David Cronenberg es sin duda alguna uno de los cineastas más
personales del actual panorama cinematográfico. Un director con verdadera
impronta de autor y poseedor de una filmografía mucho más coherente de lo que
puede resultar a simple vista, en la que a lo largo de 21 largometrajes ha dado
rienda suelta a sus particulares filias y fobias.
Cronenberg es considerado uno de los principales exponentes
de lo que se ha denominado ‘horror corporal’, una tendencia que explora el
miedo humano ante la transformación física, la enfermedad y la infección, abanderando
el concepto de lo que se conoce como ‘nueva carne’, concepto que busca eliminar
las fronteras existentes entre lo mecánico y lo orgánico a partir de la mutación
y la fusión con las tecnologías cibernéticas, y que a su vez ejercerá una
notable influencia en las corrientes literarias y estilísticas del denominado
ciberpunk. Pero a lo largo de su filmografía David Cronenberg no se ha
conformado con explorar únicamente la transformación física del ser humano, y
con frecuencia ha buscado establecer vínculos entre la transformación física y
su impacto psicológico. Y si bien en la primera mitad de su carrera centró su
exploración de la mutación en el individuo a través del cine de género,
particularmente de la ciencia ficción y el cine de terror, su film “M.
Butterfly” (1993) marca un punto de inflexión y un giro hacia el drama y cierta
forma de realismo, pero sin abandonar nunca su particular interés en todo lo
que supone la transformación del alma humana y su reflejo en el cuerpo físico.
Esa insistencia en mostrar la podredumbre física del
individuo se hace patente en los primeros títulos de su filmografía, como “Vinieron
dentro de…” (1975), “Rabia” (1977) o “Cromosoma 3” (1979). Pero pese a al
enfoque particularmente enfermizo que imprime a sus historias, Cronenberg se
gana el favor de la crítica y del público, lo que le permitirá abandonar la
serie B, acceder a presupuestos más holgados y por lo tanto a un tipo de cine
más comercial. Así de esta manera en los años 80 rodará “Scanners” (1981),
adaptará una novela de Stephen King (“La zona muerta”, 1983), y filmará un
remake de un clásico de la ciencia ficción de finales de los 50 (“La mosca”,
1986). Rodar films más comerciales no le llevará, sin embargo, a aparcar sus
muy personales filias y fobias, y en esos films Cronneberg continuará dando
rienda suelta a su particular exploración del horror físico y la mutación del ser
humano. Estos tres títulos serán los más comerciales de su carrera hasta entonces,
y eso le va a permitir involucrarse en un proyecto más personal: “Inseparables”
(1988).
Con “Inseparables”, pese a su tibia acogida comercial,
Cronenberg se ganará el aplauso unánime de la crítica. En ciertos aspectos este
film supone giro en su carrera: será su primera colaboración con el director de
fotografía Peter Suschitzky, que se convertirá en un habitual de la filmografía
de Cronenberg a partir de entonces; y será la segunda colaboración con otro de
sus compañeros de trabajo habituales, el músico Howard Shore (colaboraron por
primera vez en el remake de “La mosca”). Cronenberg, Suschitzky y Shore
formarán un peculiar triunvirato que va a definir las constantes estilísticas y
sonoras de toda la filmografía del director canadiense. Con frecuencia se ha
acusado a Cronenberg de ser un director excesivamente frío, y hay algo de
cierto en esa acusación. Su puesta en escena hace gala de un elegante
clasicismo, pero aliada con los tonos azulados y ocres que con frecuencia
abundan en la iluminación de Suschitzky, y con las melodías sutiles, con
frecuencia atonales, que utiliza Shore para subrayar las escenas que filma
Cronenberg, el resultado es con frecuencia la creación de una atmosfera
inquietante, malsana, incluso cuando rueda escenas aparentemente cotidianas. En
las películas de Cronenberg incluso la más costumbrista e inocua de las escenas
puede producir una sensación desasosegante en el espectador.
“Inseparables” también marca un cambio de tendencia en la
filmografía de Cronenberg, que a partir de entonces se decantará más hacia la
exploración psicológica del individuo, pero siempre con la intención de mostrar
los aspectos más enfermizos de su psique. Films como “M. Butterfly” (1993), “eXistenZ”
(1999) o “Spider” (2002) son buenas
muestras de ese nuevo interés en explotar los contrastes que se establecen
entre realidades subjetivas y objetivas, o entre realidad y ficción,
estableciendo con frecuencia un juego de espejos que busca dejar al descubierto
los aspectos más recónditos, cuando no sórdidos, de las psique humana.
Aunque ya en los inicios de su carrera Cronenberg había
aceptado algunos encargos (encargos a priori alejados de sus intereses como
cineasta, y que sin embargo sabrá llevar a su propio terreno) como adaptar a
Stephen King o hacer un remake de un film clásico, el director canadiense
siempre había preferido desarrollar sus proyectos a partir de argumentos
propios. No obstante tras el estreno de “Inseparables” parecerá empeñarse en
llevar a la pantalla grande algunos títulos considerados ‘imposibles’, pero en
los cuales hallará puntos en común con su propia visión del mundo que le rodea.
El primero de ellos será “El almuerzo desnudo” (1991), la novela más famosa y
posiblemente la más controvertida de uno de los pilares de la generación beat
literaria: William Burroughs. Tanto por su particular construcción narrativa
como por su escandaloso contenido (la novela habla de homosexualidad, drogadicción,
violación, pedofilia… aunque en clave de sátira socio-política), muchos
consideraban “El almuerzo desnudo” como un libro totalmente inadaptable.
Cronenberg sin embargo encontró la manera de desarrollar un largometraje a
partir de dicha obra. El resultado es un film bizarro, extraño, menos violento
(necesariamente) que su referente literario, al que algunos críticos reprochan
que Cronenberg aparcase el contenido satírico de la obra de Burroughs en
beneficio de un cierto manierismo visual y una construcción argumental que
apuesta de menar más obvia por el fantastique.
En 1999 estrena “M. Buttefly”, para cuyo guion contó con la
colaboración del propio autor de la pieza teatral en la que se inspira, David
Henry, y que parte de una anécdota de confusión de identidades inspirada a su
vez en un caso real. De nuevo el juego de equívocos que plantea la historia le
sirve a Cronenberg para ir más allá de la anécdota del travestismo y hablar de
la mutación del individuo.
No menos controvertida será su adaptación de “Crash” (1996)
a partir de una polémica novela de J. G. Ballard. En el momento de su estreno muchos
consideraron casi pornográfico este film que explora el fetichismo sexual desde
una óptica enfermiza y malsana, en el que las víctimas de accidentes de tráfico
asumen su traumatismo no como un evento destructivo, sino como un estimulante.
Nada que ver pues con el film homónimo de Paul Haggis (estrenado en el 2004),
con quién Cronnenberg siempre manifestó abiertamente su enfado por haber
escogido el mismo título, declarando que no sólo era éticamente incorrecto, sido
también irritante. Personalmente “Crash” me parece uno de los films más
fascinantes de toda la filmografía de David Cronenberg, tanto a nivel visual,
donde el director hace gala de una estilización que a veces raya en el
paroxismo, como a nivel argumental, desarrollando una historia que logra
inquietar y al mismo tiempo seducir al espectador, en la que Cronenberg
consigue que nos deshagamos de muchos tabúes personales para obligarnos a
replantearnos de esta manera muchas cuestiones en torno a la atracción sensual
y el acto sexual en sí mismo.
En el 2002 Cronenberg logra de nuevo sorprender con un film
distinto, singular e igualmente fascinante, “Spider”, cuyo guion es obra del
propio autor de la novela en que se inspira el film, Patrick McGrath. Una
película de difícil digestión que busca (y logra) exponer de una manera gráfica
los interiores de la psique de un desequilibrado mental, y que se beneficia de
un espléndido trabajo actoral de Ralph Fiennes y Miranda Richardson.
En el año 2005 David Cronenberg estrenará el thriller “Una historia de violencia”,
adaptación de un comic de John Wagner y Vincent Locke,
y que se convertirá en una de las cintas de más alto presupuesto y de
mayor recepción masiva que haya filmado a la fecha. Cronenberg declaró en una
ocasión que la decisión de dirigirla vino motivada por haber tenido que rebajar
su salario debido al bajo presupuesto de su film anterior, “Spider”. En plena
vorágine de adaptación de comics, fundamentalmente de comics de superhéroes,
Cronenberg se desmarca en cierta manera de dicha tendencia filmando una
película que analiza la incidencia de la violencia sobre el ser humano y como
ésta es capaz de transformar un individuo pacífico y calmado en un monstruo.
Así pues, de nuevo Cronenberg es capaz de llevar un argumento ajeno a su propio
terreno, encontrando así una conexión entre la historia de un padre de familia
abocado a una vorágine violenta de la que busca por todos los medios escapar, y
su particular interés en continuar explorando los recovecos más oscuros de la psique
humana.
“Una historia de violencia” será su primer colaboración con
Viggo Mortensen, con quién volverá a repetir en dos ocasiones. Primero en otro
thriller ejemplar, “Promesas del este” (2007,) y más tarde en “Un método peligroso”
(2011), film que adapta la obra teatral del prestigioso Christopher Hampton (inspirada
a su vez en una obra de no-ficción John Kerr) y que narra los
encuentros/desencuentros intelectuales entre los dos padres del psicoanálisis,
Carl Jung y Sigmund Freud, a raíz del tratamiento de una de sus pacientes
mediante el uso del psicoanálisis. Curiosamente el film de Cronenberg no toma
su título de la obra teatral (“The talking cure”) si no del ensayo de Kerr (“A
most dangerous method”). En esta ocasión Cronenberg ha optado por una puesta en
escena más formalista y discreta de lo que es habitual en él, dando pues mayor
protagonismo al texto, sin embargo la densidad de éste es tal que redunda en
prejuicio del film, que acaba resultando en exceso didáctico y en el que se echa
en falta la estilización presente en otras películas de Cronenberg. Eso sí,
merece la pena destacar el impresionante trabajo actoral de su trio
protagonista: el citado Mortensen, Michael Fassbender y Keira Knightley.
Fiel a su estilo y su manera de hacer cine, David Cronenberg
reincidirá en su costumbre de acometer adaptaciones difíciles, y en el 2012
dará forma cinematográfica a la novela de Don Delillo “Cosmópolis”. Nos
encontramos de nuevo con un film no apto para todos los paladares, que parte de
una novela que algunos consideran indigesta e incluso aburrida, pero que no
solo encierra una feroz crítica al nihilismo y la falta de valores imperante en
la sociedad actual, sino que además Cronenberg la convierte en un fascinante
ejercicio de estilo, donde su precisa y elegante (de nuevo) puesta en escena llega
a ejercer una presión hipnótica en el espectador. A todo esto hay que añadir el
hecho de que Cronenberg logra extraer autentico oro líquido de la
interpretación de Robert Pattison, insoportable (todo hay que decirlo) en la
saga “Crespúsculo”.
El último film de Cronenberg, “Maps to the stars” (2014), fue
presentado el pasado verano en el festival de Cannes, donde su protagonista,
Julianne Moore, se llevó (merecidamente) el premio a la mejor interpretación
femenina, pero aún no ha sido estrenado en nuestro país. “Maps to the stars” es
en cierto aspecto una rara avis en la
filmografía de su director, pues uno no sabe si clasificarla como drama,
comedia o todo lo contrario.
El argumento no deja de ser un cuento moderno sobre la
obsesión por la popularidad en el Hollywood del siglo XXI, y gira en torno a
una actriz famosa (Julianne Moore) que no ha superado ciertos traumas de
infancia y que está a punto de interpretar el mismo papel que hizo famosa a su
madre ya fallecida en los años 60. Junto a ella nos encontramos con una antigua
estrella infantil en rehabilitación, una madre sobreprotectora, un padre que
escribe libros de autoayuda y una hermana que acaba de salir del psiquiátrico.
Todo ello le da pie a Cronneberg a escribir una sátira despiadada sobre la industria
del cine y los mecanismos que la mueven, retorcida, perversa y con tintes de
comedia grotesca. El problema es que Cronenberg no se caracteriza precisamente
por su sentido del humor, de ahí que la intención satírica de la historia más
bien acabe provocando desconcierto e incluso algún bostezo involuntario. El
film brilla únicamente en las escenas oníricas donde visualizamos las
alucinaciones que sufren algunos de sus protagonistas, escenas que permiten de
nuevo a Cronenberg hablar de aquello que se le da bien y moverse en terreno
conocido: la psique humana y la podredumbre del alma.
Repiten de nuevo algunos nombres habituales en su
filmografía: Robert Pattison en un papel secundario; Howard Shore, que ha optado en esta ocasión por no hacerse notar
mucho y tan solo nos regala algunas notas melódicas al final del film; y Peter Suschitzky,
que contribuye a crear esa atmosfera de frialdad y distanciamiento tan cara a
los films de Cronenberg.
Quizás el mayor error de su director haya sido optar un
cambio de registro y adentrarse en un terreno totalmente desconocido. Se
aplaude el riesgo, pero al mismo tiempo uno se pregunta qué es lo que ha visto
su director en un argumento tan alejado de las constantes que jalonan el resto
de su filmografía.
Cronenberg ha intentado en esta ocasión focalizar su
trabajo, no poniendo el acento en el análisis del alma humana en un sentido
general, sino tratando de hacer una radiografía de las estrellas de Hollywood desde
su particular perspectiva. Pero el Hollywood de las estrellas es un mundo muy
alejado de la sensibilidad de Cronenberg, que, no lo olvidemos, rueda prácticamente
todos sus films en su país, en Canadá, alejado pues de los fastos propios que
se deben respirar (presumo) en una ciudad como Los Angeles. Es un mundo que
evita, que contempla desde la distancia, y sospecho que con cierta desconfianza
e incluso hastío. La misma desconfianza y alejamiento que la industria de
Hollywood a manifestado siempre por el director canadiense. Tan solo el rico y matizado trabajo de su actriz principal
contribuye a hacer más digerible un film irregular y con tan solo ocasionales
destellos de genio.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Julianne Moore. ¿Lo peor?
La absoluta carencia de sentido del humor.
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