miércoles, 29 de abril de 2015

EL DISCRETO ENCANTO DE LA CLASE ALTA



La idea de narrar una misma historia ofreciendo diferentes puntos de vista no es nueva, ni en la literatura ni en el cine. En 1920, por ejemplo, William Faulkner publicaba una de sus obras más complejas y emblemáticas, "El ruido y la furia", que narra la decadencia de una vieja familia del profundo sur americano desde el punto de vista de 4 de sus integrantes, narrando en primera persona 3 de los relatos (uno de ellos desde el punto de vista de un retrasado mental), y utilizando la tercera persona para el cuarto relato, narrado desde la perspectiva de una de las criadas de la familia. Si nos centramos en el ámbito cinematográfico uno de los mejores y más famosos ejemplos sería el "Rashomon" de Akira Kurosawa, estrenado en 1950, obra maestra indiscutible del 7º arte que explica un crimen perpetrado en el Japón medieval del siglo XII desde el punto de vista de 4 de los personajes involucrados: el agresor, la victima (un samurái fallecido que habla a través de una médium), la esposa de la víctima y un leñador testigo del crimen.

Salvando las distancias el último film de Paolo Virzi, "El capital humano", poco tiene que ver con Faulkner o Kurosawa, pero sí que se podría hermanar con ellos en la intención de narrar los hechos utilizando las diferentes perspectivas de varios de los partícipes de la historia. Al igual que ocurre en la novela de Faulker, en la que el lector no adquiere una conciencia clara de la narración hasta adentrarse en el cuarto relato, el único narrado en 3ª persona (el propio escritor) y de forma lineal, o del mismo modo que en la película de Kurosawa, en la cual el espectador conocerá la verdad de los hechos cuando al final irrumpe la narración del testigo, en este film de Virzi, basado en una novela de Stephen Amidon, no es hasta el final de la película que el espectador tendrá una visión completa y clara de todo lo mostrado previamente. El film está dividido en 4 capítulos, los 3 primeros narrados desde el punto de vista de 3 de los personajes de la historia, titulados cada uno con el nombre de dicho protagonista, mientras que el 4º capítulo, a modo de glosa y titulado igual que el propio film, intentará cerrar la trama anteriormente expuesta, tratando de responder a muchos de los interrogantes que han ido surgiendo en los minutos anteriores.

Pero al margen de estructurar narrativamente la historia ofreciendo los diferentes puntos de vista de algunos de sus implicados, como decía más arriba nada más en común existe entre este último film de Paolo Virzi y los otros ejemplos anteriormente citados. De hecho la historia de Virzi se estructuraría en clave de thriller, utilizando una narración no lineal que arranca con un hecho puntual y aparentemente anecdótico, el atropello de un ciclista en una carretera secundaria durante la noche, para retroceder en el tiempo y narrar una serie de hechos aparentemente inconexos con el accidente que abre el film. A lo largo de la primera mitad de la película el espectador se preguntará que tienen que ver esos personajes y sus historias con el ciclista atropellado, para después descubrir que si bien este último no está conectado personalmente con el resto de personajes, su accidente actuará en cierta forma como catalizador de parte del drama que se desarrollará después.

La construcción formal del film es impecable. La forma en como Virzi junto a los guionistas Francesco Bruni y Francesco Piccolo intercalan las diferentes narraciones para  construir un rico fresco humano y social es sencillamente modélica. Porque además en el film su planteamiento como thriller en el fondo no es más que una excusa para hablar de otros temas que interesan al realizador, que no son otros que ofrecer una ácida crítica de un sector de la sociedad italiana sobre el cual Virzi arroja una mirada nada complaciente. Por un lado tenemos la familia Benaschi, una familia adinerada que goza de los privilegios que le otorga su posición y su fortuna, formada por un padre, Giovanni, que asume su condición de patriarca implacable, que subestima a su esposa reduciéndola a un mero objeto decorativo, al mismo tiempo que mesosprecia a su propio hijo al que recrimina constantemente su falta de ambición; su esposa Carla, un ama de casa aburrida que no sabe qué hacer con su tiempo y su dinero, que busca dessperadamente autorealizarse, por lo que se lanza a liderar el proyecto de rescatar un viejo teatro en decadencia, todo con el objetivo único de lograr sentirse útil en su sentido u otro; y por último, Massimiliano, el único hijo del matrimonio, malcriado y acostumbrado a salirse siempre con la suya e incapaz de enfrentarse a sus padres, sobreprotegido por su madre y abrumado por la presión constante de su padre, que no tolera sus fracasos y le desprecia por no ser un triunfador. Esta familia de apariencia prospera pero de realidad insulsa y aburrida se cruzará con otra, los Ossolas, de clase media. En el retrato que ofrece el film de éstos no mucho mejor parado sale el personaje de Dino, padre de Serena, la novia de Massimiliano, dueño de una prospera agencia inmobiliaria; el oportunista y advenedizo Dino no está dispuesto a dejar pasar la oportunidad de codearse con la alta sociedad y sacar tajada de ello, y tratará de aprovechar la más mínima oportunidad de hacerse valedor del reconocimiento de los Bernaschi, sin importarle sin con ello avergüenza o incomoda a su hija, e incluso llegando al punto de ignorar a su propia esposa embarazada cuando ésta siente contracciones en el transcurso de un encuentro con sus 'nuevos amigos ricos'.

Virzi ha traladado la acción del libro original, que transcurre en Connecticut, a Brianza, una zona rica y próspera del norte de Italia. Lo cual le permite por un lado reescribir a los personajes de la obre utilizando arquetipos verosimilmente italianos, pero que al mismo tiempo resultan pertinentemente universales. Todo ello le permite al director establecer un adecuado paralelismo con la commedia dell'arte para hablar de la moralidad y la diferencia de clases, arrojando una mirada crítica con los personajes que no está exenta de un cierto sentido del humor, por mucho que los acontecimientos que nos explica el film sean en sí dramáticos. Como en la comedia del arte, los personajes de "El capital humano" son trasuntos arquetipicos extrapolables a cualquier sociedad del mundo occidental (los 'tiburones financieros', los 'nuevos ricos', los 'ricos aburridos'...), solo que convenientemente contemporaneizados para la ocasión.
Merece la pena destacar el ajustado trabajo actoral, en el que brilla especialmente una sensible Valeria Bruni Tedeschi, actriz y realizadora, que en este film se mete en la piel de la aburrida, atribulada y a la vez frágil Carla, aunque también es justo reconocer que Fabrizo Bentivoglio hace un gran trabajo interpretando al oportunista y mezquino Dino, un personaje mediocre que trata de vivir por encima de sus posibilidades, al abrigo de potentados menos mediocres que él, pero con los que comparte el mismo desprecio hacia valores como la protección de la esposa o su descendencia; su interpretación logra que su personaje acabe resultando incluso más despreciable que el antipático Gionnavi, frío y carente de escrúpulos. Pocos personajes salen bien parados en el retrato que Paolo Virzi ofrece tanto de la alta sociedad italiana como de la emergente clase media que busca desesperadamente hacerse con su parte del pastel. Si los primeros miran con desprecio y condescendencia a los segundos, estos últimos no dudan en dejar de lado cualquier tipo de dignidad, ética, moral e incluso humano, solo por lograr verse reflejados en el mismo espejo en el que se miran sus 'primos ricos'. En todo caso dos personajes si obtendrían el beneplácito del director y por lo tanto son observados con cierto cariño: por un lado Bárbara, madrastra de Serena e interpretada por una recuperada Valeria Golino, psicóloga de talante abierto y progresista, aunque algo ingenuo, que trabaja con adolescentes conflictivos; por otro lado la propia Serena, interpretada por una ajustada Matilde Gioli, chica resuelta y capaz que trata de mantenerse al margen de las hipocresías y banalidades de la gente rica que le rodea, y la única a la que mueve el sentimiento más noble posible: el amor sincero. Sin embargo de la mirada ácida de su director no escapa tampoco otro estamento social, el de los 'intelectuales', en este film encarnado en un profesor universitario al que interpreta Luigi Lo Cascio, personaje intelectualmente brillenta pero débil en el terreno afectivo y que termina por convertirse en una vitriólica parodia.

Entre sus muchas invitaciones a la reflexión el film nos ofrece una lúcida presentación de los diferentes precios que pagan diferentes ciudadanos por cometer un mismo error, en función de su estatus social e incluso de su catadura moral: al final los tramposos, los diletantes, los oportunistas, los que abandonan el barco cuando éste se hunde, son los que, lamentablemente, obtienen su inmerecida recompensa.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su modélico guión, la construcción formal de la trama, y las múltiples lectura que ofrece el relato. ¿Lo peor? Quizás lo único reprochable sea la única concesión que hace el film en su final aparentemente feliz, al menos para uno de sus personajes, un detalle que no resta fuerza a la historia, pero que da la impresión de querer afirmar que 'el amor siempre triunfa'.

jueves, 23 de abril de 2015

UN DIABLO EN LA COCINA DEL INFIERNO


Entre los diversos personajes que componen el universo Marvel, Daredevil es uno de los pocos (hablando siempre de los personajes más clásicos) en cuya creación no intervino Jack Kirby, sino que fue creado por Stan Lee y el dibujante Bill Everett. Su primera aparición fue en su propio comic allá por el 1964. El nombre del personaje significa temerario, pero en España la editorial Vértice lo rebautizó como Dan Defensor para así justificar las dos "D" dibujadas en su uniforme sobre su pecho; en algunos países de Hispanoamérica recibió el nombre de Diabólico, aunque hoy en día se le conoce en todas partes mayoritariamente por su nombre original en inglés, Daredevil, al que tanto antes como ahora se le añade el sobrenombre de "El hombre sin miedo".

La colección regular del personaje ha pasado por numerosas etapas a lo largo de su historia, y si bien en sus comienzos gozó de una popularidad más bien discreta, en los años 80 gracias al guionista y dibujante Frank Miller, dio un salto cualitativo que no solo se tradujo en un considerable aumento de ventas, sino que además puso a su autor en el punto de mira de la crítica especializada, que valoró muy positivamente las innovaciones que introdujo en la colección tanto a nivel argumental como estilístico.

Daredevil según Frank Miller
¿Qué fue lo que hizo Frank Miller? En el aspecto gráfico Miller, que nunca ha destacado precisamente como ilustrador, aplicó innovadoras técnicas narrativas de referencia claramente cinematográfica, proponiendo nuevos modelos de composición de viñeta y página. El resultado es un comic mucho menos estático, más cinético, que se aparta por completo del clasicismo imperante en aquella época.

Sin embargo posiblemente sea en el terreno argumental donde Miller hizo sus aportes más interesantes. Por un lado Miller se centró en la tarea de tratar de definir qué es un héroe, contraponiendo la dualidad héroe/justiciero de Daredevil al tono más fantasioso y superheroico de los tradicionales personajes Marvel. Ello le permite a Miller explorar el concepto de superhéroe desde una perspectiva sociopolítica, algo en lo que profundizará más si cabe en obras posteriores como “The Dark Knight Returns” o “Born Again”. Miller imprime un tono más propio de novela negra a la serie, habla de corrupción policial y política, y presenta a villanos que se alejan por completo del canon de maloso megalómano para ofrecernos una visión más realista de los mismos. Miller no obvia la faceta heroica y justiciera del personaje, pero tampoco se olvida de que él es también un abogado, y eso le permite jugar con la ambigüedad del mismo. Como abogado se ve obligado a operar dentro del sistema y cumplir y hacer cumplir la ley, pero como héroe enmascarado opera al margen de la misma y se toma muchas veces la justicia por su mano. Frank Miller realizará un muy complejo y pormenorizado retrato de Matt Murdock, alias Daredevil, ofreciéndonos matices que hasta la fecha ningún otro guionista se había atrevido a explorar en el terreno de los comics de superhéroes.

"Ruleta"

Hagamos antes un repaso breve de la historia del personaje: abandonado por su madre, Matt Murdock fue criado por su padre, el boxeador Jack "Batallador" Murdock, en la Cocina del Infierno (‘Hell’s Kitchen’, antaño uno de los barrios más degradados y menos seguros de Manhattan, Nueva York). Al tratar de impedir un accidente, un camión derramó su carga radiactiva dejando ciego a Matt cuando era niño; sorprendentemente, la radiación incrementó considerablemente sus cuatro sentidos restantes y además le dotó de un sexto sentido: una especie de sentido radar. El darse cuenta de que las reglas son necesarias para evitar que las personas se comporten indebidamente, llevará al joven Matt a estudiar Derecho en la Universidad de Columbia, carrera que culminó con un suma cum laude, y donde conoció a su mejor amigo, ‘Foggy’ Nelson, con quién montará un modesto bufete de abogados que sin embargo, poco a poco, irá ganando notoriedad en la escena judicial neoyorquina.

Más tarde Matt conocerá a Stick, un maestro ciego de artes marciales bajo cuya tutela aprenderá a dominar sus sentidos y convertirse en un luchador formidable. Poco después el padre de Matt sería asesinado al negarse a amañar un combate de boxeo. Enfurecido cuando el sistema jurídico no llevó al asesino de su padre ante justicia, Matt se puso un traje hecho de la bata de boxeo de su padre y entró en acción como ‘Daredevil’, atacando salvajemente al asesino de su padre, llevándolo hasta la muerte. Tal acción provocó en Matt un fuerte sentimiento de culpabilidad, del cual trató de redimirse mediante el compromiso de servir a la Ley como Matt Murdock y luchar contra los males más allá del alcance de ésta como Daredevil.

