Finales de los 80 fue una época particularmente interesante
para el cómic americano de superhéroes. En aquella época se afianzaron
dibujantes como autores completos que aportaron un soplo de aire fresco a la
industria, ofreciendo nuevas visiones de algunos de esos personajes de cómic, mayormente
más sofisticadas, más complejas, más ricas. Y en este sentido se escribieron
algunas etapas que hoy por hoy continúan siendo icónicas para todos los
seguidores de algunas de esas series. El Darevevil de Frank Miller, Los 4
Fantásticos de John Byrne, el Thor de Walter Simonson o la Wonder Woman de
George Pérez han acabado sentando cátedra y se consideran casi de forma unánime
como lo mejor que se ha escrito sobre dichos personajes. Finales de los 80
también supuso una revolución en el aspecto gráfico de los personajes, y la
aparición de una obra capital como “Elektra: Assassin” no solo consagró a Bill
Sienkiewickz, sino que supuso la irrupción del expresionismo pictórico en un
medio tan tradicional como es el cómic USA. Sin esta obra no hubiesen sido
posibles la aportaciones de ilustradores como Dave McKean, Kent Williams,
George Pratt, Simon Bisley o Jon Jay Muth. Además de la revolución gráfica en
el medio, la irrupción de un nutrido grupo de guionistas británicos iba a
trastocar los cimientos de una industria tan conservadora mediante la
introducción de nuevas ideas, nuevos enfoques, nuevas formas de narrar… Y también
mediante la incorporación de argumentos más sofisticados, atrevidos, adultos,
irreverentes, complejos… Estamos hablando naturalmente de gente como Alan
Moore, Neil Gaiman, Jamie Delano, Alan Grant, Grant Morrison… Pero en medio de
tal vorágine de nuevas ideas gráficas, argumentales y narrativas, una obra iba
a convertirse en canon del medio: “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons. A
partir de entonces el cómic ya no volvería a ser el mismo.
“Watchmen” puede no ser ni la mejor ni la más personal obra
de Alan Moore (ese honor podrían disputárselo “V de Vendetta”, “From Hell” o
incluso “Un pequeño asesino”), pero sí es su obra más popular y sin duda la más
influyente. “Watchmen” nació como un encargo de la DC Comics a Moore con el
objetivo ofrecer un nuevo enfoque que algunos personajes procedentes de otras
editoriales y que DC había incorporado recientemente a su propio elenco de
superhéroes, pero Moore, aun inspirándose en dichos personajes, los cambió para
crear los suyos propios y así poder trabajar con mayor libertad de movimientos.
Moore se planteó su opus magna de tal
forma que su objetivo principal era explorar las posibilidades metalingüísticas
que le ofrecía un medio como es el de la narrativa gráfica del cómic. Así pues
cada número de esta maxiserie de 12 episodios estaba complementado con
artículos, entrevistas ficticias a los personajes, extractos de libros
relacionados con el argumento, etc. En este sentido “Watchmen” podría verse
como el equivalente en cómic de obras literarias como “El señor de los anillos”
de Tolkien o “Dune” de Frank Herbert, en las que la inclusión de mapas,
genealogías, glosarios, diccionarios, gráficos, apéndices, etc. forman parte
intrínseca de la obra: la enriquecen, la complementan, la engrandecen. Y lo
hacen de tal forma que la obra esencial no puede entenderse igual sin todos
esos complementos.
Por otro lado Alan Moore se planteó en “Watchmen” toda una
revisión de lo que es el género superheroico. Lo que hizo con esta obra fue en
verdad una deconstrucción de dicho género y lo hizo a partir de una premisa que
se convirtió en el lema publicitario con el que se promocionó la obra: “¿quién
vigila a los vigilantes?”. Si los vigilantes (o superhéroes) existiesen en
verdad, ¿cómo reaccionaría la sociedad civil ante ellos? ¿Serían aceptados o
por el contrario rechazados de plano? ¿Cuál sería la posición de los gobiernos
ante la existencia de estos personajes? ¿Intentaría regularlos, controlarlos?
¿Intentaría tenerlos en nómina para sus propios propósitos partidistas o les
dejaría cierta libertad de acción pero los vigilaría de cerca para evitar que
se desmadrasen? ¿Cómo se debería regular desde un punto de vista legal o
judicial la existencia de estos vigilantes? Pero al mismo tiempo la obra
plantearía otro tipo de preguntas. Estamos hablando de personajes que mantienen
su anonimato, que se ocultan tras una máscara, personajes a los que suponemos
honorables, íntegros, justos, decentes… ¿Pero cómo son realmente detrás de dicha
máscara? “Watchmen” nos ofrece una visión realista, cínica, oscura y
desencantada de esos personajes, alejada completamente de la tradicional visión
naif y casta que nos estaba ofreciendo hasta entonces Marvel o DC, y nos descubre
que tras esa máscara también se ocultan inseguridades, egomanías, perversiones,
inmoralidades y desequilibrios como los que podrían afectar a cualquier
ciudadano de a pie, aspectos oscuros o negativos que precisamente se ven
potenciados por hecho vestir un traje llamativo y actuar de forma completamente
anónima. “Watchmen” es una obra compleja, rica en lecturas e interpretaciones, que
marcaría un antes y un después en el género. Cabría preguntarse si obras
posteriores como “The Authority”, “Supreme Power”, “Wanted”, “The Boys” o
incluso “The Ultimates” hubiesen sido posibles de no haberse escrito antes “Watchmen”.
Zack Snyder (director) y David Hayter (guionista) no lo iban
a tener fácil para adaptar esta magna obra a la pantalla. El propio Moore y
muchos fans (yo diría que de forma harto injusta) rechazaron de plano la
adaptación incluso antes de su estreno. La postura de Alan Moore podría
entenderse debido a la decepción mayúscula ante las muy mediocres adaptaciones
de algunas de sus obras precedentes: “From Hell” prescindía por completo del
exhaustivo trabajo de investigación histórica llevado a cabo por Moore en su
estudio de Jack the Reaper, y reinventaba por completo el argumento
introduciendo torpes cambios argumentales que no solo no respetaban los hechos históricos,
sino que trasformaban un complejo estudio psicológico de personajes y una
profunda reflexión social de una época (la victoriana) en un mero y simple
ejercicio de film de terror efectista y barato. Pero más sangrante aún fue la
adaptación de “La liga de los caballeros extraordinarios”, una divertida e
ingeniosa revisión del género de superhéroes tomando como referentes a los
personajes clásicos de la literatura victoriana (Jeckyll y Hyde, Alan
Quattermain, Mina Harker, el capitán Nemo, Moriarty….) pero respetando
completamente la esencia literaria de los mismos; la adaptación
cinematográfica, burda, torpe, vulgar y efectista, no solo se limitó a convertir
a Mina en una vampira (¿?) o hacer de Dorian Grey una suerte de zombie inmortal
(¿??), sino que además introdujo un personaje de la tradición americana, Tom
Sawyer (¿???), que no tiene nada que ver con la literatura victoriana y solo
para contentar al público estadounidense; y para colmo de males, Sawyer, el
americano, en un acto que solo puede calificarse como paternalista, era el que
salvaba al muy británico Alan Quattermain y resolvía finalmente la situación (¿????).
Así pues no es de extrañar que Moore contemplase con franco escepticismo la
posibilidad de adaptar “Watchmen” al cine. Además Moore argumentaba (y aquí no
le faltaba razón) que toda las posibilidades del metalenguaje que él había
explorado en su obra se iban a perder irremediablemente en la gran pantalla: “Watchmen”
había sido concebida para el cómic y su adaptación cinematográfica no tenía
sentido.
Sin embargo, ¿cuántas obras consideradas inadaptables hemos
visto en la gran pantalla con resultados más o menos satisfactorios? Ahí están “El
almuerzo desnudo” de Borroughs adaptado por David Cronenberg, el “Cosmópolis”
de DeLillo llevado al cine por el mismo director, “El ruido y la furia” de
Faulkner, “El señor de los anillos” de Tolkien, “Muerte en Venecia” de Thomas
Mann, “Bajo el volcán” de Malcom Lowry o incluso “El tiempo recobrado” de
Proust. Así pues también había una forma
posible de llevar “Watchmen” a la gran pantalla y Zack Snyder la afrontó desde
la postura más inteligente y razonable posible: el respeto y la literalidad a
la obra original. Porque Snyder no solo respeta hasta la última coma muchas de
las líneas de diálogo del cómic, sino que además utiliza éste casi como un
story-board del film: muchas de las secuencias de la película calcan los
encuadres de las viñetas de forma casi mimética. No podemos obviar el hecho de
que cine y cómic son medios distintos y por lo tanto utilizan herramientas de
expresión diferentes, de ahí que se haga inevitable hacer ciertos cambios en
cuanto a ritmo, enfoque o plasmación artística: lo que funciona muy bien en el
cómic no tiene porqué funcionar en el cine, y si el primero es un medio que
permite un alto grado de abstracción, el segundo exige un cierto punto de
verosimilitud. Por eso mismo no entiendo ni comparto muchas de las críticas
furibundas de cierto sector del fandom hacia la película: la adaptación de
Snyder (sobre todo en su montaje definitivo, que incluso integra el relato
animado “Relatos del navío negro” en la trama, y que es de obligado visionado)
es completamente respetuosa con la obra original, tanto en el aspecto estético
(inevitablemente algunos conceptos, como el vestuario, se han adaptado para que
puedan funcionar en imagen real sin resultar ridículos) como en el argumental: la
adaptación no solamente sigue de manera escrupulosa tanto la trama como la
secuenciación de la misma, que no es precisamente lineal, sino que plantea todas
las cuestiones que ya existen en la obra. El único cambio relevante (cambiar la
“amenaza” extraterrestre final por otra que implica al personaje del Dr.
Manhatan), no solo no chirría en el film, sino que además de resultar coherente
aporta un interesante e inteligente giro argumental con respecto al cómic, pero
que igualmente está perfectamente alineado con la propuestas que este último
presenta.
“Watchmen”, tanto en el cómic como en el cine, posiblemente
continúe siendo la propuesta más seria, compleja y adulta que ha dado el género
superheroico. Pero no todas las aportaciones del género iban a ser igual de
sesudas y para demostrarlo están Mark Millar y Matthew Vaugh con su “Kick-Ass”.
Millar, dejando a un lado su obsesión de escribir historias
que puedan ser adaptadas al cine, ha tratado de ofrecer para el medio
interpretaciones del género que se alejasen de la tradición y nos mostrasen
aspectos de los superhéroes desmarcados de la convención del “héroe integro,
casto y puro” que imperaba en editoriales más conservadores como Marvel o DC.
Así pues “Wanted” (‘adaptada’ –es un decir- por Timur Berkmambetov) nos
proponía una sociedad donde todos los supehéroes habían sido aniquilados por
los supervillanos, que han tomado el control del mundo (la película de
Berkmanbetov iba por otros derroteros); “Némesis” nos planteaba una historia en
que trataba de responder a la pregunta de qué pasaría si un trasunto del Joker se
disfrazase de superhéroe; mientras que en su versión de “The Authority” los
superhéroes asumían el control del mundo para hacer frente a amenazas que gobiernos
inútiles o ineficaces eran capaces de controlar, para finalmente adoptar una
actitud despótica y autoritaria frente a la sociedad que dicen proteger.
Pero con “Kick-Ass” Millar se planteó ofrecernos una visión
desmitificadora, irónica e irreverente de los suphéroes, y escribe una historia
en la que un nerd, un ‘friki’ en toda regla fanático de los comics de
superhéroes, decide convertirse en uno para proteger a la sociedad de aquellas
amenazas urbanas (ladronzuelos, atracadores, violadores…) que los estamentos
policiales no pueden afrontar por falta de medios o recursos. Millar en el
cómic juega intencionadamente la baza de la violencia gratuita, el humor grueso
y el sarcasmo hiriente, y si bien parte de todos esos elementos se mantienen en
la adaptación de Matthew Vaughn, buena parte del vitriolo del guión de Millar
se pierde en la adaptación cinematográfica. Así pues las motivaciones del
personaje de Big Daddy, tan absurdas y ridículas como las del protagonista de
la historia, en la película se transforman en un deseo de venganza que si bien
puede resultar más comprensible para el espectador medio (que no será mayoritariamente
conocedor del cómic), hacen que se diluya buena parte de la carga irónica del
cómic.
“Kick-Ass” contará también con una secuela cinematográfica,
tan innecesaria e irrelevante como la del cómic.
Desde el Superman de Donner se ha intentado mirar al género
de superhéroes desde opticas muy diferenciadas: la mitológica, la estética, la
sociopolítica, la psicológica, la meramente lúdica… Parece difícil que se
puedan continuar haciendo análisis del mito del superhéroe ofreciendo visiones
novedosas u originales. El último intento podría ser el Thor de Alan Taylor, “Thor.
El mundo oscuro”, que, tomando como referente la mítica etapa de Walt Simonson
en la colección del personaje, trata de desmarcarse de la visión arquetípica
del personaje para ofrecernos algo más cercano a la fantasía épica. El
resultado, que fusila a partes iguales la mitología de la Tierra Media de
Tolkien y las Star Wars de George Lucas, en vistoso y entretenido, pero insustancial.
Pero el mundo del cómic continúa ofreciendo nuevas obras,
nuevos enfoques, algunos más interesantes que otros. Y siempre habrá algún
productor avispado que vea las posibilidades (comerciales) que ofrecen dichas
obras en taquilla. ¿Qué será lo próximo que veremos? La Fase II de Marvel está
en marcha y tras “Thor. El mundo oscuro” aterrizarán “Capitán América. El
soldado de invierno”, “Ant-man” y “Guardianes de la galaxia” para preparar el
terreno de la llegada de “Avenges. Age of Ultron”; la reunión de Batman y
Superman (interpretados por Ben Afleck y Henry Carvill respectivamente) está en
fase de rodaje y se espera que pueda tener su continuidad en una hipotética
película de la Liga de la Justicia; Marvel Studios no solo tiene un calendario
de estrenos cinematográficos previstos que adaptarán un buen número de
personajes de la casa, sino que también se plantea darle continuidad a su
universo en la pequeña pantalla, siguiendo la estela del éxito de “Agents of
S.H.I.E.L.D.”; “Arrow” (o para los aficionados españoles: Flecha Verde) goza de
buena salud en la televisión; Millar ha vendido los derechos cinematográficos
de “Némesis” y “Supercrocks”; los 4 Fantásticos tendrán un reboot cinematográfico (esperemos que más inspirado que el de Tim
Story)… En fin, que material para adaptar hay a patadas, otra cuestión es si
tanta saturación en el género acabará por producir tan solo películas anodinas
cuyo único objetivo es reventar taquillas o por el contrario veremos ocasionalmente
algún film con la vocación sincera de seguir indagando en las raíces del mito
superheroico para ofrecernos algo más que un producto palomitero. Como recitaba
cierto serial muy popular en los años 70: “nos vemos, en el mismo bat-canal y a
la misma bat-hora”.
(continuará…)
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