lunes, 13 de octubre de 2014

DISTOPIAS ACOLESCENTES



Aunque el género fantástico se rige por una serie de premisas que son las que le otorgan una identidad propia, no es menos cierto que es un género cinematográfico en el que tienen cabida muchas acepciones: la ciencia-ficción, el terror, etc. E incluso dentro de esos géneros con el tiempo se han ido estableciendo nuevas definiciones que han dado cabida a diversos sub-géneros: el terror psicológico, el slasher, el giallo italiano, a space opera, la fantasía mitológica, el realismo mágico, el ciberpunk, la ci-fi futurista… En cine de superhéroes (del cual ya hablé largo y tendido en un post anterior) podría ser uno de esos subgéneros de nueva hornada. Otro podría ser lo que yo denomino ‘distopias adolescentes’.

Bien cierto es que el cine fantástico en general ha gozado siempre de una amplia aceptación entre el público adolescente, de ahí que con el tiempo hayan comenzado a producirse películas orientadas de una manera muy descarada a ese sector de la población, películas que en la mayoría de los casos adaptan o se inspiran en obras literarias que ya han gozado precisamente de un éxito masivo entre el público juvenil. La productoras cinematográficas han visto un filón comercial en esta tendencia, de ahí que se hayan lanzado de forma desesperada a buscar libros que adaptar a la gran pantalla.

Los éxitos de super-producciones como “El señor de los anillos” o la saga de Harry Potter han hecho que toda productora que se precie quiera contar con su propia franquicia fantástica. Sin embargo pocas de ellas han gozado inicialmente de éxito en taquilla y la mayoría más bien se han saldado con sonoros fracasos comerciales. Así ocurrió con “Un puente a Terabithia” (obra de Catherine Paterson adaptada a la pantalla grande por Gabor Csupo), la saga de “Corazón de tinta” (escrita por Cornelia Funke y de los cuales solo se ha adaptado el primer libro con dirección de Iain Softley), la saga de "Eragon" (escrita por Christopher Paolini y que solo tuvo una primera entrega dirigida por Estephen Fangmeier con escasa fortuna), los "Libros de Terramar" de Ursula K. Le Guin (que solo cuentan con una irregular adaptación animada producida por el Estudio Ghibli del maestro Miyzaki), la saga de “La materia oscura” de Phillip Pullman (solo el primer libro, “La brújula dorada”, ha sido torpemente adaptado a la pantalla por Chris Weitz), la saga “Percy Jackson y los dioses del Olimpo” (escrita por Rick Riordan, con dos adaptaciones cinematográficas de desigual acogida comercial, la primera dirigida por Chris Columbus)…. La excepción a esta lista de fracasos comerciales vendrían a ser “Las crónicas de Narnia” de C. S. Lewis, de los cuales se han adaptado ya tres libros, y además el primero, “El león, la bruja y el armario”, dirigido por Andrew Adamson, con un considerable éxito comercial) y , como no, la saga “Crepúsculo” escrita por Stephenie Meyer.

Conviene reseñar que en el terreno literario casi todos los títulos que he citado anteriormente fueron escritos inicialmente dirigidos a un público juvenil pero sin desdeñar en absoluto su acceso a lectores más maduros, y en algunos casos (como “El señor de los anillos” de Tolkien o especialmente “La materia oscura” de Pullman), estaban más bien dirigidos a un lector adulto. La clara excepción en este caso sería la saga “Crepúsculo”, que de una manera muy obvia está orientada a un público esencialmente adolescente y mayormente femenino. Y de hecho ha sido dentro de ese mismo sector de la población donde el film ha obtenido un mayor éxito. Así pues las productoras se han puesto de nuevo manos a la obra para comprar los derechos de sagas cinematográficas de temática fantástica y protagonizadas por adolescentes a partir de las cuales pudiesen construir rentables franquicias cinematográficas. Los primeros intentos se saldaron con tibias acogidas por parte del público, como son los casos de “Ciudad de huesos”, adaptación de la saga de “Cazadores de sombras” escrita por Cassandra Clare, y que de momento solo cuenta con una primera película dirigida por Harald Zwart; o “Hermosas criaturas”, dirigida por Richard LaGravanese (curiosamente el guionista de "Los puentes de Madison" de Clint Eastwood) a partir de la “La saga de las 16 lunas” creada por Kami Garcia y Margaret Stohl. 

Como ya hizo en su día “Crepúsculo”, será otro título el que romperá con la maldición que parece rodear a este tipo de películas y que incialmente no parecen encontrar el lugar en la taquilla. Me estoy refiriendo naturalmente a la trilogía “Los juegos del hambre” escrita por Suzanne Collins, cuyas dos primeras partes ya conocen una exitosa adaptación cinematográfica en manos de Gary Ross, y a la que muy pronto se unirán dos películas más que cierran la ‘trilogía’ (también se ha convertido en costumbre el partir el último libro de una saga en dos films, por aquello de aprovechar más el tirón comercial: lo hicieron con “Harry Potter”, con “Crepúsculo” y ahora lo volverán a hacer con “Los juegos del hambre. Sinsajo”). 

Hay una clara diferencia entre la saga “Crepúsculo” y la de “Los juegos del hambre”. Aunque ambas van dirigidas a un público adolescente y ambas se vertebran sobre una protagonista femenina, la primera utiliza el elemento fantástico (en este caso la presencia de vampiros y hombres lobo) como mera excusa para desarrollar una historia de corte romántico (bastante cursi en mi opinión) dirigida fundamentalmente al público femenino, mientras que la segunda construye una trama de desarrollo fantástico en la cual los adolescentes son los protagonistas, y buscan contentar tanto al público femenino como masculino. Así pues vamos a encontrar en la adaptación cinematográfica de la saga escrita por  Suzanne Collins suficientes elementos de romance, acción, sexo y violencia  (mesurados estos últimos), como para contentar a todo tipo de públicos. Pero en “Los juegos del hambre” nos encontramos también con un sustrato argumental más interesante y más complejo como para permitir un tímido discurso socio-político sobre la lucha de clases y la opresión política, discurso quizás un tanto superficial, pero no perdamos de vista que estamos ante una novela (y una película) de entretenimiento y dirigida a un público mayoritariamente juvenil.

“Los juegos del hambre” suponen en cierto sentido el inicio de un nuevo sub-género dentro del fantástico cinematográfico al que ya aludía más arriba: lo que yo denomino ‘distopias adolescentes’. La novela y la película nos presentan un futuro post-apocalíptico, en el cual se sus adolescentes protagonistas deberán enfrentarse a fuerzas opresoras para derrocar un gobierno totalitario y tratar de establecer un sistema social más equitativo y justo. También se hace en ella una lectura crítica de la utilización de las formas de entretenimiento por parte de los poderes políticos como medio para controlar la masa ciudadana, o visto de otra manera: el panem et circenses romano.

Aunque el sustrato socio-político que subyace este tipo de películas puede resultar bastante simplista, al menos es de agradecer que se intente introducir un discurso que invite a los adolescentes a la reflexión. Otro título reciente que juega bazas similares es “Divergente”, que adapta el primer título de una trilogía escrita por Veronica Roth, y que ha sido dirigido por Neil Burger. También aquí se habla de la lucha de castas desde un óptica similar a como lo hace la saga de Suzanne Collins. El éxito de esta película no ha sido ni mucho menos tan masivo como en el caso de “Los juegos del hambre” pero todo hace presagiar que pronto veremos una continuación de la saga en la gran pantalla.

Ahora llega a nuestras pantallas el último ejemplo cinematográfico en ‘distopias adolescentes’, con el título de “El corredor del laberinto”, dirigida por Wes Ball a partir de la saga escrita por James Dashner. El argumento gira en esta ocasión en torno a un grupo de adolescentes que permanecen encerrados en un gigantesco laberinto como víctimas de un aparente test científico que desarrolla en un futuro desértico y post-apocalíptico en el cual la Tierra ha sido prácticamente arrasada por el sol.

