martes, 16 de diciembre de 2014

ENTRE LA CIENCIA Y LA FE


¿Qué ocurriría si un hecho espiritual pusiese en duda los hechos científicos? Esa es la pregunta que una persona plantea al protagonista de la última película de Mike Cahill, "Orígenes", y esa misma es la pregunta a la que el director y escritor del film trata de responder.

"Orígenes" ganó el primer premio en el último festival de Sitges, y la primera pregunta que me viene a la cabeza es ¿por qué? No niego que "Origenes" sea un film bellamente filmado, con una primorosa fotografía de Markus Fordeder y una ajustada labor de dirección y montaje por parte de Mike Cahill. Cada plano de la película está cuidadosamente encuadrado y bellamente iluminado. Desde un punto de vista meramente estético no puede negarse que es un film hermoso que, afortunadamente, no abusa de las florituras banales, por mucho que en algún momento a su director no le dé reparo en insertar algún que otro plano de un pavo real blanco volando y filmado al ralentí. Pero una cosa es su plasmación formal y otra muy distinta su exposición argumental, y es en este último punto donde el film se revela como plúmbeo y naif.

La historia se centra en la búsqueda llevada a cabo por un científico, Ian (interpretado por Michael Pitt), que mediante el análisis de la evolución del ojo humano (tema por el que siente verdadera fascinación) pretender rebatir las teorías creacionistas y por lo tanto refutar la existencia de Dios. En su búsqueda, Ian (que mantiene siempre una postura pragmática, científica, lógica, sobre cualquier asunto de naturaleza religiosa o sobrenatural) conocerá a Sofi (la española Astrid Bergés-Frisbey), una chica con una peculiar característica ocular, llamada heterocromia, que hace que sus ojos tengan una fascinante combinación de colores; Sofi, por contra, adopta una postura más receptiva acerca de la existencia de un ser divino superior (en un momento del film afirma que 'los humanos somos como esos gusanos ciegos que no ven la luz; que no veamos a Dios no significa que no exista'). Pese a las diferencias de credos ambos iniciarán una relación romántica y llegarán a prometerse, hasta que un día Sofi fallece en un accidente. Ian superará la perdida de Sofi, se casará y llegará a tener un hijo, pero una serie de circunstancias basadas en estudios comparativos del iris de su hijo con el de una persona fallecida le llevará a sospechar que ambos pueden estar de alguna manera conectados. Entonces iniciará una búsqueda para localizar en la India una niña que por alguna misteriosa coincidencia puede estar conectada con la fallecida Sofi, pues ambas comparten una misma 'firma' ocular, algo que desde un punto de vista científico y estadístico es prácticamente imposible.

El film abunda en datos científicos sobre el estudio de los ojos, si bien sus explicaciones científicas no llegan a ser tan espesas como las que planteaba recientemente otro film, "Interestelar" de Cristoper Nolan, en buena parte porque se mueve en un terreno bastante más asequible al profano, el de la biología y no el de la física cuántica o la física gravitacional. Sin embargo el discurso que propone la película de Mike Cahill no puede ser más ingenuo. Ian, el protagonista, culminará su estudio concluyendo que da por demostrada la no existencia de Dios, postura que irrita a los postulan por la teorías creacionistas, pero su búsqueda de la conexión de la niña india con su novia fallecida, le llevará a plantearse la posibilidad de la reencarnación. Ian no cree en Dios porque no es un hecho demostrable, él necesita de datos empíricos, científicos, para admitir la existencia de algo, y ni la religión ni la fe le pueden proporcionar dichos datos, así que las rechaza de pleno. Sin embargo al final del film sucederá algo que hará tambalear su postura hasta entonces inflexible: ocurrirá un hecho inexplicable, de naturaleza espiritual, que él no podrá demostrar, analizar o cuantificar, pero que sin embargo le hará cuestionarse todo su pensamiento científico y por lo tanto le obligará a abrir la mente y plantearse la existencia de lo sobrenatural.

El discurso que propone "Orígenes" podría ser interesante si no fuese porque Mike Cahill lo envuelve todo en una sensibilidad muy new age que termina por resultar un tanto cargante. No hay una verdadera confrontación de ideas ente lógica y fe, entre ciencia y religión, sino más bien una rendición a una postura que acepta sin más el hecho sobrenatural, sin cuestionarlo nunca. El protagonista, que a lo largo de toda la película deja bien claro su agnosticismo, finalmente claudica cuando se deja llevar no por la lógica sino por el corazón. Hace un acto de fe no porque crea que puede llegar a demostrarlo mediante el razonamiento científico, sino simplemente porque necesita creer en ello para expurgar su sentimiento de culpabilidad. Según se explica en el film es el corazón y no el cerebro el que nos lleva al camino de la fe, y de esta forma no se llega a conciliar nunca las posturas científicas y las religiosas, sino que más bien la película hace uso de una argucia sentimental para decantarse en favor de una de esas posturas irreconciliables, que en este caso es (no podría ser de otra forma) la fe. Así pues en última instancia el film evita cualquier tipo de polémica y se torna sensiblero.

A ese posicionamiento ideológico tan propio de la 'nueva era', hay que sumarle un defecto que con frecuencia aqueja al denominado cine alternativo o indie (queda más cool llamarlo así), y es el hecho de que la película adopte un tono descaradamente arty, o dicho de otra forma: que en todo momento sea consciente de su (pretendida) condición de producto de qualité y eso se traduzca en una puesta en escena que intencionadamente rechaza cualquier forma de clasicismo no porque ello obedezca a una necesidad dramática del film, sino simplemente para trata de lograr la adhesión de un determinado sector de crítica y público. Es innegable que el film abunda en imágenes realmente bonitas, pero ese mismo esteticismo redunda en un cierto esnobismo visual que no perjudica al film pero que tampoco le otorga una mayor dimensión.

Es curioso como el film incorpora el apunte más fascinante de su propuesta argumental en una escena incluida tras los créditos finales del film: en ella Ian comienza a analizar en la base de datos de su colega de estudios entradas que coincidan con las fotografías de los iris de personajes famosos como Adolf Hitler, Marthin Luther King, John Lenon, Albert Einstein, Che Guevara o J. F. Kennedy, buscando posibles reencarnaciones de dichos personajes... y encontrándolas. Precisamente esa escena es la que otorga al film su condición de film de ciencia-ficción, sin embargo rompe por completo con el tono intimista del film al ofrecer una derivación argumental completamente nueva que nada tiene que ver, ni en planteamiento ni en tono, con lo que la película había tratado de explicarnos previamente. Pero eso ya sería argumento para otra película.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La luminosa fotografía de Markus Forderer. ¿Lo peor? Su esnobismo formal y su ingenuidad argumental.

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