"Born Again", una POM

El origen del personaje ha sido reescrito en varias ocasiones y ha sufrido algunas alteraciones, pese a que la esencia del mismo se mantiene inalterable. Frank Miller se mantuvo fiel a dicha esencia, y potenció los aspectos más humanos del personaje por encima de los meramente superheroicos, lo que convirtió su etapa en la serie en una obra de culto y hoy en día aún permanece como la mejor expresión del personaje. Frank Miller abandonaría temporalmente la colección en el episodio “Ruleta” (nº 185 de la colección, en la que debutó en el nº 159, permaneciendo de forma ininterrumpida desde el 1979 hasta el 1983), pero volvería más tarde a la misma en el año 86, para realizar la que para muchos es su opus magna y sin duda alguna la mejor historia jamás escrita del personaje: “Born Again” (nºs 227 al 233 de la colección, dibujados por David Mazzucchelli). En esta historia Miller se propondrá redimir al personaje, eliminando toda la carga negativa que había acumulado durante su etapa anterior, para hacerlo resurgir como un héroe en toda regla. La historia, que toma como referente principal la Pasión  cristiana (no olvidemos que Matt Murdock es profundamente católico), bien podría titularse “Caída y Auge de Matt Murdock”, y en ella Frank Miller llevará al personaje a lo más hondo, lo más bajo de la condición humana, para paso a paso, en una suerte de simbólico via crucis, purgarlo de sus pecados y hacerle resurgir purificado.

La Pasión de Matt Murdock

Miller no se desentenderá del todo del personaje y volverá sobre él con obras puntuales: como la novela gráfica “Daredevil: Amor y Guerra”, magistralmente dibujada por Bill Sienkiewickz y publicada originalmente en 1986, “El hombre sin miedo”, miniserie dibujada por John Romita Jr. y publicada en 1993 o “Elektra Lives Again”, novela gráfica en la que Miller volverá a ejercer de autor completo y en la que pese al título se cede el protagonismo a Matt Murdock (un detalle: en ningún momento de esta novela gráfica Matt llega a vestir el atuendo de Daredevil).

"Amor y guerra"

A lo largo de su larga permanencia en la colección Frank Miller potenciará el protagonismo de algunos personajes secundarios, como es el caso de su novia Karen Page (una de ellas, conviene puntualizar), su amigo y compañero del bufete ‘Foggy’ Nelson, el combativo periodista Ben Urich, o la sufrida esposa de Kingpin, Vanessa. Miller prescindirá en buena medida de la galería de villanos pintorescos que habían pululado por la colección y se centrará prácticamente en dos de ellos. Por un lado el sociópata asesino Bullseye, al que convertirá en el principal adversario físico de Daredevil, casi su igual en el combate. Por otro lado, Wilson Fisk, alias Kingpin, un villano poco memorable de Spider-man que Miller tomó prestado para convertir en la némesis de Matt Murdock. La imponente mole de Kingpin lo convierten en un formidable adversario físico, pero Miller preferirá explorar otros aspectos del mismo, poniendo el acento en su condición de principal líder de los grupos criminales de Manhattan. En manos de Miller Kingpind se convierte en un mafioso cruel pero pragmático, implacable pero frío, violento pero astuto. Kingpin prefiere operar en la sombra, sin hacerse notar demasiado, apareciendo públicamente como un próspero hombre de negocios.

Kingping según John Romita Jr.

El trabajo llevado a cabo por Miller con el personaje de Kingpin es memorable, pero posiblemente su mejor creación para la serie sea el personaje de Elektra, antigua novia de Matt Murdock en su época universitaria que reaparecerá en su vida convertida en una implacable asesina a sueldo. La relación entre ambos será tormentosa, pues Matt aún la ama pero al mismo tiempo le repugna su condición de mercenaria, mientras que Elektra no está dispuesta a que Matt interfiera en su trabajo, pese a que aún alberga profundos sentimientos hacia él. Como no puede ser de otra manera, y más aun teniendo en cuenta el nombre de ella, su historia de amor-odio adquirirá visos de auténtica tragedia griega.

Elektra según su creador

En manos de Frank Miller el personaje se convertirá en un auténtico fan favorite, y su etapa en la colección en una indiscutible obra de culto. De todos los guionistas que se han hecho cargo del personaje posteriormente pocos merecen ser recordados, y algunos de ellos han incurrido en algunas contradicciones sobre el personaje, llevándolo por caminos que han desembocado en tramas harto cuestionables cuando no directamente absurdas (como convertirle en líder de la organización criminal “La mano”, tranformar a Vanessa Fisk en la líder del imperio criminal de su marido, o hacer de Daredevil un nuevo ‘kingpin’ de la Cocina del Infierno, llevándole incluso a asesinar a sangre fría a Bullseye). De los sucesores de Miller merece destacar la guionista Ann Nocenti, que sin dejar de lado el ambiente urbano de la serie, se atreverá a hacer algunas propuestas francamente imaginativas, que llevarán a Daredevil a enfrentarse a enemigos tan improbables como Mefisto o Ultrón. La lucha de Mefisto por el alma de Matt es uno de los momentos álgidos de la etapa de Ann Nocenti, una aventura cuyo tono más fantasioso se aleja del canon habitual de la serie, pero que cobra perfecto sentido si atendemos al hecho de que Matt es uno de los personajes Marvel que de forma más abierta han expuesto su religiosidad y su profunda fe católica, y Mefisto no si no el particular ‘Satanás’ del universo Marvel.

Diablo contra Diablo

Tras Nocenti se pasearían por la colección Karl Kessel, Brian Michael Bendis, Ed Brubaker o Andy Diggle con  resultados más bien discutibles. De todos ellos solo Bendis merece algo más de atención, por mucho que su abuso del decompressive storytelling (técnica narrativa en la que la trama se desarrolla muy lentamente, centrándose en aspectos secundarios o irrelevantes) acabe por resultar un tanto tedioso. Más recientemente Mark Waid parece haber recuperado parte de la gloria perdida del personaje, acercándolo más al universo superheroico, olvidándose de las connotaciones más oscuras o trágicas del personaje, e introduciendo novedosas (y necesarias) notas humorísticas. La etapa de Waid en la colección supone todo un soplo de aire fresco, y ajeno a sus logros no son las colaboraciones de dibujantes como Chris Samnee, Paolo Rivera o Marcos Martín.

Daredevil según Chris Samnee

La enorme popularidad adquirida por el personaje durante la década de los 80 propiciará que tuviese su propia adaptación cinematográfica en el año 2003, dirigida por el anodino Mark Steven Johnson con resultados bastante irregulares. Esta adaptación se realizó al amparo del enorme éxito cosechado por los “X-men” de Brian Synger, que propició en buena manera el auge de las adaptaciones cinematográficas de superhéroes Marvel. La escasa calidad de esta película (que se tradujo en una pobre recepción tanto crítica como comercial) es debida a dos factores: por un lado por culpa de un guion bastante plano, sin fuerza, que pasea muy superficialmente por todos los elementos definitorios del personaje (su origen, su dualidad justiciero/abogado, su relación con la asesina Elektra, su rivalidad con Kingpin y Bullseye), sin ofrecer nunca una lectura ni original ni interesante ni profunda de ninguno de esos elementos. Por otro lado tenemos un casting totalmente equivocado en el que no se salva nadie: el habitualmente insulso Ben Affleck, desesperado en aquella época por conseguir un rol protagonista interpretando a un superhéroe de cómic (Nicholas Cage consiguió el suyo, “El motorista fantasma”, para desespero de algunos… Tom Cruise no lo consiguió, para alivio de otros); Affleck aplica su habitual sosería y su sonrisa bobalicona a un personaje que necesita de los matices oscuros que el actor es incapaz de aportar. Tenemos también a un histriónico Colin Farrell dando vida a Bullseye, a una muy limitada Jennifer Gardner interpretando a Elektra, un personaje que debía resultar fascinante pero que en manos de la Gardner no pasa de ‘mona’, a un irritante (como siempre) John Favreau haciendo de ‘Foggy’ Nelso, y a un totalmente equivocado Michael Clarke Duncan, que pese a su tamaño en ningún momento logra resultar intimidante y peligroso en la piel de Wilson Fisk; el Kingpin del crimen es alguien que debería atemorizar simplemente con la mirada, cosa que Clarke Duncan no logra en ningún momento (ya hice una referencia a propósito en un post anterior que puede leer aquí).

La primera versión cinematográfica

Ahora Netflix, en colaboración con Marvel Studios y bajo los auspicios de Kevin Feige, jefe de la división cinematográfica de Marvel, estrena una nueva serie de televisión basada en el personaje de Daredevil, que cuenta con la supervisión de los showrunners Steven S. Deknight y Drew Goddar, y que pretende ser la punta de lanza del desembarco de los Marvel Knights en la pequeña pantalla (en breve se estrenará “Alias”, y a ésta le seguirán “Puño de hierro” y ”Luke Cage”), y (¡Oh,sorpresa!) ésta no solo es la mejor serie de televisión basada en su superhéroe (muy superior en cualquier sentido a “Smallville”, “Arrow”, “Agents of S.H.I.E.L.D)”, “Gotham” o “The Flash”), sino que además ha resultado ser una de la mejores y más fieles adaptaciones de una colección Marvel a un medio ajeno al mundo del cómic.

La pareja de abogados Matt Murdock (Charlie Cox) y 'Foggy' Nelson (Elden Henson)

Para empezar este “Daredevil” de Netflix se desmarca por completo del tono descaradamente teen de series como “The Flash” o “Smallville”: es cruda, violenta y pone el acento en los aspectos más oscuros de la trama, entendiendo que ‘oscuridad’ hace referencia a tratar temas más complejos y desde un punto de vista más maduro, como puede ser la corrupción policial o política, o los entresijos del mundo judicial. Todo lo contrario que, por ejemplo, “Arrow”, que entiende que oscuridad es bajar la intensidad de la iluminación en los decorados. A diferencia de “Agents of S.H.I.E.L.D” este “Daredevil” evita los elementos fantasiosos de la historia, apostando por un tono más realista y desarrollando tramas más creíbles, todo ello en una clara referencia al ambiente noir de la etapa de Frank Miller. La serie cuenta además con la ventaja de que Netflix no ha tenido que lidiar con problemáticos derechos de personajes, lo que le da una mayor libertad a la hora de desarrollar las diferentes tramas; todo lo contrario que “Gothman”, en la cual no vamos a ver nunca las encarnaciones definitivas de Batman y su pintoresca galería de villanos (reservadas para la pantalla grande) y nos tendremos que conformar con encarnaciones infantiles de los mismos que aluden veladamente a sus versiones adultas. Es cierto que “Agents of S.H.I.E.L.D”, por estar producida directamente por Marvel Studios, se permite hacer referencias directas a otras películas y personajes de la casa, contando incluso con los cameos de Nick Fury o Lady Sif, e interactuando de manera más directa con las adaptaciones cinematográficas (el agente Coulson debutó en el primer film de “Iron man” antes de convertirse en protagonista de la serie televisiva; de igual manera la caída de Hydra en “Capitán América. Soldado de invierno” indició de manera directa en la finale season de “Agents of S.H.I.E.L.D”); pero por otro lado Netfilx no ha querido mantenerse completamente al margen del entramado cinematográfico de Marvel Studios y de ahí las veladas referencias a algunos aspectos de la película, como por ejemplo en algún capítulo de “Daredevil” se alude al ‘incidente’, que no es otra cosa que la invasión chitauri que vimos en el film “Los Vengadores”, de mismo modo que otro capítulo uno de los villanos hace un chiste a costa de Daredevil diciendo que ‘no es tan peligroso. A fin de cuentas no tiene ni un escudo irrompible ni un martillo mágico’, disimuladas referencias a Capitán América y Thor. ¿Quién sabe? A lo mejor en un futuro podremos ver un cameo de Steve Roger o J. J. Jameson (caso de que el Daily Buggle contrate a Ben Urich).

Inquietante Vincent D'Onofrio, aka Kingpin

Hay otro aspecto fundamental que marca una clara diferencia con el resto de series, en particular con las inspiradas en personajes de DC. En “Arrow” o “The Flash” los episodios son más o menos auto-conclusivos, aunque sí existe una subtrama más o menos desarrollada que se mantiene a lo largo de todos ellos. Esto provoca que haya muchos episodios de relleno que carecen de interés y que no aportan gran cosa al desarrollo general de la serie. Ese problema no existe en el “Daredevil” de Netflix. Por un lado el hecho de que las temporadas tengan solo 10 episodios en vez de 22 permite una mayor concisión, no hay necesidad de fill-ins de relleno. Por otro lado con esta serie se ha hecho una apuesta clara por dotarla de una mayor continuidad, lo que propicia el desarrollo de una trama única, más compleja, que se irá deshilvanado poco a poco a lo largo de los episodios, aportando nuevos matices bien mediante la inclusión de flashbacks que aluden al pasado del personaje (el accidente que provocó su ceguera, el asesinato de su padre, la aparición de Stick…), bien mediante la aparición de nuevos personajes: Wilson Fisk, Ben Urich o Vanessa no están desde el primer episodio y su aparición es meditada, lo cual nos abre la puerta a la esperanza que en próximas temporadas podamos ver a Bullseye o (¡ojalá!) Elektra Natchios.

Casting para la primera temporada
Uno de los aspectos definitivos que hacen de este Daredevil televisivo todo un exite es el acierto en la elección de los actores, pero también en el cuidadoso trabajo de los guionistas a la hora de retratarlos: Charlie Cox no solo resulta sobradamente convincente como héroe de acción, sino que además está perfecto dando vida a Matt Murdock, aportando todo un reguero de complejos matices al personaje (su sentimiento de culpa, su necesidad de redimirse, su adicción a la acción, sus arranques de violencia, su profundo sentido de la justicia, que a veces choca frontalmente con su fé católica, su dualidad como servidor de la ley y vigilante al margen de la misma, que le llevan muchas veces a cuestionarse su doble papel... ), llendo así mucho más allá que la pobre y plana composición de Ben Affleck en el film del 2003; Vincent D'Onofrio está también perfecto como Kingpin, Wilson Fisk, y logra dotar de humanidad a un personaje que pese a todo resulta tan inquietante como repulsivo: sus metas pueden ser nobles, pero sus metodos resultan despreciable; es impresionante ver como D'Onofrio es capaz de aportar un amplio rango de sentimientos al personaje (desde el sentimentalismo a la violencia irreflexiva), haciéndolo profundo y complejo, alejándolo así de caricatura simplista interpretada por Clarke Duncan. Mención especial merece Ayelet Zurer, que interpreta a Vanessa, interés sentimental de Kingpin (su esposa en los comics), una mujer elegante, segura, aparentemente decente, pero que esconde una ambigua oscuridad y que se puede mostrar a veces sutilmente impacable; su compleja relación con Fisk es uno de los puntos fuertes del desarrollo de la trama. Tampoco podemos ignorar a Deborah Ann Woll, que nos regala un Karen Page mucho más resolutiva y rica en matices de lo que cabría esperar, que esconde algún tipo de secreto inconfesable, lo cual posiblmente se irá desarrollando en futuras temporadas. Y como no,  mencionar a un perfecto Elden Henson dando vida a 'Foggy' Nelson, su personaje no solo resulta infinitamente más carismático, entrañable y atractivo que la insufrible versión cinematográfica de Jon Favreau, sino que además atesora algunas de las mejores frases de toda la serie; su relación tanto con Matt como con Karen vertebran en buena medida y de manera muy inteligente esta primera temporada de Daredevil.

Pero siendo justos tampoco podemos pasar por alto la esplendida labor de realización llevada a caba por Phil Abraham y el resto de realizadores, ni el trabajo de cinematografría de Matthew J. Lloyd. Los primeros han apostado por alejar la serie del tono naif, a veces irritantemente teen, de series como "Arrow", "Flash" o "Agentes de S.H.I.E.L.D.", apostando por un tono más oscuro, realista, seco, descarnado, donde la violencia es mostrada sin concesiones (brutal la pelea en la bolera del tercer episodio, o los arranques de furia de Kingpin) y que toma como modelos series tan ilustres como "The Wire" o "Breaking Bad"; al mismo tiempo la dedicación que ponen para una cuidadísima y estilizada puesta en escena nos regala momentos tan brillantes como el largo plano secuencia (6 minutos) que cierra el segundo episodio, o el plano secuencia desde en interior de  un taxi del episodio 5). El director de fotografía Matthew J. Lloyd por su lado contribuye a crear una atmósfera opresiva, malsana, en la que predominan los tonos frios y ocres (como reflejo del espíritu enfermo que impregna el barrio de Hell's Kitchen). Es obvio que las producciones cinematográficas tienen la ventaja de gozar de presupuestos másl holgados (que a veces se dilapidan en la contratación de estrellas que pueden ser muy mediáticas pero no necesariamente adecuadas para el papel), pero producciones televisivas más modestas como este "Daredevil" son capaces que hacer virtud de sus limitaciones, mediante el hábil uso de la elipsis cinematográficas (es muy inteligente en como en el primer capítulo se evita mostrar el accidente que originó la ceguera de Matt siendo niño, o como se narran los combates de boxeo del padre de Matt, si mostrarlos en pantalla, pero sin que ello vaya en detrimendo del impacto dramático que implican).

El uniforme para la versión televisiva

Naturalmente hay más, mucho más en esta primera temporada, que dejan un buen sabor de boca y además las ganas de que llegue pronto una nueva temporada (asegurada por el canal Netflix). Temporada en la que esperamos recuperaR a Rosario Dawson como Claire Temple, un inteligente y atractivo amalgama de varios personajes Marvel, que recupera la tradición de la 'enfermera de noche' marvelita, y que posiblemente ejerza de enlace con las futuras series de "Alias", "Luke Cage" y "Puño de hierro"; tendremos a buen seguro a Kingpin de nuevo, más peligroso que nunca ahora que han quedado al descubierto sus intenciones criminales; esperamos recuperar a Melvin Potter como aliado ocasional de Daredevil (en la serie no se alude a su alias de supervillano, Gladiador, pero si hay un divertido guiño visual al mismo); cabe esperar  que veamos a Elektra, a la que se menciona de forma velada en algún episodio, y quizás tengamos la oportunidad de ver la versión televisiva de Bullseye; quizás incluso se recupere a Leland Owlsey, el Buho en los comics, aunque remozado para ofrecer su cara más villanesca; y sin lugar a dudas veremos a La Mano y a Stick (escepcional y perfecto John Glenn interpretando al personaje... sin olvidarnos, por supuesto, del inesperado cameo de Piedra); y quizás la enigmática Madame Gao se revele como futura enemiga de Danny Rand, futuro Puño de Hierro, y esté de alguna manera relacionada con Ku'n Lum y el dragón Shou-Lao...

Si la próxima temporada es la mitad de buena que ésta, sobra decir que un servidor volverá a disfrutar como un enano de un producto televisivo que no solo se ha revelado como la mejor adaptación de un cómic de superhéroes a la pequeña pantalla (hasta la fecha), sino que además también ha logrado poner en evidencia a algunas de sus producciones hermanas para la salas cinematográficas.

miércoles, 15 de abril de 2015

VAMOS A COLOREAR...

Hay una norma no escrita en las grandes producciones hollywoodenses que indica/sugiere/recomienda/impone una cuota de actores afroamericanos en todo blockbuster que se precie. No es que siempre se siga o respete dicha recomendación, pero sí que en determinado tipo de películas parece de obligado cumplimiento, lo que lleva muchas veces a cambiar la raza de algunos protagonistas por aquello de que la población afroamericana de los Estados Unidos no se sienta discriminada en determinado tipo de films.

Mi nombre es Fury... Nick Fury

Dicha norma no tendría mayor relevancia si no fuese porque a veces el hecho de cambiar la raza de algún protagonista (normalmente de blanco a negro), incurre a veces en errores o inconsistencias de diversa índole. Cierto es que Hollywood ha tenido que recorrer un largo camino para la presencia de personajes de otras razas fuesen algo más que meramente anecdótico en sus producciones, y actualmente actores y actrices de la talla de Denzel Washington, Halle Berry, Samuel L. Jackson, Viola Davis, Octavia Spencer, Woopi Goldberg, Jimmy Fox, Forrest Whitaker, Will Smith o Morgan Freeman ocupan hoy en día posiciones preponderantes dentro del estrellato cinematográfico norteamericano. No es de extrañar, pues, que soliciten papeles a la altura no ya de su talento sino de su condición indiscutibles de estrellas. Probado está, por ejemplo,  que soldados negros tuvieron una participación más o menos decisiva en eventos importantes de la historia americana como la Guerra Civil o la 2ª Guerra Mundial, por mucho que Hollywood no los haya tenido muy en cuenta. Del mismo modo queda fuera de toda discusión la importancia histórica de personajes como Martin Luther King o Muhammad Ali. Papeles protagonistas de peso para actores de color, los hay. También al margen del trabajo de directores más o menos militantes dentro de la comunidad afroamericana como Spike Lee, otros como Steven Spielberg o Quetin Tarantino, por citar dos ejemplos dispares, no han dudado en reflejar la historia o vivencias de la población negra, o incorporar actores de color protagonistas en muchos de sus films. El problema aparece cuando se insiste en colocar actores de color en films cuyo contexto hace que su presencia ‘chirríe’. Por ejemplo, si uno hace un film sobre la antigua Roma resultará poco consistente presentar un personaje negro si éste no es un esclavo, del mismo modo que si se filma una película ambientada en la Francia pre-revolucionaria del Cardenal Richelieu, un personaje de color resultará poco menos que incongruente. ¿Hasta qué punto es permisible saltarse la consistencia histórica en aras de una discutible corrección política?

En una galaxia muy lejana...

Esa misma corrección política fue la que obligó en su día a que Lando Calrisian, al que dio vida  Billy Dee Williams, fuese el primer personaje de raza negra de la saga clásica de “Star Wars”, aunque es justo reconocer que dicha decisión no molestó demasiado en su momento ni lo hace hoy en día, habiéndose incorporado incluso nuevos personajes de color a la saga, como el maestro Jedi Mace Vindu, interpretado por Samuel L. Jackson. Sin embargo esa manía por cambiarles la raza a algunos personajes ha provocado una cierta, y a veces justificada, irritación entre algunos espectadores. Cuando partimos de un argumento completamente original para el cine, guionistas y/o directores se sienten con total libertad de presentar a un personaje como caucásico, negro, oriental o latino, estando la elección de la raza motivada únicamente por el contexto histórico, social, cultural y geográfico en el que se vaya a desarrollar la trama. No ocurre igual cuando se adapta un argumento pre-existente proveniente de la literatura, el comic o la televisión, pues si en su día se determinó la raza de un personaje obedeciendo a unas determinadas premisas, estas se ven adulteradas y traicionadas cuando se cambia la raza de dicho personaje. Habrá quien interprete ese cambio de raza como irrelevante, y la reacción de los fans del libro, comic o serie en que se inspira, es a veces vista como exagerada. Pero no siempre es así y el malestar está muchas veces justificado. Toda esta larga introducción es para contextualizar lo que voy a explicar a continuación, y que versa concretamente sobre el cambio de raza de algunos personajes en las recientes adaptaciones cinematográficas de comics de superhéroes. Vayamos por partes.

Un villano que nos matará... ¿de risa?

Si nos retraemos a las primeras adaptaciones de personajes de comic no vamos a encontrar muchos actores de color en ellas. En el Superman del llorado Christopher Reeve no encontraremos un actor de color en rol protagonista hasta la tercera entrega, con el irritante Richard Pryor en la piel de improbable villano. En el caso del Batman televisivo de los años 70 tuvimos a Eartha Kitt en la piel de la villana Catwoman (interpretada previamente por Julie Newmar y Lee Meriwether). Billy Dee Williams dará vida al fiscal del distrito Harwey Dent (futuro Dos Caras) en el “Batman” de Tim Burton, aunque cuando Joel Schumacher se hizo con la dirección de “Batman Forever” lo sustituyó por un histriónico (y blanco) Tommy Lee Jones. Incluso se habló de incorporar un Robin de raza negra en algún momento, idea que no terminó de cuajar y acabó en el olvido. Cuando las adaptaciones cinematográficas adquirieron carta de nobleza con los “X-Men” de Bryan Singer, no va haber problema alguno, pues una de sus protagonistas, Tormenta, interpretada por Halle Berry, ya era originariamente de raza negra.

Una 'diosa' de ébano

Los problemas comenzarán a evidenciarse con posteriores adaptaciones de comics Marvel. Tomemos por ejemplo el caso de “Daredevil” (Mark Steven Johnson, 2003), en el que el villano Kingpin fue interpretado por el fornido Michael Clarke Ducan. Kingpin, alias de Wilson Fisk, es un jefe criminal mafioso surgido de La Cocina del Infierno, uno de los barrios más sucios, degradados e inseguros de Manhattan. Originalmente Hell’s Kitchen era un barrio poblado fundamentalmente por inmigrantes italianos e irlandeses, y uno de los barrios donde, debido a su alto índice de criminalidad, empezaron a formarse las primeras mafias neoyorkinas de crimen organizado. Conviene señalar que por lo general los grupos criminales funcionan con un alto sentimiento de exclusión racial, y en este sentido los italoamericanos no se mezclaban con los irlandeses y ninguno de ellos con los latinos, los chinos o los afroamericanos. Estos últimos se concentraban fundamentalmente en los guetos de Harlem o el Bronx, mientras que los primeros lo hacían en Hell’s Kitchen, dejando Chinatown para los inmigrantes chinos. En los comics Marvel nunca se ha aclarado demasiado el origen de Kingpin: sabemos, evidentemente, que es blanco, presumimos que de ascendencia norteamericana, y sabemos también que ha escalado posiciones dentro de la mafia empezando desde lo más bajo y utilizando todo tipo de malas artes (asesinato, extorsión, etc.) hasta llegar a convertirse no solo en uno de los principales jefes de los bajos fondos neoyorkinos, sino también en un aparentemente respetable y acaudalado hombre de negocios. Michael Clarke Duncan tiene indudablemente la talla para dar vida al Kingpin del crimen, pero precisamente su raza le resta credibilidad. Si Kingping hubiese sido un mafioso del Bronx, nadie hubiese discutido la elección de Duncan, pero como líder criminal criado en Hell’s Kitchen y que se mueve por los barrios altos de Manhattan Duncan carece de la credibilidad necesaria. Para más inri en el film de Johnson le dotaron de un ‘tic’ que lejos de añadir matices al personaje, resulta un tanto ridículo. El Kingpin del film, tras cometer un asesinato, deja una rosa en el cuerpo de su víctima. Para empezar solo los psicópatas criminales sienten la necesidad de rubricar sus delitos, y Kingpin no solo está muy cuerdo, sino que además de frio, implacable y calculador es lo suficientemente sensato como para no dejar ningún tipo de pistas que puedan alertar a la policía. Kingpin es esencialmente un tipo pragmático y que no se deja dominar nunca por su ego; él es consciente de que permanecer en la sobra le reporta muchos más beneficios que hacerse notar. Escasos méritos son los que aportaban el film de Mark Steven Jhonson interpretado por el soseras de Ben Affleck, con lo cual la nueva serie de televisión producida por el canal Netflix con Daredevil de protagonista parte con claras ventajas para superar el recuerdo de la película. Al menos han corregido el error devolviendo a Kingpin su color de piel original, y eligiendo a un inquietante Vincent D’Onofrio para darle vida. Curiosamente a la hora de recuperar el personaje del periodista Ben Urich en la serie, a éste también lo han vuelto negro, y en cambio esta alteración no resulta tan sangrante, bien sea por la condición de secundario de Urich, bien porque en este caso la raza no es un rasgo definitorio del personaje.

El Kingpin del crimen

Las películas de la franquicia de los Vengadores, al igual que la de los X-Men, lo han tenido en general más fácil. Para empezar, si bien es cierto que también le han cambiado la raza a Nick Fury, no está demás puntualizar que el Nick Fury que aparece en los films no se basa en el del universo Marvel tradicional, sino en su versión remozada y modernizada del universo Ultimate, que ya nació siendo negro y al que el dibujante Brian Hitch dibujó desde el inicio con los inequívocos rasgos de Samuel L. Jackson. La elección del actor para darle vida en la gran pantalla era tan evidente como obligada. Fury debutó en el primer film de la saga de Iron Man, y en la misma saga también haría su debut Máquina de Guerra, personaje de color al que interpretó inicialmente Cuba Gooding Jr.,  siendo sustituido después por Don Cheadle. El personaje del Halcón, por otro lado, haría su debut en la saga del Capitán América, interpretado por Anthony Mackie. La polémica saltaría con la primera película basada en el personaje de Thor, en la cual Idris Elba interpretaría a Heimdall, guardián del Bifrost, el puente arco-iris que une Asgard con Midgard (la Tierra). Idris Elba es un actor de talento y tiene una presencia imponente, adecuada para interpretar a un dios (Elba, inglés de  nacimiento, se ha postulado en varias ocasiones para ser el primer James Bond de raza negra), el problema es que Heimdall es un dios NÓRDICO. La mitología nórdica siempre describe a su panteón como hombres y mujeres altos, de constitución fuerte y de cabellos preferentemente rubios o pelirrojos. En los comics Marvel rubios son Thor (aunque en la mitología sus cabellos son rojizos), Fandrall, Freya, Amora u Odín; pelirrojos son Volstagg o Lorelei; y de un negro profundo son los cabellos de Sif, Loki, Hogun o Karnilla. Rara vez se presenta algún personaje con cabellos castaños. En el film dirigido por Kenneth Branagh tenemos a un oriental (Hogun) y a un negro (el citado Heimdall), lo cual resulta visualmente chocante si tenemos en cuenta que ambos interpretan a personajes del panteón nórdico. La presencia de Idris Elba en el film obedece en buena medida a su talento interpretativo, de acuerdo, pero sobre todo a la necesidad de cubrir la cuota que se ha impuesto en este tipo de blockbusters cinematográficos. Personalmente la concesión a lo políticamente correcto me parece algo absurdo si con ello incurrimos en este tipo de inconsistencias.

Un dios ¿nórdico???

Esta tendencia es algo que parece no importarle demasiado a directores como Sam Raimi (que no sintió la necesidad de cambiar de raza a ninguno de sus protagonistas principales en la trilogía original de Spider-man) o Christoper Nolan (que tampoco alteró el color de piel de ningún personaje destacado en su saga del hombre murciélago), aunque en ambos casos tenían la ventaja de contar con secundarios que ya en los comics eran de raza negra: el redactor del Daily Buggle Robbie Robertson en “Spider-man”, y el director ejecutivo Lucius Fox en las películas de Batman. Cuando Marc Webb tomó las riendas de la dirección de la saga del hombre araña, el villano Electro pasó a ser de raza negra e interpretado por Jimmy Fox, aunque en este caso el cambio de raza no deja de ser anecdótico, pues esta nunca fue un rasgo definitorio del villano. E igualmente anecdótico aunque no exento de ironía fue el cambio del redactor jefe del Daily Planet en el “Man of Steel” de Zack Snyder, al que dio vida Laurence Fishburne, irónico por el hecho de que responde al nombre de Perry White (‘blanco’ en español.

Ojos que no ven...

Posiblemente los casos más chocantes en lo que se refiere al cambio de raza de un personaje los vamos a encontrar en la franquicia de los 4 Fantásticos. El primero lo encontraremos en el primer film dirigido por Tim Story, en el cual la escultora ciega Alicia Masters, pareja romántica de Ben Grimm, alias La Cosa, pasa a ser de raza negra y tener los rasgos de Kerry Washington. A priori el cambio no dejaría de tener mayor relevancia si no fuese porque analizando el carácter trágico en el que se fundamenta la relación entre ambos personajes, añade matices peculiares al mismo. La Cosa es, no lo olvidemos,  un monstruo. De buen corazón, pero monstruo al fin y al cabo, al cual su piel pétrea le aparta del resto de la humanidad y le impide tener relaciones carnales con ninguna mujer. Su relación, pues, es casta y virginal. Alicia, por su parte, es ciega, así que ella no es capaz de percibir la condición monstruosa de Ben. Si le ama, y lo hace sinceramente, es porque se siente atraída por la bondad de su corazón, su valentía y su sentido del humor. Pero, ¿le amaría igualmente si no fuese ciega y le viese como lo hacen el resto de seres humanos? John Byrne es un permanencia en la serie de comics de los 4 Fantásticos insistió sobre el tema, recalcando que el amor de Alicia es honesto y sincero, y que seguiría amando a Ben Grimm fuese cual fuese su aspecto. Pero el hecho de que la Alicia cinematográfica sea de color añade una relectura en clave racial de la relación entre ella y Ben, relectura que podría dar pie a interpretaciones prejuiciosas. Pensemos que en este film, Alicia, de condición invidente, solo puede aspirar a emparejarse con un monstruo; del mismo modo Ben, de aspecto rocoso, es rechazado por su antigua novia (blanca) y solo puede aspirar a ser aceptado por una mujer de raza negra. No dudo que tan maliciosa relectura no estuvo nunca en la mente de los guionistas, pero éstos, en su afán de abrazar lo políticamente correcto, han promovido involuntariamente una interpetación prejuiciosa y de tintes ligeramente racistas en la relación entre ambos personajes.

¡Oops! Parece que papá tuvo una aventura


Sin embargo el cambio más polémico en cuanto a alteración de raza lo veremos en el próximo reboot de los 4 Fantásticos, dirigido por Josh Trank y de inminente estreno. Los 4 Fantásticos son la primera familia Marvel por antonomasia: Red Richards (marido y padre), Sue Richards (esposa, madre y hermana), Johnny Storm (cuñado, hermano y tío) y Ben Grimm (amigo del alma y tío putativo), a los que habría que añadir al pequeño Franklin Richards (hijo y sobrino), conforman un núcleo familiar totalmente funcional y de lo más clásico. Esa es precisamente la característica que mejor define al grupo y lo diferencia de otros como la Patrulla-X (a los que une su condición de marginados y su pertenencia a una escuela de talentos), los Vengadores (que está bajo la nómina del gobierno americano) o los Defensores (el no-grupo por excelencia, que se juntan de forma caprichosa y solo cuando el azar lo decide).  Stan Lee ya puso de relieve esa condición de grupo familiar en su larga permanencia en la colección, y John Byrne, en su no menos memorable etapa, la potenció aún más si cabe. La versión cinematográfica de Tim Story quizás modernizó alguno de sus integrantes, ofreciendo una imagen más acorde con los tiempos actuales, de manera que Sue Storm en el film no es una esposa supeditada a su marido, sino una mujer completamente emancipada. Pero aun así los lazos familiares se mantenían (Sue acabaría contrayendo igualmente matrimonio con Red Richards en la secuela del film). ¿Y qué es lo que ha hecho Josh Trank en este reboot? Pues precisamente dar al traste con una de las principales características que lo definen. Y para ello le ha bastado con cambiar la raza de uno de sus miembros, en concreto la Antorcha Humana, que ahora tendrá los rasgos del actor Michael B. Jordan. Este reboot rejuvenece considerablemente los miembros del cuarteto (en clara referencia a la más moderna versión del universo Ultimate), pero la visión familiar del grupo desparece por completo. Sue y Johnny Storm continúan siendo hermanos… presumiblemente. Al menos conservan el mismo apellido, aunque ella es blanca y él es negro, igual que el padre de ambos, con lo cual se deduce que Sue pasa a ser adoptada… o (¡oops!) papá Storm tuvo una aventura extramatrimonial.

No quiero pecar de pacato ante el hecho de que esta nueva versión quiera ofrecernos una imagen menos convencional de las relaciones familiares, pero la gracia precisamente de los 4 Fantásticos originales era/es precisamente esa: su condición de familia CLÁSICA. La película de Josh Trank a lo mejor incluso acabará estando muy bien, pero sus personajes NO son los 4 Fantásticos de Marvel, sino que son un grupo de adolescentes que se han apropiado de los nombres y los poderes de unos personajes de cómic. Hasta los “Los increíbles” de Pixar (Brad Bird, 2004) eran mucho más fieles a la versión canónica de Stan Lee y Jack Kirby, por mucho que sus poderes y sus roles fuesen ligeramente (solo ligeramente) distintos. A fin de cuentas tenemos una chica invisible, un forzudo, una chica elástica, y un velocista a cambio de un flamígero. Es cierto que los cambios en esta nueva versión de los 4F son más radicales que el simple cambio de raza de uno de sus miembros (¡Por Dios! ¡Si hasta se han atrevido a convertir al monarca de Latveria en un hacker informático apodado ‘Doom’!!!!!!!!), por lo que en esta nueva propuesta del director de “Chronicle” el que Johnny Storm sea negro acaba resultando algo meramente anecdótico.

¿El futuro mentor del Dr. Extraño?

No serán estos los primeros ni los últimos cambios de raza que vamos a poder observar en cuanto a adaptaciones de comics de superhéroes. En la adaptación de "Doctor Extraño", cuyo estreno está previsto para el 2016, ya se han postulado varios aspirantes a interpretar el papel del Anciano, que recordemos es un viejo místico de ascendencia oriental y edad indeterminada (aunque muy longevo), que vive retirado en un monasterio del Tibet y que ejerce de maestro y mentor de Stephen Strange. Uno de los aspirantes es el japonés Ken Watanabe, que pos sus rasgos orientales, y pese a su mayor corpulencia (recordemos que el Anciano es precisamente eso: un anciano), podría hacer un buen papel. El otro es... Morgan Freeman. De nuevo por aquello de querer cumplir las cuotas reservadas a las participación de actores de color en películas destinadas al gran público, se cambia caprichosamente la raza de un personaje determinante. Uno podría decir que el que el maestro del Doctor Extraño fuese blanco, negro, oriental o extremeño no debería tener mayor importancia. Pero el hecho es que la filosofia que alimenta a Extraño bebe primordialemente de fuentes orientales (algo que de manera velada se puede leer entre líneas en el propio comic del Doctor Extraño), de ahí que resulte adecuado que su mentor sea oriental, y que sin embargo resulte poco creíble si éste es afroamericano, como es el caso de Morgan Freeman.

En fin, que por mucho que los lectores veteranos protestemos y pataleemos, no nos van a hacer caso. A fin de cuentas este tipo de films se hacen para arrasar en taquilla, no para contentar a un reducido grupo de 'frikis' lectores de cómics. Si valiendose de estrategias comerciales com diversificar la raza de los protagonistas logran atraer a otro tipo de audiéncias (y el sector demográfico afroamericano en EEUU no es tan trivial como para ignorarlo), pues no nos va a quedar más remedio que irnos a acostumbrarnos a este tipo de alteraciones en aquellas historias que hemos mamado desde nuestra más tierna infancia.

Nuff said!