Dicha norma no tendría mayor relevancia si no fuese porque a
veces el hecho de cambiar la raza de algún protagonista (normalmente de blanco
a negro), incurre a veces en errores o inconsistencias de diversa índole. Cierto
es que Hollywood ha tenido que recorrer un largo camino para la presencia de
personajes de otras razas fuesen algo más que meramente anecdótico en sus
producciones, y actualmente actores y actrices de la talla de Denzel Washington,
Halle Berry, Samuel L. Jackson, Viola Davis, Octavia Spencer, Woopi Goldberg,
Jimmy Fox, Forrest Whitaker, Will Smith o Morgan Freeman ocupan hoy en día
posiciones preponderantes dentro del estrellato cinematográfico norteamericano.
No es de extrañar, pues, que soliciten papeles a la altura no ya de su talento
sino de su condición indiscutibles de estrellas. Probado está, por ejemplo, que soldados negros tuvieron una participación
más o menos decisiva en eventos importantes de la historia americana como la
Guerra Civil o la 2ª Guerra Mundial, por mucho que Hollywood no los haya tenido
muy en cuenta. Del mismo modo queda fuera de toda discusión la importancia
histórica de personajes como Martin Luther King o Muhammad Ali. Papeles
protagonistas de peso para actores de color, los hay. También al margen del
trabajo de directores más o menos militantes dentro de la comunidad
afroamericana como Spike Lee, otros como Steven Spielberg o Quetin Tarantino,
por citar dos ejemplos dispares, no han dudado en reflejar la historia o
vivencias de la población negra, o incorporar actores de color protagonistas en
muchos de sus films. El problema aparece cuando se insiste en colocar actores
de color en films cuyo contexto hace que su presencia ‘chirríe’. Por ejemplo,
si uno hace un film sobre la antigua Roma resultará poco consistente presentar
un personaje negro si éste no es un esclavo, del mismo modo que si se filma una
película ambientada en la Francia pre-revolucionaria del Cardenal Richelieu, un
personaje de color resultará poco menos que incongruente. ¿Hasta qué punto es
permisible saltarse la consistencia histórica en aras de una discutible
corrección política?
Esa misma corrección política fue la que obligó en su día a
que Lando Calrisian, al que dio vida
Billy Dee Williams, fuese el primer personaje de raza negra de la saga
clásica de “Star Wars”, aunque es justo reconocer que dicha decisión no molestó
demasiado en su momento ni lo hace hoy en día, habiéndose incorporado incluso
nuevos personajes de color a la saga, como el maestro Jedi Mace Vindu,
interpretado por Samuel L. Jackson. Sin embargo esa manía por cambiarles la
raza a algunos personajes ha provocado una cierta, y a veces justificada,
irritación entre algunos espectadores. Cuando partimos de un argumento
completamente original para el cine, guionistas y/o directores se sienten con
total libertad de presentar a un personaje como caucásico, negro, oriental o
latino, estando la elección de la raza motivada únicamente por el contexto
histórico, social, cultural y geográfico en el que se vaya a desarrollar la trama.
No ocurre igual cuando se adapta un argumento pre-existente proveniente de la
literatura, el comic o la televisión, pues si en su día se determinó la raza de
un personaje obedeciendo a unas determinadas premisas, estas se ven adulteradas
y traicionadas cuando se cambia la raza de dicho personaje. Habrá quien
interprete ese cambio de raza como irrelevante, y la reacción de los fans del
libro, comic o serie en que se inspira, es a veces vista como exagerada. Pero
no siempre es así y el malestar está muchas veces justificado. Toda esta larga
introducción es para contextualizar lo que voy a explicar a continuación, y que
versa concretamente sobre el cambio de raza de algunos personajes en las
recientes adaptaciones cinematográficas de comics de superhéroes. Vayamos por
partes.
Si nos retraemos a las primeras adaptaciones de personajes
de comic no vamos a encontrar muchos actores de color en ellas. En el Superman
del llorado Christopher Reeve no encontraremos un actor de color en rol
protagonista hasta la tercera entrega, con el irritante Richard Pryor en la
piel de improbable villano. En el caso del Batman televisivo de los años 70 tuvimos
a Eartha Kitt en la piel de la villana Catwoman (interpretada previamente por
Julie Newmar y Lee Meriwether). Billy Dee Williams dará vida al fiscal del
distrito Harwey Dent (futuro Dos Caras) en el “Batman” de Tim Burton, aunque
cuando Joel Schumacher se hizo con la dirección de “Batman Forever” lo
sustituyó por un histriónico (y blanco) Tommy Lee Jones. Incluso se habló de
incorporar un Robin de raza negra en algún momento, idea que no terminó de
cuajar y acabó en el olvido. Cuando las adaptaciones cinematográficas adquirieron
carta de nobleza con los “X-Men” de Bryan Singer, no va haber problema alguno,
pues una de sus protagonistas, Tormenta, interpretada por Halle Berry, ya era
originariamente de raza negra.
Los problemas comenzarán a evidenciarse con posteriores
adaptaciones de comics Marvel. Tomemos por ejemplo el caso de “Daredevil” (Mark
Steven Johnson, 2003), en el que el villano Kingpin fue interpretado por el
fornido Michael Clarke Ducan. Kingpin, alias de Wilson Fisk, es un jefe
criminal mafioso surgido de La Cocina del Infierno, uno de los barrios más
sucios, degradados e inseguros de Manhattan. Originalmente Hell’s Kitchen era
un barrio poblado fundamentalmente por inmigrantes italianos e irlandeses, y
uno de los barrios donde, debido a su alto índice de criminalidad, empezaron a
formarse las primeras mafias neoyorkinas de crimen organizado. Conviene señalar
que por lo general los grupos criminales funcionan con un alto sentimiento de
exclusión racial, y en este sentido los italoamericanos no se mezclaban con los
irlandeses y ninguno de ellos con los latinos, los chinos o los afroamericanos.
Estos últimos se concentraban fundamentalmente en los guetos de Harlem o el
Bronx, mientras que los primeros lo hacían en Hell’s Kitchen, dejando Chinatown
para los inmigrantes chinos. En los comics Marvel nunca se ha aclarado
demasiado el origen de Kingpin: sabemos, evidentemente, que es blanco,
presumimos que de ascendencia norteamericana, y sabemos también que ha escalado
posiciones dentro de la mafia empezando desde lo más bajo y utilizando todo
tipo de malas artes (asesinato, extorsión, etc.) hasta llegar a convertirse no
solo en uno de los principales jefes de los bajos fondos neoyorkinos, sino
también en un aparentemente respetable y acaudalado hombre de negocios. Michael
Clarke Duncan tiene indudablemente la talla para dar vida al Kingpin del
crimen, pero precisamente su raza le resta credibilidad. Si Kingping hubiese
sido un mafioso del Bronx, nadie hubiese discutido la elección de Duncan, pero
como líder criminal criado en Hell’s Kitchen y que se mueve por los barrios
altos de Manhattan Duncan carece de la credibilidad necesaria. Para más inri en
el film de Johnson le dotaron de un ‘tic’ que lejos de añadir matices al
personaje, resulta un tanto ridículo. El Kingpin del film, tras cometer un
asesinato, deja una rosa en el cuerpo de su víctima. Para empezar solo los
psicópatas criminales sienten la necesidad de rubricar sus delitos, y Kingpin
no solo está muy cuerdo, sino que además de frio, implacable y calculador es lo
suficientemente sensato como para no dejar ningún tipo de pistas que puedan alertar
a la policía. Kingpin es esencialmente un tipo pragmático y que no se deja
dominar nunca por su ego; él es consciente de que permanecer en la sobra le
reporta muchos más beneficios que hacerse notar. Escasos méritos son los que
aportaban el film de Mark Steven Jhonson interpretado por el soseras de Ben
Affleck, con lo cual la nueva serie de televisión producida por el canal
Netflix con Daredevil de protagonista parte con claras ventajas para superar el
recuerdo de la película. Al menos han corregido el error devolviendo a Kingpin
su color de piel original, y eligiendo a un inquietante Vincent D’Onofrio para
darle vida. Curiosamente a la hora de recuperar el personaje del periodista Ben Urich en la serie, a éste también lo han vuelto negro, y en cambio esta alteración no resulta tan sangrante, bien sea por la condición de secundario de Urich, bien porque en este caso la raza no es un rasgo definitorio del personaje.
