Hay un grupo
de directores de cine actuales por los que confieso siento una admiración casi
incondicional. En la cima de esas preferencias pondría a un pequeño grupo de
cineastas que son capaces de hacer de su particular forma de ver y hacer cine
un género en sí mismo, AUTORES con mayúsculas que por encima de todo lo que hacen
es ARTE, gente como Paul Thomas Anderson (de quién espero con ansia su próximo
film, “Inherent vice”, después de las magistrales lecciones de cine de “There
will be blood” o “The Master”), Wes Anderson o Spike Jonze. Solo un peldaño un
poquitín por debajo pondría a David Fincher, uno de los mayores y mejores
estetas con los que cuenta el cine actual. Y solo un poco por debajo de Fincher
pondría a Christopher Nolan, uno de los pocos directores de cine capaces de
mantener su sello de autoría dentro de un blockbuster
al uso.
Como en todo
autor que se precie en Nolan persisten ciertas constantes que hacen de su
filmografía un todo coherente (hasta la fecha), y en su caso parece ser su
pasión por los rompecabezas formales. Nolan se dio a conocer mundialmente con
su 2º largometraje, “Memento” (2000), film de alambicada construcción formal en
el que Nolan experimentaba con la estructura fragmentada del guion en un juego
argumental en el que no se permitía al espectador tener una idea cierta de la
historia hasta alcanzado el clímax del film. Después vendría “Insomnia” en el
2002, cuya buena recepción en taquilla le abriría las puertas a hacerse con el reboot
de la franquicia del Caballero Oscuro, de la que ofrecería la primera entrega
en el año 2005 con el título “Batman Begins”. Con este film Nolan se desmarcaba
de las tendencias de carácter más fantástico de otras adaptaciones de comics de
superhéroes para tratar de ofrecer un retrato del personaje que a él le resultara
cuanto menos plausible. La trilogía de Batman de Christopher Nolan es en este
sentido una rara avis en la tendencia actual de films superheroicos, al optar
por una visión más realista de los personajes y el entorno en el que se
desenvuelven. También nos encontramos de nuevo en este film con uno de esos
puzles formales tan gratos a Nolan en la propia figura del personaje
interpretado por Liam Neeson, si bien en esta ocasión la estructura narrativa del
film es bastante más lineal, como ocurrirá también en las siguientes entregas
en torno a la figura de Batman: "The Dark Knight" (2008) y "The
Dark Knight Rises" (2012). En el caso de la trilogía del hombre murciélago
si bien Nolan exhibe su habitual elegancia y clasicismo para la puesta en
escena, no se muestra igual de hábil rodando escenas de acción, que en algunos
casos llegan a resultar harto confusas, y por mucho que sea un efecto más o
menos intencionado por parte de su director el resultado da la impresión de
cierta torpeza tras la cámara. En cualquier caso los fallos de montaje que
puedan tener estos films quedan compensados con la grandilocuencia que imprime
Nolan al conjunto y con los riesgos que asume en la realización, pues Nolan
pone de manifiesto su gusto por filmar en localizaciones reales y evitar los
sets de rodaje, así como trabajar los efectos especiales in situ, dejando para
la post-producción tan solo aquel trabajo estrictamente necesario, redundando
todo ello en un tono más ‘naturalista’ bastante inusual el films de corte
fantástico.
Buena parte
del fandom le reprochó a Nolan el
giro hacia el verismo que imprime al personaje de Batman, arguyendo que al
final lo que él ha filmado es un thriller con un protagonista enmascarado…
opinión con la que no estoy en absoluto de acuerdo. No creo que Nolan hayan
traicionado en ningún momento la esencia del personaje, tan solo la ha
trasladado a un terreno en el que él se expresa con mayor elocuencia.
En el 2006
Nolan estrena "El prestigio", adaptación de la estupenda novela de
Christopher Priest que narra el enfrentamiento entre dos ilusionistas rivales
en la Inglaterra de principios del siglo XIX. Nolan demuestra desenvolverse
bastante bien en la que a efectos prácticos puede considerarse su primera
película de época, pero sobre todo deja bien claro qué es lo que le atrajo del
argumento de la novela, pues ésta se vertebra en buena parte sobre esos giros
dramáticos tan del gusto del director británico. “El prestigio” funciona como
un juego de espejos a varios niveles en los que se contraponen ilusión y
realidad, magia y ciencia, modernidad y tradición (la aparición de Nicola Tesla
en un determinado momento del film le permite a Nolan introducir un discurso
acerca de la irrupción de la nuevas tecnologías y cómo estas afectan a nuestra
percepción de la tradición que nos ha legado el pasado). Ese mismo juego de
espejos presente en el argumento se puede trasladar al proceso de rodaje del film
pues la rivalidad entre los dos ilusionistas protagonistas del relato se
refleja también en el duelo actoral que se establece entre dos magnéticos
Christian Bale y Hugh Jackman.
Así como
entre la filmación de la primera y segunda entregas de su trilogía del
caballero oscuro Christopher Nolan encontró el momento para rodar “El
prestigio”, antes de rodar la tercera entrega se volcó en la filmación de un
proyecto de carácter más personal: “Inception” (2010), que en España se tradujo
como “Origen”.
Más que
nunca el guion de “Inception” funciona como un preciso mecanismo de relojería,
y si la escritura de “Memento” tomaba la estructura formal de un rompecabezas,
la de este film se construye en forma de juego de muñecas rusas, experimentando
con la narrativa y jugando con varias capas de realidad una dentro de otra,
prestando atención al detalle de tal forma que obliga al espectador a estar
atento a lo largo de todo el metraje si quiere alcanzar una compresión global
del relato. “Inception” es el film más estilizado da la carrera de Nolan antes
de “Interestelar”. A su habitual elegancia añade esta vez un mayor control en
las escenas de acción del que hizo gala en los films sobre Batman, pero son dos
los elementos que más destacan en el conjunto además de su modélica escritura.
Por un lado la dimensión humana que Nolan nunca obvia; estamos ante un film de
ciencia-ficción, es cierto, pero Nolan no convierte la trama fantástica del
relato en la base sobre la cual se vertebra el mismo, al contrario, las
relaciones humanas en general, y entre los personajes que en el film
interpretan Leonardo Dicaprio y Marion Cotillard en particular, son los
elementos de los que Nolan se sirve para desarrollar el drama. Por otro lado,
los efectos especiales; éstos son sencillamente espectaculares (se llevaron el
Oscar en el 2011), pero siempre están al servicio de la historia. Al contrario
que directores como James Cameron o Peter Jackson, para Nolan la tecnología
nunca se convierte en el objetivo de sus films, si no en el medio; Nolan no
planifica o filma en función de los efectos especiales con la intención de
epatar al espectador, sino que se sirve de los mismos para reforzar la historia
que quiere contar. En “Inception” Nolan rematará la película con un final
intencionadamente ambiguo, en perfecta consonancia con el tono del film, que
permite al espectador elaborar sus propias teorías acerca de la trama.
Muchos de
los comentarios que he utilizado para referirme a las anteriores películas de
Christopher Nolan serían perfectamente válidos en su último film, “Interestelar”
(2014): construcción modélica del guion, elegancia formal en la puesta en
escena, dimensión humana de sus historias, la tecnología al servicio del film y
no como objetivo del mismo… Pero esa dimensión humana presente alcanza en esta
ocasión cotas que Nolan no había logrado hasta la fecha, y el resultado es que
“Interestelar” emociona como no lo había hecho ninguno de sus films anteriores.
Los
referentes en los que se ha basado Christopher Nolan para escribir el guion de
su último film (conjuntamente con su hermano Johathan, con quien ya había
co-escrito “Memento”, “El prestigio” y las dos últimas entregas de la trilogía
de Batman) son bastante obvios: “2001” obviamente (más el film de Stanley
Kubrick que la novela de Arthur C. Clarke) y también “Solaris” de Stanislaw Lem
(llevada al cine por Andrei Tarkowski en 1972 y posteriormente por Steven
Soderbergh en 2002), pero también el cine de Steven Spielberg. De los primeros
tomaría su capacidad para trascender por un lado y su sense of wonder en la observación del espacio exterior; del segundo
tomaría su dimensión emocional y la capacidad para conectar con el público
mediante esa misma emoción.
En la
escritura del guion los hermanos Nolan han contado con el asesoramiento
científico del renombrado Kip Thorne, autoridad indiscutible en cuanto a física
gravitacional se refiere. Así pues vamos a encontrar en la historia muchas
referencias a temas científicos como la teoría de la relatividad, los agujeros
de gusano, la teoría de cuerdas, la física cuántica, la teoría gravitacional,
los agujeros negros… Nolan presenta todos esos temas en su guion haciendo gala
de una cierta sobreexposición explicativa, necesaria por otro lado si quiere
otorgar de cierto grado de verosimilitud a la historia y lograr que un
espectador no versado se sienta involucrado en la trama. Afortunadamente Nolan
lo hacen se resultar en exceso discursivo, lo cual es de agradecer. Es cierto
que muchos espectadores le han achacado al film que algunas de las teorías que
explica el film no se sostienen o no tienen base científica, al menos no en la
forma con cómo están expuestas en la película. Pero no podemos dejar de puntualizar
un tema: estamos viendo un film, no un documental, estamos hablando de cine, de
ARTE, NO de CIENCIA, así que es perfectamente permisible tomarse ciertas
libertades con la base científica si ello va a favorecer el desarrollo
dramático del film. ¿No lo permitimos acaso en las películas llamadas
‘históricas’? Si toleramos que se tergiversen en cierta (controlada) medida
algunos hechos históricos para favorecer la trama, ¿por qué no vamos a
permitirlo también con las teorías científicas que se exponen en un film como
éste? A fin de cuentas nos estamos moviendo siempre en el terreno (espinoso) de
la física teórica, no la ciencia empírica.
Como en casi
toda la filmografía previa de Christopher Nolan nos encontramos en esta ocasión
con un mesurado uso de la tecnología y los efectos especiales, y Nolan logra en
esta ocasión (como ya hizo con algunas secuencias de “Inception”) algunas
imágenes que verdaderamente cortan la respiración (la nave “Endurance”
sobrevolando Saturno, la visión del agujero de gusano cerca de una de las lunas
de Saturno o la del agujero negro al final del film, las olas gigantes del
primer planeta que visitan, los áridos paisajes helados del siguiente planeta
–en realidad Islandia-…), sin embargo, al margen de despertar en el espectador
esa sensación de sense of wonder presente en el “2001” de Kubrick, los momentos
más espectaculares del film no buscan en ningún momento el lucimiento de los
(estupendos por otro lado) efectos especiales, si no que están al servicio del
desarrollo dramático de la historia. En este sentido hay una secuencia de
acción sencillamente modélica que mantiene en tensión al espectador de
principio a fin: la del intento de acoplar la lanzadera a la estación
“Endurance” cuando huyen el planeta helado. Para incrementar aún más la tensión
de dicha secuencia Nolan ya ha presentado antes otra secuencia similar en la
que nos muestra un acoplamiento exitoso, de manera que el espectador tiene la
información necesaria para comprender lo que está fallando en ese momento,
incrementando de esa manera su angustia.
Sin embargo
nada de esto funcionaría si los hermanos Nolan no hubiesen desarrollado a fondo
en su guion la dimensión humanista del mismo. La de “Interestelar” es una
historia acerca de la exploración del espacio en busca de respuestas
trascendentales acerca de la humanidad (algo que ya estaba presente, como
citaba antes, en las novelas de Clarke o Lem), pero también es una historia
acerca de los lazos emocionales que nos unen a las personas que nos rodean. Hay
un discurso del personaje de Anne Hataway acerca del amor como una dimensión
cuantificable que expone claramente una de las intenciones del film de Nolan, y
que entronca de manera muy evidente con la filmografía de directores muchas
veces injustamente denostados como Steven Spielberg. Pero ese factor emocional
no tendría el efecto que tiene si Nolan no hubiese contado con un casting
modélico: Anne Hataway, Jessica Chastain, Cassey Affleck o Wes Bentley cumplen
sobradamente pese a que en ocasiones se eche en falta algo más de empaque en
sus personajes (personalmente me gusta mucho Chastain y en este film deja bien
clara su capacidad de transmitir emoción con el gesto; lamentablemente su
personaje acaba resultando más bien episódico). A Michael Caine y John Lithgow
les basta con su mera presencia para derrochar carisma y savoir faire. E incluso cierto actor no acreditado supone una grata
sorpresa en su inesperado papel.
Pero sin
duda alguna quién se lleva la parte del león en esta ocasión es un inmenso
Matthew McConaughey que carga prácticamente con todo el peso de la película
sobre sus espaldas. McConaughey, tras una temporada en que escogía francamente
mal las producciones en las que participaba, vuelve a demostrar que es un actor
muy a tener en cuenta en films como “Mud” (2011), “Magic Mike” (2012), “Dallas
Buyers Club” (2013, merecido Oscar al mejor actor principal), “El lobo de Wall
Street” (2013) o la serie de televisión “True Detective” (2014). Su trabajo en
“Interestelar” no es ninguna excepción y no hay más que echar un vistazo a la
secuencia en que McConaughey mantiene un primer plano estático mientras escucha
los mensajes grabados que le llegan de la tierra y observar cómo reacciona el
personaje. La emoción que destila el actor en esa secuencia golpea a los
espectadores como un puño y a buen seguro arrancará la lágrima a más de uno (a
mí me lo hizo).
Sin duda
alguna los logros de un film como “Interestelar” hay que atribuirlos al trabajo
de Nolan como director, al elenco actoral y al excepcional nivel técnico de la
cinta, pero por encima de todo hay que agradecer que todos esos aspectos se
desarrollen a partir de unos cimientos sólidos como es la escritura de un guion
capaz de integrar acción y emoción, discurso científico y capacidad de
sorprender al espectador, reflexión y entretenimiento. Hay muchos momentos en
la película que demuestran la buena mano que tiene Nolan para aunar una trama
de ciencia-ficción con elementos de cine de acción puro y duro, con un intenso
desarrollo dramático de los personajes (como ocurría, por ejemplo, con las secuencias
entre Dicaprio y Cotillard en “Incepcion”). Podría citar todos los momentos del
personaje de Cooper (McConaughey) con su hija, el mencionado discurso de
Hataway, el reencuentro de Cooper con Murph, Murph (Chastain) grabando un
mensaje para su padre… Pero insisto en la impecable ejecución técnica de esta
película caería en saco roto de no existir un guion modélico que se sirve de
las teorías científicas y de los giros dramáticos para jugar astutamente con
las paradojas temporales y de esta manera sorprender al espectador. Nolan
incluso sortea hábilmente los peligros de caer en la sensiblería fácil o de
recurrir al socorrido deux ex machina
al alcanzar el clímax final, elementos que amenazan con asomar por el horizonte
cuando el film está próximo a su film. Afortunadamente el director prefiere
optar por la contención y no exprime en exceso el recurso de la lágrima fácil, cosa
que hubiese sido nefasta.
Es necesario
mencionar también a dos de los colaboradores de Nolan en este film. Por un lado
el director de fotografía Hoyte van Hoytema, que realiza un trabajo
sencillamente deslumbrante, arrancando imágenes de belleza sobrecogedora cuando
muestra el espacio exterior, pero también dotando de mayor profundidad a las
escenas que se desarrollan en la Tierra, donde predominan los tonos ocres,
terrosos, apagados, en contraposición a los más diáfanos del interior de la
nave espacial; esas fotografía casi en tonos sepias en parte pretende reflejar el
color del polvo que se ha aposentado en el planeta y que se cierne como una
amenaza constante sobre la humanidad, pero al mismo tiempo nos evoca a un
pasado reciente donde la tecnología está prácticamente ausente y el ser humano
parece haber recuperado antiguos hábitos (el protagonista, Cooper, ha abandonado
su carrera como piloto espacial para dedicarse a llevar una granja); por otro
lado los tonos más fríos pero al mismo tiempo más luminosos del interior de la
nave espacial o los planetas visitados, vienen a ilustrar la proyección de la
humanidad hacia el futuro. El otro colaborador de Nolan que es necesario destacar
es sul compositor habitual desde los tiempos de “Batman Begin”, el alemán Hans
Zimmer, más sutil y menos grandilocuente (por fortuna) en esta ocasión de lo que
es habitual en él; Zimmer compone una partitura evocadora, en perfecta
simbiosis con las imágenes del film, y que en ocasiones parece querer emular
los experimentos musicales de Gyorgy Ligeti en el film de Kubrick.
Los puristas
que se entretengan en ello es posible que encuentren algunas lagunas en su
guion, del mismo modo que pueden encontrarse en films precedentes del director
británico. Habrá quien diga que es un film excesiva y/o innecesariamente largo.
Pero para mí han supuesto los 160 minutos de cine más emotivos que he
experimentado en mucho tiempo. “Interestelar” es un film que atrapa, que
emociona, que te mantiene en tensión, que evoca, que invita a la reflexión… y
en este sentido es una rara avis en
las pantallas de cine actuales, más tratándose de un film de género.
En resumidas
cuentas: ¿Lo mejor? Todo. ¿Lo peor? Nada. Me lo he pasado tan bien viendo la
película que no tengo ganas de ponerme a buscarle defectos.
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