domingo, 9 de marzo de 2014

BEAT YOUR DARLINGS



La beat generation es un movimiento literario contracultural que surge en los años 50 coincidiendo con el fin de la 2ª guerra mundial. El movimiento surge como rechazo a los valores clásicos estadounidenses (Dios, patria y pastel de manzana) ante el desencanto que provoca la política social en los Estados Unidos tras la finalización de la guerra, y se caracteriza por una exacerbada defensa del individualismo, un profundo nihilismo (se declaran antisistema, antimaterialistas, anticapitalistas y antiautoritarios), la experimentación con las drogas, la libertad sexual, el gusto por la música jazz y la influencia de las filosofías orientales, especialmente el budismo zen. En el terreno estrictamente literario la beat generation  arrincona a los clásicos y reivindica a nuevos valores como Walt Whitman o William Yeats; en poesía rechazan las formas tradicionales y el uso de la métrica, y en la prosa se lanzan a la experimentación de nuevas formas narrativas, como la deconstrucción formal o la prosa espontánea. Los logros e innovaciones de la beat generation se convertirán en el legado de la posterior contracultura y los movimientos hippies de los años 60, y supusieron una enorme influencia para artistas y músicos como Bob Dylan, Tom Waits, Jim Morrison, Janis Joplin o Patty Smith.

El termino beat surge del slang afroamericano y significa en realidad cansado, hastiado (“beat down”), aunque algunos miembros del grupo de escritores y poetas de la generación beat trataron de sugerir otra aceptación, la de beatífico (“upbeat”), más orientada a la comprensión y aceptación de las filosofías zen orientales que les inspiraban. No obstante, algunos medios de comunicación comenzaron a usar el término beatnik de manera despectiva para referirse a los seguidores de este grupo literario. Beatnik era un vocablo que fusionaba las palabras beat y sputnik, y que pretendía sugerir la condición antiestadounidense y presuntamente comunista del movimiento beat; beatnik se convirtió en sinónimo de antiamericano, holgazán y delincuente. En cualquier caso el movimiento beat no solo rechazaba el termino sino que insistía en diferenciarlo del grupo de los beats; en palabras del propio Allen Ginsgberg: “’Beat’ era un modo de ser; ‘beatnik’ era ropa de moda. Beat era identidad; beatnik era imagen”. Aunque el movimiento beat se definía como un movimiento artístico que buscaba la innovación y la experimentación en la producción literaria,  y que aspiraba a convertir su estilo de vida en una forma de arte en sí mismo, y por lo tanto rechazaba las modas per se, su influencia se hizo notar en otro grupo, los hipsters, un movimiento que buscaba estar siempre en la vanguardia y que adoptaron el estilo de vida de los músicos de jazz (particularmente los aficionados al bebop y el hot jazz) en cuanto a vestimenta, actitud descreída, humor sarcástico, consumo de drogas y libertinaje sexual.

Los iniciadores, precursores y en realidad creadores del movimiento beat fueron Allen Ginsberg, Willliam Burroughs, Jack Kerouack y Neal Cassady, y especialmente los tres primeros son los que escribirán las que son las obras canónica, seminales, del movimiento. Aunque la de Cassady es la producción más breve de todos los miembros del grupo (una recopilación de cartas dirigidas al resto de los miembros del que formaba parte), se le considera uno de los principales catalizadores del movimiento y ejerció una enorme influencia personal en Kerouac (le impulsó a abandonar el sentimentalismo y desarrollar lo que se llamaría prosa espontánea) y Ginsberg (con quién mantuvo una ocasional relación de carácter sexual, aunque Cassady siempre negó ser homosexual). Kerouac, Burroughs y Ginsberg escribirían las que hoy por hoy son consideradas las obras más importantes y definitorias del grupo de los beats: respectivamente, “En el camino”, “El almuerzo desnudo” y el poema “Aullido”.

Con la obra “En el camino” (“On the road”), Kerouac rompe todos los moldes literarios que persistían hasta el momento e inaugura un nuevo estilo que el denominará prosa espontánea, de carácter rítmico e inmediato y notablemente influenciado por la música jazz. Escrita en un único rollo, sin utilizar ningún tipo de paginación ni diferenciación por capítulos, “En el camino” está considerada el manifiesto de la generación beat y es una oda al viaje como descubrimiento existencial. La obra ejercerá una enorme influencia en un género cinematográfico, las road movies, y Kerouac defenderá a través de ella y del resto de su producción literaria, su pasión por los espacios abiertos y el amor carnal, y el rechazo a todo conflicto armado, llegando a afirmar que “solo las personas amargas desprecian la vida”.

