domingo, 24 de noviembre de 2013

MAS ALLA DEL ESTRENO... (1ª PARTE)



En el proceso de montaje de una película muchas veces hay secuencias que por las más diversas razones no acaban en el final cut que se estrena en las salas comerciales. Las decisiones de descartar una u otra secuencia pueden venir muchas veces del propio director o a veces por injerencia de los productores del film, y si bien hay veces en que esas decisiones se toman por motivos artísticos, al comprobarse que determinadas escenas no funcionan en la película como se esperaba, también hay veces que esos descartes vienen motivados por criterios estrictamente comerciales. Hay un aspecto que tanto directores como productores tienen en mente a la hora de estrenar un film: éste tiene que funcionar comercialmente en taquilla. De ahí que a veces caen del montaje final secuencias o planos debido a que pueden resultar demasiado violentos o crudos o muestran imágenes demasiado explícitas, por lo que con el objetivo de evitar una clasificación R (‘Restricted’) que limita el acceso a las salas de los menores de 17 años, es preferible suavizar el contenido de un film y permitir así la afluencia de un público más amplio. También a veces intervienen criterios de metraje, y más cuando actualmente no hay problemas en estrenar films que superan ampliamente las 2 horas de duración: cuando más corta es una película, más sesiones se pueden programar en un mismo día. Así pues los 90 minutos de duración serán siempre preferibles a cualquier cifra que supere los 120.

Sin embargo el mercado videográfico del DVD y Blu Ray ha proporcionado la oportunidad a muchos directores de presentar su propias versiones de sus films a través de ‘Director’s cuts’, ‘versiones extendidas’, ‘montajes definitivos’, etc., más acordes con su visión inicial y más personal de la película… y de paso así rentabilizar doblemente un film y obtener un mayor beneficio económico.

¿Pero cuándo empezó esta moda de editar nuevas versiones de films ya estrenados comercialmente? Posiblemente fue “El señor de los anillos. La comunidad del anillo” la película que puso de manifiesto la viabilidad comercial de este tipo de ‘ediciones especiales’ en el mercado vieográfico, pero podría decirse que hay un ilustre precedente anterior al film de Peter Jackson: “Blade Runner”.


En el año de su estreno, allá por el 1982, el “Blade Runner” de Ridley Scott se saldó con una muy discreta carrera comercial y una muy fría recepción crítica. Irónico si consideramos que hoy en día no solo es considerado un film de culto, sino que es aceptado de forma prácticamente unánime, tanto por la crítica como por los aficionados, como una obra cumbre de la ciencia-ficción y uno de los films más influyentes del género. Los productores en su momento no confiaban en la viabilidad comercial de la película, que consideraban críptica y demasiado oscura, y le impusieron al director un incongruente final feliz y una demasiado explicativa voz en off a fin de hacer el film más asequible al espectador medio. Cuando tuvo la oportunidad Scott revisó su (posiblemente) obra cumbre en 1992 y presentó un nuevo montaje más acorde con su visión inicial. Básicamente lo que hizo fue:

a) Eliminar la voz en off del protagonista
b) Añadir la controvertida escena del sueño del unicornio
c) Eliminar el impostado final feliz

Muchos aficionados reaccionaron airados antes estos cambios pues consideraban que el film original debía permanecer inalterado. Scott (en mi opinión con buen criterio) no solo hizo caso omiso de dichas críticas, sino que llevo a cabo una segunda remasterización en el 2007 en la que gracias a las nuevas tecnologías se corrigieron algunos errores técnicos y se resolvieron algunos fallos de montaje. Por ejemplo se insertó una secuencia perdida con una bailarinas semidesnudas en un escaparate callejero, se insertó la cara do Joanna Cassidy (el personaje de Zhora) en las secuencias en que su doble huye antes de ser ha abatida por Deckard, y se insertaron planos digitales en la escena final en que la paloma escapa de las manos de Roy Batty (la escena original mostraba torpemente un cielo despejado diurno cuando anteriormente la escena transcurría de noche y en mitad de la lluvia).

Scott supervisó personalmente este ‘Final cut’ que él mismo considera definitivo y yo personalmente creo que es la versión más perfecta y acertada del film. Al margen de cambios menores y/o técnicos en algunos planos y secuencias, los tres mayores cambios de esta versión final, erróneamente menospreciados por buena parte de los fans, mejoran en buena medida la película:

a) Muchos argumentan que la voz en off contribuye a darle ese aire de film noir a la película, y que su supresión es un error, pero yo creo que el error reside precisamente en su utilización. La mezcla de géneros del film (ciencia-ficción y cine negro) puede observarse en muchos aspectos del mismo, y precisamente ese aire a lo noir se aprecia en elementos como el vestuario y peluquería (el peinado años 50 de Rachel, la gabardina de Deckard, en la más pura tradición del detective hard boiled…), los decorados (los ventiladores en el techo que se observan en algunas secuencias, intencionadamente incongruentes en un film ci-fi…), la iluminación (con contraluces y fuertes contrates de fuentes de luz, emulando la expresionismo cinematográfico que tanto influyó en muchos films de género negro de los años 50 y 60…) y sobretodo el propio argumento, que bebe tanto de Phillip K. Dick (autor del relato original en que se inspira “Blade Runner”) como de Dashiel Hammet o Raimond Chandler. La voz en off no solo no aporta nada relevante en cuanto a la identificación con el género negro, sino que resulta reiterativa y en exceso explicativa, a la par que le resta misterio al film. Esta imposición por parte de los productores (que, insisto, nunca fue del agrado de Scott) contribuye a facilitar la identificación de los espectadores con el personaje de Deckard, pues lo que hace es humanizarlo; pero al mismo tiempo el resta ambigüedad al mismo, pues uno de los grandes misterios del film es la respuesta a la pregunta de si Deckard es humano o no, de si es en verdad el replicante perdido que se menciona al inicio del film.  Con la inclusión de la voz en off no hay ambigüedad posible: Deckard es humano; pero sin ella….

b)      La inclusión de la escena del sueño del unicornio (posiblemente un descarte del posterior film de Scott, “Legend”) suscitó cierta polémica pues muchos espectadores la encontraron incomprensible. Sin embargo originalmente ya se aludía a ella en el montaje original, cuando Gaft deja una figurita de origami de un unicornio en el apartamento de Deckard cuando éste huye con Rachael al final del film. Originalmente esa alusión tan solo venía a decir que Gaft había estado en su apartamento de Deckard pero que les había perdonado la vida y les permitía su huida. Con la inclusión del sueño del unicornio se refuerza la idea de que Deckard podría ser un replicante, pues da a entender que Gaft sabe cómo piensa y que conoce los recuerdos y sueños que, presuntamente, le han sido implantados; y pese a tener la sospecha de que Deckard no es humano le perdona la vida y le permite huir con Rachael, sabedor a fin de cuentas de que los replicantes, mejores en muchos aspectos que los propios humanos, tienen una fecha de caducidad que limita su longevidad a tan solo 4 años. La secuencia onírica del unicornio abre nuevos interrogantes a la naturaleza de Deckard y contribuye al tono fatalista del film. Los espectadores más observadores también sabrán encontrar una figura de un unicornio entre los juguetes del apartamento del ingeniero J. F. Sebastian, así pues la presencia de este animal mítico a lo largo del film, incluida la secuencia del sueño, resulta más intencionada de lo que pudiese aparecer a simple vista.

c)       Por último la secuencia final con el forzado ‘final feliz’ siempre fue particularmente aborrecida por Scott, y de hecho en ella se utilizaron algunos descartes de “El resplandor” filmados por Stanley Kubrick. Los productores siempre consideraron que el film era excesivamente oscuro y fatalista y por eso impusieron ese incongruente final a Scott, en el que un Deckar incuestionablemente humano huye con una Rachael que (¡oh, casualidad!) es un modelo experimental de replicante que no tiene fecha de caducidad, y por lo tanto vivieron felices y comieron perdices. Scott inicialmente había previsto un final aún más crudo y que no se llegó a rodar, en el que Rachael, consciente de que el queda poco tiempo de vida, pide a Deckard que la maté y éste accede a ello. Finalmente Scott optó por un final abrupto y abierto en que ambos huyen juntos y se asume que Deckard intentará disfrutar del breve tiempo que puede pasar junto a Rachael antes de que ésta ‘deje de funcionar’. Scott, en mi opinión con muy buen tino,  eliminó ese forzado e incongruente final feliz en su ‘director’s cut’ (las escenas de esos verdes paisajes idílicos no casan con la visión de una tierra superpoblada y contaminada, al borde del colapso, que se nos ofrece a lo largo del film, y que presenta la vida en colonias del espacio exterior como una alternativa al extenuante modo de vida en nuestro planeta), cerrando el film en la escena de la huida, con el cierre de la puertas del ascensor, dejando así abierta cualquier posibilidad futura y permitiendo al espectador elaborar su propia teoría personal sobre la naturaleza del personaje de Deckard y el futuro que le espera junto a Rachael.

Ridley Scott se aficionaría a revisar muchos de sus films en versiones extendidas y en mi opinión creo que todos ellos han ganado con dichas revisiones. Así pues las escenas añadidas en “Gladiator” o la infravalorada “El reino de los cielos” contribuyen a enriquecer y añadir matices a algunos de los personajes presentes en dichos films; en la versión extendida de “Alien”, si bien algunos insertos podrían verse como insustanciales o incluso equivocados (de hecho hay algunos planos nuevos que muestran al monstruo de manera demasiado clara, cuando la gracia del film es mostrarlo de tal forma que nunca llegamos a tener una idea clara de su tamaño o su aspecto, permitiendo que sea así mucho más grande y horrible en la mente del espectador), otros, como la escena de la muerte del personaje interpretado por Tom Skerrit a manos de la teniente Ripley, descartada inicialmente por considerarse demasiado cruda, contribuyen a potenciar la sensación de horror que se desprende a lo largo de todo el film; en cambio la revisión de “Legend”, si bien supone una considerable mejora con respecto a la versión original al añadir casi 30 minutos de metraje adicional y acercarse a la visión original que tenía Scott del film, a mí personalmente me dejaría un tanto insatisfecho por no haber incluido algunos planos y secuencias que sin embargo sí se conservan en el montaje americano del film, como la bella secuencia en que Gump restituye el cuerno cortado al unicornio macho y éste vuelve a la vida. La filmación de “Legend” fue bastante accidentada y parte del metraje se perdió irremediablemte en un incendio de los estudios Pinewood (entre otras, la secuencia en que Jack, el personaje interpretado por Tom Cruise, es obligado por las hadas a bailar una danza macabra hasta la extenuación y casi la muerte). Afortunadamente la revisión y el nuevo montaje del film se hizo en base al montaje europeo del mismo, muy superior al americano, y que difiere de este último entre otras cosas en la utilización de la maravillosa partitura de Jerry Goldsmith; además de ampliar considerablemente algunas secuencias (el enfrentamiento de Jack con la bruja del pantano, el rescate del Oona de sus compañeros en las cocinas infernales del Señor de la Oscuridad…), recuperó el final original del film, menos cursi que el del estrenado en 1985, en el cual Jack no se marcha con la princesa Lily para vivir una idílica vida juntos, sino que cada uno de ellos, plebeyo y noble, asume que ocupa un lugar diferente en el estamento social: podrán volver a reunirse, pero nunca podrán estar definitivamente juntos.


El estreno del ‘final cut’ de Blade Runner, solo en DVD y Blue Ray, demostraba que determinados films podían tener una segunda vida comercial más allá de las pantallas cinematográficas, pero también ofrecía la posibilidad de que proliferasen nuevas ‘ediciones especiales’ cuya existencia poco tenía que ver con criterios artísticos y sí con motivos puramente comerciales. Así pues la edición especial del “Star Trek” de Robert Wise tan solo añadía algunos efectos especiales adicionales (en la línea de las tan discutidas remasterizaciones de “Star Wars” llevadas a cabo por su creador, George Lucas), mientras que un ‘director’s cut’ del “Dune” de David Lynch parecía condenado a no llegar nunca a buen puerto dado en desinterés de su director a revisar una obra que en el fondo siempre había pertenecido más a su productor, el afamado (infame para algunos) Dino de Laurentis. Por otro lado Francis Ford Coppola ampliaba una de sus obras maestras indiscutidas, “El Padrino”, uniendo las tramas de la 1ª y 2ª entregas de la saga en una miniserie televisiva que si bien añadía nuevo e interesante metraje, también daba al traste con la unidad y coherencia de ambas películas vistas por separado, especialmente la 2ª donde la alternancia de tiempos entre presente y pasado que permitía trazar paralelismos entre el recorrido de vital de Don Vito Corleono (interpretado aquí por Robert de Niro) y su hijo Michael (Al Pacino) se perdía por completo en el nuevo montaje que seguía un trazado puramente lineal. 



Otras películas sí se beneficiarían de los nuevos montajes para el mercado vieográfico, como el “Amadeus” de Milos Forman o el “Apocalipse Now” de Coppola, en que las nuevas escenas añadidas ampliaban y enriquecían la trama, o la impresionante “Pat Garrett and Billy the Kid” que vería finalmente su montaje original sin censuras, llevado a cabo siguiendo las instrucciones que dejó escritas su director, Sam Peckinpah, y cuyo resultado es infinitamente superior al montaje impuesto por el productor Gordon Carroll para su estreno en 1973, en el que habían eliminado personajes como Chisum o la esposa de Carroll y suprimido escenas cruciales.



(coninuará…)

sábado, 23 de noviembre de 2013

3 DE GOLPE

El estar desplazado fuera de tu lugar de residencia hace que uno vaya con retraso a la hora de estar al día de la cartelera cinematográfica. El tener mucho trabajo tamién hace que me retrase a la hora de escribir mis comentarios. Pero como se suele decir: "nunca es tarde si la dicha es buena", así que aquí van tres críticas de golpe:

EL CONSEJERO


No deja de resultar sorprendente que un guión tan literario como el "El consejero", trufado de largos y fascinantes monólogos (cortesía de Cormac McCarthy, autor de "No es país para viejos" o "The Road", en su primer guión original para el cine), haya sido plasmado al mismo tiempo de una manera tan visual por Ridley Scott, haciendo gala de una puesta en escena elegante y ausente de efectismos. No es ni mucho menos un film fácil, pues pese a su efectiva puesta en escena la trama avanza a través de sus alambicados diálogos (para la posteridad el que recita Rubén Vlades en el film, citando a Manuel Machado) y hace uso de la elipsis con profusión. Es fácil perderse detalles de la historia si uno no presta atención a esos diálogos y se deja llevar únicamente por las imágenes igualmente fascinantes del film, pero precisamente es de agradecer que haya películas como ésta, que no se lo dan todo mascado al espectador y nos obliga a pensar y reflexionar sobre lo que nos cuentan a fin de ordenar todos los detalles de su compleja trama e intentar ir más allá de lo que nos muestra el film.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Sin duda alguna el guión de McCarthy; y Michael Fassbender, uno de los mejores actores del momento, capaz de expresar todo un amplio rango de emociones con una facilidad y una convicción pasmosas. ¿Lo peor? Que haya espectadores que no sepan valorar la complejidad de su propuesta y se limiten a despachar el film como "poco entendible".

LA CABAÑA EN EL BOSQUE


"La cabaña en el bosque" llega a nuestra pantallas con considerable retraso y con el aura de 'film de culto'... aura que, después de haber visto la película, no entiendo (ni comparto) en absoluto. La premisa inicial no puede ser más simple: un grupo de adolescentes (guapos y sexys, evidentemente) se quedan encerrados en una cabaña en un bosque donde serán atacados por... (sustitúyase los puntos suspensivos por zombies, asesinos seriales, monstruos, espectros, etc.) La presunta gracia del film radica en quién y porqué está realmente detrás de esos ataques, y una vez desvelado el secreto, éste no puede resultar más tonto. Como película para pasar el rato una tarde de domingo frente al sofá del televisor, tiene un pase. Pero, ¿film de culto???

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Yo diría que lo único bueno del film: el orgiastico festival de homenajes cinéfilos al género de terror una vez desvelada la trama hacia el final de la película. ¿Lo peor? La trama, el guión, los actores, la dirección, la música....

PRISIONEROS


En manos de un director menos escrupuloso, una historia como la de "Prisioneros" hubiese dado a un film tremendista y posiblemente repleto de efectismos, pero el canadiense Denis Vielleneuve se las arregla más que bien para hacer bascular la trama entre el thriller policiaco a lo "Seven" o "El silencio de los corderos", y el drama familiar. Villeneuve combina con acierto la investigación policial acerca de la desaparición de nos niñas con la observación del impacto dramático que dicha desaparición tiene en las familias de la niñas desaparecidas, y se sirve para ello del excelente trabajo actoral de un Hugh Jackman y un Jake Gyllenhaal pletóricos, sin desmerecer ni mucho menos las aportaciones de Melissa Leo, Paul Dano, Viola Davis, Terrece Howard o Maria Bello. La trama, que plantea temas como la venganza, la culpa o la necesidad de redención, y lo hace poniendo la mirada en la Biblia para hacer reflexionar al espectador, engancha de principio a fin, y los giros argumentales sorprenden sin resultar por ello forzados.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La lograda atmosfera malsana que impregna todo el film, y la forma hábil en como su guión evita los maniqueismos y presenta a sus personajes de forma tridimensional, ni en blanco ni en negro sino repletos de grises. ¿Lo peor? Nada.

sábado, 16 de noviembre de 2013

SUPER-CINE (5ª parte... y ¿última?)



Finales de los 80 fue una época particularmente interesante para el cómic americano de superhéroes. En aquella época se afianzaron dibujantes como autores completos que aportaron un soplo de aire fresco a la industria, ofreciendo nuevas visiones de algunos de esos personajes de cómic, mayormente más sofisticadas, más complejas, más ricas. Y en este sentido se escribieron algunas etapas que hoy por hoy continúan siendo icónicas para todos los seguidores de algunas de esas series. El Darevevil de Frank Miller, Los 4 Fantásticos de John Byrne, el Thor de Walter Simonson o la Wonder Woman de George Pérez han acabado sentando cátedra y se consideran casi de forma unánime como lo mejor que se ha escrito sobre dichos personajes. Finales de los 80 también supuso una revolución en el aspecto gráfico de los personajes, y la aparición de una obra capital como “Elektra: Assassin” no solo consagró a Bill Sienkiewickz, sino que supuso la irrupción del expresionismo pictórico en un medio tan tradicional como es el cómic USA. Sin esta obra no hubiesen sido posibles la aportaciones de ilustradores como Dave McKean, Kent Williams, George Pratt, Simon Bisley o Jon Jay Muth. Además de la revolución gráfica en el medio, la irrupción de un nutrido grupo de guionistas británicos iba a trastocar los cimientos de una industria tan conservadora mediante la introducción de nuevas ideas, nuevos enfoques, nuevas formas de narrar… Y también mediante la incorporación de argumentos más sofisticados, atrevidos, adultos, irreverentes, complejos… Estamos hablando naturalmente de gente como Alan Moore, Neil Gaiman, Jamie Delano, Alan Grant, Grant Morrison… Pero en medio de tal vorágine de nuevas ideas gráficas, argumentales y narrativas, una obra iba a convertirse en canon del medio: “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons. A partir de entonces el cómic ya no volvería a ser el mismo.

“Watchmen” puede no ser ni la mejor ni la más personal obra de Alan Moore (ese honor podrían disputárselo “V de Vendetta”, “From Hell” o incluso “Un pequeño asesino”), pero sí es su obra más popular y sin duda la más influyente. “Watchmen” nació como un encargo de la DC Comics a Moore con el objetivo ofrecer un nuevo enfoque que algunos personajes procedentes de otras editoriales y que DC había incorporado recientemente a su propio elenco de superhéroes, pero Moore, aun inspirándose en dichos personajes, los cambió para crear los suyos propios y así poder trabajar con mayor libertad de movimientos. Moore se planteó su opus magna de tal forma que su objetivo principal era explorar las posibilidades metalingüísticas que le ofrecía un medio como es el de la narrativa gráfica del cómic. Así pues cada número de esta maxiserie de 12 episodios estaba complementado con artículos, entrevistas ficticias a los personajes, extractos de libros relacionados con el argumento, etc. En este sentido “Watchmen” podría verse como el equivalente en cómic de obras literarias como “El señor de los anillos” de Tolkien o “Dune” de Frank Herbert, en las que la inclusión de mapas, genealogías, glosarios, diccionarios, gráficos, apéndices, etc. forman parte intrínseca de la obra: la enriquecen, la complementan, la engrandecen. Y lo hacen de tal forma que la obra esencial no puede entenderse igual sin todos esos complementos.

Por otro lado Alan Moore se planteó en “Watchmen” toda una revisión de lo que es el género superheroico. Lo que hizo con esta obra fue en verdad una deconstrucción de dicho género y lo hizo a partir de una premisa que se convirtió en el lema publicitario con el que se promocionó la obra: “¿quién vigila a los vigilantes?”. Si los vigilantes (o superhéroes) existiesen en verdad, ¿cómo reaccionaría la sociedad civil ante ellos? ¿Serían aceptados o por el contrario rechazados de plano? ¿Cuál sería la posición de los gobiernos ante la existencia de estos personajes? ¿Intentaría regularlos, controlarlos? ¿Intentaría tenerlos en nómina para sus propios propósitos partidistas o les dejaría cierta libertad de acción pero los vigilaría de cerca para evitar que se desmadrasen? ¿Cómo se debería regular desde un punto de vista legal o judicial la existencia de estos vigilantes? Pero al mismo tiempo la obra plantearía otro tipo de preguntas. Estamos hablando de personajes que mantienen su anonimato, que se ocultan tras una máscara, personajes a los que suponemos honorables, íntegros, justos, decentes… ¿Pero cómo son realmente detrás de dicha máscara? “Watchmen” nos ofrece una visión realista, cínica, oscura y desencantada de esos personajes, alejada completamente de la tradicional visión naif y casta que nos estaba ofreciendo hasta entonces Marvel o DC, y nos descubre que tras esa máscara también se ocultan inseguridades, egomanías, perversiones, inmoralidades y desequilibrios como los que podrían afectar a cualquier ciudadano de a pie, aspectos oscuros o negativos que precisamente se ven potenciados por hecho vestir un traje llamativo y actuar de forma completamente anónima. “Watchmen” es una obra compleja, rica en lecturas e interpretaciones, que marcaría un antes y un después en el género. Cabría preguntarse si obras posteriores como “The Authority”, “Supreme Power”, “Wanted”, “The Boys” o incluso “The Ultimates” hubiesen sido posibles de no haberse escrito antes “Watchmen”.

Zack Snyder (director) y David Hayter (guionista) no lo iban a tener fácil para adaptar esta magna obra a la pantalla. El propio Moore y muchos fans (yo diría que de forma harto injusta) rechazaron de plano la adaptación incluso antes de su estreno. La postura de Alan Moore podría entenderse debido a la decepción mayúscula ante las muy mediocres adaptaciones de algunas de sus obras precedentes: “From Hell” prescindía por completo del exhaustivo trabajo de investigación histórica llevado a cabo por Moore en su estudio de Jack the Reaper, y reinventaba por completo el argumento introduciendo torpes cambios argumentales que no solo no respetaban los hechos históricos, sino que trasformaban un complejo estudio psicológico de personajes y una profunda reflexión social de una época (la victoriana) en un mero y simple ejercicio de film de terror efectista y barato. Pero más sangrante aún fue la adaptación de “La liga de los caballeros extraordinarios”, una divertida e ingeniosa revisión del género de superhéroes tomando como referentes a los personajes clásicos de la literatura victoriana (Jeckyll y Hyde, Alan Quattermain, Mina Harker, el capitán Nemo, Moriarty….) pero respetando completamente la esencia literaria de los mismos; la adaptación cinematográfica, burda, torpe, vulgar y efectista, no solo se limitó a convertir a Mina en una vampira (¿?) o hacer de Dorian Grey una suerte de zombie inmortal (¿??), sino que además introdujo un personaje de la tradición americana, Tom Sawyer (¿???), que no tiene nada que ver con la literatura victoriana y solo para contentar al público estadounidense; y para colmo de males, Sawyer, el americano, en un acto que solo puede calificarse como paternalista, era el que salvaba al muy británico Alan Quattermain y resolvía finalmente la situación (¿????). Así pues no es de extrañar que Moore contemplase con franco escepticismo la posibilidad de adaptar “Watchmen” al cine. Además Moore argumentaba (y aquí no le faltaba razón) que toda las posibilidades del metalenguaje que él había explorado en su obra se iban a perder irremediablemente en la gran pantalla: “Watchmen” había sido concebida para el cómic y su adaptación cinematográfica no tenía sentido.


Sin embargo, ¿cuántas obras consideradas inadaptables hemos visto en la gran pantalla con resultados más o menos satisfactorios? Ahí están “El almuerzo desnudo” de Borroughs adaptado por David Cronenberg, el “Cosmópolis” de DeLillo llevado al cine por el mismo director, “El ruido y la furia” de Faulkner, “El señor de los anillos” de Tolkien, “Muerte en Venecia” de Thomas Mann, “Bajo el volcán” de Malcom Lowry o incluso “El tiempo recobrado” de Proust.  Así pues también había una forma posible de llevar “Watchmen” a la gran pantalla y Zack Snyder la afrontó desde la postura más inteligente y razonable posible: el respeto y la literalidad a la obra original. Porque Snyder no solo respeta hasta la última coma muchas de las líneas de diálogo del cómic, sino que además utiliza éste casi como un story-board del film: muchas de las secuencias de la película calcan los encuadres de las viñetas de forma casi mimética. No podemos obviar el hecho de que cine y cómic son medios distintos y por lo tanto utilizan herramientas de expresión diferentes, de ahí que se haga inevitable hacer ciertos cambios en cuanto a ritmo, enfoque o plasmación artística: lo que funciona muy bien en el cómic no tiene porqué funcionar en el cine, y si el primero es un medio que permite un alto grado de abstracción, el segundo exige un cierto punto de verosimilitud. Por eso mismo no entiendo ni comparto muchas de las críticas furibundas de cierto sector del fandom hacia la película: la adaptación de Snyder (sobre todo en su montaje definitivo, que incluso integra el relato animado “Relatos del navío negro” en la trama, y que es de obligado visionado) es completamente respetuosa con la obra original, tanto en el aspecto estético (inevitablemente algunos conceptos, como el vestuario, se han adaptado para que puedan funcionar en imagen real sin resultar ridículos) como en el argumental: la adaptación no solamente sigue de manera escrupulosa tanto la trama como la secuenciación de la misma, que no es precisamente lineal, sino que plantea todas las cuestiones que ya existen en la obra. El único cambio relevante (cambiar la “amenaza” extraterrestre final por otra que implica al personaje del Dr. Manhatan), no solo no chirría en el film, sino que además de resultar coherente aporta un interesante e inteligente giro argumental con respecto al cómic, pero que igualmente está perfectamente alineado con la propuestas que este último presenta.

“Watchmen”, tanto en el cómic como en el cine, posiblemente continúe siendo la propuesta más seria, compleja y adulta que ha dado el género superheroico. Pero no todas las aportaciones del género iban a ser igual de sesudas y para demostrarlo están Mark Millar y Matthew Vaugh con su “Kick-Ass”.
Millar, dejando a un lado su obsesión de escribir historias que puedan ser adaptadas al cine, ha tratado de ofrecer para el medio interpretaciones del género que se alejasen de la tradición y nos mostrasen aspectos de los superhéroes desmarcados de la convención del “héroe integro, casto y puro” que imperaba en editoriales más conservadores como Marvel o DC. Así pues “Wanted” (‘adaptada’ –es un decir- por Timur Berkmambetov) nos proponía una sociedad donde todos los supehéroes habían sido aniquilados por los supervillanos, que han tomado el control del mundo (la película de Berkmanbetov iba por otros derroteros); “Némesis” nos planteaba una historia en que trataba de responder a la pregunta de qué pasaría si un trasunto del Joker se disfrazase de superhéroe; mientras que en su versión de “The Authority” los superhéroes asumían el control del mundo para hacer frente a amenazas que gobiernos inútiles o ineficaces eran capaces de controlar, para finalmente adoptar una actitud despótica y autoritaria frente a la sociedad que dicen proteger. 

Pero con “Kick-Ass” Millar se planteó ofrecernos una visión desmitificadora, irónica e irreverente de los suphéroes, y escribe una historia en la que un nerd, un ‘friki’ en toda regla fanático de los comics de superhéroes, decide convertirse en uno para proteger a la sociedad de aquellas amenazas urbanas (ladronzuelos, atracadores, violadores…) que los estamentos policiales no pueden afrontar por falta de medios o recursos. Millar en el cómic juega intencionadamente la baza de la violencia gratuita, el humor grueso y el sarcasmo hiriente, y si bien parte de todos esos elementos se mantienen en la adaptación de Matthew Vaughn, buena parte del vitriolo del guión de Millar se pierde en la adaptación cinematográfica. Así pues las motivaciones del personaje de Big Daddy, tan absurdas y ridículas como las del protagonista de la historia, en la película se transforman en un deseo de venganza que si bien puede resultar más comprensible para el espectador medio (que no será mayoritariamente conocedor del cómic), hacen que se diluya buena parte de la carga irónica del cómic.


“Kick-Ass” contará también con una secuela cinematográfica, tan innecesaria e irrelevante como la del cómic.

Desde el Superman de Donner se ha intentado mirar al género de superhéroes desde opticas muy diferenciadas: la mitológica, la estética, la sociopolítica, la psicológica, la meramente lúdica… Parece difícil que se puedan continuar haciendo análisis del mito del superhéroe ofreciendo visiones novedosas u originales. El último intento podría ser el Thor de Alan Taylor, “Thor. El mundo oscuro”, que, tomando como referente la mítica etapa de Walt Simonson en la colección del personaje, trata de desmarcarse de la visión arquetípica del personaje para ofrecernos algo más cercano a la fantasía épica. El resultado, que fusila a partes iguales la mitología de la Tierra Media de Tolkien y las Star Wars de George Lucas, en vistoso y  entretenido, pero insustancial.


Pero el mundo del cómic continúa ofreciendo nuevas obras, nuevos enfoques, algunos más interesantes que otros. Y siempre habrá algún productor avispado que vea las posibilidades (comerciales) que ofrecen dichas obras en taquilla. ¿Qué será lo próximo que veremos? La Fase II de Marvel está en marcha y tras “Thor. El mundo oscuro” aterrizarán “Capitán América. El soldado de invierno”, “Ant-man” y “Guardianes de la galaxia” para preparar el terreno de la llegada de “Avenges. Age of Ultron”; la reunión de Batman y Superman (interpretados por Ben Afleck y Henry Carvill respectivamente) está en fase de rodaje y se espera que pueda tener su continuidad en una hipotética película de la Liga de la Justicia; Marvel Studios no solo tiene un calendario de estrenos cinematográficos previstos que adaptarán un buen número de personajes de la casa, sino que también se plantea darle continuidad a su universo en la pequeña pantalla, siguiendo la estela del éxito de “Agents of S.H.I.E.L.D.”; “Arrow” (o para los aficionados españoles: Flecha Verde) goza de buena salud en la televisión; Millar ha vendido los derechos cinematográficos de “Némesis” y “Supercrocks”; los 4 Fantásticos tendrán un reboot cinematográfico (esperemos que más inspirado que el de Tim Story)… En fin, que material para adaptar hay a patadas, otra cuestión es si tanta saturación en el género acabará por producir tan solo películas anodinas cuyo único objetivo es reventar taquillas o por el contrario veremos ocasionalmente algún film con la vocación sincera de seguir indagando en las raíces del mito superheroico para ofrecernos algo más que un producto palomitero. Como recitaba cierto serial muy popular en los años 70: “nos vemos, en el mismo bat-canal y a la misma bat-hora”.

(continuará…)

lunes, 11 de noviembre de 2013

SUPER-CINE (4ª parte)



El planteamiento cinematográfico de “Los Vengadores” difiere en cierto modo de cualquiera de los films de superhéroes que le ha precedido, esencialmente porque su debut en la gran pantalla venía precedido de un hábil plan comercial que consistía en presentar previamente a sus protagonistas en otros films, de tal forma que Whedon podría ahorrarse el tener que hacer las consabidas cartas de presentación.

A diferencia de grupos como los 4 Fantásticos o los X-Men, los componentes de los Vengadores ya gozaban de sus propios título individuales y habían demostrado ser capaces de llevar el peso argumental de una serie por si solos. Tal es el caso de Hulk, Iron-man, Thor y el Capitán América. Precisamente uno de los defectos achacables a la franquicia mutante de los X-Men es que se ha cargado en exceso las tintas en el personaje de Lobezno (el más popular del grupo), mientras que otros personajes a priori igual de interesantes quedaban algo desdibujados en el guión. Marvel Studios tenía muy claro que antes de acometer un proyecto mastodóntico como el de “Los Vengadores”, previamente tenía que dar a conocer al gran público a sus protagonistas principales, mostrar sus orígenes y hacer que estos personajes fuesen reconocibles por los espectadores, de este modo cuando Whedon asumiese la tarea de plasmar en pantalla las aventuras de ‘los héroes más poderosos de la tierra’, no tendría por qué consumir metraje en explicar sus orígenes y podría ir directamente al grano, es decir: construir un film de acción pura de principio a fin.

Uno de los principales elementos que hacen que un film como “Los Vengadores” funcione es su acertado casting: Robert Downey Jr. derrocha carisma interpretando a Tony Stark, Chris Evans se cree plenamente su papel del héroe de guerra Steve Rogers, y Chris Hemsworth luce palmito en la piel de Thor. Cada uno de estos personajes ha sido debida y hábilmente presentado en su propio film (con mayor o menor acierto en su puesta en escena), de tal forma que Whedon puede dedicarse a plantear las semillas de su relación conjunta, porque si algo se le da bien a Joss Whedon es precisamente dibujar personajes y hacer que estos interactúen ingeniosamente dentro de la trama. Así que conociendo a Thor, Hulk, Iron-man, la Viuda Negra y Hawkeye, solo nos queda esperar a ver cómo se van a llevar en pantalla y disfrutar del espectáculo. Porque “Los Vengadores” es simplemente eso: espectáculo. Un aparatoso y ruidoso castillo de fuegos artificiales que combina con acierto humor y acción pura, pero al que no hay que pedirle más: ni profundidad psicológica, ni análisis del mito superheroico, ni revisión oscura de los referentes en los que se inspira, ni nada similar. Y es difícil hablar del film de Whedon sin relacionarlo con las aportaciones previas de Leterrier, Favreau, Branagh o Johnston, porque todas ellas forman parte intrínseca de un mismo producto. En el fondo todos estos films configuran un todo a modo de crossover como los que se plantean en el mundo del cómic, y para que el espectador no se despiste, sus guionistas han elaborado toda una trama de guiños que hacen referencia a las otras películas de lo que se ha llamado “Marvel Fase I” y que tendrá su continuación en una “Marvel Fase II”, y de este modo construir un universo cinematográfico similar al que existe en los cómics (la franquicia mutante, en manos de la Fox, no participa de este mismo universo debido a que la propiedad de los derechos cinematográficos de mutantes y vengadores están en manos de productoras diferentes). Y la forma más hábil de conectar unos films con otros ha sido a través del uso de las escenas post-créditos finales para crear unas cada vez más altas expectativas. Así de este modo Tony Stark hace una aparición fugaz en el film de “Hulk”, Nick Fury aparece al final de  “Iron-man” para reclutarle para su proyecto Vengadores, Fury también aparecerá al final del “Capitan América” con la intención de completar el grupo, en la escena post-créditos de “Iron-man 2” vemos como el agente Coulson ha encontrado el martillo Mjolnir en el desierto de Nevada, en el propio film de “Thor” Hawkeye hace un breve cameo,  y en sus  créditos finales introducen el cubo cósmico (Teseracto) y al futuro villano de “Los Vengadores” (Loki), la escena post-créditos del film de Whedon revela a Thanos, el futuro villano de “Guardianes de la galaxia”, mientras que la de “Thor. El mundo oscuro” nos muestra a otro de los personajes de dicho film, el Coleccionista, al tiempo que introduce el concepto de las gemas del infinito. Y seguramente veremos más pistas en “Capitan América. El soldado del invierno” que nos conducirán a la culminación de la “Marvel Fase II”: “The Avengers. Age of Ultron”.


Así pues cada vez más el género superheroico en el cine se convierte en un elaborado producto comercial cuyo principal objetivo es enganchar al espectador en una franquicia cada vez más alambicada.

El género continuará dando productos que lo que buscan es simplemente entretener sin devanarse los sesos, y ahí tendremos ofertas como las (torpes) continuaciones de “Iron-man”, salvables únicamente por ver de nuevo a Robert Downey en la piel de Tony Stark, las aventuras de Lobezno en solitario aunque no del todo desvinculado de sus compañeros mutantes, o la ingeniosa mirada al pasado del “X-Men. La primera generación”, que no dejan de ser films mejor o peor resueltos desde un punto de vista técnico, pero que realmente no aportan nada novedoso al género. La contrapartida a tanta ‘ligereza’ la ofrecerá Zack Snyder con su “Man of Steel”  bajo los auspicios de Christopher Nolan en calidad de productor.

Cuando Singer se hizo cargo del personaje de Superman planteó su “Superman Returns” en parte como un sentido homenaje al film de Richard Donner, pero también como una suerte de secuela encubierta de “Superman II”, pues una escena rodada por Donner que acabó en el suelo de la sala de montaje cuando Richard Lester entró en el proyecto, incluía un momento sexual entre Superman y Lois Lane. Fue esa secuencia la que inspiró en parte el argumento de este “Superman Return”, que es un film tan impecable en su factura técnica como insulso en su resolución argumental. Y el principal problema con el que tuvo que lidiar Singer es su indisimulada admiración sobre el film original, que le impide desmarcarse del mismo para ofrecer un producto más original y personal. Snyder no tuvo tal problema y su visión del personaje no solo se aleja de cualquiera de los films precedentes, sino además de las versiones del mismo que hasta ahora nos habían ofrecido los comics de DC. Si Nolan trató de impregnar de realismo y verosimilitud su plasmación del personaje de Batman a la gran pantalla (a fin de cuentas Batman es un héroe sin superpoderes), y el resultado es algo más próximo al thriller y el neo noire, Snyder no rehúye los elementos fantásticos pero los resitúa en un contexto diferente. En los comics de superhéroes hay cierta idiosincrasia, ciertas premisas tanto estéticas como argumentales que le confieren identidad en cuanto a género, pero Snyder parece querer dinamitar todas ellas para ofrecernos algo más próximo a la ciencia-ficción, como demuestran las elaboradas escenas iniciales del Jor-el en el planeta Krypton. No carece de ironía el hecho de que el “Superman” de Donner se presentase como un film de ciencia-ficción pues los superhéroes aún no se habían constituido en género cinematográfico, mientras que este “Man of Steel” en pleno auge del género, opte por postulados más propios de la ciencia-ficción y la space opera.

Es de Suponer que Christopher Nolan, productor del film, tuvo mucho que ver en este giro del personajes hacia enfoques ciertamente insospechados. El film de Snyder carece del humor del de Donner, pero cambio potencia mucho más su sentido trágico. Este nuevo Superman es un alien, un outsider que trata de vivir al margen de la sociedad por miedo al rechazo. El guión de “Man of Steel” no ahonda tanto en la raíz del mito solar como lo hacía “Superman”, pero en cambio sí pone más de relieve la condición mesiánica del personaje. En su búsqueda de verosimilitud el film trata de plantearse como sería un personaje similar si existiese de verdad, y esa misma intención de realismo es la que termina por traicionar la esencia propia del personaje tal como lo conocíamos en los cómics. Eso no significa que sea un mal film, que no lo es. Al contrario: “Man of Steel” es una gran película fantástica por más que abuse de las escenas de destrucción masiva, que terminan por ser aparatosas y algo cansinas. Pero hay en el film una profunda intención de entender al personaje desde una perspectiva casi religiosa: pues aquí más que nunca Superman es el enviado de los cielos para salvar a la humanidad. Se le puede achacar que algunos personajes aparezcan algo desdibujados (Amy Adams es una gran actriz, pero en este film tiene que lidiar con un rol de escasa entidad), pero otros están francamente bien elaborados: un Jor-el interpretado con prestancia por Russell Crow, personaje que adquiere la condición de “padre en los cielos” tras su muerte; un Zod asumido de manera enérgica por Michael Shannon; pero sobretodo un Kal-el Superman interpretado con absoluta entrega por Henry Carvill. Carvill no solo llena como nadie lo había hecho hasta ahora las mallas azules del disfraz de Superman, sino que además demuestra convicción al mostrar el sentido trágico de la existencia del personaje, sus dudas a la hora de asumir su rol mesiánico, su dolor al afrontar los límites de su humanidad… El momento más polémico del film es sin duda cuando Superman, en su intento de detener a Zod e impedir que mate a gente inocente, le rompe el cuello. Es sin duda la mayor traición a un personaje de cómic que se haya plasmado nunca en una pantalla de cine, pues una de las características inherentes a un super-héroe es que éste no mata y siempre se las arregla para entregar a los villanos a la justicia. Y en este sentido no hay personaje más íntegro y consecuente que Superman. Sin embargo ya comantaba antes que Snyder se aleja de las convecciones del género, se acerca a los postulados de la ciencia-ficción, y opta por un tono más realista (dentro del realismo que puede uno esperar en el contexto del género fantástico). Así pues ese acto último de Superman, acto que redunda aún más en el sentido trágico que Snyder quiere conferirle al personaje, es un acto plenamente coherente con el tono del film. ¿Qué haría Superman para evitar que un villano asesinase impune y cruelmente a un inocente? ¿Qué haría si la única solución posible fuese matar al villano? ¿Se mantendría fiel a sus principios morales o los abandonaría en aras de un bien mayor? En los cómics los héroes siempre encuentran un último recurso ingenioso para evitar enfrentarse a dicho dilema moral o incluso se benefician de la intervención de un inesperado deux ex machina. Pero es evidente que Snyder no quiere ahórrale dicho dilema a su personaje, le obliga a enfrentarse a él y tomar una decisión que por muy dolorosa que sea supone el menor de los males. No podemos obviar el hecho de que Superman fue creado por Jerry Siegel y Joe Shuster en 1932, antes de la 2ª guerra mundial, cuando los Estados Unidos vivían una época mucho más inocente que la actual. En aquella época era perfectamente creíble que un personaje pudiese encarnar los valores más positivos y tradicionales del american way of life. Pero el Superman de Snyder y Nolan es en cierto modo el reflejo de todo lo que ha sufrido los EEUU después: la 2ª guerra, la guerra fría, los asesinatos de Kennedy y Martin Luther King, Vietnam, el Watergate, la era Reagan, la guerra del golfo, los conflictos de oriente medio, George Bush Jr., el 11S, el terrorismo global, la matanza de Columbine, los escándalos destapados por wikileaks… No hay pues cabida para la inocencia en un personaje como Superman, cuya versión original se ha vuelto anacrónica, y sí hay sitio para el desencanto, la desilusión y el cinismo.


Muchos fans del personaje se han sentido molestos por esa revisión trágica y oscura ofrecida por Zack Snyder, pero yo aplaudo su valentía de ir en contra de los convencionalismos y ofrecer una versión personal en vez de repetir de nuevo lo que ya habíamos visto antes.

Tanto Nolan como Snyder han afrontado el género de superhéroes desde una óptica poco convencional y alejada del divertimento que nos habían ofrecido otros ilustres precedentes. Esa búsqueda de realismo ya la había asumido el mismo Zack Snyder anteriormente en su adaptación de una obra canónica del género: “Watchmen”, pero también otros directores lo han hecho con un enfoque mucho más cómico rayano en la irreverencia, como demuestra “Kick-Ass”.

(continuará…)