Después del profundo avance que en cuanto a innovaciones
musicales en el mundo de la banda sonora se produjo durante las décadas de los
60, 70 e incluso los 80, la década de los 90 no va a producir realmente novedades
destacables sino más bien la consolidación de todos los cambios aparecidos en
años anteriores. De hecho durante esos años los músicos que más van a destacar
son aquellos que heredan la tradición impuesta mayormente por John Williams y
Jerry Goldsmith. Es el caso, por ejemplo, de músicos como James Horner, James
Newton Howard o Alan Silvestri, en cuya producción es fácilmente perceptible la
influencia de los dos grandes maestros.
Si es cierto que de manera puntual veremos la aparición de
músicos que de forma más o menos evidente se alejan de las corrientes que
imperan en la producción musical cinematográfica. En algunos casos las nuevas
propuestas llegarán de forma tímida, como es el caso del músico norteamericano
Thomas Newman, uno de los hijos de Alfred Newman, compositor del clásico
incontestable “Lo que el viento se llevó”, que aportará una sensibilidad muy new age en toda su producción.Y como muestra el bello y melancólico tema principal de "Camino a Perdición" (2002):
Pero quizás las aportaciones más destacables vendrán por
parte de otra generación de músicos que incorporarán el minimalismo musical al
mundo de la banda sonora. Ahí están ejemplos como los de “Powaqqatsi” (1988), compuesta
por el americano Philip Glass ,o “El contrato del dibujante” (1982), del
británico Michael Nyman. Nyman se convertirá en el músico habitual de muchos
films de Peter Greenaway, en los que desarrollará casi hasta la extenuación
algunas de la premisas del minimalismo, basadas sobretodo en la repetición
constante de frases musicales, hasta que dejará a un lado su fijación por las
melodías obsesivas para componer el que es posiblemente su trabajo más popular
hasta la fecha: “El piano” (1993) de Jane Champion.
Desde la Europa del este y más concretamente desde Polonia
nos llegará el clasicismo de músicos como Zbigniew Preisner, que se dará a
conocer con la trilogía de Los 3 Colores de Krysztof Kieslowski, o Wojciech
Kylar, cuyo trabajo más conocido es el “Drácula” (1992) de Francis Ford
Coppola. Pero quizás algunas de las aportaciones más brillantes son las que nos
llegarán desde el lejano oriente. Muy especialmente desde Japón.
Desde el país del sol naciente nos han llegado las magistrales
producciones de uno de los mayores genios del género de la animación, con
permiso de Walt Disney: Hayao Miyazaki. Y esas películas han contado de manera
casi invariable con la aportación musical de otro genio: Joe Isaishi. Es
difícil quedarse con una sola de las bandas sonoras del maestro nipón, pero
posiblemente una de las más hermosas de su carrera sea sin duda “La princesa
Mononoke” (1997), producción de corte épico que combina aventura, fantasía y
romanticismo y a la que Isaishi presta toda su sabiduría musical para
ofrecernos un trabajo rico y complejo que aúna lo mejor de la tradición
oriental y la occidental.
La música de cine continuará y continúa incorporando hoy en día nuevos
talentos capaces de aportar ideas frescas al mundo de la composición
cinematográfica. Del conjunto de nuevos valores que vienen desarrollando su
trabajo en los últimos años, hay unos pocos que por talento e influencia
podríamos destacar, pero para cerrar esta serie de artículos en los que he
hecho un muy superficial y rápido repaso a la historia de la banda sonora, me
voy a quedar con dos nombres: el alemán Hans Zimmer y el francés Alexandre
Desplat.
Si bien los trabajos iniciales de Hans Zimmer destacaban por su uso de
la electrónica, su estilo ha ido derivando hacia el sinfonismo, aunque sin
descartar por completo el uso de sintetizadores en la orquesta. Su estilo
destaca particularmente por su grandilocuencia y por el uso preponderante de la
percusión. Aunque Zimmer no carece en absoluto de inspiración melódica, la
mayoría de sus partituras suelen dar más importancia al ritmo. Entre sus
trabajos más destacables conviene mencionar “Thelma y Louise” (1992), “El rey
león” (1994, el único Oscar de su carrera hasta la fecha), “Gladiator” (2000),
“El último samurái” (2003), “El caballero oscuro” (2008, en colaboración con
James Newton Howard), “Ángeles y demonios” (2009) o “El hombre de acero”
(2013). Pero quizás uno de los trabajos que mejor ilustran su estilo y la
potencia de su concepción musical es “Inception” (2010), para el film de
Christopher Nolan:
Por otro lado Alexandre Desplat podría situarse en las antípodas de
Zimmer. El terreno donde mejor se mueve es el de la sutileza y Desplat destaca
muy particularmente en la composición de melodías delicadas y cargadas de
emotividad. Comenzó desarrollando su carrera en Francia y haciéndose habitual
de directores como Jacques Audiar, pero su brillantez y su eclecticismo le han
llevado a ser reclamado en toda suerte de producciones al otro lado del
Atlántico. Drama, comedia, thriller, fantasía, animación, romance, cine
independiente… Parece que no hay género que se le resista y Desplat siempre nos
regala con aportaciones brillantes y originales en cada film en el que
colabora, llegando a convertirse también en habitual de directores como Roman
Polanski, Wes Anderson o Stephen Frears. Entre sus trabajos más memorables
habría que mencionar “La chica de la perla” (2003), “Birth” (2004), “El velo
pintado” (2006), “The Queen” (2006), “Deseo, Peligro” (2007), “El curioso caso
de Benjamin Button” (2008), “Crepúsculo: Luna Nueva” (2009), “Harry Potter y
las reliquias de la muerte” (2010), “El discurso del rey” (2010), “El árbol de
la vida” (2011), “Tan fuerte y tan cerca” (2011), “Moonrise Kingdom” (2012) o
“Philomena” (2013), por la que acaba de recibir su cuarta nominación a los
premios Oscar. Me resulta harto difícil escoger un único título de uno de mis
compositores favoritos, y más cuando se trata de uno que hace gala de tamaño
eclecticismo, pero por desmarcarme un poco del tópico escogeré uno de sus temas
para la saga Crepúsculo, uno que
precisamente viene a demostrar que se puede componer una bella y espléndida
banda sonora para un film mediocre:
Despido con Alexadre Desplat esta serie de artículos sobre el mundo de
la música de cine. Más que un repaso pormenorizado de la historia de la banda
sonora (como decía cuando empecé estas entradas en el blog, no solo se
necesitaría una enciclopedia para hablar de música de cine sino también un
talento y conocimientos mayores de los que poseo), estos artículos no
pretendían más que ser una especie de anecdotario sobre un tema que a mí
personalmente me apasiona. Si habéis llegado hasta aquí espero que hayáis
disfrutando leyéndolos… y escuchándolos.
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