Este blog empezó siendo una especie de diario personal. Luego empecé a hablar comics, de teatro, de literatura fantástica, y sobretodo de cine, mucho cine. Al final se ha acabo convirtiendo en un compendio de reseñas y "estudios" de temas diversos, casi siempre relacionados con el 7º ARTE
jueves, 31 de diciembre de 2015
DESDE LAS CENIZAS
¿Cuando podemos otorgarle a un cineasta la categoría de autor? Supongo que cuando somos capaces de reconocer en él unas constantes estílisticas, narrativas o temáticas que definen el grueso de su cinematografía. En este sentido Alejandro Gonzáles Iñárritu es, sin lugar a dudas, un verdadero autor.
El realizador mexicano se dio a conocer mundialmente en el año 2000 con "Amores perros", film en el que ya se perfilaban algunas de sus constantes: la crítica social, la construcción alambicada de sus guiones, la crudeza narrativa y sobretodo su obsesión (algunos dirán sobre-explotación) en el dolor humano. Esas mismas constantes las volveremos a encontrar en "21 gramos" (2003) y "Babel" (2006), todas ellas en colaboración con el guionista Guillermo Arriaga. Es curioso como incluso en "Babel", film que en primera instancia podría decirse que habla de la incomunicación, Iñárritu y Arriaga vuelven a hablar del dolor humano; mientras que un film como "Lost in traslation" (Sofia Coppola, 2003) trata de mostrarnos que la dificultad de comunicación conduce primero al desconcierto pero finalmente, en un giro bastante optimista, al encuentro de almas solitarias, "Babel" insiste en el hecho de que la incomunicación deriva en frustración, fracaso y en última instancia sufrimiento.
Las diferencias creativas entre Arrigaga e Iñárritu les llevaron a romper su asociación creativa, de manera que su siguiente film, "Biutiful" (2009), lo escribió en colaboración con Nicolás Giacobonne y Armando Bo. Pese a la buena acogida crítica (y al impresionante trabajo actoral de Javier Bardem), yo lo considero el film más cuestionable de toda su carrera. La ausencia de Arriaga se hace notar, y al contrario que sus 3 largometrajes anteriores, que giraban en torno a historias entrelazadas con un nexo común y se construían sobre un guión fragmentado en forma de puzzle, en esta ocasión Iñárritu se fija en un único personaje principal y utiliza una simple narración secuencial. No es tanto el cambio estilístico lo que me molesta de este film, como la manera, más indecente que incisiva, en como Iñárritu retrata el dolor humano. En este sentido el personaje de Bardem ejemplifica la quintaesencia de la obra de Iñárritu, pero llevada al paroxismo. Hay un cierto sadismo gratuito en la forma en como el director mexicano narra la dramática odisea del personaje principal, Uxbal, recreándose a veces innecesariamente en los aspectos más negativos del relato, y enmarcándolo todo en una estética feista para recalcar aún más la tragedia personal de Uxbal, buscando siempre la incomodidad del espectador en un gesto que podría interpretarse como dogmático y a la vez demagógico.
Consciente quizás de que ya no puede explotar más el sufrimiento humano, Iñárritu nos ofrece en el año 2013 un curioso cambio de registro, en lo que el define su primera incursión en la comedia: "Birdman" (de la cual publiqué aquí mi comentario). Llamar comedia a dicho film es harto cuestionable. Hay dosis de humor en "Birdman", sí, pero es un humor negro, seco, cargado de ironía y sarcasmo. Más que buscar la risa del espectador, lo que persigue "Birdman" es su complicidad a la hora de juzgar y cuestionar muchos de los temas que trata. Hay mucho vitriolo en esta película: hacia el mundo del cine, del teatro, del arte en general, hacia los actores y los artistas, hacia los periodistas y hacia el público que acude a ver esas películas y obras. Formalmente quizás sea la película más compleja de Iñárritu, filmada en un único, prodigioso, vertiginoso y falso plano secuencia, en el que el director de fotografía Emmanuel Lubezki hace un auténtico tour de force técnico y artístico, alarde virtuoso que se conjuga a la perfección con la percusiva partitura musical de Antonio Sanchez. Hay también otro aspecto que es constante en toda la filmografía de González Iñárritu y de nuevo lo volvemos a encontrar en esta película: su indudable capacidad para la dirección de actores. Ha sacado auténtico oro de las interpretaciones de Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro (en "21 gramos"), de Brad Pitt y Cate Blanchet (en "Babel"), de Javier Bardem (nominado al Oscar por "Biutiful"), o de Michael Keaton y Edward Norton en esta última. "Birdman" se llevaría, con todo merecimiento, 4 premios Oscar en el año 2015: a la mejor película, mejor director, mejor guión y mejor fotografía.
En este 2016 nos llegará el próximo film de Alejandro González Iñárritu, "The Revenant" ("El renacido"), film que parte dispuesto a ponérselo difícil a sus competidores en los próximos premios Oscar 2015. Basada en una novela de Michael Punke e interpretada en sus papeles principales por Leonardo DiCaprio y Tom Hardy, supone un nuevo cambio de registro en la filmografía del director mexicano. Repite con su habitual e imprescindible Emmanuel Lubezki en la fotografía, pero firma el guión con un nuevo colaborador: Mark L. Smith.
La historia, ambientada a principios del siglo XIX, nos narra la odisea de Hugh Glass (DiCaprio), que tras ser atacado por un oso mientras cazaba con su hijo mestizo y otros exploradores, es dado por muerto y emprede un viaje de regreso para vengar la muerte de su hijo a manos de uno de sus compañeros exploradores (Hardy).
A primera vista la historia podría resultar un vulgar survival, pero son muchos los factores que le otorgan una lectura mucho más compleja y más rica. Iñárritu nos habla de venganza, pero también de redención, y como ésta última no se obtiene a través de la primera, sino a través de la aceptación de los demonios personales. El personaje que interpreta DiCaprio acepta con cierto estoicismo los emvites de su compañero (Hardy) e impide que su hijo reaccione ante los mismos con violencia. Pero cuando observa con impotencia como éste último es asesinado por el primero, la rabia crece en su interior con violencia, y es esa misma rabia la que le dará las fuerzas necesarias para renacer, casi literalmente, de la tumba. No es el afán de justicia sino la sed de venganza lo que le motiva, pero en su camino Glass se encontrará con otros personajes que, lejos de hacerle desistir de su propósito, no harán sino, en cierto sentido, allanar su camino hacia la venganza. Al final Glass deberá enfrentarse al dilema de aceptar el camino de la redención, y por lo tanto conservar su humanidad, o ceder a sus deseos más primarios, y convertirse así en un animal.
Estilisticamente "The revenant" es un film poderoso. Si en "Birdman" Iñárritu se atrevia a narrar la historia en un único (falso) plano secuencia, en esta ocasión se atreve a poner a sus actores en más de un aprieto haciéndoles rodar en los helados parajes de Tierra de Fuego o la Columbia Británica, sacando un extraordinario partido del formato panorámico. Los paisajes nevados, agrestes, indómitos de esos parajes son mostrados en el film con una belleza dura, salvaje, que a mi me recuerda aquella expresión que hace referencia a la "belleza de la tormenta". Iñárritu los filma con un indudable gusto, pero pondiendo de relive tanto su mordiente belleza como el caracter indómito de los mismos. Y se sirve del caracter indómitos de sesos mismos paisaje, que ponen a prueba la voluntad del individuo, para subrayar aún más la soledad del protagonista.
“The revenant” es una película que exuda fisicidad por todos sus poros. Después de un ejercicio más intelectualizado como era “Birdman”, cuyo guion giraba en torno a temas como el proceso creativo, la necesidad de reconocimiento artístico, la sumisión del arte a los caprichos de la demanda comercial o la percepción del espectador del producto artístico, ahora Iñárritu siente la necesidad de expresarse a través de una historia mucho más básica, más primaria, que no quiere decir necesariamente más simple. Los largos diálogos de aquella, presencia de voz en off del protagonista incluida, son ahora sustituidos por una casi total ausencia de la voz humana. Los diálogos en “The revenant” son parcos y directos, y es el trabajo gestual de los actores el que cobra aquí una mayor importancia. Tom Hardy vuelve a hacer una demostración de auténtica capacidad interpretativa, demostrando que es capaz de expresar mucho con su aparente laconismo; pero es sin duda Leonardo DiCaprio quien se lleva la parte del león en esta ocasión, expresándose a través de la mirada, del gesto y de la garganta, haciendo uso de la palabra solo cuando es imprescindible. En este sentido, la parquedad de los diálogos, además de otorgar un mayor protagonismo al aspecto visual del film, permite al espectador reinterpretar aspectos de la historia a su gusto. Es decir: casi todo en este film se explica a través de las imágenes, sin necesidad de dar mayores explicaciones, dejando algunos aspectos de la trama en una suerte de misterio argumental que será resueltos por el propio espectador, esté versado o no en el periodo histórico en que se desarrolla la historia. Esto es especialmente evidente en las diferentes escenas que describen tanto los ataques de los indios como las matanzas de los colonos, en las cuales no se nos explican las motivaciones de unos u otros, contribuyendo con ello a recrear un entorno pesadillesco en el que se mueven los protagonistas. La crudeza, lo indómito del entorno, es potenciado aún más por el espléndido trabajo de fotografía de Emmanuel Lubezki, que ahonda en los tonos fríos, azulados, del paisaje invernal.
El film está repleto también de imágenes en enorme fuerza simbólica, siendo la más potente, pero no lá única, el momento en que este renace a la vida tras haber sido abandonado y dado por muerto.
Dificultad técnica, secuencia del oso, los ataques de los indios, preciosismo formal, planos creativos inovadores, trabajo actoral, música de Riuicho Sakamoto.
Es difícil destacar una sola de las imágenes o secuencias de este poderoso film, que abunda en momentos de tétrica belleza y de indudable carga simbólica, siendo el más evidente el momento en que Glass 'renace' a la vida tras haber sido abandonado y dado por muerto tras sufrir una autentica tortura (en manos de la osa que le ataca) y su posterior calvario (siendo trasladado en una camilla sin poder hablar o moverse). Glass se convierte así en una suerte de versión retorcida del héroe solar, que en la mitología judeo-cristina equivaldría a la figura de Jesucristo. Si Cristo sufre, muere como hombre, y luego renace como ente divino para redimir al ser humano, Glass muere como hombre y renace como ira de Dios para castigarle, poniendo de relieve la animalidad inherente en ese mismo ser humano, animalidad a la que el propio Glass no es ajeno.
Hay muchas otras secuencias potentes en "The revenant". Una de ellas es sin duda el arranque de la película, con el primer ataque de los indios al campamento de cazadores de pieles, en el que hay planos y movimientos de cámara de tal virtuosismo y complejidad técnica que el espectador no podrá menos que preguntarse cómo han sido llevados a cabo. Pero posiblemente el momento que quede en la memoria y la retina del espectador sea el ataque de la madre oso al personaje que interpreta DiCaprio, una escena de tal brutalidad y tal tensión que se hace casi insoportable.
