Debo confesar que desde los tiempo de “El club de la lucha”
(1999) soy un incondicional de David Fincher. El director de Denver aterrizó un
poco de casualidad en la saga de “Alien” para dirigir en el año 1992 la 3ª
entrega de la serie, que pese a que contenía algunos interesantes apuntes tanto
visuales como argumentales, no logró hacernos olvidar las excelencias de primer
film dirigido por Ridley Scott.
En 1995 estrena “Seven” un film con una impresionante
factura visual pero que aún hoy en día me sigue pareciendo artificioso y
sobrevalorado. En cualquier caso “Seven” pone de manifiesto el perfeccionismo y
el virtuosismo visual tras las cámaras de su director, al igual que su
siguiente film, la igualmente tramposa “The Game” (1997). Son films visualmente
arrebatadores, en los que Fincher tiene como mejores aliados a sus directores
de fotografía (Darius Khondji en el primero y Harris Savides en el segundo),
pero cuyos argumentos juegan a poner a prueba la credulidad del espectador, lo
que en algunos momentos puede resultar un tanto irritante. Por cierto, "Seven" inauguró una nueva época dorada en la realización de los títulos de crédito de un film gracias al rompedor trabajo del diseñador Kyle Cooper, que volverá a colaborar con Fincher en posteriores ocasiones.
Sin embargo cuando estrena “El club de la lucha” en 1999 a
partir de la novela de Chuck Palahniuk he de decir que me rendí por completo a
una trama tan original como manipuladora, y a su apabullante virtuosismo en la
puesta en escena. “El club de la lucha” supone la primera colaboración con el
director de fotografía Jeff Cronenweth. Hay apuntes de auténtica genialidad en
este film, como la escena en que Howard Norton se pasea por su apartamento
recitando todas las cosas que ha comprado en Ikea al tiempo que se van
superponiendo en la pantalla etiquetas con los nombres, precios y referencias
de dichos objetos al tiempo que van apareciendo en la imagen; o aquella otra en
que trata de chantajear a su jefe auto-propinándose una paliza. Fincher logra
sacar el máximo partido a un argumento que roza lo grotesco pero que en el
fondo encierra una crítica feroz a la sociedad de consumo.
El habitual preciosismo formal de Fincher alcanza el
paroxismo en algunas de las escenas de su siguiente film, “La habitación del
pánico” (2002), a partir de un guion de David Koepp, y en el que repetirá
colaboración con Darius Khondki, asistido en esta ocasión por Conrad W. Hall, iluminador
a su vez del “American Beauty” de Sam Mendes o el “Sleepy Hollow” de Tim
Burton. Particularmente memorable es el arriesgado travelling que, alejándose
del rostro de Jody Foster que está durmiendo, recorre toda la casa, atraviesa
el suelo desde el segundo piso para descender al hall del primero, se acerca a
una puerta para introducirse por el ojo de la cerradura y vuelve a alejarse de
nuevo; un auténtico tour de force visual.
En el año 2007 David Fincher estrenará la que para algunos
es su película más perfecta, “Zodiac”, en la cual vuelve a reencontrase con el
iluminador Harris Savides, y que cuenta con un libreto de James Vanderbilt a
partir del libro de Robert Graysmith que investiga y analiza un caso real de
asesinatos cometidos por un serial killer que operaba en el área de la bahía San
Francisco durante los años 60, 70 y 80. El perfeccionismo técnico de Fincher
alcanza aquí sus cotas más altas, por un lado debido a la enorme cantidad de
tiempo y esfuerzos vertidos por director y guionista en la escritura del
libreto, para el cual realizaron su propio trabajo de investigación llegando
incluso a entrevistar personalmente a varias de las personas implicadas en el
caso, que recordémoslo continua sin resolverse; por otro lado Fincher tuvo en
cuenta que la trama se desenvolvía a lo largo de varias décadas, razón que le
llevó a experimentar con los formatos cinematográficos (digital o analógico en
diferentes partes del film) y sobretodo sonoros, empleando sonido monoaural o
estero en función del momento histórico en el que se desarrolla cada escena. El
resultado es un film que logra la perfección absoluta y que, de nuevo, contiene
escenas que quedarán grabadas en la retina del espectador, como el travelling
cenital que sigue a un coche por las calles de San Francisco al inicio del
film, que consigue un extraño efecto al lograr que un objeto en movimiento, el
vehículo, permanezca completamente estático en el plano dando la impresión de
que son las calles las que se desplazan bajo los neumáticos.
