sábado, 16 de noviembre de 2013

SUPER-CINE (5ª parte... y ¿última?)



Finales de los 80 fue una época particularmente interesante para el cómic americano de superhéroes. En aquella época se afianzaron dibujantes como autores completos que aportaron un soplo de aire fresco a la industria, ofreciendo nuevas visiones de algunos de esos personajes de cómic, mayormente más sofisticadas, más complejas, más ricas. Y en este sentido se escribieron algunas etapas que hoy por hoy continúan siendo icónicas para todos los seguidores de algunas de esas series. El Darevevil de Frank Miller, Los 4 Fantásticos de John Byrne, el Thor de Walter Simonson o la Wonder Woman de George Pérez han acabado sentando cátedra y se consideran casi de forma unánime como lo mejor que se ha escrito sobre dichos personajes. Finales de los 80 también supuso una revolución en el aspecto gráfico de los personajes, y la aparición de una obra capital como “Elektra: Assassin” no solo consagró a Bill Sienkiewickz, sino que supuso la irrupción del expresionismo pictórico en un medio tan tradicional como es el cómic USA. Sin esta obra no hubiesen sido posibles la aportaciones de ilustradores como Dave McKean, Kent Williams, George Pratt, Simon Bisley o Jon Jay Muth. Además de la revolución gráfica en el medio, la irrupción de un nutrido grupo de guionistas británicos iba a trastocar los cimientos de una industria tan conservadora mediante la introducción de nuevas ideas, nuevos enfoques, nuevas formas de narrar… Y también mediante la incorporación de argumentos más sofisticados, atrevidos, adultos, irreverentes, complejos… Estamos hablando naturalmente de gente como Alan Moore, Neil Gaiman, Jamie Delano, Alan Grant, Grant Morrison… Pero en medio de tal vorágine de nuevas ideas gráficas, argumentales y narrativas, una obra iba a convertirse en canon del medio: “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons. A partir de entonces el cómic ya no volvería a ser el mismo.

“Watchmen” puede no ser ni la mejor ni la más personal obra de Alan Moore (ese honor podrían disputárselo “V de Vendetta”, “From Hell” o incluso “Un pequeño asesino”), pero sí es su obra más popular y sin duda la más influyente. “Watchmen” nació como un encargo de la DC Comics a Moore con el objetivo ofrecer un nuevo enfoque que algunos personajes procedentes de otras editoriales y que DC había incorporado recientemente a su propio elenco de superhéroes, pero Moore, aun inspirándose en dichos personajes, los cambió para crear los suyos propios y así poder trabajar con mayor libertad de movimientos. Moore se planteó su opus magna de tal forma que su objetivo principal era explorar las posibilidades metalingüísticas que le ofrecía un medio como es el de la narrativa gráfica del cómic. Así pues cada número de esta maxiserie de 12 episodios estaba complementado con artículos, entrevistas ficticias a los personajes, extractos de libros relacionados con el argumento, etc. En este sentido “Watchmen” podría verse como el equivalente en cómic de obras literarias como “El señor de los anillos” de Tolkien o “Dune” de Frank Herbert, en las que la inclusión de mapas, genealogías, glosarios, diccionarios, gráficos, apéndices, etc. forman parte intrínseca de la obra: la enriquecen, la complementan, la engrandecen. Y lo hacen de tal forma que la obra esencial no puede entenderse igual sin todos esos complementos.

Por otro lado Alan Moore se planteó en “Watchmen” toda una revisión de lo que es el género superheroico. Lo que hizo con esta obra fue en verdad una deconstrucción de dicho género y lo hizo a partir de una premisa que se convirtió en el lema publicitario con el que se promocionó la obra: “¿quién vigila a los vigilantes?”. Si los vigilantes (o superhéroes) existiesen en verdad, ¿cómo reaccionaría la sociedad civil ante ellos? ¿Serían aceptados o por el contrario rechazados de plano? ¿Cuál sería la posición de los gobiernos ante la existencia de estos personajes? ¿Intentaría regularlos, controlarlos? ¿Intentaría tenerlos en nómina para sus propios propósitos partidistas o les dejaría cierta libertad de acción pero los vigilaría de cerca para evitar que se desmadrasen? ¿Cómo se debería regular desde un punto de vista legal o judicial la existencia de estos vigilantes? Pero al mismo tiempo la obra plantearía otro tipo de preguntas. Estamos hablando de personajes que mantienen su anonimato, que se ocultan tras una máscara, personajes a los que suponemos honorables, íntegros, justos, decentes… ¿Pero cómo son realmente detrás de dicha máscara? “Watchmen” nos ofrece una visión realista, cínica, oscura y desencantada de esos personajes, alejada completamente de la tradicional visión naif y casta que nos estaba ofreciendo hasta entonces Marvel o DC, y nos descubre que tras esa máscara también se ocultan inseguridades, egomanías, perversiones, inmoralidades y desequilibrios como los que podrían afectar a cualquier ciudadano de a pie, aspectos oscuros o negativos que precisamente se ven potenciados por hecho vestir un traje llamativo y actuar de forma completamente anónima. “Watchmen” es una obra compleja, rica en lecturas e interpretaciones, que marcaría un antes y un después en el género. Cabría preguntarse si obras posteriores como “The Authority”, “Supreme Power”, “Wanted”, “The Boys” o incluso “The Ultimates” hubiesen sido posibles de no haberse escrito antes “Watchmen”.

Zack Snyder (director) y David Hayter (guionista) no lo iban a tener fácil para adaptar esta magna obra a la pantalla. El propio Moore y muchos fans (yo diría que de forma harto injusta) rechazaron de plano la adaptación incluso antes de su estreno. La postura de Alan Moore podría entenderse debido a la decepción mayúscula ante las muy mediocres adaptaciones de algunas de sus obras precedentes: “From Hell” prescindía por completo del exhaustivo trabajo de investigación histórica llevado a cabo por Moore en su estudio de Jack the Reaper, y reinventaba por completo el argumento introduciendo torpes cambios argumentales que no solo no respetaban los hechos históricos, sino que trasformaban un complejo estudio psicológico de personajes y una profunda reflexión social de una época (la victoriana) en un mero y simple ejercicio de film de terror efectista y barato. Pero más sangrante aún fue la adaptación de “La liga de los caballeros extraordinarios”, una divertida e ingeniosa revisión del género de superhéroes tomando como referentes a los personajes clásicos de la literatura victoriana (Jeckyll y Hyde, Alan Quattermain, Mina Harker, el capitán Nemo, Moriarty….) pero respetando completamente la esencia literaria de los mismos; la adaptación cinematográfica, burda, torpe, vulgar y efectista, no solo se limitó a convertir a Mina en una vampira (¿?) o hacer de Dorian Grey una suerte de zombie inmortal (¿??), sino que además introdujo un personaje de la tradición americana, Tom Sawyer (¿???), que no tiene nada que ver con la literatura victoriana y solo para contentar al público estadounidense; y para colmo de males, Sawyer, el americano, en un acto que solo puede calificarse como paternalista, era el que salvaba al muy británico Alan Quattermain y resolvía finalmente la situación (¿????). Así pues no es de extrañar que Moore contemplase con franco escepticismo la posibilidad de adaptar “Watchmen” al cine. Además Moore argumentaba (y aquí no le faltaba razón) que toda las posibilidades del metalenguaje que él había explorado en su obra se iban a perder irremediablemente en la gran pantalla: “Watchmen” había sido concebida para el cómic y su adaptación cinematográfica no tenía sentido.


Sin embargo, ¿cuántas obras consideradas inadaptables hemos visto en la gran pantalla con resultados más o menos satisfactorios? Ahí están “El almuerzo desnudo” de Borroughs adaptado por David Cronenberg, el “Cosmópolis” de DeLillo llevado al cine por el mismo director, “El ruido y la furia” de Faulkner, “El señor de los anillos” de Tolkien, “Muerte en Venecia” de Thomas Mann, “Bajo el volcán” de Malcom Lowry o incluso “El tiempo recobrado” de Proust.  Así pues también había una forma posible de llevar “Watchmen” a la gran pantalla y Zack Snyder la afrontó desde la postura más inteligente y razonable posible: el respeto y la literalidad a la obra original. Porque Snyder no solo respeta hasta la última coma muchas de las líneas de diálogo del cómic, sino que además utiliza éste casi como un story-board del film: muchas de las secuencias de la película calcan los encuadres de las viñetas de forma casi mimética. No podemos obviar el hecho de que cine y cómic son medios distintos y por lo tanto utilizan herramientas de expresión diferentes, de ahí que se haga inevitable hacer ciertos cambios en cuanto a ritmo, enfoque o plasmación artística: lo que funciona muy bien en el cómic no tiene porqué funcionar en el cine, y si el primero es un medio que permite un alto grado de abstracción, el segundo exige un cierto punto de verosimilitud. Por eso mismo no entiendo ni comparto muchas de las críticas furibundas de cierto sector del fandom hacia la película: la adaptación de Snyder (sobre todo en su montaje definitivo, que incluso integra el relato animado “Relatos del navío negro” en la trama, y que es de obligado visionado) es completamente respetuosa con la obra original, tanto en el aspecto estético (inevitablemente algunos conceptos, como el vestuario, se han adaptado para que puedan funcionar en imagen real sin resultar ridículos) como en el argumental: la adaptación no solamente sigue de manera escrupulosa tanto la trama como la secuenciación de la misma, que no es precisamente lineal, sino que plantea todas las cuestiones que ya existen en la obra. El único cambio relevante (cambiar la “amenaza” extraterrestre final por otra que implica al personaje del Dr. Manhatan), no solo no chirría en el film, sino que además de resultar coherente aporta un interesante e inteligente giro argumental con respecto al cómic, pero que igualmente está perfectamente alineado con la propuestas que este último presenta.

“Watchmen”, tanto en el cómic como en el cine, posiblemente continúe siendo la propuesta más seria, compleja y adulta que ha dado el género superheroico. Pero no todas las aportaciones del género iban a ser igual de sesudas y para demostrarlo están Mark Millar y Matthew Vaugh con su “Kick-Ass”.
Millar, dejando a un lado su obsesión de escribir historias que puedan ser adaptadas al cine, ha tratado de ofrecer para el medio interpretaciones del género que se alejasen de la tradición y nos mostrasen aspectos de los superhéroes desmarcados de la convención del “héroe integro, casto y puro” que imperaba en editoriales más conservadores como Marvel o DC. Así pues “Wanted” (‘adaptada’ –es un decir- por Timur Berkmambetov) nos proponía una sociedad donde todos los supehéroes habían sido aniquilados por los supervillanos, que han tomado el control del mundo (la película de Berkmanbetov iba por otros derroteros); “Némesis” nos planteaba una historia en que trataba de responder a la pregunta de qué pasaría si un trasunto del Joker se disfrazase de superhéroe; mientras que en su versión de “The Authority” los superhéroes asumían el control del mundo para hacer frente a amenazas que gobiernos inútiles o ineficaces eran capaces de controlar, para finalmente adoptar una actitud despótica y autoritaria frente a la sociedad que dicen proteger. 

Pero con “Kick-Ass” Millar se planteó ofrecernos una visión desmitificadora, irónica e irreverente de los suphéroes, y escribe una historia en la que un nerd, un ‘friki’ en toda regla fanático de los comics de superhéroes, decide convertirse en uno para proteger a la sociedad de aquellas amenazas urbanas (ladronzuelos, atracadores, violadores…) que los estamentos policiales no pueden afrontar por falta de medios o recursos. Millar en el cómic juega intencionadamente la baza de la violencia gratuita, el humor grueso y el sarcasmo hiriente, y si bien parte de todos esos elementos se mantienen en la adaptación de Matthew Vaughn, buena parte del vitriolo del guión de Millar se pierde en la adaptación cinematográfica. Así pues las motivaciones del personaje de Big Daddy, tan absurdas y ridículas como las del protagonista de la historia, en la película se transforman en un deseo de venganza que si bien puede resultar más comprensible para el espectador medio (que no será mayoritariamente conocedor del cómic), hacen que se diluya buena parte de la carga irónica del cómic.


“Kick-Ass” contará también con una secuela cinematográfica, tan innecesaria e irrelevante como la del cómic.

Desde el Superman de Donner se ha intentado mirar al género de superhéroes desde opticas muy diferenciadas: la mitológica, la estética, la sociopolítica, la psicológica, la meramente lúdica… Parece difícil que se puedan continuar haciendo análisis del mito del superhéroe ofreciendo visiones novedosas u originales. El último intento podría ser el Thor de Alan Taylor, “Thor. El mundo oscuro”, que, tomando como referente la mítica etapa de Walt Simonson en la colección del personaje, trata de desmarcarse de la visión arquetípica del personaje para ofrecernos algo más cercano a la fantasía épica. El resultado, que fusila a partes iguales la mitología de la Tierra Media de Tolkien y las Star Wars de George Lucas, en vistoso y  entretenido, pero insustancial.


Pero el mundo del cómic continúa ofreciendo nuevas obras, nuevos enfoques, algunos más interesantes que otros. Y siempre habrá algún productor avispado que vea las posibilidades (comerciales) que ofrecen dichas obras en taquilla. ¿Qué será lo próximo que veremos? La Fase II de Marvel está en marcha y tras “Thor. El mundo oscuro” aterrizarán “Capitán América. El soldado de invierno”, “Ant-man” y “Guardianes de la galaxia” para preparar el terreno de la llegada de “Avenges. Age of Ultron”; la reunión de Batman y Superman (interpretados por Ben Afleck y Henry Carvill respectivamente) está en fase de rodaje y se espera que pueda tener su continuidad en una hipotética película de la Liga de la Justicia; Marvel Studios no solo tiene un calendario de estrenos cinematográficos previstos que adaptarán un buen número de personajes de la casa, sino que también se plantea darle continuidad a su universo en la pequeña pantalla, siguiendo la estela del éxito de “Agents of S.H.I.E.L.D.”; “Arrow” (o para los aficionados españoles: Flecha Verde) goza de buena salud en la televisión; Millar ha vendido los derechos cinematográficos de “Némesis” y “Supercrocks”; los 4 Fantásticos tendrán un reboot cinematográfico (esperemos que más inspirado que el de Tim Story)… En fin, que material para adaptar hay a patadas, otra cuestión es si tanta saturación en el género acabará por producir tan solo películas anodinas cuyo único objetivo es reventar taquillas o por el contrario veremos ocasionalmente algún film con la vocación sincera de seguir indagando en las raíces del mito superheroico para ofrecernos algo más que un producto palomitero. Como recitaba cierto serial muy popular en los años 70: “nos vemos, en el mismo bat-canal y a la misma bat-hora”.

(continuará…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario