El subgénero periodístico tiene una amplia tradición en la
historia del cine, teniendo antecedentes tan ilustres como “El gran carnaval”
(1951) de Billy Wilder, “Todos los hombres del presidente” (1976) de Alan J.
Pakula, “Network” (1977) de Sidney Lumet o más recientemente “Nightcrawler” (2015)
de Dan Gilroy. Dentro del mismo podríamos incluso diferenciar 2 claras
tendencias: aquellas que centran en mostrar las luces y sombras de la profesión
periodística, como podrían ser los citados films de Wilder, Lumet o Gilroy; y
aquellas que ejercen de film denuncia, como sería el caso del célebre film de
Pakula interpretado por Robert Redford y Dustin Hoffman. “Spotlight”, último
film de Tom McCarthy, se adscribiría más cercanamente a esta última tendencia.
La película nos narra las pesquisas llevadas a cabo por el
equipo de investigación (el ‘Spotlight’ del título) de un periódico de Massachusetts,
el Boston Globe, para destapar un escándalo de pederastia en la archidiócesis
de la misma ciudad de Boston, escándalo que implicaba a casi un centenar de clérigos
y cientos de víctimas, escándalo que además fue encubierto por el propio obispo
de Boston, así como por otros estamentos políticos y periodísticos. El
resultado de la investigación fue que el Globe ganó el premio Pulitzer en el 2003
por su servicio público.
El tema, de entrada, podría resultar de lo más escabroso,
pero la película de McCarthy evita centrarse tanto en las víctimas (en la
película tan solo se nos mostrará el testimonio de un par de ellas) como en los
agresores, que son obviados en la trama. Lo que hace McCarthy es centrarse en
el trabajo de los periodistas y su labor de investigación, poniendo de relieve
las dificultades a las que se enfrentaron para poder destapar el escándalo,
pues este implicaba a la alta jerarquía eclesiástica, y por ese motivo casi
todos los poderes fácticos de Boston, ciudad de fuerte arraigo católico, se
solidarizaron para tapar dicho escándalo y mantenerlo oculto bajo la alfombra.
Son muchos los temas y puntos de vista en los cuales un film como éste podría
haber puesto el foco, pues el tema que trata entraña tal complejidad que podría
ser analizado desde perspectivas muy contrastadas. Se podría haber centrado en
las víctimas, en su sufrimiento, en la humillación y en las dificultades para
superar el trauma de haber sido abusados en su infancia; pero intencionadamente
pasa de puntillas sobre el tema, ofreciendo apenas un par de apuntes muy
gráficos sobre el proceso de superación posterior (en un momento del film se
nos muestran los pinchazos en el brazo de una de las víctimas, que ha logrado
rehacer su vida, pero sin dar explicación alguna sobre ello). Se podría haber
centrado en los agresores, en el escabroso proceso que les lleva a abusar de
niños inocentes, analizando desde un punto de vista psicológico sus
motivaciones; pero este tema también es obviado intencionadamente. Se podría
haber centrado en los primeros procesos judiciales, en los esfuerzos de un
abogado de origen armenio por enjuiciar a los presuntos pederastas, o también
en los esfuerzos de la propia jerarquía católica por ocultar el escándalo y la
forma en cómo convenció a algunas de las familias afectadas de la conveniencia
de no hacerlo público; pero el film tan solo lo menciona fugazmente a través
del personaje que encarna Stanley Tucci, y tan solo al principio, a modo de
prólogo, nos ofrece la imagen del obispo de Boston acudiendo a la comisaría
para defender a uno de los clérigos agresores, pero sin entrar demasiado en
detalle. Se podrían haber mostrado también los efectos del escándalo en la
sociedad bostoniana, cómo afectó a las diferentes comunidades y congregaciones
católicas, como éstas recibieron la noticia, y como algunas familias sufrieron
presiones incluso de sus propios vecinos y amigos para no hacerlo público, y no
perjudicar así a la congregación cristiana a la que pertenecían, lo cual
hubiese dado pie posiblemente a un interesante análisis sociológico sobre la
influencia de la religión en determinadas comunidades en el mundo occidental. Y
seguramente se podría haber narrado desde otras muchas perspectivas diferentes,
optando por un enfoque más escabroso o más sutil, buscando el morbo o
evitándolo, analizando el tema desde un punto de vista psicológico, social,
político, teológico… y hacerlo en clave de thriller o de drama familiar o de ‘película
de abogados’… En definitiva: un tema como el que nos expone “Spotlight” podría
haber dado lugar a muchas películas y todas muy diferentes entre sí. Tom McCarthy
ha escogido hacer una ‘película de periodistas’, lo cual no quiere decir que su
enfoque sea más o menos válido que cualquier otro, o más o menos interesante o
más o menos conveniente. Es simplemente la forma que el director ha escogido
para presentarnos su última película.
