jueves, 11 de diciembre de 2014

DIAS DE FURIA



Aunque quede mal decirlo no hay guerra más cinematográfica que la II Guerra Mundial. El mayor y más sangrante conflicto bélico del siglo XX ha sido abordado por la industria cinematográfica desde las más diversas ópticas. La extensión temporal pero sobretodo geográfica del conflicto ha permitido que el mismo haya sido abordado desde perspectivas muy diferenciadas y a través de géneros tan dispares como la comedia, el bélico, el drama o incluso el fantástico (ahí está, por ejemplo, “Capitán América. El primer vengador”). En un anterior comentario a propósito de “La ladrona de libros” (leerlo aquí) ya hice un repaso bastante somero de cómo el cine había abordado el tema. De hecho pienso que la II Guerra Mundial casi podría constituirse en un subgénero propio dentro del llamado cine bélico.

Visto está que el conflicto aún tiene cuerda para rato (cinematográficamente hablando) y ahora nos llegan las nuevas propuestas de Angelina Jolie en su papel de directora, “Unbroken”, y el “Fury” dirigido por David Ayer, films ambos que llegarán a nuestras pantallas a principios del 2015.

He tenido ocasión de ver ya el film de Ayer con Brad Pitt de protagonista y secundado por Logan Lerman, Shia LaBoeuf, Michael Peña y John Bernthal. “Fury” bien se podría adscribir a la corriente cinematográfica que explora el conflicto desde una óptica más cruda y realista, y que tiene algunos de sus mejores ejemplos en “Salvar al Soldado Ryan” de Steven Spielberg o en producciones televisivas como “Band of Brothers” o “The Pacific”, ambas al amparo de la HBO. ¿Qué de novedoso nos puede aportar Davis Ayer a un sub-género que ya durante las décadas de los 50 y los 60 produjo la mayor y posiblemente mejor colección de films estadounidenses dedicados al conflicto?  Es evidente que la producción cinematográfica dedicada a glosar los diversos aspectos de dicha guerra dista mucho de desaparecer, por lo que hacer un repaso de los diferentes títulos que la industria cinematográfica nos ha ofrecido dedicados a la II Guerra Mundial sería una tarea que excede con mucho mi capacidad de análisis y la extensión de este artículo. Por nombrar solo unos pocos ejemplos indiscutiblemente representativos y dirigidos además por un ilustre grupo de directores baste citar por ejemplo:

“Roma, ciudad abierta” (1945, Roberto Rossellini)
“Los mejores años de nuestra vida” (1946, William Wyler)
“De aquí a la eternidad” (1951, Fred Zinnemann)
“Traidor en el infierno” (1953, Billy Wilder)
“El motín del Caine” (1954, Edward Dmytrik)
“El puente sobre el rio Kwai” (1957, David Lean)
“Vencedores o vencidos” (1961, Stanley Kramer)
“Los cañones de Navarone” (1961, J. Lee Thompson)
“Los 4 jinetes del Apocalipsis” (1962, Vicente Minelli)
“La gran evasión” (1963, John Sturges)
“El tren” (1964, John Frankenheimer)
“¿Arde Paris?” (1966, René Clément)
“Qué hiciste en la guerra, papi?” (1966, Blake Edwards)
“12 del patíbulo” (1967, Robert Aldrich)
“La caída de los dioses” (1969, Luchino Visconti)
“Patton” (1970, Franklin J. Schaffner)
“Tora! Tora! Tora!” (1970, Richard Fleischer)
“La cruz de hierro” (1977, Sam Peckinpah)
“Un puente muy lejano” (1977, Richard Attemborough)
“La lista de Schindler” (1993, Steven Spielberg)
“El pianista” (2002, Roman Polanski)
“El hundimiento” (2004, Olivier Hirschbiegel)
“Cartas desde Iwo Jima” (2006, Clint Eastwood)

Analizar un conflicto que se extendió durante 7 años es algo que de nuevo excede mi capacidad y además quedaría por completo fuera del ámbito de lo que pretende ser un simple análisis cinematográfico. Por dar algunas cifras diré tan solo que se inició en 1939 con la invasión de Polonia por parte de las tropas alemanas del 3er. Reich y que terminó en 1945 con la derrota del imperio japonés tras las bombas de Hiroshima-Nagasaki, que movilizó a casi 100 millones de militares y que en esta guerra murieron entre 50 y 70 millones de personas.

Comentaba antes que la película de Ayer opta por un enfoque realista en la línea de “Salvar al soldado Ryan”, y que no se corta a la hora de mostrar imágenes de la guerra en toda su crudeza: algunas escenas de piernas cercenadas, cabeza volando por los aires o rostros arrancados casi rozan el gore. Por otro lado Ayer opta por mostrar el conflicto desde una óptica casi intimista, no observándolo en su totalidad, sino centrándose en un pequeño grupo de 5 hombres, comandados por el sargento que interpreta Brad Pitt,  que conducen un tanque Sherman y que tienen que cumplir una peligrosa misión de rescate tras las líneas enemigas. El pequeño grupo no solo se verá superado en número por el enemigo, sino que tendrá que hacer frente a la mejor preparación técnica de los alemanes, pues los tanques germanos estaban más y mejor preparados para recibir impactos que los americanos.

Lo cierto es que ni en el tono del film (intimista) y en el enfoque del mismo (crudo y realista) encontramos novedad alguna con respecto a otras películas anteriores que nos hablan de la incursión de las tropas americanas en el territorio dominado por los alemanes. Cabe señalar que el director no siempre hace gala de la necesaria contención y carga a veces demasiado las tintas en el efectismo de su propuesta. Vale que los disparos de bala dejan una estela luminosa, sobretodo en ausencia de luz, pero hay imágnes en el film que parece que estemos viendo una escena de “Star Wars”, e incluso los técnicos de efectos especiales se encargan de dotar de luminosidades diferentes a los disparos (rojos o verdes) según provengan de los aliados o del enemigo (en la saga de George Lucas el rojo es habitualmente el color de los sables de luz de los sith, mientras que el verde o azul se reserva normalmente a los jedis).

La primera mitad del film es a todas luces la más interesante, la que establece el retrato de los personajes y las relaciones entre los mismos, con alguna secuencia francamente interesante como aquella en la que el sargento ‘Wardaddy’ (Pitt) tratar de obligar al novato Norman a disparar por la espalda a un prisionero alemán. Ayer despoja pues de cualquier ínfula heroica a su protagonista, retratándolo como un individuo expeditivo, violento y con pocos escrúpulos. Sin embargo el director se desentiende rápidamente de los conflictos interpersonales que podrían derivarse de la variopinta tripulación del tanque y prefiere centrarse en las secuencias de acción que no por espectaculares dejan de resultar a veces poco creíbles. Es una lastima que Ayer no haya optado por explorar de manera más profunda los conclictos humanos que podrían derivarse del enfrentamiento entre sus personajes: Shia LaBoeuf interpreta a un cabo apodado ‘Bible’ que recita constantemente las escrituras, mientras que el novato  Norman se declara desde un principio como anglicano practicante; este último muestras escrúpulos en disparar contra un niño soldado, mientras que el sargento que interpreta Pitt no los tiene a la hora de matar un prisionero por la espalda; Norman o incluso Wardaddy muestran respeto y educación hacia los civiles alemanes, mientras que el soldado Coon-Ass (John Bernthal) se muestra siempre rudo, grosero e incluso desagradable.

En los años 50 y 60 los Estados Unidos aún no habían perdido del todo su inocencia (esta se perdería en los 70 con escándalos como el Watergate o conflictos como la guerra de Vietnam), y por lo tanto aún se podrían permitir ofrecer una visión ‘romántica’ de la guerra, donde los héroes y los villanos siempre eran claros: los aliados por un lado y las fuerzas del eje por otro. De ahí que la mayoría de films americanos producidos en dichos años abundaban en un retrato heroico de los soldados americanos (especialmente) y de sus aliados ingleses o los miembros de la resistencia francesa, mientras que exponen de manera muchas veces maníquea lo que entonces se consideraba una maldad inherente a los nazis alemanes, los fascistas italianos o los imperialistas japoneses. Hitler o Musolini eran vistos entonces como poco menos que la encarnación del propio diablo. No voy a contradecir esa opinión, ni mucho menos, pero sí señalar cierta falta de objetividad en el retrato que el cine de aquella época ofrecía de los aliados, particularmente de políticos como Churchill o Roosevelt y sobretodo de los altos mandos militares tanto americanos como ingleses (en propio cine nos ha mostrado la antipatía e inestabilidad emocional del general Patton o el afán de gloria del  mariscal Montgomery, por ejemplo).

Pero el cine cambia, evoluciona, y películas más recientes se han mostrado menos ambiguas con los integrantes del bando enemigo: hay ejemplos de films que nos explican la fuerte adhesión a un código de honor de los militares japoneses, del mismo modo que nos han ofrecido un retrato más comprensible de algunos militares alemanes que no estaban de acuerdo con muchas de las atrocidades que estaba cometiendo el régimen del 3er. Reich. Otro tipo de películas, por otro lado, nos han ofrecido una cara menos amable, más oscura, del conflicto y del bando aliado. Conviene ir con cuidado con este tipo de afirmaciones y no quiero que se me malinterprete, pues en ningún momento trato de defender, justificar, si quiera comprender las atrocidades cometidas por el régimen nazi y sus aliados, pero sí recalcar que no todo era nobleza y heroísmo en el lado americano.

Es esta misma postura la que adopta Ayer en su film “Fury”, al ofrecernos un retrato de sus protagonistas que dista mucho de ser amable. Quizás se podría argumentar que en su inicio incluso se atreve a ir un poco más lejos de lo que nos han mostrado films o series precedentes, pues los protagonistas del film acaban por resultar francamente antipáticos y difícilmente despertarán empatía alguna en el espectador. Sin embargo en su segunda mitad la película de Ayer nos ofrece una perspectiva ligeramente distinta y permite a los personajes redimirse enfrentándose a una misión aparentemente suicida. Es precisamente entonces cuando el film pierde interés. Después de una tensa e interesnate escena que ilustra una cena en casa de un par de civiles alemanas cuyo pueblo acaba de ser ‘liberado’ por los aliados, el film se embarca en una serie de excesos argumentales que bien podría haber filmado Tarantino, sino fuese porque el bueno de Quentin lo hubiese aderezado todo con unas notas de humor del que carece David Ayer. La escena del ‘cara a cara’ entre un tanque alemán y el que pilota el grupo de protagonistas roza del ridículo de puro exagerada, mientras que el enfrentamiento entre los protagonistas y un escuadrón aleman al final del film acaba por resultar tedioso por exceso de metraje.

En cuanto al trabajo actoral, podríamos decir que éste no pasa de correcto. Si bien Brad Pitt se erige en protagonista del film, su interpretación acaba resultanto bastante discreta y no logra exteriorizar el carisma que se le supone a su personaje; incluso en algunos momentos casi deja que un inesperado Logan Lerman (protagonista de tonterías como la saga de “Percy Jackson” o “Los 3 mosqueteros” de Paul W. S. Anderson) le robe protagonismo. Del resto del repator podemos afirmar que Shia LaBoeuf pasa basante desapercibido, mientras que John Bernthal, el Shane Walsh de “The Walking Dead”, se convierte en un auténtico roba-escenas en los momentos en los que exhibe el carácter más desagradable de su personaje.

Quiero dedicar también una mención a la banda sonora compuesta por Steven Price, incomprensible ganador del Oscar en el 2013 por “Gravity”, por excesiva, reiterativa y totalmente errada en el uso de los coros, que a veces dan más la impresión de estar escuchando la música de una película de terror que no un film bélico.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor?  La fotografía y el diseño de producción (en la película se llegó a emplear un auténtico tanque Panzer todavía operativo). ¿Lo peor? El ritmo irregular: la película empieza bien pero pierde fuelle en su segunda mitad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario