No hace mucho en un post anterior a propósito del excelente
último film de Jim Jarmusch, “Solo los amantes sobreviven” (que podéis leer aquí), hacía un repaso
del tratamiento que ha recibido en la gran pantalla la figura del vampiro en
general y de Drácula en particular.
Bram Stoker publicó su novela más famosa, “Drácula”, en
1897. El mito del vampiro no lo inventó el escritor irlandés ni mucho menos, y
antes que él se pueden encontrar ilustres referentes literarios a dicha
criatura en algunas obras de William Polidori, Samuel Coleridge o Sheridan Le
Fanu entre otros. La principal inspiración para el personaje la obtuvo Stoker a
partir de la entrevistas que mantuvo con un erudito de origen húngaro llamado
Arminius Vámbéry, el cual le puso en antecedentes acerca de un personaje bien
conocido de la historia y el folclore rumano: Vlad III, nacido Vlad Draculea, también
conocido como Vlad Dracul, y apodado Tepes, ‘el empalador’, príncipe de
Valaquia, la actual Rumania, a mediados del siglo XV. Vlad Tepes es considerado
poco menos que un héroe nacional por el pueblo rumano pues, de fuertes
convicciones cristianas, contribuyó a frenar el expansionismo del imperio
otomano que amenazaba con invadir Europa. Pero Tepes también se hizo ‘popular’
pos sus bárbaros métodos de castigar a sus enemigos mediante las torturas más
atroces, siendo la más conocida, aunque no la única, el empalamiento.
El nombre escogido por el escritor irlandés para su más
famosa creación es Drácula, que deriva de Dracul, raíz que en algunos sitios se
traduce como dragón y en otros como demonio (en la cultura cristiana el dragón
es una de las representaciones del diablo). En la novela de Stoker, escrita de
manera epistolar, Drácula es presentado como un individuo depreciable y
despiadado, un ser repugnante francamente peligroso y veladamente sensual
(mantiene un harén de concubinas vampiresas en su castillo transilvano y viaja
a Londres con el objetivo de conseguir nuevas víctimas femeninas para su
harén). Así pues la revisión neo-romántica a la que le sometió Francis Ford
Coppola en su pretendidamente fiel adaptación de la obra de Stoker no es más
que una invención del director italo-americano, y cabría recuperar las
versiones cinematográficas dirigidas por Terrence Fisher e interpretadas por
Christopher Lee como las más fieles, al menos en esencia, al original
literario, pues en ellas el conde vampiro es descrito como un ser peligroso y
elegante a un mismo tiempo, con una sensualidad animal y un insaciable apetito
por la sangre… preferentemente femenina.
En mi post a propósito de la película de Jarmusch ya revisé
y comenté algunas de las más importantes adaptaciones que ha tenido el
personaje de Stoker a la pantalla grande, así que no me repetiré aquí. Tan solo
me referiré a la última encarnación cinematográfica que acaba de llegar a
nuestras pantallas dirigida por Gary Shore, aunque más bien debería decir
perpetrada.
Hay películas mediocres, malas, aburridas, tontas… Este “Dracula
Untold”, traducido aquí como “Drácula. La historia jamás contada” es más que
eso: es un despropósito. A veces me pregunto si merece la pena dedicar un par
de líneas a comentar películas que me resultan irritantes por muchos motivos y
que más bien preferiría borrar de mi memoria, pero como ya comenté en una
ocasión resulta hasta divertido destrozar este tipo de films. No he encontrado
nada salvable en esta película. Algunos podrán defender su diseño de producción
(justito), sus efectos especiales (abusivos), el atractivo de Luke Evans (no
compensa el visionado de esta película)… Personalmente el film me ha aburrido
por un lado (carece de emoción, de tensión, de drama, y está rodado con franca
desidia) y me ha molestado sobremanera por otro (por el nulo respecto a una de
las obras más influyentes de la literatura fantástica de todos los tiempos).
Este “Dracula Untold” ha convertido al vampiro en un
superhéroe que no desentonaría en las filas de los X-Men o los Vengadores. Las
escenas en que hace uso de sus absurdos superpoderes no pueden resultar más
ridículas de puro exageradas. Luke Evans actúa con la afectación de quién se
cree que está interpretando un personaje más grande que la vida, supongo que
por aquello de que el film parece querer buscar más referentes en la historia
que en la ficción, por más que tergiversa e inventa la historia a placer. Y
bien es cierto que Drácula es un gran personaje, pero no en la forma en como
está escrito en esta película y no en la forma en como le da vida Luke Evans. Y
no solo resulta molesto ver la forma en cómo se reinterpretan los dones que
luce Drácula en el libro como si se tratase de un personaje de animé al estilo “Bola de Dragón”, sino
que resulta aún más molesto la forma en cómo se ha tratado de transformar uno
de los mayores y mejores villanos literarios en una suerte de pseudo-héroe de
corazón noble y espíritu sacrificado.
Hay detalles que encuentro francamente irritantes en este
film, como el hecho de que algunos de los integrantes del ejército turco
parezcan más preocupados por lucir sin rubor alguno las últimas tendencias en
moda capilar, luciendo peinados que no desentonarían en algunas de las
fantasías futurísticas de los Wachowski. Pedir rigor histórico a una película
de corte fantástico quizás sea demasiado, pero no cuesta tanto documentarse un
poco sobre el vestuario, los peinados o las modas propias de una determinada
época histórica.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La presencia, que no la
interpretación, de Charles Dance; y no porque sea un mal actor, sino porque
poco puede hacer con un personaje meramente anecdótico salvo aportar cierto savoir faire en el gesto. ¿Lo peor? Todo
lo demás.
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