Este blog empezó siendo una especie de diario personal. Luego empecé a hablar comics, de teatro, de literatura fantástica, y sobretodo de cine, mucho cine. Al final se ha acabo convirtiendo en un compendio de reseñas y "estudios" de temas diversos, casi siempre relacionados con el 7º ARTE
jueves, 31 de diciembre de 2015
DESDE LAS CENIZAS
¿Cuando podemos otorgarle a un cineasta la categoría de autor? Supongo que cuando somos capaces de reconocer en él unas constantes estílisticas, narrativas o temáticas que definen el grueso de su cinematografía. En este sentido Alejandro Gonzáles Iñárritu es, sin lugar a dudas, un verdadero autor.
El realizador mexicano se dio a conocer mundialmente en el año 2000 con "Amores perros", film en el que ya se perfilaban algunas de sus constantes: la crítica social, la construcción alambicada de sus guiones, la crudeza narrativa y sobretodo su obsesión (algunos dirán sobre-explotación) en el dolor humano. Esas mismas constantes las volveremos a encontrar en "21 gramos" (2003) y "Babel" (2006), todas ellas en colaboración con el guionista Guillermo Arriaga. Es curioso como incluso en "Babel", film que en primera instancia podría decirse que habla de la incomunicación, Iñárritu y Arriaga vuelven a hablar del dolor humano; mientras que un film como "Lost in traslation" (Sofia Coppola, 2003) trata de mostrarnos que la dificultad de comunicación conduce primero al desconcierto pero finalmente, en un giro bastante optimista, al encuentro de almas solitarias, "Babel" insiste en el hecho de que la incomunicación deriva en frustración, fracaso y en última instancia sufrimiento.
Las diferencias creativas entre Arrigaga e Iñárritu les llevaron a romper su asociación creativa, de manera que su siguiente film, "Biutiful" (2009), lo escribió en colaboración con Nicolás Giacobonne y Armando Bo. Pese a la buena acogida crítica (y al impresionante trabajo actoral de Javier Bardem), yo lo considero el film más cuestionable de toda su carrera. La ausencia de Arriaga se hace notar, y al contrario que sus 3 largometrajes anteriores, que giraban en torno a historias entrelazadas con un nexo común y se construían sobre un guión fragmentado en forma de puzzle, en esta ocasión Iñárritu se fija en un único personaje principal y utiliza una simple narración secuencial. No es tanto el cambio estilístico lo que me molesta de este film, como la manera, más indecente que incisiva, en como Iñárritu retrata el dolor humano. En este sentido el personaje de Bardem ejemplifica la quintaesencia de la obra de Iñárritu, pero llevada al paroxismo. Hay un cierto sadismo gratuito en la forma en como el director mexicano narra la dramática odisea del personaje principal, Uxbal, recreándose a veces innecesariamente en los aspectos más negativos del relato, y enmarcándolo todo en una estética feista para recalcar aún más la tragedia personal de Uxbal, buscando siempre la incomodidad del espectador en un gesto que podría interpretarse como dogmático y a la vez demagógico.
Consciente quizás de que ya no puede explotar más el sufrimiento humano, Iñárritu nos ofrece en el año 2013 un curioso cambio de registro, en lo que el define su primera incursión en la comedia: "Birdman" (de la cual publiqué aquí mi comentario). Llamar comedia a dicho film es harto cuestionable. Hay dosis de humor en "Birdman", sí, pero es un humor negro, seco, cargado de ironía y sarcasmo. Más que buscar la risa del espectador, lo que persigue "Birdman" es su complicidad a la hora de juzgar y cuestionar muchos de los temas que trata. Hay mucho vitriolo en esta película: hacia el mundo del cine, del teatro, del arte en general, hacia los actores y los artistas, hacia los periodistas y hacia el público que acude a ver esas películas y obras. Formalmente quizás sea la película más compleja de Iñárritu, filmada en un único, prodigioso, vertiginoso y falso plano secuencia, en el que el director de fotografía Emmanuel Lubezki hace un auténtico tour de force técnico y artístico, alarde virtuoso que se conjuga a la perfección con la percusiva partitura musical de Antonio Sanchez. Hay también otro aspecto que es constante en toda la filmografía de González Iñárritu y de nuevo lo volvemos a encontrar en esta película: su indudable capacidad para la dirección de actores. Ha sacado auténtico oro de las interpretaciones de Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro (en "21 gramos"), de Brad Pitt y Cate Blanchet (en "Babel"), de Javier Bardem (nominado al Oscar por "Biutiful"), o de Michael Keaton y Edward Norton en esta última. "Birdman" se llevaría, con todo merecimiento, 4 premios Oscar en el año 2015: a la mejor película, mejor director, mejor guión y mejor fotografía.
En este 2016 nos llegará el próximo film de Alejandro González Iñárritu, "The Revenant" ("El renacido"), film que parte dispuesto a ponérselo difícil a sus competidores en los próximos premios Oscar 2015. Basada en una novela de Michael Punke e interpretada en sus papeles principales por Leonardo DiCaprio y Tom Hardy, supone un nuevo cambio de registro en la filmografía del director mexicano. Repite con su habitual e imprescindible Emmanuel Lubezki en la fotografía, pero firma el guión con un nuevo colaborador: Mark L. Smith.
La historia, ambientada a principios del siglo XIX, nos narra la odisea de Hugh Glass (DiCaprio), que tras ser atacado por un oso mientras cazaba con su hijo mestizo y otros exploradores, es dado por muerto y emprede un viaje de regreso para vengar la muerte de su hijo a manos de uno de sus compañeros exploradores (Hardy).