Las películas de la franquicia de los Vengadores, al igual
que la de los X-Men, lo han tenido en general más fácil. Para empezar, si bien
es cierto que también le han cambiado la raza a Nick Fury, no está demás
puntualizar que el Nick Fury que aparece en los films no se basa en el del
universo Marvel tradicional, sino en su versión remozada y modernizada del
universo Ultimate, que ya nació siendo negro y al que el dibujante Brian Hitch
dibujó desde el inicio con los inequívocos rasgos de Samuel L. Jackson. La
elección del actor para darle vida en la gran pantalla era tan evidente como
obligada. Fury debutó en el primer film de la saga de Iron Man, y en la misma
saga también haría su debut Máquina de Guerra, personaje de color al que
interpretó inicialmente Cuba Gooding Jr.,
siendo sustituido después por Don Cheadle. El personaje del Halcón, por
otro lado, haría su debut en la saga del Capitán América, interpretado por
Anthony Mackie. La polémica saltaría con la primera película basada en el
personaje de Thor, en la cual Idris Elba interpretaría a Heimdall, guardián del
Bifrost, el puente arco-iris que une Asgard con Midgard (la Tierra). Idris Elba
es un actor de talento y tiene una presencia imponente, adecuada para
interpretar a un dios (Elba, inglés de
nacimiento, se ha postulado en varias ocasiones para ser el primer James
Bond de raza negra), el problema es que Heimdall es un dios NÓRDICO. La
mitología nórdica siempre describe a su panteón como hombres y mujeres altos,
de constitución fuerte y de cabellos preferentemente rubios o pelirrojos. En
los comics Marvel rubios son Thor (aunque en la mitología sus cabellos son
rojizos), Fandrall, Freya, Amora u Odín; pelirrojos son Volstagg o Lorelei; y
de un negro profundo son los cabellos de Sif, Loki, Hogun o Karnilla. Rara vez
se presenta algún personaje con cabellos castaños. En el film dirigido por
Kenneth Branagh tenemos a un oriental (Hogun) y a un negro (el citado
Heimdall), lo cual resulta visualmente chocante si tenemos en cuenta que ambos
interpretan a personajes del panteón nórdico. La presencia de Idris Elba en el
film obedece en buena medida a su talento interpretativo, de acuerdo, pero
sobre todo a la necesidad de cubrir la cuota que se ha impuesto en este tipo de
blockbusters cinematográficos. Personalmente
la concesión a lo políticamente correcto me parece algo absurdo si con ello
incurrimos en este tipo de inconsistencias.
Esta tendencia es algo que parece no importarle demasiado a
directores como Sam Raimi (que no sintió la necesidad de cambiar de raza a
ninguno de sus protagonistas principales en la trilogía original de Spider-man)
o Christoper Nolan (que tampoco alteró el color de piel de ningún personaje
destacado en su saga del hombre murciélago), aunque en ambos casos tenían la
ventaja de contar con secundarios que ya en los comics eran de raza negra: el redactor
del Daily Buggle Robbie Robertson en “Spider-man”, y el director ejecutivo
Lucius Fox en las películas de Batman. Cuando Marc Webb tomó las riendas de la
dirección de la saga del hombre araña, el villano Electro pasó a ser de raza
negra e interpretado por Jimmy Fox, aunque en este caso el cambio de raza no
deja de ser anecdótico, pues esta nunca fue un rasgo definitorio del villano. E
igualmente anecdótico aunque no exento de ironía fue el cambio del redactor
jefe del Daily Planet en el “Man of Steel” de Zack Snyder, al que dio vida Laurence
Fishburne, irónico por el hecho de que responde al nombre de Perry White (‘blanco’
en español.
Posiblemente los casos más chocantes en lo que se refiere al
cambio de raza de un personaje los vamos a encontrar en la franquicia de los 4
Fantásticos. El primero lo encontraremos en el primer film dirigido por Tim
Story, en el cual la escultora ciega Alicia Masters, pareja romántica de Ben
Grimm, alias La Cosa, pasa a ser de raza negra y tener los rasgos de Kerry Washington. A priori el cambio no dejaría
de tener mayor relevancia si no fuese porque analizando el carácter trágico en
el que se fundamenta la relación entre ambos personajes, añade matices
peculiares al mismo. La Cosa es, no lo olvidemos, un monstruo. De buen corazón, pero monstruo
al fin y al cabo, al cual su piel pétrea le aparta del resto de la humanidad y
le impide tener relaciones carnales con ninguna mujer. Su relación, pues, es
casta y virginal. Alicia, por su parte, es ciega, así que ella no es capaz de
percibir la condición monstruosa de Ben. Si le ama, y lo hace sinceramente, es
porque se siente atraída por la bondad de su corazón, su valentía y su sentido
del humor. Pero, ¿le amaría igualmente si no fuese ciega y le viese como lo
hacen el resto de seres humanos? John Byrne es un permanencia en la serie de comics
de los 4 Fantásticos insistió sobre el tema, recalcando que el amor de Alicia
es honesto y sincero, y que seguiría amando a Ben Grimm fuese cual fuese su
aspecto. Pero el hecho de que la Alicia cinematográfica sea de color añade una
relectura en clave racial de la relación entre ella y Ben, relectura que podría
dar pie a interpretaciones prejuiciosas. Pensemos que en este film, Alicia, de condición invidente, solo puede aspirar a emparejarse con un monstruo; del mismo modo Ben, de aspecto rocoso, es rechazado por su antigua novia (blanca) y solo puede aspirar a ser aceptado por una mujer de raza negra. No dudo que tan maliciosa relectura no estuvo nunca en la mente de los guionistas, pero éstos, en su afán de abrazar lo políticamente correcto, han promovido involuntariamente una interpetación prejuiciosa y de tintes ligeramente racistas en la relación entre ambos personajes.
