Hace algún tiempo me llegó por Facebook la participación en una suerte de encuesta en la que tenía que indicar los 20 cómics que más me había marcado. No me costó demasiado responderla y curiosamente me salieron los 20 títulos muy rápidamente, del tirón, casi sin pensarlo. Sin embargo, me quedé con las ganas de explicar por qué esos títulos concretos me habían marcado y en qué medida, así que a continuación me extenderé un poco más explicando los motivos de mi elección:
1)
“Mortadelo y Filemón. El sulfato atómico” de Ibáñez
Empecé a leer comics a muy temprana
edad, posiblemente a los 5 o 6 años, quizás un poco antes. Los primeros tebeos que pasaron por mis
manos me los dió mi padre, tebeos que había leído en su juventud y que
estaban protagonizados por el Jabato, el Corsario de Hierro o el Guerrero del
Antifaz. También había en aquella primera toma de contacto algún que otro
ejemplar del TBO y varios clásicos de
Bruguera. De entre los personajes que publicaba Bruguera, que incluían a
Anacleto, Zipi y Zape o Rompetechos entre muchos otros, mis favoritos
indiscutibles eran Mortadelo y Filemón. Siempre me fascinó su combinación de
humor grueso (que parodiaba con sorna la realidad española de la época) y
fantasía absurda (el don de Mortadelo para el disfraz está muy emparentado con
la tradición superheroica americana, pero llevado al terreno del humor
absurdo). La pareja de agentes secretos más torpe de la historia comenzó
protagonizando historias breves, hasta que Ibáñez puso toda la carne en el
asador para escribir y dibujar la primera historia larga de la pareja de
agentes. No estoy seguro de si la primera fue “Valor y al toro” o “El sulfato
atómico”, y aunque ambas son espléndidas mi favorita siempre ha sido la
segunda, quizás porqué fue la primera historia larga de Mortadelo y Filemón que
leí. Creo francamente que es el mejor trabajo de Ibáñez como dibujante (nunca
ha puesto mayor cuidado en el detalle que en esta historia) y como guionista.
“El sulfato atómico” parodia con sorna los regímenes totalitarios y las
dictaduras, y aunque los villanos de este cómic está claro que son un burla de
los nazis alemanes, seguro que Ibáñez tenía en mente el pasado de la reciente
historia de España a la hora de escribir su historia.
2) “Patrulla-X” de Chris Claremont,
John Byrne y Terry Austin
Los primeros comics de la
Patrulla-X que leí estaban protagonizados por la formación antigua del grupo e ilustrados por Jack
“King” Kirby. Debería tener quizás 7 o 8 años cuando empecé a leer comics de
superhéroes y por aquel entonces mi personaje favorito solía ser Spider-man…
hasta que calló en mis manos un número de la nueva Patrulla-X de Chris
Claremont. El primero que leí fue una aventura dibujada por Dave Cockrum en la
que Rondador Nocturno tenía un protagonismo especial y transcurría en un
castillo en Escocia. Pero si ese número me llamó la atención el siguiente que llegó a mis ávidas manos de lector de tebeos, el 2º ilustrado por John Byrne en la colección, en el que
Lobezno, ya con un mayor protagonismo, se enfrentaba a Vindicador, me impactó
por completo. Byrne se convirtió de inmediato en mi dibujante favorito y la Patrulla-X
en mi grupo de superhéroes de referencia por encima de cualquier otro. Pero si
doy importancia a esta etapa concreta de la Patrulla-X es porque por primera
vez me di cuenta de que detrás de un cómic había un AUTOR, un creador con un
nombre y un estilo propios. Así pues comencé a elaborar mi primera
clasificación de dibujantes (primero) y guionistas (después) favoritos. Ir al
quiosco cada semana en busca del siguiente número de la colección se convirtió
en una necesidad imperiosa. La colección fue publicada originalmente en blanco
y negro por Vertice, y se interrumpió de forma brusca en el episodio en que,
durante la saga de Proteo, éste está a punto de matar a Tormenta. Para mi
alivio (y el de muchos) Surco retomó la colección unos años más tarde, ya en
color, y justo en el punto donde la dejó Vertice. Así que no solo pudimos
asistir al desenlace de dicha aventura, sino que nos metimos de lleno en una de
las mejores sagas de los X-men y uno de los mejores trabajos de Claremont: la
Saga de Fénix Oscura. Tengo que confesar que con el desenlace de dicha saga y
la muerte de Jean Grey, fue la primera vez que derramé una lágrima leyendo un
cómic. “La Patrulla-X no se da cuenta de que hoy han conseguido una de las
mayores victorias de sus vidas, pues Jean Grey pudo haber vivido para
convertirse en una diosa, pero prefirió morir como humana”. Una frase para el
recuerdo y la mejor que ha salido nunca de la pluma de Claremont.
3)
“Tintín. Las 7 bolas de cristal” de Hergé
El primer comic que leí de Titín
fue “Vuelo 714 para Sidney”, y si no recuerdo mal yo estaba en 3º o 4ª de
primaria cuando lo leí. En la biblioteca del colegio había varios cómics de
Tintín y me afané a leer cuantos pude. Pero el primer cómic de Titín que me
compré con los ahorros de mis semanada fue “Las 7 bolas de cristal” y se convirtió de inmediato en mi favorito
gracias a su combinación de aventura, misterio e incluso unas sutiles notas de terror. Siempre he
dicho que este comic despertó mis ganas de viajar y en concreto de visitar
Perú, y es completamente cierto. Con Titín muchos lectores viajamos alrededor
del mundo y conocimos Perú, la India, Tibet, Egipto, China… Hergé inauguró una
forma de hacer cómics completamente nueva, no solo por su estilo
característico, la denominada ‘línea clara’, sino también por ser uno de los
primeros autores en documentarse profusamente para ambientar sus obras y
situarlas en el contexto más realista y verosímil posible. Durante cierta etapa
de mi infancia Titín fue mi cómic favorito y no puedo evitar pensar que en
parte gracias a la obra de Hergé despertaron en mí las ganas de viajar y
conocer mundo.
4)
“Astérix en los juegos olímpicos” de Albert Uderzo y
René Goscinny
Conocí los comics de Astérix muy
poco después de los de Titín, y aunque hoy día aprecio más la obra de Hergé, en
mi juventud el trazo detallista y dinámico de Uderzo me cautivó más que la
línea clara de Hergé. El sentido de la narrativa de Uderzo y el dinamismo de su
trazo son incuestionables. Goscinny plasmó en su obra buena parte de las
virtudes del carácter galo, aunque tampoco dudó en reírse de gran parte de los
tópicos que envuelven la idiosincrasia francesa. Quizás porqué fue el primero
que me compré (no el primero que leí, que si no recuerdo mal fue “Astérix
gladiador”), “Astérix en los juegos olímpicos” sigue figurando entre mis
favoritos de los trabajos del dúo Uderzo-Goscinny.
5)
“Flash Gordon” de Alex Raymond
Recuerdo que me enganché a la obra
de Alex Raymond estando en 3º de EGB. Mis conocimientos sobre cómic o incluso
sobre arte no eran en aquella tierna edad lo suficiente maduros para apreciar
en toda su magnitud la brillantez de la obra de unos de los mayores creadores
del 9º arte de todos los tiempos. Con Flash Gordon me pasó por primera vez algo
que no me había pasado nunca con ningún otro personaje de cómic: yo soñaba con
ser él. Flash era guapo, atlético, aventurero, noble, valiente… Era todo lo que
un niño de 7 u 8 años podía aspirar a ser. Y no solo vivía grandes aventuras en
reinos fantásticos, sino que además se convertía involuntariamente en objeto de
deseo de todas las féminas del planeta Mongo: la princesa Aura, hija del
despiadado Ming, la reina Fria de Frigia, la reina Ondina de Coralia, Desira de
Trópica... Y Flash (incomprensiblemente) se mantenía siempre fiel a su novia de
toda la vida: la guapa aunque un poco sosa Dale Arden. Hoy día puedo apreciar
el sentido de la narrativa de Alex Raymond y su indudable dominio de la
anatomía humana, pero en mi infancia el cómic de Flash Gordon me marcó porque
me enseñó a soñar en mundos más allá de nuestra realidad cotidiana.
6) “Superlópez. El señor de los
chupetes” de Jan
El descubrimiento del muy castizo
personaje de Jan, una parodia antitética del clásico Superman, un personaje
torpe y poco agraciado que al contrario que su sosias americano despierta el
desprecio de su novia Luisa Lanas, supuso un bálsamo de aire fresco ante la
seriedad y el drama que por lo general imperaban en los cómics de superhéroes
de la Marvel o DC. Superlópez vino a colocarse en la cabeza de mis preferencias
en cuanto a personajes cómicos, y su combinación de humor y aventura, pero muy
especialmente su revisión satírica de los tópicos de los cómics de superhéroes,
me cautivaron por completo. Creo sinceramente que “La caja de Pandora” es el
mejor título de todos los escritos y dibujados por Jan para el personaje, y el
mejor acabado en un sentido meramente artístico, pero “El señor de los
chupetes”, una parodia del clásico “El señor de los anillos” de Tolkien, fue
uno de los que más llamaron mi atención en el momento de leerlo por su sentido de la fantasía
absurda. “El supergrupo”, “Los alienígenas” (parodia de “La invasión de los
ladrones de cuerpos” o “Los cabecicúbicos” (que encerraba una nada disimulada
sátira política hacia los regímenes totalitaristas) son otros tantos títulos de la serie que merecen ser
reseñados antes de que ésta cayera en franca decadencia y adoptase un tono más
infantil.
7)
“Den” de Richard Corben
Uno viene de leer Titín, Spiderman,
Batman, Mortadelo… y de repente se encuentra con un ejemplar de la mítica
revista de cómics 1984 de la editorial Toutain y entre sus páginas algunas de
la serie "Den" de Richard Corben. E inevitablemente lo primero en que se fija un
chaval de 11 o 12 años es en los saludables atributos de su protagonista y en
la evidente “personalidad” de sus partenaires femeninas. Entré en contacto con
los llamados ‘cómics para adultos’ de la mano de mi primo, 2 años mayor que yo,
que me dejó algunos ejemplares de 1984, Cómix y Cimoc. En las páginas de éstas
revistas se publicaban títulos míticos como “Zhora y los hibernautas” de Fernando
Fernandez, “El mercenario” de Segrelles, o “Ghitta de Alizzar” de Frank Thorne…
Y muchos de esos títulos tenían en común la presencia de dos elementos normalmente
ausentes en los cómics que había leído hasta la fecha: sexo y violencia. En los
años 80 revistas como Metal Hurlant en Francia, Heavy Metal en los Estados
Unidas o las españolas mencionadas más arriba, trataban de ampliar los
horizontes de 9º arte sin imponerse ningún tipo de autocensura, y combinaban
elementos de aventura y fantasía con una visión más descarnada del sexo y la
violencia en los cómics. De entre todos esos títulos era fácil que “Den”, una suerte de versión masculina y muy erotizada de la "Alicia" de Lewis Carroll, me
llamase la atención por encima de otros, pues Corben, proveniente del cómic
underground americano, no solo mostraba
sin tapujos desnudos masculinos y femeninos, sino que además los ponía
particularmente de relieve. O dicho de otra forma: tetas enormes y miembros
descomunales. Féminas voluptuosas y varones hipermusculados que se paseaban por
las páginas del cómic como Dios los trajo al mundo. Gráficamente el estilo
pictórico de Richard Corben era (y es) sencillamente impactante, y su uso
dramático del color continúa siendo difícilmente superable. Y lo mejor de todo
es que Corben no caía nunca en el estatismo en el que a veces caen algunos
dibujantes pictóricos (Alex Ross por ejemplo) y era capaz de conferir a sus
páginas un ágil dinamismo narrativo. "Den" y el cómic para adultos se
ampliaron mis horizontes a la hora de apreciar otras obras y lanzarme al
descubrimiento de autores ajenos al mundo de los superhéroes: Moebius,
Druillet, Milo Manara, Juan Giménez, Horacio Altuna, Breccia, Miguelanxo Prado…
Sin embargo, al margen de cualquier apreciación artística, con “Den” descubrí a
muy temprana edad que me podía sentir atraído por personas de mi mismo sexo. Su
cuerpo imberbe, sus músculos marcados, sus apreciables atributos, su virilidad
exagerada… todo ello despertó en mí una pulsión sexual que ni Peter Parker ni
Bruce Wayne habían provocado nunca.
8)
“Chances” de Horacio Altuna
Si bien de reconocer que “Den”
formó parte de mi educación sentimental y me hizo ver el sexo de una forma
distinta, fueron otras obras las que me enseñaron que el llamado cómic para adultos iba
más allá de la mera anécdota de mostrar el sexo o la violencia de una forma más
explícita. Las obras de Horacio Altuna, muchas de ellas en colaboración con el
guionista Carlos Trillo, mostraban con frecuencia sociedades futuras distópicas
y hacían hincapié en un retrato descarnado de la naturaleza humana. Los
personajes que retrata Altuna se mueven entre el patetismo y la ternura, y al
autor siempre le ha interesado más el cómic como espejo crítico de la sociedad
que como mero elemento de escapismo. Con las obras de Altuna descubrí que el
cómic también puede ser un medio de expresión que invite a la reflexión. Y sin duda
alguna las obras que más me impactaron en su día del autor argentino fueron “El
último recreo” y “Chances”, obras tiernas y crueles al mismo tiempo, intensas,
duras… Obras para leer, disfrutar… y pensar.
9)
“Cuestión de tiempo” de Juan Giménez
Descubrí a Juan Giménez con los
relatos cortos de “Cuestión de tiempo” y fue amor a primera vista. Genio
indiscutible de la ciencia-ficción que, aunque ha tocado otros géneros, es en
ambientes futuristas donde mejor se desenvuelve y donde posiblemente haya dado
lo mejor de sí mismo como dibujante. De pequeño yo quería dibujar como Juan
Giménez, y aunque fueron los cómics de superhéroes los que me impulsaron a
dibujar, fue la obra de Juan Giménez la que me motivó a tratar de mejorar. Como dibujante
no se me da del todo mal retratar el cuerpo humano, masculino o femenino.
Influencia sin duda de mi pasión (en su día) por los trazos de John Byrne,
George Pérez o Neal Adams. Pero tras leer “Cuestión de tiempo” me lancé de
lleno a tratar de dibujar robots y naves espaciales como lo hacía el maestro
argentino. Huelga decir que mis esfuerzos nunca llegaron a
buen puerto, pero al menos lo intenté. Y fue gracias a obras como “Cuestión de
tiempo”, “Ciudad”, “Juego eterno”, “La princesa dormida” o “Basura”. Con el
tiempo mis gustos en el cómic han ido variando, y he vuelto al cómic americano,
que es el que más consumo habitualmente. Pero he tenido la ocasión de
re-encontrarme con Giménez en varias ocasiones, y la más importante fue con la
magna “La casta de los Metabarones”, una space
opera por entregas guionizada por Alejandro Jorodowsky que despertó de
nuevo en mi la pasión por esperar la siguiente entrega de un cómic como no
la había sentido desde la Patrulla-X de Claremont y Byrne. Posiblemente sea la
obra más monumental del Juan Giménez dibujante, pero yo sigo recordando con una
enorme nostalgia aquellos relatos breves de “Cuestión de tiempo”.
10) “Custer”
de Carlos Trillo y Jordi Bernet
Debo reconocer un poco avergonzado
que al principio no apreciaba demasiado la obra de Bernet. No me atraían ni su
trazo firme pero tosco ni el ambiente en el que habitualmente desarrollaba sus
historias. Bernet se hizo enormemente popular en los 80 por su trabajo en “Torpedo
1936”, una obra de serie negra, cruda y realista, y por completo alejada de los
ambientes fantásticos en los que autores como Corben, Giménez o Moebius
desarrollaban en grueso de su obra, obras que por aquel entonces me llamaban más la
atención. Pero por alguna razón, cuando “Custer” empezó a publicarse por
entregasen las páginas de 1984 (si no recuerdo mal), decidí darle una
oportunidad… y quedé cautivado por la obra. Por la historia escrita por Carlos Trillo
por supuesto, cargada de ironía y de una hiriente crítica contra los mass media y la forma en cómo éstos manipulan
al individuo y a la opinión pública (critica que sigue vigente hoy en día atendiendo al éxito de sub-productos del estilo Gran Hermano). Pero también quedé cautivado por el dibujo de Jordi Bernet: firme, elegante,
dinámico, capaz de retratar atmósferas como pocos autores en el medio. Descubrí
a Jordi Bernet tarde, pero ahora debo admitir que es uno de los mejores
dibujantes españoles que ha dado el cómic en toda su historia.
(continuará...)



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