Nos encontramos sin embargo con notables diferencias con respecto a los films anteriormente comentados. Para empezar ninguno de los personajes del film tiene el carisma que exhiben Jennifer Lawrence dando vida a la Katniss Everdeen de “Los juegos del hambre” o la Shailene Woodley y el Theo James de “Divergente”. De hecho todo el reparto de este film resulta francamente anodino e insulso, con la excepción de una brevísima Patricia Clarkson que el tiempo dirá si está a la altura de los ilustres villanos interpretados por Donald Sutherland o Kate Winslet en las sagas anteriormente citadas (talento no le falta, otra cosa es que le escriban un papel a su medida).

La película tiene un par de secuencias de acción que es justo reconocer que están bien rodadas, pero al margen de eso su argumento no da al espectador suficientes puntos de anclaje para despertar su interés y engancharse a la trama. ¿Por qué están encerrados todos estos muchachos en el laberinto? ¿Quién lo ha hecho? ¿Con qué propósito? ¿Por qué han sido encerrados dos de sus protagonistas, Thomas y Teresa, con este grupo? Demasiadas preguntas que no obtienen ninguna respuesta a lo largo de todo el metraje, con lo cual más que despertar interés lo que consiguen es cierta desafección por parte del espectador. ¿Qué les espera a estos protagonistas? A mí, la verdad, me interesa más bien poco. La trama acumula demasiados tópicos (el novato que tiene que encontrar su lugar en el grupo, el buen líder que le ayuda, el rival que le pondrá obstáculos… ) y desaprovecha muchas de sus posibilidades: todos los encerrados en el laberinto son chicos, supuestamente con la hormonas revolucionadas por el hecho de estar encerrados sin –suponemos- sexo (aspecto que obvian completamente por aquello de no suscitar respuestas presuntamente homoeróticas), y la llegada de una chica, la primera y única, ¿no despierta ningún tipo de respuesta?????  Eso no hay quién se lo crea. 

La comparación con el clásico del William Golding “El señor de las moscas”, como he leído en algún sitio, le viene grande, muy grande, a este corredor del laberinto. La novela de Golding nos habla de un grupo de niños que sobreviven en una isla desierta como únicos supervivientes de un accidente aéreo, lo que les obliga a buscar un modelo social que les permita sobrevivir en un entorno hostil. Pero el único referente que tienen es el de los adultos presentes únicamente en sus recuerdos de infáncia, lo que en ausencia de madurez y de la guía de un adulto más experimentado y sabio les lleva a construir un modelo jerárquico basado en la búsqueda de poder. Así pues la novela nos plantea dos temas básicos: la perdida de la inocencia y la lucha entre civilización y barbarie.

Cualquier intención alegórica y cualquier interpretación en clave sociopolítica está asenté el “El corredor del laberinto” (en la película al menos, pues no he leído la novela), lo cual dilapida cualquier posibilidad de construir un relato más complejo, que se pierde al final en secuencias de acción más o menos logradas pero reiterativas. La presencia de la única chica en la historia resulta incluso forzada y más parece encaminada únicamente a cumplir la necesaria cuota de personajes femeninos. Es de agradecer que no se haya utilizado para forzar una subtrama romántica que la película no necesita, pero el hecho de no explorar más profundamente las consecuencias de su presencia en el grupo de chicos, hace que su presencia termine resultando redundante.

Al final todo intento de construir una trama dramática con un mínimo de interés fracasa por culpa de que un guion que es incapaz de sacarle un mínimo partido a algunas premisas argumentales que podrían dar más de sí, y lo único destacable acaba siendo una dirección artística en la que, a pesar de todo, se desaprovecha el atractivo diseño que se ofrece del leaberinto en algunas secuencias. 

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El diseño de producción no carece de atractivos... por decir algo. ¿Lo peor? Los actores (insultos), la dirección (plana), el guion (torpe), la historia (carente por completo de interés)… ¿sigo?

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