El planteamiento cinematográfico de “Los Vengadores” difiere
en cierto modo de cualquiera de los films de superhéroes que le ha precedido,
esencialmente porque su debut en la gran pantalla venía precedido de un hábil
plan comercial que consistía en presentar previamente a sus protagonistas en
otros films, de tal forma que Whedon podría ahorrarse el tener que hacer las
consabidas cartas de presentación.
A diferencia de grupos como los 4 Fantásticos o los X-Men,
los componentes de los Vengadores ya gozaban de sus propios título individuales
y habían demostrado ser capaces de llevar el peso argumental de una serie por
si solos. Tal es el caso de Hulk, Iron-man, Thor y el Capitán América.
Precisamente uno de los defectos achacables a la franquicia mutante de los
X-Men es que se ha cargado en exceso las tintas en el personaje de Lobezno (el
más popular del grupo), mientras que otros personajes a priori igual de
interesantes quedaban algo desdibujados en el guión. Marvel Studios tenía muy
claro que antes de acometer un proyecto mastodóntico como el de “Los Vengadores”,
previamente tenía que dar a conocer al gran público a sus protagonistas
principales, mostrar sus orígenes y hacer que estos personajes fuesen
reconocibles por los espectadores, de este modo cuando Whedon asumiese la tarea
de plasmar en pantalla las aventuras de ‘los héroes más poderosos de la tierra’,
no tendría por qué consumir metraje en explicar sus orígenes y podría ir
directamente al grano, es decir: construir un film de acción pura de principio
a fin.
Uno de los principales elementos que hacen que un film como “Los
Vengadores” funcione es su acertado casting: Robert Downey Jr. derrocha carisma
interpretando a Tony Stark, Chris Evans se cree plenamente su papel del héroe
de guerra Steve Rogers, y Chris Hemsworth luce palmito en la piel de Thor. Cada
uno de estos personajes ha sido debida y hábilmente presentado en su propio
film (con mayor o menor acierto en su puesta en escena), de tal forma que
Whedon puede dedicarse a plantear las semillas de su relación conjunta, porque
si algo se le da bien a Joss Whedon es precisamente dibujar personajes y hacer
que estos interactúen ingeniosamente dentro de la trama. Así que conociendo a
Thor, Hulk, Iron-man, la Viuda Negra y Hawkeye, solo nos queda esperar a ver
cómo se van a llevar en pantalla y disfrutar del espectáculo. Porque “Los
Vengadores” es simplemente eso: espectáculo. Un aparatoso y ruidoso castillo de
fuegos artificiales que combina con acierto humor y acción pura, pero al que no
hay que pedirle más: ni profundidad psicológica, ni análisis del mito
superheroico, ni revisión oscura de los referentes en los que se inspira, ni
nada similar. Y es difícil hablar del film de Whedon sin relacionarlo con las
aportaciones previas de Leterrier, Favreau, Branagh o Johnston, porque todas
ellas forman parte intrínseca de un mismo producto. En el fondo todos estos
films configuran un todo a modo de crossover
como los que se plantean en el mundo del cómic, y para que el espectador no se
despiste, sus guionistas han elaborado toda una trama de guiños que hacen
referencia a las otras películas de lo que se ha llamado “Marvel Fase I” y que
tendrá su continuación en una “Marvel Fase II”, y de este modo construir un
universo cinematográfico similar al que existe en los cómics (la franquicia
mutante, en manos de la Fox, no participa de este mismo universo debido a que
la propiedad de los derechos cinematográficos de mutantes y vengadores están en
manos de productoras diferentes). Y la forma más hábil de conectar unos films
con otros ha sido a través del uso de las escenas post-créditos finales para
crear unas cada vez más altas expectativas. Así de este modo Tony Stark hace
una aparición fugaz en el film de “Hulk”, Nick Fury aparece al final de “Iron-man” para reclutarle para su proyecto Vengadores,
Fury también aparecerá al final del “Capitan América” con la intención de
completar el grupo, en la escena post-créditos de “Iron-man 2” vemos como el
agente Coulson ha encontrado el martillo Mjolnir en el desierto de Nevada, en
el propio film de “Thor” Hawkeye hace un breve cameo, y en sus créditos finales introducen el cubo cósmico
(Teseracto) y al futuro villano de “Los Vengadores” (Loki), la escena
post-créditos del film de Whedon revela a Thanos, el futuro villano de “Guardianes
de la galaxia”, mientras que la de “Thor. El mundo oscuro” nos muestra a otro
de los personajes de dicho film, el Coleccionista, al tiempo que introduce el
concepto de las gemas del infinito. Y seguramente veremos más pistas en “Capitan
América. El soldado del invierno” que nos conducirán a la culminación de la “Marvel
Fase II”: “The Avengers. Age of Ultron”.
Así pues cada vez más el género superheroico en el cine se
convierte en un elaborado producto comercial cuyo principal objetivo es
enganchar al espectador en una franquicia cada vez más alambicada.
El género continuará dando productos que lo que buscan es
simplemente entretener sin devanarse los sesos, y ahí tendremos ofertas como
las (torpes) continuaciones de “Iron-man”, salvables únicamente por ver de
nuevo a Robert Downey en la piel de Tony Stark, las aventuras de Lobezno en
solitario aunque no del todo desvinculado de sus compañeros mutantes, o la
ingeniosa mirada al pasado del “X-Men. La primera generación”, que no dejan de
ser films mejor o peor resueltos desde un punto de vista técnico, pero que
realmente no aportan nada novedoso al género. La contrapartida a tanta ‘ligereza’
la ofrecerá Zack Snyder con su “Man of Steel”
bajo los auspicios de Christopher Nolan en calidad de productor.
Cuando Singer se hizo cargo del personaje de Superman
planteó su “Superman Returns” en parte como un sentido homenaje al film de
Richard Donner, pero también como una suerte de secuela encubierta de “Superman
II”, pues una escena rodada por Donner que acabó en el suelo de la sala de
montaje cuando Richard Lester entró en el proyecto, incluía un momento sexual
entre Superman y Lois Lane. Fue esa secuencia la que inspiró en parte el
argumento de este “Superman Return”, que es un film tan impecable en su factura
técnica como insulso en su resolución argumental. Y el principal problema con
el que tuvo que lidiar Singer es su indisimulada admiración sobre el film original,
que le impide desmarcarse del mismo para ofrecer un producto más original y
personal. Snyder no tuvo tal problema y su visión del personaje no solo se
aleja de cualquiera de los films precedentes, sino además de las versiones del
mismo que hasta ahora nos habían ofrecido los comics de DC. Si Nolan trató de
impregnar de realismo y verosimilitud su plasmación del personaje de Batman a
la gran pantalla (a fin de cuentas Batman es un héroe sin superpoderes), y el
resultado es algo más próximo al thriller y el neo noire, Snyder no rehúye los elementos fantásticos pero los
resitúa en un contexto diferente. En los comics de superhéroes hay cierta
idiosincrasia, ciertas premisas tanto estéticas como argumentales que le
confieren identidad en cuanto a género, pero Snyder parece querer dinamitar
todas ellas para ofrecernos algo más próximo a la ciencia-ficción, como
demuestran las elaboradas escenas iniciales del Jor-el en el planeta Krypton.
No carece de ironía el hecho de que el “Superman” de Donner se presentase como
un film de ciencia-ficción pues los superhéroes aún no se habían constituido en
género cinematográfico, mientras que este “Man of Steel” en pleno auge del
género, opte por postulados más propios de la ciencia-ficción y la space opera.
Es de Suponer que Christopher Nolan, productor del film,
tuvo mucho que ver en este giro del personajes hacia enfoques ciertamente insospechados.
El film de Snyder carece del humor del de Donner, pero cambio potencia mucho
más su sentido trágico. Este nuevo Superman es un alien, un outsider que trata
de vivir al margen de la sociedad por miedo al rechazo. El guión de “Man of
Steel” no ahonda tanto en la raíz del mito solar como lo hacía “Superman”, pero
en cambio sí pone más de relieve la condición mesiánica del personaje. En su búsqueda
de verosimilitud el film trata de plantearse como sería un personaje similar si
existiese de verdad, y esa misma intención de realismo es la que termina por
traicionar la esencia propia del personaje tal como lo conocíamos en los
cómics. Eso no significa que sea un mal film, que no lo es. Al contrario: “Man
of Steel” es una gran película fantástica por más que abuse de las escenas de
destrucción masiva, que terminan por ser aparatosas y algo cansinas. Pero hay
en el film una profunda intención de entender al personaje desde una
perspectiva casi religiosa: pues aquí más que nunca Superman es el enviado de
los cielos para salvar a la humanidad. Se le puede achacar que algunos
personajes aparezcan algo desdibujados (Amy Adams es una gran actriz, pero en
este film tiene que lidiar con un rol de escasa entidad), pero otros están
francamente bien elaborados: un Jor-el interpretado con prestancia por Russell
Crow, personaje que adquiere la condición de “padre en los cielos” tras su
muerte; un Zod asumido de manera enérgica por Michael Shannon; pero sobretodo
un Kal-el Superman interpretado con absoluta entrega por Henry Carvill. Carvill
no solo llena como nadie lo había hecho hasta ahora las mallas azules del
disfraz de Superman, sino que además demuestra convicción al mostrar el sentido
trágico de la existencia del personaje, sus dudas a la hora de asumir su rol
mesiánico, su dolor al afrontar los límites de su humanidad… El momento más
polémico del film es sin duda cuando Superman, en su intento de detener a Zod e
impedir que mate a gente inocente, le rompe el cuello. Es sin duda la mayor
traición a un personaje de cómic que se haya plasmado nunca en una pantalla de
cine, pues una de las características inherentes a un super-héroe es que éste
no mata y siempre se las arregla para entregar a los villanos a la justicia. Y
en este sentido no hay personaje más íntegro y consecuente que Superman. Sin
embargo ya comantaba antes que Snyder se aleja de las convecciones del género,
se acerca a los postulados de la ciencia-ficción, y opta por un tono más
realista (dentro del realismo que puede uno esperar en el contexto del género
fantástico). Así pues ese acto último de Superman, acto que redunda aún más en
el sentido trágico que Snyder quiere conferirle al personaje, es un acto
plenamente coherente con el tono del film. ¿Qué haría Superman para evitar que
un villano asesinase impune y cruelmente a un inocente? ¿Qué haría si la única
solución posible fuese matar al villano? ¿Se mantendría fiel a sus principios
morales o los abandonaría en aras de un bien mayor? En los cómics los héroes
siempre encuentran un último recurso ingenioso para evitar enfrentarse a dicho
dilema moral o incluso se benefician de la intervención de un inesperado deux ex machina. Pero es evidente que
Snyder no quiere ahórrale dicho dilema a su personaje, le obliga a enfrentarse
a él y tomar una decisión que por muy dolorosa que sea supone el menor de los
males. No podemos obviar el hecho de que Superman fue creado por Jerry Siegel y
Joe Shuster en 1932, antes de la 2ª guerra mundial, cuando los Estados Unidos
vivían una época mucho más inocente que la actual. En aquella época era
perfectamente creíble que un personaje pudiese encarnar los valores más positivos
y tradicionales del american way of life. Pero el Superman de Snyder y Nolan es
en cierto modo el reflejo de todo lo que ha sufrido los EEUU después: la 2ª
guerra, la guerra fría, los asesinatos de Kennedy y Martin Luther King, Vietnam,
el Watergate, la era Reagan, la guerra del golfo, los conflictos de oriente
medio, George Bush Jr., el 11S, el terrorismo global, la matanza de Columbine,
los escándalos destapados por wikileaks… No hay pues cabida para la inocencia
en un personaje como Superman, cuya versión original se ha vuelto anacrónica, y
sí hay sitio para el desencanto, la desilusión y el cinismo.
Muchos fans del personaje se han sentido molestos por esa
revisión trágica y oscura ofrecida por Zack Snyder, pero yo aplaudo su valentía
de ir en contra de los convencionalismos y ofrecer una versión personal en vez
de repetir de nuevo lo que ya habíamos visto antes.
Tanto Nolan como Snyder han afrontado el género de
superhéroes desde una óptica poco convencional y alejada del divertimento que
nos habían ofrecido otros ilustres precedentes. Esa búsqueda de realismo ya la
había asumido el mismo Zack Snyder anteriormente en su adaptación de una obra
canónica del género: “Watchmen”, pero también otros directores lo han hecho con
un enfoque mucho más cómico rayano en la irreverencia, como demuestra “Kick-Ass”.
(continuará…)
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