lunes, 29 de septiembre de 2014

COMO LA VIDA MISMA


Ya comienza hablarse de “Boyhood”, el último film de Richard Linklater, como una de las mejore películas del año, y yo me pregunto hasta qué punto es una reacción un tanto exagerada. No quiero llamara equívoco, “Boyhood” es una gran película, pero al margen de que en esta recta final del 2014 aún podremos encontrarnos con algunas muy gratas sorpresas (los esperados estrenos de “Fury”, “Gone girl”, “Interestelar”, “Big eyes”, “The imitation game”, “Inherent vice”, “The theory of everything”…), algunas reacciones de cierto sector de la crítica tachando este film de ‘revolucionario’ me resultan un tanto desproporcionadas.

A fin de cuentas “Boyhood” no inventa nada, y la presunta novedad que presenta el film por el hecho de haber sido rodado a lo largo de 12 años, filmando de esta manera la evolución de los personajes a lo largo de un dilatado periodo de tiempo, es algo que ya probó el propio Linklater con su trilogía de ‘antes del…’, cuyas tres entregas se han estrenado separadas por un periodo de casi 20 años (“Antes del amanecer” en 1995, “Antes del atardecer” en 2004 y “Antes del anochecer” recientemente en el 2013); y antes que Richard Linklater, François Truffaut concibió retratar el periplo existencial del personaje de Antoine Doinel (interpretado por Jean-Pierre Léaud) en una serie de films que se iniciarían con la mítica “Los 400 golpes” (1959) y continuarían con “Antoine y Colette” (1962), “El amor a los 20 años” (1962), “Besos robados” (1968), “Domicilio conyugal” (1970) y “El amor en fuga” (1979)

A diferencia de las anteriores propuestas de Truffaut o el propio Linklater, la novedad en esta ocasión reside en el hecho de que el paso del tiempo no es mostrado en diferentes entregas cinematográficas sino en un único film, que imagino ha sido realizado siguiendo un elaborado plan de producción que permitiese rodar la evolución de los actores que en él participan a lo largo de 12 años de sus vidas. En este sentido el film es un ejercicio de honestidad que respira autenticidad por los 4 costados. Lo que estamos viendo en pantalla es simplemente un fragmento de vida, y de este modo asistimos a la evolución de una serie de personajes que bien podrían ser amigos o vecinos nuestros. Pero ese mismo tono pseudo-documental que le aporta al film un tamiz de verdad, juega a veces en su contra, ya que esa misma autenticidad le resta emoción. En el fondo la vida de la mayoría de las personas que nos rodean (amigos, vecinos, compañeros de trabajo…) están desprovistas de verdadero drama y se mueven en el terreno de lo que podríamos denominar ‘la más absoluta normalidad’, con sus buenos y malos momentos, con sus rutinas del día a día, sus miserias cotidianas, sus alegrías y sus penas… y es precisamente todo eso lo que retrata el film y quizás por eso asistimos a su visionado con cierta actitud de indiferencia. A fin de cuentas, ¿qué me importan a mí las vidas de la mayoría de mis conocidos menos allegados del mismo modo que qué me importa a mí los devanemos de un Mason Jr. (el protagonista del film) con el que no me une ningún lazo emocional y con quién no tengo nada en común?

Del mismo modo, la construcción formal del film, el hecho mismo de haber sido rodado a lo largo de 12 años, hace que planee por la vida de sus protagonistas a base de pinceladas breves, jugando (de manera muy inteligente, todo hay que decirlo) con la elipsis y el sobreentendido. No se pueden resumir 12 años de una vida en tan solo 165 minutos si no es a través de retazos, de anécdotas, de datos sutiles, obligando al espectador a llenar los huecos y por lo tanto a construir el relato completo de esa vida que nos muestra la pantalla. “Boyhood” no es en absoluto un film superficial ni críptico, pero tampoco encierra (en mi opinión) la carga filosófica que algunos han querido ver. No creo tampoco que su director y guionista pretendiese ofrecer una reflexión sobre el paso del tiempo, pero sí creo que pretendía mostrar ese paso del tiempo a través de los rasgos de sus protagonistas, a través de sus arrugas, sus canas, sus cambios de peso, de moda, de corte de pelo… Yo no veo “Boyhood” como una reflexión filosófica sobre el paso del tiempo y su efecto en las vidas humanas, pero sí como un documento que muestra de una manera clara, honesta y veraz esa misma incidencia temporal.

Existe un cierto distanciamiento entre protagonista y espectador, y eso es debido a que dicho protagonista, Mason Jr., en el fondo es un sujeto esencialmente pasivo que observa como la vida se desarrolla a su alrededor sin tomar decisiones verdaderamente importantes. Él reacciona a lo que ocurre, mientras su madre, su padre, incluso su propia hermana, adoptan una actitud más proactiva. Mason Jr. adopta por el contrario una actitud más contemplativa a lo largo de los 12 años que transcurren en el film, y solo al final, acercándose a la edad adulta, comienza a tomar sus propias decisiones. Es esa misma actitud contemplativa lo que por un lado ayuda al espectador a observar sin ser partícipe el paso del tiempo a lo largo del film, pero al mismo tiempo esa actitud le resta empatía y lo distancia del espectador. Observamos la vida a través de los ojos de Mason Jr., pero de una manera objetiva, neutra, desapasionada, sin hacer nunca una reflexión profunda sobre lo que significa crecer, hacerse mayor y envejecer, porque el propio Mason Jr. no hace esa reflexión, tan solo se deja arrastrar por las circunstancias tratando de adaptase a ellas de la mejor manera posible.

Linkater no es un director que se caracterice precisamente por su puesta en escena. Al margen del ejercicio de construir una película rodando pequeños fragmentos de su argumento a lo largo de 12 años, la puesta en escena de “Boyhood” es formalmente muy clásica, sin estridencias ni florituras de ningún tipo, prestando siempre atención a los rostros y dando protagonismo a los diálogos. Linklater (no es una novedad) trata siempre de que la historia se explique por sí misma, dando peso al contenido y no al continente. Lo que verdaderamente importa es lo que se cuenta, no cómo se cuenta. Así pues nos encontraríamos en las antípodas de un David Fincher, un Paul Thomas Anderson, un Spike Jonze o un Wes Anderson, para entendernos. No lo digo a modo de crítica, pues la suya me parece una apuesta totalmente legítima, sino que lo comento para entender cuáles son las (creo) verdaderas intenciones de su autor, que es dotar de un indeleble poso de veracidad a sus films, a diferencia de un Fincher o un Anderson que buscan simplemente la verosimilitud.

Sin embargo esa misma veracidad que busca y consigue el film a veces juega en su contra, ya que si bien es de agradecer que Linklater haya rehuido de forma elegante caer en el tremendismo o en la dramatización excesiva, esa misma falta de intensidad no evita a veces provocar cierta indiferencia.
En cuanto al trabajo actoral tampoco creo que el trabajo de ninugn. Ni Ethan Hawke ni Patricia Arquette son santo de mi devoción, aunque no puedo negar que en “Boyhood” están correctos y destilan naturalidad. A Ellar Coltrane, por otro lado, aún le queda mucha carrera por delante y tiempo para demostrar si es un actor de verdad en o no. “Boyhood” no hace sino retratar el periplo personal de un adolescente, Mason Jr., al cual Ellar presta voz, rostro y muy posiblemente su propia experiencia vital, hasta tal punto que sospecho que Ellar ni siquiera tiene la necesidad de actuar, tan solo mostrarse tal cual es, recitar sus diálogos y seguir las instrucciones del director.

