jueves, 6 de marzo de 2014

20 COMICS (1ª entrega de 2)



Hace algún tiempo me llegó por Facebook la participación en una suerte de encuesta en la que tenía que indicar los 20 cómics que más me había marcado. No me costó demasiado responderla y curiosamente me salieron los 20 títulos muy rápidamente, del tirón, casi sin pensarlo. Sin embargo, me quedé con las ganas de explicar por qué esos títulos concretos me habían marcado y en qué medida, así que a continuación me extenderé un poco más explicando los motivos de mi elección:
  
1)      “Mortadelo y Filemón. El sulfato atómico” de Ibáñez


Empecé a leer comics a muy temprana edad, posiblemente a los 5 o 6 años, quizás un poco antes. Los primeros tebeos que pasaron por mis manos me los dió mi padre, tebeos que había leído en su juventud y que estaban protagonizados por el Jabato, el Corsario de Hierro o el Guerrero del Antifaz. También había en aquella primera toma de contacto algún que otro ejemplar del TBO y varios  clásicos de Bruguera. De entre los personajes que publicaba Bruguera, que incluían a Anacleto, Zipi y Zape o Rompetechos entre muchos otros, mis favoritos indiscutibles eran Mortadelo y Filemón. Siempre me fascinó su combinación de humor grueso (que parodiaba con sorna la realidad española de la época) y fantasía absurda (el don de Mortadelo para el disfraz está muy emparentado con la tradición superheroica americana, pero llevado al terreno del humor absurdo). La pareja de agentes secretos más torpe de la historia comenzó protagonizando historias breves, hasta que Ibáñez puso toda la carne en el asador para escribir y dibujar la primera historia larga de la pareja de agentes. No estoy seguro de si la primera fue “Valor y al toro” o “El sulfato atómico”, y aunque ambas son espléndidas mi favorita siempre ha sido la segunda, quizás porqué fue la primera historia larga de Mortadelo y Filemón que leí. Creo francamente que es el mejor trabajo de Ibáñez como dibujante (nunca ha puesto mayor cuidado en el detalle que en esta historia) y como guionista. “El sulfato atómico” parodia con sorna los regímenes totalitarios y las dictaduras, y aunque los villanos de este cómic está claro que son un burla de los nazis alemanes, seguro que Ibáñez tenía en mente el pasado de la reciente historia de España a la hora de escribir su historia.


2)      “Patrulla-X” de Chris Claremont, John Byrne y Terry Austin




Los primeros comics de la Patrulla-X que leí estaban protagonizados por la formación antigua del grupo e ilustrados por Jack “King” Kirby. Debería tener quizás 7 o 8 años cuando empecé a leer comics de superhéroes y por aquel entonces mi personaje favorito solía ser Spider-man… hasta que calló en mis manos un número de la nueva Patrulla-X de Chris Claremont. El primero que leí fue una aventura dibujada por Dave Cockrum en la que Rondador Nocturno tenía un protagonismo especial y transcurría en un castillo en Escocia. Pero si ese número me llamó la atención el siguiente que llegó a mis ávidas manos de lector de tebeos, el 2º ilustrado por John Byrne en la colección, en el que Lobezno, ya con un mayor protagonismo, se enfrentaba a Vindicador, me impactó por completo. Byrne se convirtió de inmediato en mi dibujante favorito y la Patrulla-X en mi grupo de superhéroes de referencia por encima de cualquier otro. Pero si doy importancia a esta etapa concreta de la Patrulla-X es porque por primera vez me di cuenta de que detrás de un cómic había un AUTOR, un creador con un nombre y un estilo propios. Así pues comencé a elaborar mi primera clasificación de dibujantes (primero) y guionistas (después) favoritos. Ir al quiosco cada semana en busca del siguiente número de la colección se convirtió en una necesidad imperiosa. La colección fue publicada originalmente en blanco y negro por Vertice, y se interrumpió de forma brusca en el episodio en que, durante la saga de Proteo, éste está a punto de matar a Tormenta. Para mi alivio (y el de muchos) Surco retomó la colección unos años más tarde, ya en color, y justo en el punto donde la dejó Vertice. Así que no solo pudimos asistir al desenlace de dicha aventura, sino que nos metimos de lleno en una de las mejores sagas de los X-men y uno de los mejores trabajos de Claremont: la Saga de Fénix Oscura. Tengo que confesar que con el desenlace de dicha saga y la muerte de Jean Grey, fue la primera vez que derramé una lágrima leyendo un cómic. “La Patrulla-X no se da cuenta de que hoy han conseguido una de las mayores victorias de sus vidas, pues Jean Grey pudo haber vivido para convertirse en una diosa, pero prefirió morir como humana”. Una frase para el recuerdo y la mejor que ha salido nunca de la pluma de Claremont.

