Aunque el género fantástico se rige por una serie de
premisas que son las que le otorgan una identidad propia, no es menos cierto
que es un género cinematográfico en el que tienen cabida muchas acepciones: la
ciencia-ficción, el terror, etc. E incluso dentro de esos géneros con el tiempo
se han ido estableciendo nuevas definiciones que han dado cabida a diversos
sub-géneros: el terror psicológico, el slasher, el giallo italiano, a space
opera, la fantasía mitológica, el realismo mágico, el ciberpunk, la ci-fi futurista… En cine de
superhéroes (del cual ya hablé largo y tendido en un post anterior) podría ser
uno de esos subgéneros de nueva hornada. Otro podría ser lo que yo denomino ‘distopias
adolescentes’.
Bien cierto es que el cine fantástico en general ha gozado
siempre de una amplia aceptación entre el público adolescente, de ahí que con
el tiempo hayan comenzado a producirse películas orientadas de una manera muy
descarada a ese sector de la población, películas que en la mayoría de los
casos adaptan o se inspiran en obras literarias que ya han gozado precisamente
de un éxito masivo entre el público juvenil. La productoras cinematográficas
han visto un filón comercial en esta tendencia, de ahí que se hayan lanzado de
forma desesperada a buscar libros que adaptar a la gran pantalla.
Los éxitos de super-producciones como “El señor de los anillos” o
la saga de Harry Potter han hecho que toda productora que se precie quiera contar con
su propia franquicia fantástica. Sin embargo pocas de ellas han gozado
inicialmente de éxito en taquilla y la mayoría más bien se han saldado con sonoros
fracasos comerciales. Así ocurrió con “Un puente a Terabithia” (obra de
Catherine Paterson adaptada a la pantalla grande por Gabor Csupo), la saga de “Corazón de tinta”
(escrita por Cornelia Funke y de los cuales solo se ha adaptado el primer libro
con dirección de Iain Softley), la saga de "Eragon" (escrita por Christopher
Paolini y que solo tuvo una primera entrega dirigida por Estephen Fangmeier con
escasa fortuna), los "Libros de Terramar" de Ursula K. Le Guin (que solo cuentan con una irregular adaptación animada producida por el Estudio Ghibli del
maestro Miyzaki), la saga de “La materia oscura” de Phillip Pullman (solo el
primer libro, “La brújula dorada”, ha sido torpemente adaptado a la pantalla
por Chris Weitz), la saga “Percy Jackson y los dioses del Olimpo” (escrita por
Rick Riordan, con dos adaptaciones cinematográficas de desigual acogida
comercial, la primera dirigida por Chris Columbus)…. La excepción a esta lista
de fracasos comerciales vendrían a ser “Las crónicas de Narnia” de C. S. Lewis,
de los cuales se han adaptado ya tres libros, y además el primero, “El león, la
bruja y el armario”, dirigido por Andrew Adamson, con un considerable éxito
comercial) y , como no, la saga “Crepúsculo” escrita por Stephenie Meyer.
Conviene reseñar que en el terreno literario casi todos los
títulos que he citado anteriormente fueron escritos inicialmente dirigidos a un
público juvenil pero sin desdeñar en absoluto su acceso a lectores más maduros,
y en algunos casos (como “El señor de los anillos” de Tolkien o especialmente
“La materia oscura” de Pullman), estaban más bien dirigidos a un lector
adulto. La clara excepción en este caso sería la saga “Crepúsculo”, que de una
manera muy obvia está orientada a un público esencialmente adolescente y
mayormente femenino. Y de hecho ha sido dentro de ese mismo sector de la
población donde el film ha obtenido un mayor éxito. Así pues las productoras se
han puesto de nuevo manos a la obra para comprar los derechos de sagas
cinematográficas de temática fantástica y protagonizadas por adolescentes a
partir de las cuales pudiesen construir rentables franquicias cinematográficas.
