martes, 11 de noviembre de 2014

HACIA EL INFINITO... Y MÁS ALLÁ



Hay un grupo de directores de cine actuales por los que confieso siento una admiración casi incondicional. En la cima de esas preferencias pondría a un pequeño grupo de cineastas que son capaces de hacer de su particular forma de ver y hacer cine un género en sí mismo, AUTORES con mayúsculas que por encima de todo lo que hacen es ARTE, gente como Paul Thomas Anderson (de quién espero con ansia su próximo film, “Inherent vice”, después de las magistrales lecciones de cine de “There will be blood” o “The Master”), Wes Anderson o Spike Jonze. Solo un peldaño un poquitín por debajo pondría a David Fincher, uno de los mayores y mejores estetas con los que cuenta el cine actual. Y solo un poco por debajo de Fincher pondría a Christopher Nolan, uno de los pocos directores de cine capaces de mantener su sello de autoría dentro de un blockbuster al uso.

Como en todo autor que se precie en Nolan persisten ciertas constantes que hacen de su filmografía un todo coherente (hasta la fecha), y en su caso parece ser su pasión por los rompecabezas formales. Nolan se dio a conocer mundialmente con su 2º largometraje, “Memento” (2000), film de alambicada construcción formal en el que Nolan experimentaba con la estructura fragmentada del guion en un juego argumental en el que no se permitía al espectador tener una idea cierta de la historia hasta alcanzado el clímax del film. Después vendría “Insomnia” en el 2002, cuya buena recepción en taquilla le abriría las puertas a hacerse con el reboot de la franquicia del Caballero Oscuro, de la que ofrecería la primera entrega en el año 2005 con el título “Batman Begins”. Con este film Nolan se desmarcaba de las tendencias de carácter más fantástico de otras adaptaciones de comics de superhéroes para tratar de ofrecer un retrato del personaje que a él le resultara cuanto menos plausible. La trilogía de Batman de Christopher Nolan es en este sentido una rara avis en la tendencia actual de films superheroicos, al optar por una visión más realista de los personajes y el entorno en el que se desenvuelven. También nos encontramos de nuevo en este film con uno de esos puzles formales tan gratos a Nolan en la propia figura del personaje interpretado por Liam Neeson, si bien en esta ocasión la estructura narrativa del film es bastante más lineal, como ocurrirá también en las siguientes entregas en torno a la figura de Batman: "The Dark Knight" (2008) y "The Dark Knight Rises" (2012). En el caso de la trilogía del hombre murciélago si bien Nolan exhibe su habitual elegancia y clasicismo para la puesta en escena, no se muestra igual de hábil rodando escenas de acción, que en algunos casos llegan a resultar harto confusas, y por mucho que sea un efecto más o menos intencionado por parte de su director el resultado da la impresión de cierta torpeza tras la cámara. En cualquier caso los fallos de montaje que puedan tener estos films quedan compensados con la grandilocuencia que imprime Nolan al conjunto y con los riesgos que asume en la realización, pues Nolan pone de manifiesto su gusto por filmar en localizaciones reales y evitar los sets de rodaje, así como trabajar los efectos especiales in situ, dejando para la post-producción tan solo aquel trabajo estrictamente necesario, redundando todo ello en un tono más ‘naturalista’ bastante inusual el films de corte fantástico.

Buena parte del fandom le reprochó a Nolan el giro hacia el verismo que imprime al personaje de Batman, arguyendo que al final lo que él ha filmado es un thriller con un protagonista enmascarado… opinión con la que no estoy en absoluto de acuerdo. No creo que Nolan hayan traicionado en ningún momento la esencia del personaje, tan solo la ha trasladado a un terreno en el que él se expresa con mayor elocuencia.

En el 2006 Nolan estrena "El prestigio", adaptación de la estupenda novela de Christopher Priest que narra el enfrentamiento entre dos ilusionistas rivales en la Inglaterra de principios del siglo XIX. Nolan demuestra desenvolverse bastante bien en la que a efectos prácticos puede considerarse su primera película de época, pero sobre todo deja bien claro qué es lo que le atrajo del argumento de la novela, pues ésta se vertebra en buena parte sobre esos giros dramáticos tan del gusto del director británico. “El prestigio” funciona como un juego de espejos a varios niveles en los que se contraponen ilusión y realidad, magia y ciencia, modernidad y tradición (la aparición de Nicola Tesla en un determinado momento del film le permite a Nolan introducir un discurso acerca de la irrupción de la nuevas tecnologías y cómo estas afectan a nuestra percepción de la tradición que nos ha legado el pasado). Ese mismo juego de espejos presente en el argumento se puede trasladar al proceso de rodaje del film pues la rivalidad entre los dos ilusionistas protagonistas del relato se refleja también en el duelo actoral que se establece entre dos magnéticos Christian Bale y Hugh Jackman.

Así como entre la filmación de la primera y segunda entregas de su trilogía del caballero oscuro Christopher Nolan encontró el momento para rodar “El prestigio”, antes de rodar la tercera entrega se volcó en la filmación de un proyecto de carácter más personal: “Inception” (2010), que en España se tradujo como “Origen”.

Más que nunca el guion de “Inception” funciona como un preciso mecanismo de relojería, y si la escritura de “Memento” tomaba la estructura formal de un rompecabezas, la de este film se construye en forma de juego de muñecas rusas, experimentando con la narrativa y jugando con varias capas de realidad una dentro de otra, prestando atención al detalle de tal forma que obliga al espectador a estar atento a lo largo de todo el metraje si quiere alcanzar una compresión global del relato. “Inception” es el film más estilizado da la carrera de Nolan antes de “Interestelar”. A su habitual elegancia añade esta vez un mayor control en las escenas de acción del que hizo gala en los films sobre Batman, pero son dos los elementos que más destacan en el conjunto además de su modélica escritura. Por un lado la dimensión humana que Nolan nunca obvia; estamos ante un film de ciencia-ficción, es cierto, pero Nolan no convierte la trama fantástica del relato en la base sobre la cual se vertebra el mismo, al contrario, las relaciones humanas en general, y entre los personajes que en el film interpretan Leonardo Dicaprio y Marion Cotillard en particular, son los elementos de los que Nolan se sirve para desarrollar el drama. Por otro lado, los efectos especiales; éstos son sencillamente espectaculares (se llevaron el Oscar en el 2011), pero siempre están al servicio de la historia. Al contrario que directores como James Cameron o Peter Jackson, para Nolan la tecnología nunca se convierte en el objetivo de sus films, si no en el medio; Nolan no planifica o filma en función de los efectos especiales con la intención de epatar al espectador, sino que se sirve de los mismos para reforzar la historia que quiere contar. En “Inception” Nolan rematará la película con un final intencionadamente ambiguo, en perfecta consonancia con el tono del film, que permite al espectador elaborar sus propias teorías acerca de la trama.

Muchos de los comentarios que he utilizado para referirme a las anteriores películas de Christopher Nolan serían perfectamente válidos en su último film, “Interestelar” (2014): construcción modélica del guion, elegancia formal en la puesta en escena, dimensión humana de sus historias, la tecnología al servicio del film y no como objetivo del mismo… Pero esa dimensión humana presente alcanza en esta ocasión cotas que Nolan no había logrado hasta la fecha, y el resultado es que “Interestelar” emociona como no lo había hecho ninguno de sus films anteriores.

Los referentes en los que se ha basado Christopher Nolan para escribir el guion de su último film (conjuntamente con su hermano Johathan, con quien ya había co-escrito “Memento”, “El prestigio” y las dos últimas entregas de la trilogía de Batman) son bastante obvios: “2001” obviamente (más el film de Stanley Kubrick que la novela de Arthur C. Clarke) y también “Solaris” de Stanislaw Lem (llevada al cine por Andrei Tarkowski en 1972 y posteriormente por Steven Soderbergh en 2002), pero también el cine de Steven Spielberg. De los primeros tomaría su capacidad para trascender por un lado y su sense of wonder en la observación del espacio exterior; del segundo tomaría su dimensión emocional y la capacidad para conectar con el público mediante esa misma emoción.

En la escritura del guion los hermanos Nolan han contado con el asesoramiento científico del renombrado Kip Thorne, autoridad indiscutible en cuanto a física gravitacional se refiere. Así pues vamos a encontrar en la historia muchas referencias a temas científicos como la teoría de la relatividad, los agujeros de gusano, la teoría de cuerdas, la física cuántica, la teoría gravitacional, los agujeros negros… Nolan presenta todos esos temas en su guion haciendo gala de una cierta sobreexposición explicativa, necesaria por otro lado si quiere otorgar de cierto grado de verosimilitud a la historia y lograr que un espectador no versado se sienta involucrado en la trama. Afortunadamente Nolan lo hacen se resultar en exceso discursivo, lo cual es de agradecer. Es cierto que muchos espectadores le han achacado al film que algunas de las teorías que explica el film no se sostienen o no tienen base científica, al menos no en la forma con cómo están expuestas en la película. Pero no podemos dejar de puntualizar un tema: estamos viendo un film, no un documental, estamos hablando de cine, de ARTE, NO de CIENCIA, así que es perfectamente permisible tomarse ciertas libertades con la base científica si ello va a favorecer el desarrollo dramático del film. ¿No lo permitimos acaso en las películas llamadas ‘históricas’? Si toleramos que se tergiversen en cierta (controlada) medida algunos hechos históricos para favorecer la trama, ¿por qué no vamos a permitirlo también con las teorías científicas que se exponen en un film como éste? A fin de cuentas nos estamos moviendo siempre en el terreno (espinoso) de la física teórica, no la ciencia empírica.

Como en casi toda la filmografía previa de Christopher Nolan nos encontramos en esta ocasión con un mesurado uso de la tecnología y los efectos especiales, y Nolan logra en esta ocasión (como ya hizo con algunas secuencias de “Inception”) algunas imágenes que verdaderamente cortan la respiración (la nave “Endurance” sobrevolando Saturno, la visión del agujero de gusano cerca de una de las lunas de Saturno o la del agujero negro al final del film, las olas gigantes del primer planeta que visitan, los áridos paisajes helados del siguiente planeta –en realidad Islandia-…), sin embargo, al margen de despertar en el espectador esa sensación de sense of wonder presente en el “2001” de Kubrick, los momentos más espectaculares del film no buscan en ningún momento el lucimiento de los (estupendos por otro lado) efectos especiales, si no que están al servicio del desarrollo dramático de la historia. En este sentido hay una secuencia de acción sencillamente modélica que mantiene en tensión al espectador de principio a fin: la del intento de acoplar la lanzadera a la estación “Endurance” cuando huyen el planeta helado. Para incrementar aún más la tensión de dicha secuencia Nolan ya ha presentado antes otra secuencia similar en la que nos muestra un acoplamiento exitoso, de manera que el espectador tiene la información necesaria para comprender lo que está fallando en ese momento, incrementando de esa manera su angustia.

Sin embargo nada de esto funcionaría si los hermanos Nolan no hubiesen desarrollado a fondo en su guion la dimensión humanista del mismo. La de “Interestelar” es una historia acerca de la exploración del espacio en busca de respuestas trascendentales acerca de la humanidad (algo que ya estaba presente, como citaba antes, en las novelas de Clarke o Lem), pero también es una historia acerca de los lazos emocionales que nos unen a las personas que nos rodean. Hay un discurso del personaje de Anne Hataway acerca del amor como una dimensión cuantificable que expone claramente una de las intenciones del film de Nolan, y que entronca de manera muy evidente con la filmografía de directores muchas veces injustamente denostados como Steven Spielberg. Pero ese factor emocional no tendría el efecto que tiene si Nolan no hubiese contado con un casting modélico: Anne Hataway, Jessica Chastain, Cassey Affleck o Wes Bentley cumplen sobradamente pese a que en ocasiones se eche en falta algo más de empaque en sus personajes (personalmente me gusta mucho Chastain y en este film deja bien clara su capacidad de transmitir emoción con el gesto; lamentablemente su personaje acaba resultando más bien episódico). A Michael Caine y John Lithgow les basta con su mera presencia para derrochar carisma y savoir faire. E incluso cierto actor no acreditado supone una grata sorpresa en su inesperado papel.
Pero sin duda alguna quién se lleva la parte del león en esta ocasión es un inmenso Matthew McConaughey que carga prácticamente con todo el peso de la película sobre sus espaldas. McConaughey, tras una temporada en que escogía francamente mal las producciones en las que participaba, vuelve a demostrar que es un actor muy a tener en cuenta en films como “Mud” (2011), “Magic Mike” (2012), “Dallas Buyers Club” (2013, merecido Oscar al mejor actor principal), “El lobo de Wall Street” (2013) o la serie de televisión “True Detective” (2014). Su trabajo en “Interestelar” no es ninguna excepción y no hay más que echar un vistazo a la secuencia en que McConaughey mantiene un primer plano estático mientras escucha los mensajes grabados que le llegan de la tierra y observar cómo reacciona el personaje. La emoción que destila el actor en esa secuencia golpea a los espectadores como un puño y a buen seguro arrancará la lágrima a más de uno (a mí me lo hizo).

Sin duda alguna los logros de un film como “Interestelar” hay que atribuirlos al trabajo de Nolan como director, al elenco actoral y al excepcional nivel técnico de la cinta, pero por encima de todo hay que agradecer que todos esos aspectos se desarrollen a partir de unos cimientos sólidos como es la escritura de un guion capaz de integrar acción y emoción, discurso científico y capacidad de sorprender al espectador, reflexión y entretenimiento. Hay muchos momentos en la película que demuestran la buena mano que tiene Nolan para aunar una trama de ciencia-ficción con elementos de cine de acción puro y duro, con un intenso desarrollo dramático de los personajes (como ocurría, por ejemplo, con las secuencias entre Dicaprio y Cotillard en “Incepcion”). Podría citar todos los momentos del personaje de Cooper (McConaughey) con su hija, el mencionado discurso de Hataway, el reencuentro de Cooper con Murph, Murph (Chastain) grabando un mensaje para su padre… Pero insisto en la impecable ejecución técnica de esta película caería en saco roto de no existir un guion modélico que se sirve de las teorías científicas y de los giros dramáticos para jugar astutamente con las paradojas temporales y de esta manera sorprender al espectador. Nolan incluso sortea hábilmente los peligros de caer en la sensiblería fácil o de recurrir al socorrido deux ex machina al alcanzar el clímax final, elementos que amenazan con asomar por el horizonte cuando el film está próximo a su film. Afortunadamente el director prefiere optar por la contención y no exprime en exceso el recurso de la lágrima fácil, cosa que hubiese sido nefasta.

Es necesario mencionar también a dos de los colaboradores de Nolan en este film. Por un lado el director de fotografía Hoyte van Hoytema, que realiza un trabajo sencillamente deslumbrante, arrancando imágenes de belleza sobrecogedora cuando muestra el espacio exterior, pero también dotando de mayor profundidad a las escenas que se desarrollan en la Tierra, donde predominan los tonos ocres, terrosos, apagados, en contraposición a los más diáfanos del interior de la nave espacial; esas fotografía casi en tonos sepias en parte pretende reflejar el color del polvo que se ha aposentado en el planeta y que se cierne como una amenaza constante sobre la humanidad, pero al mismo tiempo nos evoca a un pasado reciente donde la tecnología está prácticamente ausente y el ser humano parece haber recuperado antiguos hábitos (el protagonista, Cooper, ha abandonado su carrera como piloto espacial para dedicarse a llevar una granja); por otro lado los tonos más fríos pero al mismo tiempo más luminosos del interior de la nave espacial o los planetas visitados, vienen a ilustrar la proyección de la humanidad hacia el futuro. El otro colaborador de Nolan que es necesario destacar es sul compositor habitual desde los tiempos de “Batman Begin”, el alemán Hans Zimmer, más sutil y menos grandilocuente (por fortuna) en esta ocasión de lo que es habitual en él; Zimmer compone una partitura evocadora, en perfecta simbiosis con las imágenes del film, y que en ocasiones parece querer emular los experimentos musicales de Gyorgy Ligeti en el film de Kubrick.

Los puristas que se entretengan en ello es posible que encuentren algunas lagunas en su guion, del mismo modo que pueden encontrarse en films precedentes del director británico. Habrá quien diga que es un film excesiva y/o innecesariamente largo. Pero para mí han supuesto los 160 minutos de cine más emotivos que he experimentado en mucho tiempo. “Interestelar” es un film que atrapa, que emociona, que te mantiene en tensión, que evoca, que invita a la reflexión… y en este sentido es una rara avis en las pantallas de cine actuales, más tratándose de un film de género.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Todo. ¿Lo peor? Nada. Me lo he pasado tan bien viendo la película que no tengo ganas de ponerme a buscarle defectos.

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