Este blog empezó siendo una especie de diario personal. Luego empecé a hablar comics, de teatro, de literatura fantástica, y sobretodo de cine, mucho cine. Al final se ha acabo convirtiendo en un compendio de reseñas y "estudios" de temas diversos, casi siempre relacionados con el 7º ARTE
martes, 8 de diciembre de 2015
TODOS LOS HOMBRES BUENOS
No puedo evitar citar a un amigo que definía a Steven Spielberg como "ese productor que se cree buen director" y que me proponía un debate para "distinguir lo que es un productor (en este caso también ejecutivo y con más dinero y poder de convocatoria que nadie en la historia del cine) del trabajo de un director, con lo que conlleva de riesgo artístico y conocimiento de la naturaleza humana, y no solo de la pulsión de la demanda del público en cada momento". Y lo cito porque, en lo que respecta a Spielberg, estoy en profundo desacuerdo con él.
Es innegable que Spielberg sabe muy bien lo que pide el público, cierto sector del público, SU publico. Y muchas veces se lo ofrece en bandeja. Y se lo ofrece en bandeja. ¿Eso es criticable? Es más: Spielberg, como director, es lo suficientemente hábil para llevar al público a su terreno, hacerle creer que le está dando lo que quiere, cuando el realidad está manteniendo un delicado equilibrio entre su servidumbre a la platea y su necesidad de expresarse como autor. Si pensamos en las secuelas de Indiana Jones, es obvio que alguna está hecha con manifiesta desgana y posiblmente solo con la intención de mantenerse en la brecha y obtener réditos comerciales. Pero hace mucho que Spielberg viene demostrando que es un director con una visión única y personal del mundo y de la forma de hacer cine, una visión que se podrá tachar de ingenua, naive e incluso hasta cierto punto conservadora, que apela a valores tradicionales muchas veces demodés, pero no por ello deja de ser una visión personal. Ocurre que esa visión que tiene Spielberg del cine y del mundo que le rodea coincide muchas veces con la que tienen la mayoría de los espectadores, y por eso mismo se le tacha muchas veces y de manera injusta de mercantilista o de impersonal, apelativos que yo no comparto y que rechazo de pleno. Precisamente cuando el público le reclama más "E.T.s" o más "Parques Jurásicos" o más "Indiana Jones" (peliculas que, pese a quien pese, están filmadas con gusto y con habilidad), Spielberg ha sido capaz de desmarcarse con proyectos que ha asumido desde una óptica personal y a contracorriente de lo que de él se esperaba. Ahí están para demostrarlo títulos como "El color púrpura", "La lista de Schindler", "I.A.", "Salvar al soldado Ryan", "Atrápame si puedes", "Munich", "Caballo de batalla", "Lincoln" o su última película: "El puente de los espías".
Quizás se podrá acusar a Spielberg de que temáticamente no siempre profundiza en sus propuestas argumentales todo lo que debería, de que a veces le puede la visión humanista del mundo por encima de la reflexión política, algo bastante obvio en su último film o en "La lista de Schindler", por citar dos ejemplo... Argumento que sin embargo se desmonta por completo si uno ve "Munich", una de las películas más arriesgadas y comprometidas de su carrera. Recuerdo las ágrias e injustas críticas vertidas contra "Caballo de batalla", uno de los films más hermosos que ha rodado Spielberg, su particular y sentido homenaje al cine de John Ford y al viejo Hollywood. Poca gente quiso apreciar también toda la ironía y el savoir faire que destila "Atrápame si puedes", una vuelca de tuerca a las comedias de enredo rodadas en los 60 aunque desde una perspectiva más cruda. Spielberg tiene la virtud de conectar con el público, con el gran público, aún rodando lo que quiere y como quiere, y eso es algo que buena parte de la crítica no le perdona. Llamese snobismo, llámese envidia, llámese animaversión injustificada, pero el "Rey Midas de Hollywood" tiene talento... pese a quién pese. Recuerdo que David Trueba dijo en cierta ocasión que Steven Spielberg había hecho mucho daño al cine. Pero en mi modesta opinión Spielberg demuestra muchísimo más talento detrás de la cámara que muchos directores actuales con ínfulas artísticas. Steven Spielberg sabe rodar, sabe encuadrar, sabe cómo mover la cámara. Pocos directores son capaces de despertar el sense of wonder de una platea como él lo hace. Pocos directores son capaces de lograr una relacion simbiótica entre historia, imagen y música como él lo hace (y a ese logro no son ajenos colaboradores como John Williams o Janusz Kaminski). Pocos directores son capaces de manipular al público con la sutileza y la habilidad con la que él lo hace. Pocos directores son capaces de filmar con la elegancia y el clasicismo de Steven Spielberg.
Lo que he escrito más arriba es, no lo niego, un alegato a favor de Steven Spielber, el Spielberg DIRECTOR (lo que escribo con mayúsculas, porque a mi me parece un director mayúsculo), y es algo válido para las producciones que he mencionado, pero también para otras más comerciales como "Tiburón", "Encuentros en la 3ª fase", "E.T.", "En busca del arca perdida", "Minority Report"... Y naturalmente para "El puente de los espías".
El último film de Steven Spielberg ha contado con la labor al guión de los hermanos Coen, y nos sitúa en los albores de la Guerra Fría, justo durante la separación de las dos alemanias y la construcción del Muro de Berlín. La historia nos cuenta como un abogado, James B. Donovan, interpretado con su habitual buen hacer y su incontestable humanidad por Tom Hanks, primero tendrá que defender a un espía soviético en territorio estadounidense, siendo vilipendiado por la opinión pública por ello, para luego verse inmenso en los entresijos de un intercambio de espías en pleno territorio ocupado de la RDA. "El puente de los espías" es un film con sabor clásico, que a mi me recuerda vagamente a aquel "Espía que surgio del frío" de Martin Ritt (1965), aunque con menos carga política (es obvio que a Spielberg le interesa más el conflicto humano y la definición del héroe cotidiano). Spielberg hace un uso modélico el formato panorámico, encuadrando casa escena con un gusto incontestable y sin necesidad de los malabarismos formales de otros films suyos, sino haciendo uso de la contención. Naturalmente ha contado con la ayuda de su habitual Janusz Kamiski en la fotografía, que, en perfecta conplicidad con el departamento de dirección artística, ha logrado un portentoso trabajo de ambientación del invierno berlinés en los años 60. En esta ocasión Spielber no ha podido contar son su amigo John Williams en la banda sonora, pero el sutil trabajo de Thomas Newman hace que (casi) no le echemos mucho en falta. Pese a todo, como gesto de respeto con el primer compositor considerado, Spielberg ha tomado la arriesgada decisión de dejar todas las escenas iniciales que transcurren en Nueva York sin música, de manera que los acordes de Newman no hacen acto de presencia hasta la llegada de Donovan a Berlín.
Una vez más Spielbeg da muestras de su sabidura tras las cámaras en escenas tan espectaculares y bien construidas como la del abatimiento del avión americano pilotado por el soldado Powers, pero al mismo tiempo hay otras más sutiles en las que el director hace gala de su no siempre apreciado buen gusto para la composión, como la secuencia inicial en que nos presenta al espía ruso (impresionante Mark Rylance, capaz de transmitir un mar de emociones pese a su intencionada economía gestual). O las dos secuencias en las que Donovan (Hanks) viaja en tren y observa un grupo de personas saltar una valla, una en Berlín (un intento de saltar el muro) y otra en Brooklin, secuencias que le sirven a Spielberg para establece un curioso juego de espejos ideológico. O esa otra secuencia hacia el final del film, en que Donovan es reconocido por una pasajera en el tren, secuencia que de nuevo demuestra que a Spielberg le hacen falta muy pocos recursos para lograr la pulsión emocional del espectador.
No obstante, este "Puente de los espías" no deja de ser un film (intencionadamente) ingenuo. Spielberg rehusa hacer una lectura política del mismo más allá de una confrontación ideológica que roza el maniqueismo: los rusos, comunistas, son los malos, y los americanos... bueno, no son tan 'buenos' como cabría esperar. ¿Acaso no están dispuestos a sacrificar un ciudadano americano inocente para salvaguardar secretos que consideran más importantes? Quizás ahí prodía extraerse un discuros más complejo, más matizado, sobre la necesidad de sacrificar un peón inocente en aras de un bien mayor. Pero Spielber rehusa adentrarse en ese terreno, y está en su derecho. Su discurso es otro y bien distinto: él prefiere centrar el acto heroico no en un país, en un govierno, o en una ideología, sino en un hombre (como de hecho hace en la mayoría de sus films, como se puede comprobar en "Tiburón", en "La guerra de los mundos", en "Caballo de batalla", en "La lista de Schindler"...), y además un hombre común superado por las circunstancias. Un hombre común honesto, sincero, y dispuesto a jugárselo todo por lo que él considera que es lo correcto, lo más justo. En cierta manera Spielberg repite aquí un discurso humanista que defiende el individualismo y que proclama que la heroicidad está, fundamentalmente, en la defensa de la verdad. Se le podrá tachar de ingenuo, de naive, de simplista, pero nunca de cínico. En este sentido Spielberg que sirve del personaje de Donovan y del espia ruso para establece un sugerente discurso moral, discurso que se acrecenta cuando Donovan debe lidiar con las autoridades rusas para tratar de rescatar a dos prisioneros: un estudiante acusado incustamente de espionjae y que los soviéticos intentan utilizar como moneda de cambio, pero que no tiene relevancia para el govierno norteamericano; y un piloto americano capturado que los americanos quieren recuperar a toda prisa antes de que pueda verse obligado a desvelar secretos militares.
Discursos humanistas aparte, en última instancia "El puente de los espías" es un film sumamente entretenido, con las dosis justas de emoción (afortunadamente los Coen no son de los que cargan las tintas en la lágrima fácil, y saben como evitar el tremendismo y trufar el drama con agradecidos apuntes humorísticos), extraordinariamente bien filmado y prodigiosamente interpretado. ¿Alguien tiene que objetar a todo ello? Si es así, que se lo haga mirar.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La SABIDURIA, así, con mayúsculas, que exhibe Steven Spielberg para la puesta en escena; y el fascinante relato moral que subyace bajo la trama de espionaje. ¿Lo peor? Que todavía haya quién se niege a reconocer a Spielberg su visión personal como ARTISTA.
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