La idea de narrar una misma historia ofreciendo diferentes
puntos de vista no es nueva, ni en la literatura ni en el cine. En 1920, por
ejemplo, William Faulkner publicaba una de sus obras más complejas y
emblemáticas, "El ruido y la furia", que narra la decadencia de una
vieja familia del profundo sur americano desde el punto de vista de 4 de sus
integrantes, narrando en primera persona 3 de los relatos (uno de ellos desde
el punto de vista de un retrasado mental), y utilizando la tercera persona para
el cuarto relato, narrado desde la perspectiva de una de las criadas de la
familia. Si nos centramos en el ámbito cinematográfico uno de los mejores y más
famosos ejemplos sería el "Rashomon" de Akira Kurosawa, estrenado en
1950, obra maestra indiscutible del 7º arte que explica un crimen perpetrado en
el Japón medieval del siglo XII desde el punto de vista de 4 de los personajes
involucrados: el agresor, la victima (un samurái fallecido que habla a través
de una médium), la esposa de la víctima y un leñador testigo del crimen.
Salvando las distancias el último film de Paolo Virzi,
"El capital humano", poco tiene que ver con Faulkner o Kurosawa, pero
sí que se podría hermanar con ellos en la intención de narrar los hechos utilizando las diferentes perspectivas de varios de los partícipes de la historia. Al igual que
ocurre en la novela de Faulker, en la que el lector no adquiere una conciencia clara
de la narración hasta adentrarse en el cuarto relato, el único narrado en 3ª
persona (el propio escritor) y de forma lineal, o del mismo modo que en la
película de Kurosawa, en la cual el espectador conocerá la verdad de los hechos
cuando al final irrumpe la narración del testigo, en este film de Virzi, basado
en una novela de Stephen Amidon, no es hasta el final de la película que el
espectador tendrá una visión completa y clara de todo lo mostrado previamente. El film
está dividido en 4 capítulos, los 3 primeros narrados desde el punto de vista
de 3 de los personajes de la historia, titulados cada uno con el nombre de
dicho protagonista, mientras que el 4º capítulo, a modo de glosa y titulado igual que el propio
film, intentará cerrar la trama anteriormente expuesta, tratando de responder
a muchos de los interrogantes que han ido surgiendo en los minutos anteriores.
Pero al margen de estructurar narrativamente la historia
ofreciendo los diferentes puntos de vista de algunos de sus implicados, como decía más arriba nada
más en común existe entre este último film de Paolo Virzi y los otros ejemplos
anteriormente citados. De hecho la historia de Virzi se estructuraría en clave
de thriller, utilizando una narración no lineal que arranca con un hecho
puntual y aparentemente anecdótico, el atropello de un ciclista en una
carretera secundaria durante la noche, para retroceder en el tiempo y narrar
una serie de hechos aparentemente inconexos con el accidente que abre el film.
A lo largo de la primera mitad de la película el espectador se preguntará que
tienen que ver esos personajes y sus historias con el ciclista atropellado,
para después descubrir que si bien este último no está conectado personalmente
con el resto de personajes, su accidente actuará en cierta forma como
catalizador de parte del drama que se desarrollará después.
La construcción formal del film es impecable. La forma en
como Virzi junto a los guionistas Francesco Bruni y Francesco Piccolo intercalan las diferentes narraciones para construir un rico fresco humano y social es
sencillamente modélica. Porque además en el film su planteamiento como thriller en el
fondo no es más que una excusa para hablar de otros temas que interesan al realizador,
que no son otros que ofrecer una ácida crítica de un sector de la sociedad
italiana sobre el cual Virzi arroja una mirada nada complaciente. Por un lado tenemos la
familia Benaschi, una familia adinerada que goza de los privilegios que le otorga su posición y su fortuna, formada por un padre, Giovanni, que asume su
condición de patriarca implacable, que subestima a su
esposa reduciéndola a un mero objeto decorativo, al mismo tiempo que mesosprecia a su propio hijo
al que recrimina constantemente su falta de ambición; su esposa Carla, un ama de
casa aburrida que no sabe qué hacer con su tiempo y su dinero, que busca dessperadamente autorealizarse, por lo que se lanza a liderar el proyecto de rescatar un viejo teatro en decadencia, todo con el objetivo único de lograr sentirse útil en su sentido u otro; y por último, Massimiliano, el único hijo del matrimonio, malcriado y acostumbrado a salirse siempre con la suya e
incapaz de enfrentarse a sus padres, sobreprotegido por su madre y
abrumado por la presión constante de su padre, que no tolera sus fracasos y le
desprecia por no ser un triunfador. Esta familia de apariencia prospera pero de realidad insulsa y aburrida se cruzará con otra, los Ossolas, de clase media. En el retrato que ofrece el film de éstos no mucho mejor parado sale el personaje de
Dino, padre de Serena, la novia de Massimiliano, dueño de una prospera agencia inmobiliaria; el oportunista y advenedizo Dino no está dispuesto a dejar pasar la oportunidad de codearse con la alta
sociedad y sacar tajada de ello, y tratará de aprovechar la más mínima oportunidad de hacerse valedor del reconocimiento de los Bernaschi, sin importarle sin con ello avergüenza o incomoda a su hija, e incluso llegando al punto de ignorar a su propia esposa embarazada cuando ésta siente contracciones en el transcurso de un
encuentro con sus 'nuevos amigos ricos'.
