lunes, 7 de diciembre de 2015

EL BUEN SALVAJE


Hace tan solo unos meses escribía en este mismo blog una reseña acerca del penúltimo film de Pixar, “Del Revés” (reseña que podéis leer aquí), y precisamente lo hacía para valorar el riesgo asumido en una producción atípica y que posiblemente sea la más sofisticada del estudio hasta la fecha. Ahora vuelvo a hablar de uno de los más importantes estudios de animación de la actualidad para referirme a la última producción que se estrena entre nosotros: “El viaje de Arlo”, discutible traducción del original “The good dinosaur”.

Lo cierto que tras “Inside out” las expectativas puestas en este último film estaban francamente muy altas, y ya hay quién se ha apresurado a decir que “El viaje de Arlo” supone un nuevo batacazo creativo de la Pixar. Tales afirmaciones, en mi opinión, no pueden venir sino de alguien realmente muy cínico, pues este último film es una maravilla se mire por donde se mire, y viene a demostrar la recuperación creativa de Pixar tras films fallidos como “Brave” o, con mayor razón aún, ante una fiebre de ‘secuelitis’ que pese a todo no es tan grave. “El viajo de Arlo” demuestra que en la compañía aún quedan creativos imaginativos.

Bien es cierto que este film, desde un punto de vista argumental, no es tan sofisticado como el anterior, y no está a la altura de los mayores logros de la compañía (que en mi opinión siguen siendo “Vall.E” y “Up”. “El viaje de Arlo” es un film más convencional y quizás menos original de lo que parece. La premisa argumental según la cual el meteorito que (supuestamente) provocó la extinción de los dinosaurios en la Tierra no llego a chocar contra ella permitiendo que éstos medrasen, no da pie sino a una clásica historia de superación personal y defensa de los lazos familiares. Así pues “Arlo” bebe en buena medida de otras fuentes de la compañía como “Buscando a Nemo”, o de la compañía ‘madre’, la Disney, como puede ser “El rey león”.

La historia se puede resumir fácilmente: Arlo es el menor de una familia de braquiosaurios, y, al contrario que sus hermanos, el más débil y miedoso. A raíz de un suceso trágico y de un posterior accidente se verá obligado a emprender un largo viaje para reencontrarse con su familia perdida. Durante el viaje Arlo se encontrará con Spot, un humano salvaje, que se convertirá en su compañero de viaje.

Si bien tanto por su estructura narrativa como por su argumento esta película nos puede recordar a otros films, es justo reconocer que el último film de la Pixar tiene unos cuantos elementos que añaden interés a la trama. El primero de ellos la inversión de roles: Arlo, el dinosaurio, es aquí el protagonista e hilo conductor del relato, y el personaje que aporta el elemento racional; por otro lado, Spot, el humano, no solo aporta el necesario contrapunto cómico a la historia, sino que se le reserva el rol secundario, el de mascota, que usualmente está reservado a los animales en la inmensa mayoría de los films Disney. Spot se convierte ya desde su primera aparición en el mayor logro de la película, y de inmediato nos roba el corazón. El personaje es un prodigio de expresividad y comunicación no verbal y desbanca por completo a Arlo, el protagonista, el cual no llegará a despertar las mismas simpatías entre el público. Y no es que Arlo será un personaje mal construido, pero su diseño excesivamente ‘blando’ y ‘redondeado’ (alejado por completo del aspecto más ‘agreste’ y ‘duro’ que uno espera de cualquier dinosaurio), así como su carácter asustadizo y cobarde, hacen que no logre provocar la misma empatía en la platea.

Esta inversión de roles no es la única novedad que nos depara el film: los Tiranosaurios, a los que habitualmente se reserva el papel de villanos y depredadores brutales, son representados en este “Viaje de Arlo” como caracteres inteligentes y simpáticos, el clásico ‘duro de buen corazón’, lo cual es de agradecer. Además, todas las secuencias en que aparece la familia de Tiranosaurios, se erigen en algunos de los mejores momentos del film con su claro homenaje al western, algo ya obvio desde la aparición del paisaje que evoca sin disimulo Monument Valley y el Gran Cañón.

“El viaje de Arlo” tampoco pierde de vista el hecho de que nos está mostrando a criatura en estado salvaje, por simpáticos que resulten. Así pues, algunas de las escenas que nos muestran la ‘dieta’ de algunos de los personajes, y que podrían muy bien inspirarse en otras de “El rey león” en las que veíamos a Pumbaa y Timón alimentarse, no escatiman ni cierta crudeza ni ironía que será más apreciada por el público adulto que no por el infantil.

Pero “Arlo” también evita recrearse en exceso en el esquema de la budy movie de otros films de Pixar (como podría ser “Toy Story” o “Cars”), para hacer una defensa acérrima de los valores familiares. Hay al respecto un momento clave en el film, uno de los más emotivos y que demuestra porque Pixar sigue siendo una compañía de referencia en el terreno de la animación y no tiene quién le tosa (obviemos aquí la animación japonesa): es aquel en que Arlo trata de explicar a Spot qué es una familia, y Spot termina por entenderlo. Si a un espectador, adulto o infantil, no se le escapa una lágrima con esa secuencia, es que realmente es una persona muy insensible. Ese momento, que golpea como un mazazo la sensibilidad del espectador, tiene el mismo efecto que la magistral secuencia inicial de “Up” en la que se resumen la viva de su protagonista, Carl.

Como los mejores films de Pixar “El viaje de Arlo” nos hablar de valores positivos, y lo hace con emotividad e inteligencia, llegando a todas las edades y todo tipo de sensibilidades. En este caso hace una defensa de los lazos familiares, quizás incluso por encima de los lazos de amistad que la compañía había puesto de relieve en películas como “Up”, “Cars”, “Toy Story” o “Ratatouille”, y por ese motivo habrá quién la tache de excesivamente conservadora. Yo no estoy de acuerdo, pero, aunque así fuese, apela a dichos sentimientos desde una perspectiva tan optimista y luminosa que es imposible no rendirse a ellos.

Y hablando de luminosidad, si hay un elemento incontestable en este film es su acabado técnico y sobretodo el tratamiento de la luz. Cada nuevo film de Pixar, al margen de su mayor o menos originalidad, y al margen de los logros de su trama, supone (casi) siempre un nuevo paso adelanta en cuanto aspecto técnicos. En “El viaje de Arlo” la descripción de los paisajes naturales alcanza tal perfeccionismo que se hace francamente difícil creer que no estamos ante una película de imagen real. Los movimientos de las briznas de yerba, de las hojas de los árboles, del agua… son sencillamente apabullantes en su perfección. Pero es en el tratamiento de la luz donde alcanza mayores cotas de perfección: hay momento en que nos vemos el cielo y sin embargo sí que vemos el efecto de los cambios de luz o del paso de las nubes en el paisaje, muchas veces de una manera sutil pero perceptible. Hay no pocas escenas que cortan el aliento por su belleza en este film. Belleza acompañada siempre de una inspirada partitura de Michael Danna de aires folk, que complementa las imágenes sin necesidad de subrayarlas, y que aporta la necesaria emotividad sin resultar nunca enfática.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La animación, como es habitual en Pixar, que es simplemente prodigiosa, y la carga emocional del flm. ¿Lo peor? Que haya quién insista en verla, de manera inmerecida, como un film menor de la compañía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario