lunes, 22 de agosto de 2016

HASTA EL INFINITO

Con las películas de Star Trek me pasa algo parecido que con las de James Bond: no soy fan de la saga original, pero me gustan las recientes reformulaciones de la saga cinematográfica. En más de una ocasión he comentado que los films de la saga del agente 007 me parecen infantiles, pero que el “Casino Royale” dirigido por Martin Campbell en el 2006 no solo reavivó mi interés en la saga (que había perdido por completo desde mi adolescencia con la etapa protagonizada por Roger Moore), sino que me parece el mejor film de toda la historia de la saga Bond. Muchos fans acusaron ese reboot del personaje como una traición a las esencias clásicas del mismo, por estar influenciado en exceso por otra saga de espías mucho más reciente, la de Jason Bourne. Yo personalmente aprecié los intentos (para mí logrados) de reformular el personaje y su entorno, dotándolo de mayor crudeza y verosimilitud, alejándolo de la imagen de ‘super-espía’ y prescindiendo de los clichés y tópicos más evidentes de la serie: el Q entrañable, la Moneypenny florero, los gadgets ridículos, los villanos de opereta…. Por ese motivo me parece errado el camino emprendido por Sam Mendes en las últimas películas interpretadas (y muy bien) por Daniel Craig, intentando recuperar el sabor añejo de la serie, pues provoca por un lado una sensación de dejá vu, a la vez que tira por tierra algunos de los avances e innovaciones introducidos por Campbell.

En el caso de Star Trek mis sentimientos no son exactamente iguales, pero mi postura es similar. Aprecio, y mucho, el enfoque humanista que Gene Roddenberry quiso imprimirle a la serie de televisión, pero me repelen un tanto su ingenuidad y su punto de vista naif. Su tratamiento de los personajes es tan entrañable como plano, sin fisuras ni escalas de grises, y por lo tanto aburrido. De la primera adaptación cinematográfica de la saga dirigida por Robert Wise en el año 1979, un tanto a rebufo del éxito de “Star Wars”, conservo el recuerdo de los espectaculares efectos especiales de los genios Douglas Trumbull y John Dykstra, y de la majestuosa partitura musical del maestro Jerry Goldsmith. La siguiente entrega, “La ira de Khan”, está considerada por muchos como el mejor film de la saga, pero confieso que guardo de ella un recuerdo confuso, pues no la he vuelto a ver des de mi niñez, así como algunos de los films posteriores, incluidos los de la nueva generación.

Cuando J. J. Abrams aterriza en la saga para hacerse cargo de la dirección, lo primero que propuso es hacerle un ‘lavado de cara’ a la serie, algo que sentó mal a los fans más veteranos, pues consideraron (quizás con razón) que traicionaba la esencia de la misma y los ideales originales de Rodenberry. Abrams decidió ‘rejuvenecer’ a los protagonistas y potenciar el tono más aventurero de la saga, redundando en espectaculares escenas de acción y en un copioso despliegue de efectos especiales que, no obstante, estaban al servicio de la historia. Podría decirse que Abrams acercó Star Trek más al espíritu de otras sagas cinematográficas espaciales como Star Wars. No deja de resultar curioso que la jugada que tan bien le funciono con la saga trekie, no le haya dado iguales resultados en “El despertar de la fuerza”. Abrams se aproximó al universo trekie con un espíritu totalmente desprejuiciado, tratando de hacer suya la serie y los personajes. En este aspecto, el retrato de los personajes que hizo Abrams casi hace olvidar a los clásicos integrantes del Enterprise: dotó de humor y espíritu canalla a un James T. Kirk al que Chris Pine le otorga un atractivo que no posee el muy mediocre William Shatner; Zachary Quinto sale bien parado de la papeleta de dar vida a un Spock que, no obstante, no posee el carisma y la flema que aportaba el llorado Leonard Nimoy; Zoe Saldana hace más aguerrida y atractiva la Uhura interpretada por una Michelle Nichols de limitadas capacidades interpretativas; Anton Yelchin resulta mucho más entrañable en la piel de Chekov que Walter Koening; pero sobretodo donde la versión cinematográfica gana por goleada es con la presencia de Karl Urban y Simon Pegg, infinitamente más carismáticos (y divertidos) en sus respectivos papeles de McCoy y Scotty que DeForrest Kelley y James Doohan; respecto al personaje de Sulu hay que admitir que John Cho resulta bastante más soso que el entrañable George Takey.

Abrams dirigió las 2 primeras entregas de este reboot, con algún ligero tropiezo en su segunda aportación a la saga, “Into the Darkens”, que se beneficia de la presencia actoral de un Benedict Cumberbach que es infinitamente mejor actor que Ricardo Montalbán, pero cuyo Khan no posee la fuerza, sobre el guion, que el interpretado por el actor de origen mexicano.

Cuando surgió la propuesta de continuar la saga en un tercer film, Abrams le cedió la batuta en la dirección a Justin Lin, para trasladarse él mismo a otra saga tanto o más icónica, la de Star Wars. No deja de resultar irónico que su aporte en la saga ideada por Geroge Lucas haya resultado una de las más criticadas e insatisfactorias, ya que, al margen de decisiones argumentales controvertidas (matar al personaje de Han Solo), Abbrams se enfrentó a dicha saga con un exceso de reverencia y respeto que han terminado perjudicando el resultado, cuando en realidad le hubiese resultado más rentable hacer uso de la misma falta de prejuicios con los que afrontó su acercamiento a Star Trek.

El firmante de este “Beyond”, Justin Lin, que viene de la saga cinematográfica de “Fast & Furious” aporta mucho más nervio que su predecesor. Quizás demasiado, lo que provoca que algunas secuencias de acción acaben resultando demasiado confusas. Lin aporta un cierto espíritu macarra y ‘molón’ a la saga, lo cual estaría bien si no se hubiese olvidado de en qué serie está. También es cierto que Abrams le dejó a Lin los ‘deberes hechos’ y éste último no tiene por qué esforzarse demasiado en el retrato de personajes, perfectamente definidos en las dos entregas previas, e interpretados por un grupo de actores más que solventes. Quizás la mayor debilidad de la película la muestra precisamente en el retrato que ofrece del villano de turno, Krall, un personaje que comparte con sus predecesores en el papel el estar interpretado por grandes actores (Eric Bana en el papel de Nero, Benedict Cumberbach como Kahn y ahora Idris Elba dando vida a Krall) pero estar al mismo tiempo dibujado de manera un tanto esquemática esquemática.

Lo que no se puede negar de este “Star Trek. Beyond” es que entretiene, y que como blockbuster veraniego cumple con creces. Incluso se agradece que sus efectos especiales, sin duda una de las bazas fuertes del film, están al servicio de la película y no al contrario, como ocurre con otras propuestas recientes como el despropósito de “Escuadrón Suicida”. Se nota que Justin Lin, firmante, no lo olvidemos, de 3 de las entregas de “Fast and Furious”, prefiere rendirse al trabajo de los especialistas de acción que no al del departamento de efectos especiales.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Simon Pegg, siempre genial, y Karl Urban; lástima que no tengan secuencias juntos. ¿Lo peor? Por un lado, que se hayan olvidado de los valores humanistas que Gene Roddenberry imprimió a la serie de TV; por otro, el exceso de ‘molonismo’ de algunos momentos, como aquel en que detienen la invasión extraterrestre utilizando música punk-rock de los Beasty Boys, momento más propio de ‘Fast & Furious’ que no de Star Trek.

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