A sus 25 años Xavier Dolan se ha convertido en un auténtico
enfant terrible del cine canadiense, en buena parte debido a su juventud, pero
sobre todo gracias al espíritu transgresor que impregna su obra. No he visto
ninguno de sus films anteriores, pero después de ver su última película,
“Mommy”, que vaya por adelantado ya considero uno de los mejores films
estrenados este 2014 en nuestro país, me han entrado ganas de revisar toda su obra
anterior.
En el 2008, a la edad de 19 años, Dolan debutó con el largmetraje con la escritura y dirección de “J'ai tué ma mère”, por la cual ganó tres premios en el Festival
de Cannes en 2009. El mismo Dolan confesó haber escrito el guion a la edad de 16
años, basándose en sus propias experiencias y mezclando las mismas con elementos
de ficción.
Su segundo film, “Les Amours imaginaires”, se estrenó en el 2010,
y en esta ocasión Dolan se hizo cargo de las labores de dirección, producción y actor, además de la supervisión de los departamentos de vestuario y
dirección de arte. El film se proyectó la sección Un Certain Regard del festival de Cannes, recibiendo entonces una
gran ovación.
Su última película, “Mommy”, fue seleccionada para la Palma
de Oro en la sección a competición del Festival de Cannes del presente año, haciéndose
finalmente con el Premio del Jurado. El film está protagonizado por Anne Dorval
en el papel Diane, una madre viuda que debe hacer frente a los problemas
económicos y que a su vez se siente abrumada por la dificultad de criar a su
problemático y a veces violento hijo adolescente, Steve (Antoine-Olivier Pilon), aquejado de hiperactividad y de un transtorno psicológico por déficit de atención. Ambos entablarán amistad
con una vecina, Kyla (Suzanne Clément), que tiene dificultades para expresarse
verbalmente y que esconde algunos secretos.
Tres son los elementos que yo destacaría de esta espléndida película. Primero, su guion. El tono del film es enérgico, incluso crispado. La
película nos muestra una relación materno-filial que poco tiene de
convencional, pues aunque madre e hijo ofrecen a lo largo de todo el film
muestras de amor incondicional (Steve de dice en un momento a su madre “tú eres
mi prioridad”, del mismo modo que ella se refiere en una ocasión a su hijo como
‘su príncipe’), al mismo tiempo no se soportan y se hablan con una crudeza de
lenguaje que resulta poco menos que chocante (adjetivos como ‘puta’, ‘imbécil’,
’subnormal’ o similares abundan a lo largo del film en las conversacines que mantienen madre e hijo). Ese contexto de relación
amor-odio no puede mostrarse de otra forma que haciendo uso de un lenguaje
explícito y poniendo de manifiesto la violencia verbal, emocional e incluso
física que determina la relación entre Diane y su hijo Esteve. En este aspecto el film
es seco, directo, y no hace concesión alguna. La compleja relación entre ellos
adquirirá nuevos matices cuando entre en escena Kyle, su vecina, que
entablará una estrecha relación de amistad con Diane, que a su vez se extenderá al hijo
de ésta cuando comience a ayudarle con sus tareas escolares por petición de su madre.
El director opta por no dar demasiada información sobre determinados aspectos
de sus tres personajes protagonistas, dejando que sea el espectador el que trate de
rellenar los huecos que intencionadamente deja el guion. Así pues sabemos que
Diane enviudó tras una larga enfermedad de su marido, aunque no sabemos cuál ni
qué circunstancias envolvieron dicha convalecencia. Intuimos que la enfermedad
y la muerte de su padre es lo que ha incidido negativamente en el caracter de Steve llevándole
a adoptar una postura rebelde, contestataria e incluso violenta. Nada sabemos
de las causas del tartamudeo de Kyla, aunque sí que tienen un raíz psicológica; está
casada y tiene una niña pero en un momento del film, cuando vemos las fotos
familiares de su habitación, también vemos la foto de un niño pequeño, ausente
en todo el film y del cual no sabemos nada; Kyla se muestra apocada y
extremadamente tímida la mayor parte del tiempo, pero tiene una reacción
inesperadamente violenta cuando Steve la provoca en determinado momento, lo que
nos lleva a sospechar que ella también arrastra un pasado tormentoso y una cierta inestabilidad emocional.
Como he comentado antes el tono del film es siempre crispado, pero nunca histérico y la violencia que
expone nunca es gratuita. Los insultos que constantemente se profesan Diane y
Steve en cierta forma ponen de relieve tanto el amor que se profesan (esos
mismos insultos expresan en muchos casos un alto grado de complicidad y
confianza, como la que se tienen dos colegas de instituto) como el odio o el
hastío que aflora entre ellos en muchos momentos de su relación. Del mismo modo
la violencia física y psicológica que emerge en muchos momentos de la película
desprende una sensación de realismo y credibilidad absoluta. Si el film la expone de una manera cruda, explícita, no lo hace nunca para provocar el rechazo del espectador sino buscando la empatía del mismo con los personajes. Es necesario mostrar esa violencia para llegar a comprenderlos en su totalidad.
Hablo de realismo y credibilidad de la historia, pero ese verismo
no se habría logrado nunca de no ser por la ajustadísima labor interpretativa de su trio
protagonista. Los tres traspiran VERDAD por cada uno de sus poros en su trabajo actoral. A pesar de las
constantes salidas de tono, de la incontinencia verbal, de los arranques de violencia que
en un momento u otro del film emergen de sus protagonistas, en ningún momento los
actores hacen gala de histrionismos de ningún tipo, en ningún momento hay una mueca, una
expresión, una palabra que pueda considerarse exagerada o fuera de lugar. Antoine-Olivier
Pilon en el papel de Steve expresa toda la angustia que puede emanar de un
adolescente con déficit de atención y falta de control; particularmente emotiva
resulta la escena de su cara a cara con Kyle, donde el inesperado arranque violento de
ésta provoca una no menos sorpresiva reacción en Steve; o igualmente dolorosa
es su escena en el karaoke, cuando trata de hacer entender su devoción por su madre
ante el aparente desinterés de ésta y la burla y el desprecio de otros
lugareños. Suzanne Clément hace un espléndido trabajo dando vida a Kyla, la
misteriosa vecina, y si sorprendente es su tete a tete con Steve, no menos desgarradora es su reacción hacia el final del film, cuando Diane trata de
encerrar a su hijo en una institución mental, debatiéndose Kyla entre la
intención de respetar la decisión de su amiga y su deseo de enfrentarse a ella;
igualmente emotiva es la forma como expresa ella la dualidad de su personaje cuando alterna
el diálogo entre Steve y su propia hija en un momento de la película, llegando a
tartamudear únicamente cuando vuelve el rostros para hablar con su hija, pero manteniendose calmada cuando recupera el diálogo con Steve. Y no menos impresionante resulta Anne
Dorval en el papel Diane, con numerosos
momentos a lo largo del film que le permiten poner de manifiesto su enorme
calidad actoral, como aquel en que acude a una entrevista vestida de manera
provocadora para encontrarse con quién le hace la entrevista es la esposa de un
jefe al que ella había tratado de seducir en el pasado (su rostro, sin necesida de palbras, establece un auténtico diálogo con su interlocutora); o el tronchante diálogo
que mantiene con Kyla en el que la risas de ambas son sencillamente
contagiosas; o su desgarradora reacción al final del film cuando ve partir a su
amiga Kyla después de haber mantenido una tensa conversación. Simple y
llanamente impresionantes, y tanto la Dorval como Suzanne Clément nos regalan
las dos mejores interpretaciones femeninas que he visto en el presente año.
Pero si guion y trabajo actoral son incontestables, también hay que destacar la puesta en escena de Xavier
Dolan, que huye de cualquier clasicismo formal pero que al mismo tiempo evita preciosismos o
florituras de cualquier tipo, optando por un enfoque en ocasiones
pseudo-documental pero en el que la cámara tiene una presencia evidente, muy
particularmente en el encuadre, en el que Dolan siempre presta una muy especial
atención al detalle. Dolan ha optado además en este film por un inusual formato
cuadrado que rehúye el scope. Por un lado esto le permite dar mayor relevación a los
pequeños detalles, y muy especialmente a los rostros de los actores, al
eliminar de la escena todos los elementos accesorios o decorativos. Al mismo
tiempo dicho encuadre cerrado crea una sensación claustrofóbica en el espectador, obligándole a concentrar la mirada en la pantalla, y reforzando
pues el efecto dramático de la escena. Dolan solo transgrede su norma en un par
de ocasiones, abriendo el cuadro para adoptar el formato panorámico, y lo hace
en las raras ocasiones en que el trio protagonista expresa su felicidad. En la
primera ocasión incluso se permite un detalle más propio del realismo mágico haciendo que sea el propio Steve el que abra y amplíe los límites de la pantalla. El
segundo instante es un momento que acaba revelándose como una ensoñación de uno
de sus protagonistas, pero lejos de resultar un momento tramposo, Dolan lo
integra de tal modo en la narración que el espectador nunca va a sentirse
engañado.
“Mommy” es un film que atesora muchas virtudes y la menor de
ellas no es la mirada que su joven director arroja sobre los personajes, a los
que nunca juzga, sino sobre los tratar de ofrecer en todo momento una mirada
comprensiva, no para justificar sus actos, a veces reprochables, sino que para
dar a entender, como dice Diane en un momento del film, que ‘cada uno lidia con
lo que tiene como mejor sabe’. Sencillamente uno de los mejores films del 2014
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El trio protagonista,
impresionantes los tres, y la enérgica labor de dirección de Xavier Dolan detrás de
las cámaras. ¿Lo peor? Que se menosprecien los logros del film debido a prejuicios
hacia la juventud de su director.
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