Este blog empezó siendo una especie de diario personal. Luego empecé a hablar comics, de teatro, de literatura fantástica, y sobretodo de cine, mucho cine. Al final se ha acabo convirtiendo en un compendio de reseñas y "estudios" de temas diversos, casi siempre relacionados con el 7º ARTE
lunes, 29 de diciembre de 2014
LA MIRADA DEL ARTISTA
Una de las cosas que más me sorprenden del último film de Tim Burton, "Big Eyes", es... que no parece un film de Tim Burton. Cierto es que la carrera del excéntrico director californiano estaba deambulando últimamente por derroteros un tanto triviales, de ahí que el anuncio de filmar una suerte de biobic inspirado en la vida y obra de Margaret Keane nos hiciese pensar que podría volver por los fueros del que es uno de sus mejores y más celebrados films, "Ed Wood". El resultado final de este "Big Eyes", por contra, supone toda una decepción y posiblemente sea uno de los films más insulsos de su carrera.
Tras trabajar como animador para la Disney (colaboró como dibujante en la producción de "Taron y el caldero mágico"), para la cual realizó algunos cortos como "Vincent" (1982) o el encantador "Frankenweenie" (1984), y dirigir un largo como "La gran aventura de Pee-wee" (1985), el nombre de Tim Burton empezó a hacerse sonar tras el estreno en 1988 de "Bitelchús", original extravagancia que aunaba con acierto el genero fantástico y el de terror, pero tamizado con considerables dosis de humor negro. El éxito de este film le abrió las puertas a dirigir en 1989 la primera adaptación cinematográfica de "Batman". Admirador de títulos como "La broma asesina" (de Alan Moore y Brian Bolland), Burton trató de ofrecer su peculiar interpretación del personaje añadiendo un indisimulado toque slapstick, sin embargo el ferreo control ejercido entonces por los productores del film le impidieron realizar un film más personal.
De ello se resarciría sobradamente en 1990 estrenando "Eduardo manostijeras", obra cumbre indiscutible de su carrera como realizador, y posiblemente el film más personal y hermoso realizado por Burton. En él Tim Burton dió rienda suelta a su fascinación por los cuentos de hadas, ofreciendo una revisión contemporánea de los mismos no exenta de ironía y una cierta mirada crítica sobre la sociedad actual. También sería éste el film que asentaría algunas de las bases de su estilo (su barroquismo visual, siempre a la búsqueda de imaginativas resoluciones formales; su conjunción de realidad y sueño, que le llevan a adoptar recursos propios del realismo mágico; su defensa de la diferencia, de lo bizarro, y su mirada comprensiva hacia el personaje del 'monstruo'; y su mirada entre inocente y cruel, entre compresiva y sarcástica, del mundo que le rodea y la sociedad contemporánea). "Eduardo Manostijeras" también sería su primera colaboración con uno de sus actores fetiche, Johnny Depp, y la consagración de su músico predilecto, Danny Elfman.
"Eduardo Manostijeras" no se saldó con una buena recepción en taquilla pese a ganarse el favor de la crítica, pero pudo financiarla gracias al éxito masivo de "Batman" y a su compromiso de realizar una secuela de las aventuras del hombre murciélago. Ésta se estrenó en 1992 con el título de "Batman vuelve" y en esta ocasión contó con una libertad creativa total. En esta ocasión Burton convierte la aventura superheroica en un fastuoso espectáculo multireferencial en el que da rienda suelta a su fascinación (de nuevo) por los cuentos góticos, así como al cine de terror clásico, y así se permite citar (en clave visual) a James Whale, a Murnau, al cine expresionista aleman, a los clásicos de la Universal, a Lon Chaney, a Todd Browning, al Frankenstein de Mary Shelley, al fantasma de la ópera... Su talento visual le permite sin embargo enhebrar todo ese cúmulo de referentes de forma harto hábil y sin llegar nunca a saturar o resultar asfixiante.
Poco después Burton prestará su nombre y sus dotes creativas en "Pesadilla antes de Navidad" (1993), film animado rodado con la técnica de stop motion y cuya concepción y diseño son enteramente una creación suya, pero que finalmente será dirigido por Henry Shelick.
En 1994, un tanto cansado de superproducciones, volverá a filmar un film intimista, "Ed Wood", otra de las obras maestras de su trayectoria como realizador. Un sentido homenaje a una forma de hacer de cine, el del Hollywood de los años dorados, y una reivindicación personal hacia el considerado 'peor director de la historia del cine'. La presencia de un magistral Martin Landau encarnando a Bela Lugosi, mítico interprete del Drácula de Todd Browning, así como su rodaje con una esplendorosa fotografía en blanco y negro que remite inequívocamente a los clásicos del expresionismo aleman, le dan pie a Burton a reproducir algunas de las escenas rodadas por Ed Wood e sus infames producciones de serie B, lo que permite al director introducir elementos que evocan una suerte de realismo mágico y que dan al film un inequívoco aspecto de fantastique.
En 1996 Burton filmará un argumento extraído de una rocambolesca colección de cromos, "Mars Attack!", film hilarante que puede ser interpretado como una sangrante parodia de "Independence day", y que lejos del trasnochado patriotismo de Roland Emerich introduce una irónica visión de la sociedad estadounidense y el tradicional american way of life.
En 1999 el director californiano todavía será capaz de ofrecernos un buen film, "Sleepy Hollow", una revisión del cuento clásico de Washington Irving pero reinterpretado según la sensibilidad propia de los films de terror de la mítica Hammer Films. Para reforzar esa identificación estética y temática Burton no dudará en contar con la colaboración del mítico Christopher Lee, sin duda alguna el mejor Drácula de todos los tiempos.
El primer tropiezo serio de su carrerá se producirá en el año 2001, cuando presenta su remake de "El planeta de los simios", recordable únicamente por el magistral trabajo del maquillador Rick Baker. Más que dificil lo tenía Burton para competir con el imborrable recuerdo del mítico film de Franklin J. Schaffner de 1968 interpretado por Charlton Heston, cuyo insuperable final permanece en la retina de los aficionados como uno de los más icónicos de la historia del cine.
Su versión de "El planeta de los simios" se saldó con un considerable éxito en taquilla, pero le granjeó comentarios bastante negativos tanto por parte de la crítica especializada como por buena parte de sus, hasta entonces, incondicionales seguidores. La adaptación de "Big Fish", novela de Daniel Wallace que ofrecía de nuevo a Burton jugar con la convivencia de realidad y sueño y ofrecer una encendida defensa de la diferencia (argumentos muy caros a Burton), parecieron reconciliarle con crítica y público. En "Big Fish" Burton parecía querer recuperar la emotividad de "Eduardo Manostijeras", sin bien no pudo evitar que se le fuese la mano con las dosis de sacarina, resultando en algunos momentos un film un tanto almibarado.
Sin embargo si algo es indiscutible en "Big Fish" es el talento de Burton para la puesta en escena y su particular e imaginativo barroquismo visual. Son constantes estéticas que reencontraremos en obras posteriores, por mucho que los resultados finales sean insatisfactorios en su conjunto. Así pues "Charlie y la fábrica de chocolate" (2005) tiene un francamente original diseño de producción y deslumbra en sus imaginativos números músicales, pero Burton se mostró incapaz de sacar a relucir toda la ironía presente en el relato de Roald Dahl. Del mismo modo "La novia cadaver" (2005) deslumbra por su prodigiosa animación pero no sorprende como hizo en su día "Pesadilla antes de Navidad". En "Sweeney Todd" (2010) el diseño de producción es fastuoso y la puesta en escena brillante, pero Burton se encuentra demasiado constreñido por el libreto original de Stephen Sondheim como para poder ofrecer una versión más personal de la obra. Su película más taquillera hasta la fecha, "Alicia en el país de las maravillas" (2012), brilla de nuevo en su primoroso barroquismo visual, pero fracasa totalmente a la hora de trasladar en imágenes el peculiar nonsense de la obra de Lewis Carroll al sustituir su celebración de la locura por una equivocada lógica interna en el relato. En "Sombras tenbrosas" (2012), Burton adapta un serial gótico de la televisión británica, y de nuevo su diseño de producción y su puesta en escena encandilan, pero no así un guión tramposo y repleto de giros argumentales gratuitos. En el 2012 se propone convertir de largometrage su corto "Frankenweenie", y si bien el resultado final es prodigiososo en su aspecto técnico, en el camino se ha perdido todo el encanto de la historia original al tratar de estirar la trama más de lo necesario y convertirla en un empachante espectáculo referencial en el que Burton mete en un mismo saco, y sin demasiada gracia, "Gremlins", "Frankenstein", "Godzilla", "La noche de los muertos vivientes", o las clásicas películas de mad doctors...
Cuando Tim Burton anunció su rodaje de "Big Eyes" a partir de la biografía de Margaret Keane, pintora que se hizo famosa en los años 60 por sus retratos de niños con grandes ojos ('big eyes'), se abrió la esperanza a que Burton volviese a filmar una obra original que no fuese una mera interpretación/revisión/reescritura de obras ajenas. En cierta forma la obra de Keane, paradigma del arte kitsch, parecía encajar muy bien con la trayectoria de Burton como cineasta, en la que con frecuencia de vislumbra una defensa del outsider, de lo diferente, de la rareza... Esa misma rareza en la obra de Keane, esa mezcla de tristeza, misterio, vulgaridad y ternura, conmulgaban muy bien con el estilo excéntrico del director californiano.
Lamentablmente los vinculos que podrían unir a Keane y Burton no se han materializado en un film original. Tim Burton ha filmado una película harto convencional, no mala, pero sí insulsa, por completo desprovista de la magia que se haya presente incluso en obras fallidas como "Charlie" o "Alicia". Apenas hay nada de la verdadera personalidad de Tim Burton en este film, que ha prescindido para la ocasión de sus colaboradores habituales, salvo el músico Danny Elfman, que firma una partitura tan anodina como el propio film. Tan solo un único momento de la película nos remite al Tim Burton que muchos esperábamos ver en este film: aquel en el que Margaret Keane comienza a ver a la gente de su supermercado con ojos enormes como los que ella dibujaba en sus cuadros. Es una escena lisérgica y alucinógena que debería haber impregnado todo el espíritu del film, pero que se queda como un momento aislado del mismo.
Asimismo Tim Burton desaprovecha dos de los grandes temas presentes en la película. Por un lado la vampirización a la que Margaret es sometida por su esposo, que se atribuye todo el mérito de la realización artística de su mujer cuando en realidad no era más que un farsante, incapaz de pintar, pero con indudable talento para vender 'sus' cuadros. Es un aspecto de la relación entre Walter y Margaret que Burton plasma en el film de manera superficial y sobre el cual pasa un poco de puntillas. Por otro lado en el argumento subyace un interesante discuro sobre la confrontación de arte popular y arte 'con mayúsculas', y que Burton desoye y desaprovecha a lo larto de todo el metraje, pese a que ocasionalmente introduce algunos apuntes que le invitan a explorar más esa vía. La confrontación entre el kitsch, de amplia aceptación popular en los 60, y el modernismo abstracto que trataba de imponerse como corriente más intelectualizada, invitaban a una reflexión sobre qué se entiende verdaderamente como ARTE y sobre la comercialización del mismo.
Ni Burton ni su equipo de guionistas han querido o sabido profundizar más en la posibilidades de discurso intelectual que ofrecía el argumento. Lo más triste quizás sea que Tim Burton ha optado por dejar de lado sus excentricidades estilisticas para ofrecer un relato más realista en el cual, curiosamente, la escena más claramente burtoniana (la del supermercado) desentona por completo. El resultado final es tan plano como desprovisto de personalidad.
Comentaba más arriba que Burton había prescindido en este film de sus colaboradores habituales, especialmente de sus actores fetiche, optando por un elenco inusual en el que actores solventes como Danny Huston o Terence Stamp apenas tienen oportunidad de lucimiento dado lo secundario de sus papeles. El peso interpretativo recae por completo sobre la pareja protagonista, que nos ofrecen en esta ocasión una de cal y una de arena. Si por un lado Amy Adams está espléndida en su conmoverora interpretación de Margaret Keane, Christoph Waltz nos regala un irritante recital histriónico francamente estomagante.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Amy Adams. ¿Lo peor? No se vislumbra a Tim Burton en (casi) ninguno de los fotogramas del film.
MIS MEJORES DEL 2014
El año se acaba y toca hacer repaso, así que una buena manera de hacer balance cinematográfico es escogiendo las mejores películas del 2014. Las mejores de entre las que yo he visto, teniendo en cuenta que films como "Jauja" o "Magical girl" que han tenido una buena acogida crítica, no he tenido oportunidad de verlos aún; las mejores de las estrenadas aquí durante el año, pues films a priori interesantísimos como el "Birdman" de González-Iñárritu, el "Inherent Vice" de Paul T. Anderson o "Foxcatcher" de Bennett Miller, aun teniendo fecha de producción del 2014, no llegarán a las pantallas españolas hasta el 2015, mientras que otros producidos el 2013 se han estrenado aquí en el presente año. Es una selección de 12 películas totalmente subjetiva, plenamente meditada, y que refleja muchas de mis fílias (algunas de mis fobias podrían deducirse de alguna que otra ausencia intencionada). Pues ahí va la lista de mis mejores del 2014, sin orden en cuanto a preferencia:
"Her" de Spike Jonze, porque habla del corazón y lo hace con inteligencia
"Grand Budapest Hotel" de Wes Anderson, por su incuestionable barroquismo visual
"A propósito de Llewyn Davis" de Joel y Ethan Coen, por ser capaz de convertir en épica la trayectoria de un perdedor
"Nebraska" de Alexander Payne, por saber tocar la fibra sensible sin resultar sensiblera
"Solo los amantes sobreviven" de Jim Jarmusch, por su hipnótica capacidad de seducción
"Enemy" de Denis Villeneuve, porque es inquietante, extraña y fascinante al mismo tiempo
"El viento se levanta" de Hayao Miyazaki, por la incomparable belleza de sus imágenes
"Locke" de Steven Knight, por su inusual propuesta formal
"Boyhood" de Richard Linklater, por su prodigiosa construcción argumental
"Under the Skin" de Jonathan Glazer, por su arrojo a la hora de asumir riesgos estilísticos
"La isla mínima" de Alberto Rodriguez, por ser un film español alejado de localismos y lugares comunes
"Perdida" de David Fincher, porque tiene más mala baba de la que aparenta
"Interestelar" de Christopher Nolan, por su capacidad para conjugar espectáculo y reflexión
"Mommy" de Xavier Dolan, por que es un puñetazo directo al alma
Y alguna reflexión más en cuanto a lo mejor del año:
- ¿El actor del año? Tom Hardy, y ahí están "Locke" o "La entrega" para confirmar su capacidad de llenar la pantalla con solo la fuerza de su mirada. Próximamente poniendo su poderío físico en revivir el personaje de Mad Max.
- ¿La actriz del año? Jessica Chastain, con sus trabajos en "La desaparición de Eleanor Rigby", "Interestelar", "A most violent year" y "La señorita Julia"; siempre magnética.
- ¿El director del año? Dos: Xavier Dolan, porque a sus 25 años y con un film rotundo como "Mommy" se confirma ya como uno de los directores a seguirle la pista; y Richard Linklater, porque haber invertido 12 años en filmar una película tan rica en lecturas como "Boyhood" es algo realmente meritorio.
- ¿El compositor del año? Alexandre Desplat, ¿no bastan "Grand Budapest Hotel", "Venus in Fur", "Monument's Men", "Godzilla", "The Imitation Game" y "Unbroken" para confirmar que es el más imaginativo, ecléctico y brillante compositor de la actualidad?
- ¿Una canción? Dos: "Lost Stars" del film "Begin Again", simplemente preciosa; y "Hang me, oh hang me", de la película "A propósito de Llewyn Davis", porque llega al alma.
- ¿Un personaje? Tres: Groot de "Los Guardianes de la Galaxia", Baymax de "Big Hero 6" y Samantha de "Her". ¿Porqué? Por que los tres han logrado enamorarnos por diferentes motivos.
"Her" de Spike Jonze, porque habla del corazón y lo hace con inteligencia
"Grand Budapest Hotel" de Wes Anderson, por su incuestionable barroquismo visual
"A propósito de Llewyn Davis" de Joel y Ethan Coen, por ser capaz de convertir en épica la trayectoria de un perdedor
"Nebraska" de Alexander Payne, por saber tocar la fibra sensible sin resultar sensiblera
"Solo los amantes sobreviven" de Jim Jarmusch, por su hipnótica capacidad de seducción
"Enemy" de Denis Villeneuve, porque es inquietante, extraña y fascinante al mismo tiempo
"El viento se levanta" de Hayao Miyazaki, por la incomparable belleza de sus imágenes
"Locke" de Steven Knight, por su inusual propuesta formal
"Boyhood" de Richard Linklater, por su prodigiosa construcción argumental
"Under the Skin" de Jonathan Glazer, por su arrojo a la hora de asumir riesgos estilísticos
"La isla mínima" de Alberto Rodriguez, por ser un film español alejado de localismos y lugares comunes
"Perdida" de David Fincher, porque tiene más mala baba de la que aparenta
"Interestelar" de Christopher Nolan, por su capacidad para conjugar espectáculo y reflexión
"Mommy" de Xavier Dolan, por que es un puñetazo directo al alma
Y alguna reflexión más en cuanto a lo mejor del año:
- ¿El actor del año? Tom Hardy, y ahí están "Locke" o "La entrega" para confirmar su capacidad de llenar la pantalla con solo la fuerza de su mirada. Próximamente poniendo su poderío físico en revivir el personaje de Mad Max.
- ¿La actriz del año? Jessica Chastain, con sus trabajos en "La desaparición de Eleanor Rigby", "Interestelar", "A most violent year" y "La señorita Julia"; siempre magnética.
- ¿El compositor del año? Alexandre Desplat, ¿no bastan "Grand Budapest Hotel", "Venus in Fur", "Monument's Men", "Godzilla", "The Imitation Game" y "Unbroken" para confirmar que es el más imaginativo, ecléctico y brillante compositor de la actualidad?
- ¿Una canción? Dos: "Lost Stars" del film "Begin Again", simplemente preciosa; y "Hang me, oh hang me", de la película "A propósito de Llewyn Davis", porque llega al alma.
- ¿Un personaje? Tres: Groot de "Los Guardianes de la Galaxia", Baymax de "Big Hero 6" y Samantha de "Her". ¿Porqué? Por que los tres han logrado enamorarnos por diferentes motivos.
viernes, 26 de diciembre de 2014
VENCER O MORIR
La impactante biografía de Louis Zamperini seguro que podría haber dado pié a una gran película... en manos de un director más solvente. En las manos de Angelina Jolie se queda simplemente en un torpe intento de film épico de esos a los que algunos les gusta etiquetar como "más grandes que la vida".
Personalmente me cae muy bien Angelina Jolie. Decir que es guapa es un eufemismo. Es hermosa y es sexy. Y además es una mujer inteligente y comprometida con su tiempo y con las necesidades de los menos favorecidos, como demuestra su trabajo como embajadora de Unicef o la enorme cantidad de esfuerzo, tiempo y dinero que ella y su marido dedican a causas humanitarias. Políticamente además siempre se ha adscrito a la vertiente más liberal y progresista de la política estadounidense. Además está casada con uno de los hombres más sexys del planeta, Brad Pitt, lo que hacen de la pareja una de las más deseables y atractivas del actual star system mundial. ¿Como actriz? Bueno, como actriz Angelina Jolie ha demostrado una contrastada solvencia ejerciendo de action woman en films como "Lara Croft", "Salt" o "El señor y la señora Smith", además de ser capaz de llevar todo el peso de un film com "Maléfica", exhibiendo su cara más deliciosamente malvada. Incluso si tiene un buen director detrás es capaz de regalarnos un buen trabajo interpretativo, como fué el caso de "El intercambio" (Clint Eastwood, 2008)
Ahora bien, ¿como directora? No he visto su debut cinematográfico, que se saldó con críticas bastante ácidas, pero en este segundo film como realizadora, "Invencible", lo que nos encontramos es una directora aún novata, carente de un estilo propio y cuyas ambiciones están aún muy por debajo de su talento. A Angelina Jolie aún le falta mucho recorrido para ser la próxima Kathryn Bigelow.
La historia de Louis Zamperini es épica, y este film no carece de momentos espectaculares que quedan bastante resultones en pantalla, pero creo que sus logros son más atribuibles al espléndido trabajo de iluminación de Roger Deakins que no a la labor detrás de las cámaras de la Jolie. Son varios los aspectos que hacen de ésta una película insatisfactoria y fallida. El primero de ellos es la falta de concreción en su argumento. Uno tiene la sensación de haber visto varias películas en una, sin que ninguno de los diferentes episodios se haga dominante y se convierta en el necesario hilo conductor del relato. El triunfo de Zamperini en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 queda reducido a una mera anécdota. Los flashbacks que narran su infancia como ladronzuelo son insuficientes para comprender la evolución del personaje. Su trayectoría como miembro de la tripulación de un bombardero durante la 2ª Guerra Mundial parece estar ahí solo para justificar su naufragio y posterior aventura en mar abierto. Precisamente toda la parte que narra su periplo en una balsa perdido durante 47 días en el océano Pacífico resulta demasiado larga y tediosa. Al final la parte de su biografía que transcurrre en los campos de prisioneros japoneses es la que se convierte en decisiva en el relato, pero lamentablemente ésta no está bien cimentada sobre todas las subtramas y episodios precedentes. Al final el film es un batiburrillo un tanto confuso de géneros (el drama de la etapa adolescente, el bélico el episodio del bombardero, el survival de su periplo en la balsa...), y acaba convirtiéndose en una mera sucesión de set pieces dramáticas cuya única conexión es que están protagonizadas por un mismo individuo.
El segundo problema del film es el descarado maniqueismo con que está tratada la historia. No dudo que la trayectoria personal del Zamperini sea admirable en muchos aspectos, y Angelina Jolie no oculta su rendida admiración al mismo. Pero esa misma admiración es la que le impide ver los grises en la historia de Zamperini y la gente que le acompañó. Los americanos del film son todos nobles, valerosos, íntegros... mientras que los japoneses son retratados como sádicos y despreciables. El argumento de la película se inspira en el libro biográfico de Laura Hillenbrand, pero la Jolie, con la indisimulada intención de no sabotear el propósito inspirador de la película, obvia los pasajes más cuestionables del relato. Zamperini fué un adolescente problemático, ladronzuelo y pendenciero, pero el film pasa de puntillas por esa etapa de su vida, resolviendola de manera rápida gracias a la influencia positiva de su hermano mayor, pero sin incidir en la árdua tarea de este último por tratar de reconducir el camino de su hermano pequeño que le abocaba irremisiblemente a la delincuencia. Otra parte de su historia nos habla como tras ser liberado del campo de prisioneros japonés, Zamperini sufrió de desórdenes mentales y le fué diagnosticado Trastorno de Estrés Post-Traumático, lo que le llevó a la ansiedad, el alcoholismo y la incapacidad laboral. Durante ese periodo Zamperini llegó a obsesionarse con la idea de infringir una sangrante venganza contra su torturador japonés. No fué hasta más tarde, cuando conoció a un joven reverendo y abrazó el cristianismo, que logró superar sus demonios y sobreponerse a los recuerdos traumáticos de la guerra. Todo ello es obviado en el film, ofreciendo una imágen unidimensional de Zamperini, como un personaje de una sola pieza, invencible e inquebrantable. Esa imagen cuasi-superhéroica del personaje es lo que le resta humanidad y por lo tanto impide que logre la empatía del público. El personaje pierde matices y del mismo modo el film pierde interés. No ayuda en absoluto que Angelina Jolie se haya rodeado de un elenco de actores todos jóvenes, guapos y atractivos (me refiero a los que interpretan a los soldados americanos), lo cual acentúa aún más el maniqueismo del film haciéndolo más gráfico y aumentando la distancia emocional con el espectador. En la mayoría de secuéncias no es la dirección de Angelina Jolie ni el trabajo actoral (tan correcto como discreto) lo que arranca la emoción del espectador, sino la brillante y emotiva partitura compuesta por Alexandre Desplat. Y si superfluo es el retrato que el film ofrece de Zamperini, aún más plano resulta el de su torturador japonés, apodado "El pájaro", reducido aquí a un mero villano de opereta. El resto de personajes secundaros acaban resultando meramente anecdóticos.
Zamperini es presentado siempre como un personaje de una sola pieza, petreo, inconmobible. Al principio del film se nos ha mostrado su problemática adolescencia, sin explicarnos nunca sus motivaciones o las causas de la misma. A lo largo de la película vemos como es sometido a las más duras pruebas físicas, como es torturado, como es víctima del sadismo y la brutalidad gratuita. Sin embargo Zamperini siempre se muestra integro, calmado, sin dar muestras de ningún tipo de desequilibrio emocional. ¿Porqué? ¿Qué le lleva a mantener esa integridad mental? ¿La fe? ¿El amor? El film nunca nos explica qué sentimientos, ideas, credos o motivaciones lo convierten en un individuo inquebrantable, y por lo tanto no hay forma de lograr la comprensión por parte del espectador, al que no le queda más remedio que verlo como una suerte de personaje mítico. Y como todo personaje mítico sabemos que logrará su redendión y su salvación, por lo que al espectador se le hace innecesario identificarse con su sufrimiento.
Al final lo que quedan son las buenas intenciones, el relato de supervivencia, resistencia y redención personal, como reza el cartel publicitario del film. Lamentablemente Angelina Jolie no ha sabido revestir de emoción dicho relato.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La fotografía de Roger Deakins y la partitura de Alexandre Desplat. ¿Lo peor? El talento de Angelina Jolie como directora no está a la altura de sus ambiciones.
lunes, 22 de diciembre de 2014
SENSE OF MARVEL
Cuando hace algunos años se confirmó la compra de Marvel Comics por parte de la Disney Company, no fueron pocos los que pusieron el grito en el cielo temerosos de que se produjese una injerencia intolerable por parte de la compañía californiana en la producción de una de las mayores editoras de comics de los Estados Unidos. Si bien no se pueden tildar de radicalmente progresistas o liberales las tendencias socio-políticas de la editorial (pensemos que Marvel produce esencialmente comics de superhéroes americanos), si es cierto que su posicionamiento está muy alejado de los más familiares y conservadores valores que pregona Disney. ¿Iban los lectores de comics a ver como la violencia de éstos se reduciría de forma sensible? ¿Llegarían a advertir como se suavizarían los contenidos de los comics para ofrecer un producto más "light", apto para todos los públicos? ¿Se iban a convertir los comics Marvel en una serie de productos más o menos propagadisticos que defendiesen la unidad familiar y el american way of life? Esos eran algunos de los temores que asaltaron a los lectores habituales y no faltaron entonces sangrantes parodias en las que aventuraban crossovers entre Spider-man y Mickey Mouse, o en las que veíamos a Mary Jane Watson o la Viuda Negra dibujadas como princesas Disney.
El tiempo ha demostrado que dichos temores eran infundados, y no solo no se ha apreciado una injerencia percetible por parte de Disney en los comics (las dosis de acción, violencia y contenido más o menos 'incorrecto', siempre según los estándares de la sociedad conservadora bienpensante americana, se mantienen prácticamente intactos), sino que además los productos cinematográficos realizados al auspicio de Marvel Studios, poco o nada tienen que ver con la sensibilidad imperante en las tradicionales películas Disney. "Los Vengadores" de Josh Wedon resultan tan adrenalíticos como cabría esperar, "Los Guardianes de la Galaxia" de James Gunn mantienen intacto su humor irreverente, e incluso "Capitán América. El Soldado de Invierno" no disimula una cierta critica ideológica que pone en entredicho el stablishment político americano. No hay canciones, no hay secundarios graciosillos, no hay villanos de opereta... ni siquiera hay niños o animalitos achuchables (bueno, Baby Groot se le acerca... pero solo aparece en los créditos finales). Dicho de otro modo: Marvel ha mantenido su idependencia creativa sin sufrir (al menos aparentemente) presiones por parte de Disney. Y es muy posible que los directivos de Disney no haya perdido de vista el hecho de que Marvel tiene su público y no deja de ser una compañía lucrativa.