3)      “Tintín. Las 7 bolas de cristal” de Hergé


El primer comic que leí de Titín fue “Vuelo 714 para Sidney”, y si no recuerdo mal yo estaba en 3º o 4ª de primaria cuando lo leí. En la biblioteca del colegio había varios cómics de Tintín y me afané a leer cuantos pude. Pero el primer cómic de Titín que me compré con los ahorros de mis semanada fue “Las 7 bolas de cristal” y se convirtió de inmediato en mi favorito gracias a su combinación de aventura, misterio e incluso unas sutiles notas de terror. Siempre he dicho que este comic despertó mis ganas de viajar y en concreto de visitar Perú, y es completamente cierto. Con Titín muchos lectores viajamos alrededor del mundo y conocimos Perú, la India, Tibet, Egipto, China… Hergé inauguró una forma de hacer cómics completamente nueva, no solo por su estilo característico, la denominada ‘línea clara’, sino también por ser uno de los primeros autores en documentarse profusamente para ambientar sus obras y situarlas en el contexto más realista y verosímil posible. Durante cierta etapa de mi infancia Titín fue mi cómic favorito y no puedo evitar pensar que en parte gracias a la obra de Hergé despertaron en mí las ganas de viajar y conocer mundo.

4)      “Astérix en los juegos olímpicos” de Albert Uderzo y René Goscinny


Conocí los comics de Astérix muy poco después de los de Titín, y aunque hoy día aprecio más la obra de Hergé, en mi juventud el trazo detallista y dinámico de Uderzo me cautivó más que la línea clara de Hergé. El sentido de la narrativa de Uderzo y el dinamismo de su trazo son incuestionables. Goscinny plasmó en su obra buena parte de las virtudes del carácter galo, aunque tampoco dudó en reírse de gran parte de los tópicos que envuelven la idiosincrasia francesa. Quizás porqué fue el primero que me compré (no el primero que leí, que si no recuerdo mal fue “Astérix gladiador”), “Astérix en los juegos olímpicos” sigue figurando entre mis favoritos de los trabajos del dúo Uderzo-Goscinny.

5)      “Flash Gordon” de Alex Raymond


Recuerdo que me enganché a la obra de Alex Raymond estando en 3º de EGB. Mis conocimientos sobre cómic o incluso sobre arte no eran en aquella tierna edad lo suficiente maduros para apreciar en toda su magnitud la brillantez de la obra de unos de los mayores creadores del 9º arte de todos los tiempos. Con Flash Gordon me pasó por primera vez algo que no me había pasado nunca con ningún otro personaje de cómic: yo soñaba con ser él. Flash era guapo, atlético, aventurero, noble, valiente… Era todo lo que un niño de 7 u 8 años podía aspirar a ser. Y no solo vivía grandes aventuras en reinos fantásticos, sino que además se convertía involuntariamente en objeto de deseo de todas las féminas del planeta Mongo: la princesa Aura, hija del despiadado Ming, la reina Fria de Frigia, la reina Ondina de Coralia, Desira de Trópica... Y Flash (incomprensiblemente) se mantenía siempre fiel a su novia de toda la vida: la guapa aunque un poco sosa Dale Arden. Hoy día puedo apreciar el sentido de la narrativa de Alex Raymond y su indudable dominio de la anatomía humana, pero en mi infancia el cómic de Flash Gordon me marcó porque me enseñó a soñar en mundos más allá de nuestra realidad cotidiana.

6) “Superlópez. El señor de los chupetes” de Jan


El descubrimiento del muy castizo personaje de Jan, una parodia antitética del clásico Superman, un personaje torpe y poco agraciado que al contrario que su sosias americano despierta el desprecio de su novia Luisa Lanas, supuso un bálsamo de aire fresco ante la seriedad y el drama que por lo general imperaban en los cómics de superhéroes de la Marvel o DC. Superlópez vino a colocarse en la cabeza de mis preferencias en cuanto a personajes cómicos, y su combinación de humor y aventura, pero muy especialmente su revisión satírica de los tópicos de los cómics de superhéroes, me cautivaron por completo. Creo sinceramente que “La caja de Pandora” es el mejor título de todos los escritos y dibujados por Jan para el personaje, y el mejor acabado en un sentido meramente artístico, pero “El señor de los chupetes”, una parodia del clásico “El señor de los anillos” de Tolkien, fue uno de los que más llamaron mi atención en el momento de leerlo por su sentido de la fantasía absurda. “El supergrupo”, “Los alienígenas” (parodia de “La invasión de los ladrones de cuerpos” o “Los cabecicúbicos” (que encerraba una nada disimulada sátira política hacia los regímenes totalitaristas) son otros tantos títulos de la serie que merecen ser reseñados antes de que ésta cayera en franca decadencia y adoptase un tono más infantil.

7)      “Den” de Richard Corben


Uno viene de leer Titín, Spiderman, Batman, Mortadelo… y de repente se encuentra con un ejemplar de la mítica revista de cómics 1984 de la editorial Toutain y entre sus páginas algunas de la serie "Den" de Richard Corben. E inevitablemente lo primero en que se fija un chaval de 11 o 12 años es en los saludables atributos de su protagonista y en la evidente “personalidad” de sus partenaires femeninas. Entré en contacto con los llamados ‘cómics para adultos’ de la mano de mi primo, 2 años mayor que yo, que me dejó algunos ejemplares de 1984, Cómix y Cimoc. En las páginas de éstas revistas se publicaban títulos míticos como “Zhora y los hibernautas” de Fernando Fernandez, “El mercenario” de Segrelles, o “Ghitta de Alizzar” de Frank Thorne… Y muchos de esos títulos tenían en común la presencia de dos elementos normalmente ausentes en los cómics que había leído hasta la fecha: sexo y violencia. En los años 80 revistas como Metal Hurlant en Francia, Heavy Metal en los Estados Unidas o las españolas mencionadas más arriba, trataban de ampliar los horizontes de 9º arte sin imponerse ningún tipo de autocensura, y combinaban elementos de aventura y fantasía con una visión más descarnada del sexo y la violencia en los cómics. De entre todos esos títulos era fácil que “Den”, una suerte de versión masculina y muy erotizada de la "Alicia" de Lewis Carroll, me llamase la atención por encima de otros, pues Corben, proveniente del cómic underground americano, no solo  mostraba sin tapujos desnudos masculinos y femeninos, sino que además los ponía particularmente de relieve. O dicho de otra forma: tetas enormes y miembros descomunales. Féminas voluptuosas y varones hipermusculados que se paseaban por las páginas del cómic como Dios los trajo al mundo. Gráficamente el estilo pictórico de Richard Corben era (y es) sencillamente impactante, y su uso dramático del color continúa siendo difícilmente superable. Y lo mejor de todo es que Corben no caía nunca en el estatismo en el que a veces caen algunos dibujantes pictóricos (Alex Ross por ejemplo) y era capaz de conferir a sus páginas un ágil dinamismo narrativo. "Den" y el cómic para adultos se ampliaron mis horizontes a la hora de apreciar otras obras y lanzarme al descubrimiento de autores ajenos al mundo de los superhéroes: Moebius, Druillet, Milo Manara, Juan Giménez, Horacio Altuna, Breccia, Miguelanxo Prado… Sin embargo, al margen de cualquier apreciación artística, con “Den” descubrí a muy temprana edad que me podía sentir atraído por personas de mi mismo sexo. Su cuerpo imberbe, sus músculos marcados, sus apreciables atributos, su virilidad exagerada… todo ello despertó en mí una pulsión sexual que ni Peter Parker ni Bruce Wayne habían provocado nunca.

8)      “Chances” de Horacio Altuna


Si bien de reconocer que “Den” formó parte de mi educación sentimental y me hizo ver el sexo de una forma distinta, fueron otras obras las que me enseñaron que el llamado cómic para adultos iba más allá de la mera anécdota de mostrar el sexo o la violencia de una forma más explícita. Las obras de Horacio Altuna, muchas de ellas en colaboración con el guionista Carlos Trillo, mostraban con frecuencia sociedades futuras distópicas y hacían hincapié en un retrato descarnado de la naturaleza humana. Los personajes que retrata Altuna se mueven entre el patetismo y la ternura, y al autor siempre le ha interesado más el cómic como espejo crítico de la sociedad que como mero elemento de escapismo. Con las obras de Altuna descubrí que el cómic también puede ser un medio de expresión que invite a la reflexión. Y sin duda alguna las obras que más me impactaron en su día del autor argentino fueron “El último recreo” y “Chances”, obras tiernas y crueles al mismo tiempo, intensas, duras… Obras para leer, disfrutar… y pensar.

9)      “Cuestión de tiempo” de Juan Giménez


Descubrí a Juan Giménez con los relatos cortos de “Cuestión de tiempo” y fue amor a primera vista. Genio indiscutible de la ciencia-ficción que, aunque ha tocado otros géneros, es en ambientes futuristas donde mejor se desenvuelve y donde posiblemente haya dado lo mejor de sí mismo como dibujante. De pequeño yo quería dibujar como Juan Giménez, y aunque fueron los cómics de superhéroes los que me impulsaron a dibujar, fue la obra de Juan Giménez la que me motivó a tratar de mejorar. Como dibujante no se me da del todo mal retratar el cuerpo humano, masculino o femenino. Influencia sin duda de mi pasión (en su día) por los trazos de John Byrne, George Pérez o Neal Adams. Pero tras leer “Cuestión de tiempo” me lancé de lleno a tratar de dibujar robots y naves espaciales como lo hacía el maestro argentino. Huelga decir que mis esfuerzos nunca llegaron a buen puerto, pero al menos lo intenté. Y fue gracias a obras como “Cuestión de tiempo”, “Ciudad”, “Juego eterno”, “La princesa dormida” o “Basura”. Con el tiempo mis gustos en el cómic han ido variando, y he vuelto al cómic americano, que es el que más consumo habitualmente. Pero he tenido la ocasión de re-encontrarme con Giménez en varias ocasiones, y la más importante fue con la magna “La casta de los Metabarones”, una space opera por entregas guionizada por Alejandro Jorodowsky que despertó de nuevo en mi la pasión por esperar la siguiente entrega de un cómic como no la había sentido desde la Patrulla-X de Claremont y Byrne. Posiblemente sea la obra más monumental del Juan Giménez dibujante, pero yo sigo recordando con una enorme nostalgia aquellos relatos breves de “Cuestión de tiempo”.

10)  “Custer” de Carlos Trillo y Jordi Bernet


Debo reconocer un poco avergonzado que al principio no apreciaba demasiado la obra de Bernet. No me atraían ni su trazo firme pero tosco ni el ambiente en el que habitualmente desarrollaba sus historias. Bernet se hizo enormemente popular en los 80 por su trabajo en “Torpedo 1936”, una obra de serie negra, cruda y realista, y por completo alejada de los ambientes fantásticos en los que autores como Corben, Giménez o Moebius desarrollaban en grueso de su obra, obras que por aquel entonces me llamaban más la atención. Pero por alguna razón, cuando “Custer” empezó a publicarse por entregasen las páginas de 1984 (si no recuerdo mal), decidí darle una oportunidad… y quedé cautivado por la obra. Por la historia escrita por Carlos Trillo por supuesto, cargada de ironía y de una hiriente crítica contra los mass media y la forma en cómo éstos manipulan al individuo y a la opinión pública (critica que sigue vigente hoy en día atendiendo al éxito de sub-productos del estilo Gran Hermano). Pero también quedé cautivado por el dibujo de Jordi Bernet: firme, elegante, dinámico, capaz de retratar atmósferas como pocos autores en el medio. Descubrí a Jordi Bernet tarde, pero ahora debo admitir que es uno de los mejores dibujantes españoles que ha dado el cómic en toda su historia.

(continuará...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario