sábado, 1 de marzo de 2014

THE SOUND OF MUSIC (7ª parte)



La música electrónica irrumpe en el mundo de la composición cinematográfica mucho antes de lo que pensamos. Ya a principios de los años 60 Miklos Rozsa y Bernard Herrmann incorporaron el theremin en alguno de sus trabajos. Jerry Goldsmith, siempre dado a la experimentación, realizó sus pinitos con los instrumentos electrónicos por la misma época, incorporando guitarras eléctricas a la orquesta en títulos como “Retazo de azul” (1965), para lanzarse de lleno al uso de la electrónica en partituras como “La fuga de Logan”, a principios de la década de los 60. Y Elmer Bernstein descubriría las ondas Martenot a principios de los 80 para incorporarlas de manera habitual en sus composiciones.

Pero es a finales de los años 70 cuando los instrumentos electrónicos, y en particular los sintetizadores, comenzarán a convertirse en protagonistas de muchas composiciones cinematográficas. A mediados de los 80 compositores que habían desarrollado el grueso de su carrera trabajando con grandes orquestas sinfónicas, se sentirán atraídos por el uso del sintetizador y se lanzarán a componer trabajos donde la orquesta tradicional desaparece por completo. Estamos hablando de músicos reputados como Jerry Goldsmith o Maurice Jarre. El primero lo hará con más o menos fortuna y nos ofrecerá algunos de los trabajos más flojos, cuando no directamente mediocres, de su carrera. Jarre demostrará un poco más de inspiración con obras como “Único testigo” (1985). El tema de la construcción de la granja de dicha película, pese al abuso de las sonoridades sintéticas, merece la pena ser rescatado por su innegable inspiración melódica:


Sin embargo los mayores atrevimientos vendrán por parte de músicos inicialmente ajenos al mundo del cine, y que debido a su popularidad serán reclamados por los estudios para poner música a producciones cinematográficas. Los resultados, pese a su pretendida originalidad e innovación, son muchas veces discutibles y llevan a preguntarse si el uso de determinadas orquestaciones o instrumentos son los más adecuados para según qué películas. Uno de los primeros ejemplos lo tendríamos en “El expreso de medianoche”, compuesto por Giorgio Moroder en 1978. Pese a que dicho trabajo se llevó el Oscar a la mejor banda sonora original (arrebatándoselo injustamente al “Superman” de John Williams y a “Los niños del Brasil” de Jerry Goldsmith), el resultado es harto discutible, una composición fría, enfática y de una vulgaridad aclaparadora.


Moroder continuará castigando nuestros oídos con su abuso de sonoridades disco claramente ochenteras en títulos como “American Gigolo” (1980) o “El beso de la pantera” (1982). De hecho su trabajo para “La historia interminable” (1984) es rescatable únicamente por las aportaciones del alemán Klaus Doldinger, muy superiores a las del compositor italiano.

Otros compositores obtendrán mayores logros en su incursión en el mundo de la banda sonora, como es el caso del músico japonés Riuichi Sakamoto con el bonito tema principal de “Feliz Navidad, Mr. Lawrence” (1983), antes da pasar a palabras mayores como es el caso de “El último emperador” (1987) o “Pequeño Budha” (1993). O el británico Brian Eno, que se alió con la banda estadounidense Toto para realizar conjuntamente impresionante banda sonora de “Dune” (1984). Pero sin duda alguna un de los compositores que una mayor influencia han ejercicio en la música de cine en cuanto a uso de los sintetizadores y las orquestaciones electrónicas es el griego Vangelis, que se dio a conocer de forma masiva gracias a su trabajo en “Carros de Fuego” (1981) y que lograría con “Blade Runner” (1982) uno de sus mejores trabajos y una de las bandas sonoras más influyentes en la década de los 80.


Más recientemente, ya en nuestros días, músicos provenientes de las disciplinas más insospechadas (la música indie, el heavy metal, la música de baile) se han incorporado al mundo de la banda sonora para ofrecernos trabajos realmente frescos, que rompen con una tradición sinfónica establecida y que buscan ampliar los horizontes de la música de cine. Es el caso de Nick Cave con “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (2007), Trent Reznor y Atticus Ross con “La red social” (2010), Karon O, del grupo indie Arcade Fire, con su composición para “Donde viven los monstruos” (2009) o Daft Punk con su excelente trabajo para “Tron: Legacy” (2010). Y yo digo: ‘bienvenidos sean’.



(Continuará…)

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