Con frecuencia se ha acusado al cine de David Ficher de frío
y falto de emoción, quizás por las temáticas que solía escoger hasta entonces
(fundamentalmente el thriller o el cine policíaco). “El curioso caso de
Benjamin Button” (2008) parecía estar concebida para contradecir a sus
detractores, porque con éste Fincher logra el que es su film más emotivo y más
arrebatadoramente romántico. En esta ocasión partió de un guion de Eric Roth
sobre un cuento corto de F. Scott Fitzgerald, y volvió a encontrarse con el
actor Brad Pitt, con quién ya había trabajado en “Seven” y “El club de la lucha”.
En el apartado de la dirección de iluminación nos encontramos con Claudio Miranda,
que ya había colaborado en la 2ª unida de “Seven”, “The Game”, “El club de la
lucha” o “Zodiac”, y que más tarde dará muestras de su buen hacer en films como
“TRON: Legacy” (2010) o “La vida de Pi” (Ang Lee, 2012). “Benjamin Button” demuestra
no solo David Fincher también tiene un alma sensible sino que además los
(extraordinarios) efectos especiales pueden ponerse al servicio de la historia
para hacernos creer que los seres humanos pueden rejuvenecer. Un film hermoso
que la fotografía de Miranda o la partitura de Alexandre Desplat contribuyeron
a embellecer. Entre las muchas escenas memorables del film yo destacaría tres:
una al inicio, donde nos cuenta mediante un bellísimo flashback la historia del
relog de la estación; otra cuando nos narra mediante un preciosista encadenado
de secuencias el accidente sufrido por el personaje que interpreta Cate
Blanchet; y por último los diferentes y divertidos insertos a lo largo del film
que muestran los accidentes sufridos por un anciano que ha sobrevivido a un
rayo en siete ocasiones, y que están rodados como si se tratasen de secuencias
de cine mudo.
Cuando después Fincher anunció su atención de rodar un film
sobre los orígenes de Facebook, muchos pusimos cara de asombro, pues no parecía
encajar con su trayectoria cinematográfica. Cuando se reveló que el guion lo
escribiría Aaron Sorkin, guionista y alma matter de la serie de televisión “El
ala oeste de la casa blanca”, entonces respiramos tranquilos. Así pues “La red
social” se entrenó en el 2010 para explicarnos los entresijos que llevaron a la
creación de Facebook y el auge de las redes sociales. Y si bien es cierto que
la película contó con un guión sólido e inteligente a partir del libro “The
accidental billionaires” de Ben Zezrich, repleto de brillantes diálogos, no es
menos cierto que Fincher volvió a brillar con luz propia merced a su proverbial
preciosismo formal, su perfeccionismo para la puesta en escena y su elegancia
para el encuadre y los movimientos de cámara, hasta el punto de lograr que una
escena aparentemente casual como es la de una regata llame la atención por su
belleza compositiva. En esta ocasión Fincher vuelve a colaborar con el director
de fotografía Jeff Cronenweth, y lo hace por primera vez con los músicos Trent
Reznor (líder de Nine Inch Nails) y Atticus Ross, convirtiéndose los tres en
habituales en la filmografía de Fincher a partir de este título. Por cierto,
Reznor y Ross se llevarían el Oscar a la mejor partitura original gracias a su
rompedor e innovador trabajo en “La red social”.
Si bien “Zodiac” recibió críticas entusiastas obtuvo una
fría acogida en taquilla. No ocurrió lo mismo con “Banjamin Button” y “La red
social”, que obtuvieron una muy buena recepción tanto por parte de la crítica
como por parte del público. Quizás la confianza que Fincher comenzaba a
despertar en los espectadores, entre los cuales se gestaba un grupo de
seguidores incondicionales (entre los que me incluyo), fue lo que llevó a algún
productor avispado proponerle la dirección de la adaptación del archi-famoso
libro de Stieg Larsson “Los hombre que no amaban a las mujeres”, primero de la
trilogía “Millenium”. Utilizo la palabra adaptación y no remake de forma
intencionada, ya que si bien en nuestro país se estrenó una producción sueca en
el 2009 (el film de Fincher se entrenó en el 2011), conviene recordar que esta
en realidad no era un producto cinematográfico, sino un re-montaje preparado
para salas comerciales a partir de una miniserie televisiva. David Ficher
declaró no haber visto dicha miniserie ni su reconversión en largometraje, y
partió directamente del libro de Larsson para desarrollar su particular visión
de la historia. Así pues técnicamente no se trata de un remake sino de una
verdadera adaptación del libro, una nueva versión si se quiere, y en cualquier
caso es superior en todo al producto sueco. Superior técnicamente por ser un
producto netamente cinematográfico que se beneficia además del buen hacer tras
las cámaras de su director (la versión sueca no puede desprenderse de su plana
concepción ni de su evidente factura televisiva); superior argumentalmente al
contar con un guion más matizado, con una más cuidada descripción de los
personajes; y desde luego superior en el apartado actoral desde el momento que
ninguno de los actores de la versión sueca pueden hacer sombra al trabajo de
Daniel Craig, Christopher Plummer, Robin Wright, o Stellan Skarsgard. La única
excepción sería el caso de Noomi Rapace, no porque su interpretación sea
superior a la de Rooney Mara en el film de Fincher, sino porque ambas están
espléndidas; es cierto que Mara compone un personaje más frágil que Rapace, que
muestra una actitud más dura, pero casi diría que me resulta más verosímil la
primera. Y de nuevo Fincher volverá a contar con el buen hacer de Jeff
Cronenweth en la cinematografía y Trent Reznor y Atticus Ross componiendo la
banda sonora.
A Cronenweth, Reznor y Ross los volvemos a encontrar en el
último y reciente film de David Fincher, “Perdida” (“Gone girl” en su versión
original) estrenado este mismo año, que adapta un aclamado libro de la
escritora Gillian Flynn, autora a su vez del guion del film. El resultado vuelve a ser brillante, aunque inusitadamente nos encontramos en esta ocasión con un Fincher más comedido tras la cámara, menos artificioso de lo que es habitual en él, lo que no quiere decir que su puesta en escena continúe siendo precida y modélica. Y quizás esa contención deba atribuirse a que en esta ocasión Fincher ha preferido que el brillante texto hable por si solo.
Pero lo más destacable de su último film es, sin duda alguna, un sólido guión que sabe jugar hábilmente con las expectativas que el espectador se va creando a lo largo del film. Con la apariencia de un thriller policíaco en el que se investiga la desaparición de la esposa del protagonista (un mediocre Ben Affleck), y con la aparente pretensión de proponer un juego para que el espectador trate de adivinar si dicho personaje es o no culpable, en el fondo lo que encierra el film es un ácido y cruel retrato de la institución matrimonial, que como la necesidad de guardar las apariencias o las presiones sociales se sobreponen a los sentimientos y la búsqueda de la verdad. En este sentido es posiblemente el film más retorcido que haya rodado David Fincher hasta la fecha. Pero también hay una crítica hiriente a los mass media, a la forma en como la información se manipula en beneficio de la audiencia, en como el espectador percibe una noticia que no es si no una interpretación mediatizada de la verdad y la acepta sin contrastarla o analizarla.
Sin duda alguna un montaje preciso que funciona como un mecanismo de relogería y una construcción dramática en forma de puzzle en el que todas sus piezas encajan a la perfección, son las principales bazas con las que Fincher a jugado para rodar "Perdida", pero todo ello no funcionaría si además no estuviese respaldado con un espléndido trabajo actoral de Rosamunde Pike, que tiene que lidiar con un papel que puede poner a prueba la credibilidad del espectador, pero que sale airosa derrochando talento y convicción. El final del film, cruél e irónico al mismo tiempo, es sin lugar a dudas el perfecto broche de oro para un film sencillamente brillante.
Pero lo más destacable de su último film es, sin duda alguna, un sólido guión que sabe jugar hábilmente con las expectativas que el espectador se va creando a lo largo del film. Con la apariencia de un thriller policíaco en el que se investiga la desaparición de la esposa del protagonista (un mediocre Ben Affleck), y con la aparente pretensión de proponer un juego para que el espectador trate de adivinar si dicho personaje es o no culpable, en el fondo lo que encierra el film es un ácido y cruel retrato de la institución matrimonial, que como la necesidad de guardar las apariencias o las presiones sociales se sobreponen a los sentimientos y la búsqueda de la verdad. En este sentido es posiblemente el film más retorcido que haya rodado David Fincher hasta la fecha. Pero también hay una crítica hiriente a los mass media, a la forma en como la información se manipula en beneficio de la audiencia, en como el espectador percibe una noticia que no es si no una interpretación mediatizada de la verdad y la acepta sin contrastarla o analizarla.
Sin duda alguna un montaje preciso que funciona como un mecanismo de relogería y una construcción dramática en forma de puzzle en el que todas sus piezas encajan a la perfección, son las principales bazas con las que Fincher a jugado para rodar "Perdida", pero todo ello no funcionaría si además no estuviese respaldado con un espléndido trabajo actoral de Rosamunde Pike, que tiene que lidiar con un papel que puede poner a prueba la credibilidad del espectador, pero que sale airosa derrochando talento y convicción. El final del film, cruél e irónico al mismo tiempo, es sin lugar a dudas el perfecto broche de oro para un film sencillamente brillante.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El trabajo de Fincher tras la cámara, el hábil guión de Flynn y, como no, una impresionante Rosamund Pike ¿Lo peor? Un inexpresivo Ben Affleck, incapaz de transmitir verdadera emoción al espectador... como de costumbre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario