Cuando Stan Lee creó inicialmente los X-Men su pretensión
era reflejar las angustias propias de los cambios que conlleva para un
adolescente el paso a la pubertad. Tradicionalmente los superhéroes adquirían
sus poderes por algún tipo de accidente (la picadura de una araña radioactiva,
la explosión de una bomba gamma, el bombardeo de los rayos cósmicos…), pero los
mutantes marvelitas adquirían los suyos al nacer, por culpa de un mero capricho
genético, si bien estos poderes no se manifestaban precisamente hasta la
pubertad. El paso de la niñez a la adolescencia conlleva siempre cambios tanto
físicos como hormonales que derivan con frecuencia en un estado de confusión en
el adolescente, y era precisamente esa angustia existencial la que quería
reflejar Stan Lee en su nuevo título. Pero Stan Lee creó además un nuevo
concepto que daría mucho juego en el nuevo título de Marvel: el sentimiento
anti-mutante. Tradicionalmente los superhéroes, excepto aquellos que parecían
operar al margen de la legalidad como Batman o el Castigador, eran usualmente
aceptados e incluso venerados por la sociedad, ¿pero cómo reaccionaba ésta ante
la idea de unos seres que nacían ya con poderes extraños que los situaban al
margen de la humanidad? ¿Qué hacer cuando existe la posibilidad de que tus
propios hijos pudiesen nacer con habilidades extraordinarias sin que tú
pudieses hacer nada por evitarlo? La reacción más común era la esperada: el
miedo. Así pues los mayores enemigos de los X-Men no serían los centinelas o la
Hermandad de Mutantes Diabólicos, sino el propio sentimiento anti-mutante que
nacía de una sociedad que les temía y les odiaba, pero a la que habían jurado
proteger. De este modo los X-Men se convertirían en cierto modo en los
abanderados de todas aquellas minorías perseguidas y repudiadas por la mayoría
social. Ese simbolismo se hará aún más patente a partir de la “Segunda Génesis”
escrita por Len Wein, en la que la formación inicial del grupo variaría para
convertirse en un grupo multirracial y multicultural en la que tendrían cabida discapacitados,
negros, orientales, inmigrantes, delincuentes redimidos, judíos e incluso, con
el tiempo, homosexuales. Esa nueva formación funcionaba además por contrastes,
y de esta manera la alta alcurnia de Fuego Solar, proveniente de una noble y
rica familia japonesa, contrastaba con el origen humilde de coloso en una
granja de la antigua Unión Soviética; el pragmático ateísmo de éste se oponía a
las fuertes convicciones católicas de Rondador Nocturno; la conciencia
ecológica de Tormenta actuaba como reflejo positivo al belicismo de un Lobezno
ex-militar y ex-agente secreto; el pasado militar de Lobezno se oponía al
delictivo de Banshe; el entusiasmo juvenil de Kitty Pride contrastaba con la
madurez de Cíclope. En cierta manera los X-Men parecían querer aglutinar a
todas aquellas minorías sociales que habían sido perseguidas y despreciadas a
lo largo de la historia, y eso daba pie a un discurso de fuerte carácter
social. Bryan Singer era bien consciente de las posibilidades argumentales que
ofrecía dicha premisa y no dejó pasar la oportunidad de plasmarlas en su
personal visión de los personajes. De hecho este discurso de carácter
sociopolítico lo articula en la primera entrega cinematográfica de los X-Men a
partir de la dialéctica establecida entre el profesor Xavier y Magneto, de tal
manera que el primero, en base a su postura integradora, se convierte en una
suerte de Martin Luther King para los mutantes, mientras que el segundo, con su
posición más reaccionaría y exhibiendo un discurso darwinista que proclama la
supremacía mutante (homo superior) frente a la humana, se erige en el Malcom X
de su raza. En su secuela Singer ejemplificará dicho discurso ideológico no en
base a los ideólogos de ambas posturas sino desde la óptica de los receptores
de dichas enseñanzas. En este caso serán dos alumnos de la escuela de Xavier,
Iceman y Pyro, no escogidos precisamente de manera casual pues la oposición
hielo vs. fuego ilustrará de manera más gráfica el contraste entre las
posiciones de ambos compañeros. Curiosamente es Iceman, el personaje que es
rechazado por su propia familia por su condición de mutante (en una escena
tragicómica que ilustra una ‘salida del armario’ en toda regla) quien, pese a
tener más motivos para abrazar la ideología reaccionaria de Magneto, el que se
aferrará a la postura conciliadora de Xavier; por el contrario el fogoso Pyro
será quien, en una modélica escena de ‘seducción del inocente’, se dejará
atrapar por el ideario del amo del magnetismo. Singer juega pues con el
contraste de ideas para llevar al film una lúcida reflexión sobre la represión
de las minorías.
“X-Men” tendrá dos nuevas entregas, la primera dirigida con
escasa inventiva por Brett Ratner, que desaprovechará la posibilidad de
continuar el discurso social iniciado por Singer a partir de una novedosa
premisa: la existencia de una cura a la condición de mutante. ¿Qué es
preferible: mantenerse fiel a uno mismo pese al riesgo de la exclusión social?
¿O integrase en la masa de forma anodina y traicionar así los propios
principios? Se podría haber desarrollado aquí un interesante discurso sobre la
diferencia, pero Ratner prefiere cargar las tintas del film en el personaje de
Lobezno, dejando desdibujados al resto del grupo de muntantes, en aras de un
film más comercial y menos complejo. Matthew Vaughn en su “X-Men: First Class”
mostrará mucho más brío e ingenio detrás de la cámara, pero obviará por
completo cualquier discurso sociopolítico.
Y tras una primera aproximación mítica al género
superhéroico, una siguiente revisión en clave estética a las raíces del mismo y
un análisis desde un punto de vista sociológico, ¿qué cabría esperar? Ang Lee
en su “Hulk” opta por un enfoque completamente nuevo: el psicológico. Aun
haciendo una buena labor de definición de personajes, ni Donner ni Burton ni
Singer realizaron realmente una labor de análisis psicológico de los personajes
que estaban tratando en sus respectivas películas, pero Ang Lee sí que muestra
un interés muy especial en indagar en las motivaciones que llevan a un
personaje (supuestamente) superheroico a actuar como lo hace. Hábilmente y haciendo
gala de su proverbial eclecticismo, Ang Lee había escogido para su particular
interpretación del mito del superhéroe un personaje que precisamente da mucho
juego: el increíble Hulk.
Cuando Stan Lee creó al increíble Hulk era obvio que tenía
en mente el personaje de Jeckyll y Hyde creado por Robert Louis Stevenson,
aunque el enfoque de la dualidad hombre/monstruo es bastante diferente del
descrito por el escritor de “La isla del tesoro”. Stevenson plantea el
contraste entre el Doctor Jeckyll y Mr. Hyde en base a la moralidad de ambos:
mientras que Jeckyll es un hombre de una rectitud moral incuestionable pero al
mismo tiempo un personaje reprimido que se niega a dar rienda suelta a sus
pasiones, Hyde es un completo amoral, un personaje carente de culpa o
remordimiento que se abandona a sus instintos hedonistas incluso cuando éstos
le llevan a cometer actos inmorales e incluso delictivos. Jeckyll es el personaje
socialmente aceptado porque es el que se somete a las reglas y los
convencionalismos, mientras que Hyde es un monstruo precisamente porque actúa
con una libertad total sin importarle las consecuencias de sus actos.
Stan Lee no describe la dualidad entre Bruce Banner y Hulk
en base a la ausencia de moral sino en base a la ausencia de razón. Es decir:
Banner es un ser de intelecto puro, un científico, mientras de Hulk es una
bestia parda con el razonamiento simple y primario de un troglodita. Mientras
Banner es razón e intelecto, y por lo tanto un individuo físicamente débil y
poco agraciado, Hulk suple su falta de inteligencia a base de fuerza bruta.
Pero también hay un contraste entre Banner y Hulk en cuanto a que el primero es
un ser con pleno dominio de sus actos, y por lo tanto proactivo, mientras que
el segundo es una fuerza imparable totalmente reactiva. En su film,
injustamente menospreciado, Ang Lee se servirá por un lado de un hábil montaje
y una ingeniosa puesta en escena que hace uso de la pantalla partida para
acercarse aún más a la estética propia de la narrativa secuencial en viñetas;
pero al mismo tiempo recuperará algunas de las ideas plasmadas en los cómics
para explorar la mente de Banner y el cómo los traumas de su infancia debidos a
un padre abusivo, modelarán y definirán el carácter de su brutal alter ego. La
brutalidad de Hulk es la respuesta largamente reprimida a la imposibilidad de
enfrentarse a la autoridad paterna, y precisamente por ello el aspecto masivo,
brutal, primitivo y violento de Hulk es la plasmación física a la rabia
contenida de Bruce Banner. En este aspecto Lee realizará un exhaustivo análisis
freudiano del personaje y su compleja relación paterno-filial, disfrazando el
film de aparente blockbuster veraniego, y posiblemente él haya sido (hasta la
llegada de Christopher Nolan) quién más se haya atrevido a profundizar en los
recovecos psicológicos del superhéroe.
Louis Leterrier retomará el personaje en un segundo film que
sin ser un completo reboot sí que optará por dejar de lado muchas de las
premisas tratadas por Ang Lee en su film previo y re-imaginar un nuevo inicio
de la franquicia cinematográfica. El resultado es correcto y entretenido, pero
muy lejos de la profundidad del film del taiwanés.
Y después de diversos films que trataban de buscar un
enfoque menos simplista del mito superheroico, llegará Sam Raimi para poner de
relieve el aspecto más lúdico de dicho mito: “Spider-man” tiene muy claro cuál
es su principal objetivo: entretener y divertir.
(continuará…)
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