No obstante era de esperar que tarde o temprano se produjese algún tipo de colaboración entre ambas majors, y que de dicha colaboración surgiese algún tipo de producto híbrido. Dicho producto es "Big Hero 6". O podría haber sido, porque a la postre lo que tenemos entre manos es un producto 100% Disney. Ojo, no lo digo como una crítica. A fin de cuentas "Big Hero 6" es un film muy apreciables desde muy diferentes puntos de vista. Pero vayamos por partes.
Los "Big Hero 6" son un grupo de super-héroes japoneses que debutaron en los años 90 en las páginas de "Alpha Flight". Supongo que viendo el éxito creciente del comic manga Marvel decició probar suerte con una serie que bebía de influencias niponas, aunque adaptándolas a la idiosincrasia propia del comic de superhéroes americano. En los 90 surgió una generación de dibujantes que asimilaban las influencias gráficas del cómic y el animé proveniente del país del Sol Naciente, y que cristalizó en un nuevo estilo llamado 'amerimanga' que tuvo sus principales representantes en dibujantes como Adam Warren, Joe Madureira, Humberto Ramos o Ducan Rouleau, este último creador gráfico de los "Big Hero 6". El comic tuvo un éxito más bien discreto, pese a que en sus filas militaron un par de personajes provenientes de la franquicia mutante como Fuego Solar y el Samurai de Plata, y con el tiempo terminó por desaparecer de la producción editorial marvelita.
No es tan extraño que desde Disney se haya rescatado este olvidado grupo para realizar el primer film de animación que adapta un cómic Marvel según los criterios estéticos y éticos de la compañía californiana. Marvel ha acabado bastante escamada con la perdida de los derechos de algunos de sus personajes y anda desesperada por recuperar los que corresponden a franquicias como los X-Men o los 4 Fantásticos (en poder de Fox). Marvel no se arriesgaría a ceder los derechos de sus colecciones estrella y más cuando estos pueden interferir en un ambicioso plan de producción que llega hasta el 2018 o 2019. Pero tratándose de personajes olvidados o franquicias casi desconocidas, ¿porqué no intentarlo? Ahí es donde entran estos "Big Hero 6".
En el trasvase a Disney algunas cosas han cambiado: ni Fuego Solar ni El Samurai de Plata pueden aparecer, pues en su condición de mutantes sus derechos pertenecen a Fox); Hiro o Gogo Tomago conservan buena parte de su diseño original; Baymax sufre cambios considerables y su aspecto agresivo se transforma en un 'diseño achuchable'; Honey Lemon conserva solo su nombre, su pelo rubio y su bolso (aunque este último ya no es una puerta a un universo de bolsillo; Fredzilla es simplemente Fred con un traje de monstruito; y Wasabi es ahora negro por aquello de que todo film blockbuster producido en Hollywood debe mantener su cuota de actores afroamericanos. El resultado, como decía más arriba, es un film netamente Disneyano que nada tiene que ver con el espíritu de los films Marvel más allá de un hilarante cameo en la escena post-cretitos (y que conviene no perdérsela).
Vale, no es un film Marvel. ¿Es por ello una mala película? En absoluto. El film hace gala de un film endiablado en muchos momentos, tiene momentos francamente divertidos, es sencillamente espectacular en las secuencias de acción, mantiene un par de momentos emotivos marca Disney que no desentonan en absoluto, e incluso tiene algunos momentos dramáticos que sorprenden gratamente por inesperados. Son curiosamente esos momentos dramáticos los que podrán conectar más con el público adulto y los que quizás logren cierta desafección por parte de la audiencia infantil. Pero para compensarlo ahí está un personaje como Baymax, que es un prodigio de diseño minimalista (en la línea de la E.V.E de "Wall.e") y que nos regala los momentos más hilarantes del film.
Hay no obstante algunos elementos criticables en este último film de la factoria Disney. Sin duda alguna la parte del león se la lleva Hiro, el personaje mejor dibujado, y su robot enfermero/guardian Baymax, aunque algunos aspectos de su relación están descritos de manera un tanto superficial (el giro hacia la 'oscuridad' que experimentan ambos en un momento del film está resuelto de manera bastante precipitada). Sin embargo el resto de los miembros del grupo y compañeros de Hiro, aunque estando muy bien definidos en su aspecto gráfico, aparecen bastante desdibujados en cuanto a la parte emocional y poco aportan al relato más allá de protagonizar algunos momentos de acción más o menos espectaculares. Honey Lemon, Wasabi o Gogo resultan en conjunto bastante intrascendentes y tanto solo Fred aporta algún momento cómico digno de aprecio. Por otro lado el villano del film vuelve a ser un acierto en cuanto a su diseño (su entrada en escena, vestido de negro y atabiado con una máscara kabuki, es realmente escalofriante), pero de nuevo sus motivaciones resultan un tanto forzadas y no deja de ser a la postre un personaje un tanto plano. En última instancia hay un aspecto inherente a todo comic de superhéroes que se precie y que aquí ha sido ignorado en buena medida: el hecho fundacional que da origen al superhéroe, tanto en su causa física (la picada de una araña radioactiva, la explosión de una bomba gamma, el gen X mutacional, el bombardeo de rayos cósmicos...) como emocional (el asesinato de un progenitor que deriva en la busqueda de venganza, la busqueda de redención por errores cometidos en el pasado, la asunción de una misión con un fin superior...). En el caso de Hiro su conversión en superhéroe resulta un tanto casual y obedece más a necesidades de guión que no a una evolución más matizada del personaje.
En lo que no hay motivo de discusión es en la animación. A nivel técnico ésta resulta sencillamente prodigiosa y logra momentos de auténtica belleza, especialmente en la descripción de la ciudad de San Fransokio, un curioso híbrido de Tokyo y San Francisco. Algunos momentos de acción o las secuencias de vuelo de Baymax cortan la respiración por su planificación y la absoluta perfección de su animación.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La animación, pluscuamperfecta... y el diseño 'achuchable' de Baymax. ¿Lo peor? No es que sea en sí un defecto, pero cabría esperar un producto más arriesgado de lo que iba a ser la primera colaboración Disney/Marvel, y en vez de ello tenemos un muy logrado y disfrutable producto 100% Disney, pero que se desentiende por completo de la herencia de la mayor editorial de comics superheroicos de la historia.
jueves, 18 de diciembre de 2014
ADIOS A LA TIERRA MEDIA
Fue en el año 2001 cuando se estrenó "El señor de los anillos. La comunidad del anillo". Yo, y supongo que muchos fans de la obra de Tokien y aficionados al cine fantástico en general, asistimos al estreno navideño del film con unas expectativas realmente altas. Recuerdo la sesión a la que yo asistí. El cine estaba atestado, todas las butacas llenas. Se apagarón las luces, sonaron los primeros acordes de la partitura de Howard Shore con el leiv motiv del anillo y escuchamos en off la voz de Cate Blanchet, Galadriel en la ficción, narrando el origen de los anillos de poder. Vimos a un imponente Sauron en la pantalla, sostiendo el Único en su mano, y de inmediato asistimos al sitio de Barad-Dûr, en el que cayó Elendil y su hijo Isildur cortó la mano de Sauron y se hizo con el Anillo Único... Entonces yo derramé una lágrima de pura emoción al ver plasmadas en imágenes algunos de los pasajes imperecederos de la opus magna de John Ronald Reuel Tokien, en imágenes tan poderosas que cortaban la respiración. Es cierto que a mi alma de friki le resultaba francamente fácil emocionarse ante tal espectáculo. Y las emociones se seguirían a continuación con el descubrimiento de la Comarca, la riada del Bruinen y el rescate de Frodo, el descubrimiento de Rivendel, las puertas de Moria, la caida de Gandalf en Khazad-Dûm, el espejo de Galadriel, la muerte de Boromir, la disolución de la comunidad del Anillo... Peter Jackson había acometido la tarea monumental de adaptar la trilogía de "El Señor de los Anillos" en tres películas que se rodarían casi simultáneamente. En los dos años siguientes al estreno de "La comunidad... " veríamos en pantalla grande "Las dos torres" y "El retorno del rey", pero posiblemente "La comunidad del anillo", por ser la más fiel al espíritu, esencia y letra del libro, y por ser también la más comedida de las tres (notorio es la tendencia al exceso de su director), es quizás la más redonda de todas desde un punto de vista estrictamente cinematográfico.
Han tenido que pasar 10 años para superar ciertas dificultades iniciales que pertmitiesen a Peter Jackson continuar con su labor de trasladar la obra de Tolkien a la gran pantalla y hacerse cargo de la dirección de "El Hobbit" tras el abandono de Guillermo del Toro. De nuevo Jackson decidió dar forma de trilogía fílmica al relato, y para ello lo aumentó, completó y enriqueció a partir de material de otros escritos del propio Tolkien. Ahora en el 2014, tras "Un viaje inesperado" y "La desolación de Smaug", nos llega "La batalla de los cinco ejércitos", con la cual Peter Jackson pone punto final a la trilogía y al tiempo se despide cinematográficamente del universo de la Tierra Media, universo al que difícilmente él o cualquier otro podrá volver, al menos en mucho tiempo, vistas las reticencias de los herederos de Tolkien a vender los derechos cinematográficos de cualquier otra obra suya, siendo "El Silmarilion" la más codiciada por las productoras.
En varios artículos previos he puesto de manifiesto mis opiniones sobre la forma en cómo Peter Jackson ha acometido la ardua tarea de plasmar en imágenes todo el imaginario de Tokien. Así como en la trilogía dedicada a "El señor de los anillos" Jackson realizó una obligada labor de síntesis argumental, en el caso de "El hobbit" ha realizado justo lo contrario, un trabajo de descompresión para el cual se ha servido tanto de otras obras del propio Tolkien como de elementos inventados de cosecha propia. La sensación, pues, para cualquier amante y conocedor de la obra tolkiana es en esta ocasión muy distinta a la que tuvimos con el visionado de la trilogía previa.
Partamos del hecho de que Jackson reescribe la obra de
Tolkien según su propia interpretación y su propia sensibilidad. Es algo que ya
hizo con “El señor de los anillos” y ha vuelto a hacer ahora con “El hobbit”.
Jackson no descuida la emotividad del relato y la descripción de personajes,
pero pone siempre el acento en el espectáculo que ofrece el film. Esa dualidad
entre lo intimista y lo épico estaba más equilibrada en la trilogía previa,
pero se encuentra mucho más descompensada en las tres partes que conforman “El
hobbit”. Aceptemos que un film y un libro son medios distintos, que utilizan
diferentes herramientas de expresión artística y lo que funciona muy bien en
uno no tiene porqué funcionar igual de bien en otro. En este aspecto hay que
ser en cierta medida tolerante cuando se hacen cambios, muchas veces
necesarios, al adaptar un libro a la gran pantalla. Algunos cambios
pueden obedecer a limitaciones técnicas, otros a necesidades de ritmo o timming
del film, a veces son fruto de la
necesidad de llegar a una audiencia más amplia. No me importa si no se respeta
la letra de un libro a pie juntillas si al menos se mantiene intacto el
espíritu y esencia del mismo en su traslación a la imagen real. Y aun así,
cuando se traiciona intencionadamente el espíritu de la obra original, ello no
tiene por qué redundar en perjuicio del producto final si entendemos que éste
es el fruto de la visión personal de su director. Así pues lo que hemos visto
en pantalla no es la visión de Tolkien, sino más bien un “Peter Jackson’s Lord
of the Rings” y un “Peter Jackson’s The Hobbit”. Dejando a un lado prejuicios
cerriles o posicionamientos puristas poco transigentes, hemos de plantearnos la
pregunta “¿el film funciona?”. En el caso de “El señor de los anillos” según
Peter Jackson, mi respuesta es un rotundo sí. En el caso de su versión de “El
hobbit” encuentro más elementos criticables.
No es que piense que la trilogía de ESDLA es un film redondo,
ni desde un punto de vista de adaptación de la obra original, ni tampoco desde un punto
de vista estrictamente cinematográfico. Jackson se deja arrastrar muchas veces
por su sentido del gran espectáculo y su tendencia al exceso, y al hacerlo
traiciona inconscientemente su referente y demuestra un profundo desconocimiento
de la esencia del relato original. Un ejemplo: en la batalla del abismo de
Helm, en “Las dos torres”, los elfos de Lorien acuden en ayuda de los Rohirrim
por mandato de Elrond. Más allá del hecho de que dicha secuencia no existe en
el libro, está el aspecto de que es totalmente incoherente con la forma en cómo
Tolkien describe a los elfos en su obra. Los elfos son una raza noble pero
altiva. No solo muestran su condescendencia hacia la raza humana, sino a veces también
su menosprecio por la raza de los enanos. Los hechos que narra “El señor de los
anillos” transcurren en la tercera edad de la Tierra Media, la edad de los
hombres. Éstos están medrando mientras que la raza élfica se encuentra en declive.
Conscientes de su decadencia y convencidos del triunfo de Sauron los elfos se están preparando
para abandonar la Tierra Media y cruzar el mar hacia ‘más allá de Arda’, de ahí
que se desentiendan por completo de los asuntos humanos y los abandonen por completo
a su suerte. Así pues la presencia de elfos en Helm es incoherente y
equivocada, por mucho que luzcan muy bien en pantalla y permitan a Howard Shore
subrayar su entrada en escena con una marcial variación del tema de Lorien. Son
este tipo de fallos los que Peter Jackson no debería haber permitido. Otros cambios, por
el contrario, son aceptables desde un punto de vista de cohesión argumental (como la eliminación de los episodios de los
Tumularios, de Tom Bombadil o el Saneamiento de la Comarca) o de eliminación de
personajes superfluos (Glorfindel, Bombadil, Ghan-buri-ghan). E incluso es aceptable el hecho de que detalles que en el
libro son narrados de forma sutil (el 'enfrentamiento' de Gandalf y Saruman en
Orthanc) o elíptica (el juramento de los
espectros en los Senderos de los Muertos), adquieran en la película una mayor fisicidad,
una mayor presencia escénica, algo que los no puristas de la obra tolkiana asumimos como un cambio necesario.
En cualquier caso la mayoría de los cambios introducidos por
Peter Jackson y sus dos guionistas (Fran Walsh y Phillippa Boyens) en “El señor
de los anillos” son aceptables por cuanto a) tratan de sintetizar un relato que
por su extensión y riqueza es difícilmente abarcable, y b) tratan de hacer que
dicho relato sea asequible a toda la audiencia, no únicamente a los seguidores
de Tolkien.
El problema de “El hobbit”, en mi opinión, es que Jackson,
sabedor que en esta ocasión tenía un mayor espacio fílmico para dar rienda
suelta a sus desmanes, no comprime sino que expande y alrga de una forma innecesaria
muchos aspectos del libro. A esto añadámosle el hecho de que Jackson se ha
sacado de la manga muchos pasajes y elementos inexistentes en la obra original,
provocando la ira de los fans del libro y de los puristas de la obra tolkiana.
Es cierto que con la trilogía anterior Jackson llevó a Tolkien a su propio
terreno y lo reinterpretó a conveniencia, pero lo que hizo es eso: interpretar,
no inventar. Son esos elementos inventados los que irritan (justificadamente) a
los conocedores de la obra original, no solo porque suponen una traición sino
sobretodo porque demuestran (de nuevo) un escaso conocimiento de la esencia de los
libros.
La mayor traición al relato ya la vimos en el film previo, “La
desolación de Smaug”, con la invención del personaje de la elfa Tauriel, no por
la invención en sí, sino porque ésta no respeta en absoluto la descripción que
Tolkien hace de sus personajes. En la mitología tolkiana los elfos son una raza
altiva, orgullosa y con un complejo de superioridad hacia el resto de razas que
ellos consideran inferiores (hombres y enanos), que muchas veces no se molestan
en disimular. Particularmente las enemistades entre elfos y enanos datan de los
tiempos de la primera edad (recogidos en la obra “El Silmarilion”) y
normalmente éstos tratan de evitarse. La amistad entre Legolas y Gimli que se
narra en ESDLA se construlle y desarrolla a lo largo del relato por el hecho de compartir
dramas y aventuras juntos, pero empieza con cierta tirantez. Así pues, de
entrada, el hecho de presentar una elfa guerrero es cuestionable (Tolkien no
describe nunca a mujeres guerreros con la excepción de Eowyn en "El señor de los anillo"), pero intentar
construir un romance entre ella y un enano es forzado e incluso ridículo, por mucho que
dicho enano tenga los agraciados rasgos de Aidan Turner. En “El hobbit” de
Tokien no hay ni un solo personaje femenino, por lo que Jackson se siente en la
necesidad de introducir uno para captar el interés de la platea femenina. Pero en
vez de utilizar un recurso más distreto e inteligente, como hubiese sido un cameo de Liv
Tyler en Rivendel (algo que algunos espectadores hubiésemos agradecido), se
saca de la manga una Tauriel guerrera que no hubiese desentonado en un capítulo
de “Xena, la princesa guerrera”, pero que chirría un poco en los ambientes de
la corte de Thranduil. A punto estuvo Jackson de mostrar a Arwen en Helm
blandiendo una espada, pero afortunadamente recapacitó y reculó a tiempo, algo
que lamentablemente no ha querido o sabido hacer en esta ocasión.
Si obviamos por completo su mayor o menor fidelidad al
relato original y nos centramos en “El hobbit” como producto estrictamente
cinematográfico, tampoco éste se libra de ciertas críticas. Se ha criticado
mucho la obsesión de Tolkien por estirar un relato que apenas supera las 200
páginas en una trilogía de films de más de 2 horas y media de duración cada
uno. Para ello Jackson ha echado mano, como decía más arriba, de otras obras
del autor, y de esta manera ha podido dar presencia fílmica a un pasaje narrado
en forma elíptica como es la reunión del Concilio Blanco y la expulsión de
Sauron de Dol Guldur. El problema no es tanto que Jackson haya filmado tres
películas, sino que el proceso alarga algunas escenas de forma innecesaria hasta la
extenuación: la llegada de los enanos a casa de Bilbo es una secuencia un tanto tediosa,
como lo es la interminable persecución de los trasgos en la Montañas Nubladas (Jackson se mostró más comedido y acertado en la set piece de Khazad-dum en "La comunidad del anillo");
las cabriolas circenses de Legolas encima de los barriles en "La desolación de Smaug" resultan exageradas hasta lo
irritante, mientras que la huida de Smaug de Erebor, con el oro de la efigie de
Thror cayéndole encima, acaba por resultar excesiva; además Jackson le concede un protagonismo
excesivo a Legolas en las películas (supongo que por aquello de tratar de
aprovechar del tirón comercial que se le supone a un actor como Orlando Bloom).
Todo ello redunda a veces en perjuicio del ritmo de los films, que adolecen en ocasiones de un ritmo bastante
irregular.
Naturalmente hay auténticas joyas en esta trilogía, pero no
son precisamente los momentos más espectaculares, sino aquellos más intimistas
en los que prima el trabajo interpretativo por encima del despliegue de efectos
especiales, como son el episodio de los “Acertijos en las tinieblas” en “Un viaje
inesperado”, que nos presenta el impagable cara a cara entre Bilbo (espléndido
Martin Freeman) y Gollum (impresionante Andy Serkis, como siempre); o el duelo
de ingenio entre el mismo Bilbo y el dragón Smaug (portentoso trabajo vocal de Benedict
Cunberbach) en “La desolación de Smaug”.
Jackson ha variado intencionadamente el tono original del
libro (más inocente, ligero, humorístico) haciendo más oscuro y dramático, de
forma que resultase más coherente con lo mostrado en la trilogía de ESDLA. Así
pues el director neozelandés nos presenta “El hobbit” no como una obra
independiente, sino como una intencionada precuela de “El señor de los anillos”. Ahora nos llega la tercera parte de dicha trilogía, “La batalla de los cinco ejército”, que pretende ser el
broche final de la aproximación de Peter Jackson al legendarium de J.R.R. Tolkien.
"La batalla de los cinco ejércitos" adolece de los mismos defectos que las entregas anteriores: alarga en exceso las secuencias de acción, pone más el acento en los momentos espectaculars que en los intimistas, se pierde a veces en los excesos a los que su director es tan dado, traiciona la esencia de la obra original, obvia y menosprecia el mensaje implícito en la misma (el caracter siempre anti-belicista y ecológico que impregna toda la obra de Tokien), relega aspectos de dicho libro (el humor) por supeditarse a los mandatos cinematográficos, añade invenciones que muchas veces no solo contradicen el espíritu del libro sino cuyo único objetivo es satisfacer los gustos de cierto sector de la platea... Pero también es justo reconocer que este film atesora no pocas virtudes: un ritmo endiablado que no concede respiro al espectador, un diseño de producción simplemente fastuoso, unos efectos especiales prodigiosos, un ajustado reparto que nos regala momentos interpretativos realmente memorables (destacando por encima de todos un carismático Martin Freeman y un mercurial Richard Armitage, amén del imponente Christopher Lee, la siempre fascinante Cate Blanchet y un matizado Lee Pace), un elaborado trabajo de realización detras de las cámaras, que arranca momentos de incuestionable belleza plástica (la muerte de Smaug, la batalla de Thorin y Azog en el hielo...), una partitura que subraya a la perfección las imágenes del film, una indisimulada devoción a la obra de Tolkien, que se traduce en la aparición de numerosos detalles gráficos para satisfacción de los conocedores del libro original (Galadriel sosteniendo el frasco que contiene la luz de Earendil), un considerable esfuerzo por crear una saga compacta y coherente, tanto en el apartado visual como argumental las tres partes de "El Hobbit" son indisociables de las que conforman la trilogía de "El señor de los anillos". Pese a todo Jackon con consigue (o no quiere) evitar ciertas salidas de tono (la descripción simplemente gotesca de algunos personajes, como el ¿troll? que trata de derribar a Legolas en Ravenhill; la invención de esos gusanos gigantes que horadan las montañas y que parecen tomados prestados de "Dune") e incluso llega a poner a prueba la paciencia del espectador con algunas secuencias estiradas de forma innecesaria (el, de nuevo, circense enfrentamiento entre Legolas y Bolgo)
Peter Jackson es asume la tarea de integrar toda la narración de "El hobbit" en un gran fresco cinematográfico del que ya forma parte "El señor de los anillos", y por ellos se propone revisar buena parte de lo escrito por Tokien. Un hecho quizás no muy conocido es que el propio Tokien reescribió algunos de los pasajes iniciales de "El hobbit" tras la publicación de "El señor de los anillos", que le fué encargada como una secuela del primero; incluso tenía prevista una segunda reescritura con la intención de integrar aún más la historia de las aventuras de Bilbo Bolsón en la gran epopella vivida por su sobrino Frodo, pero dicha revisión nunca se materializó pues Tolkien se encontraba inmerso en la tarea de completar las leyendas que configuran "El Silmarilion". Hay pues lagunas entre ambos relatos que no siempre fueron despejadas del todo por el autor en escritos posteriores. Es en dichos huecos donde Peter Jackson se ha permitido las mayores licencias, por ejemplo en la secuencia en que los miembros del Concilio Blanco expulsan a Sauron de Dol Guldur. En realidad fué un ejercito de elfos Noldor de Rivendel y Galadhrim de Lorien los que obligaron a Sauron a retirarse; Jackson sin embargo ha optado por simplificar la escena haciendo que sean Saruman, Galadriel, Elrond y Radagast los que irrumpar en la fortaleza para rescatar a Galdalf y enfrentarse a los espectros del anillo. De esta manera no solo consigue una escena francamente espectacular (que evoca en cierto momento al episodio de "El espejo de Galadriel" donde la dama blanca muestra su cara más poderosa e imponente) sino que además otorga un mayor protagonista al propio Concilio.
Quizás el aspecto más criticable de estas 3 películas es la forma en como conscientemente Peter Jackson ha descuidado el montaje final del film, dejando intencionadamente algunos momentos rodados para poder justificar la posterior aparación (y venta comercial) de una edición extendida de estos films. Algunas escenas vistas en el trailer (una persecución de huargos en un rio helado) se han descartado en este montaje cinematográfico, mientras que la aparación de algunos personajes parece reservada para el mencionado montaje definitivo (Beorn, por ejemplo, aparece aquí visto y no visto).
En definitiva, el film irrita, sorprende, emociona, molesta y divierte a partes iguales, y como espectáculo cinematográfico es áltamente recomendable. Es harto complicado valorar esta tercera entrega de forma disociada de las dos precedentes. ¿Innova o aporta novedad alguna a la saga de la Tierra Media? No. ¿Está a la altura de la trilogía anterior? Salgo algunos momentos puntuales, no; no puedo dejar de considerar que el estreno de "La comunidad del anillo" supuso una auténtica y grata sopresa al no saber como lucirían al final los pasajes de Tokien traducidos en imágenes; ese factor sorpresa se pierde y ha sido plenamente superado en las 3 partes de "El hobbit". Aún así hay que concederle el merito de ser un film espectacular y realmente disfrutable.
"La batalla de los cinco ejércitos" adolece de los mismos defectos que las entregas anteriores: alarga en exceso las secuencias de acción, pone más el acento en los momentos espectaculars que en los intimistas, se pierde a veces en los excesos a los que su director es tan dado, traiciona la esencia de la obra original, obvia y menosprecia el mensaje implícito en la misma (el caracter siempre anti-belicista y ecológico que impregna toda la obra de Tokien), relega aspectos de dicho libro (el humor) por supeditarse a los mandatos cinematográficos, añade invenciones que muchas veces no solo contradicen el espíritu del libro sino cuyo único objetivo es satisfacer los gustos de cierto sector de la platea... Pero también es justo reconocer que este film atesora no pocas virtudes: un ritmo endiablado que no concede respiro al espectador, un diseño de producción simplemente fastuoso, unos efectos especiales prodigiosos, un ajustado reparto que nos regala momentos interpretativos realmente memorables (destacando por encima de todos un carismático Martin Freeman y un mercurial Richard Armitage, amén del imponente Christopher Lee, la siempre fascinante Cate Blanchet y un matizado Lee Pace), un elaborado trabajo de realización detras de las cámaras, que arranca momentos de incuestionable belleza plástica (la muerte de Smaug, la batalla de Thorin y Azog en el hielo...), una partitura que subraya a la perfección las imágenes del film, una indisimulada devoción a la obra de Tolkien, que se traduce en la aparición de numerosos detalles gráficos para satisfacción de los conocedores del libro original (Galadriel sosteniendo el frasco que contiene la luz de Earendil), un considerable esfuerzo por crear una saga compacta y coherente, tanto en el apartado visual como argumental las tres partes de "El Hobbit" son indisociables de las que conforman la trilogía de "El señor de los anillos". Pese a todo Jackon con consigue (o no quiere) evitar ciertas salidas de tono (la descripción simplemente gotesca de algunos personajes, como el ¿troll? que trata de derribar a Legolas en Ravenhill; la invención de esos gusanos gigantes que horadan las montañas y que parecen tomados prestados de "Dune") e incluso llega a poner a prueba la paciencia del espectador con algunas secuencias estiradas de forma innecesaria (el, de nuevo, circense enfrentamiento entre Legolas y Bolgo)
Peter Jackson es asume la tarea de integrar toda la narración de "El hobbit" en un gran fresco cinematográfico del que ya forma parte "El señor de los anillos", y por ellos se propone revisar buena parte de lo escrito por Tokien. Un hecho quizás no muy conocido es que el propio Tokien reescribió algunos de los pasajes iniciales de "El hobbit" tras la publicación de "El señor de los anillos", que le fué encargada como una secuela del primero; incluso tenía prevista una segunda reescritura con la intención de integrar aún más la historia de las aventuras de Bilbo Bolsón en la gran epopella vivida por su sobrino Frodo, pero dicha revisión nunca se materializó pues Tolkien se encontraba inmerso en la tarea de completar las leyendas que configuran "El Silmarilion". Hay pues lagunas entre ambos relatos que no siempre fueron despejadas del todo por el autor en escritos posteriores. Es en dichos huecos donde Peter Jackson se ha permitido las mayores licencias, por ejemplo en la secuencia en que los miembros del Concilio Blanco expulsan a Sauron de Dol Guldur. En realidad fué un ejercito de elfos Noldor de Rivendel y Galadhrim de Lorien los que obligaron a Sauron a retirarse; Jackson sin embargo ha optado por simplificar la escena haciendo que sean Saruman, Galadriel, Elrond y Radagast los que irrumpar en la fortaleza para rescatar a Galdalf y enfrentarse a los espectros del anillo. De esta manera no solo consigue una escena francamente espectacular (que evoca en cierto momento al episodio de "El espejo de Galadriel" donde la dama blanca muestra su cara más poderosa e imponente) sino que además otorga un mayor protagonista al propio Concilio.
Quizás el aspecto más criticable de estas 3 películas es la forma en como conscientemente Peter Jackson ha descuidado el montaje final del film, dejando intencionadamente algunos momentos rodados para poder justificar la posterior aparación (y venta comercial) de una edición extendida de estos films. Algunas escenas vistas en el trailer (una persecución de huargos en un rio helado) se han descartado en este montaje cinematográfico, mientras que la aparación de algunos personajes parece reservada para el mencionado montaje definitivo (Beorn, por ejemplo, aparece aquí visto y no visto).
En definitiva, el film irrita, sorprende, emociona, molesta y divierte a partes iguales, y como espectáculo cinematográfico es áltamente recomendable. Es harto complicado valorar esta tercera entrega de forma disociada de las dos precedentes. ¿Innova o aporta novedad alguna a la saga de la Tierra Media? No. ¿Está a la altura de la trilogía anterior? Salgo algunos momentos puntuales, no; no puedo dejar de considerar que el estreno de "La comunidad del anillo" supuso una auténtica y grata sopresa al no saber como lucirían al final los pasajes de Tokien traducidos en imágenes; ese factor sorpresa se pierde y ha sido plenamente superado en las 3 partes de "El hobbit". Aún así hay que concederle el merito de ser un film espectacular y realmente disfrutable.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Como en las entregas anteriores, Martin Freeman dando vida a Bilbo Bolson; en esta ocasión no hay un personaje infográfico (Gollum o Smaug) que pueda eclipsarle. ¿Lo peor? Despedirse de la Tierra Media, sabiendo que, hoy por hoy, "El Silmarilion" no llegará a verse en una pantalla de cine.
martes, 16 de diciembre de 2014
ENTRE LA CIENCIA Y LA FE
¿Qué ocurriría si un hecho espiritual pusiese en duda los hechos científicos? Esa es la pregunta que una persona plantea al protagonista de la última película de Mike Cahill, "Orígenes", y esa misma es la pregunta a la que el director y escritor del film trata de responder.
"Orígenes" ganó el primer premio en el último festival de Sitges, y la primera pregunta que me viene a la cabeza es ¿por qué? No niego que "Origenes" sea un film bellamente filmado, con una primorosa fotografía de Markus Fordeder y una ajustada labor de dirección y montaje por parte de Mike Cahill. Cada plano de la película está cuidadosamente encuadrado y bellamente iluminado. Desde un punto de vista meramente estético no puede negarse que es un film hermoso que, afortunadamente, no abusa de las florituras banales, por mucho que en algún momento a su director no le dé reparo en insertar algún que otro plano de un pavo real blanco volando y filmado al ralentí. Pero una cosa es su plasmación formal y otra muy distinta su exposición argumental, y es en este último punto donde el film se revela como plúmbeo y naif.
La historia se centra en la búsqueda llevada a cabo por un científico, Ian (interpretado por Michael Pitt), que mediante el análisis de la evolución del ojo humano (tema por el que siente verdadera fascinación) pretender rebatir las teorías creacionistas y por lo tanto refutar la existencia de Dios. En su búsqueda, Ian (que mantiene siempre una postura pragmática, científica, lógica, sobre cualquier asunto de naturaleza religiosa o sobrenatural) conocerá a Sofi (la española Astrid Bergés-Frisbey), una chica con una peculiar característica ocular, llamada heterocromia, que hace que sus ojos tengan una fascinante combinación de colores; Sofi, por contra, adopta una postura más receptiva acerca de la existencia de un ser divino superior (en un momento del film afirma que 'los humanos somos como esos gusanos ciegos que no ven la luz; que no veamos a Dios no significa que no exista'). Pese a las diferencias de credos ambos iniciarán una relación romántica y llegarán a prometerse, hasta que un día Sofi fallece en un accidente. Ian superará la perdida de Sofi, se casará y llegará a tener un hijo, pero una serie de circunstancias basadas en estudios comparativos del iris de su hijo con el de una persona fallecida le llevará a sospechar que ambos pueden estar de alguna manera conectados. Entonces iniciará una búsqueda para localizar en la India una niña que por alguna misteriosa coincidencia puede estar conectada con la fallecida Sofi, pues ambas comparten una misma 'firma' ocular, algo que desde un punto de vista científico y estadístico es prácticamente imposible.
El film abunda en datos científicos sobre el estudio de los ojos, si bien sus explicaciones científicas no llegan a ser tan espesas como las que planteaba recientemente otro film, "Interestelar" de Cristoper Nolan, en buena parte porque se mueve en un terreno bastante más asequible al profano, el de la biología y no el de la física cuántica o la física gravitacional. Sin embargo el discurso que propone la película de Mike Cahill no puede ser más ingenuo. Ian, el protagonista, culminará su estudio concluyendo que da por demostrada la no existencia de Dios, postura que irrita a los postulan por la teorías creacionistas, pero su búsqueda de la conexión de la niña india con su novia fallecida, le llevará a plantearse la posibilidad de la reencarnación. Ian no cree en Dios porque no es un hecho demostrable, él necesita de datos empíricos, científicos, para admitir la existencia de algo, y ni la religión ni la fe le pueden proporcionar dichos datos, así que las rechaza de pleno. Sin embargo al final del film sucederá algo que hará tambalear su postura hasta entonces inflexible: ocurrirá un hecho inexplicable, de naturaleza espiritual, que él no podrá demostrar, analizar o cuantificar, pero que sin embargo le hará cuestionarse todo su pensamiento científico y por lo tanto le obligará a abrir la mente y plantearse la existencia de lo sobrenatural.
El discurso que propone "Orígenes" podría ser interesante si no fuese porque Mike Cahill lo envuelve todo en una sensibilidad muy new age que termina por resultar un tanto cargante. No hay una verdadera confrontación de ideas ente lógica y fe, entre ciencia y religión, sino más bien una rendición a una postura que acepta sin más el hecho sobrenatural, sin cuestionarlo nunca. El protagonista, que a lo largo de toda la película deja bien claro su agnosticismo, finalmente claudica cuando se deja llevar no por la lógica sino por el corazón. Hace un acto de fe no porque crea que puede llegar a demostrarlo mediante el razonamiento científico, sino simplemente porque necesita creer en ello para expurgar su sentimiento de culpabilidad. Según se explica en el film es el corazón y no el cerebro el que nos lleva al camino de la fe, y de esta forma no se llega a conciliar nunca las posturas científicas y las religiosas, sino que más bien la película hace uso de una argucia sentimental para decantarse en favor de una de esas posturas irreconciliables, que en este caso es (no podría ser de otra forma) la fe. Así pues en última instancia el film evita cualquier tipo de polémica y se torna sensiblero.
A ese posicionamiento ideológico tan propio de la 'nueva era', hay que sumarle un defecto que con frecuencia aqueja al denominado cine alternativo o indie (queda más cool llamarlo así), y es el hecho de que la película adopte un tono descaradamente arty, o dicho de otra forma: que en todo momento sea consciente de su (pretendida) condición de producto de qualité y eso se traduzca en una puesta en escena que intencionadamente rechaza cualquier forma de clasicismo no porque ello obedezca a una necesidad dramática del film, sino simplemente para trata de lograr la adhesión de un determinado sector de crítica y público. Es innegable que el film abunda en imágenes realmente bonitas, pero ese mismo esteticismo redunda en un cierto esnobismo visual que no perjudica al film pero que tampoco le otorga una mayor dimensión.
Es curioso como el film incorpora el apunte más fascinante de su propuesta argumental en una escena incluida tras los créditos finales del film: en ella Ian comienza a analizar en la base de datos de su colega de estudios entradas que coincidan con las fotografías de los iris de personajes famosos como Adolf Hitler, Marthin Luther King, John Lenon, Albert Einstein, Che Guevara o J. F. Kennedy, buscando posibles reencarnaciones de dichos personajes... y encontrándolas. Precisamente esa escena es la que otorga al film su condición de film de ciencia-ficción, sin embargo rompe por completo con el tono intimista del film al ofrecer una derivación argumental completamente nueva que nada tiene que ver, ni en planteamiento ni en tono, con lo que la película había tratado de explicarnos previamente. Pero eso ya sería argumento para otra película.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La luminosa fotografía de Markus Forderer. ¿Lo peor? Su esnobismo formal y su ingenuidad argumental.
lunes, 15 de diciembre de 2014
COSAS DE FAMILIA
A sus 25 años Xavier Dolan se ha convertido en un auténtico
enfant terrible del cine canadiense, en buena parte debido a su juventud, pero
sobre todo gracias al espíritu transgresor que impregna su obra. No he visto
ninguno de sus films anteriores, pero después de ver su última película,
“Mommy”, que vaya por adelantado ya considero uno de los mejores films
estrenados este 2014 en nuestro país, me han entrado ganas de revisar toda su obra
anterior.
En el 2008, a la edad de 19 años, Dolan debutó con el largmetraje con la escritura y dirección de “J'ai tué ma mère”, por la cual ganó tres premios en el Festival
de Cannes en 2009. El mismo Dolan confesó haber escrito el guion a la edad de 16
años, basándose en sus propias experiencias y mezclando las mismas con elementos
de ficción.
Su segundo film, “Les Amours imaginaires”, se estrenó en el 2010,
y en esta ocasión Dolan se hizo cargo de las labores de dirección, producción y actor, además de la supervisión de los departamentos de vestuario y
dirección de arte. El film se proyectó la sección Un Certain Regard del festival de Cannes, recibiendo entonces una
gran ovación.
Su última película, “Mommy”, fue seleccionada para la Palma
de Oro en la sección a competición del Festival de Cannes del presente año, haciéndose
finalmente con el Premio del Jurado. El film está protagonizado por Anne Dorval
en el papel Diane, una madre viuda que debe hacer frente a los problemas
económicos y que a su vez se siente abrumada por la dificultad de criar a su
problemático y a veces violento hijo adolescente, Steve (Antoine-Olivier Pilon), aquejado de hiperactividad y de un transtorno psicológico por déficit de atención. Ambos entablarán amistad
con una vecina, Kyla (Suzanne Clément), que tiene dificultades para expresarse
verbalmente y que esconde algunos secretos.
Tres son los elementos que yo destacaría de esta espléndida película. Primero, su guion. El tono del film es enérgico, incluso crispado. La
película nos muestra una relación materno-filial que poco tiene de
convencional, pues aunque madre e hijo ofrecen a lo largo de todo el film
muestras de amor incondicional (Steve de dice en un momento a su madre “tú eres
mi prioridad”, del mismo modo que ella se refiere en una ocasión a su hijo como
‘su príncipe’), al mismo tiempo no se soportan y se hablan con una crudeza de
lenguaje que resulta poco menos que chocante (adjetivos como ‘puta’, ‘imbécil’,
’subnormal’ o similares abundan a lo largo del film en las conversacines que mantienen madre e hijo). Ese contexto de relación
amor-odio no puede mostrarse de otra forma que haciendo uso de un lenguaje
explícito y poniendo de manifiesto la violencia verbal, emocional e incluso
física que determina la relación entre Diane y su hijo Esteve. En este aspecto el film
es seco, directo, y no hace concesión alguna. La compleja relación entre ellos
adquirirá nuevos matices cuando entre en escena Kyle, su vecina, que
entablará una estrecha relación de amistad con Diane, que a su vez se extenderá al hijo
de ésta cuando comience a ayudarle con sus tareas escolares por petición de su madre.
El director opta por no dar demasiada información sobre determinados aspectos
de sus tres personajes protagonistas, dejando que sea el espectador el que trate de
rellenar los huecos que intencionadamente deja el guion. Así pues sabemos que
Diane enviudó tras una larga enfermedad de su marido, aunque no sabemos cuál ni
qué circunstancias envolvieron dicha convalecencia. Intuimos que la enfermedad
y la muerte de su padre es lo que ha incidido negativamente en el caracter de Steve llevándole
a adoptar una postura rebelde, contestataria e incluso violenta. Nada sabemos
de las causas del tartamudeo de Kyla, aunque sí que tienen un raíz psicológica; está
casada y tiene una niña pero en un momento del film, cuando vemos las fotos
familiares de su habitación, también vemos la foto de un niño pequeño, ausente
en todo el film y del cual no sabemos nada; Kyla se muestra apocada y
extremadamente tímida la mayor parte del tiempo, pero tiene una reacción
inesperadamente violenta cuando Steve la provoca en determinado momento, lo que
nos lleva a sospechar que ella también arrastra un pasado tormentoso y una cierta inestabilidad emocional.
Como he comentado antes el tono del film es siempre crispado, pero nunca histérico y la violencia que
expone nunca es gratuita. Los insultos que constantemente se profesan Diane y
Steve en cierta forma ponen de relieve tanto el amor que se profesan (esos
mismos insultos expresan en muchos casos un alto grado de complicidad y
confianza, como la que se tienen dos colegas de instituto) como el odio o el
hastío que aflora entre ellos en muchos momentos de su relación. Del mismo modo
la violencia física y psicológica que emerge en muchos momentos de la película
desprende una sensación de realismo y credibilidad absoluta. Si el film la expone de una manera cruda, explícita, no lo hace nunca para provocar el rechazo del espectador sino buscando la empatía del mismo con los personajes. Es necesario mostrar esa violencia para llegar a comprenderlos en su totalidad.
Hablo de realismo y credibilidad de la historia, pero ese verismo
no se habría logrado nunca de no ser por la ajustadísima labor interpretativa de su trio
protagonista. Los tres traspiran VERDAD por cada uno de sus poros en su trabajo actoral. A pesar de las
constantes salidas de tono, de la incontinencia verbal, de los arranques de violencia que
en un momento u otro del film emergen de sus protagonistas, en ningún momento los
actores hacen gala de histrionismos de ningún tipo, en ningún momento hay una mueca, una
expresión, una palabra que pueda considerarse exagerada o fuera de lugar. Antoine-Olivier
Pilon en el papel de Steve expresa toda la angustia que puede emanar de un
adolescente con déficit de atención y falta de control; particularmente emotiva
resulta la escena de su cara a cara con Kyle, donde el inesperado arranque violento de
ésta provoca una no menos sorpresiva reacción en Steve; o igualmente dolorosa
es su escena en el karaoke, cuando trata de hacer entender su devoción por su madre
ante el aparente desinterés de ésta y la burla y el desprecio de otros
lugareños. Suzanne Clément hace un espléndido trabajo dando vida a Kyla, la
misteriosa vecina, y si sorprendente es su tete a tete con Steve, no menos desgarradora es su reacción hacia el final del film, cuando Diane trata de
encerrar a su hijo en una institución mental, debatiéndose Kyla entre la
intención de respetar la decisión de su amiga y su deseo de enfrentarse a ella;
igualmente emotiva es la forma como expresa ella la dualidad de su personaje cuando alterna
el diálogo entre Steve y su propia hija en un momento de la película, llegando a
tartamudear únicamente cuando vuelve el rostros para hablar con su hija, pero manteniendose calmada cuando recupera el diálogo con Steve. Y no menos impresionante resulta Anne
Dorval en el papel Diane, con numerosos
momentos a lo largo del film que le permiten poner de manifiesto su enorme
calidad actoral, como aquel en que acude a una entrevista vestida de manera
provocadora para encontrarse con quién le hace la entrevista es la esposa de un
jefe al que ella había tratado de seducir en el pasado (su rostro, sin necesida de palbras, establece un auténtico diálogo con su interlocutora); o el tronchante diálogo
que mantiene con Kyla en el que la risas de ambas son sencillamente
contagiosas; o su desgarradora reacción al final del film cuando ve partir a su
amiga Kyla después de haber mantenido una tensa conversación. Simple y
llanamente impresionantes, y tanto la Dorval como Suzanne Clément nos regalan
las dos mejores interpretaciones femeninas que he visto en el presente año.
Pero si guion y trabajo actoral son incontestables, también hay que destacar la puesta en escena de Xavier
Dolan, que huye de cualquier clasicismo formal pero que al mismo tiempo evita preciosismos o
florituras de cualquier tipo, optando por un enfoque en ocasiones
pseudo-documental pero en el que la cámara tiene una presencia evidente, muy
particularmente en el encuadre, en el que Dolan siempre presta una muy especial
atención al detalle. Dolan ha optado además en este film por un inusual formato
cuadrado que rehúye el scope. Por un lado esto le permite dar mayor relevación a los
pequeños detalles, y muy especialmente a los rostros de los actores, al
eliminar de la escena todos los elementos accesorios o decorativos. Al mismo
tiempo dicho encuadre cerrado crea una sensación claustrofóbica en el espectador, obligándole a concentrar la mirada en la pantalla, y reforzando
pues el efecto dramático de la escena. Dolan solo transgrede su norma en un par
de ocasiones, abriendo el cuadro para adoptar el formato panorámico, y lo hace
en las raras ocasiones en que el trio protagonista expresa su felicidad. En la
primera ocasión incluso se permite un detalle más propio del realismo mágico haciendo que sea el propio Steve el que abra y amplíe los límites de la pantalla. El
segundo instante es un momento que acaba revelándose como una ensoñación de uno
de sus protagonistas, pero lejos de resultar un momento tramposo, Dolan lo
integra de tal modo en la narración que el espectador nunca va a sentirse
engañado.
“Mommy” es un film que atesora muchas virtudes y la menor de
ellas no es la mirada que su joven director arroja sobre los personajes, a los
que nunca juzga, sino sobre los tratar de ofrecer en todo momento una mirada
comprensiva, no para justificar sus actos, a veces reprochables, sino que para
dar a entender, como dice Diane en un momento del film, que ‘cada uno lidia con
lo que tiene como mejor sabe’. Sencillamente uno de los mejores films del 2014
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El trio protagonista,
impresionantes los tres, y la enérgica labor de dirección de Xavier Dolan detrás de
las cámaras. ¿Lo peor? Que se menosprecien los logros del film debido a prejuicios
hacia la juventud de su director.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