![]() |
| ¡Oops! Parece que papá tuvo una aventura |
Sin embargo el cambio más polémico en cuanto a alteración de
raza lo veremos en el próximo reboot de los 4 Fantásticos, dirigido por Josh Trank
y de inminente estreno. Los 4 Fantásticos son la primera familia Marvel por
antonomasia: Red Richards (marido y padre), Sue Richards (esposa, madre y
hermana), Johnny Storm (cuñado, hermano y tío) y Ben Grimm (amigo del alma y
tío putativo), a los que habría que añadir al pequeño Franklin Richards (hijo y
sobrino), conforman un núcleo familiar totalmente funcional y de lo más
clásico. Esa es precisamente la característica que mejor define al grupo y lo
diferencia de otros como la Patrulla-X (a los que une su condición de
marginados y su pertenencia a una escuela de talentos), los Vengadores (que
está bajo la nómina del gobierno americano) o los Defensores (el no-grupo por
excelencia, que se juntan de forma caprichosa y solo cuando el azar lo decide). Stan Lee ya puso de relieve esa condición de
grupo familiar en su larga permanencia en la colección, y John Byrne, en su no
menos memorable etapa, la potenció aún más si cabe. La versión cinematográfica
de Tim Story quizás modernizó alguno de sus integrantes, ofreciendo una imagen
más acorde con los tiempos actuales, de manera que Sue Storm en el film no es
una esposa supeditada a su marido, sino una mujer completamente emancipada. Pero
aun así los lazos familiares se mantenían (Sue acabaría contrayendo igualmente
matrimonio con Red Richards en la secuela del film). ¿Y qué es lo que ha hecho
Josh Trank en este reboot? Pues precisamente dar al traste con una de las principales
características que lo definen. Y para ello le ha bastado con cambiar la raza
de uno de sus miembros, en concreto la Antorcha Humana, que ahora tendrá los rasgos del actor Michael B. Jordan. Este reboot rejuvenece
considerablemente los miembros del cuarteto (en clara referencia a la más
moderna versión del universo Ultimate), pero la visión familiar del grupo
desparece por completo. Sue y Johnny Storm continúan siendo hermanos…
presumiblemente. Al menos conservan el mismo apellido, aunque ella es blanca y
él es negro, igual que el padre de ambos, con lo cual se deduce que Sue pasa a
ser adoptada… o (¡oops!) papá Storm tuvo una aventura extramatrimonial.
No quiero pecar de pacato ante el hecho de que esta nueva
versión quiera ofrecernos una imagen menos convencional de las relaciones
familiares, pero la gracia precisamente de los 4 Fantásticos originales era/es
precisamente esa: su condición de familia CLÁSICA. La película de Josh Trank a
lo mejor incluso acabará estando muy bien, pero sus personajes NO son los 4
Fantásticos de Marvel, sino que son un grupo de adolescentes que se han
apropiado de los nombres y los poderes de unos personajes de cómic. Hasta los “Los
increíbles” de Pixar (Brad Bird, 2004) eran mucho más fieles a la versión
canónica de Stan Lee y Jack Kirby, por mucho que sus poderes y sus roles fuesen
ligeramente (solo ligeramente) distintos. A fin de cuentas tenemos una chica
invisible, un forzudo, una chica elástica, y un velocista a cambio de un
flamígero. Es cierto que los cambios en esta nueva versión de los 4F son más
radicales que el simple cambio de raza de uno de sus miembros (¡Por Dios! ¡Si
hasta se han atrevido a convertir al monarca de Latveria en un hacker
informático apodado ‘Doom’!!!!!!!!), por lo que en esta nueva propuesta del
director de “Chronicle” el que Johnny Storm sea negro acaba resultando algo
meramente anecdótico.
| ¿El futuro mentor del Dr. Extraño? |
En fin, que por mucho que los lectores veteranos protestemos y pataleemos, no nos van a hacer caso. A fin de cuentas este tipo de films se hacen para arrasar en taquilla, no para contentar a un reducido grupo de 'frikis' lectores de cómics. Si valiendose de estrategias comerciales com diversificar la raza de los protagonistas logran atraer a otro tipo de audiéncias (y el sector demográfico afroamericano en EEUU no es tan trivial como para ignorarlo), pues no nos va a quedar más remedio que irnos a acostumbrarnos a este tipo de alteraciones en aquellas historias que hemos mamado desde nuestra más tierna infancia.
Nuff said!

No hay comentarios:
Publicar un comentario