Hace tan solo unos meses escribía en este mismo
blog una reseña acerca del penúltimo film de Pixar, “Del Revés” (reseña que
podéis leer aquí), y precisamente lo hacía para valorar el riesgo asumido en
una producción atípica y que posiblemente sea la más sofisticada del estudio
hasta la fecha. Ahora vuelvo a hablar de uno de los más importantes estudios de
animación de la actualidad para referirme a la última producción que se estrena
entre nosotros: “El viaje de Arlo”, discutible traducción del original “The
good dinosaur”.
Lo cierto que tras “Inside out” las expectativas
puestas en este último film estaban francamente muy altas, y ya hay quién se ha
apresurado a decir que “El viaje de Arlo” supone un nuevo batacazo creativo de
la Pixar. Tales afirmaciones, en mi opinión, no pueden venir sino de alguien
realmente muy cínico, pues este último film es una maravilla se mire por donde
se mire, y viene a demostrar la recuperación creativa de Pixar tras films
fallidos como “Brave” o, con mayor razón aún, ante una fiebre de ‘secuelitis’
que pese a todo no es tan grave. “El viajo de Arlo” demuestra que en la
compañía aún quedan creativos imaginativos.
Bien es cierto que este film, desde un punto de
vista argumental, no es tan sofisticado como el anterior, y no está a la altura
de los mayores logros de la compañía (que en mi opinión siguen siendo “Vall.E”
y “Up”. “El viaje de Arlo” es un film más convencional y quizás menos original
de lo que parece. La premisa argumental según la cual el meteorito que
(supuestamente) provocó la extinción de los dinosaurios en la Tierra no llego a
chocar contra ella permitiendo que éstos medrasen, no da pie sino a una clásica
historia de superación personal y defensa de los lazos familiares. Así pues
“Arlo” bebe en buena medida de otras fuentes de la compañía como “Buscando a Nemo”,
o de la compañía ‘madre’, la Disney, como puede ser “El rey león”.
La historia se puede resumir fácilmente: Arlo es
el menor de una familia de braquiosaurios, y, al contrario que sus hermanos, el
más débil y miedoso. A raíz de un suceso trágico y de un posterior accidente se
verá obligado a emprender un largo viaje para reencontrarse con su familia
perdida. Durante el viaje Arlo se encontrará con Spot, un humano salvaje, que se
convertirá en su compañero de viaje.
Si bien tanto por su estructura
narrativa como por su argumento esta película nos puede recordar a otros films, es justo
reconocer que el último film de la Pixar tiene unos cuantos elementos que
añaden interés a la trama. El primero de ellos la inversión de roles: Arlo, el
dinosaurio, es aquí el protagonista e hilo conductor del relato, y el personaje
que aporta el elemento racional; por otro lado, Spot, el humano, no solo aporta
el necesario contrapunto cómico a la historia, sino que se le reserva el rol
secundario, el de mascota, que usualmente está reservado a los animales en la
inmensa mayoría de los films Disney. Spot se convierte ya desde su primera
aparición en el mayor logro de la película, y de inmediato nos roba el corazón.
El personaje es un prodigio de expresividad y comunicación no verbal y desbanca
por completo a Arlo, el protagonista, el cual no llegará a despertar las mismas
simpatías entre el público. Y no es que Arlo será un personaje mal construido,
pero su diseño excesivamente ‘blando’ y ‘redondeado’ (alejado por completo del
aspecto más ‘agreste’ y ‘duro’ que uno espera de cualquier dinosaurio), así
como su carácter asustadizo y cobarde, hacen que no logre provocar la misma
empatía en la platea.
Esta inversión de roles no es la única novedad
que nos depara el film: los Tiranosaurios, a los que habitualmente se reserva
el papel de villanos y depredadores brutales, son representados en este “Viaje
de Arlo” como caracteres inteligentes y simpáticos, el clásico ‘duro de buen
corazón’, lo cual es de agradecer. Además, todas las secuencias en que aparece
la familia de Tiranosaurios, se erigen en algunos de los mejores momentos del
film con su claro homenaje al western, algo ya obvio desde la aparición del
paisaje que evoca sin disimulo Monument Valley y el Gran Cañón.
“El viaje de Arlo” tampoco pierde de vista el
hecho de que nos está mostrando a criatura en estado salvaje, por simpáticos
que resulten. Así pues, algunas de las escenas que nos muestran la ‘dieta’ de
algunos de los personajes, y que podrían muy bien inspirarse en otras de “El
rey león” en las que veíamos a Pumbaa y Timón alimentarse, no escatiman ni
cierta crudeza ni ironía que será más apreciada por el público adulto que no
por el infantil.
Pero “Arlo” también evita recrearse en exceso en
el esquema de la budy movie de otros
films de Pixar (como podría ser “Toy Story” o “Cars”), para hacer una defensa acérrima
de los valores familiares. Hay al respecto un momento clave en el film, uno de
los más emotivos y que demuestra porque Pixar sigue siendo una compañía de
referencia en el terreno de la animación y no tiene quién le tosa (obviemos aquí
la animación japonesa): es aquel en que Arlo trata de explicar a Spot qué es
una familia, y Spot termina por entenderlo. Si a un espectador, adulto o
infantil, no se le escapa una lágrima con esa secuencia, es que realmente es
una persona muy insensible. Ese momento, que golpea como un mazazo la sensibilidad
del espectador, tiene el mismo efecto que la magistral secuencia inicial de “Up”
en la que se resumen la viva de su protagonista, Carl.
Como los mejores films de Pixar “El viaje de Arlo”
nos hablar de valores positivos, y lo hace con emotividad e inteligencia,
llegando a todas las edades y todo tipo de sensibilidades. En este caso hace
una defensa de los lazos familiares, quizás incluso por encima de los lazos de
amistad que la compañía había puesto de relieve en películas como “Up”, “Cars”,
“Toy Story” o “Ratatouille”, y por ese motivo habrá quién la tache de
excesivamente conservadora. Yo no estoy de acuerdo, pero, aunque así fuese,
apela a dichos sentimientos desde una perspectiva tan optimista y luminosa que
es imposible no rendirse a ellos.
Y hablando de luminosidad, si hay un elemento
incontestable en este film es su acabado técnico y sobretodo el tratamiento de
la luz. Cada nuevo film de Pixar, al margen de su mayor o menos originalidad, y
al margen de los logros de su trama, supone (casi) siempre un nuevo paso
adelanta en cuanto aspecto técnicos. En “El viaje de Arlo” la descripción de
los paisajes naturales alcanza tal perfeccionismo que se hace francamente difícil
creer que no estamos ante una película de imagen real. Los movimientos de las
briznas de yerba, de las hojas de los árboles, del agua… son sencillamente
apabullantes en su perfección. Pero es en el tratamiento de la luz donde
alcanza mayores cotas de perfección: hay momento en que nos vemos el cielo y
sin embargo sí que vemos el efecto de los cambios de luz o del paso de las
nubes en el paisaje, muchas veces de una manera sutil pero perceptible. Hay no
pocas escenas que cortan el aliento por su belleza en este film. Belleza acompañada
siempre de una inspirada partitura de Michael Danna de aires folk, que complementa
las imágenes sin necesidad de subrayarlas, y que aporta la necesaria emotividad
sin resultar nunca enfática.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La animación,
como es habitual en Pixar, que es simplemente prodigiosa, y la carga emocional del
flm. ¿Lo peor? Que haya quién insista en verla, de manera inmerecida, como un
film menor de la compañía.

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