Como decía en la entrada de este post, McCarthy ha tomado como
modelo el famoso film de Pakula para centrarse en la descripción de la labor de
investigación y en los periodistas del Boston Globe que lo llevaron a cabo. La
descripción de personajes es, en este sentido, parca, pues apenas nos da
algunos breves apuntes de cada uno de ellos y evita indagar demasiado en su
vida privada: del periodista Michael Rezendes (Mark Rufallo) sabemos que está
separado y vive solo en un apartamento de mala muerte; del editor Walter
Robinson (Michael Keaton) también sabemos que está casado, aunque nunca vemos a
su mujer, y sabemos que mantiene relaciones de amistad con antiguos compañeros
del colegio católico al que asistió de niño; del editor jefe Marty Baron (Liev
Schreiver) se nos dice que es judío y que no tiene ningún tipo de relación
sentimental; de la periodista Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) vemos que está
casada y que ocasionalmente acompaña a su abuela a misa; del periodista Matt
Carroll (Brian d’Arcy James) sabemos que está casado y además tiene niños,
aunque nunca vemos a su familia; y lo mismo podríamos decir de los abogados Mitchell
Garabedian (Stanley Tucci) o Eric MacLeish (Billy Cudrup). Es muy poco lo que
en general puede percibir es espectador de cada uno de los protagonistas
principales de la historia, más allá de fugaces apuntes que nos ayudarán a
entender algunos de sus gestos o actitudes (harto ilustrativa resulta la escena
en que Carroll descubre que algunos de los clérigos encausados viven a solo un
par de manzanas de su casa). Resulta obvio, pues, que a McCarthy no le interesa
tanto ahondar en el drama personal de cada uno de ellos, como en el propio
proceso de investigación llevado a cabo, poniendo el foco en cómo ese grupo de
periodistas se enfrentan a toda una serie de obstáculos que tratarán de impedir
que lleven su investigación a término, y en qué soluciones adoptarán para
sortear dichos obstáculos.
Cada uno de los periodistas que participan en la
investigación y la redacción del artículo deberá lidiar con las problemáticas que
surgirán de esa misma investigación desde su propia experiencia y sensibilidad:
el editor jefe Baron, que recordemos es judío, se enfrentará a los problemas
desde una postura fría y pragmática: él tan solo ve un caso importante que debe
investigarse y hacerse público; el editor Robinson tendrá que hacer frente al
remordimiento por no haber prestado en el pasado la suficiente atención al
caso; la periodista Sacha Pfeiffer, educada en el catolicismo pero no
practicante, deberá lidiar con la estupefacción con la que su devota abuela
acogerá la noticia; mientras que Matt Carroll se ve en la tesitura de cómo
utilizar la información que posee para proteger a sus hijos, a sabiendas de que
no puede hacerla pública mientras dure la investigación; por ultimo Rezendes,
quizás agobiado por su propia situación personal, es quien adoptará una actitud
más combativa, al tratar de dejar a un lado los preceptos de la conveniencia de
la práctica periodística, pues entiende que prevalece la necesidad de que se
haga justicia con los agresores y las personas que los encubrieron.
Conviene resaltar que la película es ejemplar en su
planteamiento: McCarthy podría haber realizado un film denuncia, mucho más
combativo, con un claro posicionamiento sociopolítico, pero en todo momento
evita enjuiciar a nadie, ni a los agresores, ni a los prebostes de la archidiócesis
que los encubrieron, ni a los abogados que se beneficiaron económicamente, ni
tan siquiera a las comunidades o estamentos que prefirieron simplemente mirar
hacia otro lado. Con su film McCarthy trata de dignificar el oficio
periodístico, y lo hace precisamente exponiendo los hechos con una absoluta
objetividad. Así pues “Spotlight” acaba siendo antes un documental dramatizado
que un film denuncia, y precisamente por ello sumamente interesante, pues ni es
dogmático ni demagógico en ningún momento, sino que deja que sea el espectador
el que saque sus propias conclusiones a partir de la información llana y veraz
que le ofrece el film.
McCarthy buscar dar protagonismo al relato, y por ello su
dirección acaba siendo discreta, casi invisible, haciéndose notar apenas en
algunos momentos puntuales para conseguir una leve tensión dramática (sería el caso
del travelling que sigue al personaje de Matt Carroll buscando el ‘refugio’ de
los curas pederastas que viven en su barrio). Pese a todo el director evita
cualquier tipo de tremendismo o dramatismo gratuito. El ritmo narrativo es
preciso, y los movimientos de cámara se ajustan siempre a las necesidades del
relato. También el trabajo actoral es muy comedido, controlado y, precisamente
por ello, espléndido, logrando que todo su elenco actoral se desenvuelva con
absoluta naturalidad, dando la impresión de que no interpretan, sino que se
limitan a ‘ser’. Todos realizan un gran trabajo, si bien yo querría destacar a
un siempre espléndido Mark Rufallo, que carga con el rol más emocional del
film, un ajustado Michael Keaton (felizmente recuperado para el cine después
del éxito crítico de “Birdman”) y un lacónico Liev Schreiver, que lidia con el
personaje quizás más críptico de la película. A Rachel McAdams, por el
contrario, aun siendo buena actriz, le ha tocado en suerte el personaje más
desdibujado de la trama, al que pese a todo aporta su buen oficio actoral.
“Spotlight” viene precedida de una exitosa recepción
crítica, que ya le ha valido un ingente número de premios de diferentes
asociaciones de críticos de los EEUU, incluidos los Independent Spirit, éxito
que ya la prefigura en la próxima carrera hacia los Oscars del 2015.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La objetividad y el
comedimiento con la que está expuesta la trama, que acaba convirtiéndose en un
reflejo del mejor oficio periodístico. ¿Lo peor? La realidad oculta tras la
ficción, el hecho que existan casos tan escabrosos y lamentables como los que
expone esta película.

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