Queda claro que aun apreciando, y mucho, las virtudes de “Boyhood”, que no son pocas, no comparto en cambio la reacción entusiasta de muchos críticos y espectadores ante la última propuesta de Richard Linklater, que en el fondo es la misma reacción que me provocan casi todos sus film: me gustan pero no me emocionan, los disfruto pero no me llenan.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El poso de autenticidad, de veracidad, de honestidad que deja el film. ¿Lo peor? La falta de emoción pura.

viernes, 12 de septiembre de 2014

11 DE SETEMBRE DE 2014

Este blog nació en un momento personal muy determinado y lo hizo simplemente con la intención de poder expresarme, de dar voz a muchos de mis pensamientos y divagaciones de una manera abierta y más o menos pública. Ha querido mi estado de ánimo que mayormente haya hablado en este blog de (algunas) las cosas que más me apasionan en este mundo: el cine, los comics, la literatura de género… No soy muy dado a hacer manifestaciones públicas expresando mis ideas políticas, y nunca ha sido una tendencia autoimpuesta el no hablar de temas más personales o de caracter social o político, pero ahora voy a romper esa tendencia.

Ayer 11 de septiembre del 2014 la gente de Cataluña se lanzó a la calle a celebrar la Diada. Lo hizo de forma pacífica pero también concienciada, lo hizo con espíritu festivo pero sin perder de vista el carácter reivindicativo que siempre tuvo esta festividad. En los últimos años, curiosamente años gobernados en el España por el Partido Popular, la Diada Nacional de Cataluña ha tomado un carácter más vehemente (que no agresivo) y su carácter político (que siempre ha estado presente) se ha puesto más de manifiesto. Yo, como catalán, como hijo de inmigrantes que vinieron a Cataluña buscando mejores oportunidades, como persona que ha nacido, crecido y que vive en Cataluña, he salido a la calle a celebrar la Diada. Y lo he hecho acompañado de familiares y amigos. Y lo he hecho también plenamente consciente de lo que estos últimos años he significado esta celebración para la gente que vivimos en Cataluña. Pero sobretodo  lo he hecho con una clara intención: expresar libremente mis ideas. Porque por encima de todo lo que reivindica la Diada Catalana es el derecho a que todos los que vivimos en Cataluña podamos expresar nuestras ideas, en libertad y en democracia, sin vernos coartados por intereses políticos o económicos que tratan de apoyarse en supuestas legalidades peregrinas.

No estoy defendiendo aquí el independentismo, la secesión de Cataluña o la separación del estado español. Tampoco estoy defendiendo el continuismo y la permanencia dentro del reino de España. Lo que estoy defendiendo es que se nos dé a todos los catalanes la oportunidad de decidir si queremos o no ser independientes, si queremos o no continuar formando parte del estado español. Toda ideología, en democracia, es respetable. Respeto tanto aquellos que abogan por la escisión total de Cataluña de España y la creación de una nueva nación, como aquellos que defienden el continuismo y la permanencia dentro del estado, del mismo modo que respeto a aquellos que buscan una solución intermedia y la creación de un estado federal. Yo puedo estar de acuerdo con unas posturas más que con otras, pero creo que todas tienen cabida en una democracia. En una democracia también tiene cabida el poder expresar esas ideas libremente y sin coacción alguna, y una forma de expresarlas es votando en una consulta o un referéndum. Cuando desde ciertos sectores retrógrados, inmovilistas y carcas se aferran a la idea de una supuesta ilegalidad en la convocatoria de una consulta sobre la posible independencia de Cataluña, amparándose en lo que dice la constitución española, hay que recordarles que la Constitución española se votó en 1978, mientras que la idea de democracia, un concepto mucho más antiguo, mucho más grande, mucho más noble, la inventaron los griegos en el siglo V antes de Cristo, y que dicho concepto se basa en otorgar la titularidad del poder al conjunto de la sociedad, o dicho de otra forma: el poder reside en el pueblo, en todos sus miembros, que si bien a través de una elecciones eligen a aquellos que deben representarles, también deben ser consultados en aquellas cuestiones de peso que afectan de manera decisiva al conjunto de la sociedad.

El gobierno español no se ha quedado solo a la hora de tachar los intentos democráticos de celebrar la consulta que pretende celebrarse el 9-11 de ilegales, amparándose de una manera cerril en lo que dice una constitución que no ha sido revisada desde 1978. Una constitución, dicen, aprobada por el conjunto de todos los españoles. Una constintución que votaron nuestros padres, pero que yo no he votado, y como yo tampoco la han votado la gente de mi generación y de las generaciones posteriores. Miles, millones de ciudadanos con derecho a voto a los que no se ha consultado sobre la forma y el contenido de una constitución que nos han impuesto y sobre la que nos niegan el derecho a opinar o criticar, una constitución que a la vista de los acontecimientos está demostrado que se ha quedado obsoleta y que necesita ser revisada, actualizada, modernizada y consensuada por una sociedad que está avanzando mientras esa misma constitución permanece anclada en el pasado. Una constitución que, para más inri, tampoco fué aprobada por el partido mayoritario actualmente en el gobierno en el momento en que fue sometida a votación. Resulta paradójico que los mismos que hoy en día se afanan tanto en defenderla y promulgar su legalidad y su involabilidad sean los mismos que en el pasado la rechazaron en la forma en como nos la han hecho llegar a las generaciones actuales. El gobierno de España, y todos los estamentos y partidos políticos que le apoyan en su particular cruzada anti-independentista, lo único que están poniendo de manifiesto es su absoluta carencia de voluntad de servicio al pueblo español, y su nulo talante democrático al oponerse al diálogo, la negociación y la busqueda de soluciones, enrocándose en una postura inmovilista que, de nuevo, no hace sino evidenciar que la palabra 'democrácia' no forma parte de su vocabulario.

No deja de ser lamentable que mientras que en el Reino Unido se ha hecho lo todo lo posible por dar una auténtica lección democrática a la comunidad internacional, y se ha establecido un diálogo constructivo que va a permitir la celebración de un referendum vinculante en el cual el pueblo escocés va a decidir si quiere seguir formando parte o no del Reino Unido, en España, nuestro gobierno, mirando siempre hacia otro lado, ha favorecido el enfrentamiento y la crispación política, y se ha negado a negociar para favorecer un clima en el que se pueda realizar una consulta (una consulta, insisto, no un rerefendum), y lo han hecho aludiendo a argumentos tan pueriles como 'el de España es un caso diferente al del Reino Unido'. Y además el gobierno inglés ha preguntado sobre el deseo de seguir permaneciendo o no dentro del Reino Unido a las únicas partes implicadas: los escoceses. ¿Tienen los ciudadanos de Extremadura, de Castilla, de Valencia o de Andalucía derecho a decidir cuál debe ser el futuro político de Cataluña? El gobierno inglés ha considerado que solo los escoceses pueden pronunciarse por la independencia de Escocia, por mucho que les pueda doler una posible respuesta negativa, y el gobierno español debería tomar ejemplo y aprender una lección de lo que es actuar dentro del ámbito democrático, y permitir que sean los catalanes y solo los catalanes los que decidan si quieren seguir formando parte de España. Pero este gobierno español que tenemos y que sufrimos, y que dice servir a todos los españoles, prefiere hacerse el sordo e ignorar el grito ensordecedor de una parte muy numerosa de los ciudadanos a los que dice representar. Y cuando el señor Rajoy y otros miembros de su gobierno y de su partido aluden a una supuesta 'mayoría silenciosa' a la que dicen que también quieren servir y respresentar, yo les digo que esa mayoría no existe, que quién no expresa su opinión no cuenta, y la única forma de expresar una opinión en democracia es a través del voto y mediante un referendum, un referendum en el que tanto los que están a favor de la independencia como los que están en contra podrán votar y por lo tanto hacer valer su opinión. Precisamente yo espero y deseo que el gobierno español les de a esa 'mayoría silenciosa' también la oportunidad de expresarse mediante el voto, porque en democracia y en política el silencio no cuenta. Por todo esto el señor Rajoy, su partido y su gobierno se podrán en evidencia y quedarán en entredicho, pero eso, amparados como están en una inmerecidad mayoría absoluta, parece no importarles.

Me entristece enormemente comprobar como muchos sectores de nuestra sociedad cierran los ojos ante lo que es una reivindicación legítima de un pueblo y que debería ser respaldada por el conjunto de TODOS los españoles: el derecho a votar. Ayer mismo una amiga (a la que aprecio sinceramente) me comentaba en un chat: "me perdonáis pero con estas tonterias os estáis cargando una fiesta como era la Diada, porque los que nos consideramos catalanes pero también españoles hoy no hemos podido salir por Barcelona como hacíamos antes en este día". Esas palabras duelen y entristecen porque encierran una comprensión equivocada y errónea de lo que es y lo que siempre ha sido la Diada de Cataluya, y lo que significa participar en la cadena del 2013 o en la V de este 2014:

a) para empezar la Diada de Catalunya no es ni ha sido nunca la Verbena de San Joan o el Dia del Padre; SIEMPRE ha sido una festividad de reivindicación política. En los últimos años ha tomado un caracter mucho más explícito, pero es es debido simplemente a que desde el gobierno central se han adoptado posturas cada vez más retrógradas, que atacan de manera nada disimulada a Cataluña y a los catalanes; comparar catalanismo y nazismo (algo que hizo la portavoz del gobierno no hace tanto) es un insulto intolerable, y por lo tanto los catalanes nos defendemos. ¿Cómo?  Saliendo masivamente a la calle como hemos hecho este 11 de septiembre;

b) tachar de "tonterias" el acto de manifestarse masivamente reclamando no ya la independencia, que se logrará o no según dicten las urnas llegado el momento, sino el derecho a decidir por esa independencia es otro insulto. Un insulto a 1,8 millones de catalanes (según la guardia urbana) que se han manifestado por las calles de Barcelona de manera pacífica, festiva, concienciada y democrática, expresando sus convicciones con total libertad y con la voz bien alta;

c) dar a entender que los que se sienten 'catalanes pero también españoles' no han podido salir por Barcelona como lo hacían antes es algo que realmente me entristece, porque en cierta forma se nos demoniza a los que como catalanes hemos salido a la calle a expresarnos libremente, a reclamar nuestro derecho democrático a expresar nuestras opiniones a través de las urnas y que nuestros representante legales acaten lo que dicta la voz de la mayoría, la voz del pueblo; a esta amiga le respondí irónicamente que hasta ahora no se ha dado ningún caso en que un catalanista haya matado ningún españolista en una manifestación de la Diada, dándode a entender que puede salir por las calles de Barcelona sin miedo a que su vida peligre. ¿Han habido actos en los que personas contrarias a los movimientos independentistas han sido agredidas por grupos separatistas? Si, pero son casos aislados, mínimos y en absolutos representativos del sentir de la mayoría de los catalanes que hemos salido a la calle este 11-9.

1,8 millones de catalanes no pueden, no deben ser ignorados. La delegación del gobierno cifra el conjunto de los manifestantes en poco más de medio millón, pero todos sabemos que dicha organización no es precisamente sospechosa de ser objetiva y desinteresada, y el interesado baile de cifras era algo que ya se veía venir. La caverna mediática ha preferido hacerse eco de los movimientos minoritarios que se han manifestado apoyando el continuismo y la adhesión al estado, pero esos 7-8 mil manifestantes no son más que una lágrima frente al torrente arrollador que suponen los 1,8 millones de catalanes que nos juntamos ayer en las calles de Barcelona. La lectura del gobierno, minimizando el efecto de la manifestación y quitándo importancia al ingente volumen de catalanes que salieron a la calle, era previsible y no por ello entristece menos. A los comentarios  retrógrados, falaces y manipuladores de la caverna mediática mejor ignorarlos y no hacerles casos. El que la portavoz del gobierno insista en comparaciones insultantes entre los movimientos independentistas y el nazismo debería ser motivo de querella en cualquier tribunal español o europeo.

Los próximos meses van a ser interesantes. Interesantes e inquietantes a un mismo tiempo. Porque el Govern de Catalunya no puede desoir las demandas de una mayoría de catalanes que piden soluciones; porque el gobierno de España no puede continuar haciendo oidos sordos, continuar con amenazas que sacan a la luz un peligroso talante antidemocrático y quedar en evidencia ante toda la comunidad internacional. ¿Que ocurrirá el 9-11? Yo no lo sé. Hoy por hoy nadie puede saberlo. Solo espero que el señor Mas, la Generalitat, el señor Rajoy, el Parlamento de España, el PP y todas las fuerzas políticas y estamentos de Catalunya y España estén a la altura de las circunstancias, comprendan lo que es AUTÉNTICO ESPÍRITU DEMOCRÁTICO, algo que está por encima de cualquier ley y cualquier constitución concebida por partidos políticos, y actúen en consecuencia, escuchando al pueblo.

Ayer, 11 de septiembre del 2014, lo que salió ganando no fué el independentismo, ni los partidos políticos, ni los gobiernos, sino la DEMOCRÁCIA, donde tienen cabida todas las ideas expresadas con libertad, educación, respeto, coherencia y conciencia humanitaria.


CINE DE CÁMARA


¿Se puede hacer una película en que su único protagonista se pase todo el metraje de la misma conduciendo un coche y manteniendo conversaciones a través del manos libres sin llegar a aburrir ni exasperar al espectador? La respuesta es “Locke”.

Aparentemente Steven Knight ha querido llevar su última incursión tras las cámaras a un terreno rayano en lo que podríamos llamar ‘cine experimental’. Pero lejos de ofrecer un producto sesudo o de difícil digestión, y pese a la radicalidad de su propuesta formal, el resultado es una película tremendamente fluida que logra mantener el interés del espectador a lo largo de todo su ajustado metraje (85 minutos), y todo ello gracias por un lado a un espléndido guion escrito por el propio director, y por otro gracias al trabajo de tres colaboradores excepcionales: Tom Hardy, que realiza un trabajo actoral excepcional, Haris Zambarloukos, que aporta las luces y sobretodo las sobras de un impresionante trabajo de cinematografía, y Justine Wright, que completa y redondea el film con un montaje preciosista y dinámico.

Y aunque la magnética presencia de Tom Hardy podría resultar el aspecto más reseñable de este film en virtud de una interpretación contenida, mesurada, pero que destila emoción por todos sus poros, es justo reconocer el enorme partido que el director logra sacar de unos actores ausentes y que solo prestan su voz al film a través de las llamadas telefónicas que hace y recibe su protagonista, actores que dan la réplica a Hardy de una manera perfecta y que gracias a unos diálogos brillantes y perfectamente matizados logran que se produzca una interacción absolutamente compacta entre el conductor del vehículo y los personajes al otro lado del teléfono. Hardy emociona con su mirada, con su entonación, con sus gestos, con sus palabras, con sus lágrimas… Pero Steven Knight logra que la voz de la esposa, del compañero de trabajo, del jefe o de la amante que no es amante destilen y transmitan emoción sincera al espectador.

 “Locke” es un auténtico tour de force en todos los sentidos; lo es en el aspecto actoral, obligando a su protagonista a permanecer durante todo el metraje delante detrás de un volante, mientras que resto de los actores lo hacen detrás de un teléfono; lo es en el aspecto técnico, al estar filmada en tiempo real y casi íntegramente en el interior de un vehículo, salpicando el metraje con ocasionales escapadas visuales para filmar la carretera por la que transita; y lo es también en el aspecto argumental, convirtiendo lo que podría ser una mera anécdota en una historia que oscila entre el suspense y el drama psicológico.

Porque al margen de la historia sobre un desliz y sus consecuencias, “Locke” nos ofrece también un estudio sobre la redención y el fracaso, y lo hace despojándolo de cualquier lectura moralizante y sin tratar de juzgar o condenar a su protagonista. Éste, Ivan Locke, ha cometido un error, y este error acarrea consecuencias. El tomar consciencia de dichas consecuencias le llevará a tomar una decisión, la menos dolorosa para todas las partes implicadas, a sabiendas de que será inevitable que haga daño a unas personas u otras. En cierto aspecto el film nos habla de responsabilidad, de la necesidad de afrontar las consecuencias de nuestros actos, y redimirnos de nuestros errores precisamente haciéndoles frente.

Una propuesta formal y estilística tan arriesgada como ésta podría provocar el rechazo de buena parte de la platea, pero su director logra un perfecto equilibro entre forma y contenido, logrando mantener el suspense a lo largo su casi hora y media de metraje (¿Llegará a tiempo el protagonista? ¿Qué decisiones tomarán la gente con la que conversa a través del teléfono? ¿Conseguirá completar el trabajo que ha dejado en manos de un subordinado?) al tiempo que consigue implicar al espectador en el drama personal que está viviendo en pantalla el conductor del vehículo. Que un film de estas características interese, emocione y entretenga al mismo tiempo es simplemente un prodigio.

“Locke” es el 2º largometraje de Steven Knight  tras “Redención ” (interpretado por Jason Statham) y tras haber participado en calidad de guionista en films como “Dirty Pretty Things” (2002), “Amazing Grace” (2006) o “Promesas del este” (2007). Knight apunta buenas maneras como director, y tras un film tan deslumbrante y prodigioso como éste solo pueden esperarse cosas buenas de él.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El tour de force interpretativo de Tom Hardy, la estilizada puesta en escena de Steven Knight, la contrastada fotografía de Haris Zambarloukos  y el modélico montaje de Justine Wright. ¿Lo peor? Nada.

¿DOS DE CAL O DOS DE ARENA?

LIBRANOS DEL MAL


A algunos críticos o analistas de cine les gusta mucho eso de jugar a las ecuaciones, de analizar una película como resultado de la suma de otras. Si nos ponemos a jugar al mismo juego, ¿Qué sale de juntar “El Exorcista” y “Seven”? “Líbranos del mal”. Y es que el último film de Scott Derrickson no es precisamente un dechado de originalidad.

La última propuesta del director de “El exorcismo de Emily Rose”, aquella desfachatez titulada “Sinister” o el torpe e innecesario remake de “Ultimátum a la Tierra es un cúmulo de tópicos y lugares comunes que abusa de los golpes de efectos y que intenta (sin lograrlo) crear una atmosfera a base de imágenes más o menos angustiosas (un gato muerto crucificado, un cadáver putrefacto repleto de moscas…) e irritantes efectos sonoros, a los que un elenco solvente de actores no logra dotar de un mínimo de interés a la trama.

Eric Bana es a mi parecer un buen actor que necesita desesperadamente un cambio de agente que sea capaz de conseguirle papeles más interesantes y a la altura de su capacidad actoral, y que en este film muestra una más que evidente desgana. Edgar Ramírez es otro gran actor (no hay más que verlo en “Carlos” (2010) de Olivier Assayas) que en esta ocasión da la impresión de haber aceptado un papel poco verosímil solo con el objetivo de abrirse camino en el cine comercial americano. Se salva de la quema un entregado Sean Harris, actor británico abonado por lo general a papeles secundarios pero que no solo es capaz de robar escenas a sus compañeros protagonistas (como en esta misma “Líbranos del mal” o en el “Prometheus” e Ridley Scott) sino que cuando le dan la oportunidad demuestra que es capaz de llevar el peso de todo un film o toda una serie, como puso de manifiesto en la espléndida miniserie “Southcliffe” producida en el 2013 por el Channel 4 británico.

Como comentaba más arriba “Líbranos del mal” no es más que un film que abunda en lugares comunes sin ofrecer nada realmente novedoso. Las imágenes de crímenes más o menos sórdidos, de escenarios sucios y desagradables, bien podrían ser descartes del “Seven” de David Fincher, mientras que la pareja de policías compuesta por Eric Bana y Joel McHale presenta todos los tópicos que uno podría encontrar en una buddy movie al uso. Más inverosímil resulta el personaje del cura “progre” y moderno que interpreta Edgar Ramirez, al que el espectador nunca llega a creer… y posiblemente ni el propio actor llegue a creerse su papel. Al menos la presencia siempre inquietante de Sean Harris logra salvar un poco la función, y es que por excesivo que resulte su personaje en algún momento, las considerables dosis de ‘malrollismo’ que le aporta el actor británico, logran despertar un mínimo de interés.

Pero si la película hace uso y abuso de todos los hallazgos ya presentes en “Seven” durante buena parte de su metraje, su argumento no puede evitar caer en el ridículo cuando al final nos propone un giro argumental a la manera del “Exorcista” (clásico imperecedero de William Friedkin) a base , de irritantes golpes de efecto tanto visuales como sonoros. Exorcismo que dura 10 minutos; el film dice estar basado en hechos reales, pero cualquiera que haya investigado un poco sabrá que los exorcismos reales que están documentados suelen durar horas cuando no días. La torpeza con la que está escrito el guion hace que desaproveche muchas buenas ocasiones como el momento final en el que el personajes interpretado por Sean Harris secuestra a la esposa y la hija del protagonista, momento que podría haberse utilizando para añadir las notas de tensión dramática que le faltan al film, pero que es resuelto de manera harto precipitada; del mismo modo todo lo relativo a las inscripciones supuestamente satánicas que dicho personaje va dejando por ahí acaba quedando en algo meramente anecdótico, cuando en realidad es uno de los apuntes más inquietantes del film y podría haber dado pie a la creación de una atmosfera mucho más enfermiza y malsana.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La entrega de Sean Harris en la piel de personaje demoníaco. ¿Lo peor? La falta de originalidad del conjunto y el exceso de subrayado visual y sonoro, particularmente en lo que se refiere a una muy obvia, vulgar e irritante partitura del otrora eficaz Christopher Young.

LUCY


Reconozco que si hago un repaso de la filmografía de Luc Besson, no logro encontrar ningún film salvable. “El gran azul”, film con el que se dio a conocer y que algunos encuentran bonito y poético, a mí me parece pretencioso y aburrido; “El 5º elemento” no es más que un torpe intento de ci-fi con supuesto sello de autoría; “Nikita” o “El profesional” son burdos ejercicios de thriller pretendidamente originales; “Juana de Arco” no es más que un vehículo para el lucimiento de su entonces pareja Mila Jovovich; “Malavita” es un ejemplo de cómo desaprovechar la química de juntos derrochan dos grandes actores como Robert de Niro y Michelle Pfeiffer; y su última propuesta cinematográfica, “Lucy”, de nuevo un film a mayor gloria de su actriz protagonista, reincide en muchos de los defectos que abundan en la filmografía de Besson: pretenciosidad argumental, falta de ritmo, humor pueril y carencia por completo de originalidad.

“Lucy” arranca con una secuencia que ya nos pone como aviso y en la que se nos presenta a uno de los primeros homínidos conocidos por la ciencia: un australopitecus femenino conocido precisamente con el nombre de Lucy y que data del 3.400.000 antes de Cristo. Acto seguido asistimos a la discusión que mantiene la protagonista, también llamada Lucy e interpretada por Scarlett Johanson, con un individuo que intenta convencerla de que entregue un maletín de contenido desconocido. ¿Intento acaso de emparentar este film con la mítica “2001. Odisea del espacio”? Si es así, el intento resulta tan torpe como vulgar.

Acto seguido asistiremos a la personal odisea de su protagonista, atrapada en algún tipo de entramado mafioso que pretende utilizarla a la fuerza como ‘mula’ para transportar un cargamento de una nueva droga experimental. Por aquello de ‘ilustrar’ a sus espectadores, Luc Besson inserta alguno planos que hablan de la evolución de la especie humana y del uso que hace de su capacidad cerebral, y para que ningún dato (pseudo) científico se pierda, intercala secuencias en que el personaje de un erudito en la materia da una conferencia sobre dichas materias, personaje al que da vida Morgan Freeman con el piloto automático haciendo lo que mejor sabe hacer: hacer de Morgan Freeman.

Al menos Scarlett Johanson, consciente de su papel protagonista y de que este puede contribuir a mantenerla en el altar de actrices en papeles de acción (sumémosle su rol como ‘Viuda Negra’ en la franquicia de os Vengadores de la Marvel), se entrega en cuerpo más que en alma a su interpretación. Pese a todo no puede evitar caer a veces en el ridículo, y no porque haga un mal trabajo actoral, sino porque el guion, que desaprovecha una premisa inicial que podría resultar interesante, acaba convirtiendo la Lucy del título de la película en una suerte de guerrera vengativa dada a los excesos superheroicos. Un personaje, vamos, que no desentonaría en cualquier entrega de “Bola de dragón” (“Bola de drac” para el público catalán).

La premisa argumental, como comentaba, no carece de interés: teniendo en cuenta que el ser humano utiliza apenas un 10% de su capacidad cerebral, ¿qué ocurriría si fuésemos capaces de acceder al 20%? ¿O al 50%? ¿Qué nuevas percepciones podríamos desarrollar? ¿Qué nuevas capacidades físicas o intelectuales aparecerían? Esa es la pregunta que el film plantea y que podría haber dado pie a un film mucho más atractivo. Lamentablemente Luc Besson dilapida cualquier posibilidad de desarrollar un argumento más complejo, redujendo a la protagonista a una suerte de vulgar superheroína que domina la materia, el espacio y el tiempo.

La evolución de la especie humana ha sido tratada de manera magistral y desde muy diferentes puntos de vista por no pocos maestros de la ciencia-ficción, como Arthur C. Clark (“2001”), Theodore Sturgeon (“Más que humano”), Olaf Stapledon (“Hacedor de estrellas”)… y quizás Besson debería haberse inspirando más en esos ilustres precedentes que no tratar de elaborar una teoría propia que tiene mucho de cómic Marvel y que a la postre acaba resultando pueril y ridícula. Pero aun dejando aparte cualquier enfoque pseudo-científico y alegando haciendo gala de una cierta suspensión de la credibilidad, el film acaba resultando infantil y aburrido lo cojas por donde lo cojas. Un arranque prometedor es echado por tierra a partir del momento en que la protagonista comienza a exhibir capacidades excesivas. Vale que empiece a tomar consciencia de su fisiología y muestre superiores capacidades físicas, vale que comience a desarrollar dones mentales inauditos (memoria fotográfica, telepatía…), pero de ahí a que muestre un completo dominio de la materia, el tiempo, etc. es poner a prueba la paciencia y la credulidad de algunos espectadores. El problema, desde mi punto de vista, es que esa evolución física del personaje hacia nuevos estadios de conciencia y dominio del entorno, se sucede en el film de manera demasiado rápida, sin dar nunca tiempo a que el espectador asimile los cambios que sufre la protagonista y por lo tanto los haga creíbles dentro del contexto ya de por sí fantástico en que se desarrolla el film. En última instancia, más que desarrollar una trama más o menos interesante y ofrecer el retrato de un personaje más o menos atractivo (el de Lucy, pues el resto de personajes del film son meros comparsas retratados de manera totalmente plana y unidimensional), Besson parece preocupado únicamente de encadenar escenas de acción una detrás de otra, escenas que para más inri están filmadas con la falta de gusto y de sutileza habituales de su director.

Con los ingredientes que maneja Besson al menos cabría esperar un film para pasar el rato una tarde de domingo, pero ni eso. Se ve, se consume como las palomitas en un cine de barrio, y se olvida.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La entrega, que no la interpretación, de Scarlett Johanson. ¿Lo peor? Una trama infantil y carente de interés y una puesta en escena vulgar y efectista.

sábado, 6 de septiembre de 2014

RETRATO DE DORIAN

"El retrato de Dorian Gray" es sin discusión alguna una obra maestra de la literatura universal, y posiblemente la mejor obra de Oscar Wilde. Quizás no sea una obra perfecta, redonda, pero es en cualquier caso una obra cuyo poder de fascinación perdura con el paso de los años y se renueva en cada relectura. Y si digo que quizás no sea una obra redonda es porque Wilde no domina en ella el tempo narrativo (efecto quizás buscado intencionadamente), alternando largos diálogos con pasajes profusamente descriptivos, escenas cuya narración es fluida con otras cuyo ritmo de lectura resulta algo más tedioso. Oscar Wilde dejó mucho de si mismo en esta obra, y a través de las ideas o reflexiones que expresan muchos de los personajes expuso su particular visión del mundo, del arte y de la belleza.

La obra de Wilde es profusa en cuentos (algunos tan populares como "El fantasma de Canterville" o "El príncipe feliz"), poemas y obras de teatro (siendo quizás las más conocidas y apreciadas "Salomé", "Un marido ideal" o "La importancia de llamarse Ernesto"), pero no tanto en novelas, siendo "El retrato de Dorian Gray" su único intento de narración larga de ficción si entendemos "De profundis" más como un ensayo epistolar de caracter biográfico.

No voy a resumir el argumento de la novela pues es de sobras (debería serlo) conocido. Tampoco voy a analizar sus virtudes o sus intenciones (algo que excede a mi capacidad como lector aficionado) más allá de resaltar el exquisito preciosismo formal con la que está escrita, el ingenio y mordacidad con que están expuestos sus ágiles diálogos o el atrevimiento de algunas de sus ideas argumentales, en las que el autor puso de manifiesto su caracter hedonista y su incondicional culto a la belleza formal. En palabras del propio Oscar Wilde: "A todo hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es completamente inútil".

Siempre he creído que Lord Henry Wootton, amigo de Dorian Gray en la novela, ingenioso, cínico y brillante conversador que incita a Dorian a abandonarse al culto hedonista de su propia persona, es en muchos aspectos un trasunto del propio escritor, mientras que el propio Dorian Gray es en realidad el ideal de ser humano, entregado sin remordimiento a sus pasiones, que Wilde querría alcanzar.

La obra se ha adaptado al cine en numerosas ocasiones (más, lo confieso, de las que yo tenía en mente antes de consultar imdb), siendo la más memorable (posiblemente la única digna de recuerdo) la dirigida por Albert Lewin en 1945, con George Sanders en el papel de Lord Henry Wooton, el debutante Hurt Hatfield dando vida a Dorian, la guapa Donna Reed como Gladys Hallward y la simpar Angela Lansbury en la piel de la malograda actriz Sibyl Vane. Lewin rodó su película enteramente en blanco y negro, reforzando así el caracter gótico del relato, pero se reservó un único plano en color, precisamente aquel en que al final del film se descubre el cuadro ya deformado que encierra la imagen de Dorian, envilecida por su entrega a los excesos, y lo hizo recurriendo a una paleta de colores brillante, vehemente, haciendo así más impactante la aparición del cuadro en escena.

Más recientemente, en 2009, Oliver Parker perpetraría una vulgar adaptación cinematográfica que no merece comentario alguno, interpretada en esta ocasión por el insulso Ben Barnes, y a la que ni siquiera la presencia del dúctil y siempre eficaz Colin Firth en el papel de Lord Wooton logra aportar un ápice de interés.

El personaje de Dorian Gray apareció en la desastrosa adaptación que filmó Stephen Norrington en 2003 a partir de la obra de Alan Moore "La liga de los caballeros extraordinarios", a pesar de que el escritor de Northampton no lo incluyó originalmene en el cómic (si incluiría en una entrega posterior a otro personaje inmortal e igualmente fascinante: el "Orlando" de Virgina Woolf"). El cómic de Moore es ingenioso, divertido y original, y propone una relectura de los personajes de la literatura victoriana como germen de los comics de superhéroes. La adaptación cinematográfica de Norrington es burda, irrespetuosa, torpe y vulgar. Ya analicé en una entrada anterior de este blog las razones por las que me parece un mal film y una peor adaptación, así que no voy a repetirme.

Más acertado es el retrato que se ofrece del personaje en la estupenda serie de la Showtime "Penny Dreadful". Bien es cierto que se toman ciertas licencias con el mismo para enmarcarlo dentro de una producción de terror, donde Dorian Gray no deja de ser uno más dentro de un elenco de distintos personajes extraídos de los clásicos de la literatura y el cine de terror, pero también es justo reconocer que el joven Reeve Carney ofrece una imagen del personaje entre seductora, decadente e inquietante que a buen seguro no hubiese desagradado al propio Oscar Wilde.

Ignoró cuantas adaptaciones al comic se han llevado a cabo de esta obra. La única que recientemente ha pasado por mis manos es la del español Enrique Corominas, una adaptación modélica, completamente fiel al relato y bellamente ilustrada. Altamente recomendable en todos los aspectos, y más cuando hay que elogiar el ejercicio de sintesis llevado por Corominas a la hora de adaptar a un medio esencialmente gráfico una obra fundamentalmente literaria, donde priman los diálogos y la exposición de ideas por encima de los aspectos puramente narrativos.






viernes, 5 de septiembre de 2014

FORASTEROS Y OTRAS RELIGIONES

“Forastero en tierra extraña”, escrita por Robert A. Heinlein, fue publicada por primera vez en 1961 en una versión ‘abreviada’ por el propio autor, y ya en su momento su publicación fue un escándalo debido sobretodo todo al derroche de ideas más o menos controvertidas que Heinlein vertió en su escrito. No obstante eso no impidió que se convirtiese casi de inmediato en un enorme éxito y un referente de la contracultura de la época. A la muerte de Heinlein su mujer tuvo que renovar el copyright de la novela y descubrió la versión íntegra, que se publicó completa en 1991.

En la novela se narra la historia de Valentin Michael Smith, un joven humano, hijo de los primeros exploradores enviados a Marte, y que ha sido educado por una sociedad marciana que difiere en mucho, cultural y filosóficamente, de la humana. A su regreso a la Tierra, el hombre de Marte tratará de hacer valer su punto de vista ‘marciano’ a la vez que tratará de comprender e integrar la visión heredada de su condición de humano. En dicha tarea le ayudará en cierta medida Jubal Harshaw, un escritor de unos 60 años, parcialmente retirado, que no es otro que un alter ego del propio escritor. El carismático Harshaw en el fondo no es más que un hedonista que tiene suficiente dinero para no preocuparse de él, y un individualista convencido.

Michael pretende enseñar a la humanidad que las cosas que él puede hacer no son nada extrañas y que cualquiera puede hacerlas con el adecuado entrenamiento. Pero después de varias vicisitudes descubrirá que la gente no aceptará de buen grado esas enseñanzas, a no ser que las disfrace de algo conocido. A tal efecto creará una religión, la cual no cree en la propiedad personal, sino en la del grupo, y esto se extiende a todo (incluyendo las relaciones sexuales). Esto escandalizará al resto de iglesias del mundo, que tratarán de  acabar con él por cualquier método, acusándolo de blasfemo y anticristo.

“Forastero en tierra extraña” es sin duda la novela más reconocida de Heinlein, pero es también un libro que suscita tantos adeptos como detractores. Para muchos parte del problema del libro, aparte de su considerable extensión, radica en que los elementos de ciencia-ficción que posee resultan más bien accesorios. En el fondo lo que encierra este escrito es una reflexión ácida y desencantada sobre la sociedad estadounidense de la época en todos sus ámbitos. Y lo hace ofreciendo puntos de vista a veces sarcásticos, a veces lúcidos y casi siempre disgresores en los que carga contra convencionalismos de todo tipo (como la moral sexual, las religiones organizadas, los políticos o las fuerzas del orden público) al mismo tiempo que propone la creación de una pseudo-utopía basada en el amor libre, el rechazo al dinero y la búsqueda de la realización personal.

Es comprensible pues que la solución que propone el libro fuese adoptada por el movimiento hippie de la época, y que la vida del hombre de Marte fuera imitada por cientos de jóvenes, deseosos de vivir en comuna, practicar el sexo indiscriminado y viajar libres por el mundo, sin trabajar, sin asumir ningún tipo de responsabilidad y abusando del consumo de estupefacciones. Todo ello no deja de ser paradójico en cierta medida, ya que entre las críticas antisistema o la defensa del amor libre, Heinlein cuela algunas ideas contradictorias como la defensa de la pena de muerte o de cierto tipo de darwinismo social.

Fue tal la polémica que suscitó la aceptación del libro por parte de los movimientos contraculturales en Estados Unidos que muchos se apresuraron a tachar a Heinlein como el mentor espiritual de Charles Manson, perpetrador, recordémoslo, de los trágicos asesinatos de Tate-LaBianca. Argumento que resulta tan estúpido en mi opinión como aquel que se barajó para tratar de justificar las motivaciones del asesino de John Lenon en 1980, y que lo atribuían a la lectura de “El guardián en el centeno” de J. P. Salinger.

“Forastero en tierra extraña” en el fondo no es más que una declaración de principios del propio Heinlein, que usa la ciencia-ficción como mera excusa para plantear un escenario social, no tecnológico, separado  de la realidad y exponer la sociedad desde el punto de vista de un extraño, un Idiota Superdotado: el hombre de Marte. De esta forma Heinlein nosofrece una crítica feroz de la sociedad de su tiempo a la vez que trata de promover nuevos modelos para la política, la familia (Heinlein aborrece de la monogamia como un modelo caduco y propone otro más abierto y flexible), el sexo (al que trata de despojar de cualquier concepto moral o meramente reproductivo para mostrarlo como una forma de comunicación entre individuos, tan natural como el hablar), la religión (Heinlein propone una religión como herramienta para modelar la sociedad pero sin despojar al ser humano de su carácter individual) o Dios (como concepto pangeista, universal y unificador; “Tú eres Dios” es una de las frases que más se repiten en el libro).

Leí por primera vez “Forastero en tierra extraña” siendo adolescente, y debo reconocer que en su momento su lectura me impactó y se convirtió de inmediato en uno de mis libros de cabecera, supongo que porque lo leí en un momento de inmadurez, cuando yo era mucho más impresionable. Creo que en ningún momento debe perderse de vista la intención satírica de la obra y que ésta debe ser leída con una mentalidad muy abierta si uno no quiere acabar bastante confundido,  pues contiene aspectos que a más de uno le pueden chocar o incluso resultar ofensivos, particularmente en cuanto a su laxa moralidad respecto al sexo, su crítica nada velada a la sociedad de consumo, y muy particularmente por su paralelismos con ciertas partes de la Biblia (no en vano “forastero en tierra extraña” es una frase tomada del libro del Éxodo).

Uno de los elementos más destacados de la novela es el propio personaje del Michael, el hombre de Marte, no tanto por los dones supra-humanos que acaba desarrollando, sino sobre todo su inocencia e ingenuidad absolutas, que le hacen observar el mundo que le rodea con la pureza propia de un niño, despojado por completo de interés personales o condicionamientos sociales. Michael es incapaz de entender conceptos como el dinero, la propiedad personal, cubrirse la desnudez, los celos, la envidia… Y por el contrario da como verdades irrefutable cosas como la vida después de la muerte o la existencia de Dios (pese a que la forma que él atribuye a Dios puede considerarse una herejía en muchas religiones actuales). Todo ello hace de él un personaje muy especial pero al mismo tiempo de difícil empatía con cualquier posible lector. En  la novela Michael realiza un considerable esfuerzo por entender la sociedad moderna y los vicios y debilidades del ser humano, tratando de cambiar a la gente que le rodea simplemente haciendo las preguntas adecuadas, consiguiendo poco a poco que otros personajes cambien su forma de ver el mundo y atrayéndolos hacia su peculiar filosofía de amor absoluto, familias no convencionales, sexo sin carga de culpa ni vergüenza, relaciones sin celos y otros conceptos morales o filosóficos más complejos.

Teniendo en cuenta que el libro fue escrito a principios de los años 60 puede sorprender que en algunos aspectos continúe resultando escandaloso en la actualidad, no ya tanto en lo que se refiere a su explícito tratamiento del sexo o la desnudez física (idea que creo que en pleno siglo XIX ya tenemos superada), como por su atrevido concepto de la familia ‘múltiple’ o comunitaria, que rompe por completo con unos convencionalismos sociales y morales que hoy día siguen imperando en los sectores más conservadores de nuestra sociedad.

Hoy en día el mensaje del libro quizás ya no resulta tan chocante, y sí bastante contradictorio. “Forastero en tierra extraña” no propone alternativas viables, tan sólo denuncia hipocresías (algunas de ellas tan locales que poseen poca relevancia extirpadas de su contexto social y temporal, otras, por supuesto, de plena actualidad medio siglo después). En la actualidad continúa siendo una novela que despierta tantas pasiones como rechazos. Para mí, desde un punto de vista estrictamente literario, sigue siendo un libro extraordinario, bien escrito y repleto de diálogos ágiles e ingeniosos, pese a que adolece de cierta falta de ritmo, fruto (en mi opinión) de la declarada intención de su autor de exponer su personal filosofía a través de los largos (excesivamente, a veces) monólogos de muchos de sus personajes.

Sin embargo en esta segunda relectura del libro debo admitir que me encontrado con algunas ideas que me hacen pensar que Heinlein no era tan liberal ni de mente tan abierta como nos hizo creer en su momento. Me han sorprendido (negativamente) algunos pasajes en los que Heilein expone su visión del sexo homosexual como algo equivocado y retorcido, al tiempo que otros pasajes deja entrever cierta moralidad claramente machista cuando no veladamente misógina. Acusarlo de fascista (como se ha hecho en alguna ocasión) me parece excesivo en cuanto a que algunas de las ideas que expone el libro (como una confusa defensa de la pena de muerte), si bien podrían subscribirlas algunos sectores más conservadores, están planteadas desde una óptica más bien sarcástica. En este aspecto el propio personaje del hombre de Marte, pese a su carácter inequívocamente mesiánico y con claros paralelismos con la figura de Jesucristo, también puede interpretarse de forma claramente reaccionaria por cuanto en muchos momentos se erige en juez, jurado y verdugo de la humanidad que le rodea, pretendidamente poseedor de una verdad supuestamente superior que le sitúa por encima del resto de los seres humanos.

En todo caso el mayor valor de “Forastero en tierra extraña” reside en que es una obra que invita a la reflexión, a plantearse preguntas, a rechazar aquellas ideas que se nos trata de imponer a la fuerza, a buscar nuevos modelos éticos, sociales, morales, culturales que nos permitan seguir creciendo como sociedad y como individuo. “Tú eres Dios” es una frase del libro que en el fondo encierra la idea de que todos somos seres únicos, individuos con un carácter propio, pero que al mismo tiempo formamos parte de un todo que es mayor que la suma de las partes, pero dentro del cual cualquiera puede alcanzar la realización personal. Quizás ese tipo de misticismo new age pueda resultar un tanto naive, pero la idea de que todos podríamos convivir en armonía basándonos en el amor al prójimo y el respeto mutuo continúa siendo alentadora. Tristemente no todo el mundo lo entiende así.


miércoles, 3 de septiembre de 2014

EN UNA GALAXIA NO TAN LEJANA...


Resulta curioso comparar la forma en cómo los universos ficticios de Marvel y DC han sido adaptados a la gran pantalla. Y de igual manera resulta interesante comparar como las diferentes franquicias Marvel, todas ellas en manos de diferentes estudios, han encontrando su traslación en forma de largometrajes.

Mientras que las adaptaciones de los cómics Marvel han tratado de acercarse de la manera más fiel posible al espíritu de los comics, las más recientes de la 'distinguida competencia' han optado por un enfoque ligeramente distinto, desmarcándose de manera más o menos obvia del cómic original y enfocándolo desde un punto de vista más realista, o todo lo realista que uno podría esperar de un producto que a fin de cuentas se adscribe al género fantástico. Obviemos el "Batman" de Tim Burton, la triología del hombre murcielago dirigida por Christopher Nolan reescribía el origen del personaje y de sus adversarios limando los aspectos más inverosímiles o rocambolescos, jugando un poco al 'cómo sería Batman si existiese en realidad'. En el universo de Nolan si Ras A'Gul 'sobrevive' a la muerte no es sumergiéndose en un pozo en energía mística, mientras que si un tipo se cae en una cubeta de ácido lo más probable es que muera, no que su pelo se torne verde y su piel blanca.

El "Man of Steel" de Zack Snyder, producido, no lo olvidemos, también por Nolan, aún manteniendo (era inevitable) el origen alienígena del personaje, optaba por un enfoque más crudo, menos naive y más realista, lo cual lleva al protagonista a comenter actos impensables por su homónimo de la página impresa (recordemos la polémica que levantó el hecho de que en el film Superman le rompiese el cuello a Zod). En esta ocasión no valen los deux ex machina o la soluciones ingeniosas: ¿que haría Superman ante la tesitura de matar a un villano que amenaza la vida de inocentes? "Man of steel" trata precisamente de dar respuesta a esa pregunta situándola en un contexto lo más realista y actual posible; la ingenuidad propia de los años 30-40 en que fué creado el personaje no ha lugar en un momento actual donde la crisis económica, los conflictos armados o el terrorismo internacional parece formar parte, tristemente, de nuestro día a día.

Incluso la versión televisiva de "Arrow" trata de mantener un cierto grado de verosimilitud. Pero las adaptaciones de los personajes marvelianos, en su mayoría, se desmarcan de esa tendencia pseudo-realista, cuando no oscurantista, de representar los personajes superheroicos. Al contrario, hacen gala de un tono más lúdico y festivo, obviando cualquier posible referencia a las neuras pseudo-existenciales de sus personajes y prefiriendo jugar la baza del humor, la aventura y el sentido del espectáculo. Pero también es cierto que las diferentes franquícias marvelitas han recibido un tratamiento ligeramente diferente en pantalla, fruto en gran medida del hecho de estar promovidas por estudios cinematográficos diferentes. Así pués Sony Pictures se ha hecho cargo de Spider-man y sus allegados, mientras que la Fox ha hecho lo propio con la franquicia mutante de los X-Men, reservándose Marvel Studios los personajes vinculados a la franquícia de los Vengadores, léase Thor, Capitan América, Hulk o Iron-man... de momento... y para desespero de la propia Marvel, a quién le gustaría recuperar el control de todos sus personajes y acogerlos todos bajo un único sello cinematográfico: el suyo.

Una vez Sam Raimi se desentendió de la saga arácnida, tras dos primeras entregas excelentes y una tercera que no gustó demasiado ni a fans ni a la crítica ni al propio director que no tuvo el control deseado sobre el producto final, ésta paso a manos del insulso Marc Webb, que da la impresión de no saber muy bién qué cáminos debería tomar el discurrir de la franquícia. Más claro parece tenerlo Bryan Singer, que desde un principio, cuando se hizo cargo de los X-Men, tuvo claro que quería darle un enfoque más dramático y utilizar a los mutantes como metáfora sociopolítica de las minorias sociales perseguidas a los largo de la historia (nada realmente original si tenemos en cuenta que esa idea subyacía ya en los cómics escritos por Stan Lee). Su útima entrega (de nuevo obviemos la entrega perpetrada por el inútil de Brett Ratner), vuelve a incidir de nuevo en ese punto de vista más serio, más oscuro, decididamente apocalíptico.

Pero Marvel Studios, la división cinematográfica de Marvel, propiedad a su vez de la Disney Company, desde el inicio tuvo muy claro que lo que quería era ofrecer al público un espectáculo para todos los públicos: colorista, divertido, entretenido y dinámico. Y está claro que con más o menos aciertos en cuanto al resultado final de los films estrenados hasta la fecha, cada una de las entregas de Capitán América, Thor, Hulk e Iron-man, han seguido esa premisa para desembocar en un producto compilador que es puro sense of wonder: "Los Vengadores" de Josh Wedon.