Williams Burroughs nació en el seno de una familia acomodada y conoció al resto de los miembros de la beat generation en la universidad de Columbia. Desde muy joven descubrió sus impulsos homosexuales y su pasión por las armas de fuego, y durante buena parte de su vida hizo gala de un sentimiento autodestructivo que le llevó a experimentar con toda clase de drogas. En un viaje a México, bajo la influencia del alcohol y las drogas, mató accidentalmente a su mujer en presencia de su hijo, durantte un juego en el que hacía una imitación de Guillermo Tell; ese accidente marcará un antes y un después en su producción literaria. Burroughs experimentó con la forma narrativa, haciendo uso del cut-up (técnica que consistía en recortar las páginas y desordenarlas en forma de collage, en un esfuerzo por destruir las normas sintácticas y semánticas pero sin perder en el sentido de la narración). El escritor consideraba que el ser humano está alienado por el lenguaje y que las normas gramaticales y sintáctica actúan como un virus en nuestro cerebro, de ahí su empeño en destruirlas. Burroughs consideraba que la auténtica revolución no es de carácter social, sino mental, y que el primer paso para iniciarla es desprenderse de la dependencia del uso del lenguaje. Su obra más importante es sin duda “El almuerzo desnudo”, un relato críptico, no lineal, que alterna la sátira con la violencia, escrito en Tánger bajo la influencia de la drogas. El relato, que en realidad hace una reprsentación alegórica y políticamente subversiva del mundo de las drogas y la homosexualidad, fue considerado obsceno en su época y su publicación estuvo prohibida hasta mediados de los 60 en los Estados Unidos.

Allen Gingsber, judío, poeta y homosexual, que se consideraba heredero de William Blake y Walt Whitman, es indudablemente uno de los miembros más destacados de la generación Beat. Conoció a Lucien Carr, Borrouhs y Kerouac durante su estancia en la universidad de Columbia. Su obra se caracteriza por su profunda sinceridad (en ella habla sin tapujos de la locura de su madre o de sus primeros encuentros sexuales con Neal Cassady), y en ella siembre hizo una defensa vehemente de la libertad y la autenticidad. Políticamente Ginsberg siempre se manifestó como un militante de tendencias de izquierda y denunció muchos de los abusos que el sistema capitalista cometía en los Estados Unidos y otros países, aunque también habló sin tapujos al denunciar la persecución que el gobierno comunista de Fidel Castro ejercía sobre los homosexuales. En el aspecto estrictamente literario su obra poética se caracteriza su rechazo de la métrica y las formas tradicionales, por su exuberancia en el uso del leguaje, y por la utilización de largos versos que dilapidan los límites impuestos por la poesía clásica. De toda su obra, el poema “Aullido” (“Howl”) es sin duda el más famoso, y buena parte de él fue escrito bajo la influencia del peyote. En dicho poema Ginsberg, que siempre se opuso de manera abierta al militarismo, el materialismo económico y la represión sexual, denuncia la fuerza destructiva del capitalismo y critica el conformismo de la sociedad estadounidense. El poema se abre con una frase mítica: “He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”. La obra fue considerada escandalosa en el momento de su publicación por su temática y la crudeza de su lenguaje. Su publicación fue prohibida en Estados Unidos hasta que un juez anuló la sentencia de su prohibición alegando que la obra poseía ‘importancia social redentora’.

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El cine se ha acercado a la generación beat de manera más o menos tímida. No es fácil trasladar a la pantalla toda la relevancia e influencia que ejerció este grupo literario en toda una generación de artistas de una forma franca y sincera. La libertad sexual, el rechazo a la autoridad, la experimentación con las drogas… todos ellos son elementos que forman parte inherente de este grupo y la generación que abanderaron, y no pueden obviarse si realmente uno quiere plasmar su verdadera esencia en un film.

William Burroughs ejerció de narrador en el film ”Querelle” (1982) de Rainer W. Fassbinder, que adaptaba la escandalosa obra homónima de Jean Genet, la cual narra la redención de un asesino a través del envilecimiento; también tendrá un breve papel en el film de Gus Van Sant “Drugstore Cowboy” (1989), basado en el relato autobiográfico de un drogadicto ladrón y asaltante de farmacias, y que tiene claras conexiones con la beat generation. En 1991 David Cronenberg adaptará a la gran pantalla su obra “El almuerzo desnudo” con resultados harto controvertidos. El estilo narrativo anti-lineal e intencionadamente caótico empleado por Burroughs en la novela la hacen prácticamente inadaptable, pero Cronenberg se la arregla para hacer un film menos críptico que el relato escrito, suavizando sus contenidos sexuales y violentos, y mezclando la ficción con elementos extraídos de la propia vida del autor. No obstante su acercamiento al relato de Burroughs es más estético que produndo y transforman las intenciones alegoricas de la obra en pura imagineria de film fantástico-terrorífico.

En 1997 se estrena “La última vez que me suicidé”, dirigida por Stephen Kay e interpretada por Thomas Jane en el papel de Neal Cassady. La película se inspira en la agitada vida del miembro menos conocido de la beat generation y toma su título de la introducción con la que Cassady solía abrir las cartas que enviaba a los otros miembros del grupo, con los que mantenía asidua correspondencia. Lo más destacado del film, que evita mitificar la figura de Cassady retratándolo como un individuo perezoso, egoísta e irresponsable, quizás sea su cuidada ambientación de los años 50 y su espléndida banda sonora con temas de jazz de la época.

En 2010 Rob Epstein y Jeffrey Friedman, que se habían destacado como directores de espléndidos documentales como “The times of Harvey Milk” (1984) o “El celuloide oculto” (1995), se lanzan a la dirección de su primer film de ficción con “Howl”, en el que narran las visicitudes de Allen Gingsber (interpretado por James Franco) para tratar de su publicar su obra más famosa pese a la presiones sociales que abogaban por su prohibición. Los personajes de Neal Cassady, Jack Kerouac y el amante de Ginsberg, Peter Orlovsky, también se darán cita en el film. La película entrelaza tres tramas: el desarrollo del juicio por obscenidad al que fue sometido Ginsberg, los encuentros del poeta con otros miembros de la beat generation, y la recreación animada del propio poema “Howl”. El resultado, que mezcla ficción, falso documental y animación, intenta ser creativo y lírico, pero no puede evitar resultar a veces un tanto indigesto.

Francis Ford Coppola coqueteó durante mucho tiempo con adaptar la novela de Kerouac “On the road” a la gran pantalla. Finalmente en 2012 se limitó a ejercer de productor dejando las tareas de dirección en manos del brasileño Walter Salles. Con un reparto más o menos ajustado en el que nos encontramos a Sam Riley dando vida a Jack Kerouac, Garrett Hedlund como Neal Cassady, Tom Sturridge com Allen Ginsberg y el siempre eficaz Vigo Mortenssen como William Burroughs, el film, bellamente fotografiado y con una elegante puesta en escena, no deja de ser una aproximación superficial y anecdótica a la obra de Kerouac. Al film le falta pasión, arrojo, intensidad emocional. Walter Salles se muestra incapaz de trasladar a la pantalla el viaje existencial que propone la novela, retratando a sus personajes como adolescentes narcisistas cuya rebeldía, en el film, es una mera pose y no refleja el espíritu crítico e inconformista de la generación beat.

El último intento de trasladar al cine las vivencias de los miembros de la beat generation nos llega ahora de la mano de John Krokidas con el film “Kill your darlings”, título que alude a una de las expresiones utilizadas por uno de los profesores de Ginsberg en la universidad de Columbia, y que pretende dar a entender que para empezar a crear primero tienes que acabar (matar) tus filiar literarias. Con un esforzado aunque falto de convicción Daniel Radcliffe en la piel de Allen Ginsberg (el actor parece empeñado en quitarse de encima a todo coste su imagen de Harry Potter) y un intenso Dane DeHaan como el atormentado Lucien Carr (compañero de universidad de Ginsberg y uno de los instigadores del movimiento “The Vision”, inspirado en las palabras del poeta William Yeats, que darían lugar al nacimiento del movimiento beat), el reparto se completa con un excepcional Michael C. Hall (el Dexter televisivo) como David Kammerer, el obsesivo amante de Carr, Jack Houston como Jack Kerouac y un estoico Ben Foster dando vida a William Burroughs. 

“Kill your darlings” se inspira en los acontecimientos ocurridos en los años cuarenta en la universidad de Columbia, cuando Ginsberg, Burroughs y Kerouac entraron en contacto, y que culminaron con el asesinato de Kammerer en manos de Lucien Carr. Dichos acontecimientos inspiraron la escritura en 1953 de la novela “Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques”, escrita a cuatro manos por Burroughs y Jack Kerouac, y que ha servido de inspiración a su director para la escritura de este film, película que ha participado en algunos festivales independientes de Estados Unidos durante el 2013, siendo el más destacado el festival de Sundance. Como film resulta más intenso que “On the road” y más controlado que la desmedida “Howl”, pero aun así no deja de resultar un tanto decepcionante que el director alla optado por centrar más la trama en el torbellino de celos y obsesiones que envolvió la vida de Carr y Kammerer que no el proceso de nacimiento y evolución de un movimiento creativo que iba a revolucionar el mundo literario en los Estados Unidos. A la película no le falta intensidad (que aportan muy especialmente las interpretaciones de DeHaan y Michael C. Hall), pero quizás sí una visión más amplia e incisiva del proceso creativo y de cómo los dramáticos acontecimientos que narra el film impulsaron la carrera literaria de gente como Ginsberg o Kerouac. La película se centra sobre todo en los personajes y las relaciones que mantienen entre sí, de ahí que la recreación que vemos de la época sea más bien sesgada.  Y me ha llamado la atención la banda sonora, que no duda en mezclar de manera anacrónica y un tanto gratuita temas de jazz de la época con otros contemporáneos como el “Wolf Like Me” del grupo TV On The Radio, o temas de Bloc Party y The Libertines.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El trabajo interpretativo de Dane DeHaan como el intenso, cínico y atormentado Lucien Carr. ¿Lo peor? Se echa en falta un mayor atrevimiento en la propuesta de su director John Krokidas y una mayor entrega por parte de Daniel Dadcliffe.

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