domingo, 3 de enero de 2016

8 HOMBRES (Y UNA MUJER) SIN PIEDAD


La producción del último film de Quentin Tarantino, "The hateful eight" (que en nuestro país se estrenará en breve con el título de "Los odiosos ocho"), no ha podido ser más accidentada. El director de Knoxville pilló un cabreo monumental, y con razón, cuando se filtró el guión de su segunda incursión en el terreno del western tras "Django desencadenado" (2012). La filtración del guión le llevó en primera estancia a cancelar la producción del film, y como respuesta organizó una lectura pública del mismo. Pero esa misma lectura renovó sus ganas de dirigir el film, y finalmente se ha estrenado este pasado 2015 con Kurt Russell, Samuel L. Jackson y una felizmente recuperada Jennifer Jason Leigh en los papeles principales.

Resulta curioso que siendo como es Tarantino un cineasta multireferencial, capaz de acumular citas cinéfilas en cada una de las secuencias de sus películas, haya escrito y filmado el que hasta la fecha quizás sea su película más teatral. Tarantino nunca ha ocultado sus influencias, e incluso las exhibe con orgullo: la blaxpotation, la serie B, los clásicos del cine negro, las películas de artes marciales de Sonny Chiba o los spaguetti westerns de Sergio Leone, y sin embargo viendo su último film, no son precisamente los clásicos del western los que me vienen a la cabeza, sino las novelas de Agatha Christie. Pues "Los odiosos 8" bien podría interpretarse como una versión socarrona y perversa de "10 negritos", ya que desde el momento en que esos 8 personajes se reunen en el escenario único de una posada de diligéncias, el espectador ya puede adivinar que irán cayendo uno a uno, aunque aún no sepa ni cómo ni cuándo. En este sentido el guion, brillante, de Tarantino no puede ser más juguetón, pues se guarda un par de ases en la manga que revelará en el momento más oportuno.

Como escritor y como realizador se muestra en este film francamente hábil, pues es capaz de anticiparse a las expectativas del espectador, jugar con ellas y retorcerlas para ofrecerle justamente lo contrario. Y lo hace con tal gracia que ese mismo espectador nunca se va a sentir defraudado con las trampas que, hábilmente, oculta su guion.

Hablaba más arriba de que esta sea quizás la película más teatral de Tarantino, ya que si por un lado encontramos en ella algunas de las constantes de la filmografía del director de Tennessee (a saber: diálogos brillantes, cuidada puesta en escena, gran dirección de actores, humor negro bien dosificado, estilización de la violencia... ), por otro lado nos encontramos con que casi toda la trama se desarrolla en un único escenario que hace las veces de plató teatral. El film arranca con una secuencia en un paisaje esterior nevado, pero rápidamente encierra a 4 de sus personajes en el interior de una diligencia para hacerlos recitar largos monólogos 'marca de la casa'. Una vez la diligencia llega a la posada, sus 4 ocupantes (dejaremos al conductor de la diligencia al margen para que no afecte al título del film) se unirán a otros cuatro personajes, cada uno de ellos con un pasado sobre sus espaldas y quizás más de un secreto en la recámara. En en ese espacio único, asfixiante, donde se desarrolla el grueso del film, y en ese mismo espacio donde Tarantino, haciendo uso de unas más que sobradas tablas detrás de las cámaras, evita caer en la trampa del 'teatro filmado' para, a pesar de todo, ofrecer un espectáculo auténticamente cinematográfico. Tarantino, como guionista, sabe escribir diálogos brillantes, y en este film hay unos cuantos, la mayoría en boca de Samuel L. Jackson, pero también pone en boca de Walton Goggins algunas de las frases con mayor intencionalidad de la película. Es conocido que recientemente Tarantino se manifestó en contra de la violencia policial y a favor de los derechos de los afroamericanos, lo que le ha costado tener que lidiar con el boicot promovido por los sindicatos de policía raiz de sus declaraciones. Todo ello le ha llevado a adoptar un inusual posicionamiento político, hasta ahora algo ausente en sus películas, y en ese sentido el guion de Tarantino deja caer algunas fraces francamente lapidarias: "Cuando los negros tienen miedo, los blancos están tranquilos" suelta el personaje interpretado por Goggins en un momento del film. En otro momento del film, el personaje al que da vida Jackson, soltará una no menos incisiva réplica: "Cuando los blancos tiene un arma en la mano, es cuando los negros tienen miedo". Tarantino en esta ocasión tira con bala.

Hay otro aspecto que puede resultar un tanto contradictorio: siendo este un film tan claramente teatral, ¿porqué rodarlo en 70ml y formato de Ultra Panavision? Lo cierto es que Tarantino hace un uso francamente espectacular del formato, especialmente en las escenas rodadas en exteriores, en los paisajes nevados de Wyoming para más señas, pero también hace un uso ejemplar del formato panorámico en las escenas en el interior de la posada, o incluso las rodadas en el interior de la diligencia, encuadrando siempre con un gusto exquisito, pero potenciando al mismo tiempo la sensación de asfixia. Si el formato 70ml. le permite retratar los paisajes nevados como pocas veces se han visto en una pantalla de cine (y aquí habría un punto en común con "The revenant" de Alejandro González Iñárritu, que comentaba aquí), cuando Tarantino introduce las cámaras en los decorados de interiores, lo que hace es encuadrar a los persoanjes de tal manera que lo que hace es asfixiarlos visualmente, incrementando de esa manera la sensación de claustrofofia y angustía en el espectador.

"The hateful 8" bien podría parecer a primera vista un film atípico en la filmografía de Tarantino, y sin embargo conecta muy bien con su primer largometraje, "Reservoir dogs" (1992), hasta el punto de poder interpretarse como una relectura del mismo, aunque tamizada por el filtro de Agatha Christie y Alfred Hitchock. Sin embargo Tarantino es al mismo tiempo un director al que le gustar pervertir las reglas. Por un lado tenemos un claro mcguffin hitchconiano: una prisionera a la que tienen que llevar a un pueblo para ser ahorcada por sus crímines, pero Tarantino juega con las expectativas del espectador de manera muy diferente a como lo hacía el mago del suspense: Hitchcock gustaba de dar al espectador la información justar para crear una sensación de tensión creciente (una bomba que el espectador sabe desde el primer minuto que existe pero que no sabe cuando exactamente va a estallar); Tarantino, por el contrario, es más tramposo y el gusta introducir giros argumentales inesperados (él hace estallar primero la bomba para después contarte quién la había puesto y porqué). Tarantino se permite incluso el gusto de transgredir las convenciones de la narración teatral: "The Hateful 8" se articula como una obra en 6 actos/capítulos, estructurados 4 de ellos de forma secuencial, pero rompiendo con 2 ellos, en forma de flashback, dicha secuencia para introducir la voz de un narrador en off, ausente en el resto del relato. Sin embargo resulta curioso que una de las veces que utiliza esa narración en off, y que gira en torno a la percepción que tiene el espectador de una cafetera, sera precisamente para introducir un elemento de suspense claramente hitchconiano. Tramposo sí, pero sumamente hábil e incuestionablemente entretenido.

Y volvemos de nuevo a la teatralidad de esta nueva propuesta cinematográfica de Quentin Tarantino, ya que si bien 3/4 partes de la película giran en torno a una situación de calma tensa creciente en la que los personajes recitan largo monólogos, muchas veces cargados de vitriolo (el que recita Samuel L. Jackson a Bruce Dern y que se refiere al hijo de personaje que interpreta este último, es de lo mejor que ha escrito Tarantino en tiempo), es en su úlitma parte, el último acto de la obra, cuando la violencia estalla en toda su crudeza y nos encontramos con el Tarantino que quizás muchos espectadores estaban buscado: el Tarantino que es capaz de combinar crudeza, humor y elegancia a partes iguales en las escenas de extrema violencia. Tarantino se declara un fan de los westerns de Howard Hawks (no tanto de los de John Ford), sin embargo su uso estilizado de la violencia lo hermana más con la estética, e incluso la ética, de Samuel Fuller o Sam Peckinpah. Quizás algunos espectadores se hayan sentido defraudados por el hecho de que esa violencia tarde tanto en aparecer en pantalla, y que buena parte del film no sea sino una larga exposición preparatoria para dicho final sangriento, pero a mi el conjunto me ha parecido jugentón y francamente divertido.

No puedo cerrar este artículo sin mencionar el grupo de actores de los que se ha rodeado Tarantino, algunos habituales de su filmografía y otros que se incorporan como novedad, todos ellos espléndidos, pero muy especialmente un pletórico Samuel L. Jackson, que recita algunas frases lapidarias con un convencimiento que asusta, una recuperada Jennifer Jason Leigh, que da vida a la cabrona mas grande el oeste, y un jocoso Walton Goggin que hace un prodigioso trabajo vocal poniendo acento de 'la américa profunda'. Y también una mención especial para el maestro Ennio Morricone, al que Tarantino persiguió para que compusiese la banda sonora del film, y del que logró le regalase 35 minutos de espléndida música, uno de los mejores trabajos del maestro italiano que de manera harto original ha planteado su partitura como si se tratase no de un western, sino de un giallo (film de terror) italiano.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Los brillantes diálogos del film, y el ejemplar uso del formato panorámico por parte de su director. ¿Lo peor? Quizás cierta descompensación entre lo que es el mero ejercicio de suspense (que domina la mayor parte del film), y el espectáculo cinematográfico de acción (que queda reducido al cuarto final de la película), pero tampoco es algo demasiado grave.

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