Estamos sin duda ante uno de los films del año, uno que además confirma a su director como uno de los directores con mayor personalidad del actual panorama cinematográfico.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La puesta en escena de Alejandro González Iñárritu, de enorme carga dramática e incuestionable belleza plástica. ¿Lo peor? Nada.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
VIAJE A SILS MARIA
Antes de “Viaje a Sils Maria” (“Clouds of Sils Maria”, 2015) solo había visto un film de Olivier Assayas, “Carlos” (2010), que realidad es una miniserie de televisión remontada y reconvertida en largometraje para ser estrenada en salas comerciales. El largometraje, visto en Cannes, tuvo una muy buena acogida comercial, pese a que, según se comentaba, su montaje final sufría por los recortes a los que fue sometido para que pudiese verse en las salas de exhibición cinematográfica. Lo que yo vi en su momento realmente no fue el largometraje, sino la miniserie televisiva tal como fue concebida originalmente, y he de creer que dicho montaje es más completo, complejo y rico que el exhibido en el festival de Cannes. Sea como fuere, “Carlos”, que recorre a través el tiempo la vida y ‘milagros’ de uno de los terroristas más buscados por la interpol, miembro del Frente para la Liberación de Palestina, conocido como ‘El Chacal’ y considerado un verdadero héroe en muchos países del mundo árabe. El aspecto más destacable de aquel film de Assayas es sin duda la mirada que el director arroja sobre el protagonista, nunca para juzgarle o criminalizarle, pero tampoco para entronizarlo. Olivier Assayas ofrecía un retrato personaje de un personaje complejo y poliédrico, reprochable en cuanto a sus actos pero provisto al mismo tiempo de un enorme carisma, y lo hacía con un discurso objetivo y desprovisto de intención moralizante.
“Viaje a Sils Maria” se estrenó en nuestro país antes del verano, pero no ha sido sino hasta hace poco cuando he tenido ocasión de verla. No tengo una visión global de la filmografía de Assayas como para hacerme a la idea de si este último largometraje suyo posee un discurso coherente con el resto de sus otros films, pero sí me sorprende que la narración frenética de “Carlos” de paso ahora un estilo más reposado, más calmado, donde el paisaje, y sobre todo la palabra, tienen un mayor protagonismo. Si “Carlos” estaba planteada como un estilizado pseudo-documental, “Viaje a Sils Maria” adquiere a veces tono de telefilm, rehuyendo cualquier tipo de manierismos estéticos (salvo en muy puntuales momentos) para centrarse en un complejo juego de espejos.
La protagonista de la historia, Maria Enders, es una actriz francesa consagrada, curtida en el cine y el teatro, que debutó siendo muy joven con una obra en la que interpretaba a una suerte de Lolita arribista y lesbiana que seduce a una mujer madura y la conduce al suicidio. Es papel le marcó de por vida y ha perfilado su carácter, identificándose con el personaje, y defendiendo su opción de libertad frente a la sumisión y cobardía de la mujer madura víctima de la seducción. Maria Enders, acompañada de su joven asistente norteamericana, Valentine, vuelve a Suiza, al lugar donde transcurre la obra y donde fue escrita originalmente, y se le ofrece la oportunidad de volver a interpretarla en los teatros londinenses, pero no haciendo ahora haciendo el papel de la joven seductora, sino el de la madura víctima. Inicialmente rechaza la oferta, pues, aunque ahora mismo ella es una mujer madura, aún continúa viéndose reflejada en el papel de la joven. Finalmente aceptará la oferta, y poco a poco, durante los ensayos, aprenderá a ver las similitudes entre ella y el personaje que interpreta. Nacerá entonces una suerte de comprensión hacia dicho personaje, y al mismo tiempo un rechazo hacia la joven seductora, a la que ahora ve como arribista, caprichosa, cruel y manipuladora. El papel de la lolita seductora recaerá en una emergente y joven actriz norteamericana de nombre Jo-Anne Ellis.
Son muchas las lecturas que ofrece este film en cuanto a la confusión entre arte y vida, entre ficción y realidad. En los momentos en que Maria ensaya la obra con su joven asistente tenemos dudas sobre si a lo que estamos asistiendo es a una mera representación o a una expresión sincera de la realidad. Curiosamente la asistente es la que ayudará inicialmente a Maria a aceptar, comprender y asumir el papel de la mujer madura, defendiendo la actitud de esta frente a la vida, en contraposición a los caprichos reprobables y pueriles de la joven seductora. Durante esas lecturas de la obra se llega a establecer entre ellas una cierta complicidad, que cierta forma viene a ser un reflejo de los papeles que interpretan. La complicidad entre Maria y su asistente no encuentra reflejo en la relación de la primera con la actriz que ahora interpretará el papel al que dio vida en su juventud. De hecho hay un momento hacia el final del film, durante los primeros ensayos de la obra, en el que se pone de manifiesto tanto la incipiente rivalidad actoral entre ambas, como la incapacidad de Maria para desprenderse del papel que interpretó antaño (el de la joven seductora) y asumir el papel que debe interpretar ahora (el de la mujer madura), estableciéndose así un nuevo juego de espejos entre las actrices y los roles que interpretan.
La elección del trio protagonista no puede ser más (mal) intencionado. Assayas cede el papel del Maria Enders, el más jugoso, el más complejo y poliédrico de la función, a toda una institución de la escena cinematográfica francesa: Juliette Binoche, que aporta savoir faire, clase y distinción a su rol. Binoche está simplemente extraordinaria en su papel, lleno de matices, y que ella interpreta con una apabullante naturalidad y desenvoltura. En contraposición a la elegancia natural en como la Binoche se desenvuelve en la pantalla, los papeles de la asistente de la diva y de la actriz emergente, recaen respectivamente en Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz, dos actrices, norteamericanas para más señas, que no pueden resultarme más irritantes. Los mohines afectados de una y otra a mí personalmente me provocan dentera, y se me antoja que Assayas ha buscado expresamente dos actrices cuya vulgaridad no hace sino poner más en relieve la clase de la diva francesa.
Veo mucha ironía en la elección de las actrices, que parece obedecer a una encendida defensa de la forma de hacer cine francesa (más ‘autoral’, más ‘artística’, más ‘intelectual’), frente a los modos de la industria norteamericana (más comercial y ‘populista’). En este sentido resulta particularmente ilustrativo el discurso que mantienen la Binoche y Stewart en una escena de la película, donde el personaje interpretado por Kristen Stewart hace una encendida y sincera defensa de la interpretación de la Moretz en una película de superhéroes mutantes. El diálogo resulta aún más vitriólico porque Assayas ha insertado previamente una escena de dicho film ficticio, una escena de estética intencionadamente hortera y que roza el ridículo, escena que provoca la carcajada de Maria Enders, y que sin embargo su asistente insiste en reinterpretar en clase psicológica y pseudo-intelectual. Con ello Olivier Assayas parece querer reírse de la pueril intención por parte de la industria americana de querer intelectualizar o elevar a la categoría de arte muchos de los films que produce, por infantiles, planos, simplistas o absurdos que puedan parecer. Al mismo tiempo el retrato que hace de la joven actriz interpretada por Chloë Grace Moretz, una suerte de transunto de cualquier Lindsay Lohan o Miley Cyrus traída al pelo, no puede ser más ácido, al presentarla al principio como un personaje caprichoso, infantil, inculto y con ínfulas de estrella. Y uno puede dejar de preguntarse si es así como Assayas ve a todo el star system americano. A través de los personajes de Maria Enders y Jo-Ann Ellis Assayas nos habla de dos formas de ver y entender el cine, matizadas ambas por el paso del tiempo y la experiencia vivida, y al través del personaje de Valentine Assayas trata de ponerse en la piel del espectador y con ella observar, analizar y tratar de discernir la visión que las primeras ofrecen de los diferentes personajes a los que dan vida. Pero a pesar de todo, Assayas no escatima cierta crítica, cierta visión irónica, hacia la industria a la que pertenece y de la que forma parte, cuando en un momento del film pone en labios de Maria Enders, la gran diva del cine francés, una visión hasta cierto punto complaciente y acomodaticia cuando, a punto del estreno de la obra teatral en la que participa, valora la posibilidad de volver al cine comercial interpretando un personaje fantástico, una especie de mutante que opera a margen del tiempo, atemporal como la misma esencia del arte.
Así pues "Viaje a Sils Maria" bascula entre el drama y la comedia ácida para erigirse en una suerte de sugerente relectura perversa de "Eva al desnudo". Y en su juego de espejos, con los cuales Assayas juega a confundir realidad y ficción, no es ajeno el constante uso de móbiles y tablets y otros objetos tecnológicos como elementos que lejos de favorecer el contacto humano, nos distancian del mismo y por lo tanto nos aislan de la realidad. Sin duda una de las películas más interesantes del año.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El juego de contrastes que ofrece su guion. Y Juliette Binoche. ¿Lo peor? Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz, irritantes y vulgares a partes iguales.
lunes, 28 de diciembre de 2015
TODO TIEMPO PASADO
Pese a su juventud, Paolo Sorrentino es un director que ya
comienza a hacerse un nombre en la industria del cine europeo. Debutó en el año
2001 con la película “L’uomo in più”, que le granjearía el aplauso de la
crítica. En el año 2004 consigue los premios David di Donatello al mejor
director, mejor película y mejor guion por “Las consecuencias del amor”. De
nuevo en el 2008 consigue la atención de la crítica con “Il divo”. Pero la
consagración definitiva le llegaría en el año 2013 con “La gran belleza”,
ganadora además del Oscar a la mejor película extranjera de ese año.
Cuando hago un análisis de una película me gustar ponerla en
contexto, analizarla en relación al resto de la filmografía del autor, tratar
de adivinar cuáles son sus constantes, sus filias, sus fobias… No he visto
ninguno de los anteriores films de Sorrentino antes de “La Giovinezza” (o
“Youth”, “Juventud”, como se ha titulado en la mayoría de países, pues ha sido
rodada originalmente en inglés), así que no puedo contextualizarlas como me
gustaría. Pero lo que sí puedo decir es que este último film suyo, que llega
ahora a nuestras pantallas, no solo me parece extraordinario, sino que además
me ha despertado las ganas de acercarme a las anteriores películas del director
napolitano.
No resulta fácil hablar de “La giovinezza”, pues es un film
que ofrece muchas interpretaciones y que da pie a muchas lecturas. La historia
podría parecer muy simple, inocua incluso, pero no lo es en absoluto. Un viejo
compositor y director de orquesta, ya jubilado, pasa sus vacaciones en un
hotel-balneario de los Alpes Suizos, donde coincide con un viejo amigo,
director y guionista de cine, que aprovecha su retiro vacacional para escribir
el guion del que espera sea su testamento cinematográfico. Los dos viejos
amigos aprovecharán para mantener largas conversaciones acerca del pasado
vivido y del futuro incierto. En dicho retiro el compositor recibirá la visita
de su hija, a la que su marido acaba de dejar por otra mujer, marido que para
más señas es hijo del director de cine. También intercambiarán encuentros con
otros curiosos personajes: un joven actor que se prepara para interpretar un
papel de especial complejidad, un maduro entrenador de alpinistas que trabaja
para el hotel, el grupo de jóvenes guionista que colaboran con el director, una
joven masajista, una prostituta…
No son pocos los elementos que hacen de éste un film
verdaderamente especial y que merece ser estudiado con detenimiento. El más
obvio, sin duda, el trabajo actoral. Michael Caine, en la piel del director de
orquesta retirado, está simplemente INMENSO, capaz de transmitir todo un rango
de emociones con el más mínimo gesto, haciendo uso de un absoluto control
gestual que lejos de trasmitir frialdad o contención, en el fondo lo que hace
es esconder una turbia fragilidad. No menos extraordinaria resulta Rachel Weisz
en el papel de su hija, en una interpretación cargada de emotividad. Hay un par
de momentos absolutamente prodigiosos en el film: el primero se inicia con una
conversación en el balneario del hotel, con un tímido intento del compositor de
acercarse a su hija, al cual ella responde con un largo discurso cargado de
dolor y reproche; Weisz aguanta un largo plano fijo en el que habla sin mirar
directamente a la cámara, la vista perdida en el techo, y en el que suela un
largo monólogo en el que le reprocha a su padre que nunca fue capaz de ejercer
como tal, y recita el diálogo conteniendo el gesto pero incapaz de impedir que
una única lágrima escape de sus ojos. ¡Extraordinaria! Poco más tarde será ella
la que, quizás movida por el remordimiento, trate de iniciar un acercamiento
hacia su padre, pero en esta ocasión será el quién frene el acercamiento de
ella, y no por rabia o rencor, sino desde la más absoluta lucidez y una
irreprochable sinceridad. Es ahí donde Michael Caine hace uso de toda su clase
británica para mantener su placidez, su meditada e intencionada contención,
logrando así la empatía del espectador sin que éste pueda hacer reproche alguno
a su gesto. Simplemente magistral. Pero no sería justo olvidar a un fantástico
Harvey Keitel en un personaje que destila humanidad, e incluso a un comedido
Paul Dano en la piel de un afectado actor, papel que podría haber bordeado el
amaneramiento pero que Dano sortea hábilmente. Y como guinda, una inesperada Jean
Fonda, en un rol que es casi una caricatura y que tiene mucho de irónico si
pensamos que está interpretado con absoluta convicción por una actriz que fue
durante mucho tiempo una anti-diva.
Hablaba del extraordinario trabajo actoral de este film,
pero dicho trabajo no habría sido posible sin un guion sólido, rico y complejo
como es el de “La gionivezza”. Y aquí llegamos al 2º punto que merece la pena
ser reseñado en esta última película de Paolo Sorrentino: su guion. Estamos
ante una obra de tal riqueza que invita a reflexiones de muy distinta índole.
¿De qué va realmente “La giovinezza”? En una primera lectura podríamos
argumentar que su título, “La juventud”, está cargado de ironía, pues de lo que
nos habla de la vejez, pero eso no solo no es cierto, sino que sería quedarse
con una visión muy limitada del film. La película nos habla sobre todo del
anhelo de la juventud, pero no únicamente de la juventud entendida como edad,
sino de la juventud entendida como sentimiento, como estado de ánimo. El
personaje de Michael Caine se lamenta a lo largo del film de la juventud
perdida, pero porque con ella ha perdido su capacidad de amar (a su esposa, a
su hija…) y también su capacidad de crear. Por ello resultan tan desesperados
sus intentos de acercarse sentimentalmente a su hija, y por eso resultan tan
patéticos sus intentos de lograr una confesión de su amigo director: busca a
toda costa que él le confiese que se acostó con su amor de adolescencia, porque
eso justificaría su propio fracaso al no lograr conquistarla. Cuando al final
descubra la verdad se dará cuenta que el fracaso es únicamente debido a su
propia cobardía, a su propia incapacidad, pero ese mismo reconocimiento es lo
que le dará el valor para afrontar el momento más doloroso de su vida y su
carrera: cuando su esposa, para la que compuso su obra más célebre, perdió la
capacidad de cantar, y por lo tanto él perdió la capacidad de amar. El momento
que el Michael Caine confiesa los verdaderos motivos por los cuales se niega a
dirigir un concierto sobre sus composiciones más célebres, es sencillamente sublime,
pues está cargado de emotividad, pero carece por completo de gestos banales o
excesivos. Y es sublime precisamente porque es entonces cuando logra conectar
de verdad con su hija, y encontrarse de nuevo como padre e hija.
No obstante, este film, pese a su soterrada carga emocional,
no carece de apuntes de sutil ironía. Hay una extraña comunión entre el viejo
compositor y el joven director, pues ambos son reconocidos popularmente por sus
obras menos valoradas a título personal; hay auténtico vitriolo en el diálogo
que mantiene el actor con una miss universo, que desvela que la belleza puede
ir acompañada de inteligencia, y que la mordacidad puede esconder frustración;
hay también cierta ironía en el acercamiento de la hija del compositor hacia el
alpinista, menos agraciado que el esposo que le acaba de abandonar, del mismo
modo que este último ha abandonado a su mujer por una vulgar estrella del pop
por motivos que acabarán desvelándose como risibles; hay un intencionado
sarcasmo en la forma en como es retratada la relación de una pareja madura
incapaz de comunicarse: la primera vez que lo hacen en el film ella de propina
una sonora bofetada a él en público; la segunda vez ella cede de forma tan
sonora como gozosa a los avances sexuales de su marido, ante la divertida
mirada de unos pícaros Caine y Keytel. La película atesora diálogos
brillantísimos, auténticas perlas de sabiduría que hablan del paso del tiempo y
de cómo éste afecta al amor, no solo el amor físico o sentimental, sino el amor
en abstracto, entendido también como expresión del arte. Sería demasiado largo
citarlos todos en este artículo, pero aparte de las 2 citadas conversaciones
entre Caine y Rachel Weisz o la que mantiene Paul Dano con Miss Universo, se me
ocurre la respuesta de una jovencísima masajista del hotel ante la pregunta de
por qué prefiere comunicarse con las manos: “porque no tiene mucho que decir”.
Comentaba antes que, en mi opinión, el gran tema de esta
película es el paso del tiempo y como ésta afecta al Amor y la Arte. En este
sentido el personaje de Michael Caine es un viejo compositor retirado que
recuerda con añoranzas las frustraciones de su juventud; el director que
interpreta Harvey Keitel contempla su pasado y mira al futuro con la intención
de legar un último testamento cinematográfico que redima su figura creadora; la
vieja diva que interpreta Jean Fonda se aferra artificiosamente a una juventud
que se le escapa para reivindicar su papel de ‘mujer hecha a si misma’; la
vieja estrella del futbol interpretada por Roly Serrano, un suerte de
caricatura/remedo de Maradona, al que el paso del tiempo le ha robado su vigor
y su salud, y que sobrevive ligado a un balón de oxígeno y la ayuda permanente
de su esposa y asistentes; el actor al que da vida Paul Dano… El exmarido del personaje
de Rachel Weisz, quizás aquejado de un incipiente complejo de Peter Pan, abandona
a su mujer con una emergente diva pop que le permita reverdecer laureles; por
el contario su mujer, al verse abandonada, se lanza finalmente a los brazos de
un hombre más maduro, que le pueda aportar la seguridad que necesita para
afrontar su futuro con el vigor de una juventud renovada (bastante ilustrativa
es la romántica escena en que vemos a ambos colgados de un precipicio con
cuerdas de escalar). Y entre otros personajes que deambulan por el hotel
tenemos a una jovencísima prostituta, a la que su madre acompaña a trabajar,
que se dedica a dar placer a unos ancianos que han visto tiempos mejores; a una
exultante Miss Universo que ilustra de manera bastante obvia la exuberancia de
la juventud; a una maduro matrimonio, incapaces de comunicarse verbalmente en
un entorno socialmente aceptable y de acuerdo a su posición, pero que son
capaces de encontrar su verdadero yo cuando se abandonan a su lado más salvaje…
Todo esto nos lleva a fijarnos en el tercer aspecto del film
que quiero destacar: su puesta en escena. Sorrentino es consciente de que
maneja un pequeño grupo de protagonistas (el compositor, que sobrelleva el peso
principal del film, su amigo/¿amante? y su hija), pero también un elenco de
secundarios más o menos episódico pero que aportan su peso específico a la
historia: el actor, la miss universo, la masajista, la prostituta, el
escalador, el exmarido, la diva, el grupo de guionistas, la estrella pop, el
matrimonio que no se comunica, la vieja estrella del futbol... Todos esos
personajes entran y salen de escena en el momento preciso, para ampliar y
enriquecer el discurso del film. En este sentido la puesta en escena de
Sorrentino puede parecer muy sobria, pero es extremadamente calculada.
Sorrentino saca un gran partido del paisaje de los Alpes Suizos, captando su
belleza pero sin apabullar al espectador con las consabidas ‘tarjetas
postales’. Al mismo tiempo rehúye el verismo para adoptar un discurso formal en
muchos momentos próximo al realismo mágico. En este aspecto tienen una singular
y excéntrica belleza algunas de las imágenes del film, como aquella en que
Michael Caine dirige un ‘concierto pastoral’ de vacas con sus cencerros, o
aquella otra en que el monje budista alojado en el hotel consigue levitar, don
que el propio Caine se niega a atribuirle, pero que el monje exhibe en privado,
alejado de la vista de otros, pues es un momento íntimo, de trascendental
belleza, que no necesita ser compartido. Asimismo, todo el film está salpicado
de escenas de carácter costumbrista que describen la vida de los huéspedes del
balneario, tanto la parte que exhiben públicamente (en las piscinas del hotel, camino
del balneario, tomando el sol…) como la que ocultan y mantienen en secreto (la
masajista ensayando bailes ante un televisor, el marido despidiendo a la
prostituta con la que acaba de acostarse…). Son flashes breves, bellamente
encuadrados e iluminados, que vienen a mostrarnos las interioridades de ese
hotel-balneario en el que discurre la película como si se tratase del mecanismo
interior de un reloj, que funciona con absoluta precisión suiza. De hecho, como
queriendo potencias el aspecto mecánico de esas imágenes, Sorrentino las filma
en muchas ocasiones con planos estáticos o a cámara lenta y mostrando
movimientos repetitivos.
Hay humor, ternura, ironía, melancolía, emoción y tristeza
en este film. También hay belleza, y mucha. Y sobre todo una invitación a
reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre el amor, sobre el arte, sobre el
compromiso ante todas esas cosas. Habrá quien, ante el éxito de crítica de “La
gran belleza”, tratará de ver en esta una obra mejor. No he visto aquella y no
puedo decir si ésta es mejor o peor película. Solo puedo decir que es una obra
extraordinaria y una de las mejores que he visto este año.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su poética visual y su
riqueza argumental. ¿Lo peor? Que habrá un público que no sabrá valorarla como
merece.
sábado, 26 de diciembre de 2015
EN UNA GALAXIA MUY, MUY LEJANA... (2ª parte)
Terminaba la primera parte de este artículo con una pregunta: ¿qué es lo que nos ofrece esta nueva entrega cinematográfica de la saga de "Star Wars"? La pregunta correcta hubiese sido: ¿qué es lo que nos debería haber ofrecido? Y la respuesta correcta hubiese sido algo así como 'un soplo de aire fresco'. ¿Es realmente eso lo que podemos encontrar en este "El despertar de la fuerza"? En mi humilde opinión: no.
Confieso que salí del cine entusiasmado después de haber visto la película, pero una vez dejando macerar la impresión inicial y viéndolo todo con la necesaria perspectiva, tengo que admitir que este episodio VII no solo no colma las espectativas puestas en la figura de J. J. Abrams, sino que incluso en ciertos aspectos puede resultar algo decepcionante.
Abrams pertenece a esa generación de directores y guionistas que, como Joss Whedon o Alan Ball, se han formado en la televisión para luego dar el salto a la gran pantalla. El medio televisivo ha sido durante mucho tiempo la hermana fea de la producción cinematográfica, considerado un medio menor y con menos capacidad para sorprender, atado siempre por las imposiciones que implican unos más ajustados tiempos de realización y unos más limitados recursos económicos. Cuando un ya consagrado David Lynch accedió a producir y dirigir una serie televisiva, el resultado fué "Twin Peaks", un producto de qualité que terminó convirtiéndose en serie de culto y que iba a renovar el medio, demostrando que se podían hacer cosas atrevidas, sugerentes e interesantes en la pequeña pantalla. De aquí a unos años, y gracias sobretodo al buen hacer de productoras como HBO, Netflix o Showtime, la pequeña pantalla ha dejado de ser la fea del baile para demostrar que es capaz de ofrecer series que, en cuanto a interés, riesgo o atrevimiento (a veces incluso en cuanto a medios), poco tienen que envidiar a muchas grandes producciones cinematográficas. J. J. Abrams es uno de los directores que más han contribuido a dignificar el medio televisivo, pero sobretodo a hacerlo popular y convertir sus series en auténticos productos de culto, gracias a teleseries como "Alias", "Fringe" y muy especialmente "Perdidos".
Abrams, al igual que Whedon o Alan Ball, ha desmostrado saber moverse muy bien en el medio televisivo. Son creadores que exhiben una enorme habilidad sobretodo en la descripcion de personajes, y precisamente la televisión, con su estructura por temporadas de varios capítulos, les da la oportunidad de hacer evolucionar a esos personajes, ofrecer giros inesperados de guión, llevar a dichos personajes por situaciones nuevas, logrando que de una temporada a otra crezcan, cambien, evolucionen, sorprendan... ¿Qué ocurre entonces cuendo se tienen que hacer cargo de una producción cinematográfica? Primero que el espacio que tienen para desarrollar un personaje es mucho menor, y por consiguiente la descripción del mismo es muchas veces más esquemática; segundo que cualquier producto cinematográfico se encuentra atado en mayor o menor medida a la servidumbre de contentar a un público masivo, por lo que a veces el espacio necesario para desarrollar un personaje lo tienen que ceder a las inevitables escenas de acción, y más si hablamos de películas como "Misión Imposible", "Los Vengadores" o "Star Trek". En el caso concreto de Abrams pienso que como director aún tiene mucho que demostrar. No veo que sea un director con un sello personal, ni en la forma de dirigir, ni en la forma de abordar las historias que nos trata de vender. Quizás sea debido a que, hasta la fecha, en el cine no ha hecho más que ejercer de mero artesano al servicio de las ideas de otros. No vi nada novedoso en la tercera entrega de "Mission Imposible" que no hubiesen ofrecido Brian de Palma o John Woo en los episodios anteriores; y su "Super 8" no pasaba de ser un ejercicio nostálgico en el que metía en un mismo saco todas las constantes propias del cine de los 80 (ahí estaban Spielberg, Lucas, "E.T", Joe Dante, "Exploradores", Richard Donner, "Los Goonies" o "Encuentros en la 3ª fase" mezclados todos en un batiburrillo simpático pero carente de originalidad). Le concedo a Abrams que tiene buena mano para la descripción de personajes y que sabe filmar secuencias de acción, pero aún tiene que ofrecernos un producto verdaderamente personal para que podamos valorar objetivamente su capacidad como realizador de cine. No habrá quién se apresure a reivindicarr su acercamiento al universo de "Star Trek", en el que prescindió del espírito humanista de Gene Roddenberry para apostar por el espectáculo lúdico, es decir: acercarse a George Lucas y a Star Wars. No diré que con ello no logró un film espectacular, dinámico y sumamente entretenido, pero en absoluto personal u original. Pese o todo, posiblemente fueron sus dos films sobre "Star Trek" los que le abrieron las puertas a poder dirigir "Star Wars. El despertar de la fuerza".
Como decía más arriba, he necesitado un tiempo para ver las cosas con la debida perspectiva, y cuando más pienso en ello, más defectos le encuentro a este último film de J. J. Abrams. Hay aspectos en él que son irreprochables: los efectos especiales (prodigiosos), el diseño de producción, la música (superlativo John Williams)... Pero otros flojean de manera notable, y el principal de ellos: el guión, con algunas lagunas, trampas e inconsistencias que son sencillamente imperdonables. Es obvio que Abrams ha buscado un film lo más equilibrado posible, intentando contentar a los fans más acérrimos de la saga y al mismo tiempo a las nuevas generaciones que han encumbrado sagas cinematográficas como "Crepúsculo", "Los juegos del hambre" o "Divergente". En este sentido lo que se nos ofrece es un film híbrido, que satisfará, creo yo, más al público adolescente que no a los fans de toda la vida, los que disfrutamos los estrenos de "La guerra de la galaxias", "El imperio contrataca" o "El retorno del Jedi" en salas de cine en nuestra infancia. Para empezar el film concede tan solo el protagonismo justo y necesario a Luke, Han y Leia. De acuerdo que han pasado casi 40 años desde el estreno de "Star Wars", y que Mark Hammil, Carrie Fisher y Harrison Ford, ya tienen cierta edad y no están para muchas acrobacias. Es justo reconocer que Ford es quién mejor ha soportado el paso del tiempo y quién mejor ha sabido explotar su condición de estrella, pero hubiese sido demasiado pedir que un trio de actores que ya han superado los 60 años aguantasen ellos solos el peso protagonista de un blockbuster de ciencia-ficción. No por ello algunos (e mi caso) lamentamos que no se haya reservado un peso más específico al los protagonistas de la saga original, a fin de cuentas "El despertar de la fuerza" es el inicio de una nueva trilogía concebida como una secuela de aquella. Y quién dice Luke, Leia o Han, también podría mencionar a Chewbacca, C-3PO, R2-D2 o incluso Lando Calrisian. Abrams es bien consciente de ello y por esa razón ha buscado un nuevo elenco protagonista no solo capaz de llevar el peso del film, sino también capaces de resultar creibles en sus papeles de aventureros espaciales. En este sentido hay que admitir que Daisy Ridley, John Boyega, Adam Driver o Oscar Isaac cumplen sobradamente. Sus personajes están bien descritos, tienen carisma y resultan interesantes, pero...
Peros, hay unos cuantos. Para empezar aunque carisma no les falta, es obvio que son personajes diseñados para contentar al público adolescente, especialmente Ray y Finn. Decía antes que son personajes bien descritos, y así lo pienso, pero lo que no está tan bien explicado son sus motivaciones. Finn ha sido criado y aleccionado como soldado de asalto desde niño, pero de vueltas a primera, sin explicación aparente alguna, de forma totalmente caprichosa y gratuita, descubre su conciencia y decide desertar y ayudar a los rebeldes. ¿Porqué? La película no se molesta en explicarlo y por eso la forma de actuar de Finn acaba despertando recelos en cualquier espectador mínimamente exigente, no porque no resulte simpático, sino porque no se entienden sus motivaciones. Por otro lado Rey, que juega a ser el personaje misterioso, acaba por resultar distante y no conectar del todo con el público. ¿Qué secretos oculta? ¿Porqué está en el planeta Jakku? ¿A quién se refiere cuando habla de esa/s persona/s a la/s que espera? Es obvio que Lucas y su equipo de guionistas se guardan un as en la manga que acabará relacionando a Rey con la familia Skywalker, y por eso le concedemos el beneficio de la duda, pues habrá que ver aun cual será su evolución en las 2 próximas entregas. Pero eso no evita que su evolución a lo largo de este film sea gratuita y caprichosa. Para muestra, un botón: los caballeros Jedi necesitan de años de entrenamiento para dominar la fuerza y manejar un sable laser; los necesito Obi Wan Kenobi, los necesitó Darth Vader, los necesitó Luke Skywalker... pero a Rey solo hace falta que le pongan un sable laser en la mano para que derrote a un guerrero entrenado en la fuerza como Kylo Ren. Se podrá explicar de mil maneras, pero todas ellas supondrán siempre un insulto a la inteligencia del espectador y sobretodo a la inteligencia del fan versado en la saga. Sobre Poe Dameron poco se puede decir pues su presencia al final acaba resultando más bien anecdótica, amén de que el recurso de hacerlo desaparecer de la historia para luego recuperarlo de forma pretendidamente sorprendente demuestra una notable pereza por parte de los guionistas. De l resto de personajes poco se puede decir: Maz Kanata es una suerte de remedo femenindo de Yoda; la capitana Phasma es una mera escusa para vender muñequitos de Star Wars; el general Hux no le llega a la suela de los zapatos del general Tarkin (imponente presencia la del añorado Peter Cushing); el lider supremo Snoke aún falta ver si será un enemigo a la altura de las expectativas o un mero bluff... La única excepción es BB-8, la más carismática de las nuevas incorporaciones, y con un acertado y original diseño, aunque lamento que su incorporación haya aparcado a los imprescindibles C-3PO y R2-D2. Debo mencionar expresamente el uso vergonzante que se hace de este último, que aparece como mero florero para resucitar via deus ex machina a capricho del guionista.
Quizás la mejor aportación de Abrams a la saga radique en el hecho de haber intentado recuperar el espíritu artesanal con el que fueron concebidos los films que integran la saga original, de ahí que alterne efectos mecánicos (algunas de las marionetas utilizadas en el film son intencionadamente obvias) con otros diginales (sin los cuales no hubiesen podido ser concebidas algunas de las imágenes del film). Pero a Abrams le pierde el exceso de reverencia hacia la saga original, hasta el punto de que este "Despertar de la fuerza" parece en ocasiones un remake encubierto de aquel primer "Star Wars" estrenado en 1977. Sin duda alguna el mejor momento del film es aquel del que no puedo hablar abiertamente sin incurrir en 'spoilerar' la idea más arriesgada de esta entrega. Los que han visto ya el film sabrán a qué secuencia me refiero; la forma en como se resuelve esa escena, que involucra a Han Solo, Kylo Ren, Rey y Finn, es quizás el único aporte verdaderamente original de este film, en el sentido de que nos propone una lectura alternativa sobre la lucha entre la luz y la oscuridad: recordemos que Anakin Skywalker, en "La venganza de los Sith", tenía que contra la influencia creciente del lado oscuro, que amenazaba con consumirle, y al cual terminaba por someterse consumido por su deseo de venganza (su madre había sido asesinada en el "El ataque de los clones" sin que Anakin hubiese podido hacer nada por salvarla); Kylo Ren en cambio contra lo que lucha es contra la influencia creciente de la luz, que le desgarra interiormente, pues el ha asumido de una manera voluntaria y consciente su sumisión al lado oscuro de la Fuerza. El duelo moral interno al que se enfrenta Kylo Ren se desarrolla paralelamente a la escena en que Rey y Finn tienen que evitar que el cañón del planeta-arma Starkiller consuma por completo el sol, cuya luz va menguando paulatinamente, dotando así a toda la secuencia de una evidente carga metafórica.
Sin embargo, dejando a un lado esa metafora visual de indudable fuerza, pocos momentos más logran sorprendernos en este nuevo film de la saga. Todo obedece en major o menor medida a una sensación de dejá vu. Hay un aspecto que George Lucas cuidó mucho incluso en las 3 entregas más denostadas de la saga: la descripción de nuevos mundos. Si en la saga original conocimos los mundos de Tatooine, Hoth, Dagobah, Bespin o Endor, en las 3 entregas de la nueva trilogía el universo de Star Wars se expandió con la ilustración de Naboo, Kamino, Geonosis, Coruscant, Kashyyyk o Utapau, todos ellos descritos de forma pormenorizada y tratados con un caracter personal y único. Abrams, en cambio, se muestra incapaz de ofrecer una imagen novedosa de lo que es un universo tan rico y complejo como es el de Star Wars. Así pues Jakku recuerda demasiado a Tatooine, Takodana es muy parecido a Endor y el planeta-arma de la Starkiller es un mundo helado similar Hoth. Todo ello refuerza aún más la idea de que este nuevo film es una especie de remake/remedo de los episodios IV y V. De forma similar a cuando Brian Synger abordo su "Superman Returns", concibiéndolo como una secuela apócrifa del primer film de Richard Donner, Abrams es incapaz de asumir el riesgo de tratar de ir más allá de lo que ya nos ofrecieron Lucas, Kersnher o Marquand en los films anteriores, y limitándose a tratar de recopilar y repetir todos los aciertos de aquellos. "Star Wars. El despertar de la fuerza" es un buen film, sumamente entretenido y visualmente impactante, pero no está a la altura de las expectativas creadas. Quizás su mayor virtud sirva para reivindicar los aciertos (que los hay) de la 2ª trilogía dirigida por George Lucas. Es un buen film, pero podría haber sido un film grandioso. Lástima.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Tres cosas: 1º: Harrison Ford, puro carisma; 2º: la partitura de un John Williams superlativo, y que demuestra que pese a su edad está en mejor forma que la mayoría de los compositores cinematográficos actuales; 3º: los efectos especiales, extraordinarios. ¿Lo peor? El guión, lleno de lagunas, de inconsistencias y de giros carprichosos e injustificados. Lástima que no se haya invertido el mismo tiempo en pulirlo del que se ha invertido en lograr la excelencia de su diseño de producción.
domingo, 20 de diciembre de 2015
EN UNA GALAXIA MUY, MUY LEJANA... (1ª parte)
Se oscurece la sala. Se ven las primeras imágenes en la pantalla, que corresponden a trailers y anuncios publicitarios varios. El público se impacienta. Vuelve a oscurecerse la pantalla. Lo primero que vemos ahora es el logo de la Disney Company. Se escucha algún murmullo de desaprobación. Acto seguido vemos el logo de Lucasfilm, y entonces sí se escucha algún tímido aplauso en el fondo. Luego el logo de Star Wars, amarillo sobre fondo negro, llena la pantalla por completo, y se escuchan por fín los primeros acordes de la archiconocida fanfarria compuesta por el maestro John Williams, fanfarria que escuchamos por primera vez en una sala de cine allá por el año 1977. Ha llovido mucho desde entonces.
En su día "Star Wars", que en España conocimos como "La guerra de las galaxias", fué concebida como un film independiente, y de hecho su director, George Lucas, tuvo serios problemas para financiarla y tirar adelante su personal proyecto. Aunque pueda resultar chocante incluirlos a todos en un mismo saco, George Lucas formó junto a Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Brian de Palma y Martin Scorsese, una nueva avanzadilla dentro del cine americano que rechazaba de plano las imposiciones y los modos de los grandes estudios, y que defendían, aunque fuese contra corriente, el poder llevar adelante proyectos que no estuviesen sujetos a las presiones del mercado y las directrices que las majors trataban de imponer. Esa apuesta personal fué la que dió lugar a films como "American Graffiti", "Malas calles", "Taxi Driver", "El Padrino", "Tiburón", "Apocalypse Now", "El fantasma del paraiso", "Fascinación", "Encuentros en la 3ª fase"... Antes de ponerse tras las cámaras en "Star Wars", George Lucas solo había dirigido dos films: "THX-1138" en 1971 y "American Graffiti" en 1973, film este último en el que aparecería Harrison Ford en un papel secundario, y que le granjearia a Lucas un notorio éxito crítico y comercial.
Pero "Star Wars" era un proyecto en el que nadie creía, sobretodo ante la insistencia de Lucas de tirarlo adelante al margen de los grandes estudios y manajarlos como si se tratase de una obra absolutamente personal (cosa que lo és) y no como el blockbuster comercial en el que, contra todo pronóstico, acabaría convirtiéndose. En "Star Wars" Lucas iba a verter toda una serie de filias personales como su pasión incondicional por el Flash Gordon de Alex Raymond, su amor por los films clásicos de piratas y aventuras de Errol Flynn, o su fascinación por la mitología Tolkiana de "El señor de los anillos", pero enclavado todo en un entorno de fantasía futurista que se alejaba de la ci-fi especulativa y el tono humanista que impregnaba el "Star Trek" de Gene Rodenberry, y apostaba de una manera más evidente por la space opera y la aventura lúdica. Todo el proyecto se desarrolló en lo que sería conocido como 'Rancho Skywalker", y para ayudar a la producción del proyecto Lucas creó 2 empresas y marcas registradas: "Lucasfilm", a través de la cual gestionaría toda la financiación del film, y "Industrial Light & Magic" que se encargaría de elaborar los revolucionarios efectos especiales, y que en un futuro participaría en films del calado de "En busca del arca perdida", "Poltergeist", "El dragón del lago de fuego", "Cristal oscuro", "Regreso al futuro", "Cazafantasmas", "E.T.", "Cocoon", "Exploradores", "Los Goonies", "Willow", "Ghost", "¿Quién engañó a Roger Rabbit?"... En 1977 "Star Wars" se estrenaría en las salas comerciales de todo el mundo, logrando un éxito tanto comercial como crítico sin precedentes, llegando a ganar 6 premios de la Academia de Cine de Hollywood (los famosos Oscars), entre ellos los de efectos especiales, banda sonora, dirección artística y montaje, habiendo sido nominado también George Lucas en calidad de mejor director.
Lo cierto es que antes del estreno nadie daba un duro por la película, y Lucas y Spielberg, grandes amigos, hicieron una curiosa y divertida apuesta por la cual se intercanviaban el 3% de los beneficios de sendas películas que se estrenaban el mismo año: "Star Wars" y "Encuentros en la 3ª fase". Obvio decir quién salió ganando con el trato. En cualquier caso la recepción del film por parte del público resultaba dudosa, de ahí que fuese concebido como una película cerrada, sin visos de continuidad. El inesperado éxito de "Star Wars" animó a Lucas a realizar una continuación, incialmente con la intención de convertirse en una franquicia al estilo de James Bond. En el año 1980 Lucas estrenaría "El imperio contraataca", para la cual optaría por mantenerse alejado de las cámaras y contrataría al veterano Irvin Kersnher para hacerse cargo de la dirección, el cual, en total complicidad con el guionista Lawrence Kasdan, imprimirían un tono más adulto y más oscuro al relato. "El imperio contraataca" está considerada casi unánimamente como la mejor película de toda la saga (opinión que yo, personalmente, suscribo), la más madura, la que tiene un guión más redondo y un mejor desarrollo de personajes. Es el film en el que Luke Skywalker se hace adulto, y el film en el que la princesa Leia y Han Solo se declaran su amor. Es el film en el que se presenta a Yoda, uno de los personajes más caristmáticos de toda la serie, y también el film en el que descubrimos que Darth Vader es el padre de Luke, sin duda alguna uno de los momentos más intensos, dramáticos y poderosos de toda la saga de Star Wars. También es el film que contiene algunas de las frases más míticas de la serie (y de la historia del cine) como "Yo soy tu padre", o "El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento", o "Te amo. Lo sé", o una de mis favoritas, "Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes".
Teniendo ya seguras las posibilidades de éxito comercial, Lucas optó en esta ocasión por dejar un final abierto (recordemos: Han Solo a sido congelado en carbonita, y Luke, que acaba de descubrir de Vader es su padre, se compromete en ir en su rescate. Sin embargo la producción de "El imperio contraataca" fué más costosa y agotadora de lo previsto (el budget inicial de esta secuela se había incrementado considerablemente, cosa que hace que los efectos especial luzcan muy más sofisticados y creíbles en pantalla), con lo cual George Lucas tomó la decisión de que su idea inicial de producir una franquicia quedaría reducida a una única trilogía. Así pués "El retorno del Jedi", que se estrenaría en 1983, supondría el final definitivo de la saga, con la muerte de Darth Vader, convertido ya en uno de los mejores villanos de toda la historia del cine, la caída del imperio, y el triunfo de la rebelión encabezada por la pricesa Leia, Han Solo y un Luke Skywalker que asume definitivamente el manto de caballero Jedi. De nuevo en este film Lucas optó por ceder la realización a otro director, y si bién tentó inicialmente a David Lynch, que rechazó la oferta por considerar que la película tenía la impronta demasiado personal de Lucas y él no podía aportar nada nuevo, finalmente fué el artesano Richard Marquand quién se puso detrás de las camaras. "El Retorno del Jedi" ha sido considerada durante mucho tiempo como la más infantil y ligera de las películas de la saga, al menos de la primera trilogía, en buena parte debido a la presencia de los simpáticos y entrañables ewoks, pero pese a todo el film no está exento de momentos oscuros o sordidos, como todo el arranque en la guarida del repugnante Jabba el Hutt, o el duelo final entre Darth Vader y Luke Skywalker ante la presencia del siempre inquietante Emperador (no conoceríamos su nombre, Palpatine, hasta mucho más tarde). Aunque quizás no esté a la altura de los dos films precedentes, "El retorno del Jedi" suposo un más que digno y brillante broche de oro a la trilogía inicial.
Pero George Lucas en un tipo inquieto, y en 1997, con motivo del vigésimo aniversario del primer film de la trilogía, Lucas reestrenaría la trilogía original en salas comerciales, convenientemente remasterizadas y remozadas, haciendo uso de las nuevas tecnologías para añadir nuevos efectos especiales y recuperar algunas escenas que originalmente se quedaron en el suelo de la sala de montaje. No son pocos los fundamentalistas que aborrecen de esta llamada 'Edición especial' por considerar que a los films originales no les hacía falta ningún retoque. Es cierto, estaban muy bien tal como estaban, pero los retoques introducidos incialmente por Lucas ni agreden ni banalizan ni deforman la trilogía original. Lucas lo único que ha hecho es 'sacarle brillo': ha añadido digitalmente más X-Wings o más tropas de asaltos en algunas secuencias, ha puesto más ventanas en la ciudad volante de Bespin, ha hecho que Greedo mueva mejor sus labios con los retoques digitales, y añadadido algún 'bicho' más en alguna que otra secuencia. La esencia de los films originales permanece, en mi opinión, intacta, y es por eso que todos esos retoques a mí no solo no me molestan, sino que los aplaudo. ¿Que se han hecho con la vista puesta en comercilar de nuevo las películas y seguir explotándolas comercialmente? Es obvio. Pero también es innegable que se ha hecho con gusto y con cuidado.
La buena acogia del estreno de esta 'Edición especial' animó a Lucas a retomar la idea original de convertir "Star Wars" en una franquicia más extensa, así que decidió desempolvar la vieja y sugerente idea de narrar el auge y posterior caída de Anakin Skywalker, el futuro Darth Vader. Lucas quería hacerlo manteniéndose alejado de las cámaras y ejerciendo únicamente las labores de productor., y para ello tentó a diversos directores con la idea de lograr una fructífera colaboración... sin éxito. Así pues Lucas decidió en esta ocasión salir de su retiro como director y asumir las labores de realización de una nueva trilogía, que compondría los capítulos I, II y III de la saga, con lo que "Star Wars" pasaría a subtitularse "Una nueva esperanza" y convertirse el el episodio IV.
El anuncio de "La amenaza fantasma" despertó el interés de aficionados y cinéfilos de todo tipo, y muy especialmente los fans de la saga original se impacientaban ante la idea de revivir de nuevo la emoción de ver nuevos films basados en el universo de Star Wars en el cine. Los trailers del film mostraban imágenes impactantes y la presencia en el reparto de nombre de reconocido prestigio como Lian Neeson, Ewan McGregor, Natalie Portman o Samuel L. Jackson parecían garantizar un resultado a la altura de las enormes espectativas. El hype estaba por las nubes... y el resultado final tras el estreno en el año 1999 fué como un jarro de agua fría para mucho aficionados. Pese a contener secuancias absolutamente brillantes e impactantes como la carrera de vainas o el duelo final con Darth Maul, "La amenaza fantasta" es en líneas generales el film más infantil de toda la franquicia hasta la fecha, y el peor valorado por los aficionados. ¿Por qué? En mi opinión hay tres factores que perjudican notablemente el tono general del film: en primer lugar el tratamiento superficial de algunos personajes, particularmente Anakin Skywalker (Jake Lloyd exibe un comportamente excesivamente infantil, cuando no abiertamente irritante) y Darth Maul, este último un villano de presencia imponente que amenaza con hacer sombra a Darth Vader, pero que acaba resultando excesivamente desaprovechado; en segundo lugar el tono familiar del film en general, y su humor simplista y tontorrón; y en tercero Jar Jar Binks, el personaje más odiado (con razón) de toda la saga, que pretende resultar cómico en su torpeza, pero que termina por resultar irritante, más, si es posible, que el propio Jake Lloyd. Aún así "La amenaza fantasma" no es un mal film. Indudablmente sufre si lo comparamos con la trilogía original, pero atesorra no pocos momentos brillantes, una dirección hábil y eficaz, y sobretodo una fascinante visualización de nuevos mundos (Naboo, Coruscant...) que vienen a sumarse al rico universo visual de Star Wars. Además repite John Williams y compone un tema, "Duel of the fates", tan memorable como la "Marcha Imperial" o el tema de la Fueza.
El éxito comercial de "La amenaza fantasma" fué indiscutible, su recepción crítica no tanto. Sin embargo Lucas tenía muy claro cual iba a ser su planteamiento argumental en esta nueva trilogía: quería que el episodio I fuese un film familiar, el II un film claramente romántico, y el III debía ser el más oscuro de la trilogía. Y lo cumplió con creces. Si a muchos aficionados les molestó el tono infantil de "La amenaza fantasma", aún les molestó más el exceso de romanticismo de novela rosa de "El ataque de los clones". Pese al uso de frases altisonantes no aptas para un diabético ("Soy prisionero del beso que no debiste darme"), de nuevo "El ataque de los clones" incorpora momentos e imágnes más que disfrutables y que deberían se apreciadas por cualquier aficionado de la saga: la visualización de nuevos mundos (Kamino, Geonosis...); las secuencias de la arena de Geonosis, un sentido homenaje a Ray Harryhausen; la presencia, siempre imponente, de Christopher Lee (y que establece una conexión emotiva con el primer Star Wars y la presencia en aquel de Peter Cushing, amigo personal del Lee y otro de los 'monstruos sagrados' de la Hammer Films); un Ewan McGregon cada vez más entonado y más creible en su papel de joven Obi Wan Kenobi; un siempre inspirado John Williams; unos fastuosos efectos especiales, que culminan en un momento tan simpático como espectacular: el pequeño Yoda en acción... De hecho una de las críticas que se le hacen a la nueva trilogía, y que yo no comparto, se centra en el uso (¿abuso?) de tecnología digital e imágenes generados por ordenador, que la distancian inevitablemente de los efectos especiales más artesanales de la trilogía original. Personalmente creo que no se el puede reprochar a Lucas el haber hecho uso de la mejor tecnología disponible en cada momento, y muy probablemente, si hubiese hecho uso solo de efectos mecánicos, no digitales, en la nueva trilogía, otra parte del público se lo hubiese hechado en cara.
También es cierto que otra parte de las críticas se ceban en el (supuesto) hecho de que la nueva trilogía carece de la 'profundidad filosófica' o la 'complejidad argumental' de la trilogía original. A ver, ni Lucas en Bergman ni "Star Wars" es "El séptimo sello". El objetivo de Lucas con esta saga no ha sido nunca otro que entretener, y visto hoy dia "Star Wars" es un film naive, ingénuo, blanco. Es cierto (como decía un compañero del programa "Cinema des del galliner"), que precisamente esa intencionada ingenuidad forma parte del sello de identidad de "Star Wars" en una época en que el cine apostaba claramente por mostrar los aspectos más oscuros y sordidos de la realidad social y humana del momento (los 70 son los años de "Chinatown", "Los niños del Brasil", "Todos los hombres del presidente", "French Connection", "Klute", "Taxi driver", "El Padrino", "Harry el sucio", "Marathn man", "Alien"...). Posiblemente "Star Wars" fuese el detonante que en la decada posterior daría pié a una corriente de optimismo desenfrenado y sentido de la maravilla que descubriríamos en films como "En busca del arca perdida", "Cazafantasmas", "Los goonies", "Regreso al futuro", "Tras el corazón verde", "El secreto de la pirámide", "Cortocircuito"...
En cualquier caso Lucas estaba dispuesto a tirar adelante con su proyecto personal, pese a quién pese (como demuestra el hecho de que recuperaría el personaje de Jar Jar Binks en los episodios II y III, aunque mostrandolo de manera más seria y limitando su presencia en pantalla). En el 2005 estrenaría "La venganza de los Sith", un film que buscaba ser el más oscuro de toda la saga, más si cabe que "El imperio contraataca", y que se centraría en la caída de Anakin en el Lado Oscuro, el alzamiento del senador Palpatine y el nacimiento el Imperio Galactico. Con este film Lucas quería de alguna manera las críticas que le achacaban un exceo de blandura en esta nueva trilogía, y hay quién opina que se le fué la mano en cuanto a la crudeza de algunas imágenes. En alguna ocasión he escuchado la expresión 'violencia gratuita'. No estoy de acuerdo, el film es oscuro, crudo, incluso sordido en algunos momentos, pero no violento, poque George Lucas, como perro viejo que és en las labores de producción, no pierde nunca de vista quién es su público y busca siempre que sus películas lleguen a la audiencia más amplia posible. Así pues la supuesta escenas violentas están siempre narradas de forma oblícua, cuando no elíptica, para no mostrar nunca actos de violencia cruda de manera demasiado explícita (por ejemplo: la matanza de los niños aprendices en el templo Jedi). "La venganza de los Sith" es sin duda el mejor de los films de esta segunda trilogía, y en mi opinión está solo un peldaño por debajo de "Una nueva esperanza" o, sobretodo, "El imperio contraataca", y es en algunos aspectos superior a "El retorno del Jedi".
Tras el estreno de la nueva trilogía y con el motivo del lanzamiento comercial en DVD y BlueRay de ésta, George Lucas volvió a revisar la 'Edición especial' de la trilogía original, mejorando algunos de los nuevos efectos especiales introducidos (la escena recuperada en la que aparece Jabba el Hutt en "Una nueva esperanza" fué mejorada considerablemente) e introduciendo algún cambio polémico: en el final de "El retorno del Jedi", la imagen espectral de David Prowse, el actor debajo de la mascara de Darth Vader, al final del film junto a Yoda y Obi Wan Kenobi, fué sustituida por la de Hayden Christiansen, que da vida al joven Obi Wan en la nueva trilogía. Cambio polémico que suscitó las iras de no pocos fans y, obviamente, del propio David Prowse.
No son pocos los fans y seguidores de la trilogía original que abominan de esta segunda trilogía. Yo personalmente opino que los 6 son films disfrutables por un igual, todos con sus virtudes y sus defectos, y que juntos conforman un todo cinematográfico coherente y compacto. En cualquier caso esa segunda trilogía se ha saldado con un considerable éxito de taquilla en todo el mundo. Es obvio que Lucas ha buscado con ella conectar con toda una nueva generación de espectadores que no vivieron el estreno de "Star Wars" en el cine, y que posiblemente sientan más cercanos estrenos posteriores como "Robocop", "Desafio total", "Aliens" o "Matrix". Sin embargo Lucas también tiene muy presente que "Star Wars" es la niña sus ojos y siempre ha puesto mucho mimo en el cuidado de su franquicia, que nunca ha dejado de controlar desde todos los ángulos posibles. No ha sido hasta sentirse completamente seguro de que podía dar una continuidad digna a la franquicia, que Lucas se ha animado a producir una nueva trilogía. 38 años después del estreno de "Star Wars", primer film de la trilogía original, 10 después del estreno de "La venganza de los Sith", último film de la segunda trilogía, llega ahora a nuestras pantallas "Star Wars: el despertar de la fuerza", episodio VII de la saga, bajo la dirección de J.J. Abrams, alma matter de "Perdidos", uno de los mayores fenómenos televisivos de los últimos tiempos y uno de los que más han contribuído al reciente auge de la TV como medio de expresión artística. Y nos llega ahora precedidad de una campaña de marketing apabullante, que se ha esforzado al máximo por esconder algunas de las sorpresas que nos depara este nuevo film.
Ahora bien, ¿qué es lo que nos ofrece esta nueva entrega cinematográfica de una de las mayores y más populares sagas de la historia del cine? ¿Cómo podemos valorar esta nueva entrega respecto de las anteriores, tanto las originales como las precuelas?
(continuará...)
martes, 8 de diciembre de 2015
TODOS LOS HOMBRES BUENOS
No puedo evitar citar a un amigo que definía a Steven Spielberg como "ese productor que se cree buen director" y que me proponía un debate para "distinguir lo que es un productor (en este caso también ejecutivo y con más dinero y poder de convocatoria que nadie en la historia del cine) del trabajo de un director, con lo que conlleva de riesgo artístico y conocimiento de la naturaleza humana, y no solo de la pulsión de la demanda del público en cada momento". Y lo cito porque, en lo que respecta a Spielberg, estoy en profundo desacuerdo con él.
Es innegable que Spielberg sabe muy bien lo que pide el público, cierto sector del público, SU publico. Y muchas veces se lo ofrece en bandeja. Y se lo ofrece en bandeja. ¿Eso es criticable? Es más: Spielberg, como director, es lo suficientemente hábil para llevar al público a su terreno, hacerle creer que le está dando lo que quiere, cuando el realidad está manteniendo un delicado equilibrio entre su servidumbre a la platea y su necesidad de expresarse como autor. Si pensamos en las secuelas de Indiana Jones, es obvio que alguna está hecha con manifiesta desgana y posiblmente solo con la intención de mantenerse en la brecha y obtener réditos comerciales. Pero hace mucho que Spielberg viene demostrando que es un director con una visión única y personal del mundo y de la forma de hacer cine, una visión que se podrá tachar de ingenua, naive e incluso hasta cierto punto conservadora, que apela a valores tradicionales muchas veces demodés, pero no por ello deja de ser una visión personal. Ocurre que esa visión que tiene Spielberg del cine y del mundo que le rodea coincide muchas veces con la que tienen la mayoría de los espectadores, y por eso mismo se le tacha muchas veces y de manera injusta de mercantilista o de impersonal, apelativos que yo no comparto y que rechazo de pleno. Precisamente cuando el público le reclama más "E.T.s" o más "Parques Jurásicos" o más "Indiana Jones" (peliculas que, pese a quien pese, están filmadas con gusto y con habilidad), Spielberg ha sido capaz de desmarcarse con proyectos que ha asumido desde una óptica personal y a contracorriente de lo que de él se esperaba. Ahí están para demostrarlo títulos como "El color púrpura", "La lista de Schindler", "I.A.", "Salvar al soldado Ryan", "Atrápame si puedes", "Munich", "Caballo de batalla", "Lincoln" o su última película: "El puente de los espías".
Quizás se podrá acusar a Spielberg de que temáticamente no siempre profundiza en sus propuestas argumentales todo lo que debería, de que a veces le puede la visión humanista del mundo por encima de la reflexión política, algo bastante obvio en su último film o en "La lista de Schindler", por citar dos ejemplo... Argumento que sin embargo se desmonta por completo si uno ve "Munich", una de las películas más arriesgadas y comprometidas de su carrera. Recuerdo las ágrias e injustas críticas vertidas contra "Caballo de batalla", uno de los films más hermosos que ha rodado Spielberg, su particular y sentido homenaje al cine de John Ford y al viejo Hollywood. Poca gente quiso apreciar también toda la ironía y el savoir faire que destila "Atrápame si puedes", una vuelca de tuerca a las comedias de enredo rodadas en los 60 aunque desde una perspectiva más cruda. Spielberg tiene la virtud de conectar con el público, con el gran público, aún rodando lo que quiere y como quiere, y eso es algo que buena parte de la crítica no le perdona. Llamese snobismo, llámese envidia, llámese animaversión injustificada, pero el "Rey Midas de Hollywood" tiene talento... pese a quién pese. Recuerdo que David Trueba dijo en cierta ocasión que Steven Spielberg había hecho mucho daño al cine. Pero en mi modesta opinión Spielberg demuestra muchísimo más talento detrás de la cámara que muchos directores actuales con ínfulas artísticas. Steven Spielberg sabe rodar, sabe encuadrar, sabe cómo mover la cámara. Pocos directores son capaces de despertar el sense of wonder de una platea como él lo hace. Pocos directores son capaces de lograr una relacion simbiótica entre historia, imagen y música como él lo hace (y a ese logro no son ajenos colaboradores como John Williams o Janusz Kaminski). Pocos directores son capaces de manipular al público con la sutileza y la habilidad con la que él lo hace. Pocos directores son capaces de filmar con la elegancia y el clasicismo de Steven Spielberg.
Lo que he escrito más arriba es, no lo niego, un alegato a favor de Steven Spielber, el Spielberg DIRECTOR (lo que escribo con mayúsculas, porque a mi me parece un director mayúsculo), y es algo válido para las producciones que he mencionado, pero también para otras más comerciales como "Tiburón", "Encuentros en la 3ª fase", "E.T.", "En busca del arca perdida", "Minority Report"... Y naturalmente para "El puente de los espías".
El último film de Steven Spielberg ha contado con la labor al guión de los hermanos Coen, y nos sitúa en los albores de la Guerra Fría, justo durante la separación de las dos alemanias y la construcción del Muro de Berlín. La historia nos cuenta como un abogado, James B. Donovan, interpretado con su habitual buen hacer y su incontestable humanidad por Tom Hanks, primero tendrá que defender a un espía soviético en territorio estadounidense, siendo vilipendiado por la opinión pública por ello, para luego verse inmenso en los entresijos de un intercambio de espías en pleno territorio ocupado de la RDA. "El puente de los espías" es un film con sabor clásico, que a mi me recuerda vagamente a aquel "Espía que surgio del frío" de Martin Ritt (1965), aunque con menos carga política (es obvio que a Spielberg le interesa más el conflicto humano y la definición del héroe cotidiano). Spielberg hace un uso modélico el formato panorámico, encuadrando casa escena con un gusto incontestable y sin necesidad de los malabarismos formales de otros films suyos, sino haciendo uso de la contención. Naturalmente ha contado con la ayuda de su habitual Janusz Kamiski en la fotografía, que, en perfecta conplicidad con el departamento de dirección artística, ha logrado un portentoso trabajo de ambientación del invierno berlinés en los años 60. En esta ocasión Spielber no ha podido contar son su amigo John Williams en la banda sonora, pero el sutil trabajo de Thomas Newman hace que (casi) no le echemos mucho en falta. Pese a todo, como gesto de respeto con el primer compositor considerado, Spielberg ha tomado la arriesgada decisión de dejar todas las escenas iniciales que transcurren en Nueva York sin música, de manera que los acordes de Newman no hacen acto de presencia hasta la llegada de Donovan a Berlín.
Una vez más Spielbeg da muestras de su sabidura tras las cámaras en escenas tan espectaculares y bien construidas como la del abatimiento del avión americano pilotado por el soldado Powers, pero al mismo tiempo hay otras más sutiles en las que el director hace gala de su no siempre apreciado buen gusto para la composión, como la secuencia inicial en que nos presenta al espía ruso (impresionante Mark Rylance, capaz de transmitir un mar de emociones pese a su intencionada economía gestual). O las dos secuencias en las que Donovan (Hanks) viaja en tren y observa un grupo de personas saltar una valla, una en Berlín (un intento de saltar el muro) y otra en Brooklin, secuencias que le sirven a Spielberg para establece un curioso juego de espejos ideológico. O esa otra secuencia hacia el final del film, en que Donovan es reconocido por una pasajera en el tren, secuencia que de nuevo demuestra que a Spielberg le hacen falta muy pocos recursos para lograr la pulsión emocional del espectador.
No obstante, este "Puente de los espías" no deja de ser un film (intencionadamente) ingenuo. Spielberg rehusa hacer una lectura política del mismo más allá de una confrontación ideológica que roza el maniqueismo: los rusos, comunistas, son los malos, y los americanos... bueno, no son tan 'buenos' como cabría esperar. ¿Acaso no están dispuestos a sacrificar un ciudadano americano inocente para salvaguardar secretos que consideran más importantes? Quizás ahí prodía extraerse un discuros más complejo, más matizado, sobre la necesidad de sacrificar un peón inocente en aras de un bien mayor. Pero Spielber rehusa adentrarse en ese terreno, y está en su derecho. Su discurso es otro y bien distinto: él prefiere centrar el acto heroico no en un país, en un govierno, o en una ideología, sino en un hombre (como de hecho hace en la mayoría de sus films, como se puede comprobar en "Tiburón", en "La guerra de los mundos", en "Caballo de batalla", en "La lista de Schindler"...), y además un hombre común superado por las circunstancias. Un hombre común honesto, sincero, y dispuesto a jugárselo todo por lo que él considera que es lo correcto, lo más justo. En cierta manera Spielberg repite aquí un discurso humanista que defiende el individualismo y que proclama que la heroicidad está, fundamentalmente, en la defensa de la verdad. Se le podrá tachar de ingenuo, de naive, de simplista, pero nunca de cínico. En este sentido Spielberg que sirve del personaje de Donovan y del espia ruso para establece un sugerente discurso moral, discurso que se acrecenta cuando Donovan debe lidiar con las autoridades rusas para tratar de rescatar a dos prisioneros: un estudiante acusado incustamente de espionjae y que los soviéticos intentan utilizar como moneda de cambio, pero que no tiene relevancia para el govierno norteamericano; y un piloto americano capturado que los americanos quieren recuperar a toda prisa antes de que pueda verse obligado a desvelar secretos militares.
Discursos humanistas aparte, en última instancia "El puente de los espías" es un film sumamente entretenido, con las dosis justas de emoción (afortunadamente los Coen no son de los que cargan las tintas en la lágrima fácil, y saben como evitar el tremendismo y trufar el drama con agradecidos apuntes humorísticos), extraordinariamente bien filmado y prodigiosamente interpretado. ¿Alguien tiene que objetar a todo ello? Si es así, que se lo haga mirar.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La SABIDURIA, así, con mayúsculas, que exhibe Steven Spielberg para la puesta en escena; y el fascinante relato moral que subyace bajo la trama de espionaje. ¿Lo peor? Que todavía haya quién se niege a reconocer a Spielberg su visión personal como ARTISTA.
lunes, 7 de diciembre de 2015
EL BUEN SALVAJE
Hace tan solo unos meses escribía en este mismo
blog una reseña acerca del penúltimo film de Pixar, “Del Revés” (reseña que
podéis leer aquí), y precisamente lo hacía para valorar el riesgo asumido en
una producción atípica y que posiblemente sea la más sofisticada del estudio
hasta la fecha. Ahora vuelvo a hablar de uno de los más importantes estudios de
animación de la actualidad para referirme a la última producción que se estrena
entre nosotros: “El viaje de Arlo”, discutible traducción del original “The
good dinosaur”.
