viernes, 8 de noviembre de 2013

SUPER-CINE (2ª parte)



Cuando Stan Lee creó inicialmente los X-Men su pretensión era reflejar las angustias propias de los cambios que conlleva para un adolescente el paso a la pubertad. Tradicionalmente los superhéroes adquirían sus poderes por algún tipo de accidente (la picadura de una araña radioactiva, la explosión de una bomba gamma, el bombardeo de los rayos cósmicos…), pero los mutantes marvelitas adquirían los suyos al nacer, por culpa de un mero capricho genético, si bien estos poderes no se manifestaban precisamente hasta la pubertad. El paso de la niñez a la adolescencia conlleva siempre cambios tanto físicos como hormonales que derivan con frecuencia en un estado de confusión en el adolescente, y era precisamente esa angustia existencial la que quería reflejar Stan Lee en su nuevo título. Pero Stan Lee creó además un nuevo concepto que daría mucho juego en el nuevo título de Marvel: el sentimiento anti-mutante. Tradicionalmente los superhéroes, excepto aquellos que parecían operar al margen de la legalidad como Batman o el Castigador, eran usualmente aceptados e incluso venerados por la sociedad, ¿pero cómo reaccionaba ésta ante la idea de unos seres que nacían ya con poderes extraños que los situaban al margen de la humanidad? ¿Qué hacer cuando existe la posibilidad de que tus propios hijos pudiesen nacer con habilidades extraordinarias sin que tú pudieses hacer nada por evitarlo? La reacción más común era la esperada: el miedo. Así pues los mayores enemigos de los X-Men no serían los centinelas o la Hermandad de Mutantes Diabólicos, sino el propio sentimiento anti-mutante que nacía de una sociedad que les temía y les odiaba, pero a la que habían jurado proteger. De este modo los X-Men se convertirían en cierto modo en los abanderados de todas aquellas minorías perseguidas y repudiadas por la mayoría social. Ese simbolismo se hará aún más patente a partir de la “Segunda Génesis” escrita por Len Wein, en la que la formación inicial del grupo variaría para convertirse en un grupo multirracial y multicultural en la que tendrían cabida discapacitados, negros, orientales, inmigrantes, delincuentes redimidos, judíos e incluso, con el tiempo, homosexuales. Esa nueva formación funcionaba además por contrastes, y de esta manera la alta alcurnia de Fuego Solar, proveniente de una noble y rica familia japonesa, contrastaba con el origen humilde de coloso en una granja de la antigua Unión Soviética; el pragmático ateísmo de éste se oponía a las fuertes convicciones católicas de Rondador Nocturno; la conciencia ecológica de Tormenta actuaba como reflejo positivo al belicismo de un Lobezno ex-militar y ex-agente secreto; el pasado militar de Lobezno se oponía al delictivo de Banshe; el entusiasmo juvenil de Kitty Pride contrastaba con la madurez de Cíclope. En cierta manera los X-Men parecían querer aglutinar a todas aquellas minorías sociales que habían sido perseguidas y despreciadas a lo largo de la historia, y eso daba pie a un discurso de fuerte carácter social. Bryan Singer era bien consciente de las posibilidades argumentales que ofrecía dicha premisa y no dejó pasar la oportunidad de plasmarlas en su personal visión de los personajes. De hecho este discurso de carácter sociopolítico lo articula en la primera entrega cinematográfica de los X-Men a partir de la dialéctica establecida entre el profesor Xavier y Magneto, de tal manera que el primero, en base a su postura integradora, se convierte en una suerte de Martin Luther King para los mutantes, mientras que el segundo, con su posición más reaccionaría y exhibiendo un discurso darwinista que proclama la supremacía mutante (homo superior) frente a la humana, se erige en el Malcom X de su raza. En su secuela Singer ejemplificará dicho discurso ideológico no en base a los ideólogos de ambas posturas sino desde la óptica de los receptores de dichas enseñanzas. En este caso serán dos alumnos de la escuela de Xavier, Iceman y Pyro, no escogidos precisamente de manera casual pues la oposición hielo vs. fuego ilustrará de manera más gráfica el contraste entre las posiciones de ambos compañeros. Curiosamente es Iceman, el personaje que es rechazado por su propia familia por su condición de mutante (en una escena tragicómica que ilustra una ‘salida del armario’ en toda regla) quien, pese a tener más motivos para abrazar la ideología reaccionaria de Magneto, el que se aferrará a la postura conciliadora de Xavier; por el contrario el fogoso Pyro será quien, en una modélica escena de ‘seducción del inocente’, se dejará atrapar por el ideario del amo del magnetismo. Singer juega pues con el contraste de ideas para llevar al film una lúcida reflexión sobre la represión de las minorías.


“X-Men” tendrá dos nuevas entregas, la primera dirigida con escasa inventiva por Brett Ratner, que desaprovechará la posibilidad de continuar el discurso social iniciado por Singer a partir de una novedosa premisa: la existencia de una cura a la condición de mutante. ¿Qué es preferible: mantenerse fiel a uno mismo pese al riesgo de la exclusión social? ¿O integrase en la masa de forma anodina y traicionar así los propios principios? Se podría haber desarrollado aquí un interesante discurso sobre la diferencia, pero Ratner prefiere cargar las tintas del film en el personaje de Lobezno, dejando desdibujados al resto del grupo de muntantes, en aras de un film más comercial y menos complejo. Matthew Vaughn en su “X-Men: First Class” mostrará mucho más brío e ingenio detrás de la cámara, pero obviará por completo cualquier discurso sociopolítico.

Y tras una primera aproximación mítica al género superhéroico, una siguiente revisión en clave estética a las raíces del mismo y un análisis desde un punto de vista sociológico, ¿qué cabría esperar? Ang Lee en su “Hulk” opta por un enfoque completamente nuevo: el psicológico. Aun haciendo una buena labor de definición de personajes, ni Donner ni Burton ni Singer realizaron realmente una labor de análisis psicológico de los personajes que estaban tratando en sus respectivas películas, pero Ang Lee sí que muestra un interés muy especial en indagar en las motivaciones que llevan a un personaje (supuestamente) superheroico a actuar como lo hace. Hábilmente y haciendo gala de su proverbial eclecticismo, Ang Lee había escogido para su particular interpretación del mito del superhéroe un personaje que precisamente da mucho juego: el increíble Hulk.

Cuando Stan Lee creó al increíble Hulk era obvio que tenía en mente el personaje de Jeckyll y Hyde creado por Robert Louis Stevenson, aunque el enfoque de la dualidad hombre/monstruo es bastante diferente del descrito por el escritor de “La isla del tesoro”. Stevenson plantea el contraste entre el Doctor Jeckyll y Mr. Hyde en base a la moralidad de ambos: mientras que Jeckyll es un hombre de una rectitud moral incuestionable pero al mismo tiempo un personaje reprimido que se niega a dar rienda suelta a sus pasiones, Hyde es un completo amoral, un personaje carente de culpa o remordimiento que se abandona a sus instintos hedonistas incluso cuando éstos le llevan a cometer actos inmorales e incluso delictivos. Jeckyll es el personaje socialmente aceptado porque es el que se somete a las reglas y los convencionalismos, mientras que Hyde es un monstruo precisamente porque actúa con una libertad total sin importarle las consecuencias de sus actos.

Stan Lee no describe la dualidad entre Bruce Banner y Hulk en base a la ausencia de moral sino en base a la ausencia de razón. Es decir: Banner es un ser de intelecto puro, un científico, mientras de Hulk es una bestia parda con el razonamiento simple y primario de un troglodita. Mientras Banner es razón e intelecto, y por lo tanto un individuo físicamente débil y poco agraciado, Hulk suple su falta de inteligencia a base de fuerza bruta. Pero también hay un contraste entre Banner y Hulk en cuanto a que el primero es un ser con pleno dominio de sus actos, y por lo tanto proactivo, mientras que el segundo es una fuerza imparable totalmente reactiva. En su film, injustamente menospreciado, Ang Lee se servirá por un lado de un hábil montaje y una ingeniosa puesta en escena que hace uso de la pantalla partida para acercarse aún más a la estética propia de la narrativa secuencial en viñetas; pero al mismo tiempo recuperará algunas de las ideas plasmadas en los cómics para explorar la mente de Banner y el cómo los traumas de su infancia debidos a un padre abusivo, modelarán y definirán el carácter de su brutal alter ego. La brutalidad de Hulk es la respuesta largamente reprimida a la imposibilidad de enfrentarse a la autoridad paterna, y precisamente por ello el aspecto masivo, brutal, primitivo y violento de Hulk es la plasmación física a la rabia contenida de Bruce Banner. En este aspecto Lee realizará un exhaustivo análisis freudiano del personaje y su compleja relación paterno-filial, disfrazando el film de aparente blockbuster veraniego, y posiblemente él haya sido (hasta la llegada de Christopher Nolan) quién más se haya atrevido a profundizar en los recovecos psicológicos del superhéroe.


Louis Leterrier retomará el personaje en un segundo film que sin ser un completo reboot sí que optará por dejar de lado muchas de las premisas tratadas por Ang Lee en su film previo y re-imaginar un nuevo inicio de la franquicia cinematográfica. El resultado es correcto y entretenido, pero muy lejos de la profundidad del film del taiwanés.

Y después de diversos films que trataban de buscar un enfoque menos simplista del mito superheroico, llegará Sam Raimi para poner de relieve el aspecto más lúdico de dicho mito: “Spider-man” tiene muy claro cuál es su principal objetivo: entretener y divertir.

(continuará…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario