miércoles, 30 de diciembre de 2015

VIAJE A SILS MARIA


Antes de “Viaje a Sils Maria” (“Clouds of Sils Maria”, 2015) solo había visto un film de Olivier Assayas, “Carlos” (2010), que realidad es una miniserie de televisión remontada y reconvertida en largometraje para ser estrenada en salas comerciales. El largometraje, visto en Cannes, tuvo una muy buena acogida comercial, pese a que, según se comentaba, su montaje final sufría por los recortes a los que fue sometido para que pudiese verse en las salas de exhibición cinematográfica. Lo que yo vi en su momento realmente no fue el largometraje, sino la miniserie televisiva tal como fue concebida originalmente, y he de creer que dicho montaje es más completo, complejo y rico que el exhibido en el festival de Cannes. Sea como fuere, “Carlos”, que recorre a través el tiempo la vida y ‘milagros’ de uno de los terroristas más buscados por la interpol, miembro del Frente para la Liberación de Palestina, conocido como ‘El Chacal’ y considerado un verdadero héroe en muchos países del mundo árabe. El aspecto más destacable de aquel film de Assayas es sin duda la mirada que el director arroja sobre el protagonista, nunca para juzgarle o criminalizarle, pero tampoco para entronizarlo. Olivier Assayas ofrecía un retrato personaje de un personaje complejo y poliédrico, reprochable en cuanto a sus actos pero provisto al mismo tiempo de un enorme carisma, y lo hacía con un discurso objetivo y desprovisto de intención moralizante.

“Viaje a Sils Maria” se estrenó en nuestro país antes del verano, pero no ha sido sino hasta hace poco cuando he tenido ocasión de verla. No tengo una visión global de la filmografía de Assayas como para hacerme a la idea de si este último largometraje suyo posee un discurso coherente con el resto de sus otros films, pero sí me sorprende que la narración frenética de “Carlos” de paso ahora un estilo más reposado, más calmado, donde el paisaje, y sobre todo la palabra, tienen un mayor protagonismo. Si “Carlos” estaba planteada como un estilizado pseudo-documental, “Viaje a Sils Maria” adquiere a veces tono de telefilm, rehuyendo cualquier tipo de manierismos estéticos (salvo en muy puntuales momentos) para centrarse en un complejo juego de espejos.

La protagonista de la historia, Maria Enders, es una actriz francesa consagrada, curtida en el cine y el teatro, que debutó siendo muy joven con una obra en la que interpretaba a una suerte de Lolita arribista y lesbiana que seduce a una mujer madura y la conduce al suicidio. Es papel le marcó de por vida y ha perfilado su carácter, identificándose con el personaje, y defendiendo su opción de libertad frente a la sumisión y cobardía de la mujer madura víctima de la seducción. Maria Enders, acompañada de su joven asistente norteamericana, Valentine, vuelve a Suiza, al lugar donde transcurre la obra y donde fue escrita originalmente, y se le ofrece la oportunidad de volver a interpretarla en los teatros londinenses, pero no haciendo ahora haciendo el papel de la joven seductora, sino el de la madura víctima. Inicialmente rechaza la oferta, pues, aunque ahora mismo ella es una mujer madura, aún continúa viéndose reflejada en el papel de la joven. Finalmente aceptará la oferta, y poco a poco, durante los ensayos, aprenderá a ver las similitudes entre ella y el personaje que interpreta. Nacerá entonces una suerte de comprensión hacia dicho personaje, y al mismo tiempo un rechazo hacia la joven seductora, a la que ahora ve como arribista, caprichosa, cruel y manipuladora. El papel de la lolita seductora recaerá en una emergente y joven actriz norteamericana de nombre Jo-Anne Ellis.

Son muchas las lecturas que ofrece este film en cuanto a la confusión entre arte y vida, entre ficción y realidad. En los momentos en que Maria ensaya la obra con su joven asistente tenemos dudas sobre si a lo que estamos asistiendo es a una mera representación o a una expresión sincera de la realidad. Curiosamente la asistente es la que ayudará inicialmente a Maria a aceptar, comprender y asumir el papel de la mujer madura, defendiendo la actitud de esta frente a la vida, en contraposición a los caprichos reprobables y pueriles de la joven seductora. Durante esas lecturas de la obra se llega a establecer entre ellas una cierta complicidad, que cierta forma viene a ser un reflejo de los papeles que interpretan. La complicidad entre Maria y su asistente no encuentra reflejo en la relación de la primera con la actriz que ahora interpretará el papel al que dio vida en su juventud. De hecho hay un momento hacia el final del film, durante los primeros ensayos de la obra, en el que se pone de manifiesto tanto la incipiente rivalidad actoral entre ambas, como la incapacidad de Maria para desprenderse del papel que interpretó antaño (el de la joven seductora) y asumir el papel que debe interpretar ahora (el de la mujer madura), estableciéndose así un nuevo juego de espejos entre las actrices y los roles que interpretan.

La elección del trio protagonista no puede ser más (mal) intencionado. Assayas cede el papel del Maria Enders, el más jugoso, el más complejo y poliédrico de la función, a toda una institución de la escena cinematográfica francesa: Juliette Binoche, que aporta savoir faire, clase y distinción a su rol. Binoche está simplemente extraordinaria en su papel, lleno de matices, y que ella interpreta con una apabullante naturalidad y desenvoltura. En contraposición a la elegancia natural en como la Binoche se desenvuelve en la pantalla, los papeles de la asistente de la diva y de la actriz emergente, recaen respectivamente en Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz, dos actrices, norteamericanas para más señas, que no pueden resultarme más irritantes. Los mohines afectados de una y otra a mí personalmente me provocan dentera, y se me antoja que Assayas ha buscado expresamente dos actrices cuya vulgaridad no hace sino poner más en relieve la clase de la diva francesa.

Veo mucha ironía en la elección de las actrices, que parece obedecer a una encendida defensa de la forma de hacer cine francesa (más ‘autoral’, más ‘artística’, más ‘intelectual’), frente a los modos de la industria norteamericana (más comercial y ‘populista’). En este sentido resulta particularmente ilustrativo el discurso que mantienen la Binoche y Stewart en una escena de la película, donde el personaje interpretado por Kristen Stewart hace una encendida y sincera defensa de la interpretación de la Moretz en una película de superhéroes mutantes. El diálogo resulta aún más vitriólico porque Assayas ha insertado previamente una escena de dicho film ficticio, una escena de estética intencionadamente hortera y que roza el ridículo, escena que provoca la carcajada de Maria Enders, y que sin embargo su asistente insiste en reinterpretar en clase psicológica y pseudo-intelectual. Con ello Olivier Assayas parece querer reírse de la pueril intención por parte de la industria americana de querer intelectualizar o elevar a la categoría de arte muchos de los films que produce, por infantiles, planos, simplistas o absurdos que puedan parecer. Al mismo tiempo el retrato que hace de la joven actriz interpretada por Chloë Grace Moretz, una suerte de transunto de cualquier Lindsay Lohan o Miley Cyrus traída al pelo, no puede ser más ácido, al presentarla al principio como un personaje caprichoso, infantil, inculto y con ínfulas de estrella. Y uno puede dejar de preguntarse si es así como Assayas ve a todo el star system americano. A través de los personajes de Maria Enders y Jo-Ann Ellis Assayas nos habla de dos formas de ver y entender el cine, matizadas ambas por el paso del tiempo y la experiencia vivida, y al través del personaje de Valentine Assayas trata de ponerse en la piel del espectador y con ella observar, analizar y tratar de discernir la visión que las primeras ofrecen de los diferentes personajes a los que dan vida. Pero a pesar de todo, Assayas no escatima cierta crítica, cierta visión irónica, hacia la industria a la que pertenece y de la que forma parte, cuando en un momento del film pone en labios de Maria Enders, la gran diva del cine francés, una visión hasta cierto punto complaciente y acomodaticia cuando, a punto del estreno de la obra teatral en la que participa, valora la posibilidad de volver al cine comercial interpretando un personaje fantástico, una especie de mutante que opera a margen del tiempo, atemporal como la misma esencia del arte.

Así pues "Viaje a Sils Maria" bascula entre el drama y la comedia ácida para erigirse en una suerte de sugerente relectura perversa de "Eva al desnudo". Y en su juego de espejos, con los cuales Assayas juega a confundir realidad y ficción, no es ajeno el constante uso de móbiles y tablets y otros objetos tecnológicos como elementos que lejos de favorecer el contacto humano, nos distancian del mismo y por lo tanto nos aislan de la realidad. Sin duda una de las películas más interesantes del año.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El juego de contrastes que ofrece su guion. Y Juliette Binoche. ¿Lo peor? Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz, irritantes y vulgares a partes iguales.

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