sábado, 15 de noviembre de 2014

¿POR QUÉ LEO COMICS? (2ª parte)

Privada de sus dibujantes hot, Marvel decidió que había llegado la hora de cambiar de táctica y se volcó en promocionar a sus personajes con independencia de cualquier equipo creativo que se hiciese cargo de ellos. A fin de cuentas éstos eran de su propiedad y lo que buscaban es fidelizar al lector sin tener que temer por la marcha repentina de ningún dibujante o guionista. La acogida es esta medida por parte de la mayoría de los lectores fue más bien tibia, pues acostumbrados como estaban a disfrutar del trabajo de sus autores favoritos no iban a caer fácilmente en la trampa de engancharse a un personaje si éste estaba mal escrito o mal dibujado. Marvel trató de recuperar los favores de algunas antiguas estrellas (Chris Claremont, por ejemplo, volvería a la Casa de las Ideas para firmar su etapa más anodina y mediocre en los X-Men) y se inventó jugadas como “Heroes Reborn”, en la cual cedió temporalmente las riendas de algunas colecciones a algunos de los dibujantes díscolos que se habían marchado (es el caso de Jim Lee y Rob Liedfeld), con la promesa de otorgarles una mayor libertad creativa. El resultado fue engañoso y, de nuevo, mediocre. Los comics Marvel dejaron de ser lo que fueron antaño: un campo abonado para la creatividad y la invención.

Había que explotar nuevas fórmulas y encontrar una manera de fidelizar a los lectores con el objetivo de evitar que las ventas de comics comenzasen a caer. Así pues, en un intento de reverdecer laureles, tanto Marvel como DC se lanzaron a una carrera desenfrenada por encadenar un evento editorial detrás de otro, formula que ha logrado muy buena aceptación en algunos sectores de lectores (posiblemente los mayoritarios) y un cierto hastío en otros (entre los que me encuentro).

A mediados de los años 80 ambas compañías produjeron los primeros eventos editoriales, entendiendo éstos como un argumento que se desarrolla a lo largo de distintas colecciones pero interactuando entre ellas, y con el fin de lograr una mayor integración entre los diferentes títulos y así captar nuevos lectores.

El primer evento marvelita publicado en forma de maxiserie fue “Secret Wars”, y la repuesta por parte de DC fue “Crisis en tierras infinitas”. Ambos eventos tuvieron una concepción y objetivos bien diferenciados. Mientras que las “Secret Wars” de Marvel fueron el fruto de un acuerdo comercial entre la editorial y una compañía de juguetes con el fin de desarrollar una nueva línea de merchandising, las “Crisis” de DC tuvieron un objetivo mucho más honesto: unificar todas las diferentes colecciones que publicaba la editorial y que se desarrollaban en diferentes universos alternativos, en un único universo cohesionado, un poco a imagen del Universo Marvel. Ni que decir tiene que además en lo referente a la calidad de ambas maxiseries DC ganó por goleada: Marv Wolfman vs. Jim Shooter y  George Pérez vs. Mike Zeck. No hay color.


Lamentablemente la propia DC se desdiría posteriormente publicando lo que podríamos llamar ‘remakes’ de aquellas memorables “Crisis” originales, pero no esta vez para deshacer ningún entuerto, sino para acabar liándolo todo y volver a la fórmula original de los infinitos universos alternativos. El resultado ha acabado siendo un cúmulo de despropósitos que ha concluido en un muy criticado reboot editorial que ni ha convencido a muchos ni ha tenido la repercusión en ventas que esperaban.

El caso es que en esta última década la figura que más ha definido el panorama comiquero de las grandes editoriales no han sido ni los guionistas ni los dibujantes, sino los editores, con las figuras destacadas de Joe Quesada en Marvel y Dan Didio en DC. Editores que desde una óptica estrictamente comercial han potenciado la creación de comics de ‘usar y tirar’, colecciones que aparecen en el mercado para durar tan solo unos pocos números con el fin de  testear la respuesta del público. Poco importa si un personaje merece o no una colección propia o la evolución coherente del mismo dentro de lo que pretende ser un universo cohesionado como los que tratan de vendernos Marvel y DC. La prioridad es sacar al mercado cuantas más colecciones mejor, y para hacerlo se han apoyado en buena medida en la creación de dichos eventos editoriales, que se vertebran a veces sobre una maxi o miniserie inicial y se ramifican en el resto de colecciones de la editorial, muchas veces obligando a los lectores a buscar y comprar colecciones que habitualmente no leían. Si deseamos tener una idea completa o más global de lo que estamos leyendo en las colecciones que compramos habitualmente, a veces no nos queda más remedio que caer en la trampa y hacernos con algunos números concretos de otros títulos que en otras circunstancias no hubiésemos ni siquiera ojeado. Y para no dar respiro al lector y sacarle la mayor cantidad posible de dólares, se encadena un evento detrás de otro y se buscan las excusas más rocambolescas posibles para lanzar adelante dicho evento, no importa lo improbable, inverosímil, incoherente o incluso ridículo que pueda resultar (siempre dentro de lo que podemos aceptar como ‘verosímil’ dentro de un universo de fantasía que se ha consolidado a lo largo de varias décadas). 

Solo en estos últimos años hemos gozado o sufrido (que cada cual escoja el verbo que mejor le parezca) de “Invasión Secreta”, “Reinado oscuro”, “Asedio”, “Identity Crisis”, “Infinity crisis”, “World War Hulk”, “Cisma”, “Complejo Mesías”, “Vengadores vs. X-men”, “Final Crisis”, “La noche más oscura”, “52”,“El día más brillante”, “Fear Itsel”, “House of M”, “Civil War”, “Pecado original”, “Maldad Eterna”, “Axis”, “Future’s End”, bla, bla, bla. Y creo que me estoy dejando muchos títulos en el tintero. A mí personalmente todo esto me produce muchísima pereza. Por un lado hemos de tener en cuenta que se planifica todo en función de las expectativas en cifras de ventas; se construyen eventos no porque obedezcan a una evolución coherente de las colecciones, sino porque hay necesidad de sorprender, utilizar, manipular, engañar al lector con el objetivo de incrementar las ventas de las colecciones de cómics. A tal fin se matan y resucitan personajes, se les cambia el sexo, vuelven malvados a los héroes y redimen a los villanos, cambian las alineaciones, se sacan nuevos parientes de la manga… Y todo ello de forma gratuita, irreflexiva, atropellada. En los años 80 editores como Jim Shooter o Bob Harras controlaban el devenir de las colecciones con mano férrea, coartando muchas veces la libertad creativa de los autores, es cierto, pero al mismo tiempo consiguiendo que todas y cada una de las colecciones que gestionaban mantuviesen una identidad diferenciada, al mismo tiempo que se respetaba tanto la coherencia interna del título como la cohesión con el resto de universo ficticio al que se adscribía. Lo que vulgarmente se llama continuidad. Ese despotismo editorial les granjearon no pocas críticas y no pocas enemistades dentro de la industria, pero también hay casos en que esa injerencia por parte de los editores acabó beneficiando algunos títulos. Conocido es el caso de la “Saga de Fénix Oscura”, en la cual pese a las reticencias iniciales del guionista Chris Claremont, Jim Shooter, editor en jefe de Marvel por aquellos tiempos, impuso su idea de que Jean Grey debía responsabilizarse de sus actos y morir al final de la historia. El resultado fue uno de los mejores y más emotivos relatos que jamás han salido de la pluma de Claremont, y una de las historias que más recuerdan hoy día cualquier aficionado marvelita.


Sin embargo algunos editores actuales como Didio en DC o Quesada en Marvel no pueden evitar entrar en contradicciones cuando, si bien por un lado conceden mayor libertad de movimiento a algunos de sus autores, al mismo tiempo otorgan un excesivo control a algunos de sus guionistas estrella, como es el caso de Brian Michael Bendis en Marvel o Geoff Johns en DC. Guionistas que han llegado a construir su propio ‘sub-universo’ dentro de la editorial (ya se habla de Bendis-verso) y que planifican su historias a través de maxi-eventos que infieren en el desarrollo del trabajo de otros compañeros escritores. El resultado es que Bendis o Johns pasan cual apisonadoras por encima del trabajo de otros compañeros guionistas sin importarles el resultado. Sonado es el caso de Bendis, que tras desarrollar “Reinado oscuro” en las diferentes colecciones de Vengadores, decidió que debía culminarlo en “Asedio” con la invasión y destrucción de Asgard, sin importarle lo más mínimo que eso daba al traste con las ideas que Michael Straczynski estaba desarrollando en la colección de Thor. El resultado fue que este último acabó abandonando la colección porque no quería someterse a los dictados de otros guionistas que gozaban de mayor influencia dentro de la editorial.


El caso de Brian Michael Bendis me resulta particularmente curioso, pues dejando a un lado su mayor o menor calidad como escritor (personalmente pienso que al igual que Geoff Johns está muy sobrevalorado), parece que en Marvel puede hacer o deshacer como le venga en gusto. Muchas de sus decisiones en los comics que escribe me parecen discutibles, caprichosas, gratuitas y denotan a veces un escaso conocimiento de los personajes sobre los que escribe y su historia dentro de Marvel. Nunca me gustó su idea de incluir a Lobezno como miembro de los Vengadores, como nunca me gustó la idea de que durante su etapa en la colección se empeñase en que cualquier personaje Marvel de cierta relevancia militase en las filas vengativas sin tener en cuenta su nulo encaje en el grupo. Es el caso de Daredevil, el Caballero Luna, Tormenta, la Cosa, Spider-man, el Doctor Extraño… Que sí, que meter a Logan y a Ben Grimm en una misma formación puede dar lugar a diálogos realmente ingeniosos, pero eso lo puedes resolver con un team-up temporal sin necesidad de formalizar una relación de pertenencia que en algunos casos llega a ser demasiado forzada. El paroxismo de la situación llega a extremos exasperantes cuando haces que un mismo personaje interactué en varias formaciones y a la vez mantenga varias colecciones en solitario. Ahí están los casos de Ben Grimm en 4F y Vengadores, Spidey en solitario, en Vengadores  y en 4F (¿???), Lobezno en solitario, X-Men, X-Force y Vengadores… Son situaciones que llegan a resultar ridículas. Y ahora, para más inri,  tendremos a Spiderman como profe en la mansión X (absurdo), a Miles Morales (el Spidey del universo Ultimate) como miembro de los nuevos X-men, o a Iron-Man, Mrs. Marvel y Veneno (¡!!!) como miembros de Los Guardianes de la Galaxia.

Hoy en día cualquier argumento se concibe en función de decisiones estrictamente editoriales, y el único objetivo de las mismas es incrementar las cifras de ventas. ¿Qué acontecimiento puede capar de forma masiva la atención de los lectores? Matar al mutante más popular de todos los tiempos. ¿Cuándo durará el universo Marvel sin Lobezno? Posiblemente lo mismo que duró DC sin Superman o Batman.


Algo similar ocurre con la permanencia de los llamados dibujantes ‘hot’ dentro de una determinada colección: su responsabilidad no va más allá de comprometerse con un breve arco argumental, lo suficiente para (de nuevo) captar la atención de lectores despistados e incrementar así las cifras de venta. Antaño gente como Jim Starlin, John Byrne, Alan Davis, Dave Cockrum o John y Sal Buscema destacaban por su profesionalidad, se comprometían con un título y permanecían en él hasta el agotamiento. Ya sabíamos que gente como Arthur Adams no destacaban por su rapidez, pero podían brillar en annuals, miniseries o novelas gráficas y desarrollar así de manera plena su talento. Hoy día todos los Oliver Coipel, Esaad Ribic, Jimmy Cheung, Ivan Reis, Bryan Hitch, Frank Quitely, Gary Frank y cualquier otro dibujante hot no permanece en una colección más allá de 4 o 6 números, 12 si les permiten acumular retrasos en las entregas (como los casos de Jimmy Cheung en “Children’s Crusade” o Bryan Hitch en “The Ultimates”). Esto lleva a que muchas aventuras se planifiquen precisamente en función de la permanencia temporal de un dibujante concreto en un título determinado.  Hay pocas excepciones, como son los casos de David Aja, Chris Sammee o Stuart Inmomen, que son dibujantes que además de talentosos son capaces de mantener el ritmo de una colección  mensual. Ya sabemos que a George Pérez (el único de los ‘clásicos’ que parece mejorar con cada nuevo proyecto que acomete… cosa que no puede decirse de Byrne o Simonson) los problemas de salud le limitan a la hora de hacerse cargo de proyectos de larga duración, pero incluso Alan Davis se ha sumado a la tendencias de ir cambiando de colección/proyecto cada dos por tres, y no comprometerse con ningún título más allá de una aventura autoconclusiva que dure 4 o 6 episodios como mucho.



¿Y con qué apelativo podríamos definir el momento actual? Yo lo llamaría 'la época de los productores', porque son los productores cinematográficos y no los editores de comics los que marcan las lineas editoriales en la producción de comics de Marvel o DC. Cada vez que se estrena un film y éste tiene un éxito en taquilla aceptable, el comic en que se basa se adapta para asemejarse a la imaginería presente en la película. Así por ejemplo, el aspecto de Star-lord en "Los guardianes de la galaxia" ha cambiado en el comic para parecerse lo más posible al del film. Una decisión aún más estúpida es la que afecta a un personaje como Nick Fury. Cuando debutó en el comic de "Ultimates" el dibujante Bryan Hitch utilizó al actor Samuel L. Jackson como modelo, motivando el hecho de que cuando este personaje aparece por primera vez en pantalla, en la primera entrega de "Iron Man", fuese dicho actor quien lo encarnase. Pues bien, después va Marvel y finiquita el Nick Fury clásico de toda la vida, se saca de la manga un hijo ilegítimo desconocido hasta la fecha, que es afroamericano, que también ha perdido un ojo y luce un parche en el mismo, y que responde al nombre de Nick Fury Jr. Y el colmo de la estupidez es cuando Marvel anuncia que (presumiblemente) cancelará la colección de los 4 Fantásticos descontenta con el enfoque pretende darle en el nuevo film que está preparando Josh Trank para la Fox, y todo por evitar hacerle ningún tipo de publicidad gratuita a la productora.

 
El caso es que he llegado a la edad adulta y continúo leyendo comics porque es algo que me apasiona. Sin embargo cada vez son menos las colecciones nuevas que leo, cada vez menos los títulos recientes que sigo con cierta asiduidad. Ocasionalmente me lanzo a algún proyecto novedoso si los autores me inspiran confianza y me resultan atractivos. A veces acierto con la elección pero aun así ninguno de estos nuevos comics despiertan en mí la pasión y el entusiasmo que sentía cuando leía la Patrulla-X, los Vengadores o los 4 Fantásticos siendo adolescente. Quizás influya también el factor nostalgia que me lleva a buscar de nuevo los comics de mi niñez, y me permito revivir así aquel entusiasmo infantil al releer algunos de aquellos títulos. Disfruto infinitamente más con las reediciones de clásicos de aquella época que con los nuevos títulos que publica Marvel o DC en la actualidad. En parte es nostalgia y en parte también porque tengo la sensación de que por aquel entonces se respectaba más al lector. Y por respeto entiendo no engañarle, no manipularle y limitarse simplemente a ofrecerle el mejor entretenimiento posible.

Un ejemplo: Cuando Marvel publicó su “One More Day” en Spider-man (que supuso el abandono de Straczynski de la colección y que posteriormente fue popularmente conocido como ‘el mefistazo’) me sentí insultado y dejé la colección. Yo había crecido con Peter Parker, había llegado a la edad adulta con él, y viví con él su boda, su separación, cuando encontró un nuevo trabajo como profesor en un instituto… Yo entendía su proceso evolutivo y participaba de él, porque Peter Parker había madurado conmigo. El ‘mefistazo’ consistía en revertir aquella situación, involucionar el personaje, y llevarlo de nuevo a una situación pasada. ¿Por qué? Porque los editores consideraban que un personaje adulto no iba a captar la atención de los lectores adolescentes. Así pues dicha decisión no vino por parte de un guionista ni obedecía a una evolución del personaje, sino que fue una decisión editorial con el objetivo de incrementar las ventas. Dicho objetivo funcionó con algunos lectores… y no funcionó con otros muchos, yo entre ellos, que sentimos que en cierta forma se nos estaba faltado al respecto como lectores que nos habíamos fidelizado a un personaje y una colección. Yo dejé la colección y ya no no fuí consciente de decisiones aún más polémicas como las que dieron lugar a “Superior Spider-man”.

Más radical fue aún el reboot editorial de DC Comics en el 2012. Yo leía pocos títulos de la editorial en aquella época y ya no leí ninguno desde entonces. Quizás algunos consideren que es una rabieta infantil, pero cuando has crecido con unos personajes y los has visto crecer contigo, cambiar, madurar, evolucionar… que alguien venga y de un plumazo se saque de la manga un truco de chistera y decida empezar todo de nuevo desde cero… Yo personalmente lo considero una falta de respeto hacia los lectores que seguimos desde hace años dichas colecciones.

Por todas estas razones vuelvo una y otra vez de nuevo a los comics que leí antaño, en mi niñez. Vuelvo al Thor de Simonson, a los X-Men de Claremont, a los Nuevos Titanes de Wolfman y Pérez, no únicamente porque son comics bien escritos y bien dibujados, no solo por su alto nivel de calidad, sino sobre todo porque mantienen intacto su sense of wonder, y porque consiguen obtener una absoluta complicidad con el lector. Cada vez que Panini anuncia un nuevo Marvel Héroes o un Omnigold que recupera etapas clásicas de colecciones Marvel, yo salto de emoción. En algunos casos porque me permite recuperar comics que perdí o incluso que no leí en su momento, pero sobre todo porque me permite reencontrarme con los personajes de mi niñez en su forma más pura y no adulterada, y hacerlo además en una nueva edición más cuidada, remasterizada, mejorada.

Buena parte de ese entusiamo viene motivado, me temo, porque aún conservo un cierto espíritu infantil... Espero no perderlo nunca.
 

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