sábado, 2 de noviembre de 2013

UNA HISTORIA DE ¿AMOR?


En el cine es facil hablar de amor. Hay cientos de ejemplos de ello, tanto en el cine actual como en el pasado. Se ha hablado de amor desde perspectivas muy diversas y contrastadas. Es fácil hacerlo desde una perspectiva romántica, es fácil mostrar una historia de amour fou de aquellas que a veces definimos como "más grandes que la vida misma", mostrar sentimientos exacerbados, reacciones intensas, adornarlas con una banda sonora operática que inevitablemente remita al romanticismo wagneriano. Y lo que vemos en pantalla nos conmueve porque sabemos que es algo que forma parte del cine o la literatura, pero que en el fondo no es real. No suean violines cuando dos personas se dan un beso, las despedidas o las rupturas no se dan bajo la luz del ocaso, la cámara no se acerca en un travelling para mostrar las lágrimas en un rostro... Todo eso es falso, impostado, pero nos gusta pensar que podría ser cierto y por eso mismo nos conmueve. Pero, ¿resulta igual de fácil mostrar una historia de amor desde el prisma de la realidad?

"La Vie d'Adèle" lo hace, porque en el fondo es una historia de amor... aunque no lo parezca. Y no lo parece porque aunque el último film de Abdellatif Keniche habla del despertar al amor, del encuentro y desencuentro, de la infidelidad, de la traición y la perdida, del dolor del desamor, lo hace desde una perspectiva naturalista, desprovista por completo de artificio: no hay música de fondo, ni puestas de sol, ni travellings... lo que hay es AUTENTICIDAD. Y esa autenticidad la logra por un lado gracias al trabajo de dos actrices en estado de gracia, Léa Seydoux y Adéle Exarchopuolos, que se desnudan no solo físicamente, sino espiritualmente, que muestran no solo el sexo de los personajes que interpretan, sino también el alma de los mismos. Y lo hacen con una vehemencia, con una crudeza y con una entrega que incluso resulta incómoda, cuando no dolorosa, contemplarla en pantalla. Porque además su director se encarga precisamente de que como espectadores seamos plenamente partícipes del dolor, la aungustia, la pasión, la sensualidad, en definitiva los sentimientos, emociones y sensaciones de las dos protagonistas, y lo hace mentiendo al epectador en la historia aunque no quiera, recuriendo precisamente al uso de primeros planos, primerísmos planos y planos de detalle, acercando al espectador y a las protagonistas de una manera cuasi física. Su director apenas recure a los planos medios y mucho menos a los planos generales, lo que supondrían un ligero alivio al contemplar las vivencias de las protagonistas en pantalla, al contrario: insiste en el detalle, en llevar la cámara lo más cerca posible de los personajes. Ese recurso hace que escenas como las de la pelea en el instituto o el reencuentro en el café resulten mucho más intentas y por tanto más dolorosas. Keniche solo abre el plano al principio y al final del film, de una forma pausada, para cerrar así la peripecia vital de su protagonista de forma circular.

Pero al margen de la opción escogida para mostrar la experiencia vital de Adèle, hay en el film un muy cuidado retrato de su protagonista y de su evolución: su despertar al sexo, el descubrimiento del amor, su evolución personal en compañia de su pareja, las dudas, los celos, el miedo a la soledad, la traición, el dolor ante el rechazo, el duelo por la perdida, la busqueda de un nuevo espacio vital, el reencuentro, la añoranza de lo perdido... El guión (modélico) pasa por todos los estadios de una relación, desde el inicio al fin, sin perder de vista la perspectiva de la realidad. Adèle no es Madame Bovary, ni la protagonista de una novela de las hermanas Brontë, ni un personaje de Marivaux al que se alude al inicio del film. Adèle bien podría ser nuestra vecina, nuestra compañera de clase o del trabajo, nuestra hermana... alguien en definitiva, a quién conocemos. Adéle también podemos ser probablemente nosotros mismos, y así lo habrán sentido los espectadores que hayan pasado por experiencias vitales similares.

Posiblemente habrá espectadores que se sentirán incómodos o incluso violentados ante tal dosis de realismo, y muy particularmete ante las muy explícitas excenas de sexo. ¿Eran necesarias? Aplaudo la valentía en como director y actrices se han enfrentado a dichas escenas, y no discuto la necesidad de mostrarlas, en parte porque forman parte inherentes de la historia, porque son necesarias para comprender la experiencia vital de sus protagonistas, pero quizás se me antojan un tanto excesivas. No tanto por el exceso de celo puesto en su filmación (es evidente que lo que el director pretendia mostrar no era una escena romántica, sino una excena de sexo puro y duro), como por la duración de las mismas. Es precismante su duración lo que puede llegar a incomodar. Son escenas crudas, secas, directas, que definen perfectamente el lazo de unión entre Adèle y Emma: una química que va más allá de la mera atracción física, el deseo de verse reflejadas la una en la otra. Para Adèle Emma es su primer amor auténtico después de haber vivido experiencias frustradas (su primer beso con una compañera de clase) o insatisfactorias (su relación con un compañero de instituto) y por eso no llegará a desprenderse nunca de su recuerdo y su influencia; para Emma Adèle supone el descubrimiento de una sensaciones y emociones que no había experimentado hasta entonces con otras mujeres de su misma edad y/o entorno.

En definitiva "La Vie d'Adèle" es una película extraordinaria, cruda e intensa que rezuma autenticidad por todos sus poros. ¿Lo mejor? Su valentia, tanto por la forma en como su director ha escogido mostrarnos esta historia de amor como por la entrega de sus actrices protagonistas. ¿Lo peor? Quizás no sea del todo justo mencionarlo, pero la excesiva explicitez de las escenas de sexo pueda entenderse más como un intento de provocación que como un recurso narrativo necesario.

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