Si hablamos de cine de animación, el principal referente continúa siendo para muchos la Compañía de Walt Disney. Desde que estrenó su primer largometraje de dibujos animados en el año 1937, “Blancanieves y los 7 enanitos”, obra indiscutible del género, la compañía del mago de Burbank no ha hecho sino innovar en un terreno a veces tan poco valorado como es el del cine de animación. O al menos así fue durante casi cuatro décadas, entre el estreno de “Blancanieves” y finales de los años 60, época en que la compañía alcanzó cotas de magnificencia con títulos como “La bella durmiente” (1959), primer largometraje de animación en formato panorámico, o “Mary Poppins” (1964), primer film que integraba animación con imagen real.
Los años 70 marcan el declive temporal de la compañía,
década en la que produce tan solo 4 films simpáticos pero no particularmente
destacables: “Los aristogatos”, “Robin Hood”, “Winnie the Pooh” y “Los
rescatadores”. Esta tendencia en la
producción de films más bien anodinos se acentuará durante los años 80… hasta
que en 1989 se estrena “La sirenita”, film que supone todo un revulsivo en
taquilla y que marcará la tendencia de la compañía durante la siguiente década.
Las claves del éxito de este film cabría atribuirlas por un lado a la
recuperación de una de las fórmulas de éxito de la Disney: los cuentos de
hadas; y por otro a la revisión de dicha fórmula en clave de musical, algo a lo
que no es ajeno el compositor Alan Menken. Princesas Disney (Ariel, Bella,
Jasmine, Esmeralda…), villanos carismáticos (Ursula, Gastón, Jafar, Hades…),
secundarios simpáticos (Sebastian, Chip, Abu, Mushu…) y hits pegadizos (“Under
teh sea”, “Beauty and the Beast”, “A hole new world”, “Colors in the wind”…) se
configuran en la fórmula que ha logrado
que dichos films revienten taquillas, llegando incluso a conseguir una
nominación al Oscar al mejor film del año 19911 en el caso de “La bella y la
bestia”. Durante la década de los 90 Disney llega a producir casi un film por
año e incluso producciones que no encajan estrictamente en la definición de ‘cuento
de hadas’, como “Hércules” , “Mulan” o “Tarzán” siguen más o menos la misma
formulación. La tendencia la rompe “El rey león” (1994), al ser el único film
durante dicha década que está protagonizado por animales parlantes y no por
humanos. También será el más taquillero de la compañía y el que mayor
reconocimiento crítico ha obtenido.
Sin embargo el efecto 2000 parecerá ejercer una influencia
negativa en la factoría Disney, que se saldará con la producción de films más
bien fallidos por su exceso de ambiciones (“Atlantis” en el año2001 o “El
planeta del tesoro” en el2004) o su falta
de conexión con el público (“El emperador y sus locuras” en 2001, “Hermano oso”
en 2003 o “Zafarrancho en el rancho” en 2004), de los cuales solo merece la
pena rescatar la simpática pero no especialmente brillante “Lilo y Stich” (2002).
En el año 2009 Disney tratará de reverdecer laureles
recuperando la tradición de los cuentos de hadas con “Tiana y el sapo”, siendo
además el último film en animación bidimensional que producirá la compañía.
Pero ni las canciones de un recuperado Alan Menken serán capaces de hacer
frente a la cada vez mayor preferencia del público por los films de animación
digital. Así pues la siguiente apuesta de la compañía llegará a las pantallas
en el año 2010 con el título “Enredados”, que bajo el auspicio de John Lasseter
(director y fundador de Pixar) tratará de ofrecer una imagen más moderna y
actual de los tradicionales cuentos de hadas. Esta vez la formula se vertebrará
sobre una heroína más aguerrida y divertida que la tradicionales ‘princesas Disney’,
una cuidada animación en 3D y un título pegadizo que evite una referencia
demasiado directa a la tradición europea (“Enredados” adapta el tradicional
cuento de Rapunzel, de la misma forma que “Frozen” hace lo propio con “La reina
de las nieves” de Hans Christian Andersen). El éxito de este film se acabará
desbordando en el caso de “Frozen” (2013), el mayor de la compañía en años.
Disney es sin duda alguna uno de los mayores referentes en
la historia del cine de animación de todos los tiempos, pero obviando el caso
de la Dreamworks o la división de animación de Fox, que no han hecho más que
sobre-explotar hasta el aburrimiento franquicias que ya nacieron siendo
mediocres (“Shreck”, “Madagascar” o “Ice Age”), son tres los estudios que, en
mi opinión, pueden llegar a hacerle sombra al gigante californiando: Pixar
(obviamente), el japonés Estudio Ghibli,
y los reyes del stop-motion, los estudios Laika.
Pixar debutó en el terreno del largometraje en 1995 con “Toy
Story”, y en los años siguientes no han hecho sino producir films que suponen
un auténtico tour de force tanto en el
aspecto técnico (son los reyes indiscutibles de la animación 3D), como en el
meramente argumental, pues desde un principio su fórmula de éxito se ha
desmarcado por completo de la de Disney. Si aquellos apostaban por cierto
conservadurismo ideológico y los cuentos de hadas tradicionaels, Pixar seguía
un esquema más similar a la de las clásicas buddy
movies, dejando a un lado los elementos románticos y apelando a valores más
cercanos a todo tipo de públicos como es el de la amistad. Y sobre todo su éxito
lo deben a que todos sus films se cimentan sobre un ajustado retrato de
personales y una modélica construcción de guion.
Pixar alcanzó cotas de excelencia absoluta con títulos como “Ratatouille”
(2007), “Wall·e” (2008) y “Up” (2009), indiscutibles obras maestras todas
ellas, y tan solo tuvo un tropiezo con “Cars” en el año 2006, film técnicamente
irreprochable pero que continua siendo el menos valorado (por público y
crítica) de su trayectoria.
Pero no es oro todo lo que reluce y una crisis de ideas
parece haberse aposentado en la compañía en los últimos años, que ha optado por
producir secuelas o spin offs más
bien mediocres de sus títulos más flojos: “Cars 2” en el 2011, “Monsters
University” en el 2013, “Aviones” en el 2013 o “Aviones 2” en el 2014. En el
año 2012 estrenan “Brave”, un film de nuevo técnicamente deslumbrante, pero que
en su torpe intento de emular el éxito (moderado) de “Enredados”, fracasa por
su falta de conexión con el público. La falta de ideas nuevas parece haberse
instaurado en la compañía, que incapaz de tirar adelante un proyecto como “El
buen dinosaurio” amenaza con nuevas (e innecesarias) secuelas de “Buscando a
Nemo”, “Los increíbles”, “Cars” o “Toy Story”. Habrá que ver si “Inside Out”,
película cuyo estreno está previsto para el 2015 y que supone el primer
argumento enteramente original desde los tiempos de “Brave”, nos devuelve la
confianza en la compañía de John Lasseter.
Los Estudios Ghibli fueron fundados en 1985 por los maestros
nipones Hayao Miyazaki e Isao Takahata, tras el estreno del largometraje “Nausicaä
y el valle del viento”. La trayectoria posterior del estudio es tan modélica
como impresionante, con títulos seminales como “La tumba de las luciérnagas”
(Takahata, 1988), “Mi vecino Totoro” (Miyazaki, 1988), “Porco Rosso” (1992), la
impresionante “La princesa Mononoke” (Miyazaki, 1997), la magistral “El viaje
de Chihiro” (Miyazaki, 2001), ganadora tanto del Oso de Oro en el festival de Berlín
del 2002 (única película que lo ha logrado hasta la fecha) como del Oscar a la
mejor película de animación del mismo año, “El castillo ambulante” (Miyazaki,
2004), “Ponyo en el acantilado (Miyazaki, 2008) o “El viento se levanta” (2013),
película esta última que ya reseñé aquí y que han anunciado como el canto del cisne del venerado maestro
Miyazaki, que se retira de las labores de dirección, aunque el estudio seguirá
produciendo films como la recientemente estrenada en Japón “When Marnie was
there”.
Al igual que Disney o Pixar, los estudios Ghibli también
tienen sus propias señas de identidad, que beben profundamente de la cultura y
la tradición japonesa. Sus films no siempre van dirigidos a un público infantil
(como demuestran “Mononoke” o la reciente “El viento se levanta”), sino que
conciben la animación como un medio de expresión cinematográfica más. Sin embargo
en aquellos films de vocación claramente familiar (“Totoro”, “Chihiro”, “Ponyo”)
sí que podemos encontrar una serie de constantes como son un tratamiento más
maduro y complejo de la infancia, pues algunos de los temas recurrentes en los
films del estudio nipón versan sobre el paso de la niñez a la madurez, la
asunción de responsabilidades, la fuerza de los lazos familiares, la capacidad
de sacrificio y la defensa acérrima del valor de los sueños y la voluntad de
hacerlos realidad.
La trayectoria del estudio hasta la fecha viene siendo
intachable, con un único tropiezo: la adaptación de los “Cuentos de Terramar”(2006)
dirigida por Goro Miyazaki, hijo del maestro Hayao, film que disgustó tanto a
la autora de los libros como al propio fundador del estudio.
Y si Disney y Pixar son los amos de la animación digital y
Ghibli se ha erigido en el maestro indiscutible de la animación tradicional, si
un estudio está demostrando su genialidad incontestable en el terreno de la animación
stop-motion, esos son los estudios
Laika… mal que le pese a Tim Burton.
El stop motion,
aunque es una técnica de animación bastante más antigua, empezó a ganar
popularidad a raíz del éxito de “Pesadilla antes de Navidad” (1993), película
cuyo argumento y diseño de personajes nacen de la fértil imaginación de Tim
Burton, pero que fue enteramente dirigida por Henry Selick. Selick volvería a
colaborar de nuevo con Burton y en labores de dirección en la adaptación de “James y el melocotón gigante” (1996), pero Burton
solo se haría cargo de la dirección de sus dos siguientes proyectos en el
terreno de la animación: “La novia cadáver” (2005), y “Frankenweenie” (2012),
film este último que alargaba de forma innecesaria un simpático corto en imagen
real estrenado en 1984.
Henry Selick colaboró también en calidad de director con los
Estudios Laika en la adaptación de la obra de Neil Gaiman “Los mundos de
Coraline” (2009), el mejor largometraje del estudio hasta la fecha. Los
estudios Laika, en su apuesta por el stop-motion,
querían desmarcarse de las tendencias que marcaban otros competidores a los que
no podía hacer frente en su propio terreno, como Disney, Pixar o Dreamworks,
más por una cuestión de presupuestos que de talento. Pero también han querido poner
distancias apostando un tratamiento argumental marcadamente diferenciado. Nada
de cuentos de hadas, nada de animales antropomórficos, nada de objetos
inanimados parlantes. Laika ha centrado el protagonismo de sus películas en los
seres humanos, pero sin renunciar a introducir elementos fantásticos intencionadamente
siniestros, siempre buscando el apego y la simpatía del público infantil hacia
esos elementos extraños. A todo ello hay que sumarle una desbordante
imaginación en el diseño de personajes y escenarios. Particularmente en el caso
de los protagonistas de sus films Laika se desvincula por completo de los
diseños amables y suaves de Disney o Pixar y ha optado por un retrato más
anguloso, más marcado e incluso esperpéntico en muchos casos, algo que parece
se está convirtiendo en una de sus señas de identidad. La adaptación de universo
oscuro y siniestro de Neal Gaiman y su visión nada complaciente de la infancia dio
como resultado un film tan magistral en su ejecución técnica como interesante
en su resolución temática como es “Coraline”. Su siguiente producción, “Paranorman”
(2012), nos ofrecía un retrato simpático pero al mismo tiempo irónico de los
films de terror, logrando que el público infantil asistiese a la exhibición de
un film con fantasmas y zombis sin sentirse traumatizados por la experiencia
(en la sesión a la que yo asistí escuche muchos niños pequeños mostrar sus
simpatías con los muertos vivientes que aparecen en la película). Parte de la
buena acogida que tienen los films de Laika en el público infantil se debe a
que no trata a estos como pequeños descerebrados a los que hay que aleccionar
y/o sobreproteger de determinado tipo de experiencias más duras (y por tanto
reales), sino como que los ve como pequeños adultos a los que se puede mostrar
una realidad diferente (más oscura, más siniestra) que es bueno que conozcan y
traten de comprender.
El último film de la compañía Laika, “Los Boxtrolls” (2014),
repite algunas de las constantes que están convirtiendo a estos estudios en los
punteros en el terreno de la animación stop-motion:
un diseño de producción preciosista e imaginativo, un retrato de personajes
original y complejo, una técnica de animación superlativa, y una escritura de
guion precisa que consigue el equilibrio entre aventura, humor y terror sin
abusar nunca de ninguno de esos elementos. “Los Boxtrolls” encierra también un
interesante discurso sobre los lazos familiares, en el cual se advierte que un
padre no es aquel que te ha dado la vida, sino aquel que te quiere, te protege
y te cuida. En este sentido los tímidos y simpáticos monstruitos del film
ejercen más de padres para Eggs, el protagonista, que no su progenitor biológico,
mientras que en el caso de Winifred observamos que su padre está mucho más
preocupado por mantener su status quo
social (simbolizado por la posesión de un sombrero blanco) que por atender las necesidades
de su propia hija. Hay una mirada crítica hacia aquellos adultos que atienden
antes sus necesidades egoístas y superficiales que las de aquellos que
requieren más atención en nuestra sociedad (los gobernantes de la ciudad en el
film prefieren gastarse el dinero destinado a la construcción de un nuevo hospital
en la fabricación de un queso gigantesco). Sin embargo los mayores logros del
film no se centran en su guion o su argumento (a fin de cuentas cualquier
intento de crítica social acaba resultando un tanto vago e imprecisos) sino en los
responsables de la animación de los personajes, a los cuales logran arrancar un
apabullante rango de expresiones tanto faciales como gestuales (especial atención
merece el villano de la historia, que sufre unas cuantas ‘transformaciones’ en
el film que ponen a prueba la labor de los animadores). De momento, si Laika
continúa la tendencia marcada hasta la fecha, podemos asegurar un brillante
futuro en una técnica artesanal que esperemos que no se pierda por el avance, a
veces arrollador, de las nuevas tecnologías.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La animación, impecable,
precisa y perfecta en su resolución. ¿Lo peor? Su algo fría acogida comercial
puede dificultar la financiación de nuevos proyectos de animación de esta
naciente factoría.
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