Los primeros intentos se saldaron con tibias acogidas por parte del público,
como son los casos de “Ciudad de huesos”, adaptación de la saga de “Cazadores de
sombras” escrita por Cassandra Clare, y que de momento solo cuenta con una
primera película dirigida por Harald Zwart; o “Hermosas criaturas”, dirigida
por Richard LaGravanese (curiosamente el guionista de "Los puentes de Madison" de Clint Eastwood) a partir de la “La saga de las 16 lunas” creada por
Kami Garcia y Margaret Stohl.
Como ya hizo en su día “Crepúsculo”, será otro título el que romperá con la maldición que parece
rodear a este tipo de películas y que incialmente no parecen encontrar el lugar en la taquilla. Me estoy
refiriendo naturalmente a la trilogía “Los juegos del hambre” escrita por Suzanne
Collins, cuyas dos primeras partes ya conocen una exitosa adaptación
cinematográfica en manos de Gary Ross, y a la que muy pronto se unirán dos
películas más que cierran la ‘trilogía’ (también se ha convertido en costumbre
el partir el último libro de una saga en dos films, por aquello de aprovechar
más el tirón comercial: lo hicieron con “Harry Potter”, con “Crepúsculo” y
ahora lo volverán a hacer con “Los juegos del hambre. Sinsajo”).
Hay una clara diferencia entre la saga “Crepúsculo” y la de
“Los juegos del hambre”. Aunque ambas van dirigidas a un público adolescente y
ambas se vertebran sobre una protagonista femenina, la primera utiliza el
elemento fantástico (en este caso la presencia de vampiros y hombres lobo) como
mera excusa para desarrollar una historia de corte romántico (bastante cursi en
mi opinión) dirigida fundamentalmente al público femenino, mientras que la
segunda construye una trama de desarrollo fantástico en la cual los
adolescentes son los protagonistas, y buscan contentar tanto al público
femenino como masculino. Así pues vamos a encontrar en la adaptación
cinematográfica de la saga escrita por
Suzanne Collins suficientes elementos de romance, acción, sexo y
violencia (mesurados estos últimos),
como para contentar a todo tipo de públicos. Pero en “Los juegos del hambre”
nos encontramos también con un sustrato argumental más interesante y más
complejo como para permitir un tímido discurso socio-político sobre la lucha
de clases y la opresión política, discurso quizás un tanto superficial, pero no
perdamos de vista que estamos ante una novela (y una película) de
entretenimiento y dirigida a un público mayoritariamente juvenil.
“Los juegos del hambre” suponen en cierto sentido el inicio
de un nuevo sub-género dentro del fantástico cinematográfico al que ya aludía
más arriba: lo que yo denomino ‘distopias adolescentes’. La novela y la
película nos presentan un futuro post-apocalíptico, en el cual se sus
adolescentes protagonistas deberán enfrentarse a fuerzas opresoras para
derrocar un gobierno totalitario y tratar de establecer un sistema social más equitativo y justo. También se hace en ella una lectura
crítica de la utilización de las formas de entretenimiento por parte de los
poderes políticos como medio para controlar la masa ciudadana, o visto de otra
manera: el panem et circenses romano.
Aunque el sustrato socio-político que subyace este tipo de
películas puede resultar bastante simplista, al menos es de agradecer que se
intente introducir un discurso que invite a los adolescentes a la reflexión.
Otro título reciente que juega bazas similares es “Divergente”, que adapta el primer
título de una trilogía escrita por Veronica Roth, y que ha sido dirigido por
Neil Burger. También aquí se habla de la lucha de castas desde un óptica
similar a como lo hace la saga de Suzanne Collins. El éxito de esta película no
ha sido ni mucho menos tan masivo como en el caso de “Los juegos del hambre”
pero todo hace presagiar que pronto veremos una continuación de la saga en la
gran pantalla.
Ahora llega a nuestras pantallas el último ejemplo cinematográfico en
‘distopias adolescentes’, con el título de “El corredor del laberinto”,
dirigida por Wes Ball a partir de la saga escrita por James Dashner. El
argumento gira en esta ocasión en torno a un grupo de adolescentes que
permanecen encerrados en un gigantesco laberinto como víctimas de un aparente
test científico que desarrolla en un futuro desértico y post-apocalíptico en el cual la Tierra ha sido prácticamente arrasada por el sol.
Nos encontramos sin embargo con notables diferencias con
respecto a los films anteriormente comentados. Para empezar ninguno de los
personajes del film tiene el carisma que exhiben Jennifer Lawrence dando vida a
la Katniss Everdeen de “Los juegos del hambre” o la Shailene Woodley y el Theo
James de “Divergente”. De hecho todo el reparto de este film resulta
francamente anodino e insulso, con la excepción de una brevísima Patricia
Clarkson que el tiempo dirá si está a la altura de los ilustres villanos
interpretados por Donald Sutherland o Kate Winslet en las sagas anteriormente
citadas (talento no le falta, otra cosa es que le escriban un papel a su
medida).
La película tiene un par de secuencias de acción que es
justo reconocer que están bien rodadas, pero al margen de eso su argumento no
da al espectador suficientes puntos de anclaje para despertar su interés y engancharse a la trama.
¿Por qué están encerrados todos estos muchachos en el laberinto? ¿Quién lo ha
hecho? ¿Con qué propósito? ¿Por qué han sido encerrados dos de sus
protagonistas, Thomas y Teresa, con este grupo? Demasiadas preguntas que no
obtienen ninguna respuesta a lo largo de todo el metraje, con lo cual más que
despertar interés lo que consiguen es cierta desafección por parte del espectador. ¿Qué
les espera a estos protagonistas? A mí, la verdad, me interesa más bien poco.
La trama acumula demasiados tópicos (el novato que tiene que encontrar su lugar
en el grupo, el buen líder que le ayuda, el rival que le pondrá obstáculos… ) y
desaprovecha muchas de sus posibilidades: todos los encerrados en el laberinto
son chicos, supuestamente con la hormonas revolucionadas por el hecho de estar
encerrados sin –suponemos- sexo (aspecto que obvian completamente por aquello
de no suscitar respuestas presuntamente homoeróticas), y la llegada de una
chica, la primera y única, ¿no despierta ningún tipo de respuesta????? Eso no hay quién se lo crea.
La comparación
con el clásico del William Golding “El señor de las moscas”, como he leído en
algún sitio, le viene grande, muy grande, a este corredor del laberinto. La
novela de Golding nos habla de un grupo de niños que sobreviven en una isla
desierta como únicos supervivientes de un accidente aéreo, lo que les obliga a
buscar un modelo social que les permita sobrevivir en un entorno hostil. Pero
el único referente que tienen es el de los adultos presentes únicamente en sus recuerdos de infáncia, lo que en ausencia
de madurez y de la guía de un adulto más experimentado y sabio les lleva a
construir un modelo jerárquico basado en la búsqueda de poder. Así pues la
novela nos plantea dos temas básicos: la perdida de la inocencia y la lucha
entre civilización y barbarie.
Cualquier intención alegórica y cualquier interpretación en
clave sociopolítica está asenté el “El corredor del laberinto” (en la película
al menos, pues no he leído la novela), lo cual dilapida cualquier posibilidad de
construir un relato más complejo, que se pierde al final en secuencias de
acción más o menos logradas pero reiterativas. La presencia de la única chica
en la historia resulta incluso forzada y más parece encaminada únicamente a
cumplir la necesaria cuota de personajes femeninos. Es de agradecer que no se
haya utilizado para forzar una subtrama romántica que la película no necesita,
pero el hecho de no explorar más profundamente las consecuencias de su
presencia en el grupo de chicos, hace que su presencia termine resultando
redundante.
Al final todo intento de construir una trama dramática con un mínimo de interés fracasa por culpa de que un guion que es incapaz de sacarle un mínimo partido a algunas premisas argumentales que podrían dar más de sí, y lo único destacable acaba siendo una dirección artística en la que, a pesar de todo, se desaprovecha el atractivo diseño que se ofrece del leaberinto en algunas secuencias.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El diseño de producción no
carece de atractivos... por decir algo. ¿Lo peor? Los actores (insultos), la dirección (plana),
el guion (torpe), la historia (carente por completo de interés)… ¿sigo?

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