tanques germanos estaban más y mejor preparados para recibir impactos que los
americanos.
Lo cierto es que ni en el tono del film (intimista) y en el
enfoque del mismo (crudo y realista) encontramos novedad alguna con respecto a otras
películas anteriores que nos hablan de la incursión de las tropas americanas en
el territorio dominado por los alemanes. Cabe señalar que el director no siempre hace gala de la necesaria contención y carga a veces demasiado
las tintas en el efectismo de su propuesta. Vale que los disparos de bala
dejan una estela luminosa, sobretodo en ausencia de luz, pero hay imágnes
en el film que parece que estemos viendo una escena de “Star Wars”, e incluso los técnicos
de efectos especiales se encargan de dotar de luminosidades diferentes a los
disparos (rojos o verdes) según provengan de los aliados o del enemigo (en la saga de George Lucas el rojo es habitualmente el color de los sables de luz de los sith, mientras que el verde o azul se reserva normalmente a los jedis).
La primera mitad del film es a todas luces la más
interesante, la que establece el retrato de los personajes y las relaciones
entre los mismos, con alguna secuencia francamente interesante como aquella en
la que el sargento ‘Wardaddy’ (Pitt) tratar de obligar al novato Norman a disparar por
la espalda a un prisionero alemán. Ayer despoja pues de cualquier ínfula
heroica a su protagonista, retratándolo como un individuo expeditivo, violento
y con pocos escrúpulos. Sin embargo el director se desentiende rápidamente de
los conflictos interpersonales que podrían derivarse de la variopinta tripulación
del tanque y prefiere centrarse en las secuencias de acción que no por espectaculares dejan de resultar a veces poco creíbles. Es una lastima que Ayer no haya optado por explorar de manera más profunda los conclictos humanos que podrían derivarse del enfrentamiento entre sus personajes: Shia LaBoeuf interpreta a un cabo apodado ‘Bible’ que recita
constantemente las escrituras, mientras que el novato Norman se declara desde un principio como anglicano practicante; este último muestras
escrúpulos en disparar contra un niño soldado, mientras que el sargento que interpreta
Pitt no los tiene a la hora de matar un prisionero por la espalda; Norman o
incluso Wardaddy muestran respeto y educación hacia los civiles alemanes,
mientras que el soldado Coon-Ass (John Bernthal) se muestra siempre rudo,
grosero e incluso desagradable.
En los años 50 y 60 los Estados Unidos aún no habían
perdido del todo su inocencia (esta se perdería en los 70 con escándalos como
el Watergate o conflictos como la guerra de Vietnam), y por lo tanto aún se
podrían permitir ofrecer una visión ‘romántica’ de la guerra, donde los héroes y
los villanos siempre eran claros: los aliados por un lado y las fuerzas del eje
por otro. De ahí que la mayoría de films americanos producidos en dichos años
abundaban en un retrato heroico de los soldados americanos (especialmente) y de
sus aliados ingleses o los miembros de la resistencia francesa, mientras que exponen de manera muchas veces maníquea lo que entonces se consideraba una maldad
inherente a los nazis alemanes, los fascistas italianos o los imperialistas
japoneses. Hitler o Musolini eran vistos entonces como poco menos que la
encarnación del propio diablo. No voy a contradecir esa opinión, ni mucho menos,
pero sí señalar cierta falta de objetividad en el retrato que el cine de
aquella época ofrecía de los aliados, particularmente de políticos como
Churchill o Roosevelt y sobretodo de los altos mandos militares tanto
americanos como ingleses (en propio cine nos ha mostrado la antipatía e inestabilidad emocional del general Patton o el afán de gloria del mariscal Montgomery, por ejemplo).
Pero el cine cambia, evoluciona, y películas más recientes se han mostrado menos ambiguas con los integrantes del bando enemigo: hay
ejemplos de films que nos explican la fuerte adhesión a un código de honor de los militares japoneses,
del mismo modo que nos han ofrecido un retrato más comprensible de algunos
militares alemanes que no estaban de acuerdo con muchas de las atrocidades que
estaba cometiendo el régimen del 3er. Reich. Otro tipo de películas, por otro lado, nos han ofrecido
una cara menos amable, más oscura, del conflicto y del bando aliado. Conviene ir con cuidado con
este tipo de afirmaciones y no quiero que se me malinterprete, pues en ningún momento trato de defender,
justificar, si quiera comprender las atrocidades cometidas por el régimen nazi
y sus aliados, pero sí recalcar que no todo era nobleza y heroísmo en el lado americano.
Es esta misma postura la que adopta Ayer en su film “Fury”,
al ofrecernos un retrato de sus protagonistas que dista mucho de ser amable.
Quizás se podría argumentar que en su inicio incluso se atreve a ir un poco más lejos de lo que nos
han mostrado films o series precedentes, pues los protagonistas del film acaban
por resultar francamente antipáticos y difícilmente despertarán empatía alguna
en el espectador. Sin embargo en su segunda mitad la película de Ayer nos ofrece una
perspectiva ligeramente distinta y permite a los personajes redimirse
enfrentándose a una misión aparentemente suicida. Es precisamente entonces cuando el film
pierde interés. Después de una tensa e interesnate escena que ilustra una cena en casa de un
par de civiles alemanas cuyo pueblo acaba de ser ‘liberado’ por los aliados, el
film se embarca en una serie de excesos argumentales que bien podría haber filmado Tarantino,
sino fuese porque el bueno de Quentin lo hubiese aderezado todo con unas notas
de humor del que carece David Ayer. La escena del ‘cara a cara’ entre un
tanque alemán y el que pilota el grupo de protagonistas roza del ridículo de
puro exagerada, mientras que el enfrentamiento entre los protagonistas y un escuadrón aleman al final del film acaba por resultar tedioso por
exceso de metraje.
En cuanto al trabajo actoral, podríamos decir que éste no pasa de correcto. Si bien Brad Pitt se
erige en protagonista del film, su interpretación acaba resultanto bastante discreta y no logra exteriorizar el carisma que se le supone a su personaje; incluso en
algunos momentos casi deja que un inesperado Logan Lerman (protagonista de tonterías como la
saga de “Percy Jackson” o “Los 3 mosqueteros” de Paul W. S. Anderson) le robe
protagonismo. Del resto del repator podemos afirmar que Shia LaBoeuf pasa basante desapercibido, mientras que John Bernthal,
el Shane Walsh de “The Walking Dead”, se convierte en un auténtico roba-escenas en los
momentos en los que exhibe el carácter más desagradable de su personaje.
Quiero dedicar también una mención a la banda sonora compuesta por Steven Price,
incomprensible ganador del Oscar en el 2013 por “Gravity”, por excesiva, reiterativa y
totalmente errada en el uso de los coros, que a veces dan más la impresión de
estar escuchando la música de una película de terror que no un film bélico.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La fotografía y el diseño de producción (en la película se llegó a emplear un auténtico tanque Panzer todavía operativo). ¿Lo
peor? El ritmo irregular: la película empieza bien pero pierde fuelle en su segunda mitad.
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