“La ratonera”, una de las dos únicas obras teatrales de la reina del
misterio Agatha Christie (la otra es “Testigo de cargo”, más conocida
por la magistral adaptación cinematográfica de Billie Wylder de 1957, e
interpretada por Tyrone Power, Marlene Dietrich, Charles Laughton y Elsa
LAnchester) se estrenó en Londres en el año 1952 y ostenta el record de
ser la obra teatral más representada de la historia; aún hoy día
permanece en cartel en los teatros londinenses tras de más de 62 años y
más de 25 mil representaciones ininterrumpidas.
Estos
días se está representando en el teatro Apolo bajo la dirección de
Victor Conde y con un reparto que incluye entre otros a Ferran Carvaja,
Isabel Rocatti o Xavier Bertran.
Agatha Crhistie no
solo es una de las más populares escritoras de misterio de todos los
tiempos, sino que además ostenta el record Guinness de ser una de las
escritoras más vendidas de la historia conjuntamente con William
Shakespeare y la Biblia. Sin duda alguna buena parte de su popularidad
se debe a la precisa construcción de sus novelas, que siguen siempre un
clásica estructura de whodonit en la que su autora siempre se esforzó
por jugar limpio con sus lectores, ofreciendo las pistas necesarias para
que éstos fuesen capaces de desentrañar el misterio (es decir:
encontrar el culpable del crimen) antes del desenlace de la obra.
Christie no está considerada como una gran escritora en el sentido
estrictamente literario, pero no puede negarse que se ha ganado con
creces el favor y el cariño de su incontable legión de seguidores. Debo
confesar por otro lado que yo nunca he leído ninguna de sus novelas y
que conozco la mayoría de ellas por las adaptaciones cinematográficas y
televisivas, algunas de ellas francamente recomendables como la citada
testigo de cargo, “Asesinato en el Orient Express” (dirigida por Sidney
Lumet en 1974 y con reparto de campanillas) o “Muerte en el Nilo” (John
Guillermin, 1978)
Pese a la cuidada construcción
argumental de sus historias y el esmero que la autora poner en el
retrato psicológico de sus personajes, las historias que plantea son en
el fondo bastante simples y siguen siempre un esquema muy similar,
incluso cuando plantea resoluciones un tanto rocambolescas como en el
caso de la citada “Asesinato en el Orient Express” (resolución que no
citaré no por hacer un spoiler de un final que, no se puede negar,
resulta francamente original). Quizás por eso tengo mayor simpatía por
una obra como “Testigo de cargo”, que arranca como un drama judicial y
que se resuelve con un final tan inesperado como sorprendente en el que
nadie es lo que parece ser.
“La ratonera” por el
contrario sigue los esquemas más clásicos de las obras de Agatha
Christie: un grupo de personajes encerrados en escenario único (en este
caso un pequeño hotelito a las afueras de Londres, aislado del exterior
por una ventisca), un crimen y un juego de posibilidades en los que se
invita al lector/espectador a tratar de adivinar la identidad del
asesino antes del desenlace. Por otro lado “La ratonera”, sin destacar
precisamente por un originalidad, sí que lo hacer por la ajustada
descripción psicológica de los personajes, algo habitual en su autora,
como mencionaba más arriba. En este aspecto al dirección de Victor Conde
es modélica, y uno de los aspectos más destacados de la adaptación que
estos días se representa en el teatro Apolo de Barcelona es su cuidada
ambientación, en la que decorado, música e iluminación se alían para
ofrecer una atmosfera opresiva adecuada para la presentación y el
desarrollo del misterio que nos propone la obra.
Pero
poca objeción se le puede poner a la ambientación o la dirección de
actores, otro aspecto más discutible sería el trabajo interpretativo.
Joan Amargos pone entusiasmo en su enérgica interpretación del infantil y
afeminado Chistopher Wren, mientras que Anna Gras-Carreño aporta la
necesaria contención a su personaje; más anodinos me resultan Mariona
Ribas, Aleix Rengel o Santi Ibáñez en sus respectivos papeles; Isabel
Rocatti resulta sobradamente convincente en la piel del personaje más
antipático de la obra, la señora Boyle; pero los papeles más destacables
son los interpretados por Ferran Carvajal y Xavier Bertran, aunque por
diferentes razones. Carvajal tiene tablas y lo demuestra componiendo un
personaje muy matizado, el del sargento Trotter, y haciendo gala de una
impecable expresión corporal; Bertrán, por otro lado, está en exceso
sobreactuado en la piel del extravagante Paravicini y termina por
resultar más irritante que gracioso.
Con todo la obra
acaba resultando en su conjunto francamente disfrutable y realmente
entretenida; cualquier amante de la obra de Agatha Christie le perdonará
las por otro lado habituales trampas argumentales con las que la reina
del misterio suele jugar con sus lectores.

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