miércoles, 10 de agosto de 2016

DESPUES DEL COLAPSO

El director australiano David Michôd se dio a conocer con un muy estimulante largometraje, “Animal Kingdom”, de nuevo de actualidad gracias a la acertada adaptación televisiva producida por el canal TNT, y que traslada los escenarios australianos a los casi miméticos de la costa californiana. “Animal Kingdom” nos relataba el día a día de una curiosa familia disfuncional, un clan matriarcal dedicado al negocio familiar, y además del gran trabajo actoral (con Jacki Weaver a la cabeza) destacaba por la ágil puesta en escena de su director. A modo de inciso comentaré que su adaptación televisiva matiza y enriquece muchos aspectos de la trama ideada por Michôd, si bien es justo resaltar que su puesta en escena es bastante más convencional que la del film en que se inspira.
La siguiente apuesta cinematográfica de Michôd, “The Rover”, con fecha de producción 2014, aún no ha sido estrenada en nuestro país, y pasa a engrosar esa lista de films atractivos y muy estimulantes como el “Under the skin” de Jonathan Glazer, y que por caprichos de la (muchas veces) poco inteligente distribución cinematográfica en nuestro país, no han encontrado aún hueco en las salas exhibidoras de nuestro territorio.
La puesta en escena de este segundo largometraje de Michôd es, si cabe, mucho más potente que su anterior film, aunque su propuesta argumental resulta en esta ocasión bastante más criptica. La película arranca en una época y un lugar indeterminados del desierto australiano, en un momento citado como ‘después del colapso’ al inicio del film, sin aclararnos en ningún momento a qué tipo de colapso se refiere (¿un colapso financiero? ¿un conflicto bélico?), y arranca además con un personaje del cual por no saber no llegaremos ni a conocer nunca su nombre. Este protagonista de nombre desconocido se para en bar de carretera por motivos inciertos y poco después le roban el coche (el ‘Rover’ del título) un grupo de (aparentes) delincuentes que huyen de una situación igualmente desconocida (¿un robo? ¿un atraco? ¿una disputa entre bandas?), dejando atrás a uno de sus compañeros al que creen muerto. A partir de dicho incidente nuestro protagonista iniciará una persecución obsesiva por recuperar su coche, pero en ningún momento se nos van a dar explicación alguna de sus motivaciones o de las razones que le impulsan a querer recuperar su vehículo a cualquier coste.
Hay una clara intencionalidad por parte del director de retratar la crudeza del paisaje y como éste se refleja en los rostros de sus protagonistas. Michôd puebla su película de figurantes anónimos de evidente fealdad y de rasgos extraños, rudos. Rasgos que por otro lado están en perfecta consonancia con las actitudes que exhiben los diferentes personajes, siempre frías, dadas al gesto arisco y brusco, cuando no claramente violento. Incluso sus protagonistas principales, los habitualmente apuestos Guy Pierce y Robert Pattinson, son sometidos a un proceso de afeamiento. Así pues, al espectador se le niega cualquier opción de empatizar con ninguno de los personajes que pueblan el film, por lo que no le quedará más opción que ejercer de mero espectador del relato, sin tener suficiente información para juzgar a ninguno de sus protagonistas y tomar partido por ellos. “The Rober”, pues, renuncia expresamente a cualquier opción de ‘intelectualizar’ las historia que nos narra, convirtiéndose así en una película principalmente ‘sensorial’. Como mucho podría considerarse como una observación, que no análisis, del comportamiento humano, un relato ficticio, pero con una intención ‘cuasi-documental’, como si se tratase de uno de esos films de la National Geografic que observan in situ la vida salvaje. No hago esta observación con la intención de restarle valor al film, al contrario, pues es precisamente en su apuesta narrativa y argumental totalmente atípica donde reside uno de los mayores atractivos de esta película.
Michôd ha recurrido mayormente a actores noveles, reservando los papeles protagonistas a un trio de intérpretes solventes que sorprenden en roles bastante atípicos en sus respectivas carreras. A Robert McNairy le reserva un rol más secundario que acomete con eficacia, pero la sorpresa la dan Guy Pearce y Robert Pattison. Este último, en el papel de un personaje al borde de lo que podríamos definir como un ‘débil mental’, nos regala un recital de tics que sortea hábilmente el histrionismo más exasperante y que afortunadamente le sirven para llenar de matices su papel. Frente al festival gestual de Pattison, Pearce exhibe un ccontrolado hieratismo que en ningún momento hay que confundir con inexpresividad, y que estalla al final del film en un gesto contenido pero cuyos ojos vidriosos destilan pura emoción. Si el personaje de Pierce rehúye el contacto humano expresamente (tanto físico como verbal), el de Pattison, al sentirse abandonado por sus compañeros, busca desesperadamente alguien a quien atarse emocionalmente. Pattinson encontrará en Pearce esa suerte de padre-hermano-amigo que necesita, y el hecho de reconocer dicha necesidad llevará a Pearce a adoptar a Pattinson como a modo de ‘mascota’ a la que cuidar y de la que responsabilizarse, teniendo así un motivo que le permite aferrarse a una humanidad que está a punto de perder.
"The Rober" bien podría ser una lectura intelectualizada y en clave minimalista del "Mad Max" de George Miller. En esencia lo que describe es un (presunto) futuro apocalíptico y lo que trata de explicarnos es como se comporta el ser humano cuando ya no tiene absolutamente nada que perder. Sin embargo, lejos de cualquier ejercicio psicoanalítico o alegórico, destaca precisamente por la fisicidad de su puesta en escena (no tan alejada de la manera de hacer de Miller en la saga del 'Loco Max') y por su enfoque nihilista, que en cierto modo la hermana, por sensibilidad y tono, con "The road" (2009) de John Hillcoat, con la que formaría un curioso díptico en cuanto a tratado sobre la desesperación y la decadencia de la civilización moderna.
"The Rober", en parte western, en parte ciencia-ficción, en parte tragedia, no se adscribe a ningún género cinematográfico concreto, y precisamente por ello no es una película de fácil visionado (su feismo intencionado, su narrativa seca, su críptico argumento, que apenas aporta detalles que permitan al espectador comprender, mucho menos empatizar, con sus personajes...), pero no por ello carece de atractivos y su hipnótica puesta engancha durante su visionado.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Si uno se adentra en su argumento sin prejucios y dejándose llevar por lo que ve en pantalla, puede encontrarse con un film fascinante. ¿Lo peor? Quizás exija demasiado del espectador.

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