jueves, 5 de junio de 2014

AMOR Y GUERRA


Hace ya bastante tiempo que venimos constatando que las producciones que nos ofrece la televisión americana son tanto y más interesantes que sus producciones para la gran pantalla. Productoras como AMC, Showtime, Netflix o muy especialmente HBO nos regalan series y miniseries capaces de competir en calidad como muchas películas que acceden a salas comerciales, y no solo disfrutan de presupuestos cada vez más holgados que les permiten acometer empresas cada vez más ambiciosas (ahí están los ejemplos de “Hermanos de sangre”, “Roma” o “Juego de tronos”), sino que gozan de una libertad que ya quisieran para sí muchos films que acceden a los circuitos comerciales. Libertad en cuanto a presentar enfoques más arriesgados, libertad a la hora de tratar temáticas poco habituales o incluso más incómodas, aspectos muchas veces que solo están permitidos en el cine más independiente, menos constreñido por las exigencias de taquilla o las normas censoras.

Uno de esos temas que a según quién les resulta incómodos es el SIDA. El SIDA y por asociación el mundo homosexual. Poco a poco vemos como en televisión el sexo no solo se presenta de una forma más natural, sino que además no hay tanto miedo a mostrarlo en toda su diversidad, por chocante que a veces pueda parecer. El sexo es un elemento presente en series como “True Blood”, “Juego de tronos”, “True detective”, “2 metros bajo tierra”, “Vikings”, “Los Borgia”, “House of cards”, “Sons of anarchy”… aunque no sea el motor conductor en ninguna de estas series. Cuando se convierte en el elemento detonador de la trama es presentado si cabe con mayor crudeza, de forma más explícita. Y si hay una serie bastante clarificadora en este aspecto esa es  “Queer as folk”, tanto en su versión inglesa como en la americana (esta última una producción de la Showtime). Aunque se podría acusar (con razón) a “Queer as folk” de abusar de los tópicos que rodean el mundo homosexual, y de explotar sin descaro el melodrama más edulcorado y el exhibicionismo homoerótico, no se le puede negar cierta valentía a la hora presentar el ambiente gay con cierto grado de normalidad. Este año la HBO presentó su propia respuesta con la seria “Looking” en la que se nos narra los encuentros y desencuentros de un grupo de amigos (gays) que han superado la treintena y se acercan a los 40. Lo mejor de esta serie es que se aleja del exhibicionismo gratuito, de los cuerpos danone y sonrisas profident, y apuesta por un tono más naturalista. A diferencia de los arquetípicos personajes de “Queer as folk”, los de “Looking” resultan más verosímiles, más creíbles, más fácil reconocerse en ellos o ver en ellos a nuestro amigo, nuestro hermano o nuestro vecino del quinto.

A la hora de enfocar la temática homosexual se puede optar por los más variados enfoques, desde la comedia al drama, pasando incluso por el cine de terror (Bruce Labruce se ha atrevido incluso a hacer una película de zombis gays), pero es evidente que si vamos a hablar del SIDA es imposible no ponerse serio. El cine lo ha hecho mayormente desde cierta prudencial distancia, con ejemplos como “Longtime companion”, “It’s my party” o “Philadelphia”, film este último que siempre me ha parecido un tanto cobarde. El último ejemplo lo hemos visto recientemente en “Dallas Buyers Club” (Jean-Marc Vallée, 2013), por el cual Matthew McConaughey recibió un merecido oscar a la mejor interpretación masculina. Y si bien este film no era enteramente fiel a los hechos históricos (el protagonista en realidad era bisexual reconocido, mientras que en la película es presentado como heterosexual y homófobo, supongo que con la intención de llevar el drama por distintos derroteros) lo que lo hacía particularmente interesante es que no ponía tanto el foco en el drama personal del protagonista como en la lucha llevada a cabo por el mismo contra el principal organismo de control de salud pública de los EEUU a fin de conseguir una cura fiable y efectiva contra la enfermedad.

La televisión americana también ha tratado del tema del SIDA, y si cabe con mayor arrojo que el cine comercial. Posiblemente una de los mejores, más ricos y más complejos trabajos en este sentido sea la miniserie de “Angels in America”, producida por la HBO a partir de la obra de Tony Kushner, ganadora del premio Pulitzer en 1992, y adaptada para la televisión por Mike Nichols y con la colaboración en la escritura del guion del propio autor. “Angels in America” nos presenta varias historias entrecruzadas en las cuales diversos protagonistas tratar de lidiar con su condición homosexual: algunos la tienen asumida y se enfrentan a las inevitables crisis amorosas, otros la están descubriendo y algunos se niegan a reconocerla. Pero en medio de todas esas opciones surge la amenaza del SIDA y la obra analizar como la irrupción de esa plaga fatal afectó a la sociedad americana a través de las reacciones de sus protagonistas. Hay diálogos memorables de “Angels in America”, interpretaciones antológicas a cargo de Meryl Streep, Al Pacino, Emma Thompson, Patrick Wilson, James Cronwell, Mary-Louise Parker o Jeffrey Wright, una puesta en escena sobria y elegante a cargo de Mike Nichols y una partitura de Thomas Newman para el recuerdo. Pero sobretodo hay un guion rico en interpretaciones, que permite leer entre líneas y que emociona de principio a fin.

Se podría decir que la HBO ha repetido la jugada con “The normal heart”, una de sus últimas propuestas en forma de telefilm y dirigida por Ryan Murphy (creador de series como “Nip/Tuck” o  “Glee”) a partir de la obra teatral de Larry Kramer, que ha realizado también el guion de esta adaptación televisiva. Llamarlo telefilm no le hace justicia, porque es un producto netamente cinematográfico, con una cuidadísima puesta en escena y un elaborado montaje. El film se sitúa a principios de los años 80, en pleno descubrimiento e irrupción del SIDA, que al principio era llamado de forma despectiva ‘cancer gay’, y de forma  similar a como hacía “Dallas Buyers Club”, nos narra la lucha enconada de un individuo, escritor para más señas, para que la alcaldía de Nueva York reconozca la existencia de la plaga y ponga los medios necesarios para combatirla. El film comienza de manera intencionadamente equívoca, en una fiesta gay en la playa, con exhibición de cuerpos apolíneos, pero casi de inmediato deja claro cuáles van a ser los derroteros que va a seguir cuando uno de los asistentes a dicha fiesta lúdica cae enfermo. A partir de ese momento la película pone el foco en los efectos que la aparición dentro de la comunidad gay de esta nueva enfermedad, que inicialmente fue asociada únicamente a las prácticas homosexuales y por lo tanto utilizada por grupos conservadores para atacar a dicha comunidad. La negación, el rechazo, la aceptación, el miedo y la lucha contra la enfermedad son algunas de las fases por las que pasan algunos de los protagonistas del film a la hora de enfrentarse a dicha plaga, y hay que decir que la película expone todas esas opciones de manera ejemplar, ayudada, todo hay que decirlo, por unos diálogos espléndidos y un trabajo actoral de primer orden. Es justo destacar a Julia Roberts metida en la piel en una combativa doctora aquejada de polio, y a Matt Bomer en su sentido papel de enfermo terminal de SIDA, pero también al siempre esplendido Alfred Molina, a un insospechadamente emotivo Taylor Kitsch, a un Jim Parsons (alias Sheldon Cooper en “The Big Bang Theory”) alejado de sus habituales papeles de comedia o un también sufrido Joe Mantello. Pero por encima de todos ellos está un entregadísimo Mark Rufallo que lleva toda la película sobre sus espaldas, en un papel francamente difícil que despierta no pocas antipatías por su carácter vehemente y su ocasional falta de empatía, pero que pese a todo despierta la afección incondicional del espectador.

Este “The normal heart” tiene muchos puntos en común con aquella “Angels in america”, pero también no pocas diferencias. Para empezar ambas son dos obras espléndidas, llenas de diálogos maravillosos, y ambas han sido trasladadas al formato televisivo de mamera tremendamente eficaz. Ambas están ambientadas a principios de los 80, en plena era Reagan y en el momento en que aparece la epidemia del SIDA. Pero “Angels in America” utiliza una estructura narrativa más alambicada y recorre con frecuencia al realismo mágico para exponer muchas de sus ideas en clave simbólica o metafórica, mientras que la narración de “The normal heart”, completamente lineal, es más seca y directa, y adopta un tono más realista. “Angels in America” hace una lectura de la aparición del SIDA en la sociedad norteamericana en clave más emocional y psicológica, al centrarse más en un reducido grupo de personajes y la forma en cómo éstos afrontar la aparición de esta nueva epidemia, epidemia por su particular forma de propagarse y el colectivo mayormente afectado (masculino y homosexual) fue interpretada por muchos grupos reaccionarios en clave bíblica, lo que da pie a su autor a realizar numerosas lecturas del drama de la enfermedad desde una perspectiva religiosa, psicológica o puramente sexual. Por el contrario “The normal hearth” prefiere aproximarse al drama en clave de film denuncia, para poner en evidencia la falta de sensibilidad y  de interés de la administración norteamericana al inicio del descubrimiento de la nueva epidemia.

Hoy en día nadie pone en duda las terribles consecuencias que acarrea el SIDA y prácticamente todo el mundo conoce las formas como se transmite y obra en consecuencia, pero por todo ello resulta curioso constatar cómo reaccionó inicialmente la comunidad gay norteamericana. Primero con la negación: las recomendaciones iniciales ante el desconocimiento de las formas de transmisión abogaban por la abstinencia, lo cual supuso un duro golpe para una comunidad que utilizaba el sexo como una seña de identidad y la más importante expresión de su libertad. Pero una vez tomaron conciencia real de la enfermedad la reacción paso de la negación al miedo, y en este sentido es particularmente ilustrativo el monólogo del personaje que interpreta Joe Montello en el film, lleno de rabia y frustración y en el que expone algo así como “si nos quitan lo único que realmente nos hace libres, ¿Qué nos queda?”. Muchos grupos conservadores y religiosos utilizaron la enfermedad como argumento para atacar a la comunidad gay, y muchos estamentos gubernamentales hicieron oídos sordos a las peticiones de auxilio de dicha comunidad. Fue necesario evidenciar que el SIDA podía afectar a cualquier persona, hombre o mujer, gay o heterosexual, para que la administración reaccionase y tomase las medidas oportunas para paliar los efectos de esta nueva epidemia del siglo XX.

“The normal heart” es un film cargado de emoción. Es triste, doloroso, a ratos incluso desesperanzado; tengamos en cuenta que muestra los momentos iniciales de la aparición de la enfermedad, cuando apenas se conocía la forma en como funcionaba el virus, y no se vislumbraba aún un método para paliar sus devastarores efectos, menos aún una posible cura. Por eso mismo imagino que en aquella época mucha gente que vivió el drama en primera persona viendo como se llevaba la vida de amigos y familiares debió de vivirlo con inevitable fatalismo. Parte de ese fatalismo se refleja en el film, pero también la lucha contra la adversidad de un hombre con una meta, un hombre dispuesto a darlo todo para que la sociedad tomase conciencia de la gravedad de la situación y reacionase pidiendo a sus políticos la busqueda de soluciones.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El espléndido trabajo actoral y la ausencia de efectismos dramáticos en la forma en como está contando la historia. ¿Lo peor? Pensar que todavía sigue siendo necesario contar este tipo de historias, porque el SIDA sigue siendo un plaga para la cual todavía no existe cura, porque corremos el riesgo de pensar que lo hemos erradicado de nuestras vidas cuando aún sigue estando presente.

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