A primera vista la historia podría resultar un vulgar survival, pero son muchos los factores que le otorgan una lectura mucho más compleja y más rica. Iñárritu nos habla de venganza, pero también de redención, y como ésta última no se obtiene a través de la primera, sino a través de la aceptación de los demonios personales. El personaje que interpreta DiCaprio acepta con cierto estoicismo los emvites de su compañero (Hardy) e impide que su hijo reaccione ante los mismos con violencia. Pero cuando observa con impotencia como éste último es asesinado por el primero, la rabia crece en su interior con violencia, y es esa misma rabia la que le dará las fuerzas necesarias para renacer, casi literalmente, de la tumba. No es el afán de justicia sino la sed de venganza lo que le motiva, pero en su camino Glass se encontrará con otros personajes que, lejos de hacerle desistir de su propósito, no harán sino, en cierto sentido, allanar su camino hacia la venganza. Al final Glass deberá enfrentarse al dilema de aceptar el camino de la redención, y por lo tanto conservar su humanidad, o ceder a sus deseos más primarios, y convertirse así en un animal.
Estilisticamente "The revenant" es un film poderoso. Si en "Birdman" Iñárritu se atrevia a narrar la historia en un único (falso) plano secuencia, en esta ocasión se atreve a poner a sus actores en más de un aprieto haciéndoles rodar en los helados parajes de Tierra de Fuego o la Columbia Británica, sacando un extraordinario partido del formato panorámico. Los paisajes nevados, agrestes, indómitos de esos parajes son mostrados en el film con una belleza dura, salvaje, que a mi me recuerda aquella expresión que hace referencia a la "belleza de la tormenta". Iñárritu los filma con un indudable gusto, pero pondiendo de relive tanto su mordiente belleza como el caracter indómito de los mismos. Y se sirve del caracter indómitos de sesos mismos paisaje, que ponen a prueba la voluntad del individuo, para subrayar aún más la soledad del protagonista.
“The revenant” es una película que exuda fisicidad por todos sus poros. Después de un ejercicio más intelectualizado como era “Birdman”, cuyo guion giraba en torno a temas como el proceso creativo, la necesidad de reconocimiento artístico, la sumisión del arte a los caprichos de la demanda comercial o la percepción del espectador del producto artístico, ahora Iñárritu siente la necesidad de expresarse a través de una historia mucho más básica, más primaria, que no quiere decir necesariamente más simple. Los largos diálogos de aquella, presencia de voz en off del protagonista incluida, son ahora sustituidos por una casi total ausencia de la voz humana. Los diálogos en “The revenant” son parcos y directos, y es el trabajo gestual de los actores el que cobra aquí una mayor importancia. Tom Hardy vuelve a hacer una demostración de auténtica capacidad interpretativa, demostrando que es capaz de expresar mucho con su aparente laconismo; pero es sin duda Leonardo DiCaprio quien se lleva la parte del león en esta ocasión, expresándose a través de la mirada, del gesto y de la garganta, haciendo uso de la palabra solo cuando es imprescindible. En este sentido, la parquedad de los diálogos, además de otorgar un mayor protagonismo al aspecto visual del film, permite al espectador reinterpretar aspectos de la historia a su gusto. Es decir: casi todo en este film se explica a través de las imágenes, sin necesidad de dar mayores explicaciones, dejando algunos aspectos de la trama en una suerte de misterio argumental que será resueltos por el propio espectador, esté versado o no en el periodo histórico en que se desarrolla la historia. Esto es especialmente evidente en las diferentes escenas que describen tanto los ataques de los indios como las matanzas de los colonos, en las cuales no se nos explican las motivaciones de unos u otros, contribuyendo con ello a recrear un entorno pesadillesco en el que se mueven los protagonistas. La crudeza, lo indómito del entorno, es potenciado aún más por el espléndido trabajo de fotografía de Emmanuel Lubezki, que ahonda en los tonos fríos, azulados, del paisaje invernal.
El film está repleto también de imágenes en enorme fuerza simbólica, siendo la más potente, pero no lá única, el momento en que este renace a la vida tras haber sido abandonado y dado por muerto.
Dificultad técnica, secuencia del oso, los ataques de los indios, preciosismo formal, planos creativos inovadores, trabajo actoral, música de Riuicho Sakamoto.
Es difícil destacar una sola de las imágenes o secuencias de este poderoso film, que abunda en momentos de tétrica belleza y de indudable carga simbólica, siendo el más evidente el momento en que Glass 'renace' a la vida tras haber sido abandonado y dado por muerto tras sufrir una autentica tortura (en manos de la osa que le ataca) y su posterior calvario (siendo trasladado en una camilla sin poder hablar o moverse). Glass se convierte así en una suerte de versión retorcida del héroe solar, que en la mitología judeo-cristina equivaldría a la figura de Jesucristo. Si Cristo sufre, muere como hombre, y luego renace como ente divino para redimir al ser humano, Glass muere como hombre y renace como ira de Dios para castigarle, poniendo de relieve la animalidad inherente en ese mismo ser humano, animalidad a la que el propio Glass no es ajeno.
Hay muchas otras secuencias potentes en "The revenant". Una de ellas es sin duda el arranque de la película, con el primer ataque de los indios al campamento de cazadores de pieles, en el que hay planos y movimientos de cámara de tal virtuosismo y complejidad técnica que el espectador no podrá menos que preguntarse cómo han sido llevados a cabo. Pero posiblemente el momento que quede en la memoria y la retina del espectador sea el ataque de la madre oso al personaje que interpreta DiCaprio, una escena de tal brutalidad y tal tensión que se hace casi insoportable.
Estamos sin duda ante uno de los films del año, uno que además confirma a su director como uno de los directores con mayor personalidad del actual panorama cinematográfico.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La puesta en escena de Alejandro González Iñárritu, de enorme carga dramática e incuestionable belleza plástica. ¿Lo peor? Nada.
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