Pero el rasgo que más diferencia las películas producidas directamente por Marvel Studios de las de sus competidoras como Fox o Sony, es que en Marvel Studios siempre se ha buscado crear a través de ellas un universo cohesionado, a la manera de los propios comics Marvel, en lo que todos los personajes se relacionan unos con otros. De ahí que Nick Fury aparezca en las escenas post-créditos de Iron-man o el Capitan América para reclutarlos para la 'iniciativa Vengadores', o que en la escena final de "Iron-man 2" asistamos al descubrimiento del Mjolnir (el martillo de Thor), o que al final de "Thor. El mundo oscuro" veamos como Lady Sif y Volstag entregan el eter a El Colecionista, anticipando así uno de los personajes que aparecerán en "Los guardianes de la galaxia". Incluso la serie "Agents of S.H.I.E.L.D" se ve directamente afectada en su primera temporada por los hechos narrados en "Capitán América. El soldado de invierno", que provocan la caída y desmantelamiento de la agencia de espionaje.

Esa intención de crear un universo cohesionado se ve en buena medida truncada por el hecho de que Marvel no controla actualmente los derechos cinematográficos de todos sus personajes, lo que da como resultado situaciones absurdas (desde un punto de vista de 'continuidad cinematográfica') como el hecho de que Quicksilver sea interpretado por dos actores distintos en "X-Men. Dias del futuro pasado" o la próxima "Vengadores. La era de Ultrón", hasta tal punto que en "X-Men" no se menciona el nombre real de Mercurio, mientras que en "Age of Ultron" no solo podrán referirse únicamente a él por su nombre de calle (Pietro), sino que tienen terminantemente prohíbido mancionar que son mutantes o que están emparentados de modo alguno con Magneto. Ridículo, ¿no?

En cualquier caso es clara la apuesta de Marvel  Studios por potenciar el humor y la acción desenfrenada en sus producciones, algo que contrasta con el reciente anuncio de la Warner de eliminar cualquier atisbo cómico o humorístico en sus películas, siguiendo pues la estela dejada por el Batman de Nolan o el Superman de Snyder y marcando de paso distancias con su competencia. Falta por ver si Warner tratará (y logrará) crear el tipo de coherencia interna que espera cualquier aficionado a los comics, aunque algo de eso sí hay desde el momento en que Arrow hace un cameo en la nueva serie dedicada a “Flash” o que el próximo film de Snyder  reúna a Batman y Superman y de paso se den un paseo por el mismo personajes del peso de Wonder Woman… entre otros que han sido rumoreados.

Al menos de momento es Marvel la que parece tener ganada la batalla por ganarse el corazón del fan, no porque sus productos tengan que ser mejores o peores que los de Warner/DC, si no porque de manera inteligente ha rehuido cualquier polémica y se ha esforzado por mantenerse lo más fiel posible (entendiendo que comic y cine son medios distintos) al comic original. Vaya por adelantado que tanto los Batman de Nolan como el “Man of steele” de Snyder me parece excelentes films de superhéroes, por muchas distancias que consciente o inconscientemente hayan querido marcar con la obra original. Veremos si la polémica que han suscitado éstos será menor que la polvareda que a buen seguro se levantará cuando se estrene la versión de los 4 Fantásticos de Josh Trank.

Cuando hace algo más de un año se anunció que el siguiente proyecto cinematográfico de Marvel Studios sería “Los guardianes de la galaxia” las cejas de muchos aficionados al cine y al comic se arquearon en un gesto de incredulidad. Por un lado Los Guardianes de la Galaxia son unos personajes menos conocidos y populares que otros de ‘La casa de las ideas’; por otro lado la formación del grupo ha sufrido no pocos cambios a lo largo de su historia y los actuales componentes (Star-lord, Gamora, Drax, Mapache Cohete y Groot) nada tienen que ver con los integrantes originales (el mayor Vance Astro, Martinex, Yondu, Charlie-27, Nikky y Halcón Estelar), lo que creaba ciertas dudas sobre el tipo de producto con el que nos íbamos a encontrar. A eso hay que añadirle que el film se desmarcaba de la línea maestra que hasta ahora venía trazando Marvel y que tan bien le estaba funcionando en taquilla, pues los personajes que hasta la fecha habían visto su traslación de la página impresa a la pantalla de cine eran marcadamente superheroicos (Spider-man, Vengadores, 4F, X-Men…), mientras que estos nuevos Guardianes de la Galaxia se podrían adscribir de manera más evidente al género de la ciencia ficción, y más concretamente a la space opera. Y si todo esto no fuese suficiente para generar ciertas dudas sobre la comercialidad final del producto, éste quedó en manos de un cineasta de espíritu tan gamberro como James Gunn, formado en la factoría Troma (la creadora del Vengador Tóxico) y responsable de traspasar las aventuras se Scooby-Doo a imagen real.

Verano del 2014. Todas las dudas se disipan, se estrena “Guardianes de la galaxia” y no solo arrasa en taquilla batiendo algunos de esos records que a los americanos tanto le gustan contabilizar (tipo ‘mejor estreno en un fin de semana de verano’ o similares), sino que además el resultado logra satisfacer tanto a público como a crítica. A ver, no nos engañemos: “Guardianes de la galaxia” no es “El Padrino”. “Guardianes de la galaxia” es una fiesta, y por eso mismo es altamente disfrutable. Ya los primeros trailers a ritmo de ‘Hooked on a felling’ de Blue Swede, haciendo uso de una paleta de colores dispersa y brillante, presagiaban que nos íbamos a encontrar con un film donde lo que iba a primar era el cachondeo. Y cachondeo hay y en dosis considerables, pero también hay acción, un ritmo ágil, un espectacular diseño de producción, una buena descripción de personajes, diálogos ingeniosos, mala baba y un espíritu festivo que recorre todo el film de principio a fin. James Gunn ha servido en bandeja de plata un producto con alma freak en el que los fans podrán rastrear mil y una referencias comiqueras: la presencia del Coleccionista, el guiño a los personajes clásicos a través del personaje de Yondu, la imagen de uno de los Celestiales, el (esperado) cameo de Thanos… pero incluso los ‘arqueólogos’ más avezados serán capaces de encontrar el cráneo de lo que podría ser un kymeliano, un ataúd que podría encerrar el cuerpo de Warlock, un perro con escafandra que no es otro que Cosmo e incluso…. no, estoy tentado de desvelar la aparición de la escena post-créditos, que es impagable y resume a la perfección el espíritu gamberro con que el director ha querido impregnar su incursión en el universo  Marvel… pero dejaré que seais vosotros mismos quienes lo descubrais.

Pese a ser en muchos aspectos un film multi-referencial para disfrute de los aficionados marvelitas, “Guardianes de la galaxia” no deja de ser a la postre un espectáculo perfectamente disfrutable para cualquier aficionado al cine fantástico, una combinación de super-héroes y space opera que aúna lo mejor de “Star Wars”, “Los Vengadores” y “Star Trek”. Cualquiera que tenga alma de niño (yo, lo confieso, la tengo) se lo pasará en grande con este film.

Mención especial merecen los 5 protagonistas que forman tan peculiar grupo de ¿héroes? Chris Pratt derrocha carisma y sentido del humor en su papel de Star-lord, demostrando que puede hacer algo más que lucir palmito; Zoe Saldana cumple sobradamente como la asesina Gamora; el bruto Drax al que da vida Dave Bautista tiene algunas de las mejores y más divertidas frases del film; y Mapache Cohete (Rockett Racoon en la versión original) y Groot, creaciones digitales a las que ponen voz y movimiento Bradley Cooper y Vin Diesel respectivamente, son sin duda alguna las estrellas de la función y se les reservan algunos de los mejores momentos cómicos y de acción de la película (¡yo quiero que alguien me regale un baby Groot estas navidades!)

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su sentido del espectáculo y su ritmo non-stop. ¿Lo peor? Si bien los personajes principales que conforman el grupo protagonista están muy bien definidos, otros como Yondu, el Coleccionista (cuya aparición es más bien episódica) o los villanos de la función, Ronan (interpretado por Lee Pace) y Nébula, aparecen un tanto desdibujados.