Virzi ha traladado la acción del libro original, que transcurre en Connecticut, a Brianza, una zona rica y próspera del norte de Italia. Lo cual le permite por un lado reescribir a los personajes de la obre utilizando arquetipos verosimilmente italianos, pero que al mismo tiempo resultan pertinentemente universales. Todo ello le permite al director establecer un adecuado paralelismo con la commedia dell'arte para hablar de la moralidad y la diferencia de clases, arrojando una mirada crítica con los personajes que no está exenta de un cierto sentido del humor, por mucho que los acontecimientos que nos explica el film sean en sí dramáticos. Como en la comedia del arte, los personajes de "El capital humano" son trasuntos arquetipicos extrapolables a cualquier sociedad del mundo occidental (los 'tiburones financieros', los 'nuevos ricos', los 'ricos aburridos'...), solo que convenientemente contemporaneizados para la ocasión.
Merece la pena destacar el ajustado trabajo actoral, en el
que brilla especialmente una sensible Valeria Bruni Tedeschi, actriz y
realizadora, que en este film se mete en la piel de la aburrida, atribulada y a la vez
frágil Carla, aunque también es justo reconocer que Fabrizo Bentivoglio hace un
gran trabajo interpretando al oportunista y mezquino Dino, un personaje mediocre que trata de vivir por encima de sus posibilidades, al abrigo de potentados menos mediocres que él, pero con los que comparte el mismo desprecio hacia valores como la protección de la esposa o su descendencia; su interpretación logra que su personaje acabe resultando incluso más despreciable que el antipático Gionnavi, frío y carente de escrúpulos. Pocos personajes salen bien parados en el
retrato que Paolo Virzi ofrece tanto de la alta sociedad italiana como de la
emergente clase media que busca desesperadamente hacerse con su parte del
pastel. Si los primeros miran con desprecio y condescendencia a los segundos,
estos últimos no dudan en dejar de lado cualquier tipo de dignidad, ética,
moral e incluso humano, solo por lograr verse reflejados en el mismo espejo en
el que se miran sus 'primos ricos'. En todo caso dos personajes si obtendrían
el beneplácito del director y por lo tanto son observados con cierto cariño: por
un lado Bárbara, madrastra de Serena e interpretada por una recuperada Valeria
Golino, psicóloga de talante abierto y progresista, aunque algo ingenuo, que
trabaja con adolescentes conflictivos; por otro lado la propia Serena, interpretada por una ajustada Matilde Gioli, chica
resuelta y capaz que trata de mantenerse al margen de las hipocresías y banalidades de
la gente rica que le rodea, y la única a la que mueve el sentimiento más
noble posible: el amor sincero. Sin embargo de la mirada ácida de su director no escapa tampoco otro estamento social, el de los 'intelectuales', en este film encarnado en un profesor universitario al que interpreta Luigi Lo Cascio, personaje intelectualmente brillenta pero débil en el terreno afectivo y que termina por convertirse en una vitriólica parodia.
Entre sus muchas invitaciones a la reflexión el film nos ofrece una lúcida presentación de los diferentes precios que pagan diferentes ciudadanos por cometer un mismo error, en función de su estatus social e incluso de su catadura moral: al final los tramposos, los diletantes, los oportunistas, los que abandonan el barco cuando éste se hunde, son los que, lamentablemente, obtienen su inmerecida recompensa.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su modélico guión, la construcción formal de la trama, y las múltiples lectura que ofrece el relato. ¿Lo peor? Quizás lo único reprochable sea la única concesión que hace el film en su final aparentemente feliz, al menos para uno de sus personajes, un detalle que no resta fuerza a la historia, pero que da la impresión de querer afirmar que 'el amor siempre triunfa'.
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