Lo cierto que tras “Inside out” las expectativas
puestas en este último film estaban francamente muy altas, y ya hay quién se ha
apresurado a decir que “El viaje de Arlo” supone un nuevo batacazo creativo de
la Pixar. Tales afirmaciones, en mi opinión, no pueden venir sino de alguien
realmente muy cínico, pues este último film es una maravilla se mire por donde
se mire, y viene a demostrar la recuperación creativa de Pixar tras films
fallidos como “Brave” o, con mayor razón aún, ante una fiebre de ‘secuelitis’
que pese a todo no es tan grave. “El viajo de Arlo” demuestra que en la
compañía aún quedan creativos imaginativos.
Bien es cierto que este film, desde un punto de
vista argumental, no es tan sofisticado como el anterior, y no está a la altura
de los mayores logros de la compañía (que en mi opinión siguen siendo “Vall.E”
y “Up”. “El viaje de Arlo” es un film más convencional y quizás menos original
de lo que parece. La premisa argumental según la cual el meteorito que
(supuestamente) provocó la extinción de los dinosaurios en la Tierra no llego a
chocar contra ella permitiendo que éstos medrasen, no da pie sino a una clásica
historia de superación personal y defensa de los lazos familiares. Así pues
“Arlo” bebe en buena medida de otras fuentes de la compañía como “Buscando a Nemo”,
o de la compañía ‘madre’, la Disney, como puede ser “El rey león”.
La historia se puede resumir fácilmente: Arlo es
el menor de una familia de braquiosaurios, y, al contrario que sus hermanos, el
más débil y miedoso. A raíz de un suceso trágico y de un posterior accidente se
verá obligado a emprender un largo viaje para reencontrarse con su familia
perdida. Durante el viaje Arlo se encontrará con Spot, un humano salvaje, que se
convertirá en su compañero de viaje.
Si bien tanto por su estructura
narrativa como por su argumento esta película nos puede recordar a otros films, es justo
reconocer que el último film de la Pixar tiene unos cuantos elementos que
añaden interés a la trama. El primero de ellos la inversión de roles: Arlo, el
dinosaurio, es aquí el protagonista e hilo conductor del relato, y el personaje
que aporta el elemento racional; por otro lado, Spot, el humano, no solo aporta
el necesario contrapunto cómico a la historia, sino que se le reserva el rol
secundario, el de mascota, que usualmente está reservado a los animales en la
inmensa mayoría de los films Disney. Spot se convierte ya desde su primera
aparición en el mayor logro de la película, y de inmediato nos roba el corazón.
El personaje es un prodigio de expresividad y comunicación no verbal y desbanca
por completo a Arlo, el protagonista, el cual no llegará a despertar las mismas
simpatías entre el público. Y no es que Arlo será un personaje mal construido,
pero su diseño excesivamente ‘blando’ y ‘redondeado’ (alejado por completo del
aspecto más ‘agreste’ y ‘duro’ que uno espera de cualquier dinosaurio), así
como su carácter asustadizo y cobarde, hacen que no logre provocar la misma
empatía en la platea.
Esta inversión de roles no es la única novedad
que nos depara el film: los Tiranosaurios, a los que habitualmente se reserva
el papel de villanos y depredadores brutales, son representados en este “Viaje
de Arlo” como caracteres inteligentes y simpáticos, el clásico ‘duro de buen
corazón’, lo cual es de agradecer. Además, todas las secuencias en que aparece
la familia de Tiranosaurios, se erigen en algunos de los mejores momentos del
film con su claro homenaje al western, algo ya obvio desde la aparición del
paisaje que evoca sin disimulo Monument Valley y el Gran Cañón.
“El viaje de Arlo” tampoco pierde de vista el
hecho de que nos está mostrando a criatura en estado salvaje, por simpáticos
que resulten. Así pues, algunas de las escenas que nos muestran la ‘dieta’ de
algunos de los personajes, y que podrían muy bien inspirarse en otras de “El
rey león” en las que veíamos a Pumbaa y Timón alimentarse, no escatiman ni
cierta crudeza ni ironía que será más apreciada por el público adulto que no
por el infantil.
Pero “Arlo” también evita recrearse en exceso en
el esquema de la budy movie de otros
films de Pixar (como podría ser “Toy Story” o “Cars”), para hacer una defensa acérrima
de los valores familiares. Hay al respecto un momento clave en el film, uno de
los más emotivos y que demuestra porque Pixar sigue siendo una compañía de
referencia en el terreno de la animación y no tiene quién le tosa (obviemos aquí
la animación japonesa): es aquel en que Arlo trata de explicar a Spot qué es
una familia, y Spot termina por entenderlo. Si a un espectador, adulto o
infantil, no se le escapa una lágrima con esa secuencia, es que realmente es
una persona muy insensible. Ese momento, que golpea como un mazazo la sensibilidad
del espectador, tiene el mismo efecto que la magistral secuencia inicial de “Up”
en la que se resumen la viva de su protagonista, Carl.
Como los mejores films de Pixar “El viaje de Arlo”
nos hablar de valores positivos, y lo hace con emotividad e inteligencia,
llegando a todas las edades y todo tipo de sensibilidades. En este caso hace
una defensa de los lazos familiares, quizás incluso por encima de los lazos de
amistad que la compañía había puesto de relieve en películas como “Up”, “Cars”,
“Toy Story” o “Ratatouille”, y por ese motivo habrá quién la tache de
excesivamente conservadora. Yo no estoy de acuerdo, pero, aunque así fuese,
apela a dichos sentimientos desde una perspectiva tan optimista y luminosa que
es imposible no rendirse a ellos.
Y hablando de luminosidad, si hay un elemento
incontestable en este film es su acabado técnico y sobretodo el tratamiento de
la luz. Cada nuevo film de Pixar, al margen de su mayor o menos originalidad, y
al margen de los logros de su trama, supone (casi) siempre un nuevo paso
adelanta en cuanto aspecto técnicos. En “El viaje de Arlo” la descripción de
los paisajes naturales alcanza tal perfeccionismo que se hace francamente difícil
creer que no estamos ante una película de imagen real. Los movimientos de las
briznas de yerba, de las hojas de los árboles, del agua… son sencillamente
apabullantes en su perfección. Pero es en el tratamiento de la luz donde
alcanza mayores cotas de perfección: hay momento en que nos vemos el cielo y
sin embargo sí que vemos el efecto de los cambios de luz o del paso de las
nubes en el paisaje, muchas veces de una manera sutil pero perceptible. Hay no
pocas escenas que cortan el aliento por su belleza en este film. Belleza acompañada
siempre de una inspirada partitura de Michael Danna de aires folk, que complementa
las imágenes sin necesidad de subrayarlas, y que aporta la necesaria emotividad
sin resultar nunca enfática.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La animación,
como es habitual en Pixar, que es simplemente prodigiosa, y la carga emocional del
flm. ¿Lo peor? Que haya quién insista en verla, de manera inmerecida, como un
film menor de la compañía.
martes, 1 de diciembre de 2015
UNA PELICULA EN UNA IMAGEN
¿Una imagen vale más que mil palabras? ¿Pueden una única imagen resumir toda una película? En cierta forma eso es lo que trata de conseguir un cartel cinematográfica: condensar toda la esencia de un film en una única imagen incónica. Bien es cierto que lo hace con fines claramente promocionales: un cartel tiene que, en cierta manera, ayudar a 'vender' una película. Pero no por ello tiene por qué dejar de ser una expresión artística en si mismo. ARTISTAS (y lo pongo expresamente en mayúsculas) como Bob Peak, Saul Bass, Drew Struzan, John Alvin, Richard Amsel o Robert McGinnis entre muchos otros así lo entendieron, y su contribución al ARTE del cartelismo cinematográfico tiene que escribirse necesariamente con mayúsculas.
A veces se recure a la pintura. Otras veces a la fotografía, el collage o el dibujo infográfico. Algunos artistas apuestan por el barroquismo, otros por el minimalismo, y hay quien utiliza recursos evidentemente publicitarios. Hay muchas formas de 'vender' una película. A veces de manera más o menos evidente, otras haciendo uso de la sutileza o la sugerencia. Hay veces que incluso el teaser poster es incluso más atractivo que el propio poster oficial. Y también hay colectivos de ilustradores que se dedican a redibujar o a proponer sus propios diseños o ideas al margen de los posters oficiales, llegando muchas veces (para nuestro deleite) a superarlos.
Hace ya algún tiempo publiqué un post en que trataba precisamente de poner de relieve las virtudes de este arte muchas veces menospreciado cuando no ignorado en que consiste el cartelismo cinematográfico (podéis leerlo aquí) Hace algo menos que abrí un tablero en Pinterest precisamente dedicado a recopilar algunos de mis posters y teaser posters favoritos de todos los tiempos, incluídas algunas versiones no oficiales. Los posters y carteles ahí recogidos son solo una muy pequeña muestra que recoge algunas de las imágenes más icónicas, bellas, impactantes, originales o sugerentes que ha dado el mundo del cartel cinematográfico... una muestra muy pequeña que irá creciendo poco a poco.
Aquí te dejo un enlace a la galería. Espero que lo disfrutes.
A veces se recure a la pintura. Otras veces a la fotografía, el collage o el dibujo infográfico. Algunos artistas apuestan por el barroquismo, otros por el minimalismo, y hay quien utiliza recursos evidentemente publicitarios. Hay muchas formas de 'vender' una película. A veces de manera más o menos evidente, otras haciendo uso de la sutileza o la sugerencia. Hay veces que incluso el teaser poster es incluso más atractivo que el propio poster oficial. Y también hay colectivos de ilustradores que se dedican a redibujar o a proponer sus propios diseños o ideas al margen de los posters oficiales, llegando muchas veces (para nuestro deleite) a superarlos.
Hace ya algún tiempo publiqué un post en que trataba precisamente de poner de relieve las virtudes de este arte muchas veces menospreciado cuando no ignorado en que consiste el cartelismo cinematográfico (podéis leerlo aquí) Hace algo menos que abrí un tablero en Pinterest precisamente dedicado a recopilar algunos de mis posters y teaser posters favoritos de todos los tiempos, incluídas algunas versiones no oficiales. Los posters y carteles ahí recogidos son solo una muy pequeña muestra que recoge algunas de las imágenes más icónicas, bellas, impactantes, originales o sugerentes que ha dado el mundo del cartel cinematográfico... una muestra muy pequeña que irá creciendo poco a poco.
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