Fue en el año 2001 cuando se estrenó "El señor de los anillos. La comunidad del anillo". Yo, y supongo que muchos fans de la obra de Tokien y aficionados al cine fantástico en general, asistimos al estreno navideño del film con unas expectativas realmente altas. Recuerdo la sesión a la que yo asistí. El cine estaba atestado, todas las butacas llenas. Se apagarón las luces, sonaron los primeros acordes de la partitura de Howard Shore con el leiv motiv del anillo y escuchamos en off la voz de Cate Blanchet, Galadriel en la ficción, narrando el origen de los anillos de poder. Vimos a un imponente Sauron en la pantalla, sostiendo el Único en su mano, y de inmediato asistimos al sitio de Barad-Dûr, en el que cayó Elendil y su hijo Isildur cortó la mano de Sauron y se hizo con el Anillo Único... Entonces yo derramé una lágrima de pura emoción al ver plasmadas en imágenes algunos de los pasajes imperecederos de la opus magna de John Ronald Reuel Tokien, en imágenes tan poderosas que cortaban la respiración. Es cierto que a mi alma de friki le resultaba francamente fácil emocionarse ante tal espectáculo. Y las emociones se seguirían a continuación con el descubrimiento de la Comarca, la riada del Bruinen y el rescate de Frodo, el descubrimiento de Rivendel, las puertas de Moria, la caida de Gandalf en Khazad-Dûm, el espejo de Galadriel, la muerte de Boromir, la disolución de la comunidad del Anillo... Peter Jackson había acometido la tarea monumental de adaptar la trilogía de "El Señor de los Anillos" en tres películas que se rodarían casi simultáneamente. En los dos años siguientes al estreno de "La comunidad... " veríamos en pantalla grande "Las dos torres" y "El retorno del rey", pero posiblemente "La comunidad del anillo", por ser la más fiel al espíritu, esencia y letra del libro, y por ser también la más comedida de las tres (notorio es la tendencia al exceso de su director), es quizás la más redonda de todas desde un punto de vista estrictamente cinematográfico.
Han tenido que pasar 10 años para superar ciertas dificultades iniciales que pertmitiesen a Peter Jackson continuar con su labor de trasladar la obra de Tolkien a la gran pantalla y hacerse cargo de la dirección de "El Hobbit" tras el abandono de Guillermo del Toro. De nuevo Jackson decidió dar forma de trilogía fílmica al relato, y para ello lo aumentó, completó y enriqueció a partir de material de otros escritos del propio Tolkien. Ahora en el 2014, tras "Un viaje inesperado" y "La desolación de Smaug", nos llega "La batalla de los cinco ejércitos", con la cual Peter Jackson pone punto final a la trilogía y al tiempo se despide cinematográficamente del universo de la Tierra Media, universo al que difícilmente él o cualquier otro podrá volver, al menos en mucho tiempo, vistas las reticencias de los herederos de Tolkien a vender los derechos cinematográficos de cualquier otra obra suya, siendo "El Silmarilion" la más codiciada por las productoras.
En varios artículos previos he puesto de manifiesto mis opiniones sobre la forma en cómo Peter Jackson ha acometido la ardua tarea de plasmar en imágenes todo el imaginario de Tokien. Así como en la trilogía dedicada a "El señor de los anillos" Jackson realizó una obligada labor de síntesis argumental, en el caso de "El hobbit" ha realizado justo lo contrario, un trabajo de descompresión para el cual se ha servido tanto de otras obras del propio Tolkien como de elementos inventados de cosecha propia. La sensación, pues, para cualquier amante y conocedor de la obra tolkiana es en esta ocasión muy distinta a la que tuvimos con el visionado de la trilogía previa.
Partamos del hecho de que Jackson reescribe la obra de
Tolkien según su propia interpretación y su propia sensibilidad. Es algo que ya
hizo con “El señor de los anillos” y ha vuelto a hacer ahora con “El hobbit”.
Jackson no descuida la emotividad del relato y la descripción de personajes,
pero pone siempre el acento en el espectáculo que ofrece el film. Esa dualidad
entre lo intimista y lo épico estaba más equilibrada en la trilogía previa,
pero se encuentra mucho más descompensada en las tres partes que conforman “El
hobbit”. Aceptemos que un film y un libro son medios distintos, que utilizan
diferentes herramientas de expresión artística y lo que funciona muy bien en
uno no tiene porqué funcionar igual de bien en otro. En este aspecto hay que
ser en cierta medida tolerante cuando se hacen cambios, muchas veces
necesarios, al adaptar un libro a la gran pantalla. Algunos cambios
pueden obedecer a limitaciones técnicas, otros a necesidades de ritmo o timming
del film, a veces son fruto de la
necesidad de llegar a una audiencia más amplia. No me importa si no se respeta
la letra de un libro a pie juntillas si al menos se mantiene intacto el
espíritu y esencia del mismo en su traslación a la imagen real. Y aun así,
cuando se traiciona intencionadamente el espíritu de la obra original, ello no
tiene por qué redundar en perjuicio del producto final si entendemos que éste
es el fruto de la visión personal de su director. Así pues lo que hemos visto
en pantalla no es la visión de Tolkien, sino más bien un “Peter Jackson’s Lord
of the Rings” y un “Peter Jackson’s The Hobbit”. Dejando a un lado prejuicios
cerriles o posicionamientos puristas poco transigentes, hemos de plantearnos la
pregunta “¿el film funciona?”. En el caso de “El señor de los anillos” según
Peter Jackson, mi respuesta es un rotundo sí. En el caso de su versión de “El
hobbit” encuentro más elementos criticables.
No es que piense que la trilogía de ESDLA es un film redondo,
ni desde un punto de vista de adaptación de la obra original, ni tampoco desde un punto
de vista estrictamente cinematográfico. Jackson se deja arrastrar muchas veces
por su sentido del gran espectáculo y su tendencia al exceso, y al hacerlo
traiciona inconscientemente su referente y demuestra un profundo desconocimiento
de la esencia del relato original. Un ejemplo: en la batalla del abismo de
Helm, en “Las dos torres”, los elfos de Lorien acuden en ayuda de los Rohirrim
por mandato de Elrond. Más allá del hecho de que dicha secuencia no existe en
el libro, está el aspecto de que es totalmente incoherente con la forma en cómo
Tolkien describe a los elfos en su obra. Los elfos son una raza noble pero
altiva. No solo muestran su condescendencia hacia la raza humana, sino a veces también
su menosprecio por la raza de los enanos. Los hechos que narra “El señor de los
anillos” transcurren en la tercera edad de la Tierra Media, la edad de los
hombres. Éstos están medrando mientras que la raza élfica se encuentra en declive.
Conscientes de su decadencia y convencidos del triunfo de Sauron los elfos se están preparando
para abandonar la Tierra Media y cruzar el mar hacia ‘más allá de Arda’, de ahí
que se desentiendan por completo de los asuntos humanos y los abandonen por completo
a su suerte. Así pues la presencia de elfos en Helm es incoherente y
equivocada, por mucho que luzcan muy bien en pantalla y permitan a Howard Shore
subrayar su entrada en escena con una marcial variación del tema de Lorien. Son
este tipo de fallos los que Peter Jackson no debería haber permitido. Otros cambios, por
el contrario, son aceptables desde un punto de vista de cohesión argumental (como la eliminación de los episodios de los
Tumularios, de Tom Bombadil o el Saneamiento de la Comarca) o de eliminación de
personajes superfluos (Glorfindel, Bombadil, Ghan-buri-ghan). E incluso es aceptable el hecho de que detalles que en el
libro son narrados de forma sutil (el 'enfrentamiento' de Gandalf y Saruman en
Orthanc) o elíptica (el juramento de los
espectros en los Senderos de los Muertos), adquieran en la película una mayor fisicidad,
una mayor presencia escénica, algo que los no puristas de la obra tolkiana asumimos como un cambio necesario.
En cualquier caso la mayoría de los cambios introducidos por
Peter Jackson y sus dos guionistas (Fran Walsh y Phillippa Boyens) en “El señor
de los anillos” son aceptables por cuanto a) tratan de sintetizar un relato que
por su extensión y riqueza es difícilmente abarcable, y b) tratan de hacer que
dicho relato sea asequible a toda la audiencia, no únicamente a los seguidores
de Tolkien.
El problema de “El hobbit”, en mi opinión, es que Jackson,
sabedor que en esta ocasión tenía un mayor espacio fílmico para dar rienda
suelta a sus desmanes, no comprime sino que expande y alrga de una forma innecesaria
muchos aspectos del libro. A esto añadámosle el hecho de que Jackson se ha
sacado de la manga muchos pasajes y elementos inexistentes en la obra original,
provocando la ira de los fans del libro y de los puristas de la obra tolkiana.
Es cierto que con la trilogía anterior Jackson llevó a Tolkien a su propio
terreno y lo reinterpretó a conveniencia, pero lo que hizo es eso: interpretar,
no inventar. Son esos elementos inventados los que irritan (justificadamente) a
los conocedores de la obra original, no solo porque suponen una traición sino
sobretodo porque demuestran (de nuevo) un escaso conocimiento de la esencia de los
libros.
La mayor traición al relato ya la vimos en el film previo, “La
desolación de Smaug”, con la invención del personaje de la elfa Tauriel, no por
la invención en sí, sino porque ésta no respeta en absoluto la descripción que
Tolkien hace de sus personajes. En la mitología tolkiana los elfos son una raza
altiva, orgullosa y con un complejo de superioridad hacia el resto de razas que
ellos consideran inferiores (hombres y enanos), que muchas veces no se molestan
en disimular. Particularmente las enemistades entre elfos y enanos datan de los
tiempos de la primera edad (recogidos en la obra “El Silmarilion”) y
normalmente éstos tratan de evitarse. La amistad entre Legolas y Gimli que se
narra en ESDLA se construlle y desarrolla a lo largo del relato por el hecho de compartir
dramas y aventuras juntos, pero empieza con cierta tirantez. Así pues, de
entrada, el hecho de presentar una elfa guerrero es cuestionable (Tolkien no
describe nunca a mujeres guerreros con la excepción de Eowyn en "El señor de los anillo"), pero intentar
construir un romance entre ella y un enano es forzado e incluso ridículo, por mucho que
dicho enano tenga los agraciados rasgos de Aidan Turner. En “El hobbit” de
Tokien no hay ni un solo personaje femenino, por lo que Jackson se siente en la
necesidad de introducir uno para captar el interés de la platea femenina. Pero en
vez de utilizar un recurso más distreto e inteligente, como hubiese sido un cameo de Liv
Tyler en Rivendel (algo que algunos espectadores hubiésemos agradecido), se
saca de la manga una Tauriel guerrera que no hubiese desentonado en un capítulo
de “Xena, la princesa guerrera”, pero que chirría un poco en los ambientes de
la corte de Thranduil. A punto estuvo Jackson de mostrar a Arwen en Helm
blandiendo una espada, pero afortunadamente recapacitó y reculó a tiempo, algo
que lamentablemente no ha querido o sabido hacer en esta ocasión.
Si obviamos por completo su mayor o menor fidelidad al
relato original y nos centramos en “El hobbit” como producto estrictamente
cinematográfico, tampoco éste se libra de ciertas críticas. Se ha criticado
mucho la obsesión de Tolkien por estirar un relato que apenas supera las 200
páginas en una trilogía de films de más de 2 horas y media de duración cada
uno. Para ello Jackson ha echado mano, como decía más arriba, de otras obras
del autor, y de esta manera ha podido dar presencia fílmica a un pasaje narrado
en forma elíptica como es la reunión del Concilio Blanco y la expulsión de
Sauron de Dol Guldur. El problema no es tanto que Jackson haya filmado tres
películas, sino que el proceso alarga algunas escenas de forma innecesaria hasta la
extenuación: la llegada de los enanos a casa de Bilbo es una secuencia un tanto tediosa,
como lo es la interminable persecución de los trasgos en la Montañas Nubladas (Jackson se mostró más comedido y acertado en la set piece de Khazad-dum en "La comunidad del anillo");
las cabriolas circenses de Legolas encima de los barriles en "La desolación de Smaug" resultan exageradas hasta lo
irritante, mientras que la huida de Smaug de Erebor, con el oro de la efigie de
Thror cayéndole encima, acaba por resultar excesiva; además Jackson le concede un protagonismo
excesivo a Legolas en las películas (supongo que por aquello de tratar de
aprovechar del tirón comercial que se le supone a un actor como Orlando Bloom).
Todo ello redunda a veces en perjuicio del ritmo de los films, que adolecen en ocasiones de un ritmo bastante
irregular.
Naturalmente hay auténticas joyas en esta trilogía, pero no
son precisamente los momentos más espectaculares, sino aquellos más intimistas
en los que prima el trabajo interpretativo por encima del despliegue de efectos
especiales, como son el episodio de los “Acertijos en las tinieblas” en “Un viaje
inesperado”, que nos presenta el impagable cara a cara entre Bilbo (espléndido
Martin Freeman) y Gollum (impresionante Andy Serkis, como siempre); o el duelo
de ingenio entre el mismo Bilbo y el dragón Smaug (portentoso trabajo vocal de Benedict
Cunberbach) en “La desolación de Smaug”.
Jackson ha variado intencionadamente el tono original del
libro (más inocente, ligero, humorístico) haciendo más oscuro y dramático, de
forma que resultase más coherente con lo mostrado en la trilogía de ESDLA. Así
pues el director neozelandés nos presenta “El hobbit” no como una obra
independiente, sino como una intencionada precuela de “El señor de los anillos”. Ahora nos llega la tercera parte de dicha trilogía, “La batalla de los cinco ejército”, que pretende ser el
broche final de la aproximación de Peter Jackson al legendarium de J.R.R. Tolkien.
"La batalla de los cinco ejércitos" adolece de los mismos defectos que las entregas anteriores: alarga en exceso las secuencias de acción, pone más el acento en los momentos espectaculars que en los intimistas, se pierde a veces en los excesos a los que su director es tan dado, traiciona la esencia de la obra original, obvia y menosprecia el mensaje implícito en la misma (el caracter siempre anti-belicista y ecológico que impregna toda la obra de Tokien), relega aspectos de dicho libro (el humor) por supeditarse a los mandatos cinematográficos, añade invenciones que muchas veces no solo contradicen el espíritu del libro sino cuyo único objetivo es satisfacer los gustos de cierto sector de la platea... Pero también es justo reconocer que este film atesora no pocas virtudes: un ritmo endiablado que no concede respiro al espectador, un diseño de producción simplemente fastuoso, unos efectos especiales prodigiosos, un ajustado reparto que nos regala momentos interpretativos realmente memorables (destacando por encima de todos un carismático Martin Freeman y un mercurial Richard Armitage, amén del imponente Christopher Lee, la siempre fascinante Cate Blanchet y un matizado Lee Pace), un elaborado trabajo de realización detras de las cámaras, que arranca momentos de incuestionable belleza plástica (la muerte de Smaug, la batalla de Thorin y Azog en el hielo...), una partitura que subraya a la perfección las imágenes del film, una indisimulada devoción a la obra de Tolkien, que se traduce en la aparición de numerosos detalles gráficos para satisfacción de los conocedores del libro original (Galadriel sosteniendo el frasco que contiene la luz de Earendil), un considerable esfuerzo por crear una saga compacta y coherente, tanto en el apartado visual como argumental las tres partes de "El Hobbit" son indisociables de las que conforman la trilogía de "El señor de los anillos". Pese a todo Jackon con consigue (o no quiere) evitar ciertas salidas de tono (la descripción simplemente gotesca de algunos personajes, como el ¿troll? que trata de derribar a Legolas en Ravenhill; la invención de esos gusanos gigantes que horadan las montañas y que parecen tomados prestados de "Dune") e incluso llega a poner a prueba la paciencia del espectador con algunas secuencias estiradas de forma innecesaria (el, de nuevo, circense enfrentamiento entre Legolas y Bolgo)
Peter Jackson es asume la tarea de integrar toda la narración de "El hobbit" en un gran fresco cinematográfico del que ya forma parte "El señor de los anillos", y por ellos se propone revisar buena parte de lo escrito por Tokien. Un hecho quizás no muy conocido es que el propio Tokien reescribió algunos de los pasajes iniciales de "El hobbit" tras la publicación de "El señor de los anillos", que le fué encargada como una secuela del primero; incluso tenía prevista una segunda reescritura con la intención de integrar aún más la historia de las aventuras de Bilbo Bolsón en la gran epopella vivida por su sobrino Frodo, pero dicha revisión nunca se materializó pues Tolkien se encontraba inmerso en la tarea de completar las leyendas que configuran "El Silmarilion". Hay pues lagunas entre ambos relatos que no siempre fueron despejadas del todo por el autor en escritos posteriores. Es en dichos huecos donde Peter Jackson se ha permitido las mayores licencias, por ejemplo en la secuencia en que los miembros del Concilio Blanco expulsan a Sauron de Dol Guldur. En realidad fué un ejercito de elfos Noldor de Rivendel y Galadhrim de Lorien los que obligaron a Sauron a retirarse; Jackson sin embargo ha optado por simplificar la escena haciendo que sean Saruman, Galadriel, Elrond y Radagast los que irrumpar en la fortaleza para rescatar a Galdalf y enfrentarse a los espectros del anillo. De esta manera no solo consigue una escena francamente espectacular (que evoca en cierto momento al episodio de "El espejo de Galadriel" donde la dama blanca muestra su cara más poderosa e imponente) sino que además otorga un mayor protagonista al propio Concilio.
Quizás el aspecto más criticable de estas 3 películas es la forma en como conscientemente Peter Jackson ha descuidado el montaje final del film, dejando intencionadamente algunos momentos rodados para poder justificar la posterior aparación (y venta comercial) de una edición extendida de estos films. Algunas escenas vistas en el trailer (una persecución de huargos en un rio helado) se han descartado en este montaje cinematográfico, mientras que la aparación de algunos personajes parece reservada para el mencionado montaje definitivo (Beorn, por ejemplo, aparece aquí visto y no visto).
En definitiva, el film irrita, sorprende, emociona, molesta y divierte a partes iguales, y como espectáculo cinematográfico es áltamente recomendable. Es harto complicado valorar esta tercera entrega de forma disociada de las dos precedentes. ¿Innova o aporta novedad alguna a la saga de la Tierra Media? No. ¿Está a la altura de la trilogía anterior? Salgo algunos momentos puntuales, no; no puedo dejar de considerar que el estreno de "La comunidad del anillo" supuso una auténtica y grata sopresa al no saber como lucirían al final los pasajes de Tokien traducidos en imágenes; ese factor sorpresa se pierde y ha sido plenamente superado en las 3 partes de "El hobbit". Aún así hay que concederle el merito de ser un film espectacular y realmente disfrutable.
"La batalla de los cinco ejércitos" adolece de los mismos defectos que las entregas anteriores: alarga en exceso las secuencias de acción, pone más el acento en los momentos espectaculars que en los intimistas, se pierde a veces en los excesos a los que su director es tan dado, traiciona la esencia de la obra original, obvia y menosprecia el mensaje implícito en la misma (el caracter siempre anti-belicista y ecológico que impregna toda la obra de Tokien), relega aspectos de dicho libro (el humor) por supeditarse a los mandatos cinematográficos, añade invenciones que muchas veces no solo contradicen el espíritu del libro sino cuyo único objetivo es satisfacer los gustos de cierto sector de la platea... Pero también es justo reconocer que este film atesora no pocas virtudes: un ritmo endiablado que no concede respiro al espectador, un diseño de producción simplemente fastuoso, unos efectos especiales prodigiosos, un ajustado reparto que nos regala momentos interpretativos realmente memorables (destacando por encima de todos un carismático Martin Freeman y un mercurial Richard Armitage, amén del imponente Christopher Lee, la siempre fascinante Cate Blanchet y un matizado Lee Pace), un elaborado trabajo de realización detras de las cámaras, que arranca momentos de incuestionable belleza plástica (la muerte de Smaug, la batalla de Thorin y Azog en el hielo...), una partitura que subraya a la perfección las imágenes del film, una indisimulada devoción a la obra de Tolkien, que se traduce en la aparición de numerosos detalles gráficos para satisfacción de los conocedores del libro original (Galadriel sosteniendo el frasco que contiene la luz de Earendil), un considerable esfuerzo por crear una saga compacta y coherente, tanto en el apartado visual como argumental las tres partes de "El Hobbit" son indisociables de las que conforman la trilogía de "El señor de los anillos". Pese a todo Jackon con consigue (o no quiere) evitar ciertas salidas de tono (la descripción simplemente gotesca de algunos personajes, como el ¿troll? que trata de derribar a Legolas en Ravenhill; la invención de esos gusanos gigantes que horadan las montañas y que parecen tomados prestados de "Dune") e incluso llega a poner a prueba la paciencia del espectador con algunas secuencias estiradas de forma innecesaria (el, de nuevo, circense enfrentamiento entre Legolas y Bolgo)
Peter Jackson es asume la tarea de integrar toda la narración de "El hobbit" en un gran fresco cinematográfico del que ya forma parte "El señor de los anillos", y por ellos se propone revisar buena parte de lo escrito por Tokien. Un hecho quizás no muy conocido es que el propio Tokien reescribió algunos de los pasajes iniciales de "El hobbit" tras la publicación de "El señor de los anillos", que le fué encargada como una secuela del primero; incluso tenía prevista una segunda reescritura con la intención de integrar aún más la historia de las aventuras de Bilbo Bolsón en la gran epopella vivida por su sobrino Frodo, pero dicha revisión nunca se materializó pues Tolkien se encontraba inmerso en la tarea de completar las leyendas que configuran "El Silmarilion". Hay pues lagunas entre ambos relatos que no siempre fueron despejadas del todo por el autor en escritos posteriores. Es en dichos huecos donde Peter Jackson se ha permitido las mayores licencias, por ejemplo en la secuencia en que los miembros del Concilio Blanco expulsan a Sauron de Dol Guldur. En realidad fué un ejercito de elfos Noldor de Rivendel y Galadhrim de Lorien los que obligaron a Sauron a retirarse; Jackson sin embargo ha optado por simplificar la escena haciendo que sean Saruman, Galadriel, Elrond y Radagast los que irrumpar en la fortaleza para rescatar a Galdalf y enfrentarse a los espectros del anillo. De esta manera no solo consigue una escena francamente espectacular (que evoca en cierto momento al episodio de "El espejo de Galadriel" donde la dama blanca muestra su cara más poderosa e imponente) sino que además otorga un mayor protagonista al propio Concilio.
Quizás el aspecto más criticable de estas 3 películas es la forma en como conscientemente Peter Jackson ha descuidado el montaje final del film, dejando intencionadamente algunos momentos rodados para poder justificar la posterior aparación (y venta comercial) de una edición extendida de estos films. Algunas escenas vistas en el trailer (una persecución de huargos en un rio helado) se han descartado en este montaje cinematográfico, mientras que la aparación de algunos personajes parece reservada para el mencionado montaje definitivo (Beorn, por ejemplo, aparece aquí visto y no visto).
En definitiva, el film irrita, sorprende, emociona, molesta y divierte a partes iguales, y como espectáculo cinematográfico es áltamente recomendable. Es harto complicado valorar esta tercera entrega de forma disociada de las dos precedentes. ¿Innova o aporta novedad alguna a la saga de la Tierra Media? No. ¿Está a la altura de la trilogía anterior? Salgo algunos momentos puntuales, no; no puedo dejar de considerar que el estreno de "La comunidad del anillo" supuso una auténtica y grata sopresa al no saber como lucirían al final los pasajes de Tokien traducidos en imágenes; ese factor sorpresa se pierde y ha sido plenamente superado en las 3 partes de "El hobbit". Aún así hay que concederle el merito de ser un film espectacular y realmente disfrutable.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Como en las entregas anteriores, Martin Freeman dando vida a Bilbo Bolson; en esta ocasión no hay un personaje infográfico (Gollum o Smaug) que pueda eclipsarle. ¿Lo peor? Despedirse de la Tierra Media, sabiendo que, hoy por hoy, "El Silmarilion" no llegará a verse